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EL CIELO Y EL INFIERNO o La Justicia Divina según el Espiritismo > PREFACIO
PREFACIO
El título de esta obra indica claramente su objetivo. Hemos reunido en ella todos los
elementos propios para ilustrar al hombre sobre su destino. Como en los demás escritos sobre la
doctrina espiritista, no hemos puesto nada que sea el producto de un sistema preconcebido o de una
concepción personal, que no tendría ninguna autoridad. Todo es deducción de la observación y de
la concordancia de los hechos.
El Libro de los Espíritus contiene las bases fundamentales del Espiritismo. Es la piedra
angular de edificio, encierra todos los principios de la doctrina, hasta los que deben coronar la obra.
Pero era preciso que le diéramos su desarrollo, deduciendo todas sus consecuencias y sus
aplicaciones a medida que se desenvolvieran por la enseñanza complementaria de los espíritus y por
nuevas observaciones. Esto es lo que hicimos en El Libro de los Médiums y en El Evangelio según
el Espiritismo, desde puntos de vista especiales. Esto mismo es lo que hacemos ahora en esta obra
desde otro punto de vista, y lo que haremos sucesivamente en las que nos falta publicar, las cuales
vendrán a su tiempo.
Las nuevas ideas no fructificaran sino cuando la tierra está bien preparada para recibirlas.
Pero por tierra preparada no deben entenderse algunas inteligencias precoces que sólo producirán
frutos aislados, sino cierto conjunto en la predisposición general, con el fin de que no sólo dé frutos
abundantes, sino que encontrando la idea mayor número de puntos de apoyo, encuentre también
menos oposición y sea más fuerte para resistir a sus antagonistas.
Con El Evangelio según el Espiritismo se dio un paso más, con El Cielo y el Infierno se
dirige al blanco de ciertas cuestiones. Pero no debía venir más pronto.
Si consideramos la época en que ha venido el Espiritismo, conoceremos sin mucho trabajo
que ha llegado oportunamente. Ni demasiado tarde ni demasiado pronto. Más pronto hubiera
abortado, porque no siendo muchas las simpatías, hubiera sucumbido bajo los golpes de sus
adversarios. Más tarde, le hubiera faltado la ocasión favorable para manifestarse, las ideas pudieran
haber tomado otro curso, del cual hubiera sido difícil desviarlas. Era preciso dejar a las ideas viejas
el tiempo necesario para que se gastaran probando su insuficiencia, antes de aparecer otras nuevas.
Las ideas prematuras abortan, porque no se está bastante preparado para comprenderlas, y
por otra parte, no se hace sentir aún la necesidad de un cambio de posición. Es evidente para todos
que se manifiesta un inmenso movimiento en la opinión. Que se opera una reacción formidable en
sentido progresivo contra el espíritu estacionario o retrógrado de la doctrina. Los que están
satisfechos hoy, serán los impacientes de mañana. La Humanidad está en los dolores de un parto
laborioso. En el aire hay alguna materia, una fuerza irresistible que la empuja hacia adelante: es
como un joven que sale de la adolescencia y entrevé nuevos horizontes sin que pueda definirlos, y
sacude los pañales de la infancia. Se ve algún hecho mejor, alimentos más sólidos para la razón,
pero esta mejora está aún en la vaguedad. Se busca, todos trabajan al objeto, tanto el creyente como
el escéptico, desde el jornalero hasta el sabio. El Universo es un vasto taller. Los unos derriban, los
otros reconstruyen. Cada uno talla una piedra para el nuevo edificio, cuyo plano definitivo sólo
posee el gran Arquitecto, cuya economía no se comprenderá hasta que sus formas empezarán a
destacarse de su base. Este es el momento que la soberana Sabiduría ha elegido para el
advenimiento del Espiritismo.
Los espíritus que presiden el gran movimiento regenerador obran, pues, con más prudencia
y previsión que los hombres, porque ellos abarcan la marcha general de los acontecimientos,
mientras que nosotros sólo vemos el limitado círculo de nuestro horizonte. Habiendo llegado los
tiempos de la renovación según los decretos divinos, era preciso que en medio de las ruinas del
viejo edificio, el hombre, para no desanimarse, viese el fundamento de un nuevo orden de Allan Kardec
acontecimientos. Era preciso que el marinero viera la estrella polar que debe conducirle al puerto.
La prudencia de los espíritus que se han manifestado en la aparición del Espiritismo,
revelada casi instantáneamente por toda la Tierra en la época más propicia, no es menos evidente
que en el orden y la gradación lógica de las revelaciones complementarias sucesivas. No depende
de nadie el restringir su voluntad con respecto a ello, porque no miden sus enseñanzas según la
impaciencia de los hombres. No nos basta decir: “Quisiéramos tener tal cosa” para que se nos dé.
