Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Agosto

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Aviso

La oficina de redacción de la REVISTA ESPÍRITA y el domicilio particular del Sr. ALLAN KARDEC han sido transferidos a la calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.

Viernes 29 de junio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 22 de junio.

Lectura de una carta del Dr. de Grand-Boulogne, ex vicecónsul de Francia, que solicita ser admitido como miembro corresponsal en La Habana, hacia donde irá próximamente.

La Sociedad admite al Sr. de Grand-Boulogne en calidad de miembro corresponsal, y como su carta contiene una exposición sumaria muy juiciosa sobre el Espiritismo, la misma le pide permiso para incluirla en la Revista.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. de Costel sobre Los orígenes, firmado por Lázaro.

2ª) Relato de hechos de manifestaciones físicas espontáneas que últimamente han tenido lugar en la calle Noyers, y de los cuales varios periódicos han dado noticia, recordando hechos análogos que ocurrieron en 1849 en la calle Grès. Algunos han agregado que los hechos de la calle Grès eran el resultado de una superchería imaginada por el inquilino para rescindir el contrato de alquiler.

Al respecto, el Sr. de Grand-Boulogne ha dicho que él puede certificar la autenticidad de esos hechos; además, los mismos han sido relatados por el Sr. de Mirville, el cual tomó todas las informaciones necesarias para garantizar su realidad.

Uno de los miembros observa que, en semejantes casos, al volverse incómoda la afluencia de curiosos para los interesados, se libran de ellos tratando la cuestión de forma malevolente. Sobre todo el propietario, con miedo de ver su casa desocupada, tuvo todo el interés en no creer en dichas manifestaciones; tal es la razón del desmentido que frecuentemente es dado a hechos de esta naturaleza.

Estudios – 1º) Análisis realizado sobre el mérito y la eficacia de las pruebas del hombre de bien, soportadas con la finalidad de proporcionar alivio a los Espíritus sufridores e infelices, a propósito de un pasaje de la carta del Sr. de Grand-Boulogne.

Al respecto, se hace notar que al ser constatada la eficacia de la oración como siendo un testimonio de simpatía y de conmiseración, las pruebas que uno se impone pueden ser consideradas como un testimonio análogo que debe producir los mismos efectos que la oración; en este caso, la intención es todo y puede ser encarada como una oración más fervorosa todavía que aquella que sólo consiste en palabras.

2º) La Sra. N... expresa sus dudas sobre la identidad del Espíritu que le ha dado algunos consejos en la última sesión y que ella no cree que sean aplicables. Solicita que sea preguntado, a través de otro médium, si el Espíritu que se hubo comunicado era realmente san Luis. Ella agrega que le pareció ver, en la naturaleza de esas reflexiones, un sentimiento poco benevolente que no condice con la habitual mansedumbre de ese Espíritu; fue eso lo que le suscitó dudas.

Al ser interrogado sobre el tema, san Luis respondió por intermedio de la Srta. H...: «Sí, he sido realmente yo quien ha escrito esas líneas para daros un consejo. Es un error llevar a mal mis consejos; es necesario que aquel que quiera avanzar en la senda del bien sepa aceptar los consejos y las advertencias que se desea darle, aunque hieran su amor propio. La muestra de su adelanto consiste en la manera suave y humilde con que los recibe. Antaño, cuando me encontraba en la Tierra, ¿no he dado pruebas de gran humildad al someterme sin murmurar a las decisiones de la Iglesia, e incluso a las penitencias que ésta me imponía, por más humillantes que fuesen? Por lo tanto, sed dóciles y humildes, y no orgullosos; aceptad los consejos; tratad de corregiros y avanzaréis.»

El Sr. T... observa que cuando san Luis estaba encarnado, no siempre se sometió a la Iglesia, ya que él luchó contra sus pretensiones.

San Luis responde: «Al deciros que me he sometido a las penitencias que los jefes de la Iglesia me imponían, os he dicho la verdad; pero no os he dicho que mi conducta haya sido siempre irreprochable; yo he sido un gran pecador delante de Dios, aunque más tarde los hombres me hayan concedido el glorioso título de santo.»

El Sr. Allan Kardec agrega que san Luis siempre se sometió a las decisiones de la Iglesia en lo concerniente a los dogmas; él sólo luchó contra las pretensiones de otra naturaleza.

3º) Preguntas relacionadas con el consejo de san Luis sobre las experiencias de manifestaciones físicas, sugiriendo a la Sociedad para no ocuparse de las mismas.

4º) Preguntas acerca de la facultad mediúmnica en los niños, a propósito de las manifestaciones obtenidas en la última sesión por el joven N...

5º) Preguntas sobre el hecho de manifestaciones de la calle Noyers.

6º) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por la Sra. de Costel, acerca de La electricidad del pensamiento, firmado por Delphine de Girardin; el segundo por la Sra. de Lubr..., a propósito de los consejos dados por los Espíritus, firmado por Paul, Espíritu familiar.

Viernes 6 de julio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 29 de junio.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Achille R... da lectura a una carta de Limoges, en la cual el autor habla de un médium amigo suyo, que un Espíritu hace trabajar de ocho a nueve horas por día; dice él que este Espíritu debe darle un medio infalible para garantizar la identidad de los Espíritus y de nunca ser engañado; pero le recomienda secreto acerca de este punto y sobre sus comunicaciones en general.

Al respecto, el Sr. Allan Kardec advierte que ve tres motivos de sospecha en este caso: el primero es la duración del trabajo impuesto al médium, lo que siempre es una señal de obsesión. Los Espíritus buenos pueden indudablemente solicitar al médium que escriba, pero en general no son imperativos y nada prescriben de absoluto, ni en cuanto a las horas ni en cuanto a la duración del trabajo; al contrario, ellos detienen al médium cuando hay exceso de celo. El segundo es el supuesto procedimiento infalible para garantizar la identidad de los Espíritus; y el tercero, finalmente, la recomendación de guardar secreto. Si la receta fuese buena, no debería hacer misterio. Parece que este Espíritu quiere apoderarse del médium para llevarlo adonde desea, a favor de la supuesta infalibilidad de su procedimiento; probablemente teme que otros vean las cosas de forma clara y desbaraten sus maquinaciones; es por eso que recomienda silencio, a fin de no tener contradictores: es el modo de tener siempre razón.

Estudios 1º) Evocación de François Arago, por la Srta. H... San Luis responde que esta médium no es la que conviene a este Espíritu; aconseja elegir a otro intermediario.

Varias preguntas son hechas sobre la aptitud especial de los médiums para recibir las comunicaciones de tal o cual Espíritu. La respuesta es ésta: «Un Espíritu viene preferentemente a una persona cuyas ideas simpatizan con las que él tenía cuando estaba encarnado; hay entre el Cielo y la Tierra una relación de pensamientos aún mayor que la que existe en la Tierra.»

2º) Cuestión propuesta por el Sr. conde Z... sobre la distinción hecha por ciertos sonámbulos lúcidos que designan a los hombres con el calificativo de luz azul, y a las mujeres con el de luz blanca; él pregunta si el periespíritu tendría un color diferente según los sexos. El Espíritu interrogado responde lo siguiente: «Esto no tiene ninguna relación con nuestro mundo; es un hecho puramente físico y depende de la persona que ve. Entre los hombres existen los que no ven ciertos colores o los ven diferentemente de los otros cuando están despiertos; sucede lo mismo con las personas que están dormidas: pueden ver lo que otros no ven.»

3º) Son obtenidos cuatro dictados espontáneos: el primero por la Srta. Huet, por parte del Espíritu que comenzó a escribir sus Memorias; el segundo por el Sr. Didier, sobre La electricidad espiritual, firmado por Lamennais; el tercero por la Sra. de Costel, acerca de Las grandes verdades del Espiritismo, firmado por Lázaro, y el cuarto por la Srta. Stéphan..., titulado: Cada cual a lo suyo, firmado por Gustave Lenormand.

Viernes 13 de julio de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 6 de julio.

El Sr. Eugène de Porry, de Marsella, obsequia a la Sociedad un nuevo poema suyo, intitulado: Linda, leyenda gala. La Sociedad recuerda el encantador poema del mismo autor: Urania, y le expresa sus agradecimientos por haber tenido la gentileza de enviarle su nueva obra. La Sociedad encarga a la Srta. P... para hacer su respectiva reseña.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. S... transmite una nota sobre un hombre que se suicidó el año pasado en la calle Quincampoix para que su hijo quedara exento del servicio militar, volviéndolo así hijo único de una viuda. Se piensa que esta evocación podrá ser instructiva.

2ª) El Sr. de Grand-Boulogne envía una noticia sobre el musulmán Séih-ben-Moloka, que acaba de morir en Túnez con la edad de 110 años y cuya vida ha sido notable por las acciones de caridad que realizó. Será evocado.

Se entabla una conversación sobre la cuestión de la longevidad. El Sr. de Grand-Boulogne, que vivió mucho tiempo entre los árabes, dice que los ejemplos de esta naturaleza no son muy raros entre ellos, lo que indudablemente es preciso atribuirlo a la sobriedad. Él conoció a uno que tenía alrededor de 130 años. El Sr. conde Z... dice que Siberia es quizá la región donde la longevidad es más frecuente. La sobriedad y el clima tienen sin duda una gran influencia en la duración de la vida; pero lo que sobre todo debe contribuir para eso es la tranquilidad de espíritu y la ausencia de preocupaciones morales que generalmente afectan a las personas del mundo civilizado, envejeciéndolas prematuramente; es por eso que hay más cantidad de ancianos entre los que viven más cerca de la Naturaleza.

3ª) El Sr. Allan Kardec relata un caso personal, que muestra el deseo que tienen ciertos Espíritus de ser evocados cuando nunca lo han sido. Ellos aprovechan las ocasiones propicias para comunicarse, cuando las mismas se presentan.

4ª) Varios miembros comunican la protesta –publicada en varios diarios– del Sr. Lerible, antiguo vendedor de carbón de la calle Grès, en cuya casa ocurrieron hechos notables de manifestaciones en 1849, y cuya autenticidad había sido puesta en duda.

Estudios – 1º) Examen crítico de la disertación de Lamennais sobre La electricidad espiritual, realizado en la sesión del 6 de julio. El Espíritu explica y desarrolla los puntos que parecían confusos.

