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Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860 > Enero
Enero
El Espiritismo en 1860
La Revista Espírita comienza su tercer año y nos sentimos felices en decir que lo hace con los más favorables auspicios. Con complacencia aprovechamos la ocasión para testimoniar a nuestros lectores toda nuestra gratitud por las pruebas de simpatía que diariamente recibimos. Sólo esto ya sería un estímulo para nosotros, si no encontrásemos, en la propia naturaleza y en el objetivo de nuestros trabajos, una gran compensación moral a las consiguientes fatigas. Tal es la multiplicidad de estos trabajos, a los cuales nos consagramos enteramente, que nos es materialmente imposible responder a todas las cartas de felicitaciones que nos llegan. Por lo tanto, somos obligados a dirigir a sus autores un agradecimiento colectivo, a los cuales rogamos que tengan a bien aceptarlo. Estas cartas, así como las numerosas personas que nos dan el honor de venir a conversar con nosotros sobre esas cuestiones serias, nos convencen cada vez más del progreso del Espiritismo verdadero, es decir, del Espiritismo comprendido en todas sus consecuencias morales. Sin hacernos ilusiones en cuanto al alcance de nuestros trabajos, el pensamiento de haber contribuido al poner algunas pesas en la balanza, es para nosotros una dulce satisfacción, porque esas pesas habrán servido para hacer reflexionar.
La creciente prosperidad de nuestra Compilación es un indicio de la estima con la cual es acogida; por lo tanto, nos compete proseguir nuestra obra en la misma línea, puesto que viene recibiendo la consagración del tiempo, sin apartarnos de la moderación, de la prudencia y de la compostura que siempre nos han guiado. Al dejar a nuestros contradictores el triste privilegio de las injurias y del personalismo, nosotros tampoco los seguiremos en el terreno de una controversia sin objetivo; decimos sin objetivo porque ella nunca los llevaría a la convicción, y es una pérdida de tiempo discutir con personas que no conocen ni una palabra de lo que hablan. Sólo tenemos una cosa que decirles: Primero estudiad, y después veremos; tenemos otras cosas para hacer que hablar con aquellos que no quieren escuchar. Además, ¿qué importa, en definitiva, la opinión contraria de éste o de aquél? Esa opinión, ¿ha de tener una importancia tan grande que pueda detener la marcha natural de las cosas? Los mayores descubrimientos han encontrado los más rudos adversarios, lo que no ha hecho zozobrar a aquéllos. Por lo tanto, dejamos que la incredulidad murmure a nuestro alrededor, porque nada nos hará desviar de la senda que nos hemos trazado, por la propia gravedad del asunto que nos ocupa.
Hemos dicho que las ideas espíritas están en creciente progreso. En efecto, desde algún tiempo, ellas han ganado un inmenso terreno; se diría que están en el aire, y ciertamente esto no se debe a la propaganda hecha por la pequeña o por la gran prensa periódica, que están en deuda con aquellas ideas. Si las mismas progresan, a despecho de todos y a pesar de la mala voluntad que es encontrada en ciertas regiones, es porque ellas tienen vitalidad suficiente para bastarse a sí mismas. Aquel que se tome el trabajo de profundizar la cuestión del Espiritismo, encuentra en Él una enorme satisfacción moral y la solución de tantos problemas, cuya explicación buscaba en vano en las teorías vulgares; el futuro se desdobla ante él de una manera tan clara, tan precisa, tan LÓGICA que, en efecto, verifica en sí mismo que es imposible que las cosas sucedieran de otra forma, admirándose que no las haya comprendido antes, ya que un sentimiento íntimo le decía que debía ser así. Al desarrollarse, la ciencia espírita no hace más que formular y desvelar las ideas ya existentes en su fuero interno; desde entonces el futuro tiene para él un objetivo claro, preciso y claramente definido; ya no camina a la deriva: ve su camino. No es más ese futuro de felicidad o de desgracia que su razón no podía comprender y que por esto mismo rechazaba; es un futuro racional, consecuencia de las propias leyes de la Naturaleza, capaz de soportar el más severo examen; es por eso que es feliz, y se siente como aliviado de un peso inmenso: el de la incertidumbre, porque la incertidumbre es un tormento. A pesar suyo, el hombre sondea las profundidades del futuro y no puede dejar de verlo como eterno; lo compara con la brevedad y con la fragilidad de la existencia terrestre. Si el futuro no le ofrece ninguna certeza, él se aturde, se concentra en el presente y, para hacerlo más soportable, se entrega a los goces materiales; es en vano que su conciencia le habla del bien y del mal, y se dice a sí mismo: El bien es aquello que me hace feliz; en efecto, ¿qué motivo yo tendría para ver el bien en otro lugar? ¿Por qué soportar privaciones? Quiero ser feliz y, para ser feliz, quiero gozar, y gozar lo que los otros poseen; quiero oro, mucho oro. Al mismo se apega como a su propia vida, porque –para él– el oro es el vehículo de todos los goces materiales; ¡qué le importa el bienestar de su semejante! Ante todo está su propio bienestar; quiere satisfacerse en el presente, por no saber si podrá hacerlo más tarde, en un futuro en el cual no cree; por lo tanto, se vuelve ávido, envidioso, egoísta y, con todos esos goces, él no es feliz, porque el presente le parece muy corto.
Con la certeza del futuro, todo cambia de aspecto para él; el presente no es más que efímero y lo ve pasar sin lamentarse; él tiene menos avidez por los goces terrestres, porque éstos solamente le dan una sensación pasajera, fugitiva, que deja un vacío en su corazón; aspira a una felicidad más duradera y, por consecuencia, más real; ¿y dónde podrá encontrarla, si no en el futuro? El Espiritismo, al mostrarle y probarle este futuro, libra al hombre del suplicio de la incertidumbre, y así lo vuelve más feliz; ahora bien, aquello que trae felicidad siempre encuentra adeptos.
Los adversarios del Espiritismo atribuyen su rápida propagación a una fiebre supersticiosa que se apodera de la Humanidad: el amor a lo maravilloso; pero ante todo sería necesario que ellos sean más lógicos; aceptaremos su razonamiento –si esto se puede llamar razonamiento– cuando nos hayan explicado claramente por qué esa fiebre se manifiesta precisamente en las clases esclarecidas de la sociedad, en vez de producirse en las clases ignorantes. En cuanto a nosotros, decimos que es porque el Espiritismo se dirige al razonamiento y no a la creencia ciega, y es por eso que las clases esclarecidas lo examinan, reflexionan y lo comprenden; ahora bien, las ideas supersticiosas no soportan ningún examen.
Además, todos vosotros que combatís al Espiritismo, ¿lo comprendéis? ¿Lo habéis estudiado y examinado en sus detalles, deduciendo todas sus consecuencias con madurez? No, mil veces no. Habláis de algo que no conocéis; todas vuestras críticas –y no hablo de esas ridículas, vulgares y groseras diatribas, desprovistas de todo razonamiento y que no tienen ningún valor: hablo de las que tienen al menos la apariencia de seriedad–; yo decía que todas vuestras críticas denotan la más completa ignorancia de la cuestión.
Para criticar es necesario poder oponer un razonamiento a otro razonamiento, una prueba a otra prueba; ¿será esto posible sin el conocimiento profundo del tema tratado? ¿Qué pensaríais de aquel que pretendiese criticar un cuadro sin conocer, al menos en teoría, las reglas del Dibujo y de la Pintura, o del que quisiese discutir el mérito de una ópera sin saber Música? ¿Sabéis cuál es la consecuencia de una crítica ignorante? El ser ridícula, lo que denota falta de juicio. Cuanto más elevada es la posición del crítico, cuanto más está en evidencia, más su interés le exige circunspección para no exponerse a recibir desmentidos, siempre fáciles de dar a cualquiera que hable de lo que no conoce. Es por eso que los ataques contra el Espiritismo tienen tan poco alcance y favorecen su desarrollo en vez de detenerlo. Esos ataques son una propaganda: provocan el examen, y el examen sólo nos puede ser favorable, porque nos dirigimos a la razón. No hay un único artículo publicado contra la Doctrina que no nos haya proporcionado un aumento de suscriptores y que no haya elevado la venta de libros. El artículo del Sr. Oscar Comettant (véanse Le Siécle del 27 de octubre último y nuestra respuesta en la Revista del mes de diciembre de 1859) ha hecho vender en algunos días, al Sr. Ledoyen, más de 50 ejemplares de la famosa sonata de Mozart (que cuesta 2 francos, precio neto, según la importante y espirituosa observación del Sr. Comettant). Los artículos de L’Univers del 13 de abril y del 28 de mayo de 1859 (ver nuestra respuesta en los números de las Revistas de mayo y de julio de 1859) han hecho agotar rápidamente lo que quedaba de la 1ª edición de El Libro de los Espíritus, así como de otros. Pero volvamos a cosas menos materiales. Mientras sólo opongan al Espiritismo argumentos de esta naturaleza, Él no tiene nada que temer.
Repetimos que la principal fuente de progreso de las ideas espíritas está en la satisfacción que ellas proporcionan a todos aquellos que las profundizan, y que en las mismas ven algo más que un fútil pasatiempo; ahora bien, como todos quieren fundamentalmente la felicidad, no es de admirarse que se vinculen a una idea que los haga felices. Hemos dicho en alguna parte que, en materia de Espiritismo, el período de curiosidad había pasado y que daba lugar al período de razonamiento y filosofía. La curiosidad dura solamente un cierto tiempo: una vez satisfecha, deja su objeto y pasa para otro; no sucede lo mismo con quien se dirige al pensamiento serio y a la razón. El Espiritismo ha progresado sobre todo desde que ha sido mejor comprendido en su esencia íntima, desde que se ha visto su alcance, porque Él toca la fibra más sensible del hombre: la de su felicidad, incluso en este mundo; esta es la causa de su propagación, el secreto de la fuerza que lo hará triunfar. Vosotros que lo atacáis, ¿queréis, pues, un medio seguro de combatirlo con éxito? Yo os lo voy a indicar. Reemplazadlo por algo mejor; encontrad una solución MÁS LÓGICA a todas las cuestiones que Él resuelve; dad al hombre OTRA CERTEZA que lo haga más feliz, y comprended bien el alcance de la palabra certeza, porque el hombre sólo acepta como cierto lo que le parece lógico; no os contentéis en decir que eso no es así, pues es muy fácil decirlo; probad, no por la negación, sino por los hechos, que eso no es, que nunca ha sido y que NO PODRÁ SERLO; en fin, probad que las consecuencias del Espiritismo no vuelven mejores a los hombres, a través de la práctica de la más pura moral evangélica, moral muy elogiada pero tan poco practicada. Cuando hayáis hecho esto, yo seré el primero a inclinarme ante vosotros. Hasta que esto suceda, permitidme considerar vuestras doctrinas –que son la negación completa del futuro– como la fuente del egoísmo, cual gusano que corroe a la sociedad y, por consiguiente, como un verdadero flagelo. Sí, el Espiritismo es fuerte, más fuerte que vosotros, porque Él se apoya en las propias bases de la religión: Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras, asentadas en el bien y en el mal que se hacen. Vosotros os apoyáis en la incredulidad; el Espiritismo invita a los hombres a la felicidad, a la esperanza, a la verdadera fraternidad; vosotros les ofrecéis la NADA como perspectiva y el EGOÍSMO como consuelo; Él lo explica todo; vosotros no explicáis nada; Él prueba a través de los hechos, y vosotros no probáis nada. ¿Cómo queréis que se dude entre ambas doctrinas?
En resumen, constatamos –y cada uno lo ve y lo siente como nosotros– que el Espiritismo ha dado un paso inmenso en el año que ha finalizado, y este paso es la garantía del que habrá de dar en el año que comienza; no sólo el número de sus adeptos ha aumentado considerablemente, sino que se ha operado un cambio notable en la opinión general, inclusive entre los indiferentes. Se dice que en el fondo de todo esto bien podría haber algo; que no es preciso apresurarse para juzgarlo; aquellos que por esta razón se encogían de hombros, comienzan a temer el ridículo sobre sí mismos al vincular su nombre a un juicio precipitado que puede recibir un desmentido; por lo tanto, prefieren callarse y esperar. Sin duda, durante mucho tiempo habrá personas que, no teniendo nada que perder con la opinión de la posteridad, buscarán denigrarlo; unas, por carácter o por el estado en que se encuentran; otras, por cálculo. Pero estamos acostumbrados con la idea de que nos manden a los manicomios, desde que sea en buena compañía; y como tantos otros, este chiste malo se vuelve un argumento trivial con el cual nadie más se inquieta, porque en el fondo de esos ataques vemos la falta absoluta de razonamiento. El arma del ridículo, esa arma que se dice tan terrible, se gasta evidentemente y cae de las manos de aquellos que la empuñaban; ¿habría, entonces, perdido su poder? No, pero con la condición de no asestar golpes en falso. El ridículo solamente mata lo que es ridículo en sí mismo y no tiene de serio sino la apariencia, porque fustiga al hipócrita y le arranca la máscara; pero lo que es verdaderamente serio sólo recibirá golpes pasajeros y saldrá siempre triunfante de la lucha. ¡Ved si una sola de las grandes ideas que fueron ridiculizadas en su origen por la turba ignorante y envidiosa, cayó para no levantarse más! Ahora bien, el Espiritismo es una de las mayores ideas, porque toca la cuestión más vital: la felicidad del hombre, y no se juega impunemente con semejante cuestión; Él es fuerte, porque tiene sus raíces en las propias leyes de la Naturaleza, y responde a los enemigos dando, desde el comienzo, la vuelta al mundo. Algunos años más y sus detractores, impotentes para combatirlo a través del razonamiento, se encontrarán de tal modo sobrepasados por la opinión general y estarán aislados de tal manera, que se verán forzados a callar o a abrir los ojos a la luz.
La Revista Espírita comienza su tercer año y nos sentimos felices en decir que lo hace con los más favorables auspicios. Con complacencia aprovechamos la ocasión para testimoniar a nuestros lectores toda nuestra gratitud por las pruebas de simpatía que diariamente recibimos. Sólo esto ya sería un estímulo para nosotros, si no encontrásemos, en la propia naturaleza y en el objetivo de nuestros trabajos, una gran compensación moral a las consiguientes fatigas. Tal es la multiplicidad de estos trabajos, a los cuales nos consagramos enteramente, que nos es materialmente imposible responder a todas las cartas de felicitaciones que nos llegan. Por lo tanto, somos obligados a dirigir a sus autores un agradecimiento colectivo, a los cuales rogamos que tengan a bien aceptarlo. Estas cartas, así como las numerosas personas que nos dan el honor de venir a conversar con nosotros sobre esas cuestiones serias, nos convencen cada vez más del progreso del Espiritismo verdadero, es decir, del Espiritismo comprendido en todas sus consecuencias morales. Sin hacernos ilusiones en cuanto al alcance de nuestros trabajos, el pensamiento de haber contribuido al poner algunas pesas en la balanza, es para nosotros una dulce satisfacción, porque esas pesas habrán servido para hacer reflexionar.
La creciente prosperidad de nuestra Compilación es un indicio de la estima con la cual es acogida; por lo tanto, nos compete proseguir nuestra obra en la misma línea, puesto que viene recibiendo la consagración del tiempo, sin apartarnos de la moderación, de la prudencia y de la compostura que siempre nos han guiado. Al dejar a nuestros contradictores el triste privilegio de las injurias y del personalismo, nosotros tampoco los seguiremos en el terreno de una controversia sin objetivo; decimos sin objetivo porque ella nunca los llevaría a la convicción, y es una pérdida de tiempo discutir con personas que no conocen ni una palabra de lo que hablan. Sólo tenemos una cosa que decirles: Primero estudiad, y después veremos; tenemos otras cosas para hacer que hablar con aquellos que no quieren escuchar. Además, ¿qué importa, en definitiva, la opinión contraria de éste o de aquél? Esa opinión, ¿ha de tener una importancia tan grande que pueda detener la marcha natural de las cosas? Los mayores descubrimientos han encontrado los más rudos adversarios, lo que no ha hecho zozobrar a aquéllos. Por lo tanto, dejamos que la incredulidad murmure a nuestro alrededor, porque nada nos hará desviar de la senda que nos hemos trazado, por la propia gravedad del asunto que nos ocupa.
Hemos dicho que las ideas espíritas están en creciente progreso. En efecto, desde algún tiempo, ellas han ganado un inmenso terreno; se diría que están en el aire, y ciertamente esto no se debe a la propaganda hecha por la pequeña o por la gran prensa periódica, que están en deuda con aquellas ideas. Si las mismas progresan, a despecho de todos y a pesar de la mala voluntad que es encontrada en ciertas regiones, es porque ellas tienen vitalidad suficiente para bastarse a sí mismas. Aquel que se tome el trabajo de profundizar la cuestión del Espiritismo, encuentra en Él una enorme satisfacción moral y la solución de tantos problemas, cuya explicación buscaba en vano en las teorías vulgares; el futuro se desdobla ante él de una manera tan clara, tan precisa, tan LÓGICA que, en efecto, verifica en sí mismo que es imposible que las cosas sucedieran de otra forma, admirándose que no las haya comprendido antes, ya que un sentimiento íntimo le decía que debía ser así. Al desarrollarse, la ciencia espírita no hace más que formular y desvelar las ideas ya existentes en su fuero interno; desde entonces el futuro tiene para él un objetivo claro, preciso y claramente definido; ya no camina a la deriva: ve su camino. No es más ese futuro de felicidad o de desgracia que su razón no podía comprender y que por esto mismo rechazaba; es un futuro racional, consecuencia de las propias leyes de la Naturaleza, capaz de soportar el más severo examen; es por eso que es feliz, y se siente como aliviado de un peso inmenso: el de la incertidumbre, porque la incertidumbre es un tormento. A pesar suyo, el hombre sondea las profundidades del futuro y no puede dejar de verlo como eterno; lo compara con la brevedad y con la fragilidad de la existencia terrestre. Si el futuro no le ofrece ninguna certeza, él se aturde, se concentra en el presente y, para hacerlo más soportable, se entrega a los goces materiales; es en vano que su conciencia le habla del bien y del mal, y se dice a sí mismo: El bien es aquello que me hace feliz; en efecto, ¿qué motivo yo tendría para ver el bien en otro lugar? ¿Por qué soportar privaciones? Quiero ser feliz y, para ser feliz, quiero gozar, y gozar lo que los otros poseen; quiero oro, mucho oro. Al mismo se apega como a su propia vida, porque –para él– el oro es el vehículo de todos los goces materiales; ¡qué le importa el bienestar de su semejante! Ante todo está su propio bienestar; quiere satisfacerse en el presente, por no saber si podrá hacerlo más tarde, en un futuro en el cual no cree; por lo tanto, se vuelve ávido, envidioso, egoísta y, con todos esos goces, él no es feliz, porque el presente le parece muy corto.
