Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1860

Allan Kardec

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Enero

El Espiritismo en 1860

La Revista Espírita comienza su tercer año y nos sentimos felices en decir que lo hace con los más favorables auspicios. Con complacencia aprovechamos la ocasión para testimoniar a nuestros lectores toda nuestra gratitud por las pruebas de simpatía que diariamente recibimos. Sólo esto ya sería un estímulo para nosotros, si no encontrásemos, en la propia naturaleza y en el objetivo de nuestros trabajos, una gran compensación moral a las consiguientes fatigas. Tal es la multiplicidad de estos trabajos, a los cuales nos consagramos enteramente, que nos es materialmente imposible responder a todas las cartas de felicitaciones que nos llegan. Por lo tanto, somos obligados a dirigir a sus autores un agradecimiento colectivo, a los cuales rogamos que tengan a bien aceptarlo. Estas cartas, así como las numerosas personas que nos dan el honor de venir a conversar con nosotros sobre esas cuestiones serias, nos convencen cada vez más del progreso del Espiritismo verdadero, es decir, del Espiritismo comprendido en todas sus consecuencias morales. Sin hacernos ilusiones en cuanto al alcance de nuestros trabajos, el pensamiento de haber contribuido al poner algunas pesas en la balanza, es para nosotros una dulce satisfacción, porque esas pesas habrán servido para hacer reflexionar.

La creciente prosperidad de nuestra Compilación es un indicio de la estima con la cual es acogida; por lo tanto, nos compete proseguir nuestra obra en la misma línea, puesto que viene recibiendo la consagración del tiempo, sin apartarnos de la moderación, de la prudencia y de la compostura que siempre nos han guiado. Al dejar a nuestros contradictores el triste privilegio de las injurias y del personalismo, nosotros tampoco los seguiremos en el terreno de una controversia sin objetivo; decimos sin objetivo porque ella nunca los llevaría a la convicción, y es una pérdida de tiempo discutir con personas que no conocen ni una palabra de lo que hablan. Sólo tenemos una cosa que decirles: Primero estudiad, y después veremos; tenemos otras cosas para hacer que hablar con aquellos que no quieren escuchar. Además, ¿qué importa, en definitiva, la opinión contraria de éste o de aquél? Esa opinión, ¿ha de tener una importancia tan grande que pueda detener la marcha natural de las cosas? Los mayores descubrimientos han encontrado los más rudos adversarios, lo que no ha hecho zozobrar a aquéllos. Por lo tanto, dejamos que la incredulidad murmure a nuestro alrededor, porque nada nos hará desviar de la senda que nos hemos trazado, por la propia gravedad del asunto que nos ocupa.

Hemos dicho que las ideas espíritas están en creciente progreso. En efecto, desde algún tiempo, ellas han ganado un inmenso terreno; se diría que están en el aire, y ciertamente esto no se debe a la propaganda hecha por la pequeña o por la gran prensa periódica, que están en deuda con aquellas ideas. Si las mismas progresan, a despecho de todos y a pesar de la mala voluntad que es encontrada en ciertas regiones, es porque ellas tienen vitalidad suficiente para bastarse a sí mismas. Aquel que se tome el trabajo de profundizar la cuestión del Espiritismo, encuentra en Él una enorme satisfacción moral y la solución de tantos problemas, cuya explicación buscaba en vano en las teorías vulgares; el futuro se desdobla ante él de una manera tan clara, tan precisa, tan LÓGICA que, en efecto, verifica en sí mismo que es imposible que las cosas sucedieran de otra forma, admirándose que no las haya comprendido antes, ya que un sentimiento íntimo le decía que debía ser así. Al desarrollarse, la ciencia espírita no hace más que formular y desvelar las ideas ya existentes en su fuero interno; desde entonces el futuro tiene para él un objetivo claro, preciso y claramente definido; ya no camina a la deriva: ve su camino. No es más ese futuro de felicidad o de desgracia que su razón no podía comprender y que por esto mismo rechazaba; es un futuro racional, consecuencia de las propias leyes de la Naturaleza, capaz de soportar el más severo examen; es por eso que es feliz, y se siente como aliviado de un peso inmenso: el de la incertidumbre, porque la incertidumbre es un tormento. A pesar suyo, el hombre sondea las profundidades del futuro y no puede dejar de verlo como eterno; lo compara con la brevedad y con la fragilidad de la existencia terrestre. Si el futuro no le ofrece ninguna certeza, él se aturde, se concentra en el presente y, para hacerlo más soportable, se entrega a los goces materiales; es en vano que su conciencia le habla del bien y del mal, y se dice a sí mismo: El bien es aquello que me hace feliz; en efecto, ¿qué motivo yo tendría para ver el bien en otro lugar? ¿Por qué soportar privaciones? Quiero ser feliz y, para ser feliz, quiero gozar, y gozar lo que los otros poseen; quiero oro, mucho oro. Al mismo se apega como a su propia vida, porque –para él– el oro es el vehículo de todos los goces materiales; ¡qué le importa el bienestar de su semejante! Ante todo está su propio bienestar; quiere satisfacerse en el presente, por no saber si podrá hacerlo más tarde, en un futuro en el cual no cree; por lo tanto, se vuelve ávido, envidioso, egoísta y, con todos esos goces, él no es feliz, porque el presente le parece muy corto.

Con la certeza del futuro, todo cambia de aspecto para él; el presente no es más que efímero y lo ve pasar sin lamentarse; él tiene menos avidez por los goces terrestres, porque éstos solamente le dan una sensación pasajera, fugitiva, que deja un vacío en su corazón; aspira a una felicidad más duradera y, por consecuencia, más real; ¿y dónde podrá encontrarla, si no en el futuro? El Espiritismo, al mostrarle y probarle este futuro, libra al hombre del suplicio de la incertidumbre, y así lo vuelve más feliz; ahora bien, aquello que trae felicidad siempre encuentra adeptos.

Los adversarios del Espiritismo atribuyen su rápida propagación a una fiebre supersticiosa que se apodera de la Humanidad: el amor a lo maravilloso; pero ante todo sería necesario que ellos sean más lógicos; aceptaremos su razonamiento –si esto se puede llamar razonamiento– cuando nos hayan explicado claramente por qué esa fiebre se manifiesta precisamente en las clases esclarecidas de la sociedad, en vez de producirse en las clases ignorantes. En cuanto a nosotros, decimos que es porque el Espiritismo se dirige al razonamiento y no a la creencia ciega, y es por eso que las clases esclarecidas lo examinan, reflexionan y lo comprenden; ahora bien, las ideas supersticiosas no soportan ningún examen.

Además, todos vosotros que combatís al Espiritismo, ¿lo comprendéis? ¿Lo habéis estudiado y examinado en sus detalles, deduciendo todas sus consecuencias con madurez? No, mil veces no. Habláis de algo que no conocéis; todas vuestras críticas –y no hablo de esas ridículas, vulgares y groseras diatribas, desprovistas de todo razonamiento y que no tienen ningún valor: hablo de las que tienen al menos la apariencia de seriedad–; yo decía que todas vuestras críticas denotan la más completa ignorancia de la cuestión.

Para criticar es necesario poder oponer un razonamiento a otro razonamiento, una prueba a otra prueba; ¿será esto posible sin el conocimiento profundo del tema tratado? ¿Qué pensaríais de aquel que pretendiese criticar un cuadro sin conocer, al menos en teoría, las reglas del Dibujo y de la Pintura, o del que quisiese discutir el mérito de una ópera sin saber Música? ¿Sabéis cuál es la consecuencia de una crítica ignorante? El ser ridícula, lo que denota falta de juicio. Cuanto más elevada es la posición del crítico, cuanto más está en evidencia, más su interés le exige circunspección para no exponerse a recibir desmentidos, siempre fáciles de dar a cualquiera que hable de lo que no conoce. Es por eso que los ataques contra el Espiritismo tienen tan poco alcance y favorecen su desarrollo en vez de detenerlo. Esos ataques son una propaganda: provocan el examen, y el examen sólo nos puede ser favorable, porque nos dirigimos a la razón. No hay un único artículo publicado contra la Doctrina que no nos haya proporcionado un aumento de suscriptores y que no haya elevado la venta de libros. El artículo del Sr. Oscar Comettant (véanse Le Siécle del 27 de octubre último y nuestra respuesta en la Revista del mes de diciembre de 1859) ha hecho vender en algunos días, al Sr. Ledoyen, más de 50 ejemplares de la famosa sonata de Mozart (que cuesta 2 francos, precio neto, según la importante y espirituosa observación del Sr. Comettant). Los artículos de L’Univers del 13 de abril y del 28 de mayo de 1859 (ver nuestra respuesta en los números de las Revistas de mayo y de julio de 1859) han hecho agotar rápidamente lo que quedaba de la 1ª edición de El Libro de los Espíritus, así como de otros. Pero volvamos a cosas menos materiales. Mientras sólo opongan al Espiritismo argumentos de esta naturaleza, Él no tiene nada que temer.

Repetimos que la principal fuente de progreso de las ideas espíritas está en la satisfacción que ellas proporcionan a todos aquellos que las profundizan, y que en las mismas ven algo más que un fútil pasatiempo; ahora bien, como todos quieren fundamentalmente la felicidad, no es de admirarse que se vinculen a una idea que los haga felices. Hemos dicho en alguna parte que, en materia de Espiritismo, el período de curiosidad había pasado y que daba lugar al período de razonamiento y filosofía. La curiosidad dura solamente un cierto tiempo: una vez satisfecha, deja su objeto y pasa para otro; no sucede lo mismo con quien se dirige al pensamiento serio y a la razón. El Espiritismo ha progresado sobre todo desde que ha sido mejor comprendido en su esencia íntima, desde que se ha visto su alcance, porque Él toca la fibra más sensible del hombre: la de su felicidad, incluso en este mundo; esta es la causa de su propagación, el secreto de la fuerza que lo hará triunfar. Vosotros que lo atacáis, ¿queréis, pues, un medio seguro de combatirlo con éxito? Yo os lo voy a indicar. Reemplazadlo por algo mejor; encontrad una solución MÁS LÓGICA a todas las cuestiones que Él resuelve; dad al hombre OTRA CERTEZA que lo haga más feliz, y comprended bien el alcance de la palabra certeza, porque el hombre sólo acepta como cierto lo que le parece lógico; no os contentéis en decir que eso no es así, pues es muy fácil decirlo; probad, no por la negación, sino por los hechos, que eso no es, que nunca ha sido y que NO PODRÁ SERLO; en fin, probad que las consecuencias del Espiritismo no vuelven mejores a los hombres, a través de la práctica de la más pura moral evangélica, moral muy elogiada pero tan poco practicada. Cuando hayáis hecho esto, yo seré el primero a inclinarme ante vosotros. Hasta que esto suceda, permitidme considerar vuestras doctrinas –que son la negación completa del futuro– como la fuente del egoísmo, cual gusano que corroe a la sociedad y, por consiguiente, como un verdadero flagelo. Sí, el Espiritismo es fuerte, más fuerte que vosotros, porque Él se apoya en las propias bases de la religión: Dios, el alma, las penas y las recompensas futuras, asentadas en el bien y en el mal que se hacen. Vosotros os apoyáis en la incredulidad; el Espiritismo invita a los hombres a la felicidad, a la esperanza, a la verdadera fraternidad; vosotros les ofrecéis la NADA como perspectiva y el EGOÍSMO como consuelo; Él lo explica todo; vosotros no explicáis nada; Él prueba a través de los hechos, y vosotros no probáis nada. ¿Cómo queréis que se dude entre ambas doctrinas?

En resumen, constatamos –y cada uno lo ve y lo siente como nosotros– que el Espiritismo ha dado un paso inmenso en el año que ha finalizado, y este paso es la garantía del que habrá de dar en el año que comienza; no sólo el número de sus adeptos ha aumentado considerablemente, sino que se ha operado un cambio notable en la opinión general, inclusive entre los indiferentes. Se dice que en el fondo de todo esto bien podría haber algo; que no es preciso apresurarse para juzgarlo; aquellos que por esta razón se encogían de hombros, comienzan a temer el ridículo sobre sí mismos al vincular su nombre a un juicio precipitado que puede recibir un desmentido; por lo tanto, prefieren callarse y esperar. Sin duda, durante mucho tiempo habrá personas que, no teniendo nada que perder con la opinión de la posteridad, buscarán denigrarlo; unas, por carácter o por el estado en que se encuentran; otras, por cálculo. Pero estamos acostumbrados con la idea de que nos manden a los manicomios, desde que sea en buena compañía; y como tantos otros, este chiste malo se vuelve un argumento trivial con el cual nadie más se inquieta, porque en el fondo de esos ataques vemos la falta absoluta de razonamiento. El arma del ridículo, esa arma que se dice tan terrible, se gasta evidentemente y cae de las manos de aquellos que la empuñaban; ¿habría, entonces, perdido su poder? No, pero con la condición de no asestar golpes en falso. El ridículo solamente mata lo que es ridículo en sí mismo y no tiene de serio sino la apariencia, porque fustiga al hipócrita y le arranca la máscara; pero lo que es verdaderamente serio sólo recibirá golpes pasajeros y saldrá siempre triunfante de la lucha. ¡Ved si una sola de las grandes ideas que fueron ridiculizadas en su origen por la turba ignorante y envidiosa, cayó para no levantarse más! Ahora bien, el Espiritismo es una de las mayores ideas, porque toca la cuestión más vital: la felicidad del hombre, y no se juega impunemente con semejante cuestión; Él es fuerte, porque tiene sus raíces en las propias leyes de la Naturaleza, y responde a los enemigos dando, desde el comienzo, la vuelta al mundo. Algunos años más y sus detractores, impotentes para combatirlo a través del razonamiento, se encontrarán de tal modo sobrepasados por la opinión general y estarán aislados de tal manera, que se verán forzados a callar o a abrir los ojos a la luz.


El Magnetismo ante la Academia

El Magnetismo, que había sido puesto en la puerta de la calle, ahora ha entrado por la ventana, gracias a un disfraz y a otro nombre; en vez de decir: Soy el Magnetismo –lo que probablemente no le hubiera dado una recepción favorable–, dijo: Yo me llamo Hipnotismo (del griego upnos, sueño). Gracias a esta contraseña consiguió entrar después de 20 años de paciencia; pero no perdió por esperar, pues supo ingresar de la mano de uno de los personajes más ilustres. Se abstuvo de presentarse con su cortejo de pases, de sonambulismo, de visión a distancia, de éxtasis, que lo habrían puesto al descubierto; dijo simplemente: Sois buenos y humanos; vuestro corazón sangra al ver sufrir a vuestros enfermos; buscáis un medio de aplacar el dolor del paciente que es cortado por vuestro escalpelo, pero lo que empleáis es a veces muy peligroso. Yo os traigo un medio más sencillo y que, en todo caso, no tiene inconvenientes. Al hablar en nombre de la humanidad, estaba muy seguro de ser escuchado; y agregó, con astucia: Soy de la familia, ya que debo mi vida a uno de los vuestros. Él piensa –no sin alguna razón– que este origen no puede perjudicarlo.

Si viviéramos en el tiempo de la brillante y poética Grecia, nosotros diríamos: El Magnetismo, hijo de la Naturaleza y de un simple mortal, fue proscripto del Olimpo porque atentó contra los intereses de Esculapio al ser su rival, jactándose de poder curar sin su concurso. Por mucho tiempo recorrió la Tierra, donde enseñó a los hombres el arte de curar a través de nuevos medios; develó al vulgo una multitud de maravillas que, hasta entonces, habían sido misteriosamente escondidas en los templos; pero aquellos cuyos secretos había revelado y cuyos embustes había desenmascarado, lo persiguieron a pedradas, de tal manera que fue, al mismo tiempo, desterrado por los dioses y maltratado por los hombres. No por eso dejó de esparcir sus beneficios, aliviando a la Humanidad, cierto de que un día su inocencia sería reconocida y que le harían justicia. Tuvo un hijo, cuyo nacimiento escondió cuidadosamente, con miedo de atraerle persecuciones, y lo llamó Hipnotismo. Por mucho tiempo este hijo compartió su destierro, y durante ese tiempo se instruía. Cuando creyó que estaba lo suficientemente instruido, le dijo: Ve a presentarte al Olimpo; principalmente abstente de decir que eres mi hijo; tu nombre y un disfraz han de facilitar tu acceso; Esculapio cuidará de tu ingreso. –¡Cómo, padre mío! ¡Esculapio, vuestro más encarnizado enemigo! ¡Aquel que os ha proscripto! –Él mismo ha de tenderte la mano. –Pero si me reconoce, me expulsará. –¡Pues bien! Si él te expulsa, volverás a mi lado y continuaremos nuestra obra de beneficencia entre los hombres, esperando tiempos mejores. Pero tranquilízate, tengo mucha esperanza. Esculapio no es malo; ante todo quiere el progreso de la Ciencia; de lo contrario no sería digno de ser el dios de la Medicina. Además, tal vez yo haya cometido algunos errores con referencia a él; al verlo denigrar, me ofendí, me exalté y lo ataqué sin consideración; lo cubrí de injurias, lo ridiculicé, lo traté con desprecio y lo llamé de ignorante; ahora bien, este es un medio equivocado de tratar a los hombres y a los dioses, y su amor propio herido se irritó un instante contra mí. No hagas como yo, hijo mío; sé más prudente y, sobre todo, más cortés; si los otros no son así contigo, el error será de ellos y la razón estará de tu lado. Ve, hijo mío, y recuerda que no conseguirás nada tratándolos mal.

Así habló el padre. El Hipnotismo partió tímidamente hacia el Olimpo; su corazón latía fuertemente cuando se presentó ante la puerta sagrada; pero, ¡oh, sorpresa! El propio Esculapio le tendió la mano y lo hizo ingresar.

Por lo tanto, he aquí el Magnetismo en su lugar. ¿Qué va a hacer? ¡Oh! No creáis en la victoria definitiva; aún estamos en las preliminares de la paz. Es una primera barrera derribada, he aquí todo; este es un paso importante, sin duda, pero no penséis que sus enemigos van a confesarse vencidos; el propio Esculapio, el gran Esculapio, que lo reconoció porque tiene un aire de familia, abrazó tan abiertamente su defensa, porque ellos serían capaces de enviarlo al manicomio. Van a decir que es... algo..., pero que seguramente no es Magnetismo. Supongamos que sea así: no es un juego de palabras; será todo lo que ellos quieran. Pero, a la espera de esto, es un hecho que tendrá consecuencias; ahora bien, he aquí las consecuencias. Inicialmente se van a ocupar apenas desde el punto de vista anestésico (del griego aisthésis, sensibilidad, con el prefijo a, privativo: privación general o parcial de la facultad de sentir), y esto debido al predominio de las ideas materialistas, porque aún hay mucha gente que –sin duda por modestia– se obstina en reducirse al papel de varilla de asador que, cuando no funciona más, ¡es arrojada al hierro viejo sin dejar vestigios! Así, van a experimentar ese hecho de todas las maneras, aunque sólo fuese por mera curiosidad; van a estudiar la acción de diferentes sustancias para producir el fenómeno de la catalepsia; después, un bello día, reconocerán que basta poner el dedo. Pero esto no es todo: al observar el fenómeno de la catalepsia, el mismo presenta espontáneamente otros; ya se ha notado la libertad del pensamiento durante la suspensión de las facultades orgánicas; por lo tanto, el pensamiento es independiente de los órganos; hay entonces en el hombre algo más que la materia. Se verá la manifestación de facultades extrañas: la vista adquiere una amplitud insólita al transponer los límites de los sentidos; todas las percepciones se modifican; en una palabra, es un vasto campo para la observación, y no faltarán observadores. El santuario está abierto: esperemos que de él se derrame luz, a menos que el aréopago celestial no dé el honor a otros sino a sí mismo.

Ciertamente nuestros lectores han de apreciar el notable artículo que el Sr. Víctor Meunier, redactor de L’Ami des Sciences, ha publicado sobre este interesante tema, en la Revista Científica semanal de Le Siècle del 16 de diciembre de 1859:

“El magnetismo animal, llevado a la Academia de Ciencias por el Sr. Broca, quien ha sido presentado a la ilustre Academia por el Sr. Velpeau, experimentado por los Sres. Follin, Verneuil, Faure, Trousseau, Denonvilliers, Nélaton, Azam, Ch. Robin, etc., todos cirujanos de los hospitales, es la gran noticia del día.

“Los descubrimientos, como los libros, tienen su destino. El que vamos a tratar no es nuevo. Data casi de una veintena de años, y ni en Inglaterra –donde nació– ni en Francia –donde actualmente no se habla de otra cosa–, le faltó publicidad. Un médico escocés, el Dr. Braid, hizo el descubrimiento y le consagró un libro (Neurypnology or the rationale of nervous sleep, considered in relation with animal magnetism). Un célebre médico inglés, el Dr. Carpenter, analizó detenidamente el descubrimiento del Sr. Braid en el artículo sleep (sueño) de la Enciclopedia de Anatomía y de Fisiología, de Tood (Cyclopedia of anatomy and physiology). Un ilustre sabio francés, el Sr. Littré, reprodujo el análisis del Dr. Carpenter en la segunda edición del Manuel de physiologie (Manual de Fisiología), de J. Mueller. En fin, nosotros mismos hemos dedicado uno de nuestros folletines de La Presse (La Prensa, del 7 de julio de 1852) al Hipnotismo (nombre dado por el Dr. Braid al conjunto de hechos tratados). La más reciente de las publicaciones relacionadas con este asunto data, pues, de siete años, y he aquí que cuando lo consideraban olvidado, él adquiere esta inmensa repercusión.

“Hay en el Hipnotismo dos cosas: un conjunto de fenómenos nerviosos, y el procedimiento por medio del cual son producidos.

“Ese procedimiento, empleado antiguamente –si no me equivoco– por el abate Faria, es de una gran simplicidad.

“Consiste en mantener un objeto brillante delante de los ojos de la persona con la cual se realiza la experiencia, a una pequeña distancia de la base de la nariz, de manera que sólo pueda mirarlo al ponerse bizca; ella debe fijar los ojos en dicho objeto. Al principio sus pupilas se contraen, después se dilatan bastante y, en pocos instantes, el estado cataléptico se produce. Al levantar los miembros del paciente, los mismos conservan la posición que se les da. Este no es más que uno de los fenómenos producidos; más tarde hablaremos de los otros.

“El Sr. Azam, profesor auxiliar en Clínica Quirúrgica de la Escuela de Medicina de Burdeos, al haber repetido con éxito las experiencias del Dr. Braid, mantuvo conversaciones con el Dr. Paul Broca, que piensa que las personas hipnotizadas quizás sean insensibles al dolor de las operaciones quirúrgicas. La carta que éste acaba de dirigir a la Academia de Ciencias es el resumen de sus experiencias al respecto.

“Ante todo, él debía cerciorarse de la realidad del Hipnotismo: y lo consiguió sin dificultad.

“Al hacer una visita a una señora de cuarenta años, la cual tenía un poco de histeria, y que estaba en cama debido a una ligera indisposición, el Dr. Broca fingía examinar los ojos de la paciente y le pedía que fijase detenidamente la mirada en un pequeño frasco dorado que él sostenía a más o menos 15 centímetros de distancia de la base de la nariz de esa dama. Al cabo de tres minutos, sus ojos se pusieron un poco rojos, sus rasgos permanecieron inmóviles y sus respuestas eran lentas y difíciles, pero perfectamente razonables. El Dr. Broca levantó el brazo de la paciente y el mismo se mantuvo en la posición en que fue dejado; colocó los dedos en las posiciones más extremas y ellos permanecieron así; pellizcó la piel en varios lugares con cierta fuerza, mas la paciente no parecía sentir nada. ¡Catalepsia, insensibilidad! El Dr. Broca no llevó más lejos la experiencia: ésta ya le había enseñado lo que quería saber. Una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío en la frente devolvieron el paciente a su estado normal. No tenía recuerdo alguno de lo que había acabado de suceder.

“Quedaba por saber si la insensibilidad hipnótica resistiría a la prueba de las operaciones quirúrgicas.

“Entre los pacientes del hospital Necker, en el turno del Dr. Follin, se encontraba una pobre mujer de 24 años que tenía una vasta quemadura en la espalda y en los dos miembros derechos, y que era acometida por un enorme absceso extremamente doloroso. Los menores movimientos eran un suplicio para ella; agotada por el sufrimiento y, además, con mucho miedo, esta desafortunada señora no pensaba sino con terror en la operación que se hacía necesaria. Ha sido en ella que –de acuerdo con el Sr. Follin– el Dr. Broca resolvió por completar la prueba del Hipnotismo.

“La colocaron en una cama, frente a una ventana, avisándole que la iban a hacer dormir. Al cabo de dos minutos sus pupilas se dilataron; su brazo izquierdo fue levantado casi verticalmente por encima de la cama, permaneciendo inmóvil. En el minuto número cuatro, sus respuestas eran lentas y casi penosas, pero perfectamente sensatas. Minuto número cinco: el Dr. Follin le pinchó la piel del brazo izquierdo y la paciente no se movió; procedió a un nuevo pinchazo más profundo, que la hizo sangrar, pero ella continuó impasible. Su brazo derecho fue erguido, quedando en esa posición. Entonces las cubiertas fueron levantadas y los miembros inferiores separados para mostrar la sede del absceso. La paciente no opuso resistencia y dijo con tranquilidad que sin duda iba a sentir dolor. Al ser abierto el absceso, ella dio un débil grito, que fue su única señal de reacción y que duró menos de un segundo. No tuvo el más mínimo estremecimiento en los músculos de la cara o de los miembros, ni sobresalto alguno en ambos brazos, siempre levantados verticalmente por encima de la cama. Los ojos, un poco congestionados, permanecían completamente abiertos; el rostro tenía la inmovilidad de una máscara...

“El talón izquierdo se mantenía suspendido. Sacaron un cuerpo brillante (una luneta); la catalepsia persistía. Por tercera vez le pincharon el brazo izquierdo, la sangre goteó y la operada no sintió nada. Durante 13 minutos ese brazo conservó la posición que le fue dada.