2º) Evocación del suicida de la calle Quincampoix.

3º) Evocación de Gustave Lenormand.

4º) Preguntas diversas sobre los médiums.

5º) Tres dictados son obtenidos simultáneamente: el primero, sobre El saber de los Espíritus, firmado por Channing; el segundo, dando continuación a la disertación: La electricidad del pensamiento, firmado por Delphine de Girardin; y el tercero, sobre La caridad, firmado por Lamennais, a propósito de la noticia que se ha leído sobre el musulmán Séih-ben-Moloka.

Viernes 20 de julio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 13 de julio.

El Presidente hace la observación de que –desde algún tiempo atrás– se ha dejado de leer, tal como se había estipulado, los nombres de los Espíritus que piden asistencia. De ahora en adelante esto será realizado luego de la invocación general.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de dos dictados obtenidos por el Sr. C..., nuevo médium, uno sobre Las presunciones del hombre, firmado por Massillon; otro sobre El futuro, firmado por san Luis. El Sr. C... pregunta si, sobre todo en este último dictado, no existe algo que denote una sustitución del Espíritu, sin tener en cuenta su propia opinión al respecto.

Después de una lectura atenta, la Sociedad reconoce en esta comunicación el sello de una indiscutible superioridad y no ve nada que desmienta el carácter de san Luis, de donde deduce que sólo puede emanar de un Espíritu elevado.

2ª) Lectura de otro dictado, intitulado: La experiencia, obtenido por la Sra. de Costel y firmado por Georges.

El Presidente anuncia que varios miembros nuevos hacen progresos notables como médiums de diversos géneros; él los invita a comunicar a la Sociedad los hechos que obtengan. La Sociedad es necesariamente limitada en sus trabajos por el tiempo; Ella debe ser el centro hacia donde tengan convergencia los resultados obtenidos en las reuniones particulares. Sería egoísmo guardar para sí mismo los trabajos que pueden ser útiles a todos; además, es un medio de control por los esclarecimientos a que pueden dar lugar, a menos que el médium esté convencido de la infalibilidad de sus comunicaciones o que haya recibido –como el de Limoges– la orden terminante de mantenerlas en secreto, lo que seguramente sería una mala señal y un doble motivo de sospecha. La primera cualidad que un médium debe tener es la de despojarse de todo amor propio, así como de toda falsa modestia, por la simple razón de que, no siendo más que un instrumento, no puede atribuirse el mérito de lo que recibe de bueno, ni ofenderse con la crítica de lo que puede ser malo. La Sociedad es una familia, cuyos miembros –animados por una benevolencia recíproca– deben ser movidos únicamente por el deseo de instruirse y de extirpar todo sentimiento de personalismo y de rivalidad, si comprenden la Doctrina como verdaderos espíritas. Al respecto, el Sr. C... ha dado un muy buen ejemplo y ha mostrado que no es de esos médiums que creen que no tienen nada más para aprender, solamente porque reciben algunas comunicaciones firmadas por grandes nombres. Al contrario, cuanto más imponentes sean los nombres, más uno debe temer ser el juguete de Espíritus embusteros.

3ª) El Sr. Achille R... da lectura a una carta que relata un hecho curioso de manifestación espontánea que tuvo lugar en la prisión de Limoges, cuya realidad ha sido constatada por el autor de la carta. (Publicada más adelante en la sección Variedades.)

4ª) El Sr. Allan Kardec narra otro hecho muy singular que le ha sido relatado el año pasado por un visitante, cuyo nombre y dirección no recuerda, y a cuya fuente, por consecuencia, no puede recurrir para verificarlo. He aquí de qué se trata.

Un médico creyente y un amigo suyo que no creía en nada conversaban sobre Espiritismo; el primero le dijo al otro: «Voy a hacer una prueba; no sé si tendré éxito; en todo caso, no respondo por nada. Designadme a una persona viva que os sea muy simpática». Al indicar el amigo una joven que reside en una ciudad bastante distante y que también era conocida del médico, éste le dijo: «Id a pasear en el jardín y observad lo que suceda; os repito que estoy haciendo una experiencia y que puede ser improductiva». Durante el paseo de su amigo, él evocó a la joven; al cabo de un cuarto de hora su amigo volvió y le dijo: «Acabo de ver a esa persona; ella estaba vestida de blanco, se me acercó, me dio un apretón de manos y luego desapareció; pero lo que es muy singular es que ella me dejó en el dedo este anillo». Inmediatamente el médico envió al padre de la joven un despacho telegráfico que decía lo siguiente: «No preguntéis nada; respondedme inmediatamente y decidme qué hacía vuestra hija a las tres horas y cómo estaba vestida». La respuesta fue ésta: «A las tres horas mi hija estaba sentada conmigo en el salón; usaba un vestido blanco; ella adormeció durante 15 a 20 minutos; pero al despertar, ella percibió que no tenía más el anillo que tenía habitualmente».

Se entabló un debate sobre este hecho, cuyos diferentes grados de probabilidad e improbabilidad fueron examinados. Al ser interrogado sobre el tema, san Luis respondió: «El hecho de la aparición es posible; el fenómeno de aporte no es menos posible, a través del periespíritu de un encarnado. Ciertamente, a Dios todo es posible, pero Él sólo permite tales cosas muy raramente: un Espíritu desencarnado puede producir esos aportes más fácilmente. En cuanto a deciros si el hecho es verdadero, lo ignoro».

Nota Agradeceríamos mucho a la persona que nos ha contado el relato que acabamos de publicar, si por ventura ella lo lee, el tener a bien darnos algunos esclarecimientos al respecto.

Estudios – 1º) Preguntas sobre los Espíritus que toman nombres supuestos.

2º) Evocación del Espíritu de la calle Noyers.

3º) Cinco dictados espontáneos son obtenidos: el primero de Lamennais, que solicita una rectificación al informe de su comunicación sobre La caridad; el segundo acerca de Las víctimas de Siria, firmado por Jean; el tercero sobre Las aberraciones de la inteligencia, firmado por Georges; el cuarto acerca de Los errores de los médiums, firmado por Paul, y el quinto sobre El concurso de los médiums, firmado por Gustave Lenormand.

Durante la sesión se escucharon golpes muy claros cerca de la Srta. Stéphan... Era el Espíritu Gustave que –como dijo– quería forzarla a escribir, cuestión en la que ella no estaba pensando; él consideró que ése era un medio de provocar preguntas que la obligarían a venir a la mesa, pues él mismo tenía el deseo de dar una comunicación por su intermedio.

Después de la sesión, en una comunicación privada, al haberse preguntado a san Luis si quedó satisfecho con la misma, respondió: «Sí y no; os habéis equivocado al tolerar los continuos cuchicheos de ciertos miembros, cuando los Espíritus son interrogados. Algunas veces recibís comunicaciones que exigen réplicas serias de vuestra parte y respuestas aún más serias por parte de los Espíritus evocados, que con aquello –creedlo– estarán en desagrado; a raíz de esto no obtendréis nada completo, porque el médium que escribe experimenta graves distracciones, perjudiciales a su ministerio. Hay una cosa que hacer: leer en la próxima sesión estas observaciones, que serán comprendidas por todos los socios. Decidles que aquí no es, de ninguna manera, una sala de conversación.»

SAN LUIS

Concordancia espírita y cristiana

La siguiente carta ha sido dirigida a la Sociedad de Estudios Espíritas por el Dr. de Grand-Boulogne, ex vicecónsul de Francia.

Sr. Presidente:

Deseando vivamente formar parte de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, pero obligado a dejar Francia dentro de poco tiempo, vengo a solicitar el honor de ser admitido como miembro corresponsal. Tengo la ventaja de ser conocido personalmente por vos, y no tengo necesidad de deciros con qué interés y con cuánta simpatía acompaño los trabajos de la Sociedad. He leído vuestras obras, así como la del barón de Guldenstubbe, y por consiguiente conozco los puntos fundamentales del Espiritismo, cuyos principios adopto sinceramente tal cual os son enseñados. Como proclamo aquí mi firme voluntad de vivir y de morir cristiano, esta declaración me lleva a haceros mi profesión de fe y veréis –quizá con algún interés– que mi fe religiosa acoge muy naturalmente los principios del Espiritismo; ahora bien, en mi opinión, he aquí cómo las dos cosas se alían:

1. Dios: creador de todas las cosas.

2. Objetivo y fin de todos los seres creados: concurrir para la armonía universal.

3. En el universo creado existen tres reinos principales: el reino material o inerte; el reino orgánico o vital, y el reino intelectual y moral.

4. Todo ser creado está sometido a leyes.

5. Los seres comprendidos en los dos primeros reinos obedecen invariablemente, y la armonía nunca es perturbada por ellos.

6. El tercer reino –como los dos primeros– está sometido a leyes, pero goza del singular privilegio de poder sustraerse a las mismas; al tener libre albedrío, posee también la temible facultad de desobedecer a Dios.
El hombre pertenece a la vez a los tres reinos: es un Espíritu encarnado.

7. Las leyes que rigen el mundo moral están formuladas en el Decálogo, pero se resumen en este admirable precepto de Jesús: Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

8. Toda derogación de la ley constituye una perturbación en la armonía universal; ahora bien, Dios no permite que tal perturbación se mantenga, debiendo el orden ser necesariamente restablecido.

9. Existe una ley destinada a la reparación del desorden en el mundo moral, y esa ley se encuentra enteramente resumida en esta palabra: expiación.

10. La expiación se efectúa: 1º) por el arrepentimiento y por los actos de virtud; 2º) por el arrepentimiento y por las pruebas; 3º) por la oración y por las pruebas del justo, unidas al arrepentimiento del culpable.

11. La oración y las pruebas del justo, aunque concurran de manera más eficaz para la armonía universal, son insuficientes para la expiación absoluta de la falta; Dios exige el arrepentimiento del pecador; pero con ese arrepentimiento, la oración del justo y su penitencia en favor del culpable son suficientes para la justicia eterna, y el crimen es perdonado.

12. La vida y la muerte de Jesús ponen en evidencia esta adorable verdad.

13. Sin libre albedrío no hay pecado, pero tampoco hay virtud.

14. ¿Qué es la virtud? El coraje en el bien.

