Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Julio

Aviso

La oficina de redacción de la REVISTA ESPÍRITA y el domicilio particular del Sr. ALLAN KARDEC están siendo transferidos a la calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.



Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 1º de junio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 25 de mayo.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socios libres:

A la Señora E..., de Viena (Austria).

Asuntos administrativos – La Comisión propone y la Sociedad adopta las dos siguientes proposiciones:

1º) La Sociedad, considerando que puede dar a conocer a finales del mes de abril, en los términos del artículo 16º de su Reglamento, la intención de ciertos miembros de retirarse de la misma;

Que si los nombramientos de la Dirección y de la Comisión fuesen hechos antes de esa fecha, podrían recaer sobre miembros que no continuarán haciendo parte de la Sociedad;

Que no sería racional que aquellos que tuvieran esa intención de retirarse participasen de los nombramientos;

Decide lo siguiente: «Los nombramientos de la Dirección y de la Comisión se harán en la primera sesión del mes de mayo. Los miembros en ejercicio continuarán en sus funciones
hasta esa fecha.»

2º) La Sociedad, considerando que una ausencia muy prolongada y no prevista de los miembros de la Dirección y de la Comisión puede obstaculizar la marcha de los trabajos;

Decide lo siguiente: «Los miembros de la Dirección y de la Comisión que hayan estado ausentes por tres meses consecutivos, sin haber dado justificación, serán considerados renunciantes a sus funciones y se deberá proceder a su reemplazo.»

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. L..., intitulado: La honestidad relativa, y firmado por Georges, Espíritu familiar.

2ª) Dictado espontáneo recibido por la Sra. Schmidt, sobre la Influencia del médium sobre el Espíritu, firmado por Alfred de Musset.

3ª) Relato de un hecho concerniente a dos personas, una de las cuales es una jovencita pobre, y cuyas relaciones actuales son consecuencia de las que existían entre las mismas en su existencia precedente. Circunstancias aparentemente fortuitas las han puesto en contacto y ambas han sentido una por la otra una simpatía que se ha revelado por una singular coincidencia de poder medianímico. Al ser interrogado sobre ciertos hechos, un Espíritu superior dijo que la jovencita había sido hija de dicha persona en su existencia precedente, siendo abandonada por ésta. Ahora, en la existencia actual, la jovencita había sido puesta en su camino, a fin de que aquélla tenga la oportunidad de reparar sus errores al protegerla, lo que la persona está realmente decidida a hacer, a pesar de su situación ser bastante precaria, ya que solamente vive de su trabajo.

Este hecho, que contiene detalles del más alto interés, viene en apoyo de lo que frecuentemente se ha dicho sobre ciertas simpatías, cuya causa remonta a existencias anteriores.

Indiscutiblemente, ese principio da cada vez más razón de ser al sentimiento fraternal, que hace de la caridad y de la benevolencia una ley, porque aprieta y multiplica los lazos que deben unir a la Humanidad.

Estudios – 1º) Evocación de la gran Françoise, una de las principales Convulsionarias de Saint-Médard, cuya primera evocación ya fue publicada (véase el número de mayo de 1860). Este Espíritu ha sido llamado nuevamente, a su pedido, con el objetivo de rectificar la opinión que había emitido sobre el diácono Pâris. La gran Françoise se acusa a sí misma de haberlo calumniado al desvirtuar sus intenciones, y piensa que la retractación que hace espontáneamente evitará que sea punida por el error en que había incurrido.

Esta comunicación es completada por san Luis con informaciones sobre los mundos en que tiene lugar el castigo a los Espíritus culpables.

2º) Examen analítico y crítico de las comunicaciones de Charlet sobre los animales. El Espíritu desarrolla, completa y rectifica ciertas afirmaciones que parecieron confusas o erróneas. Este examen continuará en la próxima sesión. (Publicado más adelante.)

3º) Son obtenidos dos dictados espontáneos: el primero por la Srta. Huet, sobre la continuación de las Memorias de un Espíritu; el segundo por la Sra. Lesc..., y firmado por Georges, su Espíritu familiar, sobre el examen crítico que la Sociedad se propone a hacer de las comunicaciones espíritas. El Espíritu aprueba mucho este género de estudio y lo considera como un medio para prevenir las falsas comunicaciones.

Viernes 8 de junio de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 1º de junio.

La Sra. viuda de G..., antigua miembro titular, al no hacer parte de la lista del 30 de abril, y en cumplimiento al nuevo Reglamento de la Sociedad, escribe para explicar los motivos de su abstención, solicitando a la Sociedad para que sea reintegrada en la categoría de socia libre. De acuerdo con el parecer de la Comisión, la Sociedad admite a la Sra. de G... en esta categoría.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., y firmado por Delphine de Girardin, sobre las Primeras impresiones de un Espíritu. Presenta un cuadro poético muy verdadero de las sensaciones que el Espíritu experimenta al dejar la Tierra.

2ª) Otro dictado espontáneo recibido por la misma médium, firmado por Alfred de Musset e intitulado: Aspiraciones de un Espíritu.

3ª) El Sr. M..., de Metz, relata un hecho interesante que le es personal, acerca de la influencia que un médium puede ejercer sobre otra persona, para desarrollar en ésta la facultad medianímica. Fue por ese medio que esta facultad ha sido desarrollada en el Sr. M...; pero lo que hubo de particular en esa circunstancia, fue la constatación de la acción a distancia. Estando el médium en Châlons y el Sr. M... en Metz, estipularon una hora para hacer la prueba, y el Sr. M... pudo constatar los momentos precisos en que el médium ejercía influencia sobre él y en que dejaba de hacerlo. Aun más: escribió las impresiones morales que el médium sentía y de las cuales no podía tener ninguna sospecha y, por su lado, el médium escribió las mismas palabras trazadas por el Sr. M...

Además, sucedió con el mismo médium un hecho muy curioso de escritura directa espontánea, es decir, sin ser provocada y sin tener ninguna intención de su parte, porque de manera alguna pensaba en la misma. Varias palabras, que no podían tener otro origen cuando se conocen las circunstancias, fueron inesperadamente halladas escritas con una intención bien manifestada, siendo apropiadas a la situación. El médium, al haber intentado provocar una nueva manifestación semejante, no la consiguió.


Estudios – 1º) Cuestiones diversas dirigidas a san Luis: a) Sobre el estado de los Espíritus; b) Acerca de lo que se debe entender por esfera o planeta de las flores, de que hablan algunos Espíritus; c) Sobre las facultades intelectuales latentes; d) Acerca de las señales de reconocimiento para constatar la identidad de los Espíritus.

2º) Evocación de Antoine T..., desaparecido hace algunos años, sin dejar indicios de su paradero. Al haber sido reconocida como inexacta una primera evocación, él explica los motivos y da nuevos detalles sobre su persona. La experiencia dará a conocer si son más verídicos que los primeros.

3º) Evocación del astrólogo Vogt, de Munich, que se suicidó el 4 de mayo de 1860. Este Espíritu, poco desprendido, se encuentra aún bajo el dominio de las ideas que lo preocupaban durante su existencia.

4º) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por el Sr. Didier Hijo, acerca de La fatalidad, firmado por Lamennais; el segundo por la Sra. Lesc..., firmado por Delphine de Girardin, sobre las Máscaras humanas.

Viernes 15 de junio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 8 de junio.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, la Sociedad admite como socios libres:

Al Sr. conde N..., de Moscú.

Al Sr. P..., propietario en París.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una carta que constata que, en ciertas localidades, el clero se ocupa seriamente del estudio del Espiritismo, y que miembros muy esclarecidos de esa clase hablan de Él como de algo llamado a ejercer una gran influencia en las relaciones sociales.

2ª) Lectura de una evocación particular hecha en la casa del Sr. Allan Kardec, del Espíritu J... Hijo, de Saint-Étienne. Esta evocación, aunque realizada con un interés privado, presenta enseñanzas útiles para la elevación de los pensamientos del Espíritu llamado, y ha sido escuchada con un vivo interés.

3ª) Observación presentada por el Sr. Allan Kardec con relación a una predicción que le fue dada por un médium de su conocimiento. Según esta predicción, ciertos acontecimientos deben cumplirse en una fecha fijada y, como constatación, el Espíritu había dicho al médium que la hiciera firmar por varias personas, entre otros por el Sr. Allan Kardec, a fin de poder certificar, cuando sucediese tal acontecimiento, la época en la cual había sido realizada. –Yo me rehusé a hacerlo, dijo el Sr. Allan Kardec, por las siguientes consideraciones: «Muchos son llevados a ver en el Espiritismo un medio de adivinación, lo que es contrario a su objeto; cuando acontecimientos futuros son anunciados y se realizan, sin duda se trata de un hecho excepcional y curioso, pero que sería peligroso considerarlo como una regla; por eso no he querido que mi nombre sirviera para dar aval a una creencia que falsearía el Espiritismo en su principio y en su aplicación.»

Estudios – 1º) Evocación de Thilorier, el físico, que murió creyendo que había encontrado un medio de reemplazar el vapor por el ácido carbónico condensado, como fuerza motriz. Él reconoce que este descubrimiento no estaba sino en su imaginación. (Publicada más adelante.)

2º) Continuación del examen crítico de las comunicaciones de Charlet sobre los animales. (Será publicada.)

3º) Evocación de un Espíritu golpeador que se manifiesta al hijo del Sr. N..., miembro de la Sociedad, a través de efectos físicos de una cierta originalidad. El Espíritu dice que fue el maestro de tambores de la banda militar del papa, y declara llamarse Eugène; su lenguaje no desmiente la característica que se atribuye.

4º) Dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., sobre el Desarrollo de las facultades intelectuales, a propósito de la evocación de Thilorier, y firmado por Georges, Espíritu familiar. Es de notar que a menudo este Espíritu adecúa sus comunicaciones a las presentes circunstancias, lo que prueba que él asiste a las conversaciones, incluso sin ser llamado. Este hecho se produjo igualmente en varias otras ocasiones, por parte de otros Espíritus.

5º) Otro dictado espontáneo, recibido por el Sr. Didier Hijo y firmado por Vauvenargues, conteniendo algunos pensamientos destacados.