Con la certeza del futuro, todo cambia de aspecto para él; el presente no es más que efímero y lo ve pasar sin lamentarse; él tiene menos avidez por los goces terrestres, porque éstos solamente le dan una sensación pasajera, fugitiva, que deja un vacío en su corazón; aspira a una felicidad más duradera y, por consecuencia, más real; ¿y dónde podrá encontrarla, si no en el futuro? El Espiritismo, al mostrarle y probarle este futuro, libra al hombre del suplicio de la incertidumbre, y así lo vuelve más feliz; ahora bien, aquello que trae felicidad siempre encuentra adeptos.
Los adversarios del Espiritismo atribuyen su rápida propagación a una fiebre supersticiosa que se apodera de la Humanidad: el amor a lo maravilloso; pero ante todo sería necesario que ellos sean más lógicos; aceptaremos su razonamiento –si esto se puede llamar razonamiento– cuando nos hayan explicado claramente por qué esa fiebre se manifiesta precisamente en las clases esclarecidas de la sociedad, en vez de producirse en las clases ignorantes. En cuanto a nosotros, decimos que es porque el Espiritismo se dirige al razonamiento y no a la creencia ciega, y es por eso que las clases esclarecidas lo examinan, reflexionan y lo comprenden; ahora bien, las ideas supersticiosas no soportan ningún examen.
Además, todos vosotros que combatís al Espiritismo, ¿lo comprendéis? ¿Lo habéis estudiado y examinado en sus detalles, deduciendo todas sus consecuencias con madurez? No, mil veces no. Habláis de algo que no conocéis; todas vuestras críticas –y no hablo de esas ridículas, vulgares y groseras diatribas, desprovistas de todo razonamiento y que no tienen ningún valor: hablo de las que tienen al menos la apariencia de seriedad–; yo decía que todas vuestras críticas denotan la más completa ignorancia de la cuestión.
Para criticar es necesario poder oponer un razonamiento a otro razonamiento, una prueba a otra prueba; ¿será esto posible sin el conocimiento profundo del tema tratado? ¿Qué pensaríais de aquel que pretendiese criticar un cuadro sin conocer, al menos en teoría, las reglas del Dibujo y de la Pintura, o del que quisiese discutir el mérito de una ópera sin saber Música? ¿Sabéis cuál es la consecuencia de una crítica ignorante? El ser ridícula, lo que denota falta de juicio. Cuanto más elevada es la posición del crítico, cuanto más está en evidencia, más su interés le exige circunspección para no exponerse a recibir desmentidos, siempre fáciles de dar a cualquiera que hable de lo que no conoce. Es por eso que los ataques contra el Espiritismo tienen tan poco alcance y favorecen su desarrollo en vez de detenerlo. Esos ataques son una propaganda: provocan el examen, y el examen sólo nos puede ser favorable, porque nos dirigimos a la razón. No hay un único artículo publicado contra la Doctrina que no nos haya proporcionado un aumento de suscriptores y que no haya elevado la venta de libros. El artículo del Sr. Oscar Comettant (véanse Le Siécle del 27 de octubre último y nuestra respuesta en la Revista del mes de diciembre de 1859) ha hecho vender en algunos días, al Sr. Ledoyen, más de 50 ejemplares de la famosa sonata de Mozart (que cuesta 2 francos, precio neto, según la importante y espirituosa observación del Sr. Comettant). Los artículos de L’Univers del 13 de abril y del 28 de mayo de 1859 (ver nuestra respuesta en los números de las Revistas de mayo y de julio de 1859) han hecho agotar rápidamente lo que quedaba de la 1ª edición de El Libro de los Espíritus, así como de otros. Pero volvamos a cosas menos materiales. Mientras sólo opongan al Espiritismo argumentos de esta naturaleza, Él no tiene nada que temer.
Repetimos que la principal fuente de progreso de las ideas espíritas está en la satisfacción que ellas proporcionan a todos aquellos que las profundizan, y que en las mismas ven algo más que un fútil pasatiempo; ahora bien, como todos quieren fundamentalmente la felicidad, no es de admirarse que se vinculen a una idea que los haga felices. Hemos dicho en alguna parte que, en materia de Espiritismo, el período de curiosidad había pasado y que daba lugar al período de razonamiento y filosofía. La curiosidad dura solamente un cierto tiempo: una vez satisfecha, deja su objeto y pasa para otro; no sucede lo mismo con quien se dirige al pensamiento serio y a la razón. El Espiritismo ha progresado sobre todo desde que ha sido mejor comprendido en su esencia íntima, desde que se ha visto su alcance, porque Él toca la fibra más sensible del hombre: la de su felicidad, incluso en este mundo; esta es la causa de su propagación, el secreto de la fuerza que lo hará triunfar. Vosotros que lo atacáis, ¿queréis, pues, un medio seguro de combatirlo con éxito? Yo os lo voy a indicar. Reemplazadlo por algo mejor; encontrad una solución MÁS LÓGICA a todas las cuestiones que Él resuelve; dad al hombre OTRA CERTEZA que lo haga más feliz, y comprended bien el alcance de la palabra certeza, porque el hombre sólo acepta como cierto lo que le parece lógico; no os contentéis en decir que eso no es así, pues es muy fácil decirlo; probad, no por la negación, sino por los hechos, que eso no es, que nunca ha sido y que NO PODRÁ SERLO; en fin, probad que las consecuencias del Espiritismo no vuelven mejores a los hombres, a través de la práctica de la más pura moral evangélica, moral muy elogiada pero tan poco practicada. Cuando hayáis hecho esto, yo seré el primero a inclinarme ante vosotros. Hasta que esto suceda, permitidme considerar vuestras doctrinas –que son la negación completa del futuro– como la fuente del egoísmo, cual gusano que corroe a la sociedad y, por consiguiente, como un verdadero flagelo. Sí, el Espiritismo es fuerte, más fuerte que vosotros, porque Él se apoya en las propias bases de la religión: Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras, asentadas en el bien y en el mal que se hacen. Vosotros os apoyáis en la incredulidad; el Espiritismo invita a los hombres a la felicidad, a la esperanza, a la verdadera fraternidad; vosotros les ofrecéis la NADA como perspectiva y el EGOÍSMO como consuelo; Él lo explica todo; vosotros no explicáis nada; Él prueba a través de los hechos, y vosotros no probáis nada. ¿Cómo queréis que se dude entre ambas doctrinas?
En resumen, constatamos –y cada uno lo ve y lo siente como nosotros– que el Espiritismo ha dado un paso inmenso en el año que ha finalizado, y este paso es la garantía del que habrá de dar en el año que comienza; no sólo el número de sus adeptos ha aumentado considerablemente, sino que se ha operado un cambio notable en la opinión general, inclusive entre los indiferentes. Se dice que en el fondo de todo esto bien podría haber algo; que no es preciso apresurarse para juzgarlo; aquellos que por esta razón se encogían de hombros, comienzan a temer el ridículo sobre sí mismos al vincular su nombre a un juicio precipitado que puede recibir un desmentido; por lo tanto, prefieren callarse y esperar. Sin duda, durante mucho tiempo habrá personas que, no teniendo nada que perder con la opinión de la posteridad, buscarán denigrarlo; unas, por carácter o por el estado en que se encuentran; otras, por cálculo. Pero estamos acostumbrados con la idea de que nos manden a los manicomios, desde que sea en buena compañía; y como tantos otros, este chiste malo se vuelve un argumento trivial con el cual nadie más se inquieta, porque en el fondo de esos ataques vemos la falta absoluta de razonamiento. El arma del ridículo, esa arma que se dice tan terrible, se gasta evidentemente y cae de las manos de aquellos que la empuñaban; ¿habría, entonces, perdido su poder? No, pero con la condición de no asestar golpes en falso. El ridículo solamente mata lo que es ridículo en sí mismo y no tiene de serio sino la apariencia, porque fustiga al hipócrita y le arranca la máscara; pero lo que es verdaderamente serio sólo recibirá golpes pasajeros y saldrá siempre triunfante de la lucha. ¡Ved si una sola de las grandes ideas que fueron ridiculizadas en su origen por la turba ignorante y envidiosa, cayó para no levantarse más! Ahora bien, el Espiritismo es una de las mayores ideas, porque toca la cuestión más vital: la felicidad del hombre, y no se juega impunemente con semejante cuestión; Él es fuerte, porque tiene sus raíces en las propias leyes de la Naturaleza, y responde a los enemigos dando, desde el comienzo, la vuelta al mundo. Algunos años más y sus detractores, impotentes para combatirlo a través del razonamiento, se encontrarán de tal modo sobrepasados por la opinión general y estarán aislados de tal manera, que se verán forzados a callar o a abrir los ojos a la luz.
El Magnetismo ante la Academia
El Magnetismo, que había sido puesto en la puerta de la calle, ahora ha entrado por la ventana, gracias a un disfraz y a otro nombre; en vez de decir: Soy el Magnetismo –lo que probablemente no le hubiera dado una recepción favorable–, dijo: Yo me llamo Hipnotismo (del griego upnos, sueño). Gracias a esta contraseña consiguió entrar después de 20 años de paciencia; pero no perdió por esperar, pues supo ingresar de la mano de uno de los personajes más ilustres. Se abstuvo de presentarse con su cortejo de pases, de sonambulismo, de visión a distancia, de éxtasis, que lo habrían puesto al descubierto; dijo simplemente: Sois buenos y humanos; vuestro corazón sangra al ver sufrir a vuestros enfermos; buscáis un medio de aplacar el dolor del paciente que es cortado por vuestro escalpelo, pero lo que empleáis es a veces muy peligroso. Yo os traigo un medio más sencillo y que, en todo caso, no tiene inconvenientes. Al hablar en nombre de la humanidad, estaba muy seguro de ser escuchado; y agregó, con astucia: Soy de la familia, ya que debo mi vida a uno de los vuestros. Él piensa –no sin alguna razón– que este origen no puede perjudicarlo.
Si viviéramos en el tiempo de la brillante y poética Grecia, nosotros diríamos: El Magnetismo, hijo de la Naturaleza y de un simple mortal, fue proscripto del Olimpo porque atentó contra los intereses de Esculapio al ser su rival, jactándose de poder curar sin su concurso. Por mucho tiempo recorrió la Tierra, donde enseñó a los hombres el arte de curar a través de nuevos medios; develó al vulgo una multitud de maravillas que, hasta entonces, habían sido misteriosamente escondidas en los templos; pero aquellos cuyos secretos había revelado y cuyos embustes había desenmascarado, lo persiguieron a pedradas, de tal manera que fue, al mismo tiempo, desterrado por los dioses y maltratado por los hombres. No por eso dejó de esparcir sus beneficios, aliviando a la Humanidad, cierto de que un día su inocencia sería reconocida y que le harían justicia. Tuvo un hijo, cuyo nacimiento escondió cuidadosamente, con miedo de atraerle persecuciones, y lo llamó Hipnotismo. Por mucho tiempo este hijo compartió su destierro, y durante ese tiempo se instruía. Cuando creyó que estaba lo suficientemente instruido, le dijo: Ve a presentarte al Olimpo; principalmente abstente de decir que eres mi hijo; tu nombre y un disfraz han de facilitar tu acceso; Esculapio cuidará de tu ingreso. –¡Cómo, padre mío! ¡Esculapio, vuestro más encarnizado enemigo! ¡Aquel que os ha proscripto! –Él mismo ha de tenderte la mano. –Pero si me reconoce, me expulsará. –¡Pues bien! Si él te expulsa, volverás a mi lado y continuaremos nuestra obra de beneficencia entre los hombres, esperando tiempos mejores. Pero tranquilízate, tengo mucha esperanza. Esculapio no es malo; ante todo quiere el progreso de la Ciencia; de lo contrario no sería digno de ser el dios de la Medicina. Además, tal vez yo haya cometido algunos errores con referencia a él; al verlo denigrar, me ofendí, me exalté y lo ataqué sin consideración; lo cubrí de injurias, lo ridiculicé, lo traté con desprecio y lo llamé de ignorante; ahora bien, este es un medio equivocado de tratar a los hombres y a los dioses, y su amor propio herido se irritó un instante contra mí. No hagas como yo, hijo mío; sé más prudente y, sobre todo, más cortés; si los otros no son así contigo, el error será de ellos y la razón estará de tu lado. Ve, hijo mío, y recuerda que no conseguirás nada tratándolos mal.
Así habló el padre. El Hipnotismo partió tímidamente hacia el Olimpo; su corazón latía fuertemente cuando se presentó ante la puerta sagrada; pero, ¡oh, sorpresa! El propio Esculapio le tendió la mano y lo hizo ingresar.
Por lo tanto, he aquí el Magnetismo en su lugar. ¿Qué va a hacer? ¡Oh! No creáis en la victoria definitiva; aún estamos en las preliminares de la paz. Es una primera barrera derribada, he aquí todo; este es un paso importante, sin duda, pero no penséis que sus enemigos van a confesarse vencidos; el propio Esculapio, el gran Esculapio, que lo reconoció porque tiene un aire de familia, abrazó tan abiertamente su defensa, porque ellos serían capaces de enviarlo al manicomio. Van a decir que es... algo..., pero que seguramente no es Magnetismo. Supongamos que sea así: no es un juego de palabras; será todo lo que ellos quieran. Pero, a la espera de esto, es un hecho que tendrá consecuencias; ahora bien, he aquí las consecuencias. Inicialmente se van a ocupar apenas desde el punto de vista anestésico (del griego aisthésis, sensibilidad, con el prefijo a, privativo: privación general o parcial de la facultad de sentir), y esto debido al predominio de las ideas materialistas, porque aún hay mucha gente que –sin duda por modestia– se obstina en reducirse al papel de varilla de asador que, cuando no funciona más, ¡es arrojada al hierro viejo sin dejar vestigios! Así, van a experimentar ese hecho de todas las maneras, aunque sólo fuese por mera curiosidad; van a estudiar la acción de diferentes sustancias para producir el fenómeno de la catalepsia; después, un bello día, reconocerán que basta poner el dedo. Pero esto no es todo: al observar el fenómeno de la catalepsia, el mismo presenta espontáneamente otros; ya se ha notado la libertad del pensamiento durante la suspensión de las facultades orgánicas; por lo tanto, el pensamiento es independiente de los órganos; hay entonces en el hombre algo más que la materia. Se verá la manifestación de facultades extrañas: la vista adquiere una amplitud insólita al transponer los límites de los sentidos; todas las percepciones se modifican; en una palabra, es un vasto campo para la observación, y no faltarán observadores. El santuario está abierto: esperemos que de él se derrame luz, a menos que el aréopago celestial no dé el honor a otros sino a sí mismo.
Ciertamente nuestros lectores han de apreciar el notable artículo que el Sr. Víctor Meunier, redactor de L’Ami des Sciences, ha publicado sobre este interesante tema, en la Revista Científica semanal de Le Siècle del 16 de diciembre de 1859:
“El magnetismo animal, llevado a la Academia de Ciencias por el Sr. Broca, quien ha sido presentado a la ilustre Academia por el Sr. Velpeau, experimentado por los Sres. Follin, Verneuil, Faure, Trousseau, Denonvilliers, Nélaton, Azam, Ch. Robin, etc., todos cirujanos de los hospitales, es la gran noticia del día.
“Los descubrimientos, como los libros, tienen su destino. El que vamos a tratar no es nuevo. Data casi de una veintena de años, y ni en Inglaterra –donde nació– ni en Francia –donde actualmente no se habla de otra cosa–, le faltó publicidad. Un médico escocés, el Dr. Braid, hizo el descubrimiento y le consagró un libro (Neurypnology or the rationale of nervous sleep, considered in relation with animal magnetism). Un célebre médico inglés, el Dr. Carpenter, analizó detenidamente el descubrimiento del Sr. Braid en el artículo sleep (sueño) de la Enciclopedia de Anatomía y de Fisiología, de Tood (Cyclopedia of anatomy and physiology). Un ilustre sabio francés, el Sr. Littré, reprodujo el análisis del Dr. Carpenter en la segunda edición del Manuel de physiologie (Manual de Fisiología), de J. Mueller. En fin, nosotros mismos hemos dedicado uno de nuestros folletines de La Presse (La Prensa, del 7 de julio de 1852) al Hipnotismo (nombre dado por el Dr. Braid al conjunto de hechos tratados). La más reciente de las publicaciones relacionadas con este asunto data, pues, de siete años, y he aquí que cuando lo consideraban olvidado, él adquiere esta inmensa repercusión.
“Hay en el Hipnotismo dos cosas: un conjunto de fenómenos nerviosos, y el procedimiento por medio del cual son producidos.
“Ese procedimiento, empleado antiguamente –si no me equivoco– por el abate Faria, es de una gran simplicidad.