15. Lo más bello que hay en el mundo no es, como dijo un filósofo, el espectáculo de una gran alma luchando contra la adversidad; es el esfuerzo perpetuo de un alma progresando en el bien y elevándose de virtud en virtud hacia el Creador.

16. ¿Cuál es la más bella de todas las virtudes? La caridad.

17. ¿Qué es la caridad? Es el atributo especial del alma que, en sus fervorosas aspiraciones para el bien, se olvida de sí misma y se consume en esfuerzos por la felicidad del prójimo.

18. El conocimiento está muy por debajo de la caridad; él nos eleva en la jerarquía espírita, pero no contribuye para el restablecimiento del orden perturbado por el malo. El conocimiento nada expía, nada rescata, en nada influye sobre la justicia de Dios; al contrario, la caridad expía y apacigua. El conocimiento es una cualidad; la caridad es una virtud.

19. ¿Cuál ha sido el designio de Dios al permitir que los Espíritus encarnen? Para una parte del mundo espiritual, crear una situación sin la cual no existiría ninguna de las grandes virtudes que nos llenan de respeto y de admiración. En efecto, sin sufrimiento no hay caridad; sin peligro no hay coraje; sin infortunio no hay devoción; sin persecución no hay estoicismo; sin cólera no hay paciencia, etc. Ahora bien, con la desaparición de esos males, sin corporeidad desaparecen esas virtudes.

Para el hombre un poco desprendido de los lazos de la materia, hay en este conjunto del bien y del mal una armonía, una grandeza de un orden más elevado que la armonía y la grandeza del mundo exclusivamente material.

En pocas palabras, esto responde a las objeciones basadas en la incompatibilidad del mal con la bondad y la justicia de Dios.

Sería necesario escribir varios volúmenes para desarrollar convenientemente esas diversas proposiciones; pero el objeto de esta comunicación no es ofrecer a la Sociedad una tesis filosófica y religiosa; solamente he querido formular algunas verdades cristianas que están en armonía con la Doctrina Espírita. Estas verdades son, desde mi punto de vista, la base fundamental de la religión y, lejos de debilitarse, ellas se fortifican con las revelaciones espíritas. También no dudo en expresar un pesar: es que los ministros del culto, cegados por la demonofobia, se niegan a esclarecerse y condenan sin examen. Si los cristianos no hicieran oídos sordos a las revelaciones de los Espíritus, todo lo que en la enseñanza religiosa perturba nuestros corazones o subleva nuestra razón desaparecería de repente; sin modificarse en su esencia, la religión ampliaría el círculo de sus dogmas, y los destellos de la nueva verdad consolarían e iluminarían a las almas. Y si es verdad, como dice el Padre Ventura, que las doctrinas filosóficas o religiosas acaban invariablemente por traducirse en los actos comunes de la vida, es bien evidente que una nación iniciada en el Espiritismo se volvería la más admirable y la más feliz de las naciones.

Se dirá que una sociedad verdaderamente cristiana sería perfectamente feliz; estoy de acuerdo; pero la enseñanza religiosa tanto se hace por el temor como por el amor, y los hombres –dominados por sus pasiones–, queriendo a toda costa liberarse de los dogmas que los amenazan, serán siempre tan numerosos que el grupo de cristianos firmes constituirá siempre una débil minoría. Los cristianos son numerosos, pero los verdaderos cristianos son raros.

No sucede lo mismo con la enseñanza espírita. Aunque su moral se confunda con la del Cristianismo y aunque pronuncie, como Éste, palabras conminatorias, tiene muy ricos tesoros de consuelo; la enseñanza espírita es a la vez muy lógica y muy práctica; derrama una luz viva en nuestro destino; disipa tan bien las oscuridades que perturban la razón y las perplejidades que atormentan los corazones, que en verdad parece imposible que un espírita sincero se niegue un sólo día a trabajar por su adelanto, y de ese modo no concurra para restablecer la armonía perturbada por el desbordamiento de las pasiones egoístas y ávidas.

Por consiguiente, se puede afirmar que al propagar las verdades que tenemos la felicidad de conocer, trabajamos por la Humanidad, y nuestra obra será bendecida por Dios. Para que un pueblo sea feliz, es necesario que el número de los que quieren el bien, de los que practiquen la ley de caridad, supere al de los que quieren el mal y a los que sólo practican el egoísmo. Creo en mi alma y tengo conciencia de que el Espiritismo, apoyado en el Cristianismo, es llamado a operar esta revolución.

Al estar compenetrado de estos sentimientos y al querer contribuir, en la medida de mis fuerzas, para la felicidad de mi semejantes, y al mismo tiempo en que busco ser mejor, solicito, Señor Presidente, formar parte de vuestra Sociedad.

Atentamente,

DE GRAND-BOULOGNE, Doctor en Medicina,
ex vicecónsul de Francia.


Nota – Esta carta no necesita comentarios y cada uno apreciará el alto alcance de los principios formulados en la misma, lo que ha sido hecho de una manera tan profunda, tan simple y tan clara a la vez. Ésos son los principios del verdadero Espiritismo, los cuales ciertos hombres se atreven a poner en ridículo, pues pretenden tener el privilegio de la razón y del buen sentido, porque no saben si tienen un alma y porque no hacen diferencia entre su futuro y el de una máquina. Nosotros agregaremos solamente una observación: el Espiritismo bien comprendido es la salvaguardia de las ideas verdaderamente religiosas que se extinguen; al contribuir para el mejoramiento de los individuos, Él traerá por la fuerza de las cosas el mejoramiento de las masas, y no está lejos el tiempo en que los hombres comprendan que en esta Doctrina encontrarán el más fecundo elemento del orden, del bienestar y de la prosperidad de los pueblos; y esto por una razón muy sencilla: es que Ella mata al materialismo que desarrolla y alimenta al egoísmo, fuente perpetua de las luchas sociales, y le da una razón de ser. Una sociedad cuyos miembros fuesen todos guiados por el amor al prójimo y que inscribiese la caridad en lo más alto de todos sus códigos, sería feliz y en poco tiempo vería apagarse los odios y las discordias; el Espiritismo puede realizar este prodigio y lo hará a despecho de aquellos que todavía lo escarnecen. Porque los escarnecedores pasarán, pero el Espiritismo permanecerá.


El trapero de la calle Noyers
(Sociedad, 29 de junio de 1860)

Con el título: Escenas de hechicería en el siglo XIX, el diario Le Droit relata el siguiente hecho:

«Un hecho muy extraño sucede en este momento en la calle Noyers. El Sr. Lesage, administrador del Palacio de Justicia, ocupa un departamento en esta calle. Hace algún tiempo que objetos, provenientes no se sabe de dónde, son arrojados como proyectiles en la vivienda que alquila, quebrando sus vidrios e hiriendo de un modo más o menos grave a las personas que allí se encuentran: son fragmentos bastante considerables y medio carbonizados de leña, son pedazos muy pesados de hulla y hasta de los llamados carbones de París. La empleada doméstica del Sr. Lesage recibió varios de ellos en el pecho, lo que le produjo fuertes contusiones.

«La víctima de esos sortilegios acabó pidiendo la asistencia de la policía. Se pusieron agentes para vigilar; pero ellos mismos no tardaron en ser acometidos por la artillería invisible, y les fue imposible saber de dónde venían esos golpes.

«Al haberse vuelto insoportable la permanencia en una casa donde era necesario vivir en estado de alerta continua, el Sr. Lesage solicitó al propietario la rescisión del contrato. Esta petición fue concedida, haciéndose venir para redactar el acta al escribano Sr. Vaillant, cuyo nombre convenía perfectamente en una circunstancia en que las diligencias judiciales no podrían ser hechas sin peligro.

«En efecto, cuando el funcionario ministerial hacía el acta, un pedazo enorme de carbón, arrojado con una fuerza extrema, entró por la ventana y se chocó contra la pared, haciéndose polvo. Sin perturbarse, el Sr. Vaillant usó este polvo para echarlo en la página que acababa de escribir, a fin de secarla, como antaño Junot usó la tierra que se había levantado tras la caída de una bala de cañón.

«En 1847 tuvo lugar, en la calle Grès, un caso análogo, cuyo relato hemos realizado oportunamente. Un tal Sr. L..., vendedor de carbón, también servía de blanco a fantásticos saeteros, siendo que ese incomprensible hecho de arrojar piedras ponía en gran sobresalto a todo el vecindario. Paralelamente a la casa habitada por el carbonero había un terreno baldío, en medio del cual se encontraba la antigua iglesia de la calle Grès, hoy Escuela de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Al principio imaginaron que los proyectiles partían de allí, pero después constataron que no. Cuando vigilaban de un lado, las piedras llegaban del otro. Entretanto, acabaron sorprendiendo en flagrante al mago, que no era otro sino el propio Sr. L... Él había recurrido a esa fantasmagoría porque estaba disgustado con la casa y quería obtener la rescisión de su contrato.

«No sucedió lo mismo con el Sr. Lesage, cuya honorabilidad excluye toda idea de artimaña y que, además, estaba satisfecho con su departamento, dejándolo con pesar.

«Se espera que la investigación, que es llevada a cabo por el Sr. Hubaut, comisario del quartier de la Sorbona, esclarezca este misterio que tal vez no sea más que una broma de mal gusto, excesivamente prolongada.»

1. (A san Luis.) ¿Tendríais la bondad de decirnos si el hecho relatado anteriormente es real? En cuanto a su posibilidad, nosotros no dudamos del mismo. –Resp. Sí, esos hechos son verdaderos; sólo la imaginación de los hombres los ha aumentado, ya sea por miedo o por ironía; pero, os lo repito, son verdaderos. Esas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte a expensas de los habitantes del lugar.

Nota – Desde entonces hemos tenido la oportunidad de ver al propio Sr. Lesage, que ha tenido a bien honrarnos con su visita, y no solamente nos ha confirmado los hechos, sino que los ha completado y rectificado en varios puntos. San Luis tenía razón al decir que han sido aumentados por miedo o por ironía; en efecto, la historia del polvo recogido estoicamente por el valeroso escribano, a imitación de Junot, es una invención del jocoso periodista. Más adelante daremos un relato completamente exacto de los hechos, con las nuevas observaciones que los mismos han dado lugar.

