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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PRIMERA PARTE > CAPÍTULO VI - Doctrina de las penas eternas > Argumentos en apoyo de las penas eternas > 13
13. Dios es soberanamente justo. La soberana justicia no es la justicia más inexorable, ni la que deja toda falta impune. Es la que lleva la cuenta más rigurosa del bien y del mal, que recompensa al uno y castiga al otro en la más equitativa proporción y no se engaña jamás.
Si por una falta temporal, que siempre es resultado de la naturaleza imperfecta del hombre y a menudo del centro en que se encuentra, el alma puede ser castigada eternamente, sin esperanza de alivio ni de perdón, no hay ninguna proporción entre la falta y el castigo. Luego no hay tampoco justicia.
Si el culpable vuelve a Dios, se arrepiente y solicita reparar el mal que ha hecho, vuelve al bien, a los buenos sentimientos. Si el castigo es irrevocable, esta vuelta al bien es infructuosa, puesto que si no se ha tenido cuenta del bien, no hay justicia. Entre los hombre, el condenado que se enmienda obtiene una conmutación en su pena y a veces hasta se le rehabilita. ¿Habría, pues, en la justicia humana, más equidad que en la justicia divina?
Si la condena es irrevocable, el arrepentimiento es inútil. No teniendo que esperar nada el culpable de su vuelta al bien, persiste en el mal, de modo que Dios no solamente le condena a sufrir perpetuamente, sino que también la obliga a permanecer en el mal durante la eternidad. Esto no sería ni justicia ni bondad.
Si por una falta temporal, que siempre es resultado de la naturaleza imperfecta del hombre y a menudo del centro en que se encuentra, el alma puede ser castigada eternamente, sin esperanza de alivio ni de perdón, no hay ninguna proporción entre la falta y el castigo. Luego no hay tampoco justicia.
Si el culpable vuelve a Dios, se arrepiente y solicita reparar el mal que ha hecho, vuelve al bien, a los buenos sentimientos. Si el castigo es irrevocable, esta vuelta al bien es infructuosa, puesto que si no se ha tenido cuenta del bien, no hay justicia. Entre los hombre, el condenado que se enmienda obtiene una conmutación en su pena y a veces hasta se le rehabilita. ¿Habría, pues, en la justicia humana, más equidad que en la justicia divina?
Si la condena es irrevocable, el arrepentimiento es inútil. No teniendo que esperar nada el culpable de su vuelta al bien, persiste en el mal, de modo que Dios no solamente le condena a sufrir perpetuamente, sino que también la obliga a permanecer en el mal durante la eternidad. Esto no sería ni justicia ni bondad.