“Consiste en mantener un objeto brillante delante de los ojos de la persona con la cual se realiza la experiencia, a una pequeña distancia de la base de la nariz, de manera que sólo pueda mirarlo al ponerse bizca; ella debe fijar los ojos en dicho objeto. Al principio sus pupilas se contraen, después se dilatan bastante y, en pocos instantes, el estado cataléptico se produce. Al levantar los miembros del paciente, los mismos conservan la posición que se les da. Este no es más que uno de los fenómenos producidos; más tarde hablaremos de los otros.
“El Sr. Azam, profesor auxiliar en Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de Burdeos, al haber repetido con éxito las experiencias del Dr. Braid, mantuvo conversaciones con el Dr. Paul Broca, que piensa que las personas hipnotizadas quizás sean insensibles al dolor de las operaciones quirúrgicas. La carta que éste acaba de dirigir a la Academia de Ciencias es el resumen de sus experiencias al respecto.
“Ante todo, él debía cerciorarse de la realidad del Hipnotismo: y lo consiguió sin dificultad.
“Al hacer una visita a una señora de cuarenta años, la cual tenía un poco de histeria, y que estaba en cama debido a una ligera indisposición, el Dr. Broca fingía examinar los ojos de la paciente y le pedía que fijase detenidamente la mirada en un pequeño frasco dorado que él sostenía a más o menos 15 centímetros de distancia de la base de la nariz de esa dama. Al cabo de tres minutos, sus ojos se pusieron un poco rojos, sus rasgos permanecieron inmóviles y sus respuestas eran lentas y difíciles, pero perfectamente razonables. El Dr. Broca levantó el brazo de la paciente y el mismo se mantuvo en la posición en que fue dejado; colocó los dedos en las posiciones más extremas y ellos permanecieron así; pellizcó la piel en varios lugares con cierta fuerza, mas la paciente no parecía sentir nada. ¡Catalepsia, insensibilidad! El Dr. Broca no llevó más lejos la experiencia: ésta ya le había enseñado lo que quería saber. Una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío en la frente devolvieron el paciente a su estado normal. No tenía recuerdo alguno de lo que había acabado de suceder.
“Quedaba por saber si la insensibilidad hipnótica resistiría a la prueba de las operaciones quirúrgicas.
“Entre los pacientes del hospital Necker, en el turno del Dr. Follin, se encontraba una pobre mujer de 24 años que tenía una vasta quemadura en la espalda y en los dos miembros derechos, y que era acometida por un enorme absceso extremamente doloroso. Los menores movimientos eran un suplicio para ella; agotada por el sufrimiento y, además, con mucho miedo, esta desafortunada señora no pensaba sino con terror en la operación que se hacía necesaria. Ha sido en ella que –de acuerdo con el Sr. Follin– el Dr. Broca resolvió por completar la prueba del Hipnotismo.
“La colocaron en una cama, frente a una ventana, avisándole que la iban a hacer dormir. Al cabo de dos minutos sus pupilas se dilataron; su brazo izquierdo fue levantado casi verticalmente por encima de la cama, permaneciendo inmóvil. En el minuto número cuatro, sus respuestas eran lentas y casi penosas, pero perfectamente sensatas. Minuto número cinco: el Dr. Follin le pinchó la piel del brazo izquierdo y la paciente no se movió; procedió a un nuevo pinchazo más profundo, que la hizo sangrar, pero ella continuó impasible. Su brazo derecho fue erguido, quedando en esa posición. Entonces las cubiertas fueron levantadas y los miembros inferiores separados para mostrar la sede del absceso. La paciente no opuso resistencia y dijo con tranquilidad que sin duda iba a sentir dolor. Al ser abierto el absceso, ella dio un débil grito, que fue su única señal de reacción y que duró menos de un segundo. No tuvo el más mínimo estremecimiento en los músculos de la cara o de los miembros, ni sobresalto alguno en ambos brazos, siempre levantados verticalmente por encima de la cama. Los ojos, un poco congestionados, permanecían completamente abiertos; el rostro tenía la inmovilidad de una máscara...
“El talón izquierdo se mantenía suspendido. Sacaron un cuerpo brillante (una luneta); la catalepsia persistía. Por tercera vez le pincharon el brazo izquierdo, la sangre goteó y la operada no sintió nada. Durante 13 minutos ese brazo conservó la posición que le fue dada.
“En fin, una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío despertaron casi súbitamente a la joven señora; al relajarse, los brazos y la pierna izquierda cayeron de repente en la cama. Ella frotó sus ojos, volvió a la conciencia, no se acordó de nada y se sorprendió al saber que la habían operado. La experiencia duró de 18 a 20 minutos; el período de anestesia, de 12 a 15 min.
“En resumen, tales son los hechos esenciales comunicados por el Dr. Broca a la Academia de Ciencias. Esos hechos ya no son más aislados. Un gran número de cirujanos de nuestros hospitales ha tenido el honor de repetirlos, y lo ha hecho con éxito. El objetivo del Sr. Broca y de sus honorables colegas era y debería ser quirúrgico. Esperemos que el Hipnotismo tenga, como medio de provocar la insensibilidad, todas las ventajas de los agentes anestésicos, sin tener de los mismos sus inconvenientes; pero la Medicina no es de nuestro dominio y, para no salir de sus atribuciones, nuestra Revista sólo debe considerar el hecho bajo el aspecto fisiológico.
“Después de haber reconocido la veracidad del Dr. Braid sobre el punto esencial, indudablemente se tendrá que verificar todo lo que atañe a este singular estado, al cual él da el nombre de Hipnotismo. Los fenómenos que él le atribuye pueden ser clasificados de la siguiente manera:
“Exaltación de la sensibilidad – El olfato es llevado a un grado de agudeza que por lo menos se iguala al que es observado en los animales que tienen mejor sentido olfativo. La audición también se vuelve muy aguzada. El tacto adquiere una delicadeza increíble, sobre todo con relación a la temperatura.
“Sentimientos sugeridos – Colocad el rostro, el cuerpo o los miembros del paciente en una actitud que convenga a la expresión de un sentimiento particular, y luego es despertado el estado mental correspondiente. Así, al ser puesta la mano del hipnotizado en la parte superior de su cabeza, él se yergue espontáneamente en toda su superioridad e inclina el cuerpo hacia atrás, tomando la postura de alguien que denota el más vivo orgullo. Si en ese momento se le curva la cabeza hacia delante, doblando ligeramente el cuerpo y los miembros, el orgullo deja lugar a la más profunda humildad. Al separar suavemente los labios, dando a la boca el aspecto de la risa, luego se produce una disposición alegre; el mal humor toma inmediatamente su lugar cuando se hacen converger las cejas hacia abajo.
“Ideas provocadas – Levantad la mano del paciente por encima de su cabeza y doblad sus dedos sobre la palma, y es suscitada la idea de subir, de balancear o de estirar una cuerda. Al contrario, si se doblan los dedos dejando el brazo inclinado, la idea que surge es la de levantar un peso. Si los dedos están flexionados y el brazo es llevado hacia delante como para dar un golpe, surge la idea de boxear. (La escena transcurre en Londres.)
“Aumento de la fuerza muscular – Si se desea suscitar una fuerza extraordinaria en un conjunto de músculos, basta sugerir al paciente la idea de la acción que requiera esta fuerza y asegurarle que puede lograrlo con la mayor facilidad, si lo quiere. "Nosotros hemos visto a uno de los pacientes hipnotizados por el Dr. Braid –dice el Dr. Carpenter–, paciente caracterizado por la pobreza de su desarrollo muscular, levantar, con la única ayuda de su dedo meñique, un peso de catorce kilos y hacerlo girar alrededor de su cabeza, con la sola garantía de que ese peso era tan leve como una pluma".”
Por hoy nos limitamos a la indicación de este artículo ya publicado; los hechos tienen la palabra; las reflexiones vendrán más tarde.
El Magnetismo, que había sido puesto en la puerta de la calle, ahora ha entrado por la ventana, gracias a un disfraz y a otro nombre; en vez de decir: Soy el Magnetismo –lo que probablemente no le hubiera dado una recepción favorable–, dijo: Yo me llamo Hipnotismo (del griego upnos, sueño). Gracias a esta contraseña consiguió entrar después de 20 años de paciencia; pero no perdió por esperar, pues supo ingresar de la mano de uno de los personajes más ilustres. Se abstuvo de presentarse con su cortejo de pases, de sonambulismo, de visión a distancia, de éxtasis, que lo habrían puesto al descubierto; dijo simplemente: Sois buenos y humanos; vuestro corazón sangra al ver sufrir a vuestros enfermos; buscáis un medio de aplacar el dolor del paciente que es cortado por vuestro escalpelo, pero lo que empleáis es a veces muy peligroso. Yo os traigo un medio más sencillo y que, en todo caso, no tiene inconvenientes. Al hablar en nombre de la humanidad, estaba muy seguro de ser escuchado; y agregó, con astucia: Soy de la familia, ya que debo mi vida a uno de los vuestros. Él piensa –no sin alguna razón– que este origen no puede perjudicarlo.
Si viviéramos en el tiempo de la brillante y poética Grecia, nosotros diríamos: El Magnetismo, hijo de la Naturaleza y de un simple mortal, fue proscripto del Olimpo porque atentó contra los intereses de Esculapio al ser su rival, jactándose de poder curar sin su concurso. Por mucho tiempo recorrió la Tierra, donde enseñó a los hombres el arte de curar a través de nuevos medios; develó al vulgo una multitud de maravillas que, hasta entonces, habían sido misteriosamente escondidas en los templos; pero aquellos cuyos secretos había revelado y cuyos embustes había desenmascarado, lo persiguieron a pedradas, de tal manera que fue, al mismo tiempo, desterrado por los dioses y maltratado por los hombres. No por eso dejó de esparcir sus beneficios, aliviando a la Humanidad, cierto de que un día su inocencia sería reconocida y que le harían justicia. Tuvo un hijo, cuyo nacimiento escondió cuidadosamente, con miedo de atraerle persecuciones, y lo llamó Hipnotismo. Por mucho tiempo este hijo compartió su destierro, y durante ese tiempo se instruía. Cuando creyó que estaba lo suficientemente instruido, le dijo: Ve a presentarte al Olimpo; principalmente abstente de decir que eres mi hijo; tu nombre y un disfraz han de facilitar tu acceso; Esculapio cuidará de tu ingreso. –¡Cómo, padre mío! ¡Esculapio, vuestro más encarnizado enemigo! ¡Aquel que os ha proscripto! –Él mismo ha de tenderte la mano. –Pero si me reconoce, me expulsará. –¡Pues bien! Si él te expulsa, volverás a mi lado y continuaremos nuestra obra de beneficencia entre los hombres, esperando tiempos mejores. Pero tranquilízate, tengo mucha esperanza. Esculapio no es malo; ante todo quiere el progreso de la Ciencia; de lo contrario no sería digno de ser el dios de la Medicina. Además, tal vez yo haya cometido algunos errores con referencia a él; al verlo denigrar, me ofendí, me exalté y lo ataqué sin consideración; lo cubrí de injurias, lo ridiculicé, lo traté con desprecio y lo llamé de ignorante; ahora bien, este es un medio equivocado de tratar a los hombres y a los dioses, y su amor propio herido se irritó un instante contra mí. No hagas como yo, hijo mío; sé más prudente y, sobre todo, más cortés; si los otros no son así contigo, el error será de ellos y la razón estará de tu lado. Ve, hijo mío, y recuerda que no conseguirás nada tratándolos mal.
Así habló el padre. El Hipnotismo partió tímidamente hacia el Olimpo; su corazón latía fuertemente cuando se presentó ante la puerta sagrada; pero, ¡oh, sorpresa! El propio Esculapio le tendió la mano y lo hizo ingresar.
Por lo tanto, he aquí el Magnetismo en su lugar. ¿Qué va a hacer? ¡Oh! No creáis en la victoria definitiva; aún estamos en las preliminares de la paz. Es una primera barrera derribada, he aquí todo; este es un paso importante, sin duda, pero no penséis que sus enemigos van a confesarse vencidos; el propio Esculapio, el gran Esculapio, que lo reconoció porque tiene un aire de familia, abrazó tan abiertamente su defensa, porque ellos serían capaces de enviarlo al manicomio. Van a decir que es... algo..., pero que seguramente no es Magnetismo. Supongamos que sea así: no es un juego de palabras; será todo lo que ellos quieran. Pero, a la espera de esto, es un hecho que tendrá consecuencias; ahora bien, he aquí las consecuencias. Inicialmente se van a ocupar apenas desde el punto de vista anestésico (del griego aisthésis, sensibilidad, con el prefijo a, privativo: privación general o parcial de la facultad de sentir), y esto debido al predominio de las ideas materialistas, porque aún hay mucha gente que –sin duda por modestia– se obstina en reducirse al papel de varilla de asador que, cuando no funciona más, ¡es arrojada al hierro viejo sin dejar vestigios! Así, van a experimentar ese hecho de todas las maneras, aunque sólo fuese por mera curiosidad; van a estudiar la acción de diferentes sustancias para producir el fenómeno de la catalepsia; después, un bello día, reconocerán que basta poner el dedo. Pero esto no es todo: al observar el fenómeno de la catalepsia, el mismo presenta espontáneamente otros; ya se ha notado la libertad del pensamiento durante la suspensión de las facultades orgánicas; por lo tanto, el pensamiento es independiente de los órganos; hay entonces en el hombre algo más que la materia. Se verá la manifestación de facultades extrañas: la vista adquiere una amplitud insólita al transponer los límites de los sentidos; todas las percepciones se modifican; en una palabra, es un vasto campo para la observación, y no faltarán observadores. El santuario está abierto: esperemos que de él se derrame luz, a menos que el aréopago celestial no dé el honor a otros sino a sí mismo.
Ciertamente nuestros lectores han de apreciar el notable artículo que el Sr. Víctor Meunier, redactor de L’Ami des Sciences, ha publicado sobre este interesante tema, en la Revista Científica semanal de Le Siècle del 16 de diciembre de 1859:
“El magnetismo animal, llevado a la Academia de Ciencias por el Sr. Broca, quien ha sido presentado a la ilustre Academia por el Sr. Velpeau, experimentado por los Sres. Follin, Verneuil, Faure, Trousseau, Denonvilliers, Nélaton, Azam, Ch. Robin, etc., todos cirujanos de los hospitales, es la gran noticia del día.
“Los descubrimientos, como los libros, tienen su destino. El que vamos a tratar no es nuevo. Data casi de una veintena de años, y ni en Inglaterra –donde nació– ni en Francia –donde actualmente no se habla de otra cosa–, le faltó publicidad. Un médico escocés, el Dr. Braid, hizo el descubrimiento y le consagró un libro (Neurypnology or the rationale of nervous sleep, considered in relation with animal magnetism). Un célebre médico inglés, el Dr. Carpenter, analizó detenidamente el descubrimiento del Sr. Braid en el artículo sleep (sueño) de la Enciclopedia de Anatomía y de Fisiología, de Tood (Cyclopedia of anatomy and physiology). Un ilustre sabio francés, el Sr. Littré, reprodujo el análisis del Dr. Carpenter en la segunda edición del Manuel de physiologie (Manual de Fisiología), de J. Mueller. En fin, nosotros mismos hemos dedicado uno de nuestros folletines de La Presse (La Prensa, del 7 de julio de 1852) al Hipnotismo (nombre dado por el Dr. Braid al conjunto de hechos tratados). La más reciente de las publicaciones relacionadas con este asunto data, pues, de siete años, y he aquí que cuando lo consideraban olvidado, él adquiere esta inmensa repercusión.
“Hay en el Hipnotismo dos cosas: un conjunto de fenómenos nerviosos, y el procedimiento por medio del cual son producidos.
“Ese procedimiento, empleado antiguamente –si no me equivoco– por el abate Faria, es de una gran simplicidad.
“Consiste en mantener un objeto brillante delante de los ojos de la persona con la cual se realiza la experiencia, a una pequeña distancia de la base de la nariz, de manera que sólo pueda mirarlo al ponerse bizca; ella debe fijar los ojos en dicho objeto. Al principio sus pupilas se contraen, después se dilatan bastante y, en pocos instantes, el estado cataléptico se produce. Al levantar los miembros del paciente, los mismos conservan la posición que se les da. Este no es más que uno de los fenómenos producidos; más tarde hablaremos de los otros.
“El Sr. Azam, profesor auxiliar en Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de Burdeos, al haber repetido con éxito las experiencias del Dr. Braid, mantuvo conversaciones con el Dr. Paul Broca, que piensa que las personas hipnotizadas quizás sean insensibles al dolor de las operaciones quirúrgicas. La carta que éste acaba de dirigir a la Academia de Ciencias es el resumen de sus experiencias al respecto.
“Ante todo, él debía cerciorarse de la realidad del Hipnotismo: y lo consiguió sin dificultad.
“Al hacer una visita a una señora de cuarenta años, la cual tenía un poco de histeria, y que estaba en cama debido a una ligera indisposición, el Dr. Broca fingía examinar los ojos de la paciente y le pedía que fijase detenidamente la mirada en un pequeño frasco dorado que él sostenía a más o menos 15 centímetros de distancia de la base de la nariz de esa dama. Al cabo de tres minutos, sus ojos se pusieron un poco rojos, sus rasgos permanecieron inmóviles y sus respuestas eran lentas y difíciles, pero perfectamente razonables. El Dr. Broca levantó el brazo de la paciente y el mismo se mantuvo en la posición en que fue dejado; colocó los dedos en las posiciones más extremas y ellos permanecieron así; pellizcó la piel en varios lugares con cierta fuerza, mas la paciente no parecía sentir nada. ¡Catalepsia, insensibilidad! El Dr. Broca no llevó más lejos la experiencia: ésta ya le había enseñado lo que quería saber. Una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío en la frente devolvieron el paciente a su estado normal. No tenía recuerdo alguno de lo que había acabado de suceder.