Viernes 22 de junio de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 15 de junio.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., acerca de La inspiración, firmado por Alfred de Musset.

2ª) Relato de un hecho de mediumnidad natural espontánea, como médium escribiente, presentado por la Sra. Lub..., miembro de la Sociedad. La sensitiva es una joven campesina de quince años que, sin tener ningún conocimiento de Espiritismo, escribe casi diariamente –algunas veces páginas enteras– y de una manera totalmente mecánica. Una intuición le dice que debe ser un Espíritu que le habla, porque cuando ella siente que es llevada a escribir, toma un lápiz diciendo: Veamos lo que él va a decirme hoy. Sus comunicaciones se relacionan a menudo con situaciones de la vida privada, ya sea para ella o para las personas de su conocimiento, y casi siempre son de una extrema precisión, incluso para las cosas que ella ignora completamente. Es probable que si esa facultad fuese cultivada y bien dirigida, se desarrollaría de un modo notable y útil.

Estudios – 1º) Preguntas sobre los animales de transición, que pueden llenar la laguna existente en la escala de los seres vivos, entre el animal y el hombre. Este estudio será continuado.

2º) Preguntas sobre los inventores y los descubrimientos prematuros, a propósito de la evocación de Thilorier.

3º) Manifestaciones físicas producidas por el hijo del Sr. N..., niño de trece años, del cual se ha hablado en la última sesión. El Espíritu golpeador que se ligó a él, lo hace simular con las manos y los dedos, y con una increíble versatilidad, todo tipo de movimientos militares, tales como cargas de caballería, maniobras de artillería, ataques a fuertes, etc., tomando todos los objetos a su alcance como si fuesen armas. Expresa los diversos sentimientos que lo agitan, como la cólera, la impaciencia o la burla, a través de violentos golpes y de gestos de pantomima muy significativos. Lo que se nota, además, es la impasibilidad y la despreocupación del niño mientras sus manos y sus brazos se entregan a esa clase de movimientos; es evidente que éstos son independientes de su voluntad. Durante el resto de la sesión, e inclusive cuando ya había terminado la experiencia, el Espíritu aprovechaba la ocasión para manifestar, a su manera, su satisfacción o su mal humor con referencia a lo que se había dicho. En una palabra, se ve que el Espíritu se apodera de los miembros del niño, y se sirve de los mismos como si fueran suyos. Este género de manifestaciones ofrece un curioso elemento de estudio por su originalidad, y puede hacer comprender el modo con el cual los Espíritus actúan sobre ciertos individuos.

Al ser interrogado san Luis sobre las consecuencias que estas manifestaciones pueden tener para el niño, dicho Espíritu hizo al respecto advertencias de gran sabiduría y aconsejó a no provocarlas. Además, recomendó a la Sociedad a que no entrase en ese tipo de experiencias –que tendrían como resultado el alejamiento de los Espíritus serios– y a que continuara ocupándose en profundizar las cuestiones importantes, como Ella lo ha hecho hasta ahora.


La Frenología y la Fisiognomonía

La Frenología es la Ciencia que trata de las funciones atribuidas a cada parte del cerebro. El Dr. Gall, fundador de esta Ciencia, pensaba que, puesto que el cerebro es el punto hacia donde son conducidas todas las sensaciones y de donde parten todas las manifestaciones de las facultades intelectuales y morales, cada una de las facultades primitivas debería tener allí su órgano especial. Por lo tanto, su sistema consiste en la localización de las facultades. Él sacó la siguiente conclusión: si el desarrollo de la caja ósea es determinado por el desarrollo de cada parte cerebral, produciendo protuberancias, del examen de estas protuberancias se podría deducir el predominio de tal o cual facultad, y de ahí el carácter o las aptitudes del individuo; es por eso que también es dado a esta Ciencia el nombre de craneoscopia, con la diferencia de que la Frenología tiene como objeto todo lo que concierne a las atribuciones del cerebro, mientras que la craneoscopia se limita a las ilaciones extraídas de la inspección del cranio. En una palabra, Gall hizo con relación al cráneo y al cerebro, lo que Lavater hizo con los rasgos fisonómicos.

Nosotros no vamos a discutir aquí el mérito de esta Ciencia, ni examinar si es verdadera o exagerada en todas sus consecuencias; pero la misma ha sido alternativamente defendida y criticada por hombres de un alto valor científico; si ciertos detalles son todavía hipotéticos, no por eso ella deja de asentarse en un principio indiscutible: el de las funciones generales del cerebro y en las relaciones que existen entre el desarrollo o la atrofia de ese órgano y las manifestaciones intelectuales. Lo que es de nuestra incumbencia es el estudio de sus consecuencias psicológicas.

De las relaciones que existen entre el desarrollo del cerebro y la manifestación de ciertas facultades, algunos científicos han sacado la conclusión de que los órganos cerebrales son la propia fuente de las facultades, doctrina que no es otra sino la del materialismo, porque tiende a la negación del principio inteligente ajeno a la materia; por consecuencia, hace del hombre una máquina, sin libre albedrío y sin la responsabilidad de sus actos, ya que siempre podría echar la culpa de sus errores a su organismo, y sería una injusticia punirlo por faltas que no habrían dependido de él cometerlas. Uno se queda alarmado con las consecuencias de semejante teoría, y con razón. ¿Se debería por eso proscribir la Frenología? No, pero hay que examinar lo que en ella podría haber de verdadero o de falso en la manera de encarar las cosas; ahora bien, este examen prueba que las atribuciones del cerebro, en general, e incluso la localización de las facultades, pueden perfectamente conciliarse con el Espiritualismo más severo, que allí encontraría la explicación de ciertos hechos. A título de hipótesis, admitamos por un instante la existencia de un órgano especial para el instinto musical; supongamos, por otro lado, como nos enseña la Doctrina Espírita, que un Espíritu, cuya existencia es bien anterior a su cuerpo, reencarne con la facultad musical muy desarrollada; esta facultad se ejercerá naturalmente sobre el órgano correspondiente y estimulará su desarrollo, como el ejercicio de un miembro aumenta el volumen de los músculos. En la niñez, como el sistema óseo ofrece poca resistencia, el cráneo sufriría la influencia del movimiento expansivo de la masa cerebral; de este modo, el desarrollo del cráneo es producido por el desarrollo del cerebro, así como el desarrollo del cerebro es producido por el de la facultad. La facultad es la causa primera; el estado del cerebro es un efecto consecutivo; sin la facultad, el órgano no existiría o no sería más que rudimentario. Considerada bajo este aspecto, la Frenología no tiene –como se ve– nada de contrario a la moral, porque deja al hombre toda su responsabilidad, y agregamos que esa teoría está, a la vez, de conformidad con la lógica y con la observación de los hechos.

Se objetan casos bien conocidos donde la influencia del organismo sobre la manifestación de las facultades es indiscutible, como los de la locura y de la idiotez; pero es fácil resolver esta cuestión. Todos los días se ven a hombres muy inteligentes que se vuelven locos; ¿qué es lo que esto prueba? Un hombre muy fuerte puede quebrarse la pierna, y entonces no podrá caminar más; ahora bien, la voluntad de caminar no está en su pierna, sino en su cerebro; esta voluntad solamente está paralizada por la imposibilidad de mover la pierna. En el loco, el órgano que servía a las manifestaciones del pensamiento, al estar desequilibrado por una causa física cualquiera, el pensamiento no puede más manifestarse de una manera regular; vaga a diestro y siniestro, haciendo lo que llamamos de extravagancias; pero no por esto deja de existir en su integridad, y la prueba de eso está en que si el órgano fuere restablecido, dicho pensamiento vuelve, así como el movimiento de la pierna que se ha recuperado. Por lo tanto, el pensamiento no está en el cerebro, como tampoco se encuentra en la caja ósea del cráneo; el cerebro es el instrumento del pensamiento, así como el ojo es el instrumento de la visión, y el cráneo es la superficie sólida que se moldea a los movimientos del instrumento; si el instrumento está deteriorado, la manifestación no ocurre más, exactamente como no se puede ver más al haber perdido los ojos.

Pero a veces sucede que la suspensión de la libre manifestación del pensamiento no se debe a una causa accidental, como en la locura; la constitución primitiva de los órganos puede ofrecer al Espíritu, desde el nacimiento, un obstáculo del cual toda su actividad no puede triunfar: es lo que tiene lugar cuando los órganos están atrofiados o cuando presentan una resistencia insuperable, como en el caso de la idiotez. El Espíritu está como aprisionado, y sufre esta coerción, pero no por eso deja de pensar como Espíritu, tanto como el prisionero entre rejas. El estudio de las manifestaciones del Espíritu de personas encarnadas, através de la evocación, derrama muchas luces sobre los fenómenos psicológicos; aislando el Espíritu de la materia, se prueba por los hechos que los órganos no son la causa de las facultades, sino simples instrumentos, con la ayuda de los cuales las facultades se manifiestan con más o menos libertad o precisión; que a menudo ellos son como apagadores, que amortiguan las manifestaciones, lo que explica la mayor libertad del Espíritu cuando está desprendido de la materia.

En el concepto materialista, ¿qué es un deficiente mental? Nada; es apenas un ser humano. Según la Doctrina Espírita es un ser dotado de razón como todo el mundo, pero enfermo de nacimiento por el cerebro, como otros lo son por los miembros. Esta Doctrina, al rehabilitarlo, ¿no es más moral y más humana que aquella que hace de él a un ser rechazado? ¿No es más consolador para un padre, que tiene la desdicha de tener un hijo así, pensar que esa envoltura imperfecta encierra un alma pensante?

A los que, sin ser materialistas, no admiten la pluralidad de las existencias, preguntaremos: ¿qué es el alma de un deficiente mental? Si el alma es formada al mismo tiempo que el cuerpo, ¿por qué Dios crea a seres así desdichados? ¿Cuál será su futuro? Admitid, al contrario, una sucesión de existencias, y todo se explica conforme la justicia: la deficiencia mental puede ser una punición o una prueba, y en todo caso no es más que un incidente en la vida del Espíritu. ¿Esto no es mayor, más digno de la justicia de Dios, que suponer que Dios haya creado a un ser cuyo desarrollo impida eternamente?