Nos conviene aún menos decir a Dios: “Juzgamos que el momento preciso ha llegado, para que Vos
nos deis tal cosa, nos juzgamos bastante adelantados para recibirla”, porque esto sería lo mismo que
si dijéramos: “Nosotros sabemos mejor que Vos lo que conviene hacer.” Los espíritus contestan a
los impacientes lo siguiente: “El primer lugar, empezad por aprender bien, comprender bien y sobre
todo practicar bien lo que sabéis, a fin de que Dios os considere dignos de que se os enseñe más.
Después, cuando llegue el momento, sabremos obrar y elegiremos nuestros elementos.”
La primera parte de esta obra, titulada Doctrina, contiene el examen comparado de las
diversas creencias sobre el cielo y el infierno, los ángeles y los demonios, las penas y las
recompensas futuras. El dogma de las penas eternas se trata de un modo especial y se refuta con
argumentos sacados de las leyes de la misma Naturaleza, que no sólo demuestran la parte ilógica,
repetida cien veces, sino la imposibilidad material. Con las penas eternas caen, naturalmente, las
consecuencias que se creería poder sacar de aquéllas.
La segunda parte encierra numerosos ejemplos en apoyo de la teoría, o mejor dicho, que
han servido para establecer la teoría. Tienen su autoridad en la diversidad de los tiempos y lugares
en donde se obtuvieron, porque si dimanasen de un solo origen, podrían considerarse como
producto de una misma influencia. La tienen, además, en su concordancia con aquello que se
obtiene todos los días, por todas partes en donde se ocupan de las manifestaciones espiritistas bajo
el prisma formal y filosófico.
Estos ejemplos hubieran podido multiplicarse hasta el infinito, porque no hay ningún centro
espiritista que no pueda presentar un número notable de ellos. Para evitar las repeticiones
fastidiosas, los hemos tenido que elegir entre los más instructivos. Cada uno de estos ejemplos es un
estudio en el que todas las palabras tienen su importancia y su objetivo para que los mediten con
atención, porque de cada punto brota una luz sobre la situación del alma después de la muerte y el
tránsito, hasta entonces tan oscuro y temido de la vida corporal a la vida espiritual. Es la guía del
viajero antes de entrar en un país nuevo para él. La vida de ultratumba se desenvuelve a su vista
bajo sus aspectos como un vasto panorama. Todos sacarán de ello nuevos motivos de esperanza y
de consuelo y nuevos apoyos para afianzar su fe en el porvenir y en la justicia de Dios.
En estos ejemplos, tomados en su mayor parte de los hechos contemporáneos, hemos
prescindido de los nombres propios cuantas veces lo hemos juzgado útil, por consideraciones
fáciles de apreciar. Aquellos a quienes puedan interesar estos ejemplos los reconocerán fácilmente.
Para el público, nombres más o menos conocidos y algunas veces muy oscuros, de nada hubieran
servido para la instrucción que de aquéllos pueda sacarse.
Las mismas razones que nos hicieron callar los nombres de los médiums en El Evangelio
según el Espiritismo, han hecho que nos abstuviéramos de nombrarlos en esta obra, más por el
porvenir que por el presente. Los médiums no están interesados en ello porque no podrían atribuirse
un hecho en el que su propio espíritu no toma ninguna participación. Por otra parte la mediumnidad
no está vinculada a tal o cual individuo. Es una facultad fugitiva, subordinada a la facultad de los
espíritus que quieren comunicarse, que se posee hoy y que al día siguiente puede faltar, que nunca
es aplicable a todos los espíritus sin distinción, y por lo mismo, no constituye un mérito personal
como lo sería el talento adquirido por el trabajo y los esfuerzos de la inteligencia. Los médiums
sinceros, aquéllos que comprenden la gravedad de su misión, se consideran como instrumentos que
Página la voluntad de Dios puede romper cuando le plazca, si no obran según sus miras. Son felices por
tener una facultad que les permite hacerse útiles, pero no se envanecen por ello. Por lo demás, sobre
este punto hemos seguido los consejos de nuestros guías espirituales.
La Providencia ha querido que la nueva revelación no sea privilegio de nadie, sino que tenga
sus órganos por toda la Tierra, en todas las familias, tanto en los grandes como en los pequeños.
Según estas palabras que hoy cumplen los médiums de nuestros días: “Y acontecerá en los
postreros días -dice el Señor- que yo derramaré de mi espíritu sobre toda carne, profetizarán
vuestros hijos, vuestras hijas y vuestros mancebos verán visiones, vuestros ancianos soñarán
sueños. Y ciertamente en aquellos días derramaré de mi espíritu sobre mis siervos y sobre mis
siervas y profetizarán” (Hechos de los apóstoles, Cáp. II, v. 17 y 18).
Mas declara también: Habrá falsos Cristos y falsos profetas (El Evangelio según el
Espiritismo, Cáp. XXI).
Pues estos últimos tiempos han llegado ya. No el fin del mundo material, como se ha creído,
sino el fin del mundo moral, es decir, la era de la regeneración.