“Quedaba por saber si la insensibilidad hipnótica resistiría a la prueba de las operaciones quirúrgicas.
“Entre los pacientes del hospital Necker, en el turno del Dr. Follin, se encontraba una pobre mujer de 24 años que tenía una vasta quemadura en la espalda y en los dos miembros derechos, y que era acometida por un enorme absceso extremamente doloroso. Los menores movimientos eran un suplicio para ella; agotada por el sufrimiento y, además, con mucho miedo, esta desafortunada señora no pensaba sino con terror en la operación que se hacía necesaria. Ha sido en ella que –de acuerdo con el Sr. Follin– el Dr. Broca resolvió por completar la prueba del Hipnotismo.
“La colocaron en una cama, frente a una ventana, avisándole que la iban a hacer dormir. Al cabo de dos minutos sus pupilas se dilataron; su brazo izquierdo fue levantado casi verticalmente por encima de la cama, permaneciendo inmóvil. En el minuto número cuatro, sus respuestas eran lentas y casi penosas, pero perfectamente sensatas. Minuto número cinco: el Dr. Follin le pinchó la piel del brazo izquierdo y la paciente no se movió; procedió a un nuevo pinchazo más profundo, que la hizo sangrar, pero ella continuó impasible. Su brazo derecho fue erguido, quedando en esa posición. Entonces las cubiertas fueron levantadas y los miembros inferiores separados para mostrar la sede del absceso. La paciente no opuso resistencia y dijo con tranquilidad que sin duda iba a sentir dolor. Al ser abierto el absceso, ella dio un débil grito, que fue su única señal de reacción y que duró menos de un segundo. No tuvo el más mínimo estremecimiento en los músculos de la cara o de los miembros, ni sobresalto alguno en ambos brazos, siempre levantados verticalmente por encima de la cama. Los ojos, un poco congestionados, permanecían completamente abiertos; el rostro tenía la inmovilidad de una máscara...
“El talón izquierdo se mantenía suspendido. Sacaron un cuerpo brillante (una luneta); la catalepsia persistía. Por tercera vez le pincharon el brazo izquierdo, la sangre goteó y la operada no sintió nada. Durante 13 minutos ese brazo conservó la posición que le fue dada.
“En fin, una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío despertaron casi súbitamente a la joven señora; al relajarse, los brazos y la pierna izquierda cayeron de repente en la cama. Ella frotó sus ojos, volvió a la conciencia, no se acordó de nada y se sorprendió al saber que la habían operado. La experiencia duró de 18 a 20 minutos; el período de anestesia, de 12 a 15 min.
“En resumen, tales son los hechos esenciales comunicados por el Dr. Broca a la Academia de Ciencias. Esos hechos ya no son más aislados. Un gran número de cirujanos de nuestros hospitales ha tenido el honor de repetirlos, y lo ha hecho con éxito. El objetivo del Sr. Broca y de sus honorables colegas era y debería ser quirúrgico. Esperemos que el Hipnotismo tenga, como medio de provocar la insensibilidad, todas las ventajas de los agentes anestésicos, sin tener de los mismos sus inconvenientes; pero la Medicina no es de nuestro dominio y, para no salir de sus atribuciones, nuestra Revista sólo debe considerar el hecho bajo el aspecto fisiológico.
“Después de haber reconocido la veracidad del Dr. Braid sobre el punto esencial, indudablemente se tendrá que verificar todo lo que atañe a este singular estado, al cual él da el nombre de Hipnotismo. Los fenómenos que él le atribuye pueden ser clasificados de la siguiente manera:
“Exaltación de la sensibilidad – El olfato es llevado a un grado de agudeza que por lo menos se iguala al que es observado en los animales que tienen mejor sentido olfativo. La audición también se vuelve muy aguzada. El tacto adquiere una delicadeza increíble, sobre todo con relación a la temperatura.
“Sentimientos sugeridos – Colocad el rostro, el cuerpo o los miembros del paciente en una actitud que convenga a la expresión de un sentimiento particular, y luego es despertado el estado mental correspondiente. Así, al ser puesta la mano del hipnotizado en la parte superior de su cabeza, él se yergue espontáneamente en toda su superioridad e inclina el cuerpo hacia atrás, tomando la postura de alguien que denota el más vivo orgullo. Si en ese momento se le curva la cabeza hacia delante, doblando ligeramente el cuerpo y los miembros, el orgullo deja lugar a la más profunda humildad. Al separar suavemente los labios, dando a la boca el aspecto de la risa, luego se produce una disposición alegre; el mal humor toma inmediatamente su lugar cuando se hacen converger las cejas hacia abajo.
“Ideas provocadas – Levantad la mano del paciente por encima de su cabeza y doblad sus dedos sobre la palma, y es suscitada la idea de subir, de balancear o de estirar una cuerda. Al contrario, si se doblan los dedos dejando el brazo inclinado, la idea que surge es la de levantar un peso. Si los dedos están flexionados y el brazo es llevado hacia delante como para dar un golpe, surge la idea de boxear. (La escena transcurre en Londres.)
“Aumento de la fuerza muscular – Si se desea suscitar una fuerza extraordinaria en un conjunto de músculos, basta sugerir al paciente la idea de la acción que requiera esta fuerza y asegurarle que puede lograrlo con la mayor facilidad, si lo quiere. "Nosotros hemos visto a uno de los pacientes hipnotizados por el Dr. Braid –dice el Dr. Carpenter–, paciente caracterizado por la pobreza de su desarrollo muscular, levantar, con la única ayuda de su dedo meñique, un peso de catorce kilos y hacerlo girar alrededor de su cabeza, con la sola garantía de que ese peso era tan leve como una pluma".”
Por hoy nos limitamos a la indicación de este artículo ya publicado; los hechos tienen la palabra; las reflexiones vendrán más tarde.
De un lado el Espíritu, de otro el cuerpo
Conversación con el Espíritu de un encarnado Nuestro honorable colega, el Sr. conde de R... C..., nos ha dirigido la siguiente carta, fechada el 23 de noviembre último:
«Sr. Presidente,
«He oído decir que médicos, entusiastas de su arte y deseosos de contribuir para el progreso de la Ciencia, volviéndose útiles a la Humanidad, habían legado –por testamento– sus cuerpos al escalpelo de las salas de Anatomía. La experiencia a la cual he asistido, de la evocación de un encarnado (sesión de la Sociedad del 14 de octubre de 1859), no me pareció bastante instructiva, porque se trató de una cuestión totalmente personal: poner en comunicación un padre encarnado con su hija desencarnada. Pensé que aquello que los médicos hicieron por el cuerpo, un miembro de la Sociedad podría hacerlo por el alma, aún en vida, poniéndose a vuestra disposición para un ensayo de ese género. Al preparar de antemano las preguntas que, de esta vez, nada tendrían de personal, quizás vos podríais obtener nuevas luces sobre el hecho del aislamiento del alma y del cuerpo. Aprovechando de una indisposición que me retiene en casa, vengo a ofrecerme como tema de estudio, si estuviereis de acuerdo. Por lo tanto, el próximo viernes –salvo una contraorden– me acostaré a las nueve de la noche y pienso que a las nueve y media podréis llamarme, etc.»
Nosotros hemos aprovechado el ofrecimiento del Sr. conde de R... C... con un mayor interés porque, al ponerse a nuestra disposición, pensamos que su Espíritu se prestaría más voluntariamente a nuestras investigaciones; por otro lado, su instrucción, la superioridad de su inteligencia (lo que, entre paréntesis, no le impide ser un excelente espírita) y la experiencia que él ha adquirido en sus viajes alrededor del mundo como capitán de la Marina imperial, podrían hacernos esperar de su parte una evaluación más clara de su estado: nuestras expectativas han sido confirmadas. En consecuencia, hemos tenido con él las dos conversaciones siguientes, siendo la primera el 25 de noviembre y la segunda el 2 de diciembre de 1859.
(Primera conversación – Sociedad, 25 de noviembre de 1859)
Conversación con el Espíritu de un encarnado Nuestro honorable colega, el Sr. conde de R... C..., nos ha dirigido la siguiente carta, fechada el 23 de noviembre último:
«Sr. Presidente,
«He oído decir que médicos, entusiastas de su arte y deseosos de contribuir para el progreso de la Ciencia, volviéndose útiles a la Humanidad, habían legado –por testamento– sus cuerpos al escalpelo de las salas de Anatomía. La experiencia a la cual he asistido, de la evocación de un encarnado (sesión de la Sociedad del 14 de octubre de 1859), no me pareció bastante instructiva, porque se trató de una cuestión totalmente personal: poner en comunicación un padre encarnado con su hija desencarnada. Pensé que aquello que los médicos hicieron por el cuerpo, un miembro de la Sociedad podría hacerlo por el alma, aún en vida, poniéndose a vuestra disposición para un ensayo de ese género. Al preparar de antemano las preguntas que, de esta vez, nada tendrían de personal, quizás vos podríais obtener nuevas luces sobre el hecho del aislamiento del alma y del cuerpo. Aprovechando de una indisposición que me retiene en casa, vengo a ofrecerme como tema de estudio, si estuviereis de acuerdo. Por lo tanto, el próximo viernes –salvo una contraorden– me acostaré a las nueve de la noche y pienso que a las nueve y media podréis llamarme, etc.»
Nosotros hemos aprovechado el ofrecimiento del Sr. conde de R... C... con un mayor interés porque, al ponerse a nuestra disposición, pensamos que su Espíritu se prestaría más voluntariamente a nuestras investigaciones; por otro lado, su instrucción, la superioridad de su inteligencia (lo que, entre paréntesis, no le impide ser un excelente espírita) y la experiencia que él ha adquirido en sus viajes alrededor del mundo como capitán de la Marina imperial, podrían hacernos esperar de su parte una evaluación más clara de su estado: nuestras expectativas han sido confirmadas. En consecuencia, hemos tenido con él las dos conversaciones siguientes, siendo la primera el 25 de noviembre y la segunda el 2 de diciembre de 1859.
(Primera conversación – Sociedad, 25 de noviembre de 1859)
1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
2. ¿Tenéis en este momento conciencia del deseo que me habéis expresado de ser evocado? –Resp. Perfectamente.
3. ¿En qué lugar estáis aquí? –Resp. Entre vos y el médium.
4. ¿Nos veis tan claramente como cuando asistís en persona a nuestras sesiones? –Resp. Más o menos, porque la situación está un poco velada; aún no duermo bien.
5. ¿Cómo tenéis conciencia de vuestra individualidad aquí presente, mientras que vuestro cuerpo está en la cama? –Resp. En este momento mi cuerpo no es más que un accesorio para mí. Soy YO que estoy aquí.
Nota – La respuesta: Soy YO que estoy aquí, es muy notable; para él, el cuerpo no es la parte esencial de su ser: esta parte es el Espíritu, que constituye el YO; su YO y su cuerpo son dos cosas distintas.
6. ¿Podéis transportaros instantáneamente y a voluntad de aquí para vuestra casa y viceversa? –Resp. Sí.
7. Al dirigiros de aquí para vuestra casa y viceversa, ¿tenéis conciencia del trayecto que hacéis? ¿Veis los objetos que están en vuestro camino? –Resp. Sí, pero no me detengo a observarlos porque no estoy interesado en ellos.
8. El estado en que os encontráis, ¿es semejante al de un sonámbulo? –Resp. No enteramente; mi cuerpo duerme, es decir, está más o menos inerte; el sonámbulo no duerme; sus facultades orgánicas son modificadas y no aniquiladas.
9. El Espíritu evocado de un encarnado, ¿podría indicar remedios, como un sonámbulo? –Resp. Si los conoce o si está en relación con un Espíritu que los conozca, sí; de lo contrario, no.
10. El recuerdo de vuestra existencia corporal ¿está claramente presente en vuestra memoria? –Resp. De forma muy nítida.
11. ¿Podríais citar algunas de vuestras ocupaciones más salientes del día? –Resp. Podría hacerlo, pero no lo haré, y lamento haber propuesto esta pregunta. (Él había pedido como prueba que se le hiciera una pregunta de este género.)
12. ¿Es como Espíritu que lamentáis haber propuesto esta pregunta? –Resp. Como Espíritu.
13. ¿Por qué lo lamentáis? –Resp. Porque comprendo mejor cuán justo es que, en la mayor parte del tiempo, sea prohibido hacerlo.
14. ¿Podríais darnos la descripción de vuestro cuarto? –Resp. Ciertamente, y el de mi conserje también.
15. ¡Pues bien! Tened entonces la bondad de describirnos vuestro cuarto o el de vuestro conserje. –Resp. He dicho que podría hacerlo, pero poder no es querer.
16. ¿Cuál es la enfermedad que os retiene en vuestra casa? –Resp. La gota.
17. ¿Existe un remedio para la gota? Si lo conocéis, ¿podríais tener la bondad de indicarlo, pues así prestaríais un gran servicio? –Resp. Podría, pero no lo haré; el remedio sería peor que el mal.
18. Peor o no, ¿queréis indicarlo, a pesar de que no lo uséis? –Resp. Hay varios; entre otros, el cólquico.
Nota – Al despertar, el Sr. de R... reconoció que nunca había oído hablar del uso de esta planta como específico antigotoso.
19. En vuestro estado actual, ¿veríais el peligro que podría correr un amigo, y podríais ir a ayudarlo? –Resp. Podría; si escuchara mi inspiración, lo inspiraría, y aún con más provecho si él fuese médium.
20. Puesto que os evocamos conforme vuestra voluntad, y ya que consentís poneros a disposición para nuestros estudios, tened a bien describirnos y hacernos comprender –lo mejor que podáis– el estado en que os encontráis ahora, si así fuere posible. –Resp. Me encuentro en el estado más feliz y más satisfactorio que se pueda experimentar. ¿Alguna vez habéis tenido uno de esos sueños en que el calor del lecho os hace creer que estáis siendo mecidos suavemente en el aire o en la cresta de una ola tibia, sin preocupación alguna con vuestros movimientos, sin ninguna conciencia de los miembros pesados e incómodos que se mueven o se arrastran, en una palabra, sin tener ninguna necesidad que satisfacer al no sentir el aguijón del hambre ni el de la sed? Me encuentro en este estado junto a vos; y aún no os he dado sino una muy pequeña idea de lo que experimento.
21. El estado actual de vuestro cuerpo, ¿siente alguna modificación fisiológica, debido a la ausencia del Espíritu? –Resp. De ninguna manera; me encuentro en el estado que llamáis el primer sueño, que es el sueño pesado y profundo que todos nosotros experimentamos, y durante el cual nos alejamos de nuestro cuerpo.
Nota – El sueño, que no era completo en el comienzo de la evocación, se estableció poco a poco como consecuencia del desprendimiento del Espíritu, que deja al cuerpo en un mayor reposo.
22. Si en razón de un movimiento brusco despertasen instantáneamente a vuestro cuerpo mientras vuestro Espíritu está aquí, ¿qué sucedería? –Resp. Lo que es brusco para el hombre es muy lento para el Espíritu, que siempre tiene tiempo de ser avisado.
23. La felicidad que acabáis de describirnos y de la cual gozáis en vuestro estado libre, ¿tiene alguna relación con las sensaciones agradables que a veces se experimenta en los primeros momentos de la asfixia? El Sr. S..., que involuntariamente ha tenido la satisfacción de experimentarlas, os dirije esta pregunta. –Resp. Él no está del todo errado; en la muerte por asfixia hay un instante análogo a aquel del cual habla, pero sólo el Espíritu pierde su lucidez, mientras que aquí ella es considerablemente aumentada.
24. ¿Vuestro Espíritu está ligado al cuerpo por algún lazo? –Resp. Sí, tengo perfecta conciencia de esto.
25. ¿A qué podéis comparar este lazo? –Resp. A nada que vosotros conozcáis; si pudiéseis verlo, tendría el aspecto de una luz fosforescente, pero que no produce ninguna sensación.
26. ¿Os afecta la luz de la misma manera? ¿Tiene ella la misma tonalidad que cuando la veis por los ojos? –Resp. Absolutamente, puesto que mis ojos son como unas especies de ventanas de mi cerebro.
27. ¿Percibís también los sonidos claramente? –Resp. Más claramente, porque percibo muchos otros que os escapan.
28. ¿Cómo transmitís vuestro pensamiento al médium? –Resp. Actúo sobre su mano para darle una dirección, que facilito por una acción sobre el cerebro.
29. ¿Os servís de las palabras del vocabulario que él tiene en la cabeza, o le indicáis las palabras que debe escribir? –Resp. Lo uno y lo otro, según mi conveniencia.
29 a. Si tuvieseis como médium a alguien que no supiera vuestro idioma, y su lengua os fuese desconocida –un chino, por ejemplo–, ¿cómo haríais para dictarle? –Resp. Esto sería más difícil; quizá imposible; en todo caso, sólo sería posible con una flexibilidad y docilidad muy raras de encontrar.
30. Un Espíritu, cuyo cuerpo estuviese muerto, ¿experimentaría la misma dificultad en comunicarse a través de un médium completamente extraño al idioma que aquél hablaba cuando encarnado? –Resp. Talvez menor, pero la misma existiría siempre; acabo de deciros que, según el caso, el Espíritu da al médium sus expresiones o recibe las de éste.
31. Vuestra presencia aquí, ¿fatiga vuestro cuerpo? –Resp. De ninguna manera.
32. ¿Vuestro cuerpo sueña? –Resp. No; es justamente por eso que no se fatiga. La persona de la cual habláis, a través de sus órganos experimentaba impresiones que se transmitían al Espíritu; era esto que la fatigaba; yo no siento nada parecido.
Nota – Él hace alusión a una persona de la que se hablaba en ese momento, y que en una situación semejante había dicho que su cuerpo se fatigaba, y había comparado su Espíritu a un globo cautivo, cuyas sacudidas agitaban el poste que lo retenía.