Ahora echemos un vistazo sobre la Fisiognomonía. Esta Ciencia se basa en el principio indiscutible de que es el pensamiento que pone en ejecución a los órganos, que imprime a los músculos ciertos movimientos; de esto resulta que, al estudiarse las relaciones entre los movimientos aparentes y el pensamiento, de esos movimientos vistos es que se puede deducir el pensamiento que no se ve; es así que uno no se equivocará en cuanto a la intención de aquel que hace un gesto amenazador o amigable, o que reconocerá por su modo de caminar al hombre que está con prisa de aquel que no está. De todos los músculos, los que se mueven más son los del rostro; frecuentemente se reflejan allí hasta los más delicados matices del pensamiento; es por eso que se dice, con razón, que los ojos son el espejo del alma. Por la frecuencia de ciertas sensaciones, los músculos adquieren el hábito de sus correspondientes movimientos y acaban formando las arrugas; la forma exterior se modifica así por las impresiones del alma, de donde resulta que, de esta forma, algunas veces se pueden deducir esas impresiones, como de un gesto se puede deducir el pensamiento. Tal es el principio general del arte o –si se quiere– de la Ciencia fisiognomónica; este principio es verdadero; no sólo se apoya en una base racional, sino que es confirmado por la observación, y Lavater tiene la gloria, si no de haberlo descubierto, al menos de haberlo desarrollado y formulado en cuerpo de doctrina. Infelizmente, Lavater incurrió en un error que es común en la mayoría de los autores de sistemas: el de deducir una aplicación universal de un principio que es verdadero en ciertos aspectos, y en su entusiasmo por haber descubierto una verdad, ellos la ven en todas partes; he aquí la exageración y a menudo el ridículo. Nosotros no vamos a examinar aquí el sistema de Lavater en sus detalles; solamente diremos que tanto él es consecuente al remontar de lo físico a lo moral por ciertas señales exteriores, como es ilógico al atribuir cualquier sentido a las formas o señales sobre las cuales el pensamiento no puede ejercer ninguna acción. Es la falsa aplicación de un principio verdadero que suele ser relegado al nivel de las creencias supersticiosas, y que hace confundir en la misma reprobación a los que observan correctamente y a los que exageran.

Sin embargo, para ser justo, digamos que frecuentemente la falta es menos del maestro que de los discípulos, los cuales, en su admiración fanática e irreflexiva, llevan a veces las consecuencias de un principio más allá de los límites de lo posible.

Ahora, si examinamos esta Ciencia en sus relaciones con el Espiritismo, tendremos que combatir varias inducciones erróneas que se podrían extraer de la misma. Entre los datos fisiognomónicos, existe sobre todo uno que suele provocar la imaginación: el de la semejanza de algunas personas con ciertos animales. Tratemos entonces de buscar la causa.

El parecido físico entre los parientes resulta de la consanguinidad que transmite, de uno al otro, partículas orgánicas semejantes, porque el cuerpo procede del cuerpo; pero no podría venir al pensamiento de nadie suponer que aquel que se asemeja a un gato, por ejemplo, tenga sangre de gato en sus venas; por lo tanto, hay otra causa. En principio, ésta puede ser fortuita y sin ningún significado: es el caso más común. Sin embargo, además de la semejanza física, se nota a veces una cierta analogía de inclinaciones; esto podría explicarse por la misma causa que modifica los rasgos fisonómicos. Si un Espíritu aún atrasado conserva algunos de los instintos animales, su carácter –como hombre– tendrá esos rasgos, y las pasiones que lo agitan podrán dar a dichos rasgos algo que recuerde vagamente los del animal, cuyos instintos posee; pero estos rasgos se apagan a medida que el Espíritu se purifica y que el hombre avanza en la senda de la perfección.

Por lo tanto, aquí sería el Espíritu que imprimiría su marca en la fisonomía; pero de la similitud de instintos sería absurdo deducirse que el hombre, que tiene los del gato, pueda ser la encarnación del Espíritu de un gato. El Espiritismo, lejos de enseñar semejante teoría, siempre ha demostrado el ridículo y la imposibilidad de la misma. Es verdad que se nota una gradación continua en la serie animal; pero entre el animal y el hombre hay una interrupción; ahora bien, aun admitindo que el Espíritu haya pasado por todos los grados de la escala animal antes de llegar al hombre, lo que es sólo un sistema, habría siempre una interrupción de uno al otro, que no existiría si el Espíritu del animal pudiera encarnarse directamente en el cuerpo del hombre. Si fuese así, entre los Espíritus errantes habría Espíritus de animales, como hay Espíritus humanos, lo que no tiene lugar.

Sin entrar en el examen profundo de esta cuestión, que discutiremos más tarde, decimos conforme los Espíritus –que en esto están de acuerdo con la observación de los hechos–, que ningún hombre es la encarnación del Espíritu de un animal. Los instintos animales del hombre se deben a la imperfección de su propio Espíritu que aún no está depurado, y que bajo la influencia de la materia da preponderancia a las necesidades físicas por sobre las necesidades morales y por sobre el sentido moral, que todavía no está lo suficientemente desarrollado. Al ser las necesidades físicas las mismas en el hombre y en el animal, de esto resulta necesariamente que, hasta que el sentido moral haya establecido un contrapeso, puede haber entre ellos una cierta analogía de instintos; pero ahí se detiene la paridad; el sentido moral que no existe en uno, y que en el otro está en germen y crece sin cesar, establece entre ellos la verdadera línea de demarcación.

Otra inducción no menos errónea es extraída del principio de la pluralidad de las existencias. De su semejanza con ciertos personajes, hay los que deducen que pueden haber sido esos personajes; ahora bien, por lo expuesto, es fácil demostrar que esa deducción no es más que una idea quimérica. Como lo hemos dicho anteriormente, las relaciones consanguíneas pueden producir una similitud de formas, pero éste no es el caso, pues Esopo pudo haber sido más tarde un hombre muy bonito, y Sócrates un joven lindo y fuerte. Así, cuando no hay filiación corporal, sólo podrá haber una semejanza fortuita, porque el Espíritu no tiene ninguna necesidad de habitar en cuerpos parecidos y, al tomar un nuevo cuerpo, no trae ninguna parte del antiguo. Entretanto, conforme hemos dicho más arriba acerca del carácter que las pasiones pueden imprimir en los rasgos, se podría pensar que, si un Espíritu no ha progresado sensiblemente y si regresa con las mismas inclinaciones, podrá tener en su rostro una identidad de expresión; esto es exacto, pero a lo sumo sería un aire de familia, y de ahí a una real semejanza hay mucha distancia. Además, este caso debe ser excepcional, porque es raro que el Espíritu no regrese en otra existencia con las disposiciones sensiblemente modificadas. De esta manera, de las expresiones fisiognomónicas no se puede extraer absolutamente ningún indicio de las existencias precedentes; sólo pueden ser encontradas en el carácter moral, en las ideas instintivas e intuitivas, en las tendencias innatas, en las que no resultan de la educación, así como en la naturaleza de las expiaciones enfrentadas. Y aun esto podría indicar solamente el género de existencia y el carácter que se debería tener, teniendo en cuenta el progreso y no la individualidad. (Véase El Libro de los Espíritus, cuestiones números 216 y 217.)


Los aparecidos

La Academia Francesa define la palabra revenants de la siguiente manera: «Se dice de los Espíritus que se supone que regresan del otro mundo». La Academia no dice directamente: que regresan; sólo los espíritas son considerados locos por atreverse a afirmar semejantes cosas. Sea como fuere, se puede decir que la creencia en los aparecidos es universal; evidentemente está basada en la intuición de la existencia de los Espíritus y en la posibilidad de comunicarse con ellos; por este motivo, todo Espíritu que manifiesta su presencia, ya sea a través de la escritura o simplemente golpeando en una mesa, sería un aparecido. Pero generalmente se reserva este nombre casi sepulcral para los que se vuelven visibles y a los que se supone –como dice con razón la Academia– que vienen en circunstancias más dramáticas. ¿Cuento de viejas? El hecho en sí mismo, no; los accesorios, sí. Se sabe que los Espíritus pueden manifestarse a la visión, incluso con una forma tangible: he aquí lo real; pero lo que es fantástico son los accesorios, cuyo miedo –que exagera todo– acompaña comúnmente ese fenómeno muy simple en sí mismo, que se explica por una ley muy natural, no teniendo por consiguiente nada de maravilloso ni de diabólico. Entonces, ¿por qué se tiene miedo de aparecidos? Precisamente por causa de esos mismos accesorios que la imaginación se complace en volver asustadores, porque ésta se asustó y tal vez creyó ver lo que no vio. En general, se los representa con un aspecto lúgubre, viniendo de preferencia a la noche y sobre todo en las noches más sombrías, en horas fatales, a lugares siniestros, envueltos por mortajas o vestidos de forma extravagante. Al contrario, el Espiritismo nos enseña que los Espíritus pueden mostrarse en todos los lugares, a toda hora, de día como de noche; que en general lo hacen con la apariencia que tenían cuando estaban encarnados y que sólo la imaginación creó los fantasmas; que los que aparecen, lejos de ser temidos, son frecuentemente parientes o amigos que vienen a nosotros por afecto, o Espíritus infelices a los cuales podemos asistir. Algunas veces también son los burlones del Mundo Espiritual, los cuales se divierten a nuestras expensas y se ríen del miedo que causan; con éstos, se comprende que el mejor medio es reírse de sí mismo, con lo cual se les prueba que no se los teme. Por lo demás, ellos casi siempre se limitan a provocar ruidos y raramente se vuelven visibles. Desdichado de aquel que los toma a serio, porque entonces redoblan sus travesuras; sería lo mismo que exorcizar a un travieso de París. Pero suponiendo que fuese un Espíritu malo, ¿qué mal él podría hacer? ¿No sería cien veces más temible un salteador vivo que un salteador muerto que se volvió Espíritu? Además, sabemos que constantemente estamos rodeados por Espíritus, que sólo difieren de los que llamamos aparecidos porque no los vemos.