2. ¿Hay en la casa una persona que sea la causa de esas manifestaciones? –Resp. Éstas son siempre causadas por la presencia de la persona que es atacada; es que el Espíritu perturbador no quiere al morador del local donde está, y desea hacerle maldades o incluso intentar desalojarlo.

3. Preguntamos si, entre los moradores de la casa, hay alguien que sea la causa de esos fenómenos por una influencia medianímica espontánea e involuntaria. –Resp. Sí, es necesario; sin esto el hecho no podría tener lugar. Un Espíritu habita en su lugar predilecto; permanece inactivo hasta que se presente allí alguien cuya naturaleza le sea conveniente; cuando esta persona llega, entonces él se divierte cuanto puede.

4. Estos Espíritus son siempre de un orden muy inferior; la aptitud para servirles de auxiliar, ¿es una conjetura desfavorable para la persona? ¿Esto no denota una simpatía con los seres de esta naturaleza? –Resp. No exactamente, porque esa aptitud depende de una disposición física; entretanto, esto denota muy frecuentemente una tendencia material que sería preferible no tener, porque cuanto más elevado es uno moralmente, más atrae a sí mismo Espíritus buenos que necesariamente alejan a los malos.

5. ¿Dónde el Espíritu encuentra los proyectiles de que se sirve? –Resp. Muy a menudo estos objetos diversos son recogidos en esos propios lugares; una fuerza que proviene del Espíritu los lanza al espacio y caen en el lugar designado por ese Espíritu. Cuando en esos lugares no existen piedras, carbones, etc., pueden ser fabricados por ellos muy fácilmente.

Nota – En la Revista del mes de agosto de 1859 hemos dado la teoría completa de esas especies de fenómenos, en los artículos: Objetos en el Más Allá y Pneumatografía o escritura directa.

6. ¿Creéis que sería útil evocar a este Espíritu para pedirle algunas explicaciones? –Resp. Evocadlo si queréis; pero es un Espíritu inferior que sólo dará respuestas muy insignificantes.

(Sociedad, 29 de junio de 1860)

1. Evocación del Espíritu perturbador de la calle Noyers. –Resp. ¿Por qué me llamáis? ¿Queréis que os arroje piedras? Sería entonces un sálvese quien pueda, a pesar de vuestro aire de bravura.

2. Aunque aquí tú nos arrojaras piedras, no tendríamos miedo; te pregunto si efectivamente las puedes arrojar. –Resp. Aquí tal vez yo no pudiese; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros.

3. ¿Había en la calle Noyers alguien que te servía de auxiliar para facilitarte las malas pasadas que hacías a los moradores de la casa? –Resp. Ciertamente, encontré un buen instrumento, y no había ningún Espíritu docto, sabio y prudente para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta a veces divertirme.

4. ¿Quién era la persona que te servía de instrumento? –Resp. Una empleada doméstica.

5. ¿Ella te servía de auxiliar sin que lo supiese? –Resp. ¡Oh, sí! ¡Pobre joven! Era la más asustada.

6. Entre las personas que están aquí, ¿hay alguna que sea apta para ayudarte a producir efectos semejantes? –Resp. Bien que yo podría encontrar a una, si ella quisiera prestarse a esto, pero no para ejecutarlos aquí.

7. ¿Puedes designarla? –Resp. Sí; allá, a la derecha de aquel que habla; el que usa anteojos.

Nota En efecto, el Espíritu designa a un miembro de la Sociedad que es médium escribiente, pero que nunca tuvo ninguna manifestación física; es probable que sea una nueva broma del Espíritu.

8. ¿Has actuado con un objetivo hostil? –Resp. Yo no tenía ningún objetivo hostil, pero los hombres, que se apoderan de todo, sacarán ventaja del mismo.

9. ¿Qué quieres decir con esto? No te comprendemos. –Resp. Yo buscaba divertirme; pero vosotros estudiáis la cuestión y tenéis un hecho más para mostrar que nosotros existimos.

10. ¿Dónde has buscado los objetos que arrojaste? –Resp. Son bastante comunes: los encontré en el patio y en los jardines vecinos.

11. ¿Los encontraste a todos o has fabricado algunos? –Resp. Yo no he creado ni compuesto nada.

12. Si no los hubieses encontrado, ¿podrías fabricarlos? –Resp. Habría sido más difícil; pero, en rigor, uno mezcla materias y esto hace un todo cualquiera.

13. Ahora, dinos cómo los has arrojado. –Resp. ¡Ah! Esto es más difícil de explicar: me he servido de la naturaleza eléctrica de aquella joven, en conjunto con mi naturaleza menos material; así, ambos pudimos transportar aquellos diversos materiales. (Véase la nota que se encuentra después de la evocación.)

14. Pienso que aceptas en darnos algunas informaciones sobre tu persona. Dinos primero si hace mucho tiempo que has muerto. –Resp. Bastante tiempo: hace cincuenta años.

15. ¿Qué eras en vida? –Resp. Poca cosa de bueno; yo era trapero en aquella calle, y algunas veces me decían tonterías, porque me gustaba mucho el vino tinto del viejo Noé; es por eso que yo quería desalojarlos a todos.

16. ¿Ha sido por ti mismo y de buena voluntad que has respondido a nuestras preguntas? –Resp. He tenido un orientador.

17. ¿Quién es ese orientador? –Resp. Vuestro buen rey Luis.

Nota Esta pregunta ha sido motivada por la naturaleza de ciertas respuestas que parecieron sobrepasar el alcance de este Espíritu, por el fondo de las ideas e incluso por la forma del lenguaje. No hay nada de sorprendente que él haya sido ayudado por un Espíritu más esclarecido que quería aprovechar la ocasión para darnos una instrucción. Esto es un hecho muy común; pero una particularidad notable en esta circunstancia es que la influencia del otro Espíritu se hizo sentir en la propia escritura: la letra de las respuestas en que éste ha intervenido es más regular y más natural; las otras respuestas tienen una letra muy inclinada, gruesa, irregular, a menudo poco legible y muestra un carácter totalmente distinto.

18. ¿Qué haces ahora? ¿Te ocupas con tu futuro? –Resp. Todavía no; estoy errante; piensan tan poco en mí en la Tierra, que nadie ora por mí; así, no soy ayudado y no trabajo.

19. ¿Cuál era tu nombre cuando estabas encarnado? –Resp. Jeannet.

20. ¡Pues bien! Nosotros oraremos para ti. Dinos si nuestra evocación te ha dado placer o te ha contrariado. –Resp. Me ha dado placer, porque vosotros sois buenos, alegres, aunque un poco austeros; lo importante es que me habéis escuchado, y estoy contento.

JEANNET


Nota La explicación que el Espíritu ha dado a la pregunta Nº 13 está perfectamente acorde con la que nos ha sido dada hace tiempo por otros Espíritus, sobre la manera con la cual actúan para operar el movimiento y el traslado de las mesas y de otros objetos inertes. Cuando es dada la explicación de esta teoría, el fenómeno parece muy simple; se comprende que resulta de una ley de la Naturaleza, por lo que no es maravilloso, así como no lo son todos los efectos de los cuales no se conoce la causa. Esta teoría se encuentra completamente desarrollada en los números de la Revista de mayo y de junio de 1858.

Todos los días la experiencia nos confirma la utilidad de las teorías que hemos dado de los fenómenos espíritas; una explicación racional de esos fenómenos debía tener como resultado hacer comprender su posibilidad, y por lo tanto adquirir la convicción de los mismos; es por eso que muchas personas que no se habían convencido a través de los hechos más extraordinarios, se convencieron desde que pudieron saber el porqué y el cómo. Agreguemos que, para muchos, esas explicaciones hacen desaparecer lo maravilloso, colocando los hechos –por más insólitos que sean– en el orden de las cosas naturales, es decir, no siendo de manera alguna derogaciones de las leyes de la Naturaleza, y no teniendo el diablo nada que ver con eso. Cuando tienen lugar espontáneamente, como en la calle Noyers, casi siempre ofrecen la ocasión de hacer el bien y de aliviar alguna alma.

Se sabe que en 1849 hechos similares tuvieron lugar en la calle Grès, cerca de la Sorbona. El Sr. Lerible, que ha sido víctima de los mismos, acaba de dar un desmentido a los diarios que lo han acusado de superchería, llevándolos a los tribunales. Los considerandos de su citación judicial merecen ser relatados:

El 9 de julio del año 1860, a requerimiento del Sr. Lerible, antiguo vendedor de carbón y de leña, propietario, residente en París en la calle Grenelle-Saint-Germain Nº 64, elector, con domicilio en su propiedad;

Yo, Aubin-Jules Demonchy, escribano del Tribunal Civil del Sena, con sede en París, residente en la calle Fossés-Saint-Victor Nº 43, el que suscribe, notifico al Sr. Garat, gerente del diario La Patrie, en la oficina de redacción de dicho diario, situado en París en la calle Croissant, donde estando y hablando con una mujer de confianza, declaré lo siguiente:

En respuesta al artículo publicado el 27 de junio último, en la sección Hechos del diario La Patrie, determino insertar la siguiente citación judicial realizada por el demandante contra el gerente del diario Le Droit, ofreciendo el demandante pagar los gastos de inserción, en caso de que su respuesta exceda el número de líneas que la ley autoriza a publicar:

«El 5 de julio de 1860, a requerimiento del Sr. Lerible, antiguo vendedor de carbón y de leña, propietario, residente en París en la calle Grenelle-Saint-Germain Nº 64, elector, con domicilio en su propiedad;

«Yo, Aubin-Jules Demonchy, escribano del Tribunal Civil del Sena, con sede en París, residente en la calle Fossés-Saint-Victor Nº 43;

«Cito al Sr. François, en su nombre y como gerente del diario Le Droit, en la oficina de redacción de dicho diario, situado en París en la Plaza Dauphine, donde estando y hablando con...

«A comparecer el 8 de agosto de 1860 a la audiencia y delante de los señores presidente y jueces que componen la sexta cámara del Tribunal de Primera Instancia del Sena, estatuyendo en materia de policía correccional, en el Palacio de Justicia de París, a las diez de la mañana, para:

«Considerando que en su número del 26 de junio último y por ocasión de los hechos que habrían pasado en una casa de la calle Noyers, el diario Le Droit relata que hechos análogos habrían tenido lugar en 1847, en una casa de la calle Grès;

«Que el redactor acompaña sus observaciones con explicaciones que tienden a hacer creer que los ataques de que la casa de la calle Grès era objeto en 1847 emanaban del propio inquilino de esta casa, que los habría practicado de mala fe, a fin de obtener, por medio de una especulación deshonesta, la rescisión de su contrato;

«Considerando que los hechos señalados por el diario Le Droit realmente han tenido lugar, no en 1847 sino en 1849, en la casa que el demandante ocupaba en esa época en la calle Grès;

«Que aunque el nombre del demandante haya sido indicado por una letra inicial, en el artículo del diario Le Droit, la designación exacta de su industria, la de los locales que habitaba y, en fin, el relato de los hechos en cuestión que han sido recogidos por el propio diario, señalan suficientemente al demandante como siendo el autor de las maniobras atribuidas a la persona que ocupaba la casa de la calle Grès;

«Considerando que estas imputaciones son de naturaleza que atentan contra el honor y la consideración del demandante;

«Que son tanto más reprensibles, ya que ninguna verificación de los acontecimientos tratados habría sido realizada y que, a ejemplo de aquellos en los cuales la calle Noyers parece haber sido palco, esos acontecimientos quedaron sin explicación;

«Que además el demandante era propietario, desde 1847, de la casa y del terreno que él ocupaba en la calle Grès; que la suposición a la que llegó el director del diario Le Droit no tiene ninguna razón de ser y nunca fue formulada;

«Considerando que los términos empleados por el diario Le Droit constituyen una difamación y están sujetos a las penas establecidas en la ley;

«Que todos los periódicos de París se aprovecharon del artículo de Le Droit, y que el honor del demandante sufrió, en razón de esta publicidad, una ofensa cuya reparación le es debida;

«Por estos motivos:

«Resuelve aplicar al Sr. François las penas establecidas en la ley, condenándolo, inclusive individualmente, a pagar al demandante los daños y perjuicios que éste se reserva para reclamar en audiencia, los cuales declara en este momento que va a emplearlos en beneficio de los pobres; además, resuelve que el juicio que ha de efectuarse sea insertado en todos los diarios de París a expensas del susodicho, condenándolo también al pago de los gastos del proceso, bajo todas las reservas;

«Y a fin de que el susodicho no lo ignore, le he dejado en su domicilio, y en los términos arriba mencionados, una copia del presente documento.

«Costo: 3 francos y 55 centavos.

Firmado: DEMONCHY

«Registrado en París el 6 de julio de 1860; recibidos: 2 francos y 20 centavos.

Firmado: DUPERRON

«Declarando al susodicho que si no acata la presente intimación, el demandante entablará recurso por las vías de derecho;

«Y le he dejado esta copia en su domicilio, en los términos arriba mencionados.

«Costo: 9 francos y 10 centavos.»

DEMONCHY



Conversaciones familiares del Más Allá

Thilorier, el físico

Thilorier se ocupaba activamente en la búsqueda de un motor destinado a reemplazar el vapor, y pensó haberlo encontrado en el ácido carbónico, que él había conseguido condensar. Por entonces el vapor era considerado un medio tosco y extraño de locomoción. Al respecto, es leída la siguiente noticia en la crónica de La Patrie del 22 de septiembre de 1859:

Si Thilorier hubiese encontrado un motor de un poder sin igual, al lado del cual el vapor no fuese más que una puerilidad, tendría aún que regular su fuerza, y tres o cuatro veces los ensayos que él había intentado resultaron funestos. Las explosiones de los aparatos lo cubrieron de numerosas heridas y provocaron en el mártir de la Ciencia una sordera casi completa.

En ese ínterin, se consideró oportuno repetir la experiencia de la condensación del ácido carbónico en el Colegio de Francia. Por una imprudencia o por una circunstancia funesta, el aparato se quebró, explotó, hirió gravemente a varias personas, le costó la vida a uno de los ayudantes del profesor y le arrancó un dedo a Thilorier.

No fue el dedo que él lamentó, sino el descrédito que cayó sobre el nuevo motor que él había descubierto. El miedo se apoderó de todos los científicos y los mismos se rehusaron a rendirse a estos ingenuos argumentos de Thilorier: «¡Mi aparato de condensación ya explotó más de veinte veces en mis manos, pero es la primera vez que mata a alguien! ¡Siempre me ha herido!» El solo nombre del ácido carbónico ahuyentaba a todo el Instituto, sin contar la Sorbona y el Colegio de Francia.

Thilorier, un poco triste, se encerró en su laboratorio más de lo que lo hacía habitualmente; aquellos que lo estimaban pudieron notar desde entonces un profundo cambio que se operó en sus hábitos. Pasaba días enteros sin pensar en poner su gato en las rodillas, caminaba aceleradamente y no usaba más sus tubos de ensayo ni sus aparatos de destilación. Cuando por ventura salía de casa, era para solamente detenerse en el medio de la calle, sin darse cuenta de la curiosidad y de la extrañeza que causaba entre los transeúntes.

Como era un hombre de fisonomía suave y distinguida, con bonitos cabellos que comenzaban a encanecer, y como llevaba en el ojal de la solapa de su redingote azul la insignia de la Legión de Honor, lo miraban sin demasiada burla. Movida a compasión, una joven lo tomó un día por el brazo, lo sacó del medio de la calle y lo llevó hacia la vereda. Ni siquiera pensó en agradecer a su gentil bienhechora. Él pasaba al lado de sus mejores amigos sin verlos y sin responderles cuando ellos le dirigían la palabra. La idea fija se había apoderado de él –la idea fija–, ese sutil matiz que separa el genio de la locura.

Un día, conversando con uno de sus amigos en el laboratorio, Thilorier dijo:

–¡Pues bien! ¡Finalmente resolví mi problema! Como sabes, hace algunas semanas mi aparato de condensación se quebró en la Sorbona...

–¿Algunas semanas? –lo interrumpí. ¡Esto fue hace varios años!

–¡Ah! –continuó él sin perturbarse. ¿Entonces llevé tanto tiempo para resolver mi problema? A fin de cuentas, ¡qué importan algunas semanas o algunos años si ya tengo la solución! ¡Sí, amigo mío, no sólo una explosión es imposible, sino que yo también domino esa fuerza terrible! ¡Hago lo que quiero con ella: es mi esclava! ¡Puedo usarla a voluntad para arrastrar masas enormes, para mover máquinas gigantescas o para obligarla a desempeñar, sin perjuicio, las funciones más delicadas y más frágiles!

Y como yo lo miraba con estupefacción, exclamó riéndose:

–¡No dudes! ¡Cree en lo que te digo! Observa estos planes, estos diseños, y si no crees en lo que está delante de tus ojos, ¡escúchame!

E inmediatamente, con una lucidez que no dejaba ninguna duda posible –incluso para un hombre extraño a los arcanos de la Ciencia–, explicaba los medios que pretendía poner en práctica. No se le podía hacer una sola objeción: su teoría era irrefutable en todos los puntos.

–Necesito tres días para fabricar mi aparato, continuó él. Quiero construirlo enteramente con mis manos. Ven a verme pasado mañana... Y tú que no me abandonaste, tú que no dudaste de mí, tú que me defendiste con la pluma, tú serás el primero a disfrutar y a compartir mi éxito.

En efecto, yo era fiel.

Cuando volví y pasé por la portería, la encargada me llamó.

–¡Ah, señor! –me dijo ella. Qué gran infortunio, ¿no es verdad? ¡Un hombre tan valiente! ¡Una persona verdaderamente auténtica! ¡Morir tan rápido!

–¿A quién se refiere?

–Al Sr. Thilorier. Murió hace poco.

¡Ay! Infelizmente ella decía la verdad. Una muerte súbita sorprendió a mi desdichado amigo en su laboratorio.

¿Y qué ocurrió con su descubrimiento? En su casa no se encontró ningún trazo de los diseños que me había mostrado; sus notas, si es que las dejó, también fueron perdidas. ¿Habría encontrado él la solución que buscaba para su gran problema? ¡Sólamente Dios lo sabe! Sólo Dios, que únicamente le permitió transmitir su pensamiento sublime o loco a un profano, incapaz de discernir lo verdadero de lo falso, y sobre todo de acordarse de la teoría sobre la cual el inventor se basaba.

Sea como fuere, hoy la condensación del ácido carbónico no es más que una experiencia curiosa que los profesores raramente demuestran en sus cursos.

Si Thilorier hubiera vivido algunos días más, tal vez el ácido carbónico hubiese transformado la faz del mundo.

SAM

¿Thilorier había o no encontrado lo que buscaba? En todo caso, podría ser interesante saber lo que al respecto piensa como Espíritu.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí muy alegre con vosotros.

2. Hemos deseado conversar con vos, porque hemos pensado en cuánto provecho sacaremos de una conversación con un Espíritu que, cuando encarnado, ha sido un científico como vosotros. –Resp. Un científico, en Espíritu, es a menudo bien más elevado en la Tierra que en el Cielo; sin embargo, cuando la Ciencia sea compañera de la moralidad, será una garantía de superioridad espírita.

3. Como físico, estuvisteis ocupado especialmente en la búsqueda de un motor para reemplazar el vapor, y pensasteis haberlo encontrado en el ácido carbónico condensado; ¿qué pensáis ahora al respecto? –Resp. Mi idea era tan fija sobre este objeto de estudio, que me había hecho tener un sueño en la víspera de mi muerte o, para ser más exacto, en el momento de mi resurrección espiritual.

4. Algunos días antes de morir pensasteis haber encontrado la solución de la dificultad práctica; ¿habíais realmente encontrado ese medio? –Resp. Os he dicho que la sobreexcitación de mi imaginación me había hecho tener un sueño fantástico sobre este asunto, y que enuncié despierto; en términos propios, era lo que llamáis locura. Lo que yo había soñado no era absolutamente aplicable.

5. ¿Estabais aquí cuando fue leída la noticia que hizo referencia a vos? –Resp. Sí.

6. ¿Qué pensáis al respecto? - R. Poca cosa; reposo en el seno de mi ángel guardián, porque mi pobre alma ha salido muy herida de mi cuerpo miserable.

7. A pesar de eso, ¿podríais responder a algunas preguntas relativas a las Ciencias? –Resp. Sí, por el momento no veo inconvenientes en volver a entrar en el laberinto de la Ciencia.

8. ¿Pensáis que el vapor pueda ser reemplazado un día por otro motor? –Resp. Éste será aún más perfeccionado; sin embargo, creo que en el futuro la inteligencia humana encontrará un medio de simplificarlo todavía más.

9. ¿Qué pensáis del aire comprimido como motor? –Resp. El aire comprimido es un excelente motor, más leve que el vapor y más económico. Cuando se sepa utilizarlo tendrá más fuerza y, por lo tanto, más velocidad.

10. ¿Qué pensáis ahora del ácido carbónico condensado, usado para tal fin? –Resp. Yo estaba aún muy atrasado; serán necesarias numerosas experiencias y estudios largos y difíciles para llegar a un resultado satisfactorio. ¡La Ciencia tiene tanto por hacer todavía!

11. De los diferentes motores que están siendo estudiados, ¿cuál de ellos pensáis que deberá prevalecer? –Resp. Ahora, el vapor; más tarde, el aire comprimido.

12. ¿Habéis vuelto a ver a Arago? –Resp. Sí.

13. ¿Conversáis juntos sobre las Ciencias? –Resp. Algunas veces las facultades de nuestra inteligencia se vuelven hacia los estudios humanos; gustamos mucho asistir a las experiencias que se hacen; pero cuando se regresa al Cielo, uno no piensa más en esto; y además, por el momento, estoy reposando, como ya os he dicho.

14. Os ruego que aún respondas una cuestión muy seria, y si no la podéis contestar por vos mismo, tened la bondad de asistiros por un Espíritu que esté más apto para responderla.

Siempre nos han dicho que los Espíritus sugieren ideas a los hombres y que muchos descubrimientos tienen este origen; pero como todos los Espíritus no saben todo, y por eso buscan instruirse, ¿podríais decirnos si algunos de ellos hacen investigaciones y descubrimientos en la condición de Espíritu? –Resp. Sí. Cuando un Espíritu ha llegado a un grado bien adelantado, Dios le confía una misión y lo encarga de ocuparse de tal o cual Ciencia que sea útil a los hombres; entonces, esta inteligencia, que es obediente a Dios, busca en los secretos de la naturaleza –que Dios le permite vislumbrar– todo lo que sea necesario para aprender esto; y cuando lo hubo estudiado bastante, se dirige a un hombre capaz de captar lo que a su turno puede enseñarle. De repente este hombre es visitado insistentemente por un pensamiento; sólo piensa en esto; habla de ese pensamiento a cada instante; sueña con él a la noche; escucha voces celestiales que le hablan. Después, cuando todo está bien desarrollado en su cabeza, este hombre anuncia al mundo un descubrimiento o un perfeccionamiento. Es así que la mayoría de los grandes hombres han sido inspirados.

15. Os agradecemos por haber tenido a bien respondernos y por haber dejado vuestro reposo por algunos instantes para conversar con nosotros. –Resp. Rogaré a Dios para que vele por vosotros y para que os inspire.

Nota – La Sra. G..., que algunas veces ve a los Espíritus, relata las impresiones que ha recibido durante la evocación de Thilorier: ella cree que ha visto a este Espíritu.

16. (A san Luis.) ¿Podríais decirnos si realmente la Sra. G... ha visto al Espíritu Thilorier? –Resp. No es exactamente este Espíritu que esta dama acaba de ver; más tarde sus ojos estarán más habituados para discernir la forma o periespíritu, y ella los distinguirá perfectamente; por el momento es una especie de imagen.

Nota Las siguientes preguntas complementarias también han sido dirigidas a san Luis.

17. Si los autores de los descubrimientos son asistidos por Espíritus que les sugieren ideas, ¿cómo se explica que hayan hombres que creen inventar algo y que en realidad no inventan nada, o que solamente inventan quimeras? –Resp. Es que son engañados por Espíritus embusteros que, al encontrar su cerebro abierto al error, se apoderan de ellos.

18. ¿Cómo se explica que el Espíritu elija con tanta frecuencia a hombres que son incapaces de llevar a un buen fin un descubrimiento? –Resp. Los cerebros desprovistos de prevención humana son los más capaces de recibir la peligrosa semilla de lo desconocido. El Espíritu no elige a ese hombre porque ser incapaz; es el hombre que no sabe hacer fructificar la semilla que se le ha dado.

19. Pero entonces es la Ciencia que sufre con ello, y esto no explica por qué el Espíritu no se dirige de preferencia a un hombre capaz. –Resp. La Ciencia no sufre con eso, porque lo que uno esboza, el otro lo termina, y durante el intervalo la idea madura.

20. Cuando un descubrimiento es hecho prematuramente, ¿pueden obstáculos providenciales oponerse a su divulgación? –Resp. El desarrollo de una idea útil nunca se detiene: Dios no lo permitiría; es necesario que ella siga su curso.

21. Cuando Papin descubrió la fuerza motriz del vapor, se hicieron muchos ensayos para usarlo y se obtuvieron resultados bastantes satisfactorios, pero que permanecieron en estado de teoría; ¿cómo se explica que semejante descubrimiento haya quedado adormecido por tanto tiempo, a pesar de que se poseían sus elementos y pese a que no faltaban hombres capaces de fecundar esas ideas? ¿Esto ha sucedido por insuficiencia de conocimientos o porque aún no había llegado el tiempo de la revolución que dicho descubrimiento debería operar en la industria? –Resp. Para la difusión de los descubrimientos que transforman el aspecto externo de las cosas, Dios deja la idea madurar, como las espigas cuyo desarrollo el invierno no impide, sino que apenas retarda. La idea debe germinar bastante tiempo para surgir en el momento en que todos la solicitan. Ocurre lo mismo con las ideas morales, que primero germinan y sólo se implantan cuando llegan a la madurez. El Espiritismo, por ejemplo, en este momento en que se ha vuelto una necesidad, será acogido como un beneficio, porque todas las otras filosofías ya han sido inútilmente intentadas para satisfacer las aspiraciones del hombre.

SAN LUIS

El suicida de la calle Quincampoix

El año pasado los diarios relataron un ejemplo de suicidio que fue cometido en circunstancias particulares: era el comienzo de la Guerra de Italia; un hombre, padre de familia, que gozaba de la estima general de todos sus vecinos, tenía un hijo que había sido sorteado para el servicio militar. Imposibilitado, por su posición, de eximirlo de dicho servicio, se le ocurrió la idea de suicidarse para que el joven quedara exento como hijo único de una viuda.

¿Era esa muerte una prueba para el padre o para la madre? En todo caso, es probable que Dios haya tomado en cuenta la dedicación de este hombre, y que el suicidio no haya tenido para él las mismas consecuencias que si se hubiera cometido por otros motivos.

(A san Luis.) ¿Podríais decirnos si podemos evocar al hombre que acabamos de mencionar? –Resp. Sí, él estará muy satisfecho por ello, porque se sentirá más aliviado.

1. Evocación. –Resp. ¡Oh, gracias! Sufro mucho, pero ... es justo; sin embargo, habrá de perdonarme.

Nota El Espíritu escribe con gran dificultad; los caracteres son irregulares y muy mal formados; se detiene después de la palabra pero y trata en vano de escribir, no haciendo más que rasgos indescifrables y algunos puntos. Es evidente que no pudo escribir la palabra Dios.

2. Llenad el espacio que acabáis de dejar. –Resp. Soy indigno de hacerlo.

3. Habéis dicho que sufrís; sin duda habéis cometido un error al suicidaros. No obstante, el motivo que os ha llevado a este hecho, ¿no ha merecido alguna indulgencia? –Resp. Mi punición será menos larga, pero no por eso la acción deja de ser mala.

4. ¿Podríais describirnos la punición que sufrís, dándonos al respecto los detalles que sean posibles para nuestra instrucción? –Resp. Sufro doblemente, en el alma y en el cuerpo; en este último, sufro aunque no lo posea más, como el mutilado que siente dolor en el miembro que le han amputado.

5. ¿Vuestro suicidio ha tenido como único motivo la exención de vuestro hijo, o ha concurrido para ello alguna otra razón? –Resp. Sólo el amor paterno me ha guiado, pero me ha guiado mal; en consideración a ese motivo, mi pena será abreviada.

6. ¿Podéis vislumbrar el término de vuestros sufrimientos? –Resp. No veo su término, pero tengo la certeza de que ha de llegar, lo que es un alivio para mí.

7. Hace poco no pudisteis escribir el nombre de Dios. Sin embargo, hemos visto a Espíritus muy sufridores que lo han hecho; ¿esto forma parte de vuestra punición? –Resp. Podré hacerlo con grandes esfuerzos de arrepentimiento.

8. ¡Pues bien! Haced dichos esfuerzos e intentad escribirlo; si lo conseguís, estamos convencidos de que seréis aliviado.

El Espíritu finalmente escribió lo siguiente, con caracteres irregulares, trémulos y muy gruesos: «Dios es muy bueno».

9. Os agradecemos por haber acudido a nuestro llamado, y rogaremos a Dios para que extienda su misericordia sobre vos. –Resp. Sí, por favor.

10. (A san Luis.) ¿Podríais darnos vuestra apreciación personal sobre la acción cometida por el Espíritu que acabamos de evocar? –Resp. Este Espíritu sufre justamente, porque no ha tenido confianza en Dios, lo que constituye una falta siempre punible; la punición sería terrible y más larga si no tuviese como atenuante un motivo loable, que era el de impedir que su hijo se expusiera a la muerte en la guerra. Dios que ve en lo más profundo de los corazones y que es justo, le impone una sanción de acuerdo con sus acciones.

Nota – Este hombre, por su acción, tal vez haya impedido que se cumpliera el destino de su hijo; en principio, no es cierto que éste fuese morir en la guerra, y quizá la carrera militar debía proporcionarle la ocasión de hacer algo útil para su adelanto. Indudablemente, esta consideración no es extraña a la severidad del castigo que le es infligido. Su intención era buena, sin duda, y por eso será tenida en cuenta; la intención atenúa el mal y merece indulgencia, pero no impide que el mal sea mal. Si así no fuese, teniendo sólo en cuenta la intención, se podrían disculpar todas las faltas, e incluso matar con el pretexto de tener una buena intención. Por ejemplo, se podría creer que fuese permitido matar a un hombre que sufre sin esperanza de cura, por el motivo de querer abreviar sus sufrimientos. No, porque con esto abreviamos la prueba que él debe experimentar, y se le hace más mal que bien. Una madre que matase a su hijo en la suposición de que lo envía al cielo, ¿será menos culpable por haberlo hecho con una buena intención? Con este sistema estarían justificados todos los crímenes que el fanatismo ciego ha cometido en las guerras de religión.





Variedades

El prisionero de Limoges

El siguiente hecho ha sido comunicado a la Sociedad por el Sr. Achille R..., uno de sus miembros, según una carta de uno de sus amigos de Limoges, fechada el 18 julio:

«Nuestra ciudad se ocupa en este momento con un hecho interesante para los espíritas, y que me adelanto en pasar al Sr. Kardec por vuestro intermedio. Yo mismo he recogido las informaciones más circunstanciadas junto a los testigos del hecho en cuestión, es decir, en la prisión donde está el héroe de la aventura en este instante.

«Un soldado del Regimiento de Infantería Nº 1, llamado Mallet, ha sido condenado a un mes de prisión por haber desviado la suma de tres francos que pertenecían a uno de sus camaradas. Su pena terminará en siete días. Este joven militar tenía un hermano de 19 años que murió hace aproximadamente ocho años –el cual era empleado–, y desde hace siete años que él ve, por lo menos cuatro noches a la semana, después de la medianoche, una gran llama en medio de la cual se destaca un pequeño cordero. Esta visión lo aterroriza, pero no se atreve a hablar de la misma; cuando estaba solo en su celda, se quedó aún más espantado, y suplicó al carcelero que le trajera compañeros. Así, fueron con él cuatro soldados del Regimiento de Cazadores a Caballo Nº 2. A la una de la madrugada, al haberse levantado Mallet, los cuatro testigos también vieron la llama y el cordero en el medio.

«Como os he dicho, esta aparición se repite frecuentemente; el pobre muchacho se queda tan afligido y tan desolado que llora y no se alimenta más. El médico jefe del regimiento quiso por sí mismo cerciorarse del hecho, pero no permaneció bastante tiempo, y la visión sólo tuvo lugar una hora y media después de su salida. Un abate de Saint-Michel, el Sr. F..., fue más afortunado al parecer, porque tomó nota sobre eso. Le haré una visita para preguntarle qué piensa al respecto.

«Pero esto no es todo. El carcelero me ha dicho que varias veces ha visto la puerta del calabozo abierta por la mañana, aunque en la víspera le hubiese echado el cerrojo cuidadosamente. Aconsejaron a Mallet para que interrogara al cordero, lo que hizo la noche pasada, y le han sido respondidas estas palabras, que escuché textualmente de su boca: Mandad rezar por mí un de profundisy misas; soy tu hermano; no volveré más. Tal es el relato exacto de los hechos; yo los entrego al Sr. Kardec para que él haga el uso que crea conveniente.»

Preguntas de un espírita de Sétif al Sr. Oscar Comettant

La siguiente carta nos ha sido enviada por uno de nuestros suscriptores de Sétif (Argelia), donde hay numerosos adeptos que
reciben notables comunicaciones, de las cuales ya hemos informado a nuestros lectores.

Señor:

El Sr. Dumas ya os ha hablado de un fenómeno extraordinario que se ha producido hace algún tiempo en la persona de mi hijo de dieciséis años, médium de un género singular: cada vez que se hace una evocación por su intermedio, él adormece sin ser magnetizado, y en ese estado responde a todas las preguntas que, a través de él, son dirigidas al Espíritu. Al despertar, no conserva recuerdo alguno. Inclusive responde en latín, en inglés, en alemán, idiomas de los que no tiene ningún conocimiento. Es un hecho que muchas personas han podido constatar y que yo garantizo por lo que hay de más sagrado, incluso al Sr. Oscar Comettant. Tengo en manos un folletín de la autoría de este último, del 27 de octubre de 1859, donde él escribió: “¿Pero entonces en qué creéis?, me preguntará quizá el Sr. Allan Kardec”. Sr. Comettant, yo no os preguntaré si creéis en alguna cosa, primero porque esto poco me importa, y después porque hay hombres que no creen en nada. El Sr. Oscar Comettant se apoya en la autoridad de Voltaire, que no creía en lo que su razón no podía comprender; está equivocado, porque a pesar del inmenso conocimiento que Dios le había dado a Voltaire, hay miles de cosas que hoy son conocidas y que su razón nunca sospechó. Ahora bien, al negar un hecho cuya realidad no se quiere constatar, pregunto, en conciencia, de qué lado está el absurdo.

Me dirijo directamente al Sr. Comettant y le digo: Admitamos que no sean los Espíritus que nos hablan; pero entonces dadnos una explicación lógica del hecho que he citado; si vos lo negáis a priori, yo os llamo al tribunal de la razón que invocáis; si me sorprendéis en una flagrante mentira, consiento en retractarme públicamente o en pasar por un loco; en caso contrario, estoy totalmente preparado para entrar en lucha con vos en el terreno de los hechos. Pero antes de entablar la discusión, os preguntaré:

1º) ¿Creéis en el sonambulismo natural y habéis visto a individuos en ese estado?

2º) ¿Habéis visto escribir a sonámbulos?

3º) ¿Habéis visto a sonámbulos respondiendo a preguntas mentales?

4º) ¿Habéis visto a sonámbulos que responden en idiomas que le son desconocidos?

Preciso de un o de un no, pura y simplemente, a todas estas preguntas. Si respondéis que , pasaremos a otra cosa; si respondéis que no, me encargo de haceros ver eso, y entonces consentiréis en explicarme la cuestión a vuestra manera.

Atentamente,
COURTOIS.

Haremos las siguientes reflexiones sobre la carta anterior. Es probable que el Sr. Comettant no responda al Sr. Courtois, así como no lo ha hecho a otras personas que le han escrito sobre el mismo tema. Si aquél entablase una polémica, sería sin duda en el terreno del sarcasmo, terreno sobre el cual siempre se dice la última palabra, y en el que ningún hombre serio gustaría seguirlo. Por lo tanto, que el Sr. Courtois lo deje en la momentánea quietud de su incredulidad, ya que ésta le basta y porque él se contenta con ser materia; puesto que sólo tiene bromas para oponer, es porque no tiene nada mejor para decir; ahora bien, como las bromas no son razones, él se ha confesado vencido a los ojos de las personas sensatas.

El Sr. Courtois se equivoca en tomarse a pecho las negaciones de los incrédulos. Los materialistas ni siquiera creen que tienen un alma, y se reducen al modesto papel de máquinas; ¿cómo pueden ellos admitir que existen Espíritus fuera de ellos, cuando no creen que en sí mismos son Espíritus? Por lo tanto, hablarles de los Espíritus y de sus manifestaciones es comenzar por donde se debería terminar; al no admitir la causa primaria, no pueden admitir sus consecuencias. Por cierto dirán que si tienen raciocinio, ellos deben ceder ante la evidencia; es verdad; pero es precisamente este raciocinio que les falta. Además, se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por lo tanto, dejémoslos tranquilos, porque sus negaciones no impedirán que se propague la verdad, así como no pueden impedir que fluya el agua.






Dictados espontáneos y disertaciones espíritas

Desarrollo de las ideas
A propósito de la evocación de Thilorier (médium: Sra. de Costel)

Voy a hablaros de la necesidad de reunir elementos diversos del Espíritu para formar un todo. Es una ilusión común el creer que una aptitud especial necesite solamente de un estudio especial para desarrollarse. No; el Espíritu humano, como un río, aumenta con todos sus afluentes. El hombre no debe aislarse en su trabajo, es decir, debe hacer brotar la fuerza de las ideas a través de los contrastes más opuestos. La originalidad es el contraste de las ideas madres; es una de las más raras superioridades; es sofocada desde la infancia por la absurda regla que rebaja a todos los Espíritus en el mismo nivel. Voy a explicar mi idea. Thilorier, que acaban de evocar, era un inventor apasionado, una inteligencia activa; pero él mismo se había limitado a la esfera de la invención, es decir, a una idea fija. Nunca se asomaba a la ventana para observar pasar las ideas de los otros; de esa manera, quedó prisionero de su propio cerebro; el genio fluctuaba a su alrededor, pero al encontrar todas las salidas cerradas, permitió que la locura –su hermana– penetrara e invadiese el lugar tan bien guarnecido. Y Thilorier, que podría haber dejado un nombre inmortal, vive solamente en el recuerdo de algunos científicos.

GEORGES (Espíritu familiar)

Máscaras humanas
(Médium: Sra. de Costel)

Os hablaré de la singular necesidad que tienen los mejores Espíritus en inmiscuirse siempre en las cosas que le son más extrañas; por ejemplo, un excelente comerciante no dudará un instante de su aptitud política, y el mayor diplomático tendrá amor propio al decidir las cosas más frívolas. Este defecto, común a todos y a todas, no tiene otro móvil sino el de la vanidad, y ésta solamente tiene necesidades ficticias; ante todo, la vanidad busca lo que es falso, ya sea para el cuerpo, para el Espíritu o para el propio corazón; ella vicia el instinto de lo bello y de lo verdadero; lleva a las mujeres a desnaturalizar su belleza; persuade a los hombres a buscar precisamente lo que es más perjudicial para ellos. Si los franceses y las francesas no tuviesen ese defecto, ellos serían los más inteligentes del mundo, y ellas las más seductoras Evas conocidas. Por lo tanto, no tengamos esta absurda debilidad; tengamos el coraje de ser nosotros mismos, de llevar el color de nuestro Espíritu, como el de nuestros cabellos. Pero los tronos se derrumbarán, las repúblicas se establecerán, antes que un francés ligero renuncie a sus pretensiones de gravedad, y que una francesa lo haga a sus pretensiones de firmeza. Es la máscara continua, en que cada uno viste la ropa de otra época, o incluso simplemente la de su vecino; es la máscara política, es la máscara religiosa, en que todos, arrastrados por el desvarío, os buscáis perdidamente, no encontrando en este tumulto ni vuestro punto de partida, ni vuestro objetivo.

DELPHINE DE GIRARDIN

El saber de los Espíritus
(Médium: Srta. Huet)

En el estudio del Espiritismo hay un error muy grave que se propaga cada día más y que casi se vuelve el móvil que hace que los otros vengan a nosotros: es el de creer que somos infalibles en nuestras respuestas; piensan que nosotros debemos saber todo, ver todo y prever todo. ¡Es un error, un gran error! Ciertamente, al no estar nuestra alma encerrada en un cuerpo material –como un pájaro en una jaula–, se lanza al espacio; los sentidos de esa alma se vuelven más aguzados, más desarrollados; observamos y escuchamos mejor, pero no podemos saber todo ni estar en todas partes, porque no tenemos el don de la ubicuidad; ¿qué diferencia, pues, habría entre nosotros y Dios, si nos fuese permitido conocer el futuro y anunciarlo con precisión? Esto es imposible. Ciertamemente sabemos más que los hombres; algunas veces podemos leer el pensamiento y el corazón de aquellos que nos hablan, pero ahí se detiene nuestra ciencia espírita. Por lo tanto, corregid la idea de interrogarnos únicamente para saber lo que sucede en tal o cual parte del globo, con relación a un descubrimiento material, comercial o para sed advertidos de lo que ocurrirá mañana, en los asuntos políticos e industriales. Os informaremos siempre sobre nuestro estado, acerca de nuestra existencia extracorpórea y sobre la bondad y la grandeza de Dios; en fin, acerca de todo lo que pueda servir para vuestra instrucción y para vuestra felicidad presente y futura, pero no nos preguntéis lo que no podemos o no debemos deciros.

CHANNING

Los orígenes
(Médium: Sra. de Costel)

En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios. Así enseña el Evangelio de san Juan; es decir, en el comienzo era el principio, y el principio era Dios, el Creador de todas las cosas, que no dudó ni en la formación del hombre ni en la del globo. Dios ha creado al hombre tal cual es hoy, dándole, al salir de Sus manos, el libre albedrío y el poder de progresar. Dios ha dicho al mar: No irás más lejos. Al contrario, Él ha dicho a los hombres al mostrales el Universo: Todo esto es vuestro; trabajad, desarrollad, descubrid los tesoros que están en germen sembrados en todas partes –en el aire, en las olas, en el seno de la tierra. Trabajad y amad; no dudéis de vuestro origen divino: él es directo; no sois fruto de una lenta progresión; no habéis pasado por la ramificación animal; sois positivamente hijos de Dios. Entonces, ¿de dónde viene el pecado? El pecado es creado por vuestras propias facultades, siendo lo opuesto y la exageración de las mismas.

No hubo un primer hombre, padre del género humano, así como no hubo un único sol para iluminar el Universo. Dios abrió su gran mano y, con la misma profusión, esparció la raza humana en los mundos, como las estrellas en los Cielos; Espíritus animados por Su soplo luego revelaron su existencia a los hombres, bien antes de los profetas que conocéis; otros enviados desconocidos comenzaron a cultivar las almas ignorantes de sí mismas. Los animales fueron creados al mismo tiempo que los hombres, siendo aquéllos dotados de instinto, pero no de inteligencia progresiva. De esta manera, los animales conservaron los tipos primitivos y, salvo su domesticación individual, son los mismos que en el tiempo de los patriarcas. Los cataclismos de los diluvios –porque no hubo uno solo, sino varios– hicieron desaparecer razas enteras de hombres y de animales; son consecuencias geológicas que todavía os amenazan.

Los hombres descubren, pero no inventan nada; así, las creencias mitológicas no eran meras ficciones, sino revelaciones de Espíritus inferiores; los sátiros y los faunos eran espíritus secundarios, que habitaban los bosques y los campos, como aún lo hacen hoy. Por entonces les era permitido manifestarse con más frecuencia a los ojos de los hombres, porque el materialismo no estaba depurado por el Cristianismo y por el conocimiento de un Dios único. El Cristo destruyó el imperio de los Espíritus inferiores, a fin de establecer el imperio del Espíritu sobre la Tierra. Esta es la verdad: os lo afirmo en el nombre de Dios todopoderoso.

LÁZARO

El futuro
(Médium: Sr. Coll.)

El Espiritismo es la ciencia de toda luz; ¡feliz la sociedad que lo ponga en práctica! Solamente entonces la edad de oro o, mejor dicho, la era del pensamiento celestial reinará entre vosotros. Y no creáis que por esto tendréis menos satisfacciones terrenas; muy por el contrario, todo será felicidad para vosotros, porque en ese tiempo la luz os hará ver la verdad bajo un aspecto más agradable; lo que los hombres enseñarán no será más esa Ciencia capciosa que os hace ver, bajo la máscara engañosa del bien general o de un bien próximo –en el cual, frecuentemente los propios que enseñan no tienen ninguna confianza–, la mentira y la codicia, el deseo de tener todo, en provecho de una secta, y a veces en provecho de uno solo. Ciertamente que los hombres no serán perfectos; pero entonces lo falso será tan restricto, los malos tendrán tan poca influencia, que ellos solamente se complacerán en minoría. En ese tiempo, los hombres comprenderán el trabajo y todos llegarán a la riqueza, porque no desearán lo superfluo, haciendo grandes obras en provecho de todos. El amor, esta palabra tan divina, no tendrá más la acepción impura que le dais; todo sentimiento personal desaparecerá ante esa enseñanza, que se encuentra en estas palabras del Cristo: Amaos los unos a los otros como a vosotros mismos.

Al llegar a esta creencia, todos seréis médiums; todos los vicios que degradan vuestra sociedad desaparecerán; todo se volverá luz y verdad. El egoísmo, este gusano que corroe y que retarda todo progreso, que sofoca todo sentimiento fraternal, no tendrá más acceso a vuestras almas; vuestras acciones no tendrán más por móvil la avaricia y la lujuria; amaréis a vuestra mujer porque ella tendrá el alma buena, y ella os amará porque verá en vosotros al hombre elegido por Dios para proteger su delicadeza; ambos os ayudaréis a soportar las pruebas terrenas y seréis los instrumentos consagrados a la propagación de seres destinados a mejorarse, a progresar, a fin de llegar a mundos mejores, donde a través de un trabajo aún más inteligente os elevaréis en dirección a nuestro Supremo Bienhechor.

¡Id, espíritas! Perseverad; haced el bien por el bien mismo; suavemente dejad a un lado a los escarnecedores; recordad que todo es armonía en la Naturaleza, que la armonía está en los mundos superiores y que, a pesar de lo que digan ciertos incrédulos, vosotros también tendréis vuestra armonía relativa.

SAN LUIS

La electricidad espiritual
(Médium: Sr. Didier Hijo)

El hombre es un ser muy singular y muy débil a la vez; es singular en el sentido de que, en medio de los fenómenos que lo rodean, no por eso deja de seguir su curso ordinario, espiritualmente hablando; débil en el sentido de que, después de haber visto y de haberse admirado, sonríe porque su vecino ha sonreído, y no piensa más en aquello. Y notad que no hablo aquí de seres vulgares, sin reflexión y sin instrucción; no, hablo de personas inteligentes y, en la mayoría, esclarecidas. ¿De dónde viene ese fenómeno? Porque, pensándolo bien, es un fenómeno moral. ¡Pues bien! El Espíritu comenzó a obrar sobre la materia a través del magnetismo y de la electricidad; luego entró en el propio corazón del hombre, ¡y el hombre no lo percibió! ¡Extraña ceguera! Ceguera que no ha sido producida por una causa extraña, sino voluntaria, oriunda del Espíritu; después vino el Espiritismo, que produjo una conmoción en el mundo, y el hombre publicó libros muy eruditos, alegando: Es una causa natural, es simplemente la electricidad, una ley física, etc.; y el hombre quedó satisfecho. Pero estad ciertos: el hombre tendrá que escribir muchos libros todavía, antes que pueda comprender lo que está escrito en el libro de la Naturaleza, el libro de Dios. La electricidad, esta sutileza entre el tiempo y lo que no es más tiempo, entre lo finito y lo infinito, no ha podido aún ser definida por el hombre; ¿por qué? Sabedlo: sólo podréis definirla a través del magnetismo, esa manifestación material del Espíritu. Solamente conocéis la electricidad material; más tarde, también conoceréis la electricidad espiritual, que no es otra sino la del reino eterno de la idea.

LAMENNAIS

Explicaciones sobre la comunicación precedente

1. ¿Tendríais la bondad de darnos algunas explicaciones sobre ciertos pasajes de vuestro último dictado, que nos parecen un poco confusos? –Resp. Lo que pueda hacer a tiempo, lo haré.

2. Decís: La electricidad, esta sutileza entre el tiempo y lo que no es más tiempo, entre lo finito y lo infinito; esta frase no nos parece muy clara; ¿tendríais la bondad de desarrollarla? –Resp. La explico de la siguiente manera, que es la más simple que puedo encontrar. Para vosotros el tiempo existe, ¿no es así? Para nosotros no existe. He definido la electricidad de este modo: esta sutileza entre el tiempo y lo que no es más tiempo, porque esa parte del tiempo de que antaño precisabais serviros para poder hablaros de un extremo al otro del mundo, esta porción del tiempo no existe más. Más tarde vendrá esta electricidad, que no será otra sino el pensamiento del hombre atravesando el espacio; en efecto, ¿no es ésta la imagen más llamativa entre lo finito y lo infinito, entre el pequeño medio y el grande medio? En una palabra, quiero decir que la electricidad suprime el tiempo.

3. Más adelante decís: Solamente conocéis la electricidad material; más tarde, también conoceréis la electricidad espiritual; ¿con esto entendéis los medios de comunicación de hombre a hombre por vía medianímica? –Resp. Sí, como medio de progreso; más tarde vendrá otra cosa. Dad aspiraciones al hombre: primero él comprende; después ve.


Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas

Esta obra está enteramente agotada y no será reimpresa. Ha de ser reemplazada por un nuevo trabajo –en este momento en prensa– que es mucho más completo y que tiene otra planificación.

ALLAN KARDEC