Usted esta en:
Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860 > Abril > Dictados espontáneos > Comunicaciones leídas en la Sociedad > Médium: Sr. Pêcheur
Médium: Sr. Pêcheur
Amigo mío, ¿no sabéis que todo hombre que camina en la senda del progreso, tiene siempre contra sí la ignorancia y la envidia? El polvo levantado por vuestros pasos suscita envidia. Vuestras ideas dejan alterados a ciertos hombres, porque no comprenden o porque sofocan por orgullo la voz de la conciencia que les grita: Lo que rechazas, tu juez te hará recordar un día; es una mano que Dios te tiende para sacarte del lodazal donde te han arrojado tus pasiones. Escucha por un instante la voz de la razón; piensa que vives en el siglo del dinero, donde el yo domina; que el amor a las riquezas seca tu corazón, dejando la conciencia pesada con muchas faltas e incluso con crímenes que tendrás que confesar. Hombres sin fe, que os decís hábiles: vuestra habilidad os llevará al naufragio; ninguna mano os será tendida; os hicisteis los sordos para con la desgracia de los otros, y seréis tragados sin que una lágrima se derrame por vosotros. ¡Deteneos! Aún hay tiempo; que el arrepentimiento penetre en vuestros corazones; que el mismo sea sincero, y Dios os perdonará. Buscad al desdichado que no osa quejarse y que la miseria mata lentamente; y el pobre que hubiereis ayudado incluirá vuestro nombre en sus oraciones; bendecirá la mano que quizá haya salvado a su hija del hambre que mata y de la vergüenza que deshonra. Infelices de vosotros si os hacéis los sordos a su voz. Dios os ha dicho por la boca sagrada del Cristo: Ama a tu hermano como a ti mismo. ¿No os ha dado la razón para juzgar el bien y el mal? ¿No os ha dado un corazón para compadeceros de los sufrimientos de vuestros semejantes? ¿No sentís que al sofocar vuestra conciencia, sofocáis la voz del progreso y de la caridad? ¿No sentís que apenas arrastráis un cuerpo vacío, y que nada más palpita en vuestro pecho, lo que vuelve incierta vuestra marcha? Porque huisteis de la luz y vuestros ojos se volvieron de carne, las tinieblas que os rodean os agitan y os causan temor; buscáis salir –pero demasiado tarde– de ese camino que se destruye bajo vuestros pies; el miedo, que no podéis definir, os vuelve supersticiosos. Aparentáis que sois un hombre caritativo; sin embargo, esperando rescatar vuestra vida de egoísta, dais la moneda que el temor os arranca, pero Dios sabe lo que os lleva a actuar así: no podéis engañarlo. Vuestra existencia se extinguirá sin esperanza, y no podréis prolongarla ni un solo día; se ha de extinguir a pesar de vuestras riquezas, que vuestros hijos codician por anticipado, porque les habéis dado el ejemplo; al igual que vos, ellos tienen solamente un deseo: el del oro, único sueño de felicidad para ellos. Y cuando suene esta hora de justicia, os será necesario comparecer ante el Juez Supremo que habéis despreciado.
Tu hija
Amigo mío, ¿no sabéis que todo hombre que camina en la senda del progreso, tiene siempre contra sí la ignorancia y la envidia? El polvo levantado por vuestros pasos suscita envidia. Vuestras ideas dejan alterados a ciertos hombres, porque no comprenden o porque sofocan por orgullo la voz de la conciencia que les grita: Lo que rechazas, tu juez te hará recordar un día; es una mano que Dios te tiende para sacarte del lodazal donde te han arrojado tus pasiones. Escucha por un instante la voz de la razón; piensa que vives en el siglo del dinero, donde el yo domina; que el amor a las riquezas seca tu corazón, dejando la conciencia pesada con muchas faltas e incluso con crímenes que tendrás que confesar. Hombres sin fe, que os decís hábiles: vuestra habilidad os llevará al naufragio; ninguna mano os será tendida; os hicisteis los sordos para con la desgracia de los otros, y seréis tragados sin que una lágrima se derrame por vosotros. ¡Deteneos! Aún hay tiempo; que el arrepentimiento penetre en vuestros corazones; que el mismo sea sincero, y Dios os perdonará. Buscad al desdichado que no osa quejarse y que la miseria mata lentamente; y el pobre que hubiereis ayudado incluirá vuestro nombre en sus oraciones; bendecirá la mano que quizá haya salvado a su hija del hambre que mata y de la vergüenza que deshonra. Infelices de vosotros si os hacéis los sordos a su voz. Dios os ha dicho por la boca sagrada del Cristo: Ama a tu hermano como a ti mismo. ¿No os ha dado la razón para juzgar el bien y el mal? ¿No os ha dado un corazón para compadeceros de los sufrimientos de vuestros semejantes? ¿No sentís que al sofocar vuestra conciencia, sofocáis la voz del progreso y de la caridad? ¿No sentís que apenas arrastráis un cuerpo vacío, y que nada más palpita en vuestro pecho, lo que vuelve incierta vuestra marcha? Porque huisteis de la luz y vuestros ojos se volvieron de carne, las tinieblas que os rodean os agitan y os causan temor; buscáis salir –pero demasiado tarde– de ese camino que se destruye bajo vuestros pies; el miedo, que no podéis definir, os vuelve supersticiosos. Aparentáis que sois un hombre caritativo; sin embargo, esperando rescatar vuestra vida de egoísta, dais la moneda que el temor os arranca, pero Dios sabe lo que os lleva a actuar así: no podéis engañarlo. Vuestra existencia se extinguirá sin esperanza, y no podréis prolongarla ni un solo día; se ha de extinguir a pesar de vuestras riquezas, que vuestros hijos codician por anticipado, porque les habéis dado el ejemplo; al igual que vos, ellos tienen solamente un deseo: el del oro, único sueño de felicidad para ellos. Y cuando suene esta hora de justicia, os será necesario comparecer ante el Juez Supremo que habéis despreciado.