Los adversarios del Espiritismo no dejarán de acusarlo por dar crédito a una creencia supersticiosa; pero al ser comprobado el hecho de las manifestaciones visibles, explicado por la teoría y confirmado por numerosos testigos, no se puede decir que no exista, y todas las negaciones no habrán de impedir que se produzca, porque pocas personas hay que al consultar su memoria no se acuerden de algún caso de esta naturaleza y que no pueden poner en duda. Entonces, lo mejor es ser esclarecido acerca de lo verdadero o de lo falso, de lo posible o de lo imposible en los relatos de ese género; es explicando las cosas, razonando, que uno se precave contra el miedo pueril. Conocemos a un gran número de personas que tenían pavor de aparecidos; hoy, gracias al Espiritismo, ellas saben de qué se trata, y su mayor deseo es el de ver uno. Conocemos otras que tuvieron visiones que las espantaron; ahora que comprenden no se inquietan más. Se conocen los peligros del mal del miedo para los cerebros débiles; ahora bien, uno de los resultados esclarecedores del conocimiento del Espiritismo es precisamente el de curar ese mal, y esto no es uno de sus menores beneficios.


Recuerdo de una existencia anterior

(Sociedad, 25 de mayo de 1860)

Uno de nuestros suscriptores nos da a conocer una carta de uno de sus amigos, de la cual hemos extraído el siguiente pasaje:

«Habéis pedido mi opinión o, mejor dicho, mi creencia, en la presencia o no –junto a nosotros– de las almas de aquellos que hemos amado. Me pedís también algunas explicaciones referentes a mi convicción de que nuestras almas cambian de envoltura muy rápidamente.

«Os diré, por más ridículo que pueda parecer, que mi sincera convicción es la de haber sido asesinado durante la matanza de la Noche de san Bartolomé. Yo era muy pequeño cuando tuve este impactante recuerdo. Más tarde, cuando leí esa triste página de nuestra historia, muchos detalles me parecieron conocidos, y aún creo que si la vieja París pudiera ser reconstruida, yo reconocería aquella sombría alameda donde, huyendo, sentí el frío de tres puñaladas en la espalda. Hay detalles de esta escena sangrienta que están en mi memoria y que jamás desaparecerán. ¿Por qué tenía yo esa convicción antes de saber lo que era la Noche de san Bartolomé? Al leer el relato de esta matanza, me pregunté: ¿por qué? ¿Será que es un sueño, un desagradable sueño que tuve de niño, cuyo recuerdo ha permanecido tan vivo en mí? ¿Por qué cuando quise consultar mi memoria y forzar el pensamiento, quedé como un pobre loco al cual surge una idea y que parece luchar para descubrirle la razón? ¿Por qué? No lo sé. Sin duda me hallaréis ridículo, pero no por esto guardaré menos el recuerdo, mi convicción.

«Tenía siete años cuando tuve el siguiente sueño: Yo estaba con veinte años, era un joven distinguido y pienso que era rico. Vi que me batía en duelo y que fui muerto. Si os dijera que el saludo que se hace con el arma antes de batirme, yo lo hice la primera vez que tuve un florete en la mano; si os dijera que cada preliminar más o menos cortés que la educación o la civilización ha puesto en el arte de matar, era conocida por mí antes de adiestrarme en el manejo de las armas, me diríais sin duda que soy loco o maníaco. Puede ser, pero a veces me parece que una luz traspasa esa bruma, y tengo la convicción de que el recuerdo del pasado se restablece en mi alma.

«Si me preguntaseis si creo en la simpatía de las almas, en su poder de ponerse en contacto entre sí, pese a la distancia y a pesar de la muerte, os responderé: Sí, y este sí sería pronunciado con toda la fuerza de mi convicción. Sucedió que me encontraba a veinticinco leguas de Lima, después de ochenta y seis días de viaje, y me desperté en lágrimas, con un verdadero dolor en el corazón; una tristeza mortal se apoderó de mí durante todo el día. Registré este hecho en mi diario. En aquella hora, a la misma noche, mi hermano tuvo un ataque de apoplejía que comprometió gravemente su vida. Confronté el día y la hora: era todo exacto. He aquí un hecho; las personas existen. ¿Diréis que soy loco?

«No he leído a ningún autor que haya tratado semejante tema; lo haré a mi regreso; tal vez surja de esa lectura un poco de luz para mí.»

El Sr. V..., autor de esta carta, es oficial de la Marina y está actualmente de viaje. Sería interesante ver si, al evocarlo, él confirmaría sus recuerdos; pero como existe la imposibilidad de avisarle sobre nuestra intención, y también en razón de su profesión, podría ser difícil encontrar el momento propicio. Sin embargo, nos han dicho que cuando quisiésemos evocarlo llamáramos a su ángel guardián, y éste nos diría si podríamos hacerlo.

1. Evocación del ángel guardián del Sr. V... –Resp. Atiendo a vuestro llamado.

2. Conocéis el motivo que nos lleva a desear evocar a vuestro protegido; no se trata de satisfacer una vana curiosidad, sino de constatar –si es posible– un hecho interesante para la ciencia espírita: el del recuerdo de su existencia anterior. –Resp. Comprendo vuestro deseo, pero en este preciso momento su Espíritu no está libre; está activamente ocupado por el cuerpo y en una inquietud moral que le impide reposar.

3. ¿Él está aún en el mar? –Resp. Está en tierra; pero yo podré responder a algunas de vuestras preguntas, porque esa alma siempre ha sido confiada a mi guarda.

4. Ya que tenéis a bien respondernos, os preguntaremos si es una ilusión el recuerdo que él cree haber conservado de su muerte en una existencia anterior. –Resp. Es una intuición muy real; esta persona estaba realmente en la Tierra en esa época.

5. ¿Por qué razón ese recuerdo es más preciso en él que en otras personas? ¿Hay en eso una causa fisiológica o una utilidad particular para él? –Resp. Esos recuerdos vivos son muy raros; dependen un poco del género de muerte, que lo impresionó de tal modo que está –por así decirlo– grabado en su alma. Sin embargo, muchas otras personas tuvieron muertes también terribles, pero no les quedó el recuerdo de las mismas; sólo raramente Dios lo permite.

6. Después de esta muerte, ocurrida en la Noche de san Bartolomé, ¿ha tenido él otras existencias? –Resp. No.

7. ¿Qué edad tenía cuando hubo desencarnado? –Resp. Unos treinta años.

8. ¿Se puede saber quién era él? –Resp. Estaba vinculado a la Casa de Coligny.

9. Si hubiésemos podido evocarlo, le habríamos preguntado si se acuerda del nombre de la calle en que fue asesinado, a fin de ver si, yendo a ese lugar cuando regrese a París, el recuerdo de la escena sería todavía más preciso. –Resp. Fue en el cruce Bucy.

10. ¿Aún existe la casa donde fue muerto? –Resp. No; fue reconstruida.

11. Con el mismo objetivo le habríamos preguntado si recuerda el nombre que tenía. –Resp. Su nombre no es conocido en la Historia, porque él era un simple soldado. Se llamaba Gaston Vincent.

12. Su amigo, aquí presente, desearía saber si recibió sus cartas? –Resp. Todavía no.

13. ¿Erais su ángel guardián en aquella época? –Resp. Sí, en aquel entonces y ahora.

Nota – Los escépticos, más burlones que serios, podrían decir que su ángel guardián lo ha protegido mal, y podrían preguntar por qué él no ha desviado la mano que lo ha apuñalado. Aunque semejante pregunta merezca apenas una respuesta, quizá algunas palabras al respecto sean útiles.

En primer lugar diremos que si el morir pertenece a la naturaleza humana, no está en el poder de ningún ángel guardián oponerse al curso de las leyes de la naturaleza. De lo contrario, no habría razón para que ellos no impidiesen la muerte natural tanto como la muerte accidental; en segundo lugar, estando el instante y el género de muerte en el destino de cada uno, es necesario que este destino se cumpla. En fin, diremos que los Espíritus no encaran la muerte como nosotros, de modo alguno; la verdadera vida es la vida del Espíritu, cuyas diversas existencias corporales no son más que episodios; el cuerpo es una envoltura que el Espíritu reviste momentáneamente y que éste deja como lo hace con una ropa que está usada o rasgada. Por lo tanto, poco importa que se muera un poco más tarde o más temprano, de una manera o de otra, ya que en definitiva siempre es necesario desencarnar, y que la muerte, lejos de perjudicar al Espíritu, puede serle muy útil según la manera en que se realiza; es el prisionero que deja su prisión temporaria para disfrutar la libertad eterna. Por lo tanto, puede ser que el fin trágico de Gaston Vincent haya sido una cosa útil para él como Espíritu, lo que su ángel guardián comprendía mejor que él, porque uno veía solamente el presente, mientras que el otro veía el porvenir. Los Espíritus que han sido retirados de este mundo a través de una muerte prematura, en la flor de la edad, nos han respondido frecuentemente que era un favor de Dios, que así los había preservado de los males a los cuales, sin esto, hubieran estado expuestos.


Sobre los animales

(Disertaciones espontáneas hechas por el Espíritu Charlet en varias sesiones de la Sociedad)

I

Hay entre vosotros una cosa que siempre llama vuestra atención y vuestra curiosidad; ese misterio tan grande para vosotros es la relación, o más bien la distancia, que existe entre vuestra alma y la de los animales, misterio que, a pesar de toda su Ciencia, Buffon –el más poético de los naturalistas– y Cuvier –el más profundo– nunca pudieron penetrar, así como tampoco el escalpelo os detalla la anatomía del corazón. Ahora bien, sabedlo, los animales viven, y todo lo que vive piensa; no se puede, pues, vivir sin pensar.