Al día siguiente el Sr. de R... C... nos dijo que había soñado que él estaba en la Sociedad entre nosotros y el médium; evidentemente es un recuerdo de la evocación. Es probable que en el momento de la pregunta no estuviese soñando, ya que respondió negativamente; o quizá también, e incluso esto es más probable, el sueño no era más que un recuerdo de la actividad del Espíritu, siendo que en realidad no es el cuerpo que sueña, puesto que el cuerpo no piensa. Él, pues, respondió negativamente, sin saber si, una vez despierto, su Espíritu se recordaría. Si el cuerpo hubiese soñado mientras su Espíritu estaba ausente, es que el Espíritu habría tenido una doble acción; ahora bien, él no podría estar al mismo tiempo en la Sociedad y en su casa.
33. ¿Vuestro Espíritu se encuentra en el estado en que se hallará cuando estuviereis muerto? –Resp. Aproximadamente, exceptuando el lazo que lo liga al cuerpo.
34. ¿Tenéis conciencia de vuestras existencias anteriores? –Resp. Muy confusamente: ahí está una diferencia que me olvidaba; después del desprendimiento completo que sigue a la muerte, los recuerdos son mucho más precisos; actualmente son más completos que durante la vigilia, pero no suficientes como para poder especificarlos de una manera inteligible.
35. Si al despertar os mostrasen lo que habéis escrito, ¿tendríais conciencia de las respuestas que acabáis de dar? –Resp. Podría identificar algunos de mis pensamientos; pero muchos otros no encontrarían eco en mi pensamiento durante la vigilia.
36. ¿Podríais ejercer sobre vuestro cuerpo una influencia lo bastante grande como para despertarlo? –Resp. No.
37. ¿Podríais responder a una pregunta mental? –Resp. Sí.
38. ¿Nos veis espiritualmente o físicamente? –Resp. Lo uno y lo otro.
39. ¿Podríais ir a visitar al hermano de vuestro padre, que dicen que está en una isla de Oceanía? Y vos, como marinero, ¿podríais dar con precisión la posición de esa isla? –Resp. No puedo nada de eso.
40. ¿Qué pensáis ahora de vuestra interminable obra y de su objetivo? –Resp. Pienso que debo proseguirla, así como el objetivo; es todo lo que puedo decir.
Nota – Él había deseado que se le hiciera esta pregunta sobre un importante trabajo que había emprendido en la Marina.
41. Nos agradaría mucho que tuvieseis a bien dirigir algunas palabras a vuestros colegas, una especie de pequeño discurso. –Resp. Ya que se presenta la ocasión, aprovecho para afirmaros mi fe en el futuro del alma; que la mayor falta que los hombres pueden cometer es buscar pruebas y pruebas; esto es a lo sumo perdonable en los hombres que están en el inicio del conocimiento del Espiritismo. ¿No os han repetido miles de veces que es preciso creer, porque se comprende y se ama la justicia y la verdad, y que si se diera atención a una de esas preguntas pueriles, los que pretenden hacerlas para convencerse no dejarían de realizar otras al día siguiente, y perderíais infaliblemente un tiempo precioso, haciendo echar la buenaventura a los Espíritus? Ahora lo comprendo mucho mejor que cuando estaba despierto, y puedo daros un consejo sabio: cuando quisiereis obtener tales resultados, dirigiros a los Espíritus golpeadores y a las mesas parlantes que, al no tener nada mejor que decir, pueden ocuparse de estas especies de manifestaciones. Perdonadme la lección, pero tengo necesidad de ella como los otros, y no me lamento en darla a mí mismo.
(Segunda conversación – 2 de diciembre de 1859)
42. Evocación. –Resp. Estoy aquí.
43. ¿Dormís bien? –Resp. No del todo; pero lo he de conseguir.
44. En el caso particular en que os encontráis, ¿juzgáis que sea útil hacer la evocación en el nombre de Dios, como si la misma fuese para un Espíritu desencarnado? –Resp. ¿Por qué no? Porque yo no haya muerto, ¿creéis que Dios me sea indiferente?
45. Si en el momento en que estáis aquí, vuestro cuerpo recibiese una picadura no lo suficientemente fuerte como para despertaros, pero lo bastante para haceros estremecer, ¿vuestro Espíritu la sentiría? –Resp. Mi cuerpo no la sentiría.
46. ¿Vuestro Espíritu tendría conciencia del hecho? –Resp. Ninguna conciencia; pero notad bien que vos me habláis de una sensación leve y sin ningún alcance e importancia para con el cuerpo o con el Espíritu.
47. A propósito de la luz, habéis dicho que la misma os parecía como en el estado de vigilia, considerando que vuestros ojos son como ventanas por donde ella llega a vuestro cerebro. Concebimos esto con referencia a la luz percibida por el cuerpo; pero en este momento no es vuestro cuerpo que ve. ¿Veis entonces a través de un punto circunscripto o por todo vuestro ser? –Resp. Es muy difícil haceros comprender esto; el Espíritu percibe sus sensaciones sin la intermediación de los órganos y no tiene un punto circunscripto para percibirlas.
48. Insisto nuevamente en saber si los objetos, el espacio que os rodea, tienen para vos la misma tonalidad que cuando estáis despierto. –Resp. Para mí, sí, porque mis órganos no me engañan; pero ciertos Espíritus encontrarían en esto grandes diferencias; por ejemplo, vosotros percibís los sonidos y los colores muy diferentemente.
49. ¿Percibís los olores? –Resp. También mejor que vosotros.
50. ¿Hacéis diferencia entre la luz y la oscuridad? –Resp. Diferencia, sí; pero para mí la oscuridad no es como para vosotros: yo veo perfectamente en lo oscuro.
51. ¿Vuestra visión penetra los cuerpos opacos? –Resp. Sí.
52. ¿Podríais ir a otro planeta? –Resp. Depende.
53. ¿Depende de qué? –Resp. Del planeta.
54. ¿A qué planeta podríais ir? –Resp. A los que están en el mismo grado que la Tierra o en un grado próximo.
55. ¿Veis a otros Espíritus? –Resp. A muchos, y aun así.
Nota – Una persona que lo conoce íntimamente, y que asistía a esta sesión, dice que esta expresión le es muy familiar; dicha persona ve en esto, así como en toda la forma de su lenguaje, una prueba de identidad.
56. ¿Los veis aquí? –Resp. Sí.
57. ¿Cómo constatáis su presencia? ¿Por alguna forma? –Resp. Por su propia forma, es decir, por su periespíritu.
58. ¿Veis algunas veces a vuestros hijos y podéis hablarles? –Resp. Los veo y les hablo muy a menudo.
59. Habéis dicho: Mi cuerpo es un accesorio; soy yo que estoy aquí. ¿Ese yo es circunscripto, limitado, tiene alguna forma? En
una palabra, ¿cómo os veis? –Resp. Es siempre el periespíritu.
60. El periespíritu ¿es entonces un cuerpo para vos? –Resp. Pero sin duda.
61. ¿Presenta vuestro periespíritu la forma de vuestro cuerpo material, y os parece que aquí estáis con vuestro cuerpo? –Resp. Sí a la primera pregunta, no a la segunda; tengo perfecta conciencia de estar aquí solamente con mi cuerpo fluídico luminoso.
62. ¿Podríais darnos un apretón de manos? –Resp. Sí, pero no lo sentiríais.
63. ¿Podríais hacerlo de una manera sensible? –Resp. Sí, pero no lo puedo hacer aquí.
64. Si vuestro cuerpo muriera súbitamente en el momento en que estáis aquí, ¿qué experimentaríais? –Resp. Yo estaría allá antes.
65. ¿Seríais desprendido más rápidamente que si murieseis en circunstancias ordinarias? –Resp. Sí; después de haber salido, solamente entraría para cerrar la puerta.
66. Habéis dicho que sufrís de gota; en esto no estáis de acuerdo con vuestro médico, aquí presente, que afirma que es un reumatismo neurálgico. ¿Qué pensáis? –Resp. Ya que vosotros estáis tan bien informados, pienso que esto os debe bastar.
67. (El médico.) ¿En qué os basáis para creer que sea la gota? –Resp. Es mi opinión; quizá me equivoque, sobre todo si vos estáis MUY SEGURO de no estar equivocado.
68. (El médico.) Sería posible que hubiera una complicación de gota y de reumatismo. –Resp. Entonces ambos tendríamos razón; sólo faltaría que nos abrazáramos.
(Esta respuesta provoca risas en la asamblea.)
69. Al vernos riendo, ¿esto os hace reír? –Resp. Pero a carcajadas; ¿entonces no me entendéis?
70. Habéis dicho que el cólquico es un remedio eficaz contra la gota; ¿de dónde os ha venido esta idea, ya que despierto no la conocíais? –Resp. Lo usé en otros tiempos.
71. ¿Ha sido, por lo tanto, en otra existencia? –Resp. Sí, y me ha hecho mal.
72. Si os hicieran una pregunta indiscreta, ¿seríais constreñido a responderla? –Resp. ¡Oh! Esta es muy fuerte; intentad, pues.
73. ¿Tenéis perfectamente así vuestro libre albedrío? –Resp. Más que vosotros.
Nota – En muchas ocasiones la experiencia ha probado que, aislado del cuerpo, el Espíritu tiene siempre su voluntad y solamente dice lo que quiere; al comprender mejor el alcance de las cosas, inclusive él es más prudente y más discreto de lo que sería cuando despierto. Cuando dice una cosa, es que juzga útil decirlo.
74. ¿Habríais tenido la libertad de no venir cuando os hubimos llamado? –Resp. Sí, con riesgo de sufrir las consecuencias.
75. ¿Cuáles son esas consecuencias? –Resp. Si me niego a ser útil a mis semejantes, sobre todo cuando tengo perfecta conciencia de mis actos, soy libre, pero soy punido.
76. ¿Qué género de punición sufriríais? –Resp. Sería necesario que me explayase sobre el código de Dios, y esto sería muy largo.
77. Si en este momento alguien os insultase, diciéndoos cosas que despierto no soportaríais, ¿qué sentimiento tendríais? –Resp. Desprecio.
78. ¿Entonces no buscaríais vengaros? –Resp. No.
79. ¿Tenéis idea de la posición que ocuparéis entre los Espíritus cuando allá estuviereis completamente? –Resp. No, esto no es permitido.
80. ¿Creéis que, en el estado actual en que os encontráis, el Espíritu pueda prever la muerte de su cuerpo? –Resp. Algunas veces, puesto que si debiese desencarnar súbitamente, el Espíritu siempre tendría tiempo para volver al cuerpo.
Consejos de familia
Nuestros lectores recuerdan, sin duda, el artículo que hemos publicado en el mes de septiembre último, con el título: Una Familia Espírita. Las siguientes comunicaciones son muy semejantes. En efecto, son consejos dictados en una reunión íntima, por un Espíritu eminentemente superior y benevolente. Dichos consejos se distinguen por el encanto, por la dulzura del estilo, por la profundidad de los pensamientos y, además, por los matices de una extrema delicadeza, los cuales son apropiados a la edad y al carácter de las personas a las que son dirigidos. El Sr. Rabache, comerciante de Burdeos, que ha servido de intermediario, ha tenido a bien autorizar la publicación de los mismos; no podemos sino felicitar a los médiums que obtienen semejantes comunicaciones: es una prueba de que ellos tienen simpatías felices en el mundo invisible.
Nuestros lectores recuerdan, sin duda, el artículo que hemos publicado en el mes de septiembre último, con el título: Una Familia Espírita. Las siguientes comunicaciones son muy semejantes. En efecto, son consejos dictados en una reunión íntima, por un Espíritu eminentemente superior y benevolente. Dichos consejos se distinguen por el encanto, por la dulzura del estilo, por la profundidad de los pensamientos y, además, por los matices de una extrema delicadeza, los cuales son apropiados a la edad y al carácter de las personas a las que son dirigidos. El Sr. Rabache, comerciante de Burdeos, que ha servido de intermediario, ha tenido a bien autorizar la publicación de los mismos; no podemos sino felicitar a los médiums que obtienen semejantes comunicaciones: es una prueba de que ellos tienen simpatías felices en el mundo invisible.
Castillo de Pechbusque, noviembre de 1859.
(Primera sesión)
Preguntaron al Espíritu protector de la familia si consentía en dar algunos consejos a los miembros presentes, y él respondió:
Sí; que tengan confianza en Dios y que busquen instruirse sobre las verdades inmutables y eternas que les enseña el libro divino de la naturaleza; él contiene toda la ley de Dios, y los que saben leerlo y comprenderlo son los únicos que siguen el verdadero camino de la sabiduría. Que nada de lo que vean sea descuidado, porque cada cosa lleva en sí una enseñanza, y por el uso del razonamiento debe elevar el alma hacia Dios y aproximarla a Él. En todo lo que se refiera a la inteligencia, que ellos busquen siempre distinguir el bien del mal; el primero, para practicarlo; el segundo, para evitarlo. Que antes de emitir un juicio, siempre vuelvan su pensamiento hacia el ETERNO, que los guiará al bien, Y NUNCA LOS ENGAÑARÁ.
(Segunda sesión)
Buenas noches, hijos míos. Si me amáis, buscad instruiros; reunios frecuentemente con este pensamiento. Poned vuestras ideas en común; este es un excelente medio, porque en general no comunicamos sino las cosas que son buenas: tenemos vergüenza de las malas. Así, estas últimas son guardadas en secreto o sólo son comunicadas a los que se quiere volver cómplices. Hay que discernir los buenos de los malos pensamientos, porque los primeros pueden, sin ningún recelo, ser comunicados a todo el mundo, mientras que los últimos podrían comunicarse, no sin peligro, a algunos. Cuando os viene un pensamiento, para juzgar su valor preguntáis si podéis hacerlo público sin inconvenientes, y si no producirá ningún mal: si vuestra conciencia os lo autoriza, estad ciertos –sin recelo– que vuestro pensamiento es bueno. Daos mutuamente buenos consejos, considerando sólo el bien de aquel a quien los dais, y no el vuestro. Vuestra recompensa estará en el placer que tendréis en haber sido útiles. La unión de los corazones es la fuente más fecunda de la felicidad, y si muchos hombres son infelices, es porque solamente buscan la felicidad para sí mismos; se les escapa precisamente porque creen encontrarla sólo en el egoísmo. Me refiero a la felicidad y no a la fortuna, porque esta última solamente ha servido como apoyo a la injusticia, y el objetivo de la existencia es la justicia. Ahora bien, si la justicia fuese practicada entre los hombres, el más afortunado sería aquel que hiciera la mayor suma de buenas obras. Por lo tanto, hijos míos, si queréis ser ricos, practicad muchas buenas acciones; poco importan los bienes del mundo; no es la satisfacción de la carne que se debe buscar, y sí la del alma: aquélla es efímera, ésta es eterna.
Es suficiente por hoy; meditad en estos consejos y tratad de ponerlos en práctica: he aquí el camino de la salvación.
(Tercera sesión)
Sí; que tengan confianza en Dios y que busquen instruirse sobre las verdades inmutables y eternas que les enseña el libro divino de la naturaleza; él contiene toda la ley de Dios, y los que saben leerlo y comprenderlo son los únicos que siguen el verdadero camino de la sabiduría. Que nada de lo que vean sea descuidado, porque cada cosa lleva en sí una enseñanza, y por el uso del razonamiento debe elevar el alma hacia Dios y aproximarla a Él. En todo lo que se refiera a la inteligencia, que ellos busquen siempre distinguir el bien del mal; el primero, para practicarlo; el segundo, para evitarlo. Que antes de emitir un juicio, siempre vuelvan su pensamiento hacia el ETERNO, que los guiará al bien, Y NUNCA LOS ENGAÑARÁ.
(Segunda sesión)
Buenas noches, hijos míos. Si me amáis, buscad instruiros; reunios frecuentemente con este pensamiento. Poned vuestras ideas en común; este es un excelente medio, porque en general no comunicamos sino las cosas que son buenas: tenemos vergüenza de las malas. Así, estas últimas son guardadas en secreto o sólo son comunicadas a los que se quiere volver cómplices. Hay que discernir los buenos de los malos pensamientos, porque los primeros pueden, sin ningún recelo, ser comunicados a todo el mundo, mientras que los últimos podrían comunicarse, no sin peligro, a algunos. Cuando os viene un pensamiento, para juzgar su valor preguntáis si podéis hacerlo público sin inconvenientes, y si no producirá ningún mal: si vuestra conciencia os lo autoriza, estad ciertos –sin recelo– que vuestro pensamiento es bueno. Daos mutuamente buenos consejos, considerando sólo el bien de aquel a quien los dais, y no el vuestro. Vuestra recompensa estará en el placer que tendréis en haber sido útiles. La unión de los corazones es la fuente más fecunda de la felicidad, y si muchos hombres son infelices, es porque solamente buscan la felicidad para sí mismos; se les escapa precisamente porque creen encontrarla sólo en el egoísmo. Me refiero a la felicidad y no a la fortuna, porque esta última solamente ha servido como apoyo a la injusticia, y el objetivo de la existencia es la justicia. Ahora bien, si la justicia fuese practicada entre los hombres, el más afortunado sería aquel que hiciera la mayor suma de buenas obras. Por lo tanto, hijos míos, si queréis ser ricos, practicad muchas buenas acciones; poco importan los bienes del mundo; no es la satisfacción de la carne que se debe buscar, y sí la del alma: aquélla es efímera, ésta es eterna.
Es suficiente por hoy; meditad en estos consejos y tratad de ponerlos en práctica: he aquí el camino de la salvación.
(Tercera sesión)
Sí, hijos míos, estoy aquí. Tened confianza en Dios, que nunca abandona a los que hacen el bien. Aquello que creéis un mal, frecuentemente sólo lo es con relación a vuestras concepciones. A menudo también el mal real no viene sino del desánimo ocasionado por una dificultad, que la calma de espíritu y la reflexión habrían evitado. Por lo tanto, reflexionad siempre y, como ya os lo he dicho, tened total confianza en Dios. Cuando experimentéis algunos disgustos, lejos de abandonaros a la tristeza, al contrario, resistid y haced todos los esfuerzos para triunfar, pensando que nada se obtiene sin trabajo, y que el éxito es frecuentemente acompañado por dificultades. Invocad en vuestra ayuda a los Espíritus benevolentes; ellos no pueden –como se os ha enseñado– hacer buenas obras en vuestro lugar, ni obtener nada de Dios para vosotros, porque es necesario que cada uno gane por sí mismo la perfección a la que todos estamos destinados; pero pueden inspiraros el bien, sugeriros una conducta apropiada y ayudaros con su concurso. Ellos no se manifiestan ostensiblemente, sino en el recogimiento; escuchad la voz de vuestra conciencia, recordándoos de mis consejos anteriores. –Confianza en Dios, calma y coraje.
(Cuarta sesión)
Buenas noches, hijos míos. Sí, es preciso continuar (las sesiones) hasta que un médium se manifieste para reemplazar al que debe dejaros. Su papel de iniciador, entre vosotros, se ha cumplido: continuad lo que habéis comenzado, porque vosotros también serviréis un día a la propagación de la verdad que en este momento es proclamada en el mundo entero por las llamadas manifestaciones de los Espíritus. Hijos míos, persuadios que lo que en general se entiende en la Tierra por Espíritu, no es Espíritu sino para vosotros. Después que este Espíritu, o alma, se separa de la materia grosera que lo envuelve, para vosotros él no tiene más cuerpo, porque vuestros ojos materiales no lo pueden ver más; pero es siempre materia, en lo que respecta a los que son más elevados que él. Para vosotros, pequeños hijos míos, voy a hacer una comparación bien imperfecta, pero que, entretanto, podrá daros una idea de la transformación a la que llamáis, de forma inapropiada, de muerte. Imaginaos una oruga que veis todos los días. Transcurrido el tiempo de su existencia en ese estado, ella se transforma en crisálida; aún pasa un tiempo en este estado y después, llegado el momento, se despoja de su envoltura grosera y da nacimiento a una mariposa que vuela. Ahora bien, al dejar su naturaleza grosera, la oruga representa al hombre que muere; la mariposa representa al alma que se eleva. La oruga se arrastra en la tierra; la mariposa vuela hacia el cielo. Ha cambiado de materia, pero aún es material. Si la oruga razonase, no vería a la mariposa que, entretanto, habría salido del capullo putrefacto de la crisálida. Por lo tanto, el cuerpo no puede ver al alma; pero el alma, envuelta en la materia, tiene conciencia de su existencia, y hasta el mayor de los materialistas la siente a veces interiormente; entonces, su orgullo le impide concordar con esto y se queda con su ciencia sin creencia, sin elevarse, hasta que finalmente le llegue la duda. Entonces, ni todo está acabado, porque en él la lucha es mayor; pero no es más que una cuestión de tiempo, porque –recordadlo, amigos míos– todos los hijos de Dios son creados para la perfección: felices aquellos que no pierden tiempo por el camino. La eternidad se compone de dos períodos: el de la prueba, que podría llamarse de incubación, y el de la eclosión o entrada en la vida verdadera, que llamáis la felicidad de los elegidos.
(Quinta sesión)
(Cuarta sesión)
Buenas noches, hijos míos. Sí, es preciso continuar (las sesiones) hasta que un médium se manifieste para reemplazar al que debe dejaros. Su papel de iniciador, entre vosotros, se ha cumplido: continuad lo que habéis comenzado, porque vosotros también serviréis un día a la propagación de la verdad que en este momento es proclamada en el mundo entero por las llamadas manifestaciones de los Espíritus. Hijos míos, persuadios que lo que en general se entiende en la Tierra por Espíritu, no es Espíritu sino para vosotros. Después que este Espíritu, o alma, se separa de la materia grosera que lo envuelve, para vosotros él no tiene más cuerpo, porque vuestros ojos materiales no lo pueden ver más; pero es siempre materia, en lo que respecta a los que son más elevados que él. Para vosotros, pequeños hijos míos, voy a hacer una comparación bien imperfecta, pero que, entretanto, podrá daros una idea de la transformación a la que llamáis, de forma inapropiada, de muerte. Imaginaos una oruga que veis todos los días. Transcurrido el tiempo de su existencia en ese estado, ella se transforma en crisálida; aún pasa un tiempo en este estado y después, llegado el momento, se despoja de su envoltura grosera y da nacimiento a una mariposa que vuela. Ahora bien, al dejar su naturaleza grosera, la oruga representa al hombre que muere; la mariposa representa al alma que se eleva. La oruga se arrastra en la tierra; la mariposa vuela hacia el cielo. Ha cambiado de materia, pero aún es material. Si la oruga razonase, no vería a la mariposa que, entretanto, habría salido del capullo putrefacto de la crisálida. Por lo tanto, el cuerpo no puede ver al alma; pero el alma, envuelta en la materia, tiene conciencia de su existencia, y hasta el mayor de los materialistas la siente a veces interiormente; entonces, su orgullo le impide concordar con esto y se queda con su ciencia sin creencia, sin elevarse, hasta que finalmente le llegue la duda. Entonces, ni todo está acabado, porque en él la lucha es mayor; pero no es más que una cuestión de tiempo, porque –recordadlo, amigos míos– todos los hijos de Dios son creados para la perfección: felices aquellos que no pierden tiempo por el camino. La eternidad se compone de dos períodos: el de la prueba, que podría llamarse de incubación, y el de la eclosión o entrada en la vida verdadera, que llamáis la felicidad de los elegidos.
(Quinta sesión)
Queridos hijos míos: veo con satisfacción que comenzáis a reflexionar sobre los avisos y los consejos que os doy. Sé que para el desarrollo actual de vuestra inteligencia, existen a la vez muchos temas para reflexión; pero debo aprovechar la ocasión que se presenta: en algunos días este intermediario no estará más a mi disposición, y era necesario impactar vuestra imaginación de manera a sugeriros el deseo de continuar vuestras sesiones, hasta que alguno de vosotros pudiera servir como reemplazante del actual médium. Espero que estas pocas sesiones, en las cuales os aconsejo a meditar por más tiempo, hayan sido suficientes para despertar vuestra atención y el deseo de profundizar más ese vasto objeto de investigaciones. Nunca toméis como regla satisfacer una vana curiosidad, y sí buscad instruiros y perfeccionaros. Es inútil que os preocupéis con la diferencia que pueda existir entre mis instrucciones y lo que sabéis o creéis saber; cada vez que una instrucción os es dada, preguntad si la misma es justa y si responde a las exigencias de la conciencia y de la equidad: cuando la respuesta sea afirmativa, no os inquietéis en saber si está de acuerdo con lo que se os ha dicho. ¡Qué os importa esto! Lo importante es lo justo, lo concienzudo y lo equitativo: todo lo que reúne estas condiciones es de Dios. Obedecer a una conciencia recta, sólo hacer cosas útiles, evitar todas aquellas que –sin ser malas– no tengan utilidad, es lo esencial; porque hacer algo inútil ya es hacer el mal. Evitad ser motivo de escándalo, incluso para vuestro perfeccionamiento: hay circunstancias en que la simple visión de vuestro cambio puede producir un efecto malo. Es así, por ejemplo, que la luz del día podría, no sin peligro, turbar súbitamente la vista de un hombre
preso en un calabozo oscuro. Entonces, que vuestro progreso no sea consagrado a la investigación sino cuando la sabiduría os aconseje a hacerlo. Perfeccionaos siempre; sólo cuando llegue el tiempo daréis el ejemplo. Aquellos para quienes escribo este consejo lo comprenderán, sin que yo tenga la necesidad de ser más explícito: su conciencia se lo dirá.
Por lo tanto, ¡coraje y perseverancia! Son las únicas leyes del éxito.
Nota – Este último consejo no podría tener una aplicación general; es evidente que al darlo, el Espíritu ha tenido un objetivo especial, como él mismo lo ha dicho; de otro modo, uno podría equivocarse en cuanto al sentido y al alcance de sus palabras.
preso en un calabozo oscuro. Entonces, que vuestro progreso no sea consagrado a la investigación sino cuando la sabiduría os aconseje a hacerlo. Perfeccionaos siempre; sólo cuando llegue el tiempo daréis el ejemplo. Aquellos para quienes escribo este consejo lo comprenderán, sin que yo tenga la necesidad de ser más explícito: su conciencia se lo dirá.
Por lo tanto, ¡coraje y perseverancia! Son las únicas leyes del éxito.
Nota – Este último consejo no podría tener una aplicación general; es evidente que al darlo, el Espíritu ha tenido un objetivo especial, como él mismo lo ha dicho; de otro modo, uno podría equivocarse en cuanto al sentido y al alcance de sus palabras.
Las piedras de Java
Bruselas, 9 de diciembre de 1859.
Señor Director:
He leído en la Revista Espírita el hecho relatado por Ida Pfeiffer sobre las piedras que caían en Java, en presencia de un oficial superior holandés con el cual estuve muy vinculado en 1817, ya que ha sido él quien me prestó sus pistolas y que fue testigo en mi primer duelo. Se llamaba Michiels, de Maestricht, y se volvió general en Java. La carta que relataba ese hecho agregaba que la caída de esas piedras, en una habitación aislada del distrito de Cheribon, no duró menos de doce días, y que los centinelas colocados por el general no descubrieron nada, ni él tampoco en todo el tiempo que permaneció allá. Estas piedras, formadas por una especie de piedra pómez, parecían ser creadas en el aire, a algunos pies del techo. Con ellas, el general hizo llenar varias cestas; los habitantes venían a buscarlas para hacer amuletos e inclusive remedios. Este hecho es muy conocido en Java, porque se repite con bastante frecuencia, sobre todo las escupidas de siri. Varios niños han sido perseguidos a pedradas en campo raso, pero sin ser alcanzados por las mismas. Se diría que Espíritus bromistas se divertían en asustar a las personas. Evocad al general Michiels en Espíritu: quizá él os explique este hecho. El Dr. Vanden Kerkhove, que durante mucho tiempo vivió en Java, me ha confirmado –como yo os afirmo– que vuestra Revista se vuelve cada día más interesante, más moralizadora y más buscada en Bruselas.
Atentamente,
JOBARD .
Bruselas, 9 de diciembre de 1859.
Señor Director:
He leído en la Revista Espírita el hecho relatado por Ida Pfeiffer sobre las piedras que caían en Java, en presencia de un oficial superior holandés con el cual estuve muy vinculado en 1817, ya que ha sido él quien me prestó sus pistolas y que fue testigo en mi primer duelo. Se llamaba Michiels, de Maestricht, y se volvió general en Java. La carta que relataba ese hecho agregaba que la caída de esas piedras, en una habitación aislada del distrito de Cheribon, no duró menos de doce días, y que los centinelas colocados por el general no descubrieron nada, ni él tampoco en todo el tiempo que permaneció allá. Estas piedras, formadas por una especie de piedra pómez, parecían ser creadas en el aire, a algunos pies del techo. Con ellas, el general hizo llenar varias cestas; los habitantes venían a buscarlas para hacer amuletos e inclusive remedios. Este hecho es muy conocido en Java, porque se repite con bastante frecuencia, sobre todo las escupidas de siri. Varios niños han sido perseguidos a pedradas en campo raso, pero sin ser alcanzados por las mismas. Se diría que Espíritus bromistas se divertían en asustar a las personas. Evocad al general Michiels en Espíritu: quizá él os explique este hecho. El Dr. Vanden Kerkhove, que durante mucho tiempo vivió en Java, me ha confirmado –como yo os afirmo– que vuestra Revista se vuelve cada día más interesante, más moralizadora y más buscada en Bruselas.
Atentamente,
El conocido carácter de la Señora Ida Pfeiffer, el sello de veracidad que llevan todos sus relatos, no nos dejan ninguna duda sobre la realidad del fenómeno en cuestión: pero se comprende toda la importancia que a esto venga a sumarse la carta del Sr. Jobard, por el testimonio del principal testigo ocular encargado de verificar el hecho, y que no tenía ningún interés en darle crédito si lo hubiese reconocido falso. A primera vista la naturaleza esponjosa de esa lluvia de piedras podría ser atribuida a un origen volcánico o aerolítico, y los escépticos no dejarían de decir que la superstición había tomado el lugar de un fenómeno natural. Si sólo tuviésemos el testimonio de los javaneses, la suposición sería fundada, y esas piedras, cayendo en campo raso, vendrían sin duda en apoyo a esta opinión. Pero el general Michiels y el Dr. Vanden Kerkhove no eran malayos, y sus afirmaciones tienen mucho valor. A esta consideración, por sí sola muy poderosa, es preciso agregar que esas piedras no caían solamente en pleno aire, sino en un cuarto donde parecían formarse a alguna distancia del techo: es el general quien lo afirma. Ahora bien, nosotros pensamos que nunca se han visto aerolitos formarse en la atmósfera de un cuarto. Si se admite la causa meteorológica o volcánica, cómo explicar las escupidas de siri, ya que los volcanes nunca las han arrojado, por lo menos de nuestro conocimiento. Descartada esta hipótesis por la propia naturaleza de los hechos, resta saber cómo esas sustancias pudieron formarse. Esta explicación se encuentra en nuestro artículo del mes de agosto de 1859, sobre Objetos en el Más Allá.
Correspondencia
Toulouse, 17 de diciembre de 1859.
Estimado Señor:
Acabo de leer vuestra respuesta al Sr. Oscar Comettant, cuyo artículo yo ya había leído. Si ese folletinista escéptico y neciamente burlón no se ha convencido con las buenas razones que vos le habéis dado, por lo menos él podría reconocer en vuestra respuesta la urbanidad del estilo que a él le faltó totalmente en su prosa; las digresiones vulgares con las cuales trató las evocaciones, me parecían las opiniones de un payaso. Los lamentos con que recordaba los dos francos que le había costado la sonata, bien merecen que la Sociedad votase a su favor un socorro de 2 francos. Como lo podréis comprender, mi estimado señor Allan Kardec, soy un espírita demasiado ardiente como para haber dejado sin respuesta un artículo donde yo he sido citado y acusado. A mi turno, escribí también al Sr. Oscar Comettant; al día siguiente de la recepción de su diario, él recibió mi siguiente carta:
Señor:
Tuve el placer de leer vuestro folletín del jueves: Variétés. Como me acusáis, ya que soy allí personalmente citado, os pido que me deis permiso para hacer al respecto algunas observaciones que consentiréis en aceptar, así como yo mismo he aceptado las espirituosas digresiones con que os habéis complacido en desvirtuar el relato de las evocaciones de Mozart y de Chopin. ¿De qué os queréis burlar con ese artículo humorístico? ¿Del Espiritismo? Os equivocáis mucho si creéis causarle el más mínimo daño. En Francia, al principio se hacen burlas, después se juzga y sólo se conceden los honores de los chistes a las cosas verdaderamente grandes y serias, con la libertad de concordar con éstas después de todo el examen que merecen.
Si el Sr. Ledoyen fuese tan ávido e interesado como queréis hacerlo creer, él debería agradeceros mucho por vos haber tenido a bien –en un folletín de once columnas– asegurar el éxito de una de sus más modestas publicaciones; es la primera vez que, en un gran diario, un artículo tan importante es publicado sobre el Espiritismo. Por este artículo casi estrepitoso, veo que el Espiritismo ya es tomado en consideración hasta por sus propios enemigos y, confidencialmente, os diré que los Espíritus nos han dicho que ellos se servirían también de sus enemigos para hacer triunfar a su causa. Así, no tenéis sino que poneros en guardia, si no queréis volveros un apóstol contra vuestra voluntad.
Vos solamente queréis ver en el Espiritismo un charlatanismo moral y comercial; nosotros –futuros inquilinos del hospicio– hemos encontrado la solución de una multitud de problemas contra los cuales la Humanidad no hallaba la causa desde hacía muchos siglos, por ejemplo: el reconocimiento razonado de Dios en todas sus obras materiales y espirituales; la certeza de la inmortalidad y de la individualidad del alma, probadas por las manifestaciones de los Espíritus; el conocimiento de las leyes de la justicia divina, estudiada en las diversas encarnaciones de los Espíritus, etc., etc. Si se diesen el trabajo de profundizar un poco estos temas, podrían ver que los mismos están por encima de todos los sarcasmos y de todos los escarnios. Por más que nos tratéis como soñadores y alucinados, en vez del E pur si muove de Galileo, nosotros diremos: ¡y sin embargo he aquí Dios!
Atentamente,
Toulouse, 17 de diciembre de 1859.
Estimado Señor:
Acabo de leer vuestra respuesta al Sr. Oscar Comettant, cuyo artículo yo ya había leído. Si ese folletinista escéptico y neciamente burlón no se ha convencido con las buenas razones que vos le habéis dado, por lo menos él podría reconocer en vuestra respuesta la urbanidad del estilo que a él le faltó totalmente en su prosa; las digresiones vulgares con las cuales trató las evocaciones, me parecían las opiniones de un payaso. Los lamentos con que recordaba los dos francos que le había costado la sonata, bien merecen que la Sociedad votase a su favor un socorro de 2 francos. Como lo podréis comprender, mi estimado señor Allan Kardec, soy un espírita demasiado ardiente como para haber dejado sin respuesta un artículo donde yo he sido citado y acusado. A mi turno, escribí también al Sr. Oscar Comettant; al día siguiente de la recepción de su diario, él recibió mi siguiente carta:
Señor:
Tuve el placer de leer vuestro folletín del jueves: Variétés. Como me acusáis, ya que soy allí personalmente citado, os pido que me deis permiso para hacer al respecto algunas observaciones que consentiréis en aceptar, así como yo mismo he aceptado las espirituosas digresiones con que os habéis complacido en desvirtuar el relato de las evocaciones de Mozart y de Chopin. ¿De qué os queréis burlar con ese artículo humorístico? ¿Del Espiritismo? Os equivocáis mucho si creéis causarle el más mínimo daño. En Francia, al principio se hacen burlas, después se juzga y sólo se conceden los honores de los chistes a las cosas verdaderamente grandes y serias, con la libertad de concordar con éstas después de todo el examen que merecen.
Si el Sr. Ledoyen fuese tan ávido e interesado como queréis hacerlo creer, él debería agradeceros mucho por vos haber tenido a bien –en un folletín de once columnas– asegurar el éxito de una de sus más modestas publicaciones; es la primera vez que, en un gran diario, un artículo tan importante es publicado sobre el Espiritismo. Por este artículo casi estrepitoso, veo que el Espiritismo ya es tomado en consideración hasta por sus propios enemigos y, confidencialmente, os diré que los Espíritus nos han dicho que ellos se servirían también de sus enemigos para hacer triunfar a su causa. Así, no tenéis sino que poneros en guardia, si no queréis volveros un apóstol contra vuestra voluntad.
Vos solamente queréis ver en el Espiritismo un charlatanismo moral y comercial; nosotros –futuros inquilinos del hospicio– hemos encontrado la solución de una multitud de problemas contra los cuales la Humanidad no hallaba la causa desde hacía muchos siglos, por ejemplo: el reconocimiento razonado de Dios en todas sus obras materiales y espirituales; la certeza de la inmortalidad y de la individualidad del alma, probadas por las manifestaciones de los Espíritus; el conocimiento de las leyes de la justicia divina, estudiada en las diversas encarnaciones de los Espíritus, etc., etc. Si se diesen el trabajo de profundizar un poco estos temas, podrían ver que los mismos están por encima de todos los sarcasmos y de todos los escarnios. Por más que nos tratéis como soñadores y alucinados, en vez del E pur si muove de Galileo, nosotros diremos: ¡y sin embargo he aquí Dios!
Atentamente,
BRION DORGEVAL.
Primer bajo de la Ópera Cómica en el Teatro de Toulouse, ex contratado del Sr. Carvalho.
Nota – No es de nuestro conocimiento que el Sr. Oscar Comettant haya publicado esta respuesta, ni tampoco la nuestra; ahora bien, atacar sin admitir la defensa no es un combate leal.
Bruselas, 23 de diciembre de 1859.
Mi querido colega:
Vengo a exponeros algunas reflexiones etnográficas sobre el mundo de los Espíritus, con la intención de rectificar una opinión bastante generalizada, pero, a mi parecer, muy errada sobre el estado del hombre después de su desencarnación.
Se imagina erróneamente que un imbécil, un ignorante, un bruto se vuelva inmediatamente un genio, un sabio, un profeta porque ha dejado su envoltura corporal. Es un error análogo al de quien admitiera que un criminal, liberado de la camisa de fuerza, se va a volver honesto, o que un tonto se vuelva sensato y que un fanático se transforme en razonable, por el solo hecho de haber transpuesto la frontera espiritual.
No es nada de eso; llevamos con nosotros todas nuestras conquistas morales, nuestro carácter, nuestro conocimiento, nuestros vicios y virtudes, con excepción de lo material: los cojos, los tuertos y los jorobados no lo son más; pero los bribones, los avaros y los supersticiosos aún continúan siéndolo. Por lo tanto, no es de admirarse que escuchemos a los Espíritus pedir oraciones, desear que se cumplan las peregrinaciones que ellos habían prometido e, incluso, que se encuentre el dinero que habían escondido, con el objetivo de darlo a la persona a quien lo habían destinado, y que la indican exactamente cuando está reencarnada.
En suma, el Espíritu que tenía un deseo, un plan, una opinión, una creencia en la Tierra, desea verlos realizados. Así, Hahnemann exclamaba: “Coraje, amigos míos, mi doctrina triunfa; ¡qué satisfacción para mi alma!”
En cuanto al Dr. Gall, vos sabéis lo que él piensa de su ciencia, así como Lavater, Swedenborg y Fourier, el cual me ha dicho que sus alumnos habían truncado su doctrina al querer saltar la fase del garantismo, que él me felicita por proseguir.
En una palabra, todos los Espíritus que profesaban una religión, una idolatría o un cisma por convicción, persisten en las mismas creencias, hasta que sean esclarecidos por el estudio y por la reflexión. Tal es el objeto de mis investigaciones en este momento, y evidentemente es un Espíritu lógico quien me las dicta, porque hace una hora yo solamente pensaba en ir a la cama para concluir la lectura del excelente y pequeño libro de la Sra. de Henry Gaugain, sobre las lamentables ideas preconcebidas de los bajo-bretones contra los nuevos inventos.
Al continuar vuestros estudios, reconoceréis que el Más Allá no es más que la imagen daguerrotipada de este mundo, que –como sabéis– reúne Espíritus malignos como el diablo, y malos como los demonios. No es de admirarse que las personas simples se engañen y se queden confundidas cuando se comunican con ellos, lo que las priva de la visita de los Espíritus buenos y grandes, menos raros allá en lo Alto que aquí abajo, ya que los hay de todos los tiempos y de todos los lugares, y éstos sólo nos quieren dar buenos consejos y hacernos el bien; mientras que sabéis con qué repugnancia y con qué cólera los malos responden al llamado forzado. Pero el mayor, el más raro de todos los Espíritus, el que viene solamente tres veces durante la vida de un globo, el Espíritu Divino, el Santo Espíritu, en fin, no obedece a las evocaciones de los pneumatólogos; viene cuando quiere, spiritus flat ubi vult, lo que no significa que no envíe a otros para prepararle el camino.
La jerarquía es una ley universal, todo es como todo, como además entre nosotros. Lo que retarda más el progreso de las buenas doctrinas, que la persecución no deja avanzar, es el falso respeto humano.
Hace mucho tiempo que el Magnetismo habría triunfado si, en lugar de decir: el Sr. X., el Sr. N., se hubiera dado el nombre y la dirección de las personas para referencias, como dicen los ingleses. Pero se dice: ¿quién es ese Sr. M. que se oculta? Aparentemente un mentiroso. ¿Y el Sr. J.? Un embustero. ¿Y ese Sr. F.? Un farsante o, mejor dicho, un ser en el cual no se puede confiar, porque se esconde y se enmascara para hacer mal o mentir.
Hoy, que las Academias admiten finalmente al Magnetismo y al sonambulismo, primos hermanos del Espiritismo, es necesario que sus adeptos tengan valor para asumirlo con todas las letras. El miedo al qué dirán es un sentimiento cobarde y malo.
La acción de asumir lo que se ha visto y lo que uno cree, no debe más ser considerado como un rasgo de coraje; por lo tanto, debéis aconsejar a vuestros adeptos a hacer lo que yo siempre he hecho: firmar.
JOBARD
Nota – No es de nuestro conocimiento que el Sr. Oscar Comettant haya publicado esta respuesta, ni tampoco la nuestra; ahora bien, atacar sin admitir la defensa no es un combate leal.
Bruselas, 23 de diciembre de 1859.
Mi querido colega:
Vengo a exponeros algunas reflexiones etnográficas sobre el mundo de los Espíritus, con la intención de rectificar una opinión bastante generalizada, pero, a mi parecer, muy errada sobre el estado del hombre después de su desencarnación.
Se imagina erróneamente que un imbécil, un ignorante, un bruto se vuelva inmediatamente un genio, un sabio, un profeta porque ha dejado su envoltura corporal. Es un error análogo al de quien admitiera que un criminal, liberado de la camisa de fuerza, se va a volver honesto, o que un tonto se vuelva sensato y que un fanático se transforme en razonable, por el solo hecho de haber transpuesto la frontera espiritual.
No es nada de eso; llevamos con nosotros todas nuestras conquistas morales, nuestro carácter, nuestro conocimiento, nuestros vicios y virtudes, con excepción de lo material: los cojos, los tuertos y los jorobados no lo son más; pero los bribones, los avaros y los supersticiosos aún continúan siéndolo. Por lo tanto, no es de admirarse que escuchemos a los Espíritus pedir oraciones, desear que se cumplan las peregrinaciones que ellos habían prometido e, incluso, que se encuentre el dinero que habían escondido, con el objetivo de darlo a la persona a quien lo habían destinado, y que la indican exactamente cuando está reencarnada.
En suma, el Espíritu que tenía un deseo, un plan, una opinión, una creencia en la Tierra, desea verlos realizados. Así, Hahnemann exclamaba: “Coraje, amigos míos, mi doctrina triunfa; ¡qué satisfacción para mi alma!”
En cuanto al Dr. Gall, vos sabéis lo que él piensa de su ciencia, así como Lavater, Swedenborg y Fourier, el cual me ha dicho que sus alumnos habían truncado su doctrina al querer saltar la fase del garantismo, que él me felicita por proseguir.
En una palabra, todos los Espíritus que profesaban una religión, una idolatría o un cisma por convicción, persisten en las mismas creencias, hasta que sean esclarecidos por el estudio y por la reflexión. Tal es el objeto de mis investigaciones en este momento, y evidentemente es un Espíritu lógico quien me las dicta, porque hace una hora yo solamente pensaba en ir a la cama para concluir la lectura del excelente y pequeño libro de la Sra. de Henry Gaugain, sobre las lamentables ideas preconcebidas de los bajo-bretones contra los nuevos inventos.
Al continuar vuestros estudios, reconoceréis que el Más Allá no es más que la imagen daguerrotipada de este mundo, que –como sabéis– reúne Espíritus malignos como el diablo, y malos como los demonios. No es de admirarse que las personas simples se engañen y se queden confundidas cuando se comunican con ellos, lo que las priva de la visita de los Espíritus buenos y grandes, menos raros allá en lo Alto que aquí abajo, ya que los hay de todos los tiempos y de todos los lugares, y éstos sólo nos quieren dar buenos consejos y hacernos el bien; mientras que sabéis con qué repugnancia y con qué cólera los malos responden al llamado forzado. Pero el mayor, el más raro de todos los Espíritus, el que viene solamente tres veces durante la vida de un globo, el Espíritu Divino, el Santo Espíritu, en fin, no obedece a las evocaciones de los pneumatólogos; viene cuando quiere, spiritus flat ubi vult, lo que no significa que no envíe a otros para prepararle el camino.
La jerarquía es una ley universal, todo es como todo, como además entre nosotros. Lo que retarda más el progreso de las buenas doctrinas, que la persecución no deja avanzar, es el falso respeto humano.
Hace mucho tiempo que el Magnetismo habría triunfado si, en lugar de decir: el Sr. X., el Sr. N., se hubiera dado el nombre y la dirección de las personas para referencias, como dicen los ingleses. Pero se dice: ¿quién es ese Sr. M. que se oculta? Aparentemente un mentiroso. ¿Y el Sr. J.? Un embustero. ¿Y ese Sr. F.? Un farsante o, mejor dicho, un ser en el cual no se puede confiar, porque se esconde y se enmascara para hacer mal o mentir.
Hoy, que las Academias admiten finalmente al Magnetismo y al sonambulismo, primos hermanos del Espiritismo, es necesario que sus adeptos tengan valor para asumirlo con todas las letras. El miedo al qué dirán es un sentimiento cobarde y malo.
La acción de asumir lo que se ha visto y lo que uno cree, no debe más ser considerado como un rasgo de coraje; por lo tanto, debéis aconsejar a vuestros adeptos a hacer lo que yo siempre he hecho: firmar.
Nota – Estamos de acuerdo en todos los puntos con el Sr. Jobard; primeramente, sus observaciones sobre el estado de los Espíritus son perfectamente exactas. En cuanto al segundo punto, anhelamos como él a que llegue el momento en el cual el miedo al qué dirán no detenga más a nadie. Pero, ¿qué queréis? Es preciso tener en cuenta la debilidad humana; unos comienzan, y el Sr. Jobard tendrá el mérito de haber dado el ejemplo; otros seguirán –estad seguro de esto– cuando perciban que pueden poner los pies hacia fuera sin ser mordidos; es necesario tiempo para todo; ahora bien, el tiempo llega más rápido de lo que cree el Sr. Jobard; la reserva que mantenemos en la publicación de los nombres es motivada por razones de conveniencia, por lo que hasta el presente no tenemos sino que congratularnos; mientras tanto, constatamos un progreso muy sensible en el coraje de opinión. Todos los días vemos a personas que, hasta hace poco tiempo, apenas se atrevían a confesarse espíritas; hoy lo hacen abiertamente en las conversaciones y defienden tesis sobre la Doctrina, sin preocuparse en lo más mínimo con los epítetos malsonantes con que las califican; este es un paso inmenso: el resto vendrá. Ya lo he dicho al comienzo: Algunos años más y se verá realmente otro cambio. En poco tiempo sucederá con el Espiritismo lo mismo que ocurrió con el Magnetismo: hasta hace bien poco atrás, solamente entre cuatro paredes se atrevían a decir que eran magnetizadores; hoy, ser magnetizador, es un título que da honor. Cuando estuvieren realmente convencidos de que el Espiritismo no quema, se dirán espíritas sin más miedo, como dicen que son frenólogos, homeópatas, etc. Estamos en un momento de transición, y las transiciones nunca se hacen bruscamente.
Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas
Pedidos de admisión – Cartas del Sr. L. Bénardacky, de San Petersburgo, y de la Sra. Elisa Johnson, de Londres, que piden para hacer parte de la Sociedad como miembros titulares.
Comunicaciones diversas – Lectura de dos comunicaciones dadas al Sr. Bouché, antiguo rector de la Academia, médium psicógrafo, por el Espíritu duquesa de Longueville, con respecto a una visita que esta última acaba de hacer, como Espíritu, al Port-Royal-des-Champs. Esas dos comunicaciones son notables por el estilo y por la elevación de los pensamientos. Ellas prueban que ciertos Espíritus vuelven a ver con placer los lugares donde vivieron cuando encarnados y que sienten el encanto del recuerdo. Indudablemente, cuanto más desmaterializados, menos importancia ellos dan a las cosas terrestres; pero hay algunos que aún se vinculan a las mismas por un largo tiempo después de su muerte, y parecen continuar –en el mundo invisible– las ocupaciones que tenían en este mundo, o al menos tienen un cierto interés al respecto.
Estudios – 1°) Evocación del Sr. conde Desbassyns de Richemont, desencarnado en el mes de junio de 1859 y que, desde hacía más de diez años, profesaba ideas espíritas. Esta evocación confirma la influencia de estas ideas en el desprendimiento del Espíritu después de la muerte.
2°) Evocación de la Hermana Marta, muerta en 1824.
3°) Segunda evocación del Sr. conde de R... C..., miembro de la Sociedad, que se encontraba en su casa debido a una indisposición, evocación seguida de preguntas que le son dirigidas sobre el aislamiento momentáneo del Espíritu y del cuerpo durante el sueño. (Publicada en este número.)
Estudios – 1°) Evocación del rey de Kanala (Nueva Caledonia), ya evocado el 28 de octubre, pero que por entonces había escrito con mucha dificultad y que había prometido ejercitarse para escribir de manera más legible. Da curiosas explicaciones sobre el modo utilizado para perfeccionarse. (Será publicada con la primera evocación.)
2°) Evocación del Espíritu de Castelnaudary. Se manifiesta por signos de gran cólera, sin poder escribir nada; quiebra siete u ocho lápices, algunos de los cuales son lanzados con fuerza contra los asistentes, y sacude violentamente el brazo del médium. Sobre el estado y la naturaleza de este Espíritu, san Luis da explicaciones interesantes y dice que es de la peor especie y que está en una de las situaciones más infelices. (Será publicada con todas las otras comunicaciones relacionadas al asunto.)
3°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera de san Vicente de Paúl, por el Sr. Roze; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado por el mismo Espíritu; la tercera de Melanchthon, por el Sr. Colin; y la cuarta de un Espíritu que ha tomado el nombre de Micaela –protectora de los niños–, por la Sra. de Boyer.
Viernes 2 de diciembre de 1859 (Sesión particular) Lectura del acta de la sesión del 25 de noviembre.
Pedidos de admisión – Cartas del Sr. L. Bénardacky, de San Petersburgo, y de la Sra. Elisa Johnson, de Londres, que piden para hacer parte de la Sociedad como miembros titulares.
Comunicaciones diversas – Lectura de dos comunicaciones dadas al Sr. Bouché, antiguo rector de la Academia, médium psicógrafo, por el Espíritu duquesa de Longueville, con respecto a una visita que esta última acaba de hacer, como Espíritu, al Port-Royal-des-Champs. Esas dos comunicaciones son notables por el estilo y por la elevación de los pensamientos. Ellas prueban que ciertos Espíritus vuelven a ver con placer los lugares donde vivieron cuando encarnados y que sienten el encanto del recuerdo. Indudablemente, cuanto más desmaterializados, menos importancia ellos dan a las cosas terrestres; pero hay algunos que aún se vinculan a las mismas por un largo tiempo después de su muerte, y parecen continuar –en el mundo invisible– las ocupaciones que tenían en este mundo, o al menos tienen un cierto interés al respecto.
Estudios – 1°) Evocación del Sr. conde Desbassyns de Richemont, desencarnado en el mes de junio de 1859 y que, desde hacía más de diez años, profesaba ideas espíritas. Esta evocación confirma la influencia de estas ideas en el desprendimiento del Espíritu después de la muerte.
2°) Evocación de la Hermana Marta, muerta en 1824.
3°) Segunda evocación del Sr. conde de R... C..., miembro de la Sociedad, que se encontraba en su casa debido a una indisposición, evocación seguida de preguntas que le son dirigidas sobre el aislamiento momentáneo del Espíritu y del cuerpo durante el sueño. (Publicada en este número.)
Viernes 9 de diciembre de 1859 (Sesión general) Lectura del acta de la sesión del 2 de diciembre. Comunicaciones diversas – El Sr. de la Roche transmite noticias sobre los hechos de manifestaciones notables que han sucedido en una casa de Castelnaudary. Estos hechos son relatados en la nota que precede a la narración de la evocación que ha tenido lugar al respecto y que será publicada.
Estudios – 1°) Evocación del rey de Kanala (Nueva Caledonia), ya evocado el 28 de octubre, pero que por entonces había escrito con mucha dificultad y que había prometido ejercitarse para escribir de manera más legible. Da curiosas explicaciones sobre el modo utilizado para perfeccionarse. (Será publicada con la primera evocación.)
2°) Evocación del Espíritu de Castelnaudary. Se manifiesta por signos de gran cólera, sin poder escribir nada; quiebra siete u ocho lápices, algunos de los cuales son lanzados con fuerza contra los asistentes, y sacude violentamente el brazo del médium. Sobre el estado y la naturaleza de este Espíritu, san Luis da explicaciones interesantes y dice que es de la peor especie y que está en una de las situaciones más infelices. (Será publicada con todas las otras comunicaciones relacionadas al asunto.)
3°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera de san Vicente de Paúl, por el Sr. Roze; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado por el mismo Espíritu; la tercera de Melanchthon, por el Sr. Colin; y la cuarta de un Espíritu que ha tomado el nombre de Micaela –protectora de los niños–, por la Sra. de Boyer.
Viernes 16 de diciembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta.
Admisiones – Son admitidos como miembros titulares: el Sr. L. Bénardacky, de San Petersburgo, y la Sra. Elisa Johnson, de Londres, presentados el 2 de diciembre.
Pedidos de admisión – El Sr. Forbes, de Londres, oficial de ingeniería, y la Sra. de Forbes, de Florencia, escriben solicitando formar parte de la Sociedad como miembros titulares. Informe y decisión aplazados para el próximo día 30 de diciembre.
Designación de seis dirigentes que deberán distribuir entre sí el trabajo de las sesiones generales hasta el 1º de abril, sin que haya necesidad de designar a uno de ellos para cada sesión. Además, entre sus atribuciones, les cabe señalar las infracciones que los oyentes extraños podrían cometer contra el Reglamento, por ignorar las exigencias de la Sociedad, advirtiendo a los miembros titulares que les hayan dado cartas personales de presentación.
A propuesta del Sr. Allan Kardec, la Sociedad decide que el Boletín de sus sesiones será publicado, en lo sucesivo, como un suplemento de la Revista, a fin de que el mismo no se publique en detrimento de las materias habituales del periódico. En razón de esta adición, cada número será aumentado en aproximadamente cuatro páginas, cuyos gastos quedarán a cargo de la Sociedad.
El Sr. Lesourd propone que cuando hayan cinco sesiones en un mes, la quinta sea dedicada a una sesión particular. (Aprobado.)
El mismo socio propone además que cuando un nuevo miembro fuere admitido, sea oficialmente presentado a los otros miembros de la Sociedad, a fin de que no llegue como un extraño. (Aprobado.)
El Sr. Thiry hace observar que los Espíritus que sufren piden frecuentemente ayuda de las oraciones como un alivio para sus penas; pero teniendo en cuenta que se puede llegar a perderlos de vista, él propone que a cada sesión el Presidente recuerde sus nombres. (Aprobado.)
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, que confirma con detalles circunstanciados el hecho de las manifestaciones de Java, relatadas por la Señora Ida Pfeiffer y publicadas en la Revista de diciembre. Él las ha obtenido del propio general holandés con el que estaba vinculado, el cual era encargado de vigilar la casa donde han sucedido esos hechos, siendo, por consiguiente, testigo ocular de los mismos. (Publicada en este número.)
2ª) Lectura de una comunicación del Espíritu de Castelnaudary, obtenida por el Sr. y por la Sra. de Forbes, oyentes en la última sesión. Han sido dados detalles interesantes y circunstanciados sobre este Espíritu, así como también de los acontecimientos que han ocurrido en la casa en cuestión. Varias otras comunicaciones han sido conseguidas al respecto, las cuales serán reunidas a las obtenidas en la Sociedad, a fin de ser publicadas cuando todo estuviere completo.
3ª) Lectura de una noticia sobre la Sra. Xavier, médium vidente. Esta dama no ve a voluntad, pero los Espíritus se le presentan espontáneamente. A pesar de no estar en sonambulismo ni en éxtasis, en ese mismo momento ella se encuentra, entretanto, en un estado particular que requiere gran calma y mucho recogimiento, de tal manera que, al ser interrogada sobre lo que ve, ese estado se disipa al instante y ella no ve nada más. Como conserva de ello un recuerdo completo, puede relatar más tarde lo que vio. Es así, por ejemplo, que entre otros ha visto a la Hermana Marta, en el día que ésta fue evocada, y la describió de manera que no dejó ninguna duda sobre su identidad. También vio en la última sesión al Espíritu de Castelnaudary, que estaba vestido con una camisa rasgada y que tenía un puñal en la mano, con sus manos manchadas de sangre, sacudiendo fuertemente el brazo del médium durante sus intentos por escribir, a cada vez que san Luis le aparecía y le ordenaba que escribiera. El Espíritu de Castelnaudary tenía una especie de sonrisa embrutecida en los labios; después, al hablarle sobre la oración, pareció al principio no haber comprendido, pero en el momento que san Luis le dio la explicación, se puso de rodillas.
El rey de Kanala le apareció con la cabeza de un blanco; tenía ojos azules, bigotes y patillas canosas, manos de negro, brazaletes de acero, una ropa azul y el pecho cubierto con una multitud de objetos que ella no pudo distinguir bien. «Le han dicho que esta apariencia se debe a que, entre la existencia anterior –de la cual habló– y la última, él había sido soldado en Francia bajo el reinado de Luis XV. Era una consecuencia de su estado relativamente adelantado. Pidió para volver entre su pueblo primitivo, de donde había salido, a fin de introducir allí, como jefe, las ideas de progreso. La forma que él tomó y su apariencia medio salvaje y medio civilizada son destinadas a mostraros, bajo una nueva faz, las que el Espíritu puede dar al periespíritu, con un objetivo instructivo y como indicio de los diferentes estados por los cuales ha pasado.»
La Sra. X... también vio que los Espíritus evocados venían a responder a la evocación y a las preguntas que nada tenían de reprensible en cuanto a su objetivo; y a la orden de san Luis se retiraban tan pronto como las preguntas tomasen un carácter insidioso, a fin de dejar responder en su lugar a los Espíritus presentes. «La mayor buena fe y la mayor franqueza debían dictar las preguntas; las segundas intenciones no nos escapan –agregó el Espíritu que al respecto fue interrogado por el marido de aquella señora; por lo tanto, nunca busquéis alcanzar vuestro objetivo por caminos sinuosos, porque así os desviaréis infaliblemente.»
Ella veía una corona fluídica alrededor de la cabeza del médium, como indicando los momentos en que se impedían las comunicaciones de los Espíritus que no eran llamados, porque las respuestas deberían ser sinceras; pero tan pronto como esta corona era retirada, ella veía a todos esos Espíritus intrusos disputando, de cierto modo, el lugar que les dejaban.
Finalmente ella vio al conde de R..., en Espíritu, bajo la forma de un corazón luminoso invertido, unido a un cordón fluídico que venía de afuera. Le han dicho que era para enseñaros primeramente que el Espíritu puede dar a su periespíritu la apariencia que quiere; después, porque esta dama podría haber tenido el inconveniente de encontrarse frente a frente con un Espíritu encarnado, que
hubiese visto como Espíritu desprendido. Más tarde, este inconveniente habrá disminuido o desaparecido.
Estudios – 1º) Evocación de Charlet.
2°) Tres comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera de san Agustín, por el Sr. Roze. Explica la misión del Cristo y confirma un punto muy importante explicado por Arago, sobre la formación del globo; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo (dando continuación al trabajo comenzado); y la tercera de Joinville, que firma con la ortografía antigua: amy de Loys, a través de la Srta. Huet.
Admisiones – Son admitidos como miembros titulares: el Sr. L. Bénardacky, de San Petersburgo, y la Sra. Elisa Johnson, de Londres, presentados el 2 de diciembre.
Pedidos de admisión – El Sr. Forbes, de Londres, oficial de ingeniería, y la Sra. de Forbes, de Florencia, escriben solicitando formar parte de la Sociedad como miembros titulares. Informe y decisión aplazados para el próximo día 30 de diciembre.
Designación de seis dirigentes que deberán distribuir entre sí el trabajo de las sesiones generales hasta el 1º de abril, sin que haya necesidad de designar a uno de ellos para cada sesión. Además, entre sus atribuciones, les cabe señalar las infracciones que los oyentes extraños podrían cometer contra el Reglamento, por ignorar las exigencias de la Sociedad, advirtiendo a los miembros titulares que les hayan dado cartas personales de presentación.
A propuesta del Sr. Allan Kardec, la Sociedad decide que el Boletín de sus sesiones será publicado, en lo sucesivo, como un suplemento de la Revista, a fin de que el mismo no se publique en detrimento de las materias habituales del periódico. En razón de esta adición, cada número será aumentado en aproximadamente cuatro páginas, cuyos gastos quedarán a cargo de la Sociedad.
El Sr. Lesourd propone que cuando hayan cinco sesiones en un mes, la quinta sea dedicada a una sesión particular. (Aprobado.)
El mismo socio propone además que cuando un nuevo miembro fuere admitido, sea oficialmente presentado a los otros miembros de la Sociedad, a fin de que no llegue como un extraño. (Aprobado.)
El Sr. Thiry hace observar que los Espíritus que sufren piden frecuentemente ayuda de las oraciones como un alivio para sus penas; pero teniendo en cuenta que se puede llegar a perderlos de vista, él propone que a cada sesión el Presidente recuerde sus nombres. (Aprobado.)
Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, que confirma con detalles circunstanciados el hecho de las manifestaciones de Java, relatadas por la Señora Ida Pfeiffer y publicadas en la Revista de diciembre. Él las ha obtenido del propio general holandés con el que estaba vinculado, el cual era encargado de vigilar la casa donde han sucedido esos hechos, siendo, por consiguiente, testigo ocular de los mismos. (Publicada en este número.)
2ª) Lectura de una comunicación del Espíritu de Castelnaudary, obtenida por el Sr. y por la Sra. de Forbes, oyentes en la última sesión. Han sido dados detalles interesantes y circunstanciados sobre este Espíritu, así como también de los acontecimientos que han ocurrido en la casa en cuestión. Varias otras comunicaciones han sido conseguidas al respecto, las cuales serán reunidas a las obtenidas en la Sociedad, a fin de ser publicadas cuando todo estuviere completo.
3ª) Lectura de una noticia sobre la Sra. Xavier, médium vidente. Esta dama no ve a voluntad, pero los Espíritus se le presentan espontáneamente. A pesar de no estar en sonambulismo ni en éxtasis, en ese mismo momento ella se encuentra, entretanto, en un estado particular que requiere gran calma y mucho recogimiento, de tal manera que, al ser interrogada sobre lo que ve, ese estado se disipa al instante y ella no ve nada más. Como conserva de ello un recuerdo completo, puede relatar más tarde lo que vio. Es así, por ejemplo, que entre otros ha visto a la Hermana Marta, en el día que ésta fue evocada, y la describió de manera que no dejó ninguna duda sobre su identidad. También vio en la última sesión al Espíritu de Castelnaudary, que estaba vestido con una camisa rasgada y que tenía un puñal en la mano, con sus manos manchadas de sangre, sacudiendo fuertemente el brazo del médium durante sus intentos por escribir, a cada vez que san Luis le aparecía y le ordenaba que escribiera. El Espíritu de Castelnaudary tenía una especie de sonrisa embrutecida en los labios; después, al hablarle sobre la oración, pareció al principio no haber comprendido, pero en el momento que san Luis le dio la explicación, se puso de rodillas.
El rey de Kanala le apareció con la cabeza de un blanco; tenía ojos azules, bigotes y patillas canosas, manos de negro, brazaletes de acero, una ropa azul y el pecho cubierto con una multitud de objetos que ella no pudo distinguir bien. «Le han dicho que esta apariencia se debe a que, entre la existencia anterior –de la cual habló– y la última, él había sido soldado en Francia bajo el reinado de Luis XV. Era una consecuencia de su estado relativamente adelantado. Pidió para volver entre su pueblo primitivo, de donde había salido, a fin de introducir allí, como jefe, las ideas de progreso. La forma que él tomó y su apariencia medio salvaje y medio civilizada son destinadas a mostraros, bajo una nueva faz, las que el Espíritu puede dar al periespíritu, con un objetivo instructivo y como indicio de los diferentes estados por los cuales ha pasado.»
La Sra. X... también vio que los Espíritus evocados venían a responder a la evocación y a las preguntas que nada tenían de reprensible en cuanto a su objetivo; y a la orden de san Luis se retiraban tan pronto como las preguntas tomasen un carácter insidioso, a fin de dejar responder en su lugar a los Espíritus presentes. «La mayor buena fe y la mayor franqueza debían dictar las preguntas; las segundas intenciones no nos escapan –agregó el Espíritu que al respecto fue interrogado por el marido de aquella señora; por lo tanto, nunca busquéis alcanzar vuestro objetivo por caminos sinuosos, porque así os desviaréis infaliblemente.»
Ella veía una corona fluídica alrededor de la cabeza del médium, como indicando los momentos en que se impedían las comunicaciones de los Espíritus que no eran llamados, porque las respuestas deberían ser sinceras; pero tan pronto como esta corona era retirada, ella veía a todos esos Espíritus intrusos disputando, de cierto modo, el lugar que les dejaban.
Finalmente ella vio al conde de R..., en Espíritu, bajo la forma de un corazón luminoso invertido, unido a un cordón fluídico que venía de afuera. Le han dicho que era para enseñaros primeramente que el Espíritu puede dar a su periespíritu la apariencia que quiere; después, porque esta dama podría haber tenido el inconveniente de encontrarse frente a frente con un Espíritu encarnado, que
hubiese visto como Espíritu desprendido. Más tarde, este inconveniente habrá disminuido o desaparecido.
Estudios – 1º) Evocación de Charlet.
2°) Tres comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera de san Agustín, por el Sr. Roze. Explica la misión del Cristo y confirma un punto muy importante explicado por Arago, sobre la formación del globo; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo (dando continuación al trabajo comenzado); y la tercera de Joinville, que firma con la ortografía antigua: amy de Loys, a través de la Srta. Huet.
Viernes 23 de diciembre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 16 de diciembre.
Pedidos de admisión – Cartas del Sr. Demange, comerciante de París, y del Sr. Soive, también comerciante de París, presentados para ser miembros titulares. Informe y decisión aplazados para la sesión del 30 de diciembre.
Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una evocación particular, realizada por la Sra. de B..., del Espíritu que se ha comunicado espontáneamente por intermedio de ella en la Sociedad con el nombre de Paul Miffet, en el momento en que él iba a reencarnarse. Esta evocación, que será publicada, presenta un interesante cuadro de la reencarnación y de la situación física y moral del Espíritu en los primeros instantes de su vida corporal.
2ª) Carta del Sr. Paul Netz, sobre los hechos que llevaron a la toma de posesión, por los cartujos, de las ruinas del castillo de Vauvert, situado en el barrio del Observatorio de París, bajo el reinado de Luis IX. Se decía que en ese castillo ocurrían supuestamente escenas de sortilegios, que cesaron cuando los monjes se instalaron allí. Al ser interrogado sobre esos hechos, san Luis respondió que los conocía perfectamente, pero que se trataba de una charlatenería.
Estudios – 1º) Cuestiones y problemas morales diversos dirigidos a san Luis, sobre el estado de los Espíritus sufridores. (Serán publicados.)
2º) Evocación de John Brown.
3º) Tres comunicaciones espontáneas: la primera a través del Sr. Roze, y firmada por el Espíritu de Verdad, conteniendo diversos consejos para la Sociedad; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo (dando continuación al trabajo comenzado); y la tercera sobre los Espíritus que presiden las flores, por la Sra. de B...
ALLAN KARDEC
Pedidos de admisión – Cartas del Sr. Demange, comerciante de París, y del Sr. Soive, también comerciante de París, presentados para ser miembros titulares. Informe y decisión aplazados para la sesión del 30 de diciembre.
Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una evocación particular, realizada por la Sra. de B..., del Espíritu que se ha comunicado espontáneamente por intermedio de ella en la Sociedad con el nombre de Paul Miffet, en el momento en que él iba a reencarnarse. Esta evocación, que será publicada, presenta un interesante cuadro de la reencarnación y de la situación física y moral del Espíritu en los primeros instantes de su vida corporal.
2ª) Carta del Sr. Paul Netz, sobre los hechos que llevaron a la toma de posesión, por los cartujos, de las ruinas del castillo de Vauvert, situado en el barrio del Observatorio de París, bajo el reinado de Luis IX. Se decía que en ese castillo ocurrían supuestamente escenas de sortilegios, que cesaron cuando los monjes se instalaron allí. Al ser interrogado sobre esos hechos, san Luis respondió que los conocía perfectamente, pero que se trataba de una charlatenería.
Estudios – 1º) Cuestiones y problemas morales diversos dirigidos a san Luis, sobre el estado de los Espíritus sufridores. (Serán publicados.)
2º) Evocación de John Brown.
3º) Tres comunicaciones espontáneas: la primera a través del Sr. Roze, y firmada por el Espíritu de Verdad, conteniendo diversos consejos para la Sociedad; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo (dando continuación al trabajo comenzado); y la tercera sobre los Espíritus que presiden las flores, por la Sra. de B...
Nota – La nueva edición de El Libro de los Espíritus ha de aparecer en enero.