“En fin, una fricción en los ojos y una insuflación de aire frío despertaron casi súbitamente a la joven señora; al relajarse, los brazos y la pierna izquierda cayeron de repente en la cama. Ella frotó sus ojos, volvió a la conciencia, no se acordó de nada y se sorprendió al saber que la habían operado. La experiencia duró de 18 a 20 minutos; el período de anestesia, de 12 a 15 min.

“En resumen, tales son los hechos esenciales comunicados por el Dr. Broca a la Academia de Ciencias. Esos hechos ya no son más aislados. Un gran número de cirujanos de nuestros hospitales ha tenido el honor de repetirlos, y lo ha hecho con éxito. El objetivo del Sr. Broca y de sus honorables colegas era y debería ser quirúrgico. Esperemos que el Hipnotismo tenga, como medio de provocar la insensibilidad, todas las ventajas de los agentes anestésicos, sin tener de los mismos sus inconvenientes; pero la Medicina no es de nuestro dominio y, para no salir de sus atribuciones, nuestra Revista sólo debe considerar el hecho bajo el aspecto fisiológico.

“Después de haber reconocido la veracidad del Dr. Braid sobre el punto esencial, indudablemente se tendrá que verificar todo lo que atañe a este singular estado, al cual él da el nombre de Hipnotismo. Los fenómenos que él le atribuye pueden ser clasificados de la siguiente manera:

Exaltación de la sensibilidad – El olfato es llevado a un grado de agudeza que por lo menos se iguala al que es observado en los animales que tienen mejor sentido olfativo. La audición también se vuelve muy aguzada. El tacto adquiere una delicadeza increíble, sobre todo con relación a la temperatura.

Sentimientos sugeridos – Colocad el rostro, el cuerpo o los miembros del paciente en una actitud que convenga a la expresión de un sentimiento particular, y luego es despertado el estado mental correspondiente. Así, al ser puesta la mano del hipnotizado en la parte superior de su cabeza, él se yergue espontáneamente en toda su superioridad e inclina el cuerpo hacia atrás, tomando la postura de alguien que denota el más vivo orgullo. Si en ese momento se le curva la cabeza hacia delante, doblando ligeramente el cuerpo y los miembros, el orgullo deja lugar a la más profunda humildad. Al separar suavemente los labios, dando a la boca el aspecto de la risa, luego se produce una disposición alegre; el mal humor toma inmediatamente su lugar cuando se hacen converger las cejas hacia abajo.

Ideas provocadas – Levantad la mano del paciente por encima de su cabeza y doblad sus dedos sobre la palma, y es suscitada la idea de subir, de balancear o de estirar una cuerda. Al contrario, si se doblan los dedos dejando el brazo inclinado, la idea que surge es la de levantar un peso. Si los dedos están flexionados y el brazo es llevado hacia delante como para dar un golpe, surge la idea de boxear. (La escena transcurre en Londres.)

Aumento de la fuerza muscular – Si se desea suscitar una fuerza extraordinaria en un conjunto de músculos, basta sugerir al paciente la idea de la acción que requiera esta fuerza y asegurarle que puede lograrlo con la mayor facilidad, si lo quiere. "Nosotros hemos visto a uno de los pacientes hipnotizados por el Dr. Braid –dice el Dr. Carpenter–, paciente caracterizado por la pobreza de su desarrollo muscular, levantar, con la única ayuda de su dedo meñique, un peso de catorce kilos y hacerlo girar alrededor de su cabeza, con la sola garantía de que ese peso era tan leve como una pluma".”

Por hoy nos limitamos a la indicación de este artículo ya publicado; los hechos tienen la palabra; las reflexiones vendrán más tarde.


De un lado el Espíritu, de otro el cuerpo
Conversación con el Espíritu de un encarnado Nuestro honorable colega, el Sr. conde de R... C..., nos ha dirigido la siguiente carta, fechada el 23 de noviembre último:

«Sr. Presidente,

«He oído decir que médicos, entusiastas de su arte y deseosos de contribuir para el progreso de la Ciencia, volviéndose útiles a la Humanidad, habían legado –por testamento– sus cuerpos al escalpelo de las salas de Anatomía. La experiencia a la cual he asistido, de la evocación de un encarnado (sesión de la Sociedad del 14 de octubre de 1859), no me pareció bastante instructiva, porque se trató de una cuestión totalmente personal: poner en comunicación un padre encarnado con su hija desencarnada. Pensé que aquello que los médicos hicieron por el cuerpo, un miembro de la Sociedad podría hacerlo por el alma, aún en vida, poniéndose a vuestra disposición para un ensayo de ese género. Al preparar de antemano las preguntas que, de esta vez, nada tendrían de personal, quizás vos podríais obtener nuevas luces sobre el hecho del aislamiento del alma y del cuerpo. Aprovechando de una indisposición que me retiene en casa, vengo a ofrecerme como tema de estudio, si estuviereis de acuerdo. Por lo tanto, el próximo viernes –salvo una contraorden– me acostaré a las nueve de la noche y pienso que a las nueve y media podréis llamarme, etc.»

Nosotros hemos aprovechado el ofrecimiento del Sr. conde de R... C... con un mayor interés porque, al ponerse a nuestra disposición, pensamos que su Espíritu se prestaría más voluntariamente a nuestras investigaciones; por otro lado, su instrucción, la superioridad de su inteligencia (lo que, entre paréntesis, no le impide ser un excelente espírita) y la experiencia que él ha adquirido en sus viajes alrededor del mundo como capitán de la Marina imperial, podrían hacernos esperar de su parte una evaluación más clara de su estado: nuestras expectativas han sido confirmadas. En consecuencia, hemos tenido con él las dos conversaciones siguientes, siendo la primera el 25 de noviembre y la segunda el 2 de diciembre de 1859.

(Primera conversación – Sociedad, 25 de noviembre de 1859)

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.

2. ¿Tenéis en este momento conciencia del deseo que me habéis expresado de ser evocado? –Resp. Perfectamente.

3. ¿En qué lugar estáis aquí? –Resp. Entre vos y el médium.

4. ¿Nos veis tan claramente como cuando asistís en persona a nuestras sesiones? –Resp. Más o menos, porque la situación está un poco velada; aún no duermo bien.

5. ¿Cómo tenéis conciencia de vuestra individualidad aquí presente, mientras que vuestro cuerpo está en la cama? –Resp. En este momento mi cuerpo no es más que un accesorio para mí. Soy YO que estoy aquí.

Nota – La respuesta: Soy YO que estoy aquí, es muy notable; para él, el cuerpo no es la parte esencial de su ser: esta parte es el Espíritu, que constituye el YO; su YO y su cuerpo son dos cosas distintas.

6. ¿Podéis transportaros instantáneamente y a voluntad de aquí para vuestra casa y viceversa? –Resp. Sí.

7. Al dirigiros de aquí para vuestra casa y viceversa, ¿tenéis conciencia del trayecto que hacéis? ¿Veis los objetos que están en vuestro camino? –Resp. Sí, pero no me detengo a observarlos porque no estoy interesado en ellos.

8. El estado en que os encontráis, ¿es semejante al de un sonámbulo? –Resp. No enteramente; mi cuerpo duerme, es decir, está más o menos inerte; el sonámbulo no duerme; sus facultades orgánicas son modificadas y no aniquiladas.

9. El Espíritu evocado de un encarnado, ¿podría indicar remedios, como un sonámbulo? –Resp. Si los conoce o si está en relación con un Espíritu que los conozca, sí; de lo contrario, no.

10. El recuerdo de vuestra existencia corporal ¿está claramente presente en vuestra memoria? –Resp. De forma muy nítida.

11. ¿Podríais citar algunas de vuestras ocupaciones más salientes del día? –Resp. Podría hacerlo, pero no lo haré, y lamento haber propuesto esta pregunta. (Él había pedido como prueba que se le hiciera una pregunta de este género.)

12. ¿Es como Espíritu que lamentáis haber propuesto esta pregunta? –Resp. Como Espíritu.

13. ¿Por qué lo lamentáis? –Resp. Porque comprendo mejor cuán justo es que, en la mayor parte del tiempo, sea prohibido hacerlo.

14. ¿Podríais darnos la descripción de vuestro cuarto? –Resp. Ciertamente, y el de mi conserje también.

15. ¡Pues bien! Tened entonces la bondad de describirnos vuestro cuarto o el de vuestro conserje. –Resp. He dicho que podría hacerlo, pero poder no es querer.

16. ¿Cuál es la enfermedad que os retiene en vuestra casa? –Resp. La gota.

17. ¿Existe un remedio para la gota? Si lo conocéis, ¿podríais tener la bondad de indicarlo, pues así prestaríais un gran servicio? –Resp. Podría, pero no lo haré; el remedio sería peor que el mal.

18. Peor o no, ¿queréis indicarlo, a pesar de que no lo uséis? –Resp. Hay varios; entre otros, el cólquico.

Nota – Al despertar, el Sr. de R... reconoció que nunca había oído hablar del uso de esta planta como específico antigotoso.

19. En vuestro estado actual, ¿veríais el peligro que podría correr un amigo, y podríais ir a ayudarlo? –Resp. Podría; si escuchara mi inspiración, lo inspiraría, y aún con más provecho si él fuese médium.

20. Puesto que os evocamos conforme vuestra voluntad, y ya que consentís poneros a disposición para nuestros estudios, tened a bien describirnos y hacernos comprender –lo mejor que podáis– el estado en que os encontráis ahora, si así fuere posible. –Resp. Me encuentro en el estado más feliz y más satisfactorio que se pueda experimentar. ¿Alguna vez habéis tenido uno de esos sueños en que el calor del lecho os hace creer que estáis siendo mecidos suavemente en el aire o en la cresta de una ola tibia, sin preocupación alguna con vuestros movimientos, sin ninguna conciencia de los miembros pesados e incómodos que se mueven o se arrastran, en una palabra, sin tener ninguna necesidad que satisfacer al no sentir el aguijón del hambre ni el de la sed? Me encuentro en este estado junto a vos; y aún no os he dado sino una muy pequeña idea de lo que experimento.

21. El estado actual de vuestro cuerpo, ¿siente alguna modificación fisiológica, debido a la ausencia del Espíritu? –Resp. De ninguna manera; me encuentro en el estado que llamáis el primer sueño, que es el sueño pesado y profundo que todos nosotros experimentamos, y durante el cual nos alejamos de nuestro cuerpo.

Nota – El sueño, que no era completo en el comienzo de la evocación, se estableció poco a poco como consecuencia del desprendimiento del Espíritu, que deja al cuerpo en un mayor reposo.

22. Si en razón de un movimiento brusco despertasen instantáneamente a vuestro cuerpo mientras vuestro Espíritu está aquí, ¿qué sucedería? –Resp. Lo que es brusco para el hombre es muy lento para el Espíritu, que siempre tiene tiempo de ser avisado.

23. La felicidad que acabáis de describirnos y de la cual gozáis en vuestro estado libre, ¿tiene alguna relación con las sensaciones agradables que a veces se experimenta en los primeros momentos de la asfixia? El Sr. S..., que involuntariamente ha tenido la satisfacción de experimentarlas, os dirije esta pregunta. –Resp. Él no está del todo errado; en la muerte por asfixia hay un instante análogo a aquel del cual habla, pero sólo el Espíritu pierde su lucidez, mientras que aquí ella es considerablemente aumentada.

24. ¿Vuestro Espíritu está ligado al cuerpo por algún lazo? –Resp. Sí, tengo perfecta conciencia de esto.

25. ¿A qué podéis comparar este lazo? –Resp. A nada que vosotros conozcáis; si pudiéseis verlo, tendría el aspecto de una luz fosforescente, pero que no produce ninguna sensación.

26. ¿Os afecta la luz de la misma manera? ¿Tiene ella la misma tonalidad que cuando la veis por los ojos? –Resp. Absolutamente, puesto que mis ojos son como unas especies de ventanas de mi cerebro.

27. ¿Percibís también los sonidos claramente? –Resp. Más claramente, porque percibo muchos otros que os escapan.

28. ¿Cómo transmitís vuestro pensamiento al médium? –Resp. Actúo sobre su mano para darle una dirección, que facilito por una acción sobre el cerebro.

29. ¿Os servís de las palabras del vocabulario que él tiene en la cabeza, o le indicáis las palabras que debe escribir? –Resp. Lo uno y lo otro, según mi conveniencia.

29 a. Si tuvieseis como médium a alguien que no supiera vuestro idioma, y su lengua os fuese desconocida –un chino, por ejemplo–, ¿cómo haríais para dictarle? –Resp. Esto sería más difícil; quizá imposible; en todo caso, sólo sería posible con una flexibilidad y docilidad muy raras de encontrar.

30. Un Espíritu, cuyo cuerpo estuviese muerto, ¿experimentaría la misma dificultad en comunicarse a través de un médium completamente extraño al idioma que aquél hablaba cuando encarnado? –Resp. Talvez menor, pero la misma existiría siempre; acabo de deciros que, según el caso, el Espíritu da al médium sus expresiones o recibe las de éste.

31. Vuestra presencia aquí, ¿fatiga vuestro cuerpo? –Resp. De ninguna manera.

32. ¿Vuestro cuerpo sueña? –Resp. No; es justamente por eso que no se fatiga. La persona de la cual habláis, a través de sus órganos experimentaba impresiones que se transmitían al Espíritu; era esto que la fatigaba; yo no siento nada parecido.

Nota – Él hace alusión a una persona de la que se hablaba en ese momento, y que en una situación semejante había dicho que su cuerpo se fatigaba, y había comparado su Espíritu a un globo cautivo, cuyas sacudidas agitaban el poste que lo retenía.

Al día siguiente el Sr. de R... C... nos dijo que había soñado que él estaba en la Sociedad entre nosotros y el médium; evidentemente es un recuerdo de la evocación. Es probable que en el momento de la pregunta no estuviese soñando, ya que respondió negativamente; o quizá también, e incluso esto es más probable, el sueño no era más que un recuerdo de la actividad del Espíritu, siendo que en realidad no es el cuerpo que sueña, puesto que el cuerpo no piensa. Él, pues, respondió negativamente, sin saber si, una vez despierto, su Espíritu se recordaría. Si el cuerpo hubiese soñado mientras su Espíritu estaba ausente, es que el Espíritu habría tenido una doble acción; ahora bien, él no podría estar al mismo tiempo en la Sociedad y en su casa.

33. ¿Vuestro Espíritu se encuentra en el estado en que se hallará cuando estuviereis muerto? –Resp. Aproximadamente, exceptuando el lazo que lo liga al cuerpo.

34. ¿Tenéis conciencia de vuestras existencias anteriores? –Resp. Muy confusamente: ahí está una diferencia que me olvidaba; después del desprendimiento completo que sigue a la muerte, los recuerdos son mucho más precisos; actualmente son más completos que durante la vigilia, pero no suficientes como para poder especificarlos de una manera inteligible.

35. Si al despertar os mostrasen lo que habéis escrito, ¿tendríais conciencia de las respuestas que acabáis de dar? –Resp. Podría identificar algunos de mis pensamientos; pero muchos otros no encontrarían eco en mi pensamiento durante la vigilia.

36. ¿Podríais ejercer sobre vuestro cuerpo una influencia lo bastante grande como para despertarlo? –Resp. No.

37. ¿Podríais responder a una pregunta mental? –Resp. Sí.

38. ¿Nos veis espiritualmente o físicamente? –Resp. Lo uno y lo otro.

39. ¿Podríais ir a visitar al hermano de vuestro padre, que dicen que está en una isla de Oceanía? Y vos, como marinero, ¿podríais dar con precisión la posición de esa isla? –Resp. No puedo nada de eso.

40. ¿Qué pensáis ahora de vuestra interminable obra y de su objetivo? –Resp. Pienso que debo proseguirla, así como el objetivo; es todo lo que puedo decir.

Nota – Él había deseado que se le hiciera esta pregunta sobre un importante trabajo que había emprendido en la Marina.

41. Nos agradaría mucho que tuvieseis a bien dirigir algunas palabras a vuestros colegas, una especie de pequeño discurso. –Resp. Ya que se presenta la ocasión, aprovecho para afirmaros mi fe en el futuro del alma; que la mayor falta que los hombres pueden cometer es buscar pruebas y pruebas; esto es a lo sumo perdonable en los hombres que están en el inicio del conocimiento del Espiritismo. ¿No os han repetido miles de veces que es preciso creer, porque se comprende y se ama la justicia y la verdad, y que si se diera atención a una de esas preguntas pueriles, los que pretenden hacerlas para convencerse no dejarían de realizar otras al día siguiente, y perderíais infaliblemente un tiempo precioso, haciendo echar la buenaventura a los Espíritus? Ahora lo comprendo mucho mejor que cuando estaba despierto, y puedo daros un consejo sabio: cuando quisiereis obtener tales resultados, dirigiros a los Espíritus golpeadores y a las mesas parlantes que, al no tener nada mejor que decir, pueden ocuparse de estas especies de manifestaciones. Perdonadme la lección, pero tengo necesidad de ella como los otros, y no me lamento en darla a mí mismo.

(Segunda conversación – 2 de diciembre de 1859)

42. Evocación. –Resp. Estoy aquí.

43. ¿Dormís bien? –Resp. No del todo; pero lo he de conseguir.

44. En el caso particular en que os encontráis, ¿juzgáis que sea útil hacer la evocación en el nombre de Dios, como si la misma fuese para un Espíritu desencarnado? –Resp. ¿Por qué no? Porque yo no haya muerto, ¿creéis que Dios me sea indiferente?


45. Si en el momento en que estáis aquí, vuestro cuerpo recibiese una picadura no lo suficientemente fuerte como para despertaros, pero lo bastante para haceros estremecer, ¿vuestro Espíritu la sentiría? –Resp. Mi cuerpo no la sentiría.

46. ¿Vuestro Espíritu tendría conciencia del hecho? –Resp. Ninguna conciencia; pero notad bien que vos me habláis de una sensación leve y sin ningún alcance e importancia para con el cuerpo o con el Espíritu.

47. A propósito de la luz, habéis dicho que la misma os parecía como en el estado de vigilia, considerando que vuestros ojos son como ventanas por donde ella llega a vuestro cerebro. Concebimos esto con referencia a la luz percibida por el cuerpo; pero en este momento no es vuestro cuerpo que ve. ¿Veis entonces a través de un punto circunscripto o por todo vuestro ser? –Resp. Es muy difícil haceros comprender esto; el Espíritu percibe sus sensaciones sin la intermediación de los órganos y no tiene un punto circunscripto para percibirlas.

48. Insisto nuevamente en saber si los objetos, el espacio que os rodea, tienen para vos la misma tonalidad que cuando estáis despierto. –Resp. Para mí, sí, porque mis órganos no me engañan; pero ciertos Espíritus encontrarían en esto grandes diferencias; por ejemplo, vosotros percibís los sonidos y los colores muy diferentemente.

49. ¿Percibís los olores? –Resp. También mejor que vosotros.

50. ¿Hacéis diferencia entre la luz y la oscuridad? –Resp. Diferencia, sí; pero para mí la oscuridad no es como para vosotros: yo veo perfectamente en lo oscuro.

51. ¿Vuestra visión penetra los cuerpos opacos? –Resp. Sí.

52. ¿Podríais ir a otro planeta? –Resp. Depende.

53. ¿Depende de qué? –Resp. Del planeta.

54. ¿A qué planeta podríais ir? –Resp. A los que están en el mismo grado que la Tierra o en un grado próximo.

55. ¿Veis a otros Espíritus? –Resp. A muchos, y aun así.

Nota – Una persona que lo conoce íntimamente, y que asistía a esta sesión, dice que esta expresión le es muy familiar; dicha persona ve en esto, así como en toda la forma de su lenguaje, una prueba de identidad.

56. ¿Los veis aquí? –Resp. Sí.

57. ¿Cómo constatáis su presencia? ¿Por alguna forma? –Resp. Por su propia forma, es decir, por su periespíritu.

58. ¿Veis algunas veces a vuestros hijos y podéis hablarles? –Resp. Los veo y les hablo muy a menudo.

59. Habéis dicho: Mi cuerpo es un accesorio; soy yo que estoy aquí. ¿Ese yo es circunscripto, limitado, tiene alguna forma? En
una palabra, ¿cómo os veis? –Resp. Es siempre el periespíritu.

60. El periespíritu ¿es entonces un cuerpo para vos? –Resp. Pero sin duda.

61. ¿Presenta vuestro periespíritu la forma de vuestro cuerpo material, y os parece que aquí estáis con vuestro cuerpo? –Resp. Sí a la primera pregunta, no a la segunda; tengo perfecta conciencia de estar aquí solamente con mi cuerpo fluídico luminoso.

62. ¿Podríais darnos un apretón de manos? –Resp. Sí, pero no lo sentiríais.

63. ¿Podríais hacerlo de una manera sensible? –Resp. Sí, pero no lo puedo hacer aquí.

64. Si vuestro cuerpo muriera súbitamente en el momento en que estáis aquí, ¿qué experimentaríais? –Resp. Yo estaría allá antes.

65. ¿Seríais desprendido más rápidamente que si murieseis en circunstancias ordinarias? –Resp. Sí; después de haber salido, solamente entraría para cerrar la puerta.

66. Habéis dicho que sufrís de gota; en esto no estáis de acuerdo con vuestro médico, aquí presente, que afirma que es un reumatismo neurálgico. ¿Qué pensáis? –Resp. Ya que vosotros estáis tan bien informados, pienso que esto os debe bastar.

67. (El médico.) ¿En qué os basáis para creer que sea la gota? –Resp. Es mi opinión; quizá me equivoque, sobre todo si vos estáis MUY SEGURO de no estar equivocado.

68. (El médico.) Sería posible que hubiera una complicación de gota y de reumatismo. –Resp. Entonces ambos tendríamos razón; sólo faltaría que nos abrazáramos.

(Esta respuesta provoca risas en la asamblea.)

69. Al vernos riendo, ¿esto os hace reír? –Resp. Pero a carcajadas; ¿entonces no me entendéis?

70. Habéis dicho que el cólquico es un remedio eficaz contra la gota; ¿de dónde os ha venido esta idea, ya que despierto no la conocíais? –Resp. Lo usé en otros tiempos.

71. ¿Ha sido, por lo tanto, en otra existencia? –Resp. Sí, y me ha hecho mal.

72. Si os hicieran una pregunta indiscreta, ¿seríais constreñido a responderla? –Resp. ¡Oh! Esta es muy fuerte; intentad, pues.

73. ¿Tenéis perfectamente así vuestro libre albedrío? –Resp. Más que vosotros.

Nota – En muchas ocasiones la experiencia ha probado que, aislado del cuerpo, el Espíritu tiene siempre su voluntad y solamente dice lo que quiere; al comprender mejor el alcance de las cosas, inclusive él es más prudente y más discreto de lo que sería cuando despierto. Cuando dice una cosa, es que juzga útil decirlo.

74. ¿Habríais tenido la libertad de no venir cuando os hubimos llamado? –Resp. Sí, con riesgo de sufrir las consecuencias.

75. ¿Cuáles son esas consecuencias? –Resp. Si me niego a ser útil a mis semejantes, sobre todo cuando tengo perfecta conciencia de mis actos, soy libre, pero soy punido.

76. ¿Qué género de punición sufriríais? –Resp. Sería necesario que me explayase sobre el código de Dios, y esto sería muy largo.

77. Si en este momento alguien os insultase, diciéndoos cosas que despierto no soportaríais, ¿qué sentimiento tendríais? –Resp. Desprecio.

78. ¿Entonces no buscaríais vengaros? –Resp. No.

79. ¿Tenéis idea de la posición que ocuparéis entre los Espíritus cuando allá estuviereis completamente? –Resp. No, esto no es permitido.

80. ¿Creéis que, en el estado actual en que os encontráis, el Espíritu pueda prever la muerte de su cuerpo? –Resp. Algunas veces, puesto que si debiese desencarnar súbitamente, el Espíritu siempre tendría tiempo para volver al cuerpo.



Consejos de familia

Nuestros lectores recuerdan, sin duda, el artículo que hemos publicado en el mes de septiembre último, con el título: Una Familia Espírita. Las siguientes comunicaciones son muy semejantes. En efecto, son consejos dictados en una reunión íntima, por un Espíritu eminentemente superior y benevolente. Dichos consejos se distinguen por el encanto, por la dulzura del estilo, por la profundidad de los pensamientos y, además, por los matices de una extrema delicadeza, los cuales son apropiados a la edad y al carácter de las personas a las que son dirigidos. El Sr. Rabache, comerciante de Burdeos, que ha servido de intermediario, ha tenido a bien autorizar la publicación de los mismos; no podemos sino felicitar a los médiums que obtienen semejantes comunicaciones: es una prueba de que ellos tienen simpatías felices en el mundo invisible.

Castillo de Pechbusque, noviembre de 1859.

(Primera sesión)

Preguntaron al Espíritu protector de la familia si consentía en dar algunos consejos a los miembros presentes, y él respondió:

Sí; que tengan confianza en Dios y que busquen instruirse sobre las verdades inmutables y eternas que les enseña el libro divino de la naturaleza; él contiene toda la ley de Dios, y los que saben leerlo y comprenderlo son los únicos que siguen el verdadero camino de la sabiduría. Que nada de lo que vean sea descuidado, porque cada cosa lleva en sí una enseñanza, y por el uso del razonamiento debe elevar el alma hacia Dios y aproximarla a Él. En todo lo que se refiera a la inteligencia, que ellos busquen siempre distinguir el bien del mal; el primero, para practicarlo; el segundo, para evitarlo. Que antes de emitir un juicio, siempre vuelvan su pensamiento hacia el ETERNO, que los guiará al bien, Y NUNCA LOS ENGAÑARÁ.

(Segunda sesión)

Buenas noches, hijos míos. Si me amáis, buscad instruiros; reunios frecuentemente con este pensamiento. Poned vuestras ideas en común; este es un excelente medio, porque en general no comunicamos sino las cosas que son buenas: tenemos vergüenza de las malas. Así, estas últimas son guardadas en secreto o sólo son comunicadas a los que se quiere volver cómplices. Hay que discernir los buenos de los malos pensamientos, porque los primeros pueden, sin ningún recelo, ser comunicados a todo el mundo, mientras que los últimos podrían comunicarse, no sin peligro, a algunos. Cuando os viene un pensamiento, para juzgar su valor preguntáis si podéis hacerlo público sin inconvenientes, y si no producirá ningún mal: si vuestra conciencia os lo autoriza, estad ciertos –sin recelo– que vuestro pensamiento es bueno. Daos mutuamente buenos consejos, considerando sólo el bien de aquel a quien los dais, y no el vuestro. Vuestra recompensa estará en el placer que tendréis en haber sido útiles. La unión de los corazones es la fuente más fecunda de la felicidad, y si muchos hombres son infelices, es porque solamente buscan la felicidad para sí mismos; se les escapa precisamente porque creen encontrarla sólo en el egoísmo. Me refiero a la felicidad y no a la fortuna, porque esta última solamente ha servido como apoyo a la injusticia, y el objetivo de la existencia es la justicia. Ahora bien, si la justicia fuese practicada entre los hombres, el más afortunado sería aquel que hiciera la mayor suma de buenas obras. Por lo tanto, hijos míos, si queréis ser ricos, practicad muchas buenas acciones; poco importan los bienes del mundo; no es la satisfacción de la carne que se debe buscar, y sí la del alma: aquélla es efímera, ésta es eterna.

Es suficiente por hoy; meditad en estos consejos y tratad de ponerlos en práctica: he aquí el camino de la salvación.

(Tercera sesión)

Sí, hijos míos, estoy aquí. Tened confianza en Dios, que nunca abandona a los que hacen el bien. Aquello que creéis un mal, frecuentemente sólo lo es con relación a vuestras concepciones. A menudo también el mal real no viene sino del desánimo ocasionado por una dificultad, que la calma de espíritu y la reflexión habrían evitado. Por lo tanto, reflexionad siempre y, como ya os lo he dicho, tened total confianza en Dios. Cuando experimentéis algunos disgustos, lejos de abandonaros a la tristeza, al contrario, resistid y haced todos los esfuerzos para triunfar, pensando que nada se obtiene sin trabajo, y que el éxito es frecuentemente acompañado por dificultades. Invocad en vuestra ayuda a los Espíritus benevolentes; ellos no pueden –como se os ha enseñado– hacer buenas obras en vuestro lugar, ni obtener nada de Dios para vosotros, porque es necesario que cada uno gane por sí mismo la perfección a la que todos estamos destinados; pero pueden inspiraros el bien, sugeriros una conducta apropiada y ayudaros con su concurso. Ellos no se manifiestan ostensiblemente, sino en el recogimiento; escuchad la voz de vuestra conciencia, recordándoos de mis consejos anteriores. –Confianza en Dios, calma y coraje.

(Cuarta sesión)

Buenas noches, hijos míos. Sí, es preciso continuar (las sesiones) hasta que un médium se manifieste para reemplazar al que debe dejaros. Su papel de iniciador, entre vosotros, se ha cumplido: continuad lo que habéis comenzado, porque vosotros también serviréis un día a la propagación de la verdad que en este momento es proclamada en el mundo entero por las llamadas manifestaciones de los Espíritus. Hijos míos, persuadios que lo que en general se entiende en la Tierra por Espíritu, no es Espíritu sino para vosotros. Después que este Espíritu, o alma, se separa de la materia grosera que lo envuelve, para vosotros él no tiene más cuerpo, porque vuestros ojos materiales no lo pueden ver más; pero es siempre materia, en lo que respecta a los que son más elevados que él. Para vosotros, pequeños hijos míos, voy a hacer una comparación bien imperfecta, pero que, entretanto, podrá daros una idea de la transformación a la que llamáis, de forma inapropiada, de muerte. Imaginaos una oruga que veis todos los días. Transcurrido el tiempo de su existencia en ese estado, ella se transforma en crisálida; aún pasa un tiempo en este estado y después, llegado el momento, se despoja de su envoltura grosera y da nacimiento a una mariposa que vuela. Ahora bien, al dejar su naturaleza grosera, la oruga representa al hombre que muere; la mariposa representa al alma que se eleva. La oruga se arrastra en la tierra; la mariposa vuela hacia el cielo. Ha cambiado de materia, pero aún es material. Si la oruga razonase, no vería a la mariposa que, entretanto, habría salido del capullo putrefacto de la crisálida. Por lo tanto, el cuerpo no puede ver al alma; pero el alma, envuelta en la materia, tiene conciencia de su existencia, y hasta el mayor de los materialistas la siente a veces interiormente; entonces, su orgullo le impide concordar con esto y se queda con su ciencia sin creencia, sin elevarse, hasta que finalmente le llegue la duda. Entonces, ni todo está acabado, porque en él la lucha es mayor; pero no es más que una cuestión de tiempo, porque –recordadlo, amigos míos– todos los hijos de Dios son creados para la perfección: felices aquellos que no pierden tiempo por el camino. La eternidad se compone de dos períodos: el de la prueba, que podría llamarse de incubación, y el de la eclosión o entrada en la vida verdadera, que llamáis la felicidad de los elegidos.

(Quinta sesión)

Queridos hijos míos: veo con satisfacción que comenzáis a reflexionar sobre los avisos y los consejos que os doy. Sé que para el desarrollo actual de vuestra inteligencia, existen a la vez muchos temas para reflexión; pero debo aprovechar la ocasión que se presenta: en algunos días este intermediario no estará más a mi disposición, y era necesario impactar vuestra imaginación de manera a sugeriros el deseo de continuar vuestras sesiones, hasta que alguno de vosotros pudiera servir como reemplazante del actual médium. Espero que estas pocas sesiones, en las cuales os aconsejo a meditar por más tiempo, hayan sido suficientes para despertar vuestra atención y el deseo de profundizar más ese vasto objeto de investigaciones. Nunca toméis como regla satisfacer una vana curiosidad, y sí buscad instruiros y perfeccionaros. Es inútil que os preocupéis con la diferencia que pueda existir entre mis instrucciones y lo que sabéis o creéis saber; cada vez que una instrucción os es dada, preguntad si la misma es justa y si responde a las exigencias de la conciencia y de la equidad: cuando la respuesta sea afirmativa, no os inquietéis en saber si está de acuerdo con lo que se os ha dicho. ¡Qué os importa esto! Lo importante es lo justo, lo concienzudo y lo equitativo: todo lo que reúne estas condiciones es de Dios. Obedecer a una conciencia recta, sólo hacer cosas útiles, evitar todas aquellas que –sin ser malas– no tengan utilidad, es lo esencial; porque hacer algo inútil ya es hacer el mal. Evitad ser motivo de escándalo, incluso para vuestro perfeccionamiento: hay circunstancias en que la simple visión de vuestro cambio puede producir un efecto malo. Es así, por ejemplo, que la luz del día podría, no sin peligro, turbar súbitamente la vista de un hombre

preso en un calabozo oscuro. Entonces, que vuestro progreso no sea consagrado a la investigación sino cuando la sabiduría os aconseje a hacerlo. Perfeccionaos siempre; sólo cuando llegue el tiempo daréis el ejemplo. Aquellos para quienes escribo este consejo lo comprenderán, sin que yo tenga la necesidad de ser más explícito: su conciencia se lo dirá.

Por lo tanto, ¡coraje y perseverancia! Son las únicas leyes del éxito.

Nota – Este último consejo no podría tener una aplicación general; es evidente que al darlo, el Espíritu ha tenido un objetivo especial, como él mismo lo ha dicho; de otro modo, uno podría equivocarse en cuanto al sentido y al alcance de sus palabras.




Las piedras de Java

Bruselas, 9 de diciembre de 1859.

Señor Director:

He leído en la Revista Espírita el hecho relatado por Ida Pfeiffer sobre las piedras que caían en Java, en presencia de un oficial superior holandés con el cual estuve muy vinculado en 1817, ya que ha sido él quien me prestó sus pistolas y que fue testigo en mi primer duelo. Se llamaba Michiels, de Maestricht, y se volvió general en Java. La carta que relataba ese hecho agregaba que la caída de esas piedras, en una habitación aislada del distrito de Cheribon, no duró menos de doce días, y que los centinelas colocados por el general no descubrieron nada, ni él tampoco en todo el tiempo que permaneció allá. Estas piedras, formadas por una especie de piedra pómez, parecían ser creadas en el aire, a algunos pies del techo. Con ellas, el general hizo llenar varias cestas; los habitantes venían a buscarlas para hacer amuletos e inclusive remedios. Este hecho es muy conocido en Java, porque se repite con bastante frecuencia, sobre todo las escupidas de siri. Varios niños han sido perseguidos a pedradas en campo raso, pero sin ser alcanzados por las mismas. Se diría que Espíritus bromistas se divertían en asustar a las personas. Evocad al general Michiels en Espíritu: quizá él os explique este hecho. El Dr. Vanden Kerkhove, que durante mucho tiempo vivió en Java, me ha confirmado –como yo os afirmo– que vuestra Revista se vuelve cada día más interesante, más moralizadora y más buscada en Bruselas.

Atentamente,
JOBARD.

El conocido carácter de la Señora Ida Pfeiffer, el sello de veracidad que llevan todos sus relatos, no nos dejan ninguna duda sobre la realidad del fenómeno en cuestión: pero se comprende toda la importancia que a esto venga a sumarse la carta del Sr. Jobard, por el testimonio del principal testigo ocular encargado de verificar el hecho, y que no tenía ningún interés en darle crédito si lo hubiese reconocido falso. A primera vista la naturaleza esponjosa de esa lluvia de piedras podría ser atribuida a un origen volcánico o aerolítico, y los escépticos no dejarían de decir que la superstición había tomado el lugar de un fenómeno natural. Si sólo tuviésemos el testimonio de los javaneses, la suposición sería fundada, y esas piedras, cayendo en campo raso, vendrían sin duda en apoyo a esta opinión. Pero el general Michiels y el Dr. Vanden Kerkhove no eran malayos, y sus afirmaciones tienen mucho valor. A esta consideración, por sí sola muy poderosa, es preciso agregar que esas piedras no caían solamente en pleno aire, sino en un cuarto donde parecían formarse a alguna distancia del techo: es el general quien lo afirma. Ahora bien, nosotros pensamos que nunca se han visto aerolitos formarse en la atmósfera de un cuarto. Si se admite la causa meteorológica o volcánica, cómo explicar las escupidas de siri, ya que los volcanes nunca las han arrojado, por lo menos de nuestro conocimiento. Descartada esta hipótesis por la propia naturaleza de los hechos, resta saber cómo esas sustancias pudieron formarse. Esta explicación se encuentra en nuestro artículo del mes de agosto de 1859, sobre Objetos en el Más Allá.



Correspondencia

Toulouse, 17 de diciembre de 1859.

Estimado Señor:

Acabo de leer vuestra respuesta al Sr. Oscar Comettant, cuyo artículo yo ya había leído. Si ese folletinista escéptico y neciamente burlón no se ha convencido con las buenas razones que vos le habéis dado, por lo menos él podría reconocer en vuestra respuesta la urbanidad del estilo que a él le faltó totalmente en su prosa; las digresiones vulgares con las cuales trató las evocaciones, me parecían las opiniones de un payaso. Los lamentos con que recordaba los dos francos que le había costado la sonata, bien merecen que la Sociedad votase a su favor un socorro de 2 francos. Como lo podréis comprender, mi estimado señor Allan Kardec, soy un espírita demasiado ardiente como para haber dejado sin respuesta un artículo donde yo he sido citado y acusado. A mi turno, escribí también al Sr. Oscar Comettant; al día siguiente de la recepción de su diario, él recibió mi siguiente carta:

Señor:

Tuve el placer de leer vuestro folletín del jueves: Variétés. Como me acusáis, ya que soy allí personalmente citado, os pido que me deis permiso para hacer al respecto algunas observaciones que consentiréis en aceptar, así como yo mismo he aceptado las espirituosas digresiones con que os habéis complacido en desvirtuar el relato de las evocaciones de Mozart y de Chopin. ¿De qué os queréis burlar con ese artículo humorístico? ¿Del Espiritismo? Os equivocáis mucho si creéis causarle el más mínimo daño. En Francia, al principio se hacen burlas, después se juzga y sólo se conceden los honores de los chistes a las cosas verdaderamente grandes y serias, con la libertad de concordar con éstas después de todo el examen que merecen.

Si el Sr. Ledoyen fuese tan ávido e interesado como queréis hacerlo creer, él debería agradeceros mucho por vos haber tenido a bien –en un folletín de once columnas– asegurar el éxito de una de sus más modestas publicaciones; es la primera vez que, en un gran diario, un artículo tan importante es publicado sobre el Espiritismo. Por este artículo casi estrepitoso, veo que el Espiritismo ya es tomado en consideración hasta por sus propios enemigos y, confidencialmente, os diré que los Espíritus nos han dicho que ellos se servirían también de sus enemigos para hacer triunfar a su causa. Así, no tenéis sino que poneros en guardia, si no queréis volveros un apóstol contra vuestra voluntad.

Vos solamente queréis ver en el Espiritismo un charlatanismo moral y comercial; nosotros –futuros inquilinos del hospicio– hemos encontrado la solución de una multitud de problemas contra los cuales la Humanidad no hallaba la causa desde hacía muchos siglos, por ejemplo: el reconocimiento razonado de Dios en todas sus obras materiales y espirituales; la certeza de la inmortalidad y de la individualidad del alma, probadas por las manifestaciones de los Espíritus; el conocimiento de las leyes de la justicia divina, estudiada en las diversas encarnaciones de los Espíritus, etc., etc. Si se diesen el trabajo de profundizar un poco estos temas, podrían ver que los mismos están por encima de todos los sarcasmos y de todos los escarnios. Por más que nos tratéis como soñadores y alucinados, en vez del E pur si muove de Galileo, nosotros diremos: ¡y sin embargo he aquí Dios!

Atentamente,

BRION DORGEVAL.

Primer bajo de la Ópera Cómica en el Teatro de Toulouse, ex contratado del Sr. Carvalho.

Nota – No es de nuestro conocimiento que el Sr. Oscar Comettant haya publicado esta respuesta, ni tampoco la nuestra; ahora bien, atacar sin admitir la defensa no es un combate leal.

Bruselas, 23 de diciembre de 1859.

Mi querido colega:

Vengo a exponeros algunas reflexiones etnográficas sobre el mundo de los Espíritus, con la intención de rectificar una opinión bastante generalizada, pero, a mi parecer, muy errada sobre el estado del hombre después de su desencarnación.

Se imagina erróneamente que un imbécil, un ignorante, un bruto se vuelva inmediatamente un genio, un sabio, un profeta porque ha dejado su envoltura corporal. Es un error análogo al de quien admitiera que un criminal, liberado de la camisa de fuerza, se va a volver honesto, o que un tonto se vuelva sensato y que un fanático se transforme en razonable, por el solo hecho de haber transpuesto la frontera espiritual.

No es nada de eso; llevamos con nosotros todas nuestras conquistas morales, nuestro carácter, nuestro conocimiento, nuestros vicios y virtudes, con excepción de lo material: los cojos, los tuertos y los jorobados no lo son más; pero los bribones, los avaros y los supersticiosos aún continúan siéndolo. Por lo tanto, no es de admirarse que escuchemos a los Espíritus pedir oraciones, desear que se cumplan las peregrinaciones que ellos habían prometido e, incluso, que se encuentre el dinero que habían escondido, con el objetivo de darlo a la persona a quien lo habían destinado, y que la indican exactamente cuando está reencarnada.

En suma, el Espíritu que tenía un deseo, un plan, una opinión, una creencia en la Tierra, desea verlos realizados. Así, Hahnemann exclamaba: “Coraje, amigos míos, mi doctrina triunfa; ¡qué satisfacción para mi alma!”

En cuanto al Dr. Gall, vos sabéis lo que él piensa de su ciencia, así como Lavater, Swedenborg y Fourier, el cual me ha dicho que sus alumnos habían truncado su doctrina al querer saltar la fase del garantismo, que él me felicita por proseguir.

En una palabra, todos los Espíritus que profesaban una religión, una idolatría o un cisma por convicción, persisten en las mismas creencias, hasta que sean esclarecidos por el estudio y por la reflexión. Tal es el objeto de mis investigaciones en este momento, y evidentemente es un Espíritu lógico quien me las dicta, porque hace una hora yo solamente pensaba en ir a la cama para concluir la lectura del excelente y pequeño libro de la Sra. de Henry Gaugain, sobre las lamentables ideas preconcebidas de los bajo-bretones contra los nuevos inventos.

Al continuar vuestros estudios, reconoceréis que el Más Allá no es más que la imagen daguerrotipada de este mundo, que –como sabéis– reúne Espíritus malignos como el diablo, y malos como los demonios. No es de admirarse que las personas simples se engañen y se queden confundidas cuando se comunican con ellos, lo que las priva de la visita de los Espíritus buenos y grandes, menos raros allá en lo Alto que aquí abajo, ya que los hay de todos los tiempos y de todos los lugares, y éstos sólo nos quieren dar buenos consejos y hacernos el bien; mientras que sabéis con qué repugnancia y con qué cólera los malos responden al llamado forzado. Pero el mayor, el más raro de todos los Espíritus, el que viene solamente tres veces durante la vida de un globo, el Espíritu Divino, el Santo Espíritu, en fin, no obedece a las evocaciones de los pneumatólogos; viene cuando quiere, spiritus flat ubi vult, lo que no significa que no envíe a otros para prepararle el camino.

La jerarquía es una ley universal, todo es como todo, como además entre nosotros. Lo que retarda más el progreso de las buenas doctrinas, que la persecución no deja avanzar, es el falso respeto humano.

Hace mucho tiempo que el Magnetismo habría triunfado si, en lugar de decir: el Sr. X., el Sr. N., se hubiera dado el nombre y la dirección de las personas para referencias, como dicen los ingleses. Pero se dice: ¿quién es ese Sr. M. que se oculta? Aparentemente un mentiroso. ¿Y el Sr. J.? Un embustero. ¿Y ese Sr. F.? Un farsante o, mejor dicho, un ser en el cual no se puede confiar, porque se esconde y se enmascara para hacer mal o mentir.

Hoy, que las Academias admiten finalmente al Magnetismo y al sonambulismo, primos hermanos del Espiritismo, es necesario que sus adeptos tengan valor para asumirlo con todas las letras. El miedo al qué dirán es un sentimiento cobarde y malo.

La acción de asumir lo que se ha visto y lo que uno cree, no debe más ser considerado como un rasgo de coraje; por lo tanto, debéis aconsejar a vuestros adeptos a hacer lo que yo siempre he hecho: firmar.

JOBARD

Nota – Estamos de acuerdo en todos los puntos con el Sr. Jobard; primeramente, sus observaciones sobre el estado de los Espíritus son perfectamente exactas. En cuanto al segundo punto, anhelamos como él a que llegue el momento en el cual el miedo al qué dirán no detenga más a nadie. Pero, ¿qué queréis? Es preciso tener en cuenta la debilidad humana; unos comienzan, y el Sr. Jobard tendrá el mérito de haber dado el ejemplo; otros seguirán –estad seguro de esto– cuando perciban que pueden poner los pies hacia fuera sin ser mordidos; es necesario tiempo para todo; ahora bien, el tiempo llega más rápido de lo que cree el Sr. Jobard; la reserva que mantenemos en la publicación de los nombres es motivada por razones de conveniencia, por lo que hasta el presente no tenemos sino que congratularnos; mientras tanto, constatamos un progreso muy sensible en el coraje de opinión. Todos los días vemos a personas que, hasta hace poco tiempo, apenas se atrevían a confesarse espíritas; hoy lo hacen abiertamente en las conversaciones y defienden tesis sobre la Doctrina, sin preocuparse en lo más mínimo con los epítetos malsonantes con que las califican; este es un paso inmenso: el resto vendrá. Ya lo he dicho al comienzo: Algunos años más y se verá realmente otro cambio. En poco tiempo sucederá con el Espiritismo lo mismo que ocurrió con el Magnetismo: hasta hace bien poco atrás, solamente entre cuatro paredes se atrevían a decir que eran magnetizadores; hoy, ser magnetizador, es un título que da honor. Cuando estuvieren realmente convencidos de que el Espiritismo no quema, se dirán espíritas sin más miedo, como dicen que son frenólogos, homeópatas, etc. Estamos en un momento de transición, y las transiciones nunca se hacen bruscamente.


Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas

Viernes 2 de diciembre de 1859 (Sesión particular) Lectura del acta de la sesión del 25 de noviembre.

Pedidos de admisión – Cartas del Sr. L. Bénardacky, de San Petersburgo, y de la Sra. Elisa Johnson, de Londres, que piden para hacer parte de la Sociedad como miembros titulares.

Comunicaciones diversas – Lectura de dos comunicaciones dadas al Sr. Bouché, antiguo rector de la Academia, médium psicógrafo, por el Espíritu duquesa de Longueville, con respecto a una visita que esta última acaba de hacer, como Espíritu, al Port-Royal-des-Champs. Esas dos comunicaciones son notables por el estilo y por la elevación de los pensamientos. Ellas prueban que ciertos Espíritus vuelven a ver con placer los lugares donde vivieron cuando encarnados y que sienten el encanto del recuerdo. Indudablemente, cuanto más desmaterializados, menos importancia ellos dan a las cosas terrestres; pero hay algunos que aún se vinculan a las mismas por un largo tiempo después de su muerte, y parecen continuar –en el mundo invisible– las ocupaciones que tenían en este mundo, o al menos tienen un cierto interés al respecto.

Estudios – 1°) Evocación del Sr. conde Desbassyns de Richemont, desencarnado en el mes de junio de 1859 y que, desde hacía más de diez años, profesaba ideas espíritas. Esta evocación confirma la influencia de estas ideas en el desprendimiento del Espíritu después de la muerte.

2°) Evocación de la Hermana Marta, muerta en 1824.

3°) Segunda evocación del Sr. conde de R... C..., miembro de la Sociedad, que se encontraba en su casa debido a una indisposición, evocación seguida de preguntas que le son dirigidas sobre el aislamiento momentáneo del Espíritu y del cuerpo durante el sueño. (Publicada en este número.)

Viernes 9 de diciembre de 1859 (Sesión general)

Lectura del acta de la sesión del 2 de diciembre. Comunicaciones diversas – El Sr. de la Roche transmite noticias sobre los hechos de manifestaciones notables que han sucedido en una casa de Castelnaudary. Estos hechos son relatados en la nota que precede a la narración de la evocación que ha tenido lugar al respecto y que será publicada.

Estudios – 1°) Evocación del rey de Kanala (Nueva Caledonia), ya evocado el 28 de octubre, pero que por entonces había escrito con mucha dificultad y que había prometido ejercitarse para escribir de manera más legible. Da curiosas explicaciones sobre el modo utilizado para perfeccionarse. (Será publicada con la primera evocación.)

2°) Evocación del Espíritu de Castelnaudary. Se manifiesta por signos de gran cólera, sin poder escribir nada; quiebra siete u ocho lápices, algunos de los cuales son lanzados con fuerza contra los asistentes, y sacude violentamente el brazo del médium. Sobre el estado y la naturaleza de este Espíritu, san Luis da explicaciones interesantes y dice que es de la peor especie y que está en una de las situaciones más infelices. (Será publicada con todas las otras comunicaciones relacionadas al asunto.)

3°) Cuatro comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera de san Vicente de Paúl, por el Sr. Roze; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado por el mismo Espíritu; la tercera de Melanchthon, por el Sr. Colin; y la cuarta de un Espíritu que ha tomado el nombre de Micaela –protectora de los niños–, por la Sra. de Boyer.

Viernes 16 de diciembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta.

Admisiones – Son admitidos como miembros titulares: el Sr. L. Bénardacky, de San Petersburgo, y la Sra. Elisa Johnson, de Londres, presentados el 2 de diciembre.

Pedidos de admisión – El Sr. Forbes, de Londres, oficial de ingeniería, y la Sra. de Forbes, de Florencia, escriben solicitando formar parte de la Sociedad como miembros titulares. Informe y decisión aplazados para el próximo día 30 de diciembre.

Designación de seis dirigentes que deberán distribuir entre sí el trabajo de las sesiones generales hasta el 1º de abril, sin que haya necesidad de designar a uno de ellos para cada sesión. Además, entre sus atribuciones, les cabe señalar las infracciones que los oyentes extraños podrían cometer contra el Reglamento, por ignorar las exigencias de la Sociedad, advirtiendo a los miembros titulares que les hayan dado cartas personales de presentación.

A propuesta del Sr. Allan Kardec, la Sociedad decide que el Boletín de sus sesiones será publicado, en lo sucesivo, como un suplemento de la Revista, a fin de que el mismo no se publique en detrimento de las materias habituales del periódico. En razón de esta adición, cada número será aumentado en aproximadamente cuatro páginas, cuyos gastos quedarán a cargo de la Sociedad.

El Sr. Lesourd propone que cuando hayan cinco sesiones en un mes, la quinta sea dedicada a una sesión particular. (Aprobado.)

El mismo socio propone además que cuando un nuevo miembro fuere admitido, sea oficialmente presentado a los otros miembros de la Sociedad, a fin de que no llegue como un extraño. (Aprobado.)

El Sr. Thiry hace observar que los Espíritus que sufren piden frecuentemente ayuda de las oraciones como un alivio para sus penas; pero teniendo en cuenta que se puede llegar a perderlos de vista, él propone que a cada sesión el Presidente recuerde sus nombres. (Aprobado.)

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, que confirma con detalles circunstanciados el hecho de las manifestaciones de Java, relatadas por la Señora Ida Pfeiffer y publicadas en la Revista de diciembre. Él las ha obtenido del propio general holandés con el que estaba vinculado, el cual era encargado de vigilar la casa donde han sucedido esos hechos, siendo, por consiguiente, testigo ocular de los mismos. (Publicada en este número.)

2ª) Lectura de una comunicación del Espíritu de Castelnaudary, obtenida por el Sr. y por la Sra. de Forbes, oyentes en la última sesión. Han sido dados detalles interesantes y circunstanciados sobre este Espíritu, así como también de los acontecimientos que han ocurrido en la casa en cuestión. Varias otras comunicaciones han sido conseguidas al respecto, las cuales serán reunidas a las obtenidas en la Sociedad, a fin de ser publicadas cuando todo estuviere completo.

3ª) Lectura de una noticia sobre la Sra. Xavier, médium vidente. Esta dama no ve a voluntad, pero los Espíritus se le presentan espontáneamente. A pesar de no estar en sonambulismo ni en éxtasis, en ese mismo momento ella se encuentra, entretanto, en un estado particular que requiere gran calma y mucho recogimiento, de tal manera que, al ser interrogada sobre lo que ve, ese estado se disipa al instante y ella no ve nada más. Como conserva de ello un recuerdo completo, puede relatar más tarde lo que vio. Es así, por ejemplo, que entre otros ha visto a la Hermana Marta, en el día que ésta fue evocada, y la describió de manera que no dejó ninguna duda sobre su identidad. También vio en la última sesión al Espíritu de Castelnaudary, que estaba vestido con una camisa rasgada y que tenía un puñal en la mano, con sus manos manchadas de sangre, sacudiendo fuertemente el brazo del médium durante sus intentos por escribir, a cada vez que san Luis le aparecía y le ordenaba que escribiera. El Espíritu de Castelnaudary tenía una especie de sonrisa embrutecida en los labios; después, al hablarle sobre la oración, pareció al principio no haber comprendido, pero en el momento que san Luis le dio la explicación, se puso de rodillas.

El rey de Kanala le apareció con la cabeza de un blanco; tenía ojos azules, bigotes y patillas canosas, manos de negro, brazaletes de acero, una ropa azul y el pecho cubierto con una multitud de objetos que ella no pudo distinguir bien. «Le han dicho que esta apariencia se debe a que, entre la existencia anterior –de la cual habló– y la última, él había sido soldado en Francia bajo el reinado de Luis XV. Era una consecuencia de su estado relativamente adelantado. Pidió para volver entre su pueblo primitivo, de donde había salido, a fin de introducir allí, como jefe, las ideas de progreso. La forma que él tomó y su apariencia medio salvaje y medio civilizada son destinadas a mostraros, bajo una nueva faz, las que el Espíritu puede dar al periespíritu, con un objetivo instructivo y como indicio de los diferentes estados por los cuales ha pasado.»

La Sra. X... también vio que los Espíritus evocados venían a responder a la evocación y a las preguntas que nada tenían de reprensible en cuanto a su objetivo; y a la orden de san Luis se retiraban tan pronto como las preguntas tomasen un carácter insidioso, a fin de dejar responder en su lugar a los Espíritus presentes. «La mayor buena fe y la mayor franqueza debían dictar las preguntas; las segundas intenciones no nos escapan –agregó el Espíritu que al respecto fue interrogado por el marido de aquella señora; por lo tanto, nunca busquéis alcanzar vuestro objetivo por caminos sinuosos, porque así os desviaréis infaliblemente.»

Ella veía una corona fluídica alrededor de la cabeza del médium, como indicando los momentos en que se impedían las comunicaciones de los Espíritus que no eran llamados, porque las respuestas deberían ser sinceras; pero tan pronto como esta corona era retirada, ella veía a todos esos Espíritus intrusos disputando, de cierto modo, el lugar que les dejaban.

Finalmente ella vio al conde de R..., en Espíritu, bajo la forma de un corazón luminoso invertido, unido a un cordón fluídico que venía de afuera. Le han dicho que era para enseñaros primeramente que el Espíritu puede dar a su periespíritu la apariencia que quiere; después, porque esta dama podría haber tenido el inconveniente de encontrarse frente a frente con un Espíritu encarnado, que
hubiese visto como Espíritu desprendido. Más tarde, este inconveniente habrá disminuido o desaparecido.

Estudios – 1º) Evocación de Charlet.

2°) Tres comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera de san Agustín, por el Sr. Roze. Explica la misión del Cristo y confirma un punto muy importante explicado por Arago, sobre la formación del globo; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo (dando continuación al trabajo comenzado); y la tercera de Joinville, que firma con la ortografía antigua: amy de Loys, a través de la Srta. Huet.

Viernes 23 de diciembre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 16 de diciembre.

Pedidos de admisión – Cartas del Sr. Demange, comerciante de París, y del Sr. Soive, también comerciante de París, presentados para ser miembros titulares. Informe y decisión aplazados para la sesión del 30 de diciembre.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una evocación particular, realizada por la Sra. de B..., del Espíritu que se ha comunicado espontáneamente por intermedio de ella en la Sociedad con el nombre de Paul Miffet, en el momento en que él iba a reencarnarse. Esta evocación, que será publicada, presenta un interesante cuadro de la reencarnación y de la situación física y moral del Espíritu en los primeros instantes de su vida corporal.

2ª) Carta del Sr. Paul Netz, sobre los hechos que llevaron a la toma de posesión, por los cartujos, de las ruinas del castillo de Vauvert, situado en el barrio del Observatorio de París, bajo el reinado de Luis IX. Se decía que en ese castillo ocurrían supuestamente escenas de sortilegios, que cesaron cuando los monjes se instalaron allí. Al ser interrogado sobre esos hechos, san Luis respondió que los conocía perfectamente, pero que se trataba de una charlatenería.

Estudios – 1º) Cuestiones y problemas morales diversos dirigidos a san Luis, sobre el estado de los Espíritus sufridores. (Serán publicados.)

2º) Evocación de John Brown.

3º) Tres comunicaciones espontáneas: la primera a través del Sr. Roze, y firmada por el Espíritu de Verdad, conteniendo diversos consejos para la Sociedad; la segunda de Charlet, por el Sr. Didier Hijo (dando continuación al trabajo comenzado); y la tercera sobre los Espíritus que presiden las flores, por la Sra. de B...

ALLAN KARDEC

Nota – La nueva edición de El Libro de los Espíritus ha de aparecer en enero.





Febrero

Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas

Viernes 30 de diciembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta de la sesión del 23 de diciembre.

La Sociedad decide que a cada sesión particular, a continuación del acta, se hará la lectura de la lista nominal de los oyentes que hayan asistido a la sesión general anterior, con indicación de los miembros que los han presentado, y que un aviso se haga para señalar los inconvenientes que la presencia de personas extrañas a la Sociedad podrían haber causado. Por consiguiente, es hecha la lectura de la lista de los oyentes que han asistido a la última sesión.

Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal:

1°) El Sr. Forbes, de Londres, oficial de ingeniería, presentado el 16 de diciembre. - 2°) La Sra. de Forbes, cuyo nombre de soltera es condesa Passerini Corretesi, de Florencia, presentada el 16 de diciembre. - 3°) El Sr. Soive, comerciante de París, presentado el 23 de diciembre. - 4°) El Sr. Demange, comerciante de París, presentado el 23 de diciembre.

Lectura de tres nuevas cartas de pedidos de admisión. Informe y decisión aplazados para el 6 de enero.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Brion Dorgeval, que contiene la respuesta que él ha dirigido al Sr. Oscar Commettant, con respecto al artículo publicado por este último en Le Siècle. (Ver el número de enero.)

2ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, conteniendo observaciones muy justas sobre el estado moral de los Espíritus. Él expresa el pesar de que los adeptos del Espiritismo sean frecuentemente designados por sus iniciales; piensa que indicaciones más explícitas contribuirían al progreso de la ciencia. Por consiguiente, él invita a todos los adeptos de la Doctrina a poner su nombre como él mismo lo hace. (Ver el número de enero.)

Esta última observación del Sr. Jobard ha sido firmemente apoyada por un gran número de miembros que autorizan a poner sus nombres en todas las actas que se refieran a ellos.

El Sr. Allan Kardec hace observar que el miedo al qué dirán disminuye a cada día, y que hoy existen pocas personas que temen en confesar sus opiniones acerca del Espiritismo; los epítetos de mal gusto dados a sus adeptos se vuelven expresiones triviales y ridículas, de las cuales uno ríe cuando se ve a tanta gente de élite vincularse a la Doctrina, porque ya se vislumbra el momento en que la fuerza de la opinión impondrá silencio a los sarcasmos. Pero una cosa es tener coraje de opinión en una conversación, y otra cosa es entregar su nombre a publicidad. Entre las personas que apoyan con más firmeza la causa del Espiritismo, hay muchas que no se interesan en ponerse en evidencia, más por otras cosas que por aquéllas. Estos escrúpulos, que de ninguna manera implican una falta de coraje, deben ser respetados. Cuando hechos extraordinarios suceden en alguna parte, es comprensible que sería poco agradable, para las personas que son objeto de los mismos, volverse el blanco de todas las miradas de la curiosidad pública, y ser acosadas por los inoportunos. Sin duda, es preciso agradecer a los que se ponen por encima de los prejuicios, pero también es preciso no criticar con demasiada ligereza a los que quizá tengan motivos muy legítimos para no llamar sobre sí la atención.

Estudios – 1°) Cuestiones dirigidas a san Luis sobre los Espíritus que presiden las flores, a propósito de la comunicación obtenida por la Sra. de B... Una explicación muy interesante es dada al respecto. (Será publicada.)

2°) Otras preguntas sobre el espíritu de los animales.

3°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas simultáneamente: la primera del Espíritu de Verdad, por el Sr. Roze, conteniendo consejos dirigidos a la Sociedad; la segunda de Fenelón, por la Srta. Huet.

Viernes 6 de enero de 1860 (Sesión particular)
Lectura del acta de la sesión del 30 de diciembre.

Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal: 1°) El Sr. Ducastel, propietario en Abbeville, presentado el 30 de diciembre; 2°) La Sra. Deslandes, de París, presentada el 30 de diciembre; 3°) La Sra. Rakowska, de París, presentada el 30 de diciembre.

Lectura de una carta de pedido de admisión.

Carta del Sr. Poinsignon, de París, que felicita a la Sociedad por ocasión del Año Nuevo y formula votos para la propagación del Espiritismo.

Carta del Sr. Demange, recientemente recibida, agradeciendo su admisión. Asegura a la Sociedad su activa cooperación.

Examen de varias cuestiones referentes a asuntos administrativos de la Sociedad.

Comunicaciones diversas – 1ª) Noticia sobre Don Peyra, prior de Amilly, muerto hace 30 años. Se hará un estudio al respecto.

2ª) Carta del Sr. Lussiez, de Troyes, conteniendo reflexiones muy juiciosas, concernientes a la influencia moralizadora del Espiritismo en las clases obreras.

3ª) Carta de la Sra. P..., de Ruán, que como médium anuncia haber obtenido comunicaciones notables y en total conformidad con la doctrina expuesta en El Libro de los Espíritus. Esta carta contiene además reflexiones que, de la parte de la autora, denotan una evaluación muy clara de las ideas espíritas.

4ª) Carta referente a la Srta. Désirée Godu, médium curativa, de Hennebont. Se sabe que la obra de la Srta. Godu es de dedicación y de pura filantropía.

Estudios – 1°) Preguntas diversas dirigidas a san Luis, como esclarecimiento y desarrollo de varias comunicaciones anteriores.

2°) La Srta. Dubois, médium, miembro de la Sociedad, al haber recibido una comunicación de un Espíritu que dice ser Chateaubriand, desea solicitar esclarecimientos al respecto. Otro Espíritu se presenta con su nombre, pero se niega a confirmar su identidad en el nombre de Dios; confiesa su embuste, pide disculpas y hace curiosas observaciones sobre su persona.

A continuación, el verdadero Chateaubriand da una corta comunicación espontánea y promete, en otra ocasión, una más explícita.

Viernes 13 de enero de 1860 (Sesión general)
Lectura del acta del 6 de enero.

Lectura de tres nuevos pedidos de admisión. Examen e informe aplazados para la sesión del 20 de enero.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Maurice du Teil, de Ardèche, conteniendo la relación de hechos extraordinarios que han tenido lugar en una casa de Fons, cerca de Aubenas, y que en algunos aspectos recuerdan los hechos que han sucedido en Java.

2ª) Carta del Sr. Albert Ferdinand, de Béziers, que contiene tres
hechos notables que le son personales, y que prueban la acción física que los Espíritus pueden ejercer sobre ciertos médiums.

3ª) Carta del Sr. Crozet, de El Havre, médium corresponsal de la Sociedad, que informa una comunicación que ha recibido, juntamente con el Sr. Sprenger, por parte de un Espíritu jugador. Este Espíritu, que cuando encarnado era capitán de la Marina y que desencarnó hace seis meses en Marsella, explica con una precisión y una lucidez notables las diferentes jugadas con los naipes del juego llamado báciga, y la manera con la cual se puede hacer perder o ganar a los jugadores. (Será publicada.)

4ª) Un Espíritu danzante. El Sr. y la Sra. de Netz, miembros de la Sociedad, desde hace algún tiempo reciben comunicaciones de un Espíritu que se manifiesta constantemente danzando, es decir, haciendo danzar a una mesa, que a través de golpes marca el ritmo perfectamente reconocible de una polca, de una mazurca, de una contradanza, de un vals en dos o tres tiempos, etc. Dicho Espíritu nunca quiso escribir y solamente responde efectuando golpes. Por este modo de comunicación llegó a decir que era peruano, de raza indígena y que había muerto hace cincuenta y seis años, a la edad de 35 años; que cuando encarnado gustaba mucho de aguardiente y que ahora frecuenta los bailes públicos, donde siente un gran placer. Presenta la particularidad de que jamás llega antes de las 10 horas de la noche, y lo hace en ciertos días. Dice él que viene por la Sra. de Netz, pero sólo puede comunicarse a través del concurso del Sr. D..., médium de efectos físicos, de manera que necesita de la presencia de ambos. Así, el Sr. D... nunca ha conseguido hacerlo venir a su casa, y la Sra. de Netz no puede recibirlo si estuviere sola.

5ª) Lectura de una comunicación espontánea, enviada por el Sr. Rabache, de Burdeos, dando continuación a la serie publicada con el título: Consejos de familia.

6ª) La Sra. de Forbes hace la lectura de tres comunicaciones espontáneas obtenidas por su marido, sobre el amor filial, el amor paternal y la paciencia. Estas comunicaciones, notables por su elevada moralidad y simplicidad de lenguaje, pueden ser clasificadas en la categoría de consejos íntimos.

Estudios – 1°) Evocación del Espíritu de Castelnaudary, ya evocado el 9 de diciembre. (Ver la relación completa con el título: Historia de un condenado.)

2°) Evocación del Espíritu danzante. Él no quiere escribir, pero marca el ritmo de varias danzas con el lápiz y agita el brazo del médium con cadencia. Algunas explicaciones sobre su carácter son dadas por san Luis, el cual confirma las informaciones suministradas anteriormente.

3°) Preguntas sobre las manifestaciones de Fons, cerca de Aubenas. Ès respondido que hay algo de verdadero en esos hechos, pero que es necesario no aceptarlos sin control, y que sobre todo uno debe mantenerse en guardia contra la exageración.


4°) Evocación de Don Peyra, prior de Amilly. Suministra interesantes detalles sobre su situación y su carácter.

5°) Dos comunicaciones espontáneas son obtenidas: la primera por el Sr. Roze, de un Espíritu que se designa con el nombre de Estelle Riquier, que había llevado una vida desordenada y que había faltado a todos sus deberes de esposa y de madre. La segunda por el Sr. Forbes, conteniendo consejos sobre la cólera.

Viernes 20 de enero de 1860 (Sesión particular)
Lectura del acta del 13 de enero.

Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal:

1°) El Sr. Krafzoff, de San Petersburgo, presentado el 13 de enero. - 2°) El Sr. Julien, de Belfort (Alto Rin), presentado el 13 de enero. - 3°) El Sr. conde Alexandre Stenbock Fermor, de San Petersburgo, presentado el 6 de enero.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una comunicación espontánea, obtenida por el Sr. Pêcheur, miembro de la Sociedad.

2ª) Nuevos detalles acerca del Espíritu danzante. Al respecto, la Sra. de Netz, que es médium psicógrafa, al haber interrogado a otro Espíritu, obtuvo varias informaciones sobre aquél, como –entre otras– la de que era bastante rico cuando estaba encarnado; que murió en un accidente de caza, en un momento en que se encontraba completamente solo. Habiendo interrogado más tarde al propio danzante sobre estos hechos, con el concurso de su médium y a través de golpes, ella obtuvo del mismo respuestas idénticas. Ahora bien, de ninguna manera la Sra. de Netz informó al médium las primeras respuestas escritas; por otro lado, no era más ella que servía de médium y, además de esto, ella había formulado preguntas insidiosas que podían llevar a respuestas contrarias. Por lo tanto, de una y de otra parte había independencia de pensamiento, y la correlación de las respuestas es un hecho característico.

Otro hecho igualmente curioso es que su médium predilecto para la danza, al salir de su casa un día, fue tomado por movimientos involuntarios que lo hacían marchar rítmicamente por la calle. A través de su voluntad, y resistiendo, podía detener ese movimiento; pero como se abandonaba a sí mismo, sus piernas retomaban su paso danzante. No había nada de muy ostensivo para ser notado por los transeúntes; pero en razón de esto se concibe que Espíritus de otro orden y con mala intención mayor que el danzante –que en definitiva sólo quería divertirse–, puedan provocar en ciertos organismos, movimientos más violentos y de tal naturaleza como aquellos que se ven en los convulsionarios y en los crisíacos.

3ª) Relato de un hecho de comunicación espontánea del Espíritu de un encarnado, realizado por el Sr. de G..., médium psicógrafo, y que le es personal. Este Espíritu dio detalles circunstanciados completamente ignorados por el médium, cuya exactitud ha sido verificada. El Sr. de G... no conocía esta persona sino por haberla visto una sola vez en una visita, no volviéndola a ver más. Solamente sabía su apellido; ahora bien, el Espíritu firmó al mismo tiempo con su nombre de bautismo, que era perfectamente el suyo. Esta circunstancia, junto a otras indicaciones de tiempo y de lugar suministradas por el Espíritu, es una prueba evidente de identidad.

Al respecto, el Sr. conde de R... hace observar que ese tipo de comunicaciones pueden ser a veces indiscretas, y pregunta si la persona en cuestión habría quedado satisfecha si supiese de la conversación.

A esto le fue respondido: 1°) que si esta persona se ha comunicado, es porque lo ha querido como Espíritu, ya que vino por su propia voluntad, considerándose que el Sr. de G..., que de manera alguna pensaba en la misma, no la había llamado; 2°) que el Espíritu desprendido del cuerpo tiene siempre su libre albedrío, y sólo dice lo que quiere; 3°) que, en ese estado, el Espíritu es incluso más prudente que en el estado normal, porque aprecia mejor el alcance de las cosas. Si este Espíritu hubiera visto algún inconveniente en sus palabras, de ningún modo las habría dicho.

4°) Lectura de una comunicación dirigida de Lyon a la Sociedad, y en la cual dice lo siguiente, entre otras cosas:

“Que la reforma de la Humanidad se prepara en la Tierra por la encarnación de Espíritus mejores que constituirán una nueva generación, dominada por el amor al bien; que los hombres dedicados al mal y que cierran los ojos a la luz reencarnarán en una nueva falange de Espíritus simples e ignorantes, enviados por Dios para trabajar en la formación de un globo inferior a la Tierra. Sólo podrán reencontrarse con sus hermanos terrenos después de haber alcanzado, a través de rudos trabajos, el nivel en que estos últimos van a entrar, después de esta generación, porque no será permitido a los Espíritus malos asistir al comienzo de esta brillante transformación.”

El Sr. Theubet hace observar que esta comunicación parece consagrar el principio de una marcha retrógrada, contrariamente a todo lo que ha sido enseñado.

Una extensa y profunda discusión se hubo establecido al respecto. La misma, se resume así: El Espíritu puede decaer en posición social, pero no en relación a las aptitudes adquiridas. El principio de la no retrogradación debe entenderse con referencia al progreso intelectual y al moral, es decir, que el Espíritu no puede perder lo que ha adquirido en inteligencia y en moralidad, y no vuelve al estado de infancia espiritual; en otros términos, que el Espíritu no se vuelve ni más ignorante ni peor de lo que era, lo que no le impide reencarnarse en una posición inferior más penosa y entre otros Espíritus más ignorantes que él, si así lo ha merecido. Un Espíritu muy atrasado que se reencarnase en un pueblo civilizado, ahí estaría fuera de lugar y no podría mantener su posición; al volver entre los salvajes en una nueva existencia, no hará más que retomar, pues, el lugar que había dejado demasiado temprano; pero las ideas que hubiere adquirido durante su pasaje entre los hombres más esclarecidos no serán perdidas para él. Lo mismo sucederá con los hombres que han de ser partícipes de la formación de un nuevo mundo. Al encontrarse fuera de lugar en la Tierra mejorada, irán a un mundo que esté en relación con su estado moral.

Estudios – 1º) Evocación del negro del navío Le Constant, ya evocado el 30 de septiembre de 1859. Él da nuevas explicaciones sobre las circunstancias que han acompañado su muerte.

2°) Tres comunicaciones espontáneas: la primera de Chateaubriand, por el Sr. Roze; la segunda de Platón, por el Sr. Colin; la tercera de Charlet, por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado por él sobre la naturaleza de los animales.



Los Espíritus glóbulos

El deseo de ver a los Espíritus es una cosa muy natural y conocemos a pocas personas que no gustarían tener esta facultad; infelizmente es una de las más raras, sobre todo si es permanente. Las apariciones espontáneas son bastante frecuentes, pero son accidentales y casi siempre motivadas por una circunstancia completamente individual, basada en las relaciones que han podido existir entre el vidente y el Espíritu que le aparece. Por lo tanto, una cosa es ver fortuitamente a un Espíritu y otra es verlo habitualmente, y en las condiciones normales más comunes; ahora bien, es esto lo que constituye la facultad propiamente dicha de los médiums videntes. Ella resulta de una aptitud especial, cuya causa es aún desconocida y que puede desarrollarse, pero que sería provocada en vano si no existiese la predisposición natural. Por lo tanto, es necesario mantenerse en guardia contra las ilusiones que pueden nacer del deseo de poseerla y que han dado lugar a sistemas extraños. Combatimos tanto las teorías aventuradas por las cuales son atacadas las manifestaciones, sobre todo cuando estas teorías denotan la ignorancia de los hechos, como debemos buscar –en interés de la verdad– destruir las ideas que prueban más entusiasmo que reflexión, y que por esto mismo hacen más mal que bien al ponerlas en ridículo.

La teoría de las visiones y de las apariciones es hoy perfectamente conocida; nosotros la hemos desarrollado en varios artículos, particularmente en los números de diciembre de 1858, de febrero y de agosto de 1859, y en nuestra obra El Libro de los Médiums o Espiritismo experimental. Por lo tanto, no la repetiremos aquí; sólo recordaremos efectivamente algunos puntos, antes de llegar al examen del sistema de los glóbulos.

Los Espíritus se presentan bajo varios aspectos: el más frecuente es la forma humana. Generalmente su aparición tiene lugar bajo una forma vaporosa y diáfana, algunas veces vaga y borrosa; al principio es, a menudo, una luz blanquecina cuyos contornos se van delineando poco a poco. Otras veces las líneas son más acentuadas y los menores rasgos del rostro se distinguen con una tal precisión que permite que sean descriptos lo más exactamente posible. En esos momentos, un pintor podría hacer ciertamente un retrato con tanta facilidad como si lo hiciera de una persona viva. Los modales y el aspecto son los mismos que tenía el Espíritu cuando estaba encarnado. Al poder dar todas las apariencias a su periespíritu –que constituye su cuerpo etéreo–, el Espíritu se presenta con aquella que mejor le permita hacerse reconocer; de esta manera, aunque como Espíritu no tenga más ninguna de las enfermedades corporales que pudiera haber tenido como hombre, podrá presentarse lisiado, cojo o jorobado, si así lo juzga conveniente para probar su identidad. En cuanto a la ropa, por lo general se compone de una túnica que termina en largos pliegues flotantes; es al menos la apariencia de los Espíritus superiores que nada han conservado de las cosas terrestres; pero los Espíritus comunes, aquellos que hemos conocido aquí, se presentan casi siempre con la ropa que usaban en el último período de su existencia. Frecuentemente poseen los atributos característicos de su posición. Los Espíritus superiores tienen siempre un semblante bello, noble y sereno; los Espíritus inferiores, al contrario, tienen una fisonomía vulgar, cual espejo donde se reflejan las pasiones más o menos innobles que los agitaban; éstos, algunas veces, llevan los vestigios de los crímenes que han cometido o de los suplicios que han padecido. Una cosa notable es que, exceptuando circunstancias particulares, las partes menos delineadas son generalmente los miembros inferiores, mientras que la cabeza, el torso y los brazos son siempre trazados con nitidez.

Hemos dicho que las apariciones tienen algo de vaporoso, a pesar de su nitidez; en ciertos casos podrían ser comparadas con la imagen reflejada en un cristal sin acero en su parte posterior, lo que no impide que se vean los objetos que se encuentran detrás. Generalmente las perciben así los médiums videntes; éstos las ven ir, venir, entrar, salir y circular entre la multitud de los encarnados, pareciendo –al menos en lo que respecta a los Espíritus comunes– tomar parte activa de lo que sucede a su alrededor, interesándose según el tema y escuchando lo que se habla. Con frecuencia las apariciones son vistas acercándose a las personas, sugeriéndoles ideas, influyendo sobre ellas, consolándolas, mostrándose tristes o contentas según el resultado que obtengan; en una palabra, son la copia o el reflejo del mundo corporal, con sus pasiones, sus vicios o sus virtudes, más virtudes de lo que nuestra naturaleza material difícilmente nos permite comprender. Tal es ese mundo oculto que puebla los espacios, que nos rodea, en medio del cual vivimos sin sospecharlo, así como vivimos en medio de las miríadas del mundo microscópico.

Pero puede ocurrir que el Espíritu revista una forma aún más nítida y tome todas las apariencias de un cuerpo sólido, hasta el punto de producir una ilusión completa y de hacer creer en la presencia de un ser corporal. En fin, la tangibilidad puede volverse real, es decir, que es posible tocar ese cuerpo, palparlo, sentir la misma resistencia, el mismo calor que en un cuerpo animado, lo que no impide que la aparición pueda desvanecerse con la rapidez de un relámpago. No sólo la aparición de estos seres –designados con el nombre de agéneres– es muy rara, sino que ella es siempre accidental y de corta duración, y bajo esa forma no podrían tornarse los comensales habituales de una casa.

Se sabe que entre las facultades excepcionales, de las que el Sr. Home ha dado pruebas irrecusables, es preciso colocar la de hacer aparecer manos tangibles, que pueden ser palpadas y que, a su turno, pueden agarrar, apretar y dejar marcas en la piel. Digamos que los casos de apariciones tangibles son bastante raros; pero los que han sucedido en estos últimos tiempos confirman y explican los que la Historia relata con relación a personas que se han mostrado después de su muerte con todas las apariencias de su naturaleza corporal. Además, por extraordinarios que sean semejantes fenómenos, todo lo sobrenatural desaparece cuando se conoce su explicación y, entonces, se comprende que lejos de ser una derogación de las leyes de la Naturaleza, no son otra cosa que una aplicación de las mismas.

Cuando los Espíritus presentan la forma humana, no es posible engañarse; pero no es así cuando toman otras apariencias. No hablaremos aquí de ciertas imágenes terrestres reflejadas por la atmósfera, que pudieron alimentar la superstición de gente ignorante, y sí de algunos otros efectos sobre los cuales hasta hombres esclarecidos pudieron equivocarse; es sobre todo ahí que es necesario mantenerse en guardia contra la ilusión, para no exponerse a tomar como Espíritus a fenómenos puramente físicos.

No siempre el aire está absolutamente limpio, y hay circunstancias en que la agitación y las corrientes de las moléculas aeriformes producidas por el calor son perfectamente visibles. La aglomeración de esas partículas forma pequeñas masas transparentes que parecen nadar en el espacio y que han dado lugar al singular sistema de los Espíritus bajo la forma de glóbulos. Por lo tanto, la causa de esta apariencia está en el propio aire, pero también puede estar en el ojo. El humor ácueo ofrece puntos imperceptibles que han perdido su transparencia; estos puntos son como cuerpos semiopacos que se hallan en suspensión en el líquido, cuyos movimientos y ondulaciones acompañan. Por efecto del aumento y de la refracción, producen en el aire ambiente y a la distancia la apariencia de pequeños discos, algunas veces irisados, variando de 1 a 10 milímetros de diámetro. Hemos visto a ciertas personas que confunden esos discos con Espíritus familiares, diciendo que éstos las estarían siguiendo y acompañando a todas partes, y en su entusiasmo toman por figuras los matices de la irisación. Una simple observación suministrada por estas mismas personas, ha de llevarlas al terreno de la realidad. Esos discos o medallones –dicen ellas– no sólo las acompañan, sino que siguen todos sus movimientos; van a la derecha, a la izquierda, hacia arriba, hacia abajo o se detienen según el movimiento de la cabeza. Esta coincidencia prueba por sí misma que la sede de la apariencia está en nosotros y no fuera de nosotros, y lo que lo demuestra, además de ello, es que en sus movimientos ondulatorios esos discos nunca se alejan de un cierto ángulo; pero como no siguen bruscamente el movimiento de la línea visual, parecen tener una cierta independencia. La causa de este efecto es muy sencilla. Hemos dicho que los puntos opacos o semiopacos del humor ácueo –causa primera del fenómeno– se hallan como en suspensión, pero tienden siempre a descender; cuando suben es porque fueron impulsados por el movimiento del ojo de abajo hacia arriba; al llegar a una cierta altura, si se fija el ojo, vemos que los discos descienden lentamente y después se detienen. Su movilidad es extrema, porque basta un movimiento imperceptible del ojo para hacerlos recorrer en el rayo visual toda la amplitud del ángulo en su abertura en el espacio, donde la imagen se proyecta.

Lo mismo diremos de las lucecitas que algunas veces se producen en haces o en manojos más o menos compactos, por la contracción de los músculos del ojo, y que probablemente se deben a la fosforescencia o a la electricidad natural del iris, puesto que están generalmente circunscriptas a la circunferencia del disco de ese órgano.

Semejantes ilusiones sólo pueden provenir de una observación incompleta; quien haya estudiado seriamente la naturaleza de los Espíritus, por todos los medios que proporciona la ciencia práctica, comprenderá cuán pueriles son dichas ilusiones. Si esos glóbulos aéreos fuesen Espíritus, habría que convenir en que estarían reducidos a un papel demasiado mecánico asignado a seres inteligentes y libres, papel bastante tedioso para los Espíritus inferiores, e incompatible, con mucha más razón, con la idea que tenemos de los Espíritus superiores.

Los únicos signos que pueden verdaderamente atestiguar la presencia de los Espíritus son los signos inteligentes. En cuanto no fuere probado que las imágenes de que acabamos de hablar –aunque tomen incluso la forma humana– tienen un movimiento propio, espontáneo, con un evidente carácter intencional y que denoten una voluntad libre, no veremos en esto sino fenómenos fisiológicos o de óptica. La misma observación se aplica a todos los géneros de manifestaciones y sobre todo a los ruidos, a los golpes, a los movimientos insólitos de los cuerpos inertes, que mil y una causas físicas pueden producir. Lo repetimos: en cuanto un efecto no fuere inteligente por sí mismo, e independiente de la inteligencia de los hombres, es preciso observarlo más de una vez antes de atribuirlo a los Espíritus.


Médiums especiales

La experiencia prueba a cada día cuán numerosas son las variedades de la facultad medianímica; pero también nos prueba que los diversos matices de esta facultad se deben a aptitudes especiales aún no definidas, haciendo abstracción de las cualidades y de los conocimientos del Espíritu que se manifiesta.

La naturaleza de las comunicaciones está siempre relacionada con la naturaleza del Espíritu y tiene el sello de su elevación o de su inferioridad, de su saber o de su ignorancia; pero aunque sea del mismo grado, desde el punto de vista jerárquico, hay indiscutiblemente en él una propensión a ocuparse de una cosa antes que de otra. Los Espíritus golpeadores, por ejemplo, casi no se alejan de las manifestaciones físicas; y entre los que dan manifestaciones inteligentes, hay Espíritus poetas, músicos, dibujantes, moralistas, científicos, médicos, etc. Hablamos de los Espíritus de un orden mediano, porque cuando llegan a un cierto grado, las aptitudes se confunden en la unidad de la perfección. Pero al lado de la aptitud del Espíritu se encuentra la aptitud del médium, que es para él un instrumento más o menos adecuado, más o menos flexible, y en el cual descubre cualidades particulares que no podemos apreciar.

Hagamos una comparación: Un músico muy virtuoso tiene a su disposición varios violines que, para el vulgo, son todos buenos instrumentos, pero entre los cuales el artista consumado hace una gran diferencia; encuentra en ellos matices de una extrema delicadeza que le hará escoger unos y rechazar otros, matices que capta por intuición, pues no puede definirlos. Sucede lo mismo con respecto a los médiums: aunque estén en igualdad de condiciones en cuanto a la fuerza medianímica, el Espíritu dará preferencia a uno o a otro, según el género de comunicación que quiera realizar. Así, por ejemplo, vemos a personas que como médiums escriben poesías admirables, aunque en condiciones ordinarias no hayan podido ni sabido jamás hacer dos versos; otras, al contrario, que son poetas, pero como médiums nunca han podido escribir más que prosa, a pesar de su deseo de hacer poesías. Lo mismo ocurre con el dibujo, la música, etc. Hay médiums que, sin tener conocimientos científicos, tienen una aptitud más particular para recibir comunicaciones científicas; otros son aptos para los estudios históricos; otros sirven de intérpretes con mayor facilidad a los Espíritus moralistas. En una palabra, sea cual fuere la flexibilidad del médium, las comunicaciones que recibe más fácilmente tienen por lo general un sello especial; existen también los que no salen de un cierto círculo de ideas, y cuando se apartan del mismo solamente obtienen comunicaciones incompletas, lacónicas y frecuentemente falsas. Dejando a un lado la cuestión de las aptitudes, los Espíritus también se comunican más o menos preferentemente con tal o cual intermediario, según sus simpatías; así, en igualdad de condiciones, el mismo Espíritu será mucho más explícito con ciertos médiums, sólo porque éstos le resultan más adecuados.

Por lo tanto, sería erróneo pensar que se podrán obtener buenas comunicaciones de todos los géneros por el solo hecho de disponer de un buen médium, aunque él tuviese la mayor facilidad en escribir. Indiscutiblemente, la primera condición para tener buenas comunicaciones es asegurarse de qué origen emanan las mismas, es decir, cuáles son las cualidades del Espíritu que las transmite; pero no menos necesario es tomar en consideración las cualidades del instrumento ofrecido al Espíritu; por lo tanto, es preciso estudiar la naturaleza del médium como se estudia la naturaleza del Espíritu, porque éstos son los dos elementos esenciales para obtener un resultado satisfactorio. Hay un tercer elemento que desempeña un papel igualmente importante: es la intención, el pensamiento íntimo, el sentimiento más o menos loable de aquel que interroga. Y esto se concibe: Para que una comunicación sea buena, es necesario que emane de un Espíritu bueno; para que este Espíritu bueno PUEDA transmitirla, necesita un buen instrumento; para que QUIERA transmitirla, es necesario que el objetivo le convenga. El Espíritu, que lee el pensamiento, juzga si la pregunta que se le ha propuesto merece una respuesta seria y si la persona que la ha hecho es digna de recibirla; en caso contrario, no pierde su tiempo en sembrar buenos granos en terreno pedregoso, y es entonces que los Espíritus ligeros y burlones se aprovechan, porque al importarse poco con la verdad, éstos la tienen sin cuidado y son generalmente bastante inescrupulosos en cuanto al objetivo y a los medios utilizados.

De acuerdo con lo que acabamos de decir, se comprende que deben haber Espíritus más especialmente ocupados –por gusto o por razón– con el alivio de la Humanidad sufrida; que, paralelamente, deben haber médiums más aptos que otros para servirles de intermediarios. Ahora bien, como esos Espíritus obran exclusivamente para el bien, deben buscar en sus intérpretes, además de la aptitud que podría llamarse fisiológica, ciertas cualidades morales entre las cuales figuran en primera línea la devoción y el desinterés. La codicia siempre ha sido y siempre será un motivo de repulsión para los Espíritus buenos y una causa de atracción para los otros. En efecto, ¿puede el buen sentido aceptar que los Espíritus superiores se presten a todas las combinaciones de interés material y que estén a las órdenes del primero que llegue pretendiendo explotarlos? Los Espíritus, sean cuales fueren, no quieren ser explotados, y si algunos parecen ser conniventes, si hasta van al encuentro de ciertos deseos demasiado mundanos, es casi siempre con el propósito de una mistificación de la que se ríen después, jugando así una mala pasada a gente muy crédula. Además, quizá no sea inútil que algunos se quemen los dedos, a fin de aprender a no jugar con cosas serias.

Sería el caso de hablar aquí de uno de esos médiums privilegiados que los Espíritus curativos parecen haber tomado bajo su protección directa. La Srta. Désirée Godu, que vive en Hennebont (Morbihan), y que en este aspecto tiene una facultad verdaderamente excepcional, de la cual hace uso con la más piadosa abnegación. Ya hemos dicho algunas palabras al respecto en una de las actas de las sesiones de la Sociedad; pero la importancia del tema merece un artículo especial, que tendremos la satisfacción de publicar en nuestro próximo número. Además del interés que se le da al estudio de toda facultad rara, nosotros siempre consideramos como un deber dar a conocer el bien y hacer justicia a quien lo practica.


Bibliografía - La condesa Matilde de Canossa

Este es el título de una novela legendaria, publicada en Roma en 1858, por el R. P. Bresciani, de la Compañía de Jesús,[1] autor de El hebreo de Verona. El tema de la obra es la historia –en el género de Walter Scott– de la antigua familia de Canossa: ha sido por esto que el autor se la ha dedicado al descendiente actual de esa ilustre familia, el marqués Octave de Canossa, alcalde de Verona y gentilhombre de cámara de Su Majestad el Emperador de Austria. La acción transcurre en la Edad Media; los hechiceros y los magos desempeñan allí un gran papel, y las escenas de hechicería son descriptas con una precisión que daría envidia al novelista escocés. El autor nos parece menos feliz en su evaluación de los fenómenos espíritas modernos, de las mesas giratorias, del magnetismo y del sonambulismo; ahora bien, he aquí lo que nosotros leemos al respecto en el capítulo X, página 170:

"Varios de mis lectores –y tal vez no sean en pequeño número– podrían realmente sorprenderse por ver expuesto en los capítulos anteriores todo un aparato de hechicerías, conjuraciones, sortilegios, alucinaciones, irrupciones fantásticas que no quedarían mal en las historias nocturnas y en los cuentos de viejas. –En nuestros días, ¿quién cree todavía en necromantes, hechiceros, encantamientos, embrujos, brebajes mágicos o comunicaciones con el diablo? ¿Desearíais que volvamos a los cuentos de hadas de Martín del Río,[2] a las tontas supersticiones del pueblo y de las comadres de las esquinas, a través de las leyendas que le ponen la piel de gallina a las campesinas de cachetes grandes, que tienen miedo del hombre lobo y que le quitan el sueño a las miedosas marmotas, en nombre del cuco? Realmente, amigo, ¡este es el momento de librarnos de esas pamplinas! –Tal es, más o menos, el lenguaje que me parece oír.

"Responderé que, antes de desdeñar tanto a las antiguas creencias, sería preciso que cada uno ponga la mano en la conciencia y se pregunte, bien francamente, si al menos no es tan crédulo como algunos de sus antepasados. Veamos un poco: ¿Qué significa esta moda de magnetizadores y de médiums, de mesas giratorias, parlantes y proféticas; de sonámbulos que ven a través de las paredes, que leen por el codo, que ante sí tienen presentes lo que se dice y se hace a veinte, treinta o cuarenta millas de distancia; que leen y escriben sin saber ni el abecé; que sin conocer una palabra de Medicina, señalan y determinan todos los casos patológicos, indicando sus causas y prescribiendo el remedio con las dosis recomendadas en todos los términos greco-árabes del vocabulario científico? ¿Qué son esos interrogatorios a los Espíritus, esas respuestas de personas muertas y enterradas, esas profecías de acontecimientos futuros? ¿Quién evoca a estas sombras? ¿Quién las hace hablar? ¿Quién les hace ver un futuro que no existe? ¿Quién les hace proferir esas blasfemias contra Dios, contra los santos del Cielo, contra los sacramentos de la Iglesia?

"Veamos, gente brava, ¡hablad! ¿Por qué esas muecas y esas miradas sombrías? –¡Ah! ¡Quién sabe lo que me acabaréis diciendo! ¡Misterios de la Naturaleza, leyes desconocidas, fuerza de la lucidez, sentido oculto en el organismo humano! Sutileza del fluido magnético, del influjo nervioso, de las ondulaciones ópticas y acústicas; virtudes secretas que la electricidad o el magnetismo estimulan en el cerebro, en la sangre, en las fibras, en todas las partes vitales; poderes y fuerzas supremas de la voluntad y de la imaginación.

"Amigos míos, estos son cuentos, palabras sin sentido, frases vacías, rodeos ambiguos, enigmas que vosotros mismos no comprendéis. Toda la diferencia que hay entre nosotros y nuestros antepasados está en que, para negar un misterio, nosotros forjamos otros cien, mientras que para aquella buena gente un gato era un gato, y el diablo era el diablo. Tenemos la pretensión de otorgar a la Naturaleza fuerzas que ella no tiene y que no puede tener; nuestros ancestrales, más sabios y más francos, decían –sin tantos circunloquios– que había operaciones sobrenaturales, y sencillamente las trataban como hechicerías.

"Sin embargo, menos versados que nosotros en el conocimiento de los fenómenos naturales, ellos llegaron indudablemente a tomar a veces por un efecto prodigioso cosas que no salen del orden natural, mientras que los modernos, mucho más esclarecidos, no dejan de observar un buen número de supercherías de los magnetizadores como efecto misterioso de las leyes secretas de la Naturaleza, y las operaciones realmente diabólicas como jugarretas más o menos sutiles. Pero los hombres más cristianos de los buenos y viejos tiempos bien sabían que los Espíritus malos, evocados por medio de ciertos signos, de ciertas conjuraciones, de ciertos pactos, aparecían, respondían, alucinaban la imaginación al impresionar de mil maneras y, sobre todo, al hacer el mayor mal que podían a los que con ellos conversaban. Confesad, pues, de buena fe que, inclusive en nuestros días, tenemos en mayor número que antiguamente a nuestros necromantes, a nuestros magos y a nuestros hechiceros, con la diferencia de que nuestros pobres antepasados tenían horror a esos maleficios, que ellos practicaban en secreto, en las tinieblas, en las cavernas, en las florestas, siendo que muchos se arrepentían de eso, confesándose y después haciendo penitencia; mientras que en nuestros días son practicados en los salones refulgentes de oro y de luces, en presencia de curiosos, ante muchachas, niños, madres, sin el más mínimo escrúpulo y a menudo regocijándose con las supersticiones de la Edad Media.

"Creedme: en todas las épocas, los hombres han querido relacionarse con el demonio, y este espíritu astuto, aunque los hombres no lo devuelvan a los abismos y con él mantengan contacto, se adapta a todas las transformaciones. En los siglos idólatras él vivía con los oráculos y las pitonisas; se mostraba bajo la forma de paloma, de urraca, de gallo, de serpiente, y cantaba versos fatídicos. En la Edad Media se presentaba pedante, frente a los pueblos bárbaros, y les aparecía con formas terribles, en monstruosas conjuraciones. Si a veces él se encogía y se sutilizaba hasta el punto de alojarse en los cabellos, en los frascos, en los brebajes mágicos que los hechiceros hacían beber a los amantes, no era sin inspirar un gran terror. Hoy, en cambio, él se presta a la civilización del siglo; se complace en el mundo elegante, en las reuniones brillantes; sucesivamente hace dormir a los sonámbulos, danza con las mesas, escribe con las mesitas de velador. En verdad, ¿no es muy gentil? ¡Tiene mucho cuidado de no asustar a nadie! Él se viste a la americana, a la inglesa, a la parisiense, a la alemana; es realmente amable, con la barba y el bigote fino de los italianos; es el preferido de los salones y sería muy tosco no tratarlo con irreprochable distinción. ¡Ya veis! Se ha vuelto tan buen apóstol que conversa de la manera más cortés con aquella señora que aún va a misa y que si le dijereis: –¡Tened cuidado! Existen cosas que no son naturales y que no podrían serlo: hay gato encerrado; los buenos cristianos no se ocupan con eso –se reiría de vosotros en la cara y os respondería con un aire jactancioso: –¡Demonio! Todo esto es muy natural: yo también soy cristiana; pero no soy una imbécil.

"Mientras tanto, si la ocasión se presenta, ella hará magnetizar a su hija de veinte años, a fin de hacerla leer, con su intuición magnética, los hechos distantes o secretos del futuro.

"¡Os dejo pensando si ese elegante diablo con guantes amarillos debe reírse en la cara de una buena cristiana!"

Dejamos a nuestros lectores el cuidado de apreciar el juicio del P. Bresciani: indudablemente en vano han de buscar allí, como nosotros, argumentos perentorios contra las ideas espíritas o cualquier demostración de la falsedad de estas ideas; sin duda, él piensa que no vale la pena una refutación seria de las mismas y que basta un soplo para disiparlas. Pero nos parece que, a ejemplo de la mayoría de los adversarios, él llega a una conclusión totalmente diferente de la esperada, ya que no prueba por A más B que eso no es posible NI PUEDE serlo. Como el P. Bresciani es un hombre de un talento indiscutible y de una instrucción superior, nosotros pensamos que, puesto que su objetivo era el de combatir a los Espíritus, debe haber reunido contra ellos sus armas más temibles; de esto deducimos que si no ha dicho más, es porque nada más tiene para decir; que si no da otras pruebas, es porque no tiene otras mejores para oponer: de lo contrario habría tenido el cuidado de presentarlas. Los más ridiculizados en toda esta argumentación no son los Espíritus, sino el propio diablo, que es tratado un poco caballerosamente y no como una cosa tomada en serio. Ante ese estilo chistoso, somos llevados a pensar que el autor no cree más en el diablo que en los Espíritus. Por tanto, si el diablo fuese el único agente de todas las manifestaciones –como se pretende–, convengamos en que desempeña un papel más divertido que terrible y que es mucho más capacitado para mover la curiosidad que para asustar. Además, tal es, hasta el presente, el resultado de todo lo que se ha dicho y escrito contra el Espiritismo, de manera que bien más lo han servido que perjudicado.

Según la mayoría de los críticos, el hecho de las manifestaciones no tiene alcance; es un entusiasmo pasajero, un juego de salón, y el autor no nos parece haberlo encarado desde un lado más serio; si es así, ¿por qué atormentarse? Dejad a la moda el cuidado de traer mañana un otro pasatiempo, y el Espiritismo vivirá lo que vivió la manía de los jarros de porcelana: el espacio de dos estaciones. Al tirarle piedras, dan a entender que le tienen miedo, porque sólo se busca derribar aquello que se teme; si es una quimera, una utopía, ¿por qué luchar contra molinos de viento? Es cierto que se dice que el diablo algunas veces se entromete; pero no habría necesidad de tantos autores como éste, pintando al diablo de color de rosa, para dar a todas las mujeres el deseo de conocerlo.

El P. Bresciani ¿ha examinado bien la cuestión? ¿Ha pesado el alcance de todas sus palabras? Nos permitimos dudarlo. Cuando él dice: ¿Qué son esas respuestas de personas muertas y enterradas? ¿Quién les hace ver un futuro QUE NO EXISTE? Nosotros nos preguntamos si es un cristiano o un materialista quien ha escrito semejantes cosas, y aún el materialista hablaría de los muertos con más respeto. –¿Quién les hace proferir esas blasfemias contra Dios? ¿Pero dónde están estas blasfemias? El autor, que atribuye todo al diablo, hizo sin duda esta suposición; de lo contrario sabría que la confianza más ilimitada en la bondad infinita de Dios es la propia base del Espiritismo; que en Éste todo se hace en el nombre de Dios; que los Espíritus más perversos no hablan de Él sino con temor y respeto, y los buenos hablan con amor. ¿Qué hay de blasfemo en esto? –Pero qué pensar de estas palabras: Tenemos la pretensión de otorgar a la Naturaleza fuerzas que ella no tiene y que NO PUEDE tener; nuestros ANCESTRALES, más sabios, sencillamente las trataban como hechicerías. Así, es más sabio atribuir los fenómenos de la Naturaleza al diablo que a Dios. Mientras que nosotros proclamamos el poder infinito del Creador, el P. Bresciani le pone límites; la Naturaleza, que resume la Obra Divina, no tiene y NO PUEDE tener otras fuerzas que aquellas que conocemos; en cuanto a las que podrían ser descubiertas, es más sabio atribuirlas al diablo que, así, sería más poderoso que Dios. ¿Hay necesidad de preguntar de qué lado está la blasfemia o el mayor respeto hacia el Ser Supremo? –En fin, el diablo toma todas las formas: En verdad, ¿no es muy gentil? Él se viste a la americana, a la inglesa, a la parisiense; es realmente amable, con la barba y el bigote fino de los italianos, y sería muy tosco no tratarlo con irreprochable distinción. No sabemos si los italianos se quedarán envanecidos por ser tomados como diablos con guantes amarillos. ¿Quiénes son esas bellas señoras que prefieren a esos gentiles demonios y que, ante el caritativo aviso de que hay gato encerrado, se ríen de vosotros y os exclaman: –¡Demonio! ¡No soy una imbécil!? Si es una figura de expresión, preguntaremos en qué mundo ellas usan tan lindas expresiones. Nosotros lamentamos que el autor no haya extraído sus conocimientos de Espiritismo en una fuente más seria, con lo que no hablaría con tanta ligereza. En cuanto no se le opongan argumentos más perentorios, sus adeptos podrán dormir bien tranquilos.



[1] Un volumen in 8º, traducido del italiano; editado por J.-B. Pélagaud y Cía., calle de los Santos Padres Nº 57, en París. Precio: 3 francos y 50 centavos. [Nota de Allan Kardec.]

[2] Del Río, erudito jesuita, nacido en Amberes en 1551 y muerto en 1608. El autor hace aquí alusión a la obra intitulada: Disquisitiones magicæ (Disquisiciones sobre la magia).



Historia de un condenado

(Sociedad, 9 de diciembre de 1859 – Primera sesión)
El Sr. de la Roche, miembro titular, comunica el siguiente hecho que es de su conocimiento personal:

En una pequeña casa cerca de Castelnaudary ocurrían ruidos extraños y diversas manifestaciones, lo que hacía que fuese considerada como siendo frecuentada por algún genio malo. A raíz de este hecho fue exorcizada en 1848 y en ella pusieron un gran número de imágenes de santos. Desde entonces, el Sr. D..., queriendo vivir en aquella casa, le hizo algunos arreglos y además retiró todos esos cuadros. Hace algunos años él murió súbitamente. Su hijo, que la ocupa en este momento o por lo menos la ocupaba hasta hace poco tiempo, recibió un día –al entrar en un cuarto– una fuerte bofetada dada por una mano invisible; como él estaba completamente solo, no pudo dudar que la misma provino de una fuente oculta. Ahora no quiere más permanecer allá y se va a mudar definitivamente. En la región hay una tradición según la cual un gran crimen habría sido cometido en esa casa.

Al ser interrogado sobre la posibilidad de evocar al autor de la bofetada, san Luis respondió afirmativamente.

El Espíritu llamado se manifiesta a través de signos de violencia; el médium es tomado por una extrema agitación, quebrando siete u ocho lápices, algunos de los cuales son arrojados contra los asistentes, siendo que una página es rasgada y cubierta por trazos insignificantes realizados con cólera. Todos los esfuerzos para calmarlo son impotentes; al ser apremiado a que responda las preguntas que le son dirigidas, él escribe con la mayor dificultad un no casi indescifrable.

1. (A san Luis.) ¿Tendríais la bondad de darnos algunas informaciones sobre este Espíritu, ya que él no puede o no quiere darlas por sí mismo? –Resp. Es un Espíritu de la peor especie, un verdadero monstruo; lo hemos hecho venir, pero no hemos podido constreñirlo a que escribiera, a pesar de todo lo que se le ha dicho; él tiene su libre albedrío, pero infelizmente hace un triste uso del mismo.

2. ¿Hace mucho tiempo que desencarnó? –Resp. Buscad vuestras informaciones: ha sido él quien ha cometido el crimen cuya leyenda existe en la región.

3. ¿Quién era cuando estaba encarnado? –Resp. Lo sabréis por vosotros mismos.

4. ¿Es él, por lo tanto, que está frecuentando esa casa ahora? –Resp. Sin duda, puesto que fue así que yo hice que llamara vuestra atención.

5. ¿Entonces los exorcismos que fueron hechos no pudieron expulsarlo? –Resp. De modo alguno.

6. ¿Él tiene algo que ver con la muerte súbita del Sr. D...? –Resp. Sí.

7. ¿De qué manera hubo podido contribuir con esta muerte? –Resp. Por el pavor.

8. ¿Ha sido él quien le ha dado una bofetada al Sr. D... Hijo? –Resp. Sí.

9. ¿Podría aquí haber dado otra a cualquiera de nosotros? –Resp. Pero sin duda; deseo no le faltaba.

10. ¿Por qué no lo ha hecho? –Resp. No le ha sido permitido.

11. ¿Habría un medio de desalojarlo de aquella casa? ¿Y cuál sería? –Resp. Si las personas quieren desembarazarse de las obsesiones de semejantes Espíritus, esto es fácil: hay que orar por ellos; es lo que siempre descuidan de hacer. Prefieren asustarlos con fórmulas de exorcismo, que los divierten mucho.

12. Al dar a las personas interesadas la idea de orar por este Espíritu, y orando nosotros mismos por él, ¿sería posible desalojarlo? –Resp. Sí; pero notad que he dicho orar, y no mandar orar.

13. Este Espíritu ¿es susceptible de mejoramiento? –Resp. ¿Por qué no? ¿No lo son todos, éste como los otros? Sin embargo, es preciso enfrentar dificultades; pero por más perverso que él sea, el hecho de devolver el bien por el mal terminará por tocarlo. Que primeramente se ore y que se lo evoque dentro de un mes; así podréis juzgar el cambio que se habrá operado en él.

14. Este Espíritu sufre y es infeliz; ¿podéis describirnos el género de sufrimientos que padece? –Resp. Él está convencido de que debe permanecer eternamente en la situación en que se encuentra. Se ve constantemente en el momento en que cometió el crimen: cualquier otro recuerdo le ha sido retirado, y toda comunicación con otro Espíritu le ha sido impedida; en la Tierra sólo puede estar en aquella casa, y si se eleva en el espacio, se encuentra en las tinieblas y en la soledad.

15. ¿De dónde provenía antes de su última encarnación? ¿A qué raza pertenecía? –Resp. Había tenido una existencia entre los pueblos primitivos más feroces y más salvajes, y anteriormente venía de un planeta inferior a la Tierra.

16. Si este Espíritu reencarnase, ¿en qué categoría de individuos habría de encontrarse? –Resp. Esto dependerá de él y del arrepentimiento que sienta.

17. En su próxima existencia corporal, ¿podría ser lo que se llama un hombre honrado? –Resp. Eso sería difícil; a pesar de lo que haga, no podrá evitar una vida bastante tormentosa.

Nota – La Sra. X..., médium vidente que asistía a la sesión, vio a este Espíritu en el momento en que se quería hacerlo escribir: sacudía el brazo del médium; su aspecto era aterrador; estaba vestido con una camisa cubierta de sangre y tenía un puñal.

El Sr. F... y la Sra. de F..., que asistían a esta sesión como oyentes, no siendo aún socios –como ahora lo son–, desde esa misma noche llevaron a cabo la recomendación hecha en favor de ese Espíritu infeliz y oraron por él. Ellos han obtenido varias comunicaciones de él, así como de sus víctimas. Nosotros las relataremos en el orden en que fueron recibidas, junto a las que fueron obtenidas en la Sociedad sobre el mismo tema. Además del interés que se tiene por esta dramática historia, resalta una enseñanza que a nadie escapará.

(Segunda sesión – En casa del Sr. F...)
18. (Al Espíritu familiar.) ¿Puedes decirnos algo acerca del Espíritu de Castelnaudary? –Resp. Evócalo.

19. ¿Será malo? –Resp. Tú lo verás.

20. ¿Qué es preciso hacer? –Resp. No le hables si no tienes nada que decirle.

21. Si le hablásemos para compartir sus penas, ¿esto le hará bien? –Resp. La compasión siempre hace bien a los infelices.

22. Evocación del Espíritu de Castelnaudary. –Resp. ¿Qué quieren de mí?

23. Nosotros te hemos llamado con el objetivo de que seamos útiles para ti. –Resp. ¡Oh! Vuestra piedad me hace bien, porque yo sufro... ¡Oh, cuánto sufro!... ¡Que Dios tenga piedad de mí!... ¡Perdón!... ¡Perdón!

24. ¿Nuestras oraciones te serán benéficas? –Resp. Sí; orad, orad.

25. ¡Pues bien! Oraremos por ti. –Resp. ¡Gracias! Al menos tú no me maldices.

26. ¿Por qué no has querido escribir en la Sociedad cuando te llamaron? –Resp. ¡Oh, maldición!

27. ¿Maldición para quién? –Resp. Para mí, que expío muy cruelmente los crímenes en los cuales mi voluntad no tuvo sino una pequeña parte.

Nota – Al decir que su voluntad no tuvo sino una pequeña parte en sus crímenes, él quiere atenuarlos, como se supo más tarde.

28. Si te arrepientes, ¿serás perdonado? –Resp. ¡Oh, jamás!

29. No te desesperes. –Resp. El sufrimiento eterno: tal es mi destino.

30. ¿Cuál es tu sufrimiento? –Resp. Lo que hay de más horrible; no lo puedes comprender.

31. ¿Han orado por ti desde ayer a la noche? –Resp. Sí; pero sufro aún más.

32. ¿Cómo se explica esto? –Resp. ¡Yo no sé!

Nota – Esta circunstancia será explicada más tarde.

33. ¿Se debe hacer algo con relación a la casa donde te has instalado? –Resp. ¡No, no! No me habléis de eso... ¡Perdón, Dios mío! Ya sufrí bastante.

34. ¿Tienes que permanecer allí? –Resp. Estoy condenado a esto.

35. ¿Será para que tengas constantemente tus crímenes a la vista? –Resp. Eso es.

36. No te desesperes; todo puede ser perdonado con el arrepentimiento. –Resp. No hay perdón para Caín.

37. ¿Entonces mataste a tu hermano? –Resp. Todos somos hermanos.

38. ¿Por qué quisiste hacer mal al Sr. D...? –Resp. ¡Basta, por favor, basta!

39. ¡Pues bien! Adiós; ¡ten confianza en la Misericordia Divina! –Resp. Orad.

(Tercera sesión)
40. Evocación. –Resp. Estoy con vosotros.

41. ¿Comienzas a tener esperanza? –Resp. Sí, mi arrepentimiento es grande.

42. ¿Cuál era tu nombre? –Resp. Lo sabréis más tarde.

43. ¿Hace cuántos años sufres? –Resp. Hace 200 años.

44. ¿En qué época cometiste el crimen? –Resp. En 1608.

45. ¿Puedes repetir las fechas para que nosotros las confirmemos? –Resp. Es inútil; una vez es suficiente. Adiós, os hablaré mañana; una fuerza me llama.

(Cuarta sesión)
46. Evocación. –Resp. Gracias, Hugo (nombre de bautismo del Sr. F...).

47. ¿Quieres hablarnos de lo que ha ocurrido en Castelnaudary? –Resp. No; me hacéis sufrir cuando habláis de esto; no es generoso de vuestra parte.

48. Sabes muy bien que si hablamos de esto es con el objetivo de poder esclarecer tu posición y no de agravarla; así, habla sin miedo. ¿Cómo te dejaste llevar a cometer ese crimen? –Resp. Un momento de desvarío.

49. ¿Hubo premeditación? –Resp. No.

50. Ésto no puede ser verdad. Tus sufrimientos prueban que eres más culpable de lo que dices. Sabes que sólo por el arrepentimiento podrás aliviar tu destino y no por la mentira. ¡Vamos! Sé franco. –Resp. ¡Pues bien! Ya que es necesario, sí.

51. ¿Ha sido un hombre o una mujer que has matado? –Resp. Un hombre.

52. ¿Cómo has causado la muerte del Sr. D...? –Resp. Le aparecí visiblemente, y yo estaba tan horrible que la simple visión de mí lo mató.

53. ¿Lo hiciste a propósito? –Resp. Sí.

54. ¿Por qué? –Resp. Él quiso desafiarme, y yo haría aún más si me volviese a tentar.

55. Si yo fuese a vivir a aquella casa, ¿me harías mal? –Resp. ¡Oh! Ciertamente que no; tú tienes piedad de mí y me deseas el bien.

56. El Sr. D... ¿murió instantáneamente? –Resp. No; fue tomado de pavor, pero solamente murió dos horas después.

57. ¿Por qué te limitaste a dar una bofetada al Sr. D... Hijo? –Resp. Sería demasiado haber matado a dos hombres.

Quinta sesión (Sociedad, 16 de diciembre de 1859)
58. Preguntas dirigidas a san Luis. El Espíritu que se ha comunicado con el Sr. y con la Sra. de F..., ¿es realmente el de Castelnaudary? –Resp. Sí.

59. ¿Cómo se explica que haya podido comunicarse con ellos tan prontamente? –Resp. Él ignoraba aún a la Sociedad; él no se había arrepentido: el arrepentimiento es todo.

60. ¿Son exactas las informaciones que ha dado sobre su crimen? –Resp. Cabe a vosotros cercioraros de esto y pedirle después explicaciones al respecto.

61. Él dice que el crimen fue cometido en 1608 y que murió en 1659; por lo tanto, ¿hace 200 años que se encuentra en ese estado? –Resp. Esto os será explicado más tarde.

62. ¿Tendríais la bondad de describirnos el género de su suplicio? –Resp. Es atroz para él; como sabéis, ha sido condenado a permanecer en la casa donde el crimen fue cometido, sin poder dirigir su pensamiento a otra cosa sino a su crimen, que siempre está ante sus ojos, y él cree que se encuentra eternamente condenado a esta tortura.

63. ¿Está sumergido en la oscuridad? –Resp. En la oscuridad, cuando quiere alejarse de ese lugar de exilio.

64. ¿Cuál es el género de sufrimiento más terrible que un Espíritu puede experimentar en este caso? –Resp. No hay descripción posible de las torturas morales que son la punición de ciertos crímenes; incluso aquel que las experimenta tendría dificultad en daros una idea; pero la más horrible es la certeza de creer que está condenado sin remisión.

65. Hace dos siglos que se encuentra en esa situación; ¿él aprecia el tiempo como lo hacía cuando estaba encarnado, es decir, el tiempo le parece más o menos largo como cuando se encontraba en la Tierra? –Resp. Le parece más largo: el sueño no existe para él.

66. Se nos ha dicho que, para los Espíritus, el tiempo no existía, y que para ellos un siglo es un punto en la eternidad; ¿no es, pues, lo mismo para todos? –Resp. Ciertamente que no; solamente es así para los Espíritus que han llegado a un grado muy elevado de evolución; pero para los Espíritus inferiores el tiempo es algunas veces bien largo, sobre todo cuando sufren.

67. Este Espíritu es punido muy severamente por el crimen que ha cometido; ahora bien, nos habéis dicho que antes de esta última existencia él había estado entre los pueblos primitivos más bárbaros. Allí debe haber cometido, por lo menos, actos tan atroces como el último; ¿ha sido punido de la misma manera? –Resp. Fue menos punido, porque, siendo más ignorante, comprendía menos el alcance.

Nota – Todas las observaciones confirman este hecho, que está eminentemente de acuerdo con la justicia de Dios, de que las penas son proporcionales, no a la naturaleza de la falta y sí al grado de inteligencia del culpable y a su posibilidad de comprender el mal que hace. Así, una falta, menos grave en apariencia, podrá ser más severamente punida en un hombre civilizado, que un acto de barbarie en un salvaje.

68. El estado en que se encuentra este Espíritu, ¿es el de los seres llamados vulgarmente de condenados? –Resp. Absolutamente; hay otros aún más terribles. Los sufrimientos están lejos de ser los mismos para todos, inclusive para crímenes similares, porque varían según sea el culpable más o menos accesible al arrepentimiento. Para éste, la casa donde ha cometido el crimen es su infierno; otros lo llevan en sí mismos, a través de las pasiones que los atormentan y que no pueden aplacar.

Nota – En efecto, hemos visto a avaros que sufrían con la visión del oro que, para ellos, se había vuelto una verdadera quimera; a orgullosos, atormentados por la envidia de los honores que veían rendir a otros y que no eran para ellos; a hombres que habían mandado en la Tierra, humillados por el poder invisible que los constreñía a obedecer y por la visión de sus subordinados que no se curvaban más ante ellos; a ateos que padecían las angustias de la incertidumbre y que estaban en un aislamiento absoluto en medio de la inmensidad, sin encontrar a ningún ser que los pudiese esclarecer. Si en el mundo de los Espíritus hay alegrías para todas las virtudes, hay penas para todas las faltas, y las que no son alcanzadas por la ley de los hombres, lo son siempre por la ley de Dios.

69. A pesar de su inferioridad, este Espíritu siente los buenos efectos de la oración; hemos visto lo mismo por parte de otros Espíritus igualmente perversos y de naturaleza más bruta; ¿cómo se explica que Espíritus más esclarecidos, de una inteligencia más desarrollada, muestren una ausencia completa de buenos sentimentos; que se rían de todo lo que hay de más sagrado; en una palabra, que nada los conmueva y que no den la menor tregua a su cinismo? –Resp. La oración sólo tiene efecto en favor del Espíritu que se arrepiente; aquel que, llevado por el orgullo, se rebela contra Dios y persiste en sus desvaríos, incluso exagerándolos, como hacen los Espíritus infelices, sobre éstos la oración no puede ni podrá hacer nada, sino el día en que una luz de arrepentimiento se manifieste en los mismos. La ineficacia de la oración es también un castigo para ellos; ella sólo alivia a los que no están totalmente endurecidos.

70. Cuando vemos a un Espíritu que se vuelve inaccesible a los buenos efectos de la oración, ¿esta es una razón para abstenerse de orar por él? –Resp. Ciertamente que no, porque tarde o temprano la plegaria podrá triunfar de su endurecimiento y hacer conque germinen en él pensamientos saludables.

(Sexta sesión – En casa del Sr. F...)
71. Evocación. Resp. Estoy aquí.

72. ¿Puedes entonces dejar ahora la casa de Castelnaudary cuando quieras? –Resp. Me lo permiten porque aprovecho vuestros buenos consejos.

73. ¿Sientes algún alivio? –Resp. Comienzo a tener esperanza.

74. Si pudiésemos verte, ¿con qué apariencia te veríamos? –Resp. Me veríais de camisa y sin puñal.

75. ¿Por qué no tendrías más tu puñal? ¿Qué has hecho de él? –Resp. Lo maldigo. Dios ha evitado que yo tenga la visión del mismo.

76. Si el Sr. D... Hijo volviese a la casa, ¿aún le harías mal? –Resp. No, porque estoy arrepentido.

77. ¿Y si él todavía quisiera desafiarte? –Resp. ¡Oh! No me preguntéis eso; no podría dominarme; esto sería superior a mis fuerzas... porque no soy más que un miserable.

78. Las oraciones del Sr. D... Hijo, ¿serían más benéficas para ti que las de otras personas? –Resp. Sí, porque fue a él que hice un mal mayor.

79. ¡Pues bien! Continuaremos haciendo por ti lo que podamos. –Resp. Gracias; por lo menos encontré en vosotros a almas caritativas. Adiós.

(Séptima sesión)
80. Evocación del hombre asesinado. Resp. Estoy aquí.

81. ¿Qué nombre teníais cuando estabais encarnado? –Resp. Yo me llamaba Pierre Dupont.

82. ¿Cuál era vuestra profesión? –Resp. Era salchichero en Castelnaudary, donde fui asesinado el 6 de mayo de 1608 por mi hermano mayor Charles Dupont, en medio de la noche con un puñal.

83. ¿Cuál ha sido la causa de ese crimen? –Resp. Mi hermano creyó que yo quería conquistar a una mujer que él amaba, y que yo veía con bastante frecuencia; pero él estaba equivocado, porque yo nunca había pensado en eso.

84. ¿Cómo él os mató? –Resp. Yo dormía; me hirió en la garganta y después en el corazón. Al herirme, me despertó; quise luchar, pero sucumbí.

85. ¿Lo habéis perdonado? –Resp. Sí, desde el momento de su muerte, hace 200 años.

86. ¿A qué edad él murió? –Resp. Con 80 años.

87. ¿Entonces no ha sido punido cuando encarnado? –Resp. No.

88. ¿Quién fue acusado de vuestra muerte? –Resp. Nadie; en aquellos tiempos de confusión se prestaba poca atención a esas cosas; el caso no habría tenido ningún proseguimiento.

89. ¿Qué sucedió con la mujer? –Resp. Poco después ella fue asesinada por mi hermano en mi casa.

90. ¿Por qué la asesinó? –Resp. Amor engañado; él se había casado con ella antes de mi muerte.

(Octava sesión)
91. ¿Por qué él no habla del asesinato de esta mujer? –Resp. Porque el mío es el peor para él.

92. Evocación de la mujer asesinada. Resp. Estoy aquí.

93. ¿Cómo os llamabais cuando encarnada? –Resp. Marguerite Aeder de Dupont.

94. ¿Cuánto tiempo estuvisteis casada? –Resp. Cinco años.

95. Pierre nos ha dicho que su hermano creía que entre vosotros dos había relaciones criminales; ¿esto es verdadero? –Resp. Ninguna relación criminal existía entre Pierre y yo; no creáis en eso.

96. Tras la muerte de Pierre, ¿cuánto tiempo después Charles os asesinó? –Resp. Dos años después.

97. ¿Qué motivo lo llevó a esto? –Resp. Los celos y el deseo de quedarse con mi dinero.

98. ¿Podéis relatar las circunstancias del crimen? –Resp. Él me agarró y me hirió en la cabeza con su cuchillo de salchichero, en la tienda de trabajo.

99. ¿Cómo se explica que no haya sido perseguido? –Resp. ¿Para qué? Todo era desorden en aquellos tiempos de infortunio.

100. ¿Tenían fundamento los celos de Charles? –Resp. Sí, pero esto no lo autorizaba a cometer semejante crimen, porque en este mundo somos todos pecadores.

101. ¿Hacía cuántos años que estabais casada, por ocasión de la muerte de Pierre? –Resp. Hacía tres años.

102. ¿Podéis dar con precisión la fecha de vuestra muerte? –Resp. Sí, el 3 de mayo del año 1610.

103. ¿Qué se ha pensado de la muerte de Pierre? –Resp. Se ha hecho creer que algunos asesinos quisieron robar.

Nota – Sea cual fuere la autenticidad de estos relatos, que parecen difíciles de ser sometidos a un control, hay un hecho notable: la precisión y la concordancia de las fechas y de todos los acontecimientos. Por sí misma, esta circunstancia ya es un curioso objeto de estudio, si consideramos que esos tres Espíritus, llamados en diversos intervalos, no se contradicen en nada. Lo que parecería confirmar sus palabras, es que el principal culpable en este asunto, evocado por otro médium, ha dado respuestas idénticas.

(Novena sesión)
104. Evocación del Sr. D...Resp. Estoy aquí.

105. Deseamos que nos deis algunos detalles sobre las circunstancias de vuestra muerte; ¿consentiríais en darlos? –Resp. De buen grado.

106. ¿Sabíais que la casa en que vivíais era frecuentada por un Espíritu? –Resp. Sí; pero quise desafiarlo y me equivoqué en hacerlo; hubiera sido mejor que yo orase por él.

Nota – Con esto se observa que los medios que generalmente se emplean para desembarazarse de los Espíritus inoportunos no son los más eficaces. Las amenazas, en vez de asustarlos, los incitan más. La benevolencia y la conmiseración tienen más influencia que el empleo de medios coercitivos que los irritan, o de las fórmulas de que se ríen.

107. ¿Cómo os apareció ese Espíritu? –Resp. Cuando entré a la casa, él se hizo visible y me miró fijamente: no pude escapar; fui tomado de pavor y expiré bajo la mirada terrible de este Espíritu, que yo había despreciado y para el cual me había mostrado tan poco caritativo.

108. ¿No pudisteis pedir socorro? –Resp. Imposible; mi hora había llegado, y era así que yo debía morir.

109. ¿Qué apariencia tenía él? –Resp. De alguien furioso dispuesto a devorarme.

110. ¿Sufristeis al morir? –Resp. Horriblemente.

111. ¿Habéis muerto súbitamente? –Resp. No, dos horas después.

112. ¿Qué reflexiones hacíais al sentir que estabais muriendo? –Resp. No pude reflexionar; fui tomado de un terror indescriptible.

113. ¿La aparición quedó visible hasta el fin? –Resp. Sí, no dejó ni un instante a mi pobre Espíritu.

114. Cuando os desprendisteis en Espíritu, ¿percibisteis la causa de vuestra muerte? –Resp. No, todo estaba terminado; solamente más tarde lo comprendí.

115. ¿Podéis indicar la fecha de vuestra muerte? –Resp. Sí, el 9 de agosto de 1853. (Esta fecha precisa no ha podido aún ser verificada; pero es prácticamente exacta.)

Décima sesión (Sociedad, 13 de enero de 1860)
Cuando este Espíritu fue evocado el 9 de diciembre, san Luis aconsejó a llamarlo nuevamente dentro de un mes, a fin de observar el progreso que pudiese haber hecho en ese intervalo. Esto ya pudo ser apreciado por las comunicaciones del Sr. y de la Sra. de F..., sobre el cambio que se ha operado en sus ideas, gracias a la influencia de las oraciones y de los buenos consejos. Transcurrido más de un mes desde su primera evocación, el 13 de enero él fue llamado de nuevo en la Sociedad.

116. Evocación. –Resp. Estoy aquí.

117. ¿Os recordáis de haber sido llamado entre nosotros hace alrededor de un mes? –Resp. ¿Cómo podría olvidarlo?

118. ¿Por qué no pudisteis escribir en aquel momento? –Resp. No quise hacerlo.

119. ¿Por qué no quisisteis? –Resp. Por ignorancia y embrutecimiento.

120. ¿Han cambiado vuestras ideas desde entonces? –Resp. Mucho; varios de entre vosotros han sido compasivos y han orado por mí.

121. ¿Confírmáis todas las informaciones que han sido dadas, tanto por vos como por vuestras víctimas? –Resp. Si yo no las confirmara, sería admitir que no las he dado, y he sido yo mismo quien las dio.

122. ¿Vislumbráis el fin de vuestras penas? –Resp. ¡Oh! Aún no; saber que las mismas no durarán para siempre, ya es mucho más de lo que merezco, gracias a vuestra intercesión.

123. ¿Podríais describirnos la situación en la que estabais antes de nuestra primera evocación? Comprended que os pedimos esto para nuestra instrucción, y no por un motivo de curiosidad. –Resp. Os he dicho que yo no tenía conciencia de nada, en el mundo, sino de mi crimen, y que sólo podía dejar la casa donde lo había cometido para elevarme en el espacio, donde a mi alrededor era todo soledad y oscuridad; no podría daros una idea de lo que es esto, porque nunca lo he comprendido. Desde el momento en que me elevaba en el aire, todo era negro y vacío; no sé lo que era. Hoy siento mucho más remordimiento, pero –como os lo prueban las comunicaciones– no soy más constreñido a permanecer en aquella casa fatal; tengo permiso de recorrer la Tierra y de buscar esclarecerme por mis observaciones. Mas ahora comprendo mejor la enormidad de mis atrocidades; y si por un lado sufro menos, por el otro mis torturas aumentan por el remordimiento; pero al menos tengo esperanza.

124. Si tuvieseis que retomar una existencia corporal, ¿cuál elegiríais? –Resp. Aún no he visto lo suficiente, ni he reflexionado bastante para saberlo.

125. ¿Reencontráis a vuestras víctimas? –Resp. ¡Oh! ¡Dios me guarde de eso!

Nota – Siempre fue dicho que la visión de las víctimas es uno de los castigos de los culpables. Éste aún no las ha visto, porque estaba en el aislamiento y en las tinieblas: era un castigo; pero él teme esa visión, y tal vez ahí esté el complemento de su suplicio.

126. Durante vuestro largo aislamiento, y se puede decir vuestro cautiverio, ¿habéis tenido remordimientos? –Resp. En absoluto, y es por esto que sufrí tanto; fue solamente cuando comencé a sentirlos que, sin yo saberlo, fueron provocadas las circunstancias que llevaron a mi evocación, a la cual debo el comienzo de mi liberación. Gracias a vos, por lo tanto, que tuvisteis piedad de mí y que me habéis esclarecido.

Nota – Esta evocación, pues, de ninguna manera ha sido un hecho fortuito; como debía ser útil a este desdichado, los Espíritus que velaban por él, al ver que comenzaba a comprender la enormidad de sus crímenes, juzgaron que había llegado el momento de darle un socorro eficaz, y entonces prepararon las circunstancias propicias. Es un hecho que hemos visto producirse muchas veces.

Al respecto, se ha preguntado qué habría sido de él si no hubiese podido ser evocado, así como de todos los Espíritus en sufrimiento que tampoco fueron evocados o en los cuales no se piensa. A esto fue respondido que los caminos de Dios, para la salvación de sus criaturas, son innumerables; la evocación puede ser un medio para asistirlos, pero ciertamente no es el único, y Dios no deja a nadie en el olvido. Además, las oraciones colectivas también deben tener su influencia en los Espíritus que son accesibles al arrepentimiento.




Comunicaciones espontáneas

Estelle Riquier
(Sociedad, 13 de enero de 1860)
El disgusto, la tristeza y la desesperación me devoran. Esposa culpable, madre desnaturalizada, abandoné las santas alegrías de la familia, el domicilio conyugal embellecido por la presencia de dos pequeños ángeles descendidos del cielo. Arrastrada por los caminos del vicio, por un egoísmo, un orgullo y un coqueteo desenfrenados –mujer sin corazón–, conspiré contra el santo amor de aquel que Dios y los hombres me habían dado por sostén y por compañero en la vida; él buscó en la muerte un refugio contra la desesperación, que mi cobarde abandono y su deshonra le habían causado.

El Cristo perdonó a la mujer adúltera y a Magdelena arrepentida; la mujer adúltera había amado, y Magdalena se había arrepentido. ¡Pero yo, miserable! Vendía a precio de oro una apariencia de amor que nunca sentí; sembré el placer a manos llenas y no coseché sino el desprecio. La miseria horrible y el hambre cruel pusieron término a una vida que se me había vuelto odiosa... ¡y no me arrepentí! Y yo, miserable e infame, infelizmente empleaba a menudo –con éxito fatal– mi influencia infernal como Espíritu, arrastrando al vicio a pobres mujeres que yo veía que eran virtuosas y que gozaban la felicidad que yo había pisoteado. ¿Algún día Dios ha de perdonarme? Quizá, si el desprecio que ella os inspira no os impida de orar por la desdichada Estelle Riquier.

Nota – Al haberse comunicado espontáneamente este Espíritu, sin ser llamado y sin ser conocido por ninguno de los asistentes, se le dirigieron las siguientes preguntas:

1. ¿En qué época habéis fallecido? –Resp. Hace cincuenta años.

2. ¿Dónde vivíais? –Resp. En París.

3. ¿A qué clase social pertenecía vuestro marido? –Resp. A la clase media.

4. ¿Con qué edad habéis desencarnado? –Resp. Con treinta y dos años.

5. ¿Qué motivos os llevaron a comunicaros espontáneamente con nosotros? –Resp. Me ha sido permitido para vuestra instrucción y para ejemplo.

6. ¿Habíais recibido una cierta educación? –Resp. Sí.

7. Esperamos que Dios tenga en cuenta la franqueza de vuestra confesión y de vuestro arrepentimiento. Rogamos que Él extienda su misericordia sobre vos y que os envíe Espíritus buenos para esclareceros acerca de los medios para reparar vuestro pasado. –Resp. ¡Oh! ¡Gracias, gracias! ¡Que Dios os escuche!

Nota – Varias personas nos informan que consideran un deber orar por los Espíritus sufridores que nosotros señalamos, los cuales piden asistencia. Hacemos votos para que este pensamiento caritativo se generalice entre nuestros lectores. Algunos han recibido la visita espontánea de los Espíritus por los cuales se habían interesado y que han venido para agradecerles.


El tiempo presente
(Sociedad, 20 de enero de 1860)

Sois guiados por el verdadero Genio del Cristianismo, como ya he dicho; es que el propio Cristo preside los trabajos de toda índole que están en vías de cumplirse, para abriros la era de renovación y de perfeccionamiento que vuestros guías espirituales os predicen. En efecto, si echáis una mirada sobre los acontecimientos contemporáneos, independientemente de las manifestaciones espíritas, reconoceréis sin duda alguna las señales precursoras que os probarán de una manera irrefutable que los tiempos predichos han llegado. Las comunicaciones se establecen entre todos los pueblos y las barreras materiales son derribadas; los obstáculos morales que se oponen a su unión, así como los prejuicios políticos y religiosos, desaparecerán rápidamente, y el reino de la fraternidad finalmente se establecerá de una manera sólida y duradera. Observad que ya los propios soberanos, llevados por una mano invisible, toman la iniciativa de las reformas –cosa inaudita para vosotros; y las reformas, cuando vienen de arriba y espontáneamente, son mucho más rápidas y más duraderas que las que vienen de abajo y que son arrancadas por la fuerza. A pesar de los prejuicios de la infancia y de la educación que hube recibido, a pesar del culto a la memoria, yo había presentido la época actual; soy feliz por ello, y más feliz aún por venir a deciros: ¡Hermanos, coraje! Trabajad por vosotros y por el futuro de los vuestros; sobre todo, trabajad por vuestro mejoramiento personal y gozaréis en vuestra próxima existencia de una felicidad de la que os es tan difícil haceros una idea, como a mí os hacerla comprender.

CHATEAUBRIAND

Las campanas
(Obtenida por el Sr. Pêcheur el 13 de enero de 1860)

¿Podés decirme por qué siempre me gustó escuchar el sonido de las campanas? Es que el alma del hombre, que piensa o que sufre, busca siempre desprenderse cuando siente esa felicidad muda que despierta en nosotros los vagos recuerdos de una existencia pasada; es que ese sonido es una traducción de la palabra del Cristo, que vibra en el aire desde hace dieciocho siglos: es la voz de la esperanza. ¡Cuántos corazones ha consolado! ¡Cuánta fuerza ha dado a la Humanidad creyente! Esa voz divina estremeció a los grandes de la época: tuvieron miedo de la misma, porque la verdad que ellos habían sofocado los hizo temblar. El Cristo la mostraba a todos: ellos mataron al Cristo, pero no a la idea; su palabra sagrada había sido comprendida; era inmortal, y sin embargo ¡cuántas veces la duda entró en vuestros corazones! ¡Cuántas veces el hombre acusó a Dios de ser injusto! Exclamaba: Dios mío, ¿qué hice yo? ¿La desgracia me marcó en la cuna? ¿Estoy entonces destinado a seguir este camino que despedaza mi corazón? Parece que una fatalidad se liga a mis pasos; siento que las fuerzas me abandonan, que la vida se destruye.

En este momento, Dios hace entrar en vuestro corazón un rayo de esperanza; una mano amiga os quita la venda del materialismo que cubre vuestros ojos. Una voz del cielo os dice: Observa en el horizonte aquel foco luminoso; es un fuego sagrado que emana de Dios; esa llama debe iluminar al mundo y purificarlo; debe hacer penetrar su luz en el corazón del hombre y disipar las tinieblas que oscurecen sus ojos. Algunos hombres tuvieron la pretensión de querer alumbraros, pero no produjeron sino brumas, que hicieron perder el camino recto.

Vosotros, a los que Dios muestra la luz, no seáis ciegos; es el Espiritismo que os permite levantar la punta del velo que cubría vuestro pasado. Observad ahora lo que habéis sido, y juzgaos. Curvad la cabeza ante la justicia del Creador; agradecedle por daros coraje para continuar la prueba que habéis elegido. El Cristo ha dicho: todos los que se sirvieren de la espada, por espada perecerán. Este pensamiento, completamente espírita, encierra el misterio de vuestros sufrimientos. Que la esperanza en la bondad de Dios os dé coraje y fe; escuchad siempre esta voz que vibra en vuestros corazones; cabe a vosotros comprender, estudiar con sabiduría, elevar vuestra alma por intermedio de pensamientos totalmente fraternales. Que el rico tienda la mano al que sufre, porque la riqueza no le ha sido dada para sus goces personales, sino para que sea su dispensador; y Dios le pedirá cuentas del uso que haya hecho de la misma. Vuestras virtudes son la única riqueza que Dios reconoce; únicamente esto llevaréis al dejar este mundo. Dejad hablar a esos supuestos sabios que os tratan de locos; quizá mañana os pidan para orar por ellos, porque Dios los juzgará.

TU HIJA, que te ama y que ora por ti.

Consejos de familia
Continuación (Ver la RE ene. 1860, pág. 19 – Comunicación leída en la Sociedad el 20 de enero de 1860)

Queridos hijos míos: en mis instrucciones anteriores os he aconsejado tener calma y coraje; sin embargo, no todos os mostráis como deberíais hacerlo. Pensad que la queja jamás acalma el dolor; al contrario, éste tiende a aumentar. Un buen consejo, una buena palabra, una sonrisa, inclusive un gesto, dan fuerza y coraje. Una lágrima debilita el corazón en vez de fortalecerlo. Llorad, si el corazón os impele a esto, pero que sea preferentemente en los momentos de soledad, y no en presencia de los que necesitan de toda su fuerza y de toda su energía, que una lágrima o un suspiro pueden disminuir o flaquear. Todos precisamos de aliento, y nada es más propio para alentarnos que una voz amiga, que una mirada benevolente, que una palabra que nace del corazón. Cuando os aconsejé a reuniros, no fue de modo alguno para que unierais vuestras lágrimas y amarguras; no era para induciros a la oración, que no prueba sino una buena intención, y sí para que unieseis vuestros pensamientos, vuestros esfuerzos mutuos y colectivos; para que mutuamente os dierais buenos consejos y para que buscaseis, en común, no el medio de entristeceros, sino el camino a seguir para vencer los obstáculos que se presentan delante de vosotros. En vano un desdichado que no tiene pan se pondrá de rodillas para rogar a Dios el alimento que no caerá del cielo; pero si trabaja, a pesar de lo poco que obtenga, esto le valdrá más que todas sus oraciones. La oración más agradable a Dios es el trabajo útil, sea cual fuere. Lo repito: la oración no prueba sino una buena intención, un buen sentimiento, pero no puede producir sino un efecto moral, puesto que la misma es toda moral. Es excelente como un consuelo del alma, porque el alma que ora sinceramente encuentra en la oración un alivio a sus dolores morales: fuera de estos efectos y de los que derivan de la oración –como ya os expliqué en otras instrucciones–, no esperéis nada, porque quedaréis frustrados en vuestra esperanza.

Por lo tanto, seguid exactamente mis consejos; no os contentéis en pedir a Dios que os ayude: ayudaos vosotros mismos, porque así probaréis la sinceridad de vuestra oración. ¡Sería muy cómodo, en verdad, que bastase pedir una cosa en las oraciones para que ella fuese concedida! Sería el mayor estímulo a la pereza y a la negligencia de las buenas acciones. Al respecto, yo podría extenderme aún más, pero sería demasiado para vosotros: vuestro estado de adelanto no lo permite todavía. Meditad en esta instrucción como en las precedentes: las mismas son de tal naturaleza que deben ocupar por mucho tiempo a vuestros Espíritus, porque contienen en germen todo lo que os será develado en el futuro. Seguid mis consejos anteriores.

ALLAN KARDEC





Marzo

Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas

Viernes 27 de enero de 1860 (Sesión general)
El acta de la sesión del 20 de enero es leída y aprobada.

Pedido de admisión presentado por carta. Su lectura, examen e informe han sido remitidos a la próxima sesión particular.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Hinderson Mackensie, de Londres, miembro de la Sociedad Real de Anticuarios, que da detalles del más alto interés sobre el empleo de globos de cristal o metálicos como medio de obtener comunicaciones espíritas. Es lo que él hace uso, con la asistencia de un médium vidente especial, según el consejo de uno de sus amigos que hace treinta y cinco años realiza las más completas y concluyentes experiencias al respecto. En esa especie de espejo, el médium ve las respuestas escritas a las preguntas propuestas, obteniendo así comunicaciones muy desarrolladas y tan rápidas que a menudo es difícil seguir al médium.

2ª) Lectura de un artículo de Le Siècle (El Siglo) del 22 de enero de 1860, en el cual se observa el siguiente pasaje: «Las mesas hablaban, giraban y danzaban mucho tiempo antes de la existencia de la secta americana que pretende haberles dado origen. Esa danza de las mesas ya era célebre en Roma en los primeros siglos de nuestra era, y he aquí cómo se expresaba Tertuliano, en el capítulo XXIII de la Apologética, al hablar de los médiums de su tiempo: "Si es dado a los magos hacer aparecer a fantasmas, evocar a las almas de los muertos, forzar la boca de los niños a que den oráculos; si esos charlatanes imitan un gran número de milagros que parecen debidos a los círculos y a las cadenas que las personas forman entre sí; si dirigen sueños, si hacen conjuraciones, si tienen a sus órdenes a Espíritus mentirosos y a demonios, por virtud de los cuales las sillas y las mesas que profetizan son un hecho común, etcétera".»

Al respecto se observa que los espíritas modernos nunca pretendieron haber descubierto ni inventado las manifestaciones; al contrario, han proclamado constantemente la antigüedad y la universalidad de los fenómenos espíritas, y esta propia antigüedad es un argumento a favor de la Doctrina, demostrando que Ella tiene su principio en la Naturaleza y que no resulta de una combinación sistemática. Los que pretenden oponerle esta circunstancia, prueban que hablan sin conocer una sola palabra de la misma, pues de otro modo sabrían que el Espiritismo moderno se apoya en el hecho indiscutible de que se encuentra en todos los tiempos y entre todos los pueblos.

Estudios – 1º) Preguntas sobre el fenómeno de los globos metálicos o de cristal, como medio de obtener comunicaciones. Es respondido que: «La teoría de este fenómeno no puede aún ser explicada; que para comprenderla faltan ciertos conocimientos previos que nacerán de sí mismos y que derivarán de observaciones ulteriores. Será dada en tiempo oportuno.»

2°) Nueva evocación de Urbain Grandier, que confirma y completa ciertos hechos históricos, y que además da explicaciones sobre el planeta Saturno, que vienen en apoyo a lo que ya se ha dicho acerca de este tema.

3°) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente; el primero de Abelardo, por el Sr. Roze, y el segundo de Juan el Bautista, por el Sr. Colin.

Enseguida, habiéndose pedido a uno de los Espíritus sufridores –que había solicitado el socorro de las oraciones– para que aceptara comunicarse espontáneamente, uno de los médiums escribió lo siguiente: «Sed benditos por haber consentido orar por el ser inmundo e inútil que habéis llamado y que se ha mostrado aún tan vergonzosamente apegado a sus miserables riquezas. Recibid los sinceros agradecimientos del padre Crépin

Viernes 3 de febrero de 1860 (Sesión particular)

El acta de la sesión del 27 de enero es aprobada. Lectura de la lista nominal de los oyentes que han asistido a la última asamblea general. No hubo ningún inconveniente en su presencia.

El Dr. Gotti, director del Instituto Homeopático de Génova (Piamonte), es admitido como miembro corresponsal.

Lectura de dos nuevos pedidos de admisión. Aplazamiento para la próxima sesión particular.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Allan Kardec comunica que una señora, suscriptora de la provincia, acaba de enviarle una suma de diez mil francos para ser utilizada al servicio del Espiritismo.

Esta señora, al haber recibido una herencia con la cual no contaba, quiere que de la misma participe la Doctrina Espírita, a la que debe supremos consuelos y el haber sido esclarecida sobre las verdaderas condiciones de felicidad en esta vida y en la otra. Dice ella en su carta: «Vos me habéis hecho comprender el Espiritismo al mostrarme su verdadero objetivo; sólo Él pudo vencer las dudas y la incertidumbre que eran para mí la fuente de indescriptibles ansiedades. Yo andaba en la vida al acaso, maldiciendo las piedras que encontraba a mi paso; ahora veo claramente a mi alrededor; el horizonte se amplió ante mí y marcho con certeza y confianza en el futuro, sin inquietarme con las espinas del camino. Deseo que este sencillo óbolo os ayude a derramar sobre los otros la luz benéfica que me ha hecho tan feliz. Empleadlo como prefiráis mejor: yo no quiero recibo ni control. La única cosa que deseo es permanecer en el más estricto anonimato.»

Respetaré –agrega el Sr. Allan Kardec– el velo de modestia con el cual esta persona quiere cubrirse y me esforzaré por corresponder a sus generosas intenciones. Pienso que la mejor manera de cumplir con este deber es destinando esa suma a lo que será necesario para la instalación de la Sociedad en condiciones más favorables para sus trabajos.

Un miembro expresa el pesar de que el anonimato guardado por esta señora no permita a la Sociedad testimoniarle directamente su gratitud.

El Sr. Allan Kardec responde que, al no tener la donación ningún otro destino especial sino el Espiritismo en general, él se encargará de esa tarea en nombre de todos los adeptos serios del Espiritismo. Él insiste en la calificación de adeptos serios, considerando que no puede dar este nombre a los que, viendo en el Espiritismo apenas una cuestión de fenómenos y de experimentaciones, no pueden comprender sus elevadas consecuencias morales y, lo que es peor, se aprovechan de Él o hacen conque los otros se aprovechen del mismo.

2ª) El Presidente guardó en la oficina de redacción una carta cerrada con lacre, enviada por el Dr. Vignal, miembro titular, y que solamente deberá ser abierta a finales del próximo mes de marzo.

3ª) El Sr. Netz remite un número de L’Illustration (La Ilustración), que contiene el relato de un hecho de aparición. Este hecho será objeto de un examen especial.

Estudios – 1°) Observación sobre los efectos de visiones en ciertos cuerpos, tales como vidrios, globos de cristal, bolas metálicas, etc., de que se trató en la última sesión. El Sr. Allan Kardec piensa que es preciso cuidadosamente dejar a un lado el nombre de espejos mágicos, dado vulgarmente a esos objetos; él propone llamarlos espejos psíquicos. En la opinión de varios miembros, la asamblea piensa que la designación de espejos psicográficos correspondería mejor a la naturaleza del fenómeno.

2°) Evocación del Dr. Vignal, que se ofreció para un estudio sobre el estado del Espíritu de las personas vivas. Él responde con una perfecta lucidez a las preguntas que le son dirigidas. Otros dos Espíritus, el de Castelnaudary y el Espíritu Dr. Cauvière, se comunican al mismo tiempo por otro médium, de donde resulta un intercambio de observaciones muy instructivas. Ambos doctores terminan cada uno con un dictado, que llevan el sello de la elevada capacidad que se les conoce. (Publicados más adelante.)

3°) Son obtenidos otros dos dictados espontáneos: el primero de san Francisco de Sales, por la Sra. de Mallet; el segundo, por el Sr. Colin, firmado por Moisés, Platón y después Juliano.

Viernes 10 de febrero de 1860 (Sesión general)
El acta del 3 de febrero es leída y aprobada.

Pedido de admisión presentado por carta. Aplazamiento para la próxima sesión particular.

Lectura de las comunicaciones obtenidas en la última sesión.

Comunicaciones diversas – El Sr. Soive transmite la siguiente nota, preguntando si se cree útil hacer de la misma el objeto de una evocación: «Un señor llamado T., de treinta y cinco años de edad, residente en el bulevar del Hospital, era perseguido por una idea fija: la de haber matado involuntariamente a uno de sus amigos en una altercación. A pesar de todo lo que se hizo para disuadirlo, mostrándole a este amigo vivo, el Sr. T. creía que se trataba de la sombra de su amigo. Atormentado por los remordimientos de un crimen imaginario, se asfixió.»

La evocación del Sr. T. será hecha si fuere conveniente.

Estudios – 1°) Cinco dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por el Sr. Roze, firmado por Lamennais; el segundo por la Srta. Eugénie, firmado por Staël; el tercero por el Sr. Colin, firmado por Fourier; el cuarto por la Srta. Huet, de un Espíritu que –dice él– se dará a conocer más tarde y que anuncia una serie de comunicaciones; el quinto por el Sr. Didier Hijo, firmado por Charlet.

2°) Después de la lectura del dictado de Fourier, el Presidente hace observar –para una mejor comprensión de las personas extrañas a la Sociedad, las cuales pueden no estar al corriente de la manera de proceder de la misma– que esta comunicación le parece, a primera vista, susceptible de algunos comentarios; que entre los Espíritus que se manifiestan, los hay de todos los grados; que sus comunicaciones son el reflejo de sus ideas personales, que pueden no ser siempre justas; la Sociedad, según el consejo que le ha sido dado, las recibe entonces como la expresión de una opinión individual y se reserva el derecho de juzgarlas, sometiéndolas al control de la lógica y de la razón. Es esencial que se sepa bien que Ella no adopta como verdad todo lo que venga de los Espíritus; por sus comunicaciones, el Espíritu da a conocer lo que él es en bien o en mal, en conocimiento o en ignorancia: esto es para Ella un objeto de estudio, aceptando lo que es bueno y desechando lo que es malo.

3°) Evocación de la Srta. Indermuhle, de Berna, sordomuda de nacimiento, viva, con 32 años de edad. Esta evocación ofrece un gran interés desde el punto de vista moral y científico, por la sagacidad y la precisión de las respuestas que denotan en esta persona un Espíritu ya adelantado.

4°) Evocación del Sr. T., del cual se habló anteriormente. Da señales de una gran agitación y quiebra varios lápices antes de poder trazar algunas líneas casi ilegibles. La turbación de sus ideas es evidente; al principio persiste en la creencia de que él mató a su amigo, y termina concordando de que no era sino una idea fija; pero agrega que si no lo mató, tenía la voluntad de hacerlo, y que no lo consiguió porque le faltaron fuerzas. – San Luis da algunas explicaciones sobre el estado de este Espíritu y las consecuencias de su suicidio.

Esta evocación será reanudada más tarde, cuando el Espíritu se encuentre más desprendido.

Viernes 17 de febrero de 1860 (Sesión particular)
El acta de la sesión del 10 de febrero es leída y aprobada.

Son admitidos como miembros titulares, conforme pedido escrito y después de informe verbal: la Sra. Regnez, de París; el Sr. Indermuhle de Wytenbach, de Berna, y la Sra. Lubrat, de París.

Lectura de dos nuevos pedidos de admisión. Aplazamiento para la próxima sesión particular.

El Sr. Allan Kardec transmite a la Sociedad las siguientes observaciones sobre la donación que ha sido hecha:

«Si la donadora –dice él– no exige que se le presten cuentas en lo concerniente al empleo de los fondos, no por esto debo permitir –para mi propia satisfacción– que este empleo no sea sometido a un control. Esta suma ha de formar el primer fondo de una Caja Especial, que nada tendrá que ver con mis negocios personales, y que será objeto de una contabilidad distinta con el nombre de Caja del Espiritismo.

«Esta caja será ulteriormente aumentada con los fondos que podrán llegar de otras fuentes y se destinará exclusivamente a las necesidades de la Doctrina y al desarrollo de los estudios espíritas.

«Uno de mis primeros cuidados será la creación de una biblioteca especializada, y el de proveer –como ya lo he dicho– lo que falta materialmente a la Sociedad para la regularidad de sus trabajos.

«He solicitado a varios de nuestros compañeros que consientan en aceptar el control de esta caja y en constatar, en épocas que serán posteriormente determinadas, el empleo útil de los fondos.

«Esta Comisión está compuesta por los Sres. Solichon, Thiry, Levent, Mialhe, Krafzoff y por la Sra. Parisse.»

Lectura de las comunicaciones obtenidas en la última sesión.

Luego la Sociedad se ocupa del examen de varias cuestiones administrativas.


Los preadamitas

Hemos recibido una carta que contiene el siguiente pasaje:

“Debo reconocer que la enseñanza que os ha sido dada por los Espíritus se basa en una moral que está totalmente acorde con la del Cristo, e incluso mucho más desarrollada de lo que se halla en el Evangelio, porque vos mostráis la aplicación de aquello que muy a menudo sólo se encuentra allí en preceptos generales. En cuanto a la cuestión de la existencia de los Espíritus y de sus relaciones con los hombres, para mí no es objeto de duda alguna; yo ya estaría convencido por el testimonio de los Padres de la Iglesia, si no tuviese la prueba de mi propia experiencia. Por lo tanto, no tengo ninguna objeción con respecto a esto; no sucede lo mismo con ciertos puntos de su doctrina que son evidentemente contrarios al testimonio de las Escrituras. Por hoy me limitaré a una sola cuestión: la relativa al primer hombre. Decís que Adán no es el primero ni el único que pobló la Tierra. Si fuese así, precisaría admitirse que la Biblia estaría en un error, puesto que el punto de partida sería controvertido; ¡ved un poco a qué consecuencias esto nos conduce! Confieso que este pensamiento perturbó mis ideas; pero como ante todo soy a favor de la verdad, y como la fe no puede sostenerse si es construida sobre un error, os pido que al respecto consintáis en darme algunos esclarecimientos, si vuestro tiempo lo permite. Os agradecería mucho si pudiereis tranquilizar mi conciencia.”

Respuesta

La cuestión del primer hombre en la persona de Adán, como tronco único de la Humanidad, no es la única sobre la cual las creencias religiosas han tenido que modificarse.

El movimiento de la Tierra pareció en cierta época tan opuesto al texto de las Escrituras, que no hubo un solo tipo de persecuciones a las que esta teoría no haya servido de pretexto; y sin embargo se ve que Josué, al detener el Sol, no pudo impedir que la Tierra girase. Ella gira a pesar de los anatemas, y hoy nadie podría negarlo sin agraviar su propia razón.

La Biblia igualmente dice que el mundo fue creado en seis días, y fija la época de su creación alrededor de 4000 años antes de la Era Cristiana. Antes de eso la Tierra no existía, ya que fue sacada de la nada: el texto es explícito. Pero he aquí que la Ciencia positiva, inexorable, viene a probar lo contrario. La formación del globo está escrita con caracteres indelebles en el mundo fósil, y está probado que los seis días de la Creación representan otros tantos períodos, cada uno de ellos compuesto tal vez por varios cientos de miles de años. Esto no es de manera alguna un sistema, una doctrina o una opinión aislada: es un hecho tan constante como el del movimiento de la Tierra, y que la Teología no puede negarse a admitir; así, no es sino en las pequeñas escuelas que se enseña que el mundo fue hecho en seis veces 24 horas, prueba evidente del error en el que se puede caer si se toman al pie de la letra las expresiones de un lenguaje frecuentemente figurado. ¿Habría quedado disminuida la autoridad de la Biblia a los ojos de los teólogos? De modo alguno. Ellos se rindieron ante la evidencia y sacaron en conclusión de que el texto podía recibir una interpretación.

Al excavar los archivos de la Tierra, la Ciencia descubrió el orden en que los diferentes seres vivos aparecieron en su superficie; la observación no deja ninguna duda sobre las especies orgánicas que pertenecen a cada período, y este orden concuerda con el indicado en el Génesis, con la diferencia de que en vez de haber salido milagrosamente de las manos de Dios en algunas horas, esta obra se realizó –siempre por su voluntad, mas según la ley de las fuerzas de la Naturaleza– en algunos millones de años. ¿Es Dios menos grande y menos poderoso por esto? ¿Su obra es menos sublime por no tener el prestigio de la instantaneidad? Es evidente que no; sería preciso formarse una idea muy mezquina de la Divinidad para no reconocer su omnipotencia en las leyes eternas que ha establecido para regir los mundos.

La Ciencia, así como Moisés, ubica al hombre por último en el orden de la creación de los seres vivos; pero Moisés fija el diluvio universal en el año 1654 de la creación del mundo, mientras que la Geología nos demuestra que ese gran cataclismo fue anterior a la aparición del hombre, ya que hasta hoy no se ha encontrado en las capas primitivas ningún vestigio de su presencia, ni de los animales de la misma categoría desde el punto de vista físico. Mas nada prueba que eso sea imposible; varios descubrimientos ya han suscitado algunas dudas al respecto; por lo tanto, es posible que de un momento a otro se adquiera la certeza de esa anterioridad de la raza humana. Queda por ver si el cataclismo geológico, cuyos vestigios están por toda la Tierra, es el mismo que el diluvio de Noé; ahora bien, la ley para la duración de la formación de las capas fósiles no permite confundirlos, remontando el primero quizá a cien mil años. Desde el momento en que se encuentren vestigios de la existencia del hombre antes de la gran catástrofe, quedará probado que Adán no es el primer hombre, o que su creación se pierde en la noche de los tiempos. Contra la evidencia no hay razonamientos posibles; por lo tanto, los teólogos deberán aceptar este hecho, como han aceptado el movimiento de la Tierra y los seis períodos de la Creación.

La existencia del hombre antes del diluvio geológico es, por cierto, aún hipotética, pero he aquí algo que lo es menos: admitiendo que el hombre haya aparecido por primera vez en la Tierra 4000 años antes del Cristo, y si 1650 años más tarde toda la raza humana fue destruida –con excepción de una sola familia–, resulta de ello que el poblamiento de la Tierra sólo data de Noé, es decir, de 2350 años antes de nuestra Era. Ahora bien, cuando los hebreos emigraron a Egipto en el siglo XVIII a.C., encontraron ese país bastante poblado y ya muy adelantado en civilización.

La Historia prueba que en esa época la India y otros países eran también florecientes. Por lo tanto, habría sido preciso que desde el siglo XXIV a.C. al siglo XVIII a.C., es decir, en un espacio de 600 años, no sólo la posteridad de un único hombre hubiese podido poblar todos los inmensos países por entonces conocidos –suponiendo que los otros no lo estuvieran–, sino que en ese corto intervalo la especie humana hubiera podido elevarse de la ignorancia absoluta del estado primitivo al más alto grado de desarrollo intelectual, lo que contradice todas las leyes antropológicas. Por el contrario, todo se explica admitiéndose la anterioridad del hombre, el diluvio de Noé como una catástrofe parcial, que ha sido confundida con el cataclismo geológico, y Adán, que vivió hace 6000 años, como habiendo poblado una región deshabitada. Lo decimos una vez más: nada puede prevalecer contra la evidencia de los hechos; por eso creemos que es prudente no pronunciarse con demasiada ligereza contra doctrinas que tarde o temprano pueden –como tantas otras– dar un desmentido a quienes las combaten. Lejos de perder, las ideas religiosas se engrandecen al marchar con la Ciencia; es el medio para no ofrecer un lado vulnerable al escepticismo.

¿Qué sería de la religión si ella se obstinara contra la evidencia y si hubiese persistido en anatematizar a los que no aceptasen la letra de las Escrituras? De esto resultaría que no se podría ser católico sin creer en el movimiento del Sol, en los seis días, en los 6000 años de existencia de la Tierra; calculad, entonces, lo que restaría hoy de católicos. ¿Proscribís también a los que no toman al pie de la letra la alegoría del árbol y de su fruto, de la costilla de Adán, de la serpiente, etc.? La religión será siempre fuerte cuando marche de acuerdo con la Ciencia, porque así se vinculará a la parte esclarecida de la población; es el único medio de dar un desmentido al prejuicio que la hace ser considerada, por las personas superficiales, como antagonista del progreso. Si la religión rechazase siempre la evidencia de los hechos –que Dios no lo permita–, ella se alejaría de los hombres serios y provocaría cismas, porque nada puede prevalecer contra la evidencia. También la alta Teología, que cuenta con hombres eminentes por su saber, admite sobre muchos puntos controvertidos una interpretación conforme a la sana razón. Solamente es lamentable que ella reserve sus interpretaciones para los privilegiados y que continúe enseñando al pie de la letra en las escuelas; de ahí resulta que esta letra, al principio aceptada por los niños, es más tarde rechazada por ellos cuando llegan a la edad de la razón. No teniendo nada en compensación, rechazan todo y aumentan el número de los incrédulos absolutos. Al contrario, dad a los niños aquello que sólo la razón pueda admitir más tarde y, al desarrollarse su razón, esto los fortificará en los principios que les hayan sido inculcados. Al hablar así creemos servir a los verdaderos intereses de la religión; ella será siempre respetada cuando fuere mostrada de acuerdo con la realidad, y cuando no la hagan consistir en alegorías que el buen sentido no puede admitir como reales.


Una médium curativa

La Srta. Désirée Godu, de Hennebont (Morbihan) Solicitamos a nuestros lectores que tengan a bien remitirse a nuestro artículo del mes pasado sobre los médiums especiales; así se comprenderán mejor las enseñanzas que vamos a dar sobre la Srta. Désirée Godu, cuya facultad ofrece un carácter de especialidad de los más notables. Hace alrededor de ocho años, ella pasó sucesivamente por todas las fases de la mediumnidad; en principio médium de efectos físicos muy poderosa, se volvió alternativamente médium vidente, auditiva, psicofónica, psicógrafa, y finalmente todas sus facultades se concentraron en la cura de enfermos, que parece ser su misión, la cual cumple con una dedicación y una abnegación sin límites. Dejemos hablar a un testigo ocular, el Sr. Pierre, profesor en Lorient, que nos transmite los siguientes detalles, en respuesta a las preguntas que le hemos dirigido:

"La Srta. Désirée Godu, joven de veinticinco años de edad, pertenece a una familia muy honorable, respetada y respetable de Lorient; su padre es un antiguo militar, caballero de la Legión de Honor, y su madre, mujer paciente y laboriosa, ayuda a su hija en lo mejor que puede en su penosa pero sublime misión. Hace aproximadamente seis años que esta familia patriarcal ayuda con remedios prescriptos, y frecuentemente con todo lo que es necesario a los apósitos, tanto a los ricos como a los pobres que se dirigen a la misma. Sus contactos con los Espíritus comenzaron en la época de las mesas giratorias; por entonces ella vivía en Lorient, y durante varios meses no se hablaba sino de las maravillas operadas por la Srta. Godu con las mesas, siempre complacientes y dóciles bajo sus manos. Era una dádiva ser admitido en su casa a las sesiones con las mesas, y allá no entraba quien quería. Sencilla y modesta, ella no buscaba ponerse en evidencia; entretanto, como bien lo comprendéis, la malignidad no la perdonó.

"El propio Cristo fue escarnecido, aunque sólo hiciera y enseñara el bien; ¡es de admirarse que aún se encuentren fariseos, cuando todavía hay hombres que no creen en nada! Es el destino de todos los que muestran alguna superioridad: estar expuestos a los ataques de la mediocridad envidiosa y celosa. A ésta nada le cuesta para derribar al que se destaca por encima del vulgo, ni mismo el veneno de la calumnia: el hipócrita desenmascarado nunca perdona. Pero Dios es justo, y cuanto más el hombre de bien fuere maltratado, más notoria será su rehabilitación y más humillante será la vergüenza de sus enemigos: la posteridad lo vengará.

"A la espera de su verdadera misión, que debe comenzar –dicen– en dos años, el Espíritu que la guía le propuso la misión de curar todo tipo de enfermedades, lo que ella aceptó. Para comunicarse, él ahora se sirve de los órganos de ella –y frecuentemente a pesar suyo– en vez del golpe monótono de las mesas. Cuando es el Espíritu que habla, el sonido de la voz ya no es el mismo y sus labios no se mueven.

"La Srta. Godu sólo recibió una instrucción común; pero lo principal de su educación no debía ser obra de los hombres. Cuando consintió en volverse médium curativa, el Espíritu procedió metódicamente a su instrucción, sin que ella no viese nada sino manos. Un misterioso personaje ponía libros, grabados o dibujos bajo sus ojos y le explicaba toda la constitución del cuerpo humano, las propiedades de las plantas, los efectos de la electricidad, etc. Ella no es sonámbula: nadie la adormece; totalmente despierta –y bien despierta– es que penetra a los enfermos con su mirada. El Espíritu le indica los remedios, que ella misma muy a menudo prepara y aplica, cuidando y tratando las más repugnantes heridas con la devoción de una hermana de caridad. Comenzaron a darle la composición de ciertos ungüentos que en pocos días curaban los panadizos y las heridas de poca gravedad, y esto con el objetivo de habituarla poco a poco a ver, sin mucha repugnancia, todas las horribles y repulsivas miserias que debían pasar delante de sus ojos, poniendo la fineza y la delicadeza de sus sentidos ante las pruebas más rudas. Que no se imagine encontrar en ella a un ser sufridor, enfermizo y frágil; goza de mens sana in corpore sano en toda su plenitud; lejos de cuidar de los enfermos por intermedio de un ayudante, ella misma participa de todo y cumple con todo, gracias a su robusta constitución. Sabe inspirar a sus enfermos una confianza sin límites, y encuentra en su corazón consuelos para todos los dolores, poniendo a disposición de ellos remedios para todos los males. Es de un carácter naturalmente alegre y jovial. ¡Pues bien! Su alegría es contagiosa como la fe que la anima, y actúa instantáneamente sobre los enfermos. He visto a muchos que salían con los ojos llenos de lágrimas, suaves lágrimas de admiración, de reconocimiento y de alegría. Todos los jueves –día de feria– y los domingos, desde las seis horas de la mañana hasta las cinco o seis de la tarde, la casa está siempre llena. Para ella, trabajar es orar, lo que cumple con conciencia. Antes de tratar de los enfermos, pasaba días enteros confeccionando ropas para los pobres y ajuares para los recién nacidos, empleando los medios más ingeniosos para enviar estos presentes a su destino de forma anónima, de manera que su mano izquierda nunca sabía lo que daba su derecha. Ella posee un gran número de certificados auténticos expedidos por eclesiásticos, autoridades y personas notables que atestan curas, que en otros tiempos hubieran sido consideradas como milagrosas".

Nosotros sabemos, através de personas dignas de fe, que no hay nada de exagerado en el relato que acabamos de leer, y estamos felices de poder señalar el digno uso que la Srta. Godu hace de la facultad excepcional que le ha sido dada. Esperamos que esos elogios, que tenemos el placer de reproducir en el interés de la humanidad, no alteren de forma alguna su modestia, que dobla el valor del bien, y que ella no escuche de ningún modo las sugerencias del espíritu del orgullo. El orgullo es el escollo de un gran número de médiums, y nosotros hemos visto a muchos cuyas facultades trascendentes fueron anuladas o desnaturalizadas cuando dieron oídos a ese demonio tentador. Las mejores intenciones no dan garantías contra sus emboscadas, y es precisamente contra los buenos que dirige sus baterías, porque se satisface en hacerlos sucumbir y en mostrar que es el más fuerte; se infiltra en el corazón con tanta destreza que a menudo lo llena sin que se lo sospeche. El orgullo también es el último defecto que es confesado a sí mismo, semejante a esas enfermedades mortales que se tiene en estado latente y de cuya gravedad el enfermo se hace ilusión hasta el último momento; es por eso que es tan difícil de extirparlo. Desde el momento en que un médium goza de una facultad, por menos notable que sea, él es buscado, elogiado, adulado; esto es para él una terrible piedra de toque, porque termina por creerse indispensable si no fuere fundamentalmente sencillo y modesto. Infeliz de él, sobre todo si juzga que es el único que puede entrar en contacto con los Espíritus buenos; le cuesta reconocer que ha sido engañado, e incluso frecuentemente oye o escribe su propia condenación, su propia censura, sin creer que sea dirigida a él. Ahora bien, es precisamente esta ceguera que lo aprisiona; los Espíritus embusteros se aprovechan de esto para fascinarlo, para dominarlo y para subyugarlo cada vez más, a punto de hacerle tomar por verdades las cosas más falsas, y es así que en él se pierde el don más precioso que había recibido de Dios para volverse útil a sus semejantes, porque siempre los Espíritus buenos se alejan de los que prefieren escuchar a los malos. Aquel a quien la Providencia destina para ser puesto en evidencia, lo será por la fuerza de las cosas, y los Espíritus bien sabrán sacarlo de la oscuridad, si esto es útil, mientras que a menudo sólo habrá decepciones para aquel que es atormentado por la necesidad de hablar de sí. Lo que nosotros sabemos del carácter de la Srta. Désirée Godu nos da la firme confianza de que ella está por encima de esas pequeñas debilidades, y es así que nunca comprometerá, como tantos otros, la noble misión que ha recibido.


Manifestaciones físicas espontáneas

El panadero de Dieppe

Los fenómenos por los cuales los Espíritus pueden manifestar su presencia son de dos naturalezas, que se designan con los nombres de manifestaciones físicas y de manifestaciones inteligentes. Por las primeras, los Espíritus atestiguan su acción sobre la materia; por las segundas, ellos revelan un pensamiento más o menos elevado, según el grado de su depuración. Unas y otras pueden ser espontáneas o provocadas. Son provocadas cuando las mismas son practicadas por deseo y obtenidas con la ayuda de personas dotadas de una aptitud especial o, dicho de otro modo, de médiums. Son espontáneas cuando tienen lugar naturalmente, sin ninguna participación de la voluntad, y frecuentemente en ausencia de cualquier conocimiento e incluso de cualquier creencia espírita. A este orden pertenecen ciertos fenómenos que no pueden explicarse por las causas físicas ordinarias. Entretanto, es preciso no apresurarse –como ya lo hemos dicho– en atribuir a los Espíritus todo lo que es insólito y todo aquello que no se comprende. No estaría de más insistir en este punto, a fin de ponerse en guardia contra los efectos de la imaginación, y a menudo del miedo. Lo repetimos: cuando un fenómeno extraordinario se produce, el primer pensamiento debe ser el de que haya una causa natural, porque es la más frecuente y la más probable; tales son, sobre todo, los ruidos, e inclusive ciertos movimientos de objetos. Lo que es preciso hacer, en este caso, es buscar la causa, y es más que probable que la encontremos bien simple y muy vulgar. Decimos aún más: lo verdadero, y por así decirlo la única señal real de la intervención de los Espíritus, es el carácter intencional e inteligente del efecto producido, desde que sea perfectamente demostrada la imposibilidad de una intervención humana. En esas condiciones, al razonar según el axioma de que todo efecto tiene una causa, y que todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente, es evidente que, si la causa no está en los agentes ordinarios de los efectos materiales, está fuera de esos mismos agentes; que si la inteligencia que obra no es una inteligencia humana, es necesario que se encuentre fuera de la humanidad. –¿Hay entonces inteligencias extrahumanas? –Eso parece probable; si ciertas cosas no son y no pueden ser obra de los hombres, es preciso que sean obra de alguien. Ahora bien, si ese alguien no es un hombre, nos parece necesariamente que debe estar fuera de la humanidad; y si no lo vemos, es preciso que sea invisible. Es un razonamiento tan perentorio y tan fácil de comprender como el del señor de La Palisse. –Entonces, ¿cuáles son esas inteligencias? ¿Son ángeles o demonios? ¿Y cómo pueden esas inteligencias invisibles actuar sobre la materia visible? –Es lo que saben perfectamente aquellos que han profundizado la ciencia espírita, ciencia que –como las otras– no se aprende en un abrir y cerrar de ojos, y que no podemos resumir en algunas líneas. A los que hacen tal pregunta, efectuaremos solamente ésta: ¿Cómo vuestro pensamiento, que es inmaterial, hace mover a voluntad a vuestro cuerpo, que es material? Pensamos que ellos no deben estar en aprietos para resolver este problema y que, si rechazan la explicación dada por el Espiritismo de ese fenómeno tan vulgar, es que tienen otra mucho más lógica para oponer; pero hasta ahora no la conocemos.

Vamos a los hechos que han motivado estas observaciones.

Varios diarios, entre otros la Opinion Nationale del 14 de febrero último, y el Journal de Rouen del 12 del mismo mes, relatan el siguiente hecho, según el Vigie de Dieppe. He aquí el artículo del Journal de Rouen:

"El Vigie de Dieppe publica la siguiente carta, que le dirige su corresponsal de Grandes-Ventes. En nuestro número del viernes ya hemos señalado una parte de los hechos relatados hoy en este diario; pero la emoción provocada en la comuna por esos acontecimientos extraordinarios nos lleva a dar nuevos detalles que se encuentran en esta correspondencia.

«Hoy nos reímos de las historias más o menos fantásticas de los buenos tiempos; pero en nuestros días, los supuestos hechiceros no gozan precisamente de gran veneración. No son más creídos en Grandes-Ventes que en otros lugares; sin embargo, nuestros viejos prejuicios populares aún tienen algunos adeptos entre nuestros buenos aldeanos, y la escena verdaderamente extraordinaria que acabamos de testimoniar es bien adecuada para fortalecer su creencia supersticiosa.

«Ayer por la mañana, el Sr. Goubert, uno de los panaderos de nuestra localidad, junto a su padre –que trabaja con él– y a un joven aprendiz de dieciséis a diecisiete años, iban a comenzar su labor cotidiana, cuando percibieron que varios objetos salían espontáneamente de su lugar y eran arrojados en la amasadera. Fue entonces que tuvieron que despegar la harina que estaban amasando de los varios pedazos de carbón arrojados sucesivamente, así como de dos pesos de tamaños diferentes, de una pipa y de una vela. A pesar de su extrema sorpresa, continuaron su tarea y, de repente, cuando estaban dando vuelta el pan, una porción de masa de dos kilogramos –escapando de las manos del joven ayudante– fue arrojada a una distancia de varios metros. He aquí el preludio y como si fuese la señal del más extraño desorden. Eran entonces alrededor de las nueve horas y, hasta el mediodía, fue positivamente imposible quedarse trabajando en el horno y en el ambiente contiguo. Todo fue trastornado, derribado y quebrado; el pan, arrojado en medio de la sala de trabajo junto a las tablas que lo sostenían –entre restos de toda especie–, fue completamente perdido; más de treinta botellas llenas de vino se quebraron sucesivamente y, mientras el torno de mano de la cisterna giraba solo con una extrema velocidad, las brasas, las palas, los caballetes y los pesos saltaban por el aire y ejecutaban movimientos que producían un efecto diabólico.

«Hacia el mediodía, el alboroto fue cesando poco a poco y, algunas horas después, cuando todo entró en orden y los utensilios fueron colocados nuevamente en sus lugares, el jefe de la casa pudo retomar sus trabajos habituales.

«Este raro acontecimiento causó en el Sr. Goubert una pérdida de por lo menos 100 francos»."

A ese mismo relato, la Opinion Nationale agrega las siguientes reflexiones:

"Al reproducir este documento singular, sería una injuria para con nuestros lectores exhortarlos a ponerse en guardia contra los hechos sobrenaturales que el mismo relata. Sabemos perfectamente que esta es una historia que no es de nuestra época y que podrá realmente escandalizar a más de uno de los doctos lectores del Vigie; pero por más inverosímil que parezca, no es menos verdadera y, si fuere necesario, cien personas podrán comprobar su exactitud."

Confesamos no comprender del todo las reflexiones del periodista, que nos parece que se contradice; por un lado, dice a los lectores que se pongan en guardia contra los hechos sobrenaturales que esta carta relata, y termina diciendo que esta historia, "por más inverosímil que parezca, no es menos verdadera y, si fuere necesario, cien personas podrán comprobar su exactitud". Una de dos: o es verdadera o es falsa; si es falsa, está todo dicho; pero si es verdadera –como atestigua la Opinion Nationale–, el hecho revela una cosa demasiado grave que merece ser tratada con menos ligereza. Dejemos a un lado la cuestión de los Espíritus, y solamente veamos en el hecho un fenómeno físico; ¿no es lo bastante extraordinario como para merecer la atención de observadores serios? Entonces, que los científicos pongan manos a la obra y, al investigar los archivos de la Ciencia, nos den una explicación racional e irrefutable, justificando todas las circunstancias. Si ellos no pueden hacerlo, es preciso concordar que no conocen todos los secretos de la Naturaleza; y si únicamente la ciencia espírita da la solución, será necesario optar entre la teoría que explica y la que no explica nada.

Cuando hechos de esta naturaleza son relatados, nuestro primer cuidado es el de examinar –incluso antes de indagar sobre su realidad– si ellos son posibles o no, de acuerdo con lo que sabemos acerca de la teoría de las manifestaciones espíritas. Ya hemos citado algunos, cuya absoluta imposibilidad hemos demostrado, particularmente la historia relatada en nuestro número de febrero de 1859, según el Journal des Débats, intitulada: Mi amigo Hermann, a la cual ciertos puntos de la Doctrina Espírita habrían podido dar una apariencia de probabilidad. Desde este punto de vista, los fenómenos que han sucedido con el panadero de los alrededores de Dieppe no tienen nada de más extraordinario que muchos otros que son perfectamente comprobados, cuya solución completa es dada por la ciencia espírita. A nuestros ojos, por lo tanto, si el hecho no fuese verdadero, sería posible. Hemos pedido a uno de nuestros corresponsales en Dieppe, en quien nosotros tenemos plena confianza, que consienta en indagar la realidad del hecho. He aquí lo que nos responde:

«Hoy puedo daros todas las informaciones que deseáis, pues me informé de buena fuente. El relato registrado en el Vigie es la pura verdad; es inútil relatar todos los hechos. Parece que varios hombres de Ciencia vinieron de bastante lejos para intentar entender la causa de esos hechos extraordinarios, que no podrán explicar si ellos no tuvieren ninguna noción de la ciencia espírita. En cuanto a nuestros aldeanos, están confusos; unos dicen: Son hechiceros. Otros señalan: Es porque el cementerio cambió de lugar y sobre el antiguo local fueron erigidas construcciones; y los más maliciosos, aquellos que entre los suyos son considerados como que lo saben todo –principalmente si fueron militares–, terminan diciendo: ¡Palabra de honor! No sé cómo esto puede suceder. Es inútil deciros que no falta quien atribuya una buena parte de todo eso al diablo. Para hacer que la gente del pueblo comprenda todos esos fenómenos, sería necesario intentar iniciarlos en la verdadera ciencia espírita; este sería el único medio de desarraigar entre ellos la creencia en los hechiceros y en todas las ideas supersticiosas, que aún por mucho tiempo serán el mayor obstáculo a su moralización.»

Terminaremos con una última observación.

Hemos escuchado que algunas personas dicen que no desean ocuparse con el Espiritismo por miedo de atraer a los Espíritus y de provocar manifestaciones del género de aquellas que acabamos de relatar.

No conocemos al panadero Goubert, pero creemos que es posible afirmar que ni él, ni su hijo, ni su ayudante jamás se ocuparon con los Espíritus. También es de notar que las manifestaciones espontáneas se producen de preferencia entre las personas que no tienen ninguna idea del Espiritismo, prueba evidente que los Espíritus vienen sin ser llamados. Decimos más: el conocimiento esclarecido de esta ciencia es el mejor medio para preservarse de los Espíritus inoportunos, porque indica la única manera racional de alejarlos.

Nuestro corresponsal está perfectamente en lo cierto al decir que el Espiritismo es un remedio contra la superstición. En efecto, ¿no es una idea supersticiosa creer que esos extraños fenómenos son debidos al traslado del cementerio? La superstición no consiste en la creencia de un hecho, cuando este hecho es comprobado, sino en la causa irracional atribuida a ese hecho. La superstición está, sobre todo, en la creencia en supuestos medios de adivinación, en el efecto de ciertas prácticas, en la virtud de los talismanes, en los días y horas cabalísticas, etc., cosas cuyo absurdo y ridículo el Espiritismo demuestra.



Estudios sobre el Espíritu de los encarnados

El Dr. Vignal

El Dr. Vignal, miembro titular de la Sociedad, habiéndose ofrecido para servir a un estudio sobre una persona viva –como tuvo lugar con el Sr. conde de R...–, ha sido evocado en la sesión del 3 de febrero de 1860.

1. (A san Luis.) ¿Podemos evocar al Dr. Vignal? –Resp. Sin ningún peligro, puesto que él se ha preparado para eso.

2. Evocación. –Resp. Estoy aquí; lo afirmo en el nombre de Dios, lo que yo no haría si respondiera por otro.

3. Aunque estéis encarnado, ¿juzgáis necesario que la evocación se haga en el nombre de Dios? –Resp. ¿Dios no existe tanto para los vivos como para los muertos?

4. ¿Nos veis tan claramente como cuando asistíais en persona a nuestras sesiones? –Resp. Mucho más claramente.

5. ¿En qué lugar estáis aquí? –Resp. Naturalmente en el lugar donde mi acción es necesaria: a la derecha y un poco atrás del médium.

6. ¿Para venir de Souilly hasta aquí, ¿tuvisteis conciencia del espacio que atravesasteis? ¿Visteis el camino que habéis recorrido? –Resp. No más que el carruaje que me trajo.

7. ¿Podríamos ofreceros un asiento? –Resp. Sois muy buenos, pero no estoy tan cansado como vosotros.

8. Aquí presente, ¿cómo constatáis vuestra