Dicho esto, queda por demostraros que cuanto más avanza el hombre –no según el tiempo, sino según la perfección–, más penetrará la ciencia espiritual, la cual no sólo se aplica a vosotros, sino también a los seres que están por debajo de vosotros: los animales. ¡Oh!, exclamarán algunos hombres, persuadidos de que la palabra hombre significa todo el perfeccionamiento: pero ¿hay un posible paralelo entre el hombre y el animal? ¿Podéis llamar de inteligencia a lo que no es más que instinto? ¿Y de sentimiento a lo que no es más que sensación? En una palabra, ¿podéis rebajar la imagen de Dios? Responderé que hubo un tiempo en que la mitad del género humano era considerada en el rango del bruto, donde el animal no figuraba; en vuestro tiempo, la mitad del género humano es considerada inferior y el animal como bruto. ¡Pues bien! Desde el punto de vista del mundo, ciertamente es así; desde el punto de vista espiritual es de otro modo. Lo que los Espíritus superiores dirían del hombre terreno, los hombres dicen de los animales.

Todo es infinito en la Naturaleza: lo material como lo espiritual. Espiritualmente hablando, pues, ocupémonos un poco de esos pobres animales, y vosotros veréis que el animal vive realmente, puesto que piensa.

Esto sirve de prefacio para un pequeño curso que os daré al respecto. Además, cuando encarnado, yo había dicho que el perro es el mejor amigo del hombre.

Continúa en el próximo número.

CHARLET


II

El mundo es una inmensa escala cuya elevación es infinita, pero cuya base reposa en un horrible caos; quiero decir que el mundo no es sino un progreso constante de los seres; estáis muy abajo, pero siempre habrá muchos que estarán abajo de vosotros; porque, escuchad bien, no hablo solamente de vuestro planeta, sino también de todos los mundos del Universo. Mas no temáis, me limitaré a la Tierra.

Entretanto, antes de hablar de ello, diré dos palabras sobre un mundo llamado Júpiter, y del cual el ingenioso e inmortal Palissy ya os ha dado algunos esbozos, tan extraños y sobrenaturales para vuestra imaginación. Recordad que en uno de sus encantadores dibujos, él os ha representado algunos animales de Júpiter; ¿no hay en ellos un progreso evidente, y vosotros podéis negarles un grado de superioridad sobre los animales terrestres? Y aún así no veis en esto sino un progreso en cuanto a la forma y no en cuanto a la inteligencia, a pesar de que la actividad que realizan no pueda ser ejecutada por los animales terrestres. Sólo os cito este ejemplo para indicaros una superioridad de seres que están muy por debajo de vosotros. ¿Qué sería si os enumerase todos los mundos que conozco, es decir, cinco o seis? Pero limitándonos a la Tierra, observad la diferencia que existe entre ellos. ¡Pues bien! Si la forma es tan variada, tan progresiva, ya que inclusive en la materia hay progreso, ¿podéis dejar de admitir el progreso espiritual de esos seres? Ahora bien, sabedlo, si la materia progresa, incluso la más simple, con más fuerte razón el espíritu que la anima.

Continuaré la próxima vez.

CHARLET


Nota – Hemos publicado, con el número del mes de agosto de 1858, una plancha dibujada y grabada por el Espíritu Bernard Palissy, representando La Casa de Mozart, en Júpiter, con una descripción de este planeta, que siempre ha sido designado como uno de los mundos más adelantados –moral y físicamente– de nuestro sistema solar. El propio Espíritu ha dado un gran número de dibujos sobre el mismo asunto; entre otros, hay uno que representa una escena de animales jugando en la parte que les está reservada en La Casa de Zoroastro; es indiscutiblemente uno de los más curiosos de la colección. Entre los animales allí mencionados, hay unos cuya forma se aproxima bastante a la forma humana terrena, los cuales tienen algo de mono y de sátiro a la vez; su acción denota inteligencia, y se comprende que su estructura pueda prestarse a los trabajos manuales que ellos ejecutan para los hombres. Esos animales son –como se ha dicho– los servidores y los peones, ya que los hombres sólo se ocupan de los trabajos de la inteligencia. Es a ese dibujo, hecho hace más de tres años, que Charlet hace alusión en la comunicación anterior.


III

En los mundos adelantados, los animales son de tal modo superiores que, para ellos, la más rigurosa orden se da con la palabra, mientras que entre vosotros, muy frecuentemente, con bastonazos. En Júpiter, por ejemplo, basta una palabra, en cuanto entre vosotros los latigazos no son suficientes. Sin embargo, hay un sensible progreso en vuestra Tierra y que nunca ha sido explicado: es que el propio animal se perfecciona. Así, el animal era antiguamente mucho más rebelde al hombre. También hay progreso de vuestra parte por haber comprendido instintivamente ese perfeccionamiento de los animales, ya que vosotros prohibís golpearlos. Yo decía que hay progreso moral para el animal; también hay progreso de su condición. De esa manera, un pobre caballo azotado, herido por un carretero más bruto que él, estará comparativamente en una condición mucho más tranquila y más feliz que la de su verdugo. ¿Esto no es totalmente justo, y debemos admirarnos de que un animal que sufre, que llora, o al cual le es mostrada gratitud o le es dado un castigo según la dulzura o la crueldad de sus dueños, sea recompensado por haber soportado pacientemente una vida llena de torturas? Ante todo, Dios es justo, y todas sus criaturas están bajo sus leyes, y estas leyes dicen: «Todo ser débil que haya sufrido será compensado». Para terminar, y haciendo siempre referencia en comparación con el hombre, me atrevo a agregar que en muchas circunstancias el animal tiene a menudo más alma y más corazón que el hombre.

CHARLET

IV

En vuestro globo la superioridad del hombre se manifiesta por esa elevación de la inteligencia que hace de éste el rey de la Tierra. Al lado del hombre, el animal es muy débil, muy frágil y frecuentemente tiene que soportar, como un pobre sometido en esta Tierra de pruebas, los crueles caprichos de su tirano: ¡el hombre! La antigua metempsicosis era un recuerdo muy confuso de la reencarnación, y sin embargo esa misma doctrina no pasa de creencia popular. Los grandes Espíritus admitían la reencarnación progresiva; la masa ignorante, al no comprender como ellos el Universo, naturalmente decía: Ya que el hombre reencarna, esto sólo puede suceder en la Tierra; entonces, su punición, su Tártaro, su prueba es vivir en el cuerpo de un animal; exactamente como los cristianos decían en la Edad Media: Es en el gran valle que tendrá lugar el juicio, después del cual los condenados irán a quemarse en las entrañas de la Tierra.

Al creer en la metempsicosis, los Antiguos –algunos, por supuesto– creían por lo tanto en espíritu de animales, puesto que admitían el pasaje del alma humana al cuerpo de un animal. Pitágoras recordaba su antigua existencia y reconocía el escudo que había usado en el sitio de Troya. Sócrates murió prediciendo su nueva vida.

Ya que todo progresa en el Universo –como os lo he dicho–, ya que las leyes de Dios no son y no pueden ser sino leyes de progreso, desde el punto de vista en que vosotros estáis y desde el punto de vista de vuestras tendencias espiritualistas, no admitir el progreso de lo que está por debajo del hombre sería un contrasentido, una prueba de ignorancia o una completa indiferencia.

¿Tiene el animal, como el hombre, lo que vosotros llamáis conciencia, que no es otra cosa sino la sensación del alma cuando hace el bien o el mal? Observad y ved si el animal no da pruebas de conciencia, siempre en relación al hombre. ¿Creéis que el perro no sabe cuando hace el bien o el mal? Si no lo sintiera, no viviría. Como ya os he dicho, la sensación moral, en una palabra, la conciencia existe en el animal como en el hombre; sin eso sería preciso negarle las muestras de gratitud, el sufrimiento, los pesares, en fin, todos los caracteres de una inteligencia, caracteres que todo hombre serio puede observar en todos los animales, según sus diferentes grados, porque incluso entre ellos hay singulares diversidades.

CHARLET


V

El hombre, rey de la Tierra por la inteligencia, es también un ser superior desde el punto de vista material; sus formas son armoniosas y, para hacerse obedecer, su Espíritu tiene un organismo admirable: el cuerpo. La cabeza del hombre es alta y mira al cielo, dice el Génesis; el animal mira a la tierra y, por la estructura de su cuerpo, parece más ligado a ella que el hombre. Además, la magnífica armonía del cuerpo humano no existe en el animal. Observad la infinita variedad que distingue unos de otros, variedad infinita que sin embargo no corresponde a su Espíritu, porque los animales –me refiero a su inmensa mayoría– tienen casi todos el mismo grado de inteligencia. Así es que en el animal hay una variedad en la forma; al contrario, en el hombre hay una variedad en el Espíritu. Tomad a dos hombres que tengan gustos, aptitudes e inteligencia parecidas; y tomad a un perro, a un caballo, a un gato, en una palabra, a miles de animales, y difícilmente notaréis diferencias en su inteligencia. Por consiguiente, el espíritu duerme en el animal. En el hombre, brilla en todos los sentidos: su Espíritu intuye a Dios y comprende la razón de ser de la perfección.

Entonces, en el hombre se encuentra la armonía simple en la forma, y el principio del infinito en el Espíritu; observad ahora la superioridad del hombre que domina al animal, materialmente por su estructura admirable e intelectualmente por sus inmensas facultades. En los animales, parece que Dios ha dispuesto que las formas sean más variadas, encerrando al espíritu; en el hombre, al contrario, Él ha hecho del propio cuerpo humano la manifestación material del Espíritu.

Al ser igualmente admirable en esas dos creaciones, la Providencia es infinita, tanto en el mundo material como en el mundo espiritual. El hombre es para el animal lo que la flor y todo el reino vegetal son para la materia bruta.

En estas pocas líneas he querido establecer el lugar que debe ocupar el animal en la escala de la perfección; veremos cómo puede éste elevarse en comparación con el hombre.

CHARLET


VI

¿Cómo el espíritu se eleva? Por la sumisión, por la humildad. Lo que pierde al hombre es la razón orgullosa que lo impele a menospreciar a todo subalterno y a envidiar a todo superior. La envidia es la más viva expresión del orgullo; no es el placer del orgullo, es el deseo enfermizo e incesante de poder gozarlo; los envidiosos son los más orgullosos cuando se vuelven poderosos. Observad al Cristo, el Maestro de todos, al hombre por excelencia en la más alta fase de la sublimidad. El Cristo –decía yo–, en vez de venir con atrevimiento e insolencia para derribar el mundo antiguo, vino a encarnarse a la Tierra en una familia pobre y nació entre los animales; a esos pobres animales los encontraréis por todas partes, en todos los instantes en que el hombre vive simplemente con la naturaleza, en una palabra, pensando en Dios. Jesús nace entre los animales y éstos exaltan su poder en su lenguaje tan expresivo, tan natural y tan sencillo. ¡Ved qué tema para reflexionar! El espíritu aún frágil que los anima presiente al Cristo, es decir, al Espíritu en toda su esencia de perfección. Balaam, el falso profeta, el orgullo humano en toda su corrupción, blasfemó contra Dios y golpeó a su propia burra; súbitamente el Espíritu ilumina al espíritu aún muy indeciso de la burra, y ésta habla; por un instante se vuelve igual al hombre y, por su palabra, es lo que será dentro de muchos millares de años. Podría citar varios otros hechos, pero éste me parece bastante impactante a propósito de lo que he dicho sobre el orgullo del hombre, que niega hasta su alma por no poder comprenderla, y que va hasta la negación del sentimiento en los seres inferiores, entre los cuales el Cristo prefirió nacer.

CHARLET


VII

He conversado con vosotros durante algún tiempo sobre lo que os había prometido. Como ya os he dicho al comienzo, no he hablado del punto de vista anatómico o médico, sino únicamente de la esencia espiritual que existe en los animales. Tendré que hablaros aún acerca de varios otros puntos que, al ser bien diferentes, no son menos útiles para la doctrina. Permitidme una última recomendación: la de reflexionar un poco sobre lo que os he dicho; no es extenso ni pedante y, creedme, no por eso menos útil. Un día, cuando el Buen Pastor divida sus ovejas, que os pueda contar entre
los buenos y excelentes animales que hubieren seguido mejor sus preceptos. Perdonadme esta imagen un poco viva. Una vez más precisáis reflexionar sobre lo que os digo; además, continuaré hablándoos hasta cuando lo deseéis. La próxima vez he de deciros otra cosa para definir mi pensamiento acerca de la inteligencia de los animales.

Estoy a vuestra disposición,

CHARLET.


VIII

Amigos: todo lo que puedo deciros en este momento es que veo con placer la línea de conducta que seguís. Que la caridad, esta virtud de las almas verdaderamente francas y nobles, sea siempre vuestra guía, porque es la señal de la verdadera superioridad. Perseverad en esta senda que debe necesariamente conduciros a la verdad y a la unidad, a pesar de los esfuerzos cuya fuerza no sospecháis.

La modestia también es un don muy difícil de adquirir, ¿no es así señores? Es una virtud bastante rara entre los hombres. Pensad que para avanzar en el camino del bien, en la senda del progreso, solamente tenéis que usar la modestia; ¿qué seríais sin Dios y sin sus preceptos divinos? Un poco menos que esos pobres animales de que os hablé, y acerca de los cuales tengo la intención de hablaros todavía. Ceñíos y preparaos para luchar nuevamente, sin debilitaros; pensad que no es contra Dios que lucháis, como Jacob, sino contra el Espíritu del mal, que invade todo y a vosotros mismos a cada instante.

Lo que vengo a deciros sería muy largo para esta noche. Tengo la intención de explicaros la caída moral de los animales después de la caída moral del hombre. Daré el siguiente título a la conclusión de lo que ya os he dicho sobre los animales: El primer hombre feroz y el primer animal que se volvió feroz.

Desconfiad de los Espíritus malos; acabé de deciros que no sospecháis de su fuerza, y aunque esta última frase no esté relacionada con la precedente, no es menos verdadera y realmente procede. Ahora, reflexionad.

CHARLET

Nota – El Espíritu ha creído un deber interrumpir en ese día el tema principal que venía tratando, para hacer este dictado ocasional, motivado por una circunstancia particular de la que se quiso aprovechar. A pesar de esto nosotros lo damos, porque el mismo contiene instrucciones que son útiles.


IX

Cuando el primer hombre fue creado, todo era armonía en la naturaleza. La omnipotencia del Creador había puesto en cada ser una palabra de bondad, de generosidad y de amor. El hombre estaba radiante; los animales deseaban su mirada celestial, y sus caricias eran las mismas para él como para su compañera celestial. La vegetación era exuberante; el sol resplandecía e iluminaba toda la naturaleza, como el sol misterioso del alma –chispa de Dios– iluminaba interiormente la inteligencia del hombre. En una palabra, todos los reinos de la naturaleza presentaban esa infinita calma que parecía comprender a Dios; todo parecía tener bastante inteligencia para exaltar la omnipotencia del Creador. El cielo sin nubes era como el corazón del hombre, y el agua límpida y azul tenía reflejos infinitos, como el alma del hombre tenía los reflejos de Dios.

Mucho tiempo después, todo pareció cambiar súbitamente; la naturaleza oprimida exhaló un largo suspiro, y por primera vez la voz de Dios se hizo escuchar; fue un terrible día de desgracia, en que el hombre, que hasta entonces no había oído sino la gran voz de Dios que le decía en todo: «Tú eres inmortal», se quedó espantado con estas terribles palabras: «Caín, ¿por qué has matado a tu hermano?» Luego todo cambió: la sangre de Abel se derramó por toda la Tierra; los árboles cambiaron de color; la vegetación, que era tan rica y tan colorida, se marchitó; el cielo se volvió oscuro.

¿Por qué el animal se volvió feroz? Por el potente e invencible magnetismo que tomó entonces a cada ser en su sed de sangre y en su deseo de matanza, haciendo brillar sus ojos, que antes eran tan afables; fue así que el animal se volvió feroz como el hombre. Ya que el hombre era el rey de la Tierra, ¿no debería haber dado el ejemplo? El animal siguió el ejemplo del hombre, y de ahí en adelante la muerte cernióse sobre la Tierra, muerte que se tornó horrenda, en vez de una transformación serena y espiritual; el cuerpo del hombre, que debería dispersarse en el aire como el cuerpo del Cristo, se dispersó en la tierra, en esa tierra regada con la sangre de Abel. Y el hombre trabajó, y el animal trabajó.

CHARLET

Examen crítico de las disertaciones de Charlet sobre los animales

SOBRE EL ÍTEM I

1. Decís: Todo lo que vive piensa; no se puede, pues, vivir sin pensar. Esta proposición nos parece algo absoluta, porque la planta vive y no piensa; ¿admitís esto como un principio? –Resp. Sin duda; sólo hablo de la vida animal y no de la vida vegetal; así debéis comprenderlo.

2. Más adelante decís: Veréis que el animal vive realmente, puesto que piensa. ¿No hay una inversión en la frase? Nos parece que la proposición es: Veréis que el animal piensa realmente, puesto que vive. –Resp. Esto es evidente.

SOBRE EL ÍTEM II

3. Hicisteis referencia al dibujo que ha sido hecho sobre los animales de Júpiter; se nota que éstos tienen una gran analogía con los sátiros de la fábula. Esta idea de los sátiros ¿sería una intuición de la existencia de esos seres en otros mundos y, en este caso, no sería entonces una creación puramente fantástica? –Resp. Cuanto más nuevo fuere el mundo, más recuerdos se tiene del mismo; el hombre tenía la intuición de un orden de seres intermediarios, ya sea más atrasados que él o más adelantados; era lo que él llamaba dioses.

4. ¿Entonces admitís que las divinidades mitológicas no eran otras sino lo que llamamos Espíritus? –Resp. Sí.

5. Se nos ha dicho que en Júpiter es posible comunicarse a través de la simple transmisión del pensamiento. Cuando los habitantes de ese planeta se dirigen a los animales, que son sus servidores y sus peones, ¿recurren a un lenguaje particular? ¿Tendrían para con los animales un lenguaje articulado, y entre sí el lenguaje del pensamiento? –Resp. No, no hay un lenguaje articulado, sino una especie de magnetismo muy fuerte que hace doblegar al animal y lo hace ejecutar los más mínimos deseos y las órdenes de sus dueños; el Espíritu todopoderoso no puede rebajarse.

6. En nuestro planeta los animales tienen evidentemente un lenguaje, ya que ellos se comprenden, pero es muy limitado; los animales de Júpiter ¿tienen un lenguaje más preciso, más positivo que los nuestros? En una palabra, ¿tienen un lenguaje articulado? –Resp. Sí.

7. Los habitantes de Júpiter ¿entienden mejor que nosotros el lenguaje de los animales? –Resp. Ven a través de ellos y los comprenden perfectamente.

8. Si se examina la serie de seres vivos se encuentra una cadena ininterrumpida, desde la madrépora, de la propia planta hasta el animal más inteligente; pero entre el animal más inteligente y el hombre hay una evidente laguna que en alguna parte debe ser llenada, porque la Naturaleza no deja eslabones vacíos. ¿De dónde viene esta laguna? –Resp. Esa laguna de los seres no es más que aparente, porque realmente no existe; ella proviene de las razas desaparecidas. (San Luis)

9. Tal laguna puede existir en la Tierra, pero evidentemente no existe en el conjunto del Universo y debe ser llenada en alguna parte; ¿no lo sería por ciertos animales de los mundos superiores que, como por ejemplo los de Júpiter, parecen aproximarse mucho del hombre terrestre por la forma, por el lenguaje y por otras señales? –Resp. En las esferas superiores, el germen surgido de la Tierra se desarrolla y nunca se pierde. Al volveros Espíritus, reencontraréis a todos los seres creados y desaparecidos en los cataclismos de vuestro globo. (San Luis)

Nota – Puesto que esas razas intermediarias han existido en la Tierra y han desaparecido de la misma, esto justifica lo que Charlet ha dicho anteriormente, que cuanto más nuevo fuere el mundo, más recuerdos se tiene del mismo. Si dichas razas sólo hubiesen existido en los mundos superiores, el hombre de la Tierra –menos adelantado– no podría haberlas guardado en la memoria.

SOBRE EL ÍTEM III

10. Decís que todo se perfecciona, y como prueba del progreso del animal, decís que éste era antiguamente más rebelde al hombre. Es evidente que el animal se perfecciona; pero al menos en la Tierra, sólo se perfecciona a través de los cuidados del hombre; abandonado a sí mismo, el animal retoma su naturaleza salvaje, incluso el perro. –Resp. Y el hombre, ¿a través de los cuidados de qué ser se perfecciona? ¿No es a través de los cuidados de Dios? Todo es gradual en la naturaleza.

11. Habláis de recompensas para los animales que sufren malos tratos, y decís que es totalmente justo que haya compensación para ellos. Según esto, parecería que vos admitís en el animal la conciencia del yo después de la muerte, con el recuerdo de su pasado; esto es contrario a lo que se nos ha dicho. Si las cosas ocurriesen como decís, resultaría que en el mundo de los Espíritus habría Espíritus de animales; entonces no habría razón para que no existiesen también allí Espíritus de ostras. Por lo tanto, ¿podéis decirnos si veis a vuestro alrededor a Espíritus de perros, de gatos, de caballos o de elefantes, como veis a Espíritus humanos? –Resp. Tenéis totalmente razón: el alma del animal no se reconoce después de la muerte del cuerpo; es un conjunto confuso de gérmenes que pueden pasar para el cuerpo de tal o cual animal, según el desarrollo que ha adquirido; el alma del animal no es individualizada. Entretanto, diré que en ciertos animales, inclusive en muchos, es individualizada.

12. Esta teoría, además, de ningún modo justifica los malos tratos a los animales; el hombre es siempre culpable por hacer sufrir a cualquier ser sensible, y la Doctrina nos dice que él será punido por eso; pero de ahí a poner al animal en una condición superior a él, hay un gran distancia; ¿qué pensáis? –Resp. Sí, pero estableced que entretanto hay siempre una escala entre los animales; pensad que hay mundos de distancia entre ciertas razas. El hombre es tanto más culpable cuanto más poderoso sea.

13. ¿Cómo explicáis el hecho de que, incluso en el estado salvaje, el hombre se haga obedecer por el animal más inteligente? –Resp. Es sobre todo la Naturaleza que actúa en esto; el hombre salvaje es el hombre de la naturaleza: él está familiarizado con el animal; el hombre civilizado lo estudia, y el animal se doblega ante él. El hombre es siempre el hombre frente al animal, ya sea salvaje o civilizado.

SOBRE EL ÍTEM V

14. (A Charlet) No tenemos nada que decir sobre este ítem que nos parece muy racional; ¿tenéis algo que agregar? –Resp. Sólo agregaría lo siguiente: los animales tienen todas las facultades que he indicado, pero en ellos el progreso se realiza a través de la educación que reciben del hombre y no por sí mismos; abandonado en el estado salvaje, el animal retoma el tipo que tenía al salir de las manos del Creador. Sometido al hombre, se perfecciona: he aquí todo.

15. Esto es totalmente cierto para los individuos y para las especies; pero si consideramos el conjunto de la escala de los seres, hay una evidente marcha ascendente que no se detiene en los animales de la Tierra, ya que los de Júpiter son superiores a los nuestros, física e intelectualmente. –Resp. Cada raza es perfecta en sí misma y no emigra hacia razas extrañas; en Júpiter, constituyen los mismos tipos, formando razas distintas, pero no son los Espíritus de los animales muertos.

16. Entonces, ¿en qué se vuelve el principio inteligente de los animales muertos? –Resp. Vuelve a la masa de donde cada nuevo animal extrae la porción de inteligencia que le es necesaria. Ahora bien, es precisamente esto lo que distingue al hombre del animal. En el hombre el Espíritu es individualizado y progresa por sí mismo, y también es lo que le da superioridad sobre todos los animales; he aquí por qué el hombre, aún el salvaje –como habéis hecho notar–, se hace obedecer, inclusive por los animales más inteligentes.

SOBRE EL ÍTEM VI

17. Dais la historia de Balaam como un hecho positivo; ¿qué pensáis seriamente de esto? –Resp. Es pura alegoría o más bien una ficción para fustigar el orgullo; se ha hecho hablar a la burra de Balaam, como La Fontaine ha hecho hablar a muchos otros animales.

SOBRE EL ÍTEM IX

18. En este pasaje Charlet parece haberse dejado arrastrar por su imaginación, porque el cuadro que hace de la degradación moral del animal es más fantástico que científico. En efecto, el animal sólo es feroz por necesidad, y ha sido para satisfacer esta necesidad que la Naturaleza le ha dado un organismo especial. Si unos deben alimentarse de carne es por un designio providencial, y porque era útil a la armonía general que ciertos elementos orgánicos fuesen absorbidos. Por lo tanto, el animal es feroz por su constitución, y no se concebiría que la caída moral del hombre hubiese desarrollado los colmillos del tigre y encogido sus intestinos, porque entonces no habría razón para que no hubiera ocurrido lo mismo con el carnero. En vez de esto decimos que el hombre, siendo poco avanzado en la Tierra, se encuentra aquí con seres inferiores en todos los aspectos, cuyo contacto es para él una causa de inquietudes, de sufrimientos y, por consecuencia, una fuente de pruebas que ayudan a su futuro adelanto.

¿Qué piensa Charlet de estas reflexiones?

Resp. Solamente puedo aprobarlas. Yo era un pintor, y no un literato o un científico: he aquí por qué de vez en cuando me dejo arrastrar por el placer –nuevo para mí– de escribir bellas frases, incluso a costa de la verdad; pero lo que vos decís es muy justo y bien inspirado. En el cuadro que he trazado, he abordado algunas ideas que han sido concebidas para no afrontar ninguna convicción. La verdad es que las primeras épocas tuvieron lugar en la edad de hierro, épocas muy distantes de esa pretendida mansedumbre; la civilización, al descubrir a cada día los tesoros acumulados por la bondad de Dios, tanto en el espacio como en la Tierra, hace conquistar al hombre la verdadera tierra prometida, que Dios ha de conceder a la inteligencia y al trabajo, y que no entregó del todo lista en las manos de los hombres-niños, que deberían descubrirla a través de su propia inteligencia. Además, el error que he cometido no podría ser perjudicial a los ojos de las personas esclarecidas que lo reconocerían fácilmente; para los ignorantes pasaría inadvertido. Sin embargo, concuerdo que erré; yo actué con ligereza, y esto os
prueba hasta qué punto debéis controlar las comunicaciones que recibís.

Observación general

Una enseñanza importante, desde el punto de vista de la ciencia espírita, resalta de estas comunicaciones. La primera cosa que llama la atención al leerlas es una mezcla de ideas justas, profundas, que tienen el sello del observador, al lado de otras ideas evidentemente falsas y fundadas más en la imaginación que en la realidad. Charlet era indiscutiblemente un hombre por encima del vulgo, pero como Espíritu no es más universal de lo que era cuando encarnado, y él puede cometer errores porque, no siendo todavía lo bastante elevado, sólo encara las cosas desde su punto de vista; además, solamente los Espíritus que han llegado al último grado de perfección están exentos de errores; los otros, por más buenos que sean, no saben todo y pueden equivocarse; pero entonces, cuando son verdaderamente buenos, lo hacen de buena fe y concuerdan francamente, mientras que hay otros que lo hacen conscientemente y se obstinan en las más absurdas ideas. Por eso es necesario tener cuidado para no aceptar todo lo que viene del mundo invisible, sin haberlo sometido al control de la lógica. Los Espíritus buenos recomiendan esto incesantemente y nunca se ofenden con la crítica, porque una de dos: o están seguros de lo que dicen y entonces nada temen, o no lo están, y si tienen conciencia de su insuficiencia, ellos mismos buscan la verdad; ahora bien, si los hombres pueden instruirse con los Espíritus, ciertos Espíritus pueden también instruirse con los hombres. Al contrario, los otros quieren dominar, esperando que se acepten sus utopías por causa de su condición de Espíritus; entonces, ya sea por presunción de su parte o por mala intención, ellos no soportan la contradicción; quieren que se les crea a ciegas, porque saben muy bien que al ser examinadas sus comunicaciones llevan todas las de perder. Se irritan con la menor duda sobre su infalibilidad y amenazan soberbiamente con abandonaros porque consideran que sois indignos de escucharlos; de esta manera, sólo se sienten a gusto con los que se arrodillan ante ellos. ¿No hay hombres así, y es de admirar que los encontremos con sus defectos en el mundo de los Espíritus? Tal carácter en los hombres es siempre un indicio de orgullo a los ojos de las personas sensatas, así como de vana suficiencia, de ridícula vanidad y, por lo tanto, de pequeñez en las ideas y de falso juicio; lo que es una señal de inferioridad moral en los hombres, no podría ser una señal de superioridad en los Espíritus.

Como acabamos de ver, Charlet se presta de buen grado a la controversia; escucha y admite las objeciones, y responde a las mismas con benevolencia; desarrolla lo que era confuso y reconoce lealmente lo que no es exacto. En una palabra, no quiere hacerse pasar por más ilustrado de lo que es, y con esto prueba más elevación de que si se obstinase en las ideas falsas, a ejemplo de ciertos Espíritus que se escandalizan con el simple enunciado de que sus comunicaciones parecen ser susceptibles de comentarios.

Lo que aún es propio de esos Espíritus orgullosos es la especie de fascinación que ejercen sobre sus médiums, y con la ayuda de la cual consiguen algunas veces que éstos compartan los mismos sentimientos. Decimos a propósito sus médiums, porque se apoderan de ellos y quieren que sean instrumentos que actúen con los ojos cerrados; de ningún modo se conformarían con un médium que examinase todo cuidadosamente o que viera bien claro; ¿no sucede lo mismo entre los hombres? Cuando lo encuentran, temiendo que se les escape, le inspiran el alejamiento de cualquiera que pueda esclarecerlo; de esta manera lo aislan, a fin de tener plena libertad de acción, o sólo lo dejan acercarse a aquellos que nada les hacen temer. Para captar mejor su confianza, se hacen pasar por buenos apóstoles al usurpar los nombres de Espíritus venerados, cuyo lenguaje intentan imitar; pero, por más que hagan esto, la ignorancia nunca podrá imitar al verdadero saber, ni una naturaleza mala a la verdadera virtud. El orgullo siempre será descubierto bajo el manto de una fingida humildad, y como tienen miedo de ser desenmascarados, evitan el análisis y alejan del mismo a sus médiums.

No hay nadie que al juzgar fríamente y sin prevención, no reconozca tal influencia como mala, porque resalta ante el más vulgar buen sentido que un Espíritu verdaderamente bueno y esclarecido nunca intentará ejercerla. Por lo tanto, se puede decir que todo médium que cede a esa influencia está bajo el dominio de una obsesión, de la cual debe buscar desembarazarse cuanto antes. Lo que se quiere, ante todo, no son comunicaciones a toda costa, sino comunicaciones buenas y verdaderas; ahora bien, para tener comunicaciones buenas son necesarios Espíritus buenos, y para tener Espíritus buenos es necesario tener médiums que estén libres de toda influencia mala. Por lo tanto, la naturaleza de los Espíritus que habitualmente asisten a un médium es una de las primeras cosas que hay que considerar; para conocerla con exactitud existe un criterio infalible, y no es en las señales materiales ni en las fórmulas de evocación o de conjuro que será encontrada; ese criterio está en los sentimientos que el Espíritu inspira al médium. Por la manera de actuar de este último se puede juzgar la naturaleza de los Espíritus que lo dirigen y, por consecuencia, el grado de confianza que merecen sus comunicaciones.

Esto no es de modo alguno una opinión personal ni un sistema, sino un principio deducido de la más rigurosa lógica, si se admite esta premisa: un pensamiento malo no puede ser sugerido por un Espíritu bueno. Mientras que no se pruebe que un Espíritu bueno puede inspirar el mal, diremos que todo acto que se aparte de la benevolencia, de la caridad y de la humildad, o que deje trasparecer odio, envidia, celos, orgullo herido o simple acrimonia, solamente puede haber sido inspirado por un Espíritu malo, aun cuando éste predique hipócritamente las más bellas máximas, porque si fuese realmente bueno, lo probaría poniendo sus actos en armonía con sus palabras. La práctica del Espiritismo está rodeada de muchas dificultades; los Espíritus engañadores son tan pérfidos, tan astutos y al mismo tiempo tan numerosos, que es preciso tomar todas las precauciones para desbaratar sus planes. Es importante, pues, buscar con el mayor cuidado todos los indicios por los cuales ellos pueden ponerse al descubierto; ahora bien, estos indicios están al mismo tiempo en su lenguaje y en los actos que practican.

Al haber sometido estas reflexiones al Espíritu Charlet, he aquí lo que ha dicho: «Solamente puedo aprobar lo que acabáis de decir y recomendar a todos los que se ocupan del Espiritismo a seguir tan sabios consejos, evidentemente dictados por los Espíritus buenos, pero que de ningún modo son del gusto de los malos –como bien podéis creerlo–, porque éstos saben muy bien que ése es el medio más eficaz para combatir su influencia; también hacen todo lo que pueden para desviar a aquellos que quieren atrapar en sus redes.»

Charlet dijo que se dejó arrastrar por el placer –nuevo para él– de escribir bellas frases, incluso a costa de la verdad. ¿Qué habría ocurrido si nosotros hubiésemos publicado su trabajo sin comentarios? Hubieran acusado al Espiritismo de creer en ideas ridículas, y a nosotros mismos por no saber distinguir lo verdadero de lo falso. Muchos Espíritus están en el mismo caso; en su amor propio, sienten una satisfacción en publicar a través de médiums –ya que no pueden hacerlo por sí mismos– obras literarias, científicas, filosóficas o dogmáticas de gran extensión; pero cuando esos Espíritus tienen apenas un falso saber, escriben cosas absurdas, del mismo modo que lo harían los hombres. Es sobre todo en esas obras continuadas que podemos evaluarlos, porque su ignorancia los vuelve incapaces de representar el papel por mucho tiempo, y ellos mismos revelan su insuficiencia al escribir a cada paso lo que repugna a la lógica y a la razón. En medio de una gran cantidad de ideas falsas, a veces se encuentran algunas muy buenas, de las cuales se sirven para que se crea en las otras. Esta incoherencia solamente prueba su incapacidad; son como los obreros que saben alinear las piedras de una construcción, pero que son incapaces de construir un palacio. Algunas veces es algo curioso ver el intrincado laberinto de combinaciones y razonamientos en los que se meten, y de los cuales no pueden salir sino usando sofismas y utopías. Hemos visto a algunos que, en busca de recursos, dejaron su trabajo; otros, entretanto, no se dan por vencidos y quieren actuar hasta el fin, riéndose a costa de aquellos que los toman en serio.

Estas reflexiones nos han sido sugeridas como un principio general, y sería erróneo ver en ellas alguna aplicación. Entre los numerosos escritos que han sido publicados sobre el Espiritismo, existen indudablemente los que podrían dar lugar a un crítica fundada; pero nosotros no los ponemos a todos en la misma línea; indicamos un medio de distinguirlos y así cada uno comprenderá cómo hacerlo. Si aún no hemos hecho un examen de los mismos en nuestra Revista, ha sido por el recelo de que se equivoquen sobre el móvil de la crítica que podríamos hacer; por lo tanto, hemos preferido esperar que el Espiritismo fuese mejor conocido y sobre todo mejor comprendido; nuestra opinión, entonces, al apoyarse en una base generalmente admitida, no podrá ser sospechosa de parcialidad. Diariamente sucede lo que esperamos, porque vemos que en muchas circunstancias el juicio de la opinión pública precede al nuestro; es por eso que nos regocijamos por nuestra reserva. Haremos este examen cuando llegue el momento oportuno; pero ya se puede ver cuál será nuestra base de análisis: esta base es la lógica, de la cual cada uno puede hacer uso por sí mismo, porque nosotros no tenemos la ridícula pretensión de poseerla como privilegio. En efecto, la lógica es el gran criterio de toda comunicación espírita, como lo es de todos los trabajos humanos. Bien sabemos que aquel que razona erradamente cree ser lógico; él lo es a su manera, pero sólo para sí mismo y no para los otros. Cuando una lógica es rigurosa, como dos más dos son cuatro, y cuando las consecuencias se deducen de axiomas evidentes, tarde o temprano el buen sentido general hace justicia con todos esos sofismas. Consideramos que las siguientes proposiciones tienen ese carácter:

1º) Los Espíritus buenos solamente pueden enseñar e inspirar el bien; por lo tanto, todo lo que no sea rigurosamente el bien no puede venir de un Espíritu bueno;

2º) Los Espíritus esclarecidos y verdaderamente superiores no pueden enseñar cosas absurdas; por lo tanto, toda comunicación manchada de errores manifiestos o contrarios a los datos más comunes de la Ciencia y de la observación, tan sólo por esto atestigua la inferioridad de su origen;

3º) La superioridad de cualquier escrito está en la exactitud y en la profundidad de las ideas, y no en la ampulosidad y en la redundancia del estilo; por lo tanto, toda comunicación espírita en que hay más palabras y frases brillantes que pensamientos sólidos, no puede venir de un Espíritu verdaderamente superior;

4º) La ignorancia no puede imitar al verdadero saber, ni el mal imitar al bien de manera absoluta; por lo tanto, todo Espíritu que, bajo un nombre venerado, dice cosas incompatibles con el título que se atribuye, es responsable por fraude;

5º) Es de la esencia de un Espíritu elevado vincularse más al pensamiento que a la forma y a la materia, de donde se deduce que la elevación del Espíritu está en razón de la elevación de las ideas; por lo tanto, todo Espíritu meticuloso en los detalles de la forma, que prescribe puerilidades, en una palabra, que da importancia a las señales y a las cosas materiales, denota por esto mismo una pequeñez de ideas y no puede ser verdaderamente superior;

6º) Un Espíritu verdaderamente superior no puede contradecirse; por lo tanto, si dos comunicaciones contradictorias han sido dadas bajo un mismo nombre respetable, una de las dos es necesariamente apócrifa; si una es verdadera, sólo puede ser aquella que no desmienta en nada la superioridad del Espíritu cuyo nombre ha sido alegado.

La consecuencia que se debe extraer de estos principios es que, fuera de las cuestiones morales, es necesario acoger con reservas lo que viene de los Espíritus y que, en todos los casos, nunca debe haber una aceptación sin examen. De esto deviene la necesidad de tener una mayor circunspección en la publicación de los escritos emanados de esa fuente, sobre todo cuando por la extrañeza de las doctrinas que contienen o por la incoherencia de las ideas, pueden prestarse al ridículo. Es preciso desconfiar de la inclinación de ciertos Espíritus hacia las ideas sistemáticas y hacia el amor propio que buscan esparcir; por lo tanto, es principalmente en las teorías científicas que es necesario tener extrema prudencia y todo el cuidado para no dar precipitadamente como verdades a sistemas que suelen ser más seductores que reales, y que tarde o temprano pueden recibir un desmentido oficial. Que sean presentados como probabilidades, si fueren lógicos, y tal vez pudiendo servir de base a observaciones ulteriores; pero sería imprudencia darlos prematuramente como artículos de fe. Un proverbio dice: Nada es más peligroso que un amigo imprudente. Ahora bien, es el caso de aquellos que, en el Espiritismo, se dejan llevar por un celo más ardiente que reflexivo.


Bibliografía

Hemos anunciado una continuación de El Libro de los Espíritus con el título El Espiritismo experimental, como debiendo ser publicada en abril último. Este trabajo ha sido retrasado por algunas circunstancias independientes de nuestra voluntad, y sobre todo por la gran importancia que creemos un deber en darle. Hoy está en prensa, y haremos conocer ulteriormente la época en la cual aparecerá.

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Nota – La falta de espacio nos obliga a postergar para el próximo número varias comunicaciones importantes que nos han sido enviadas.

ALLAN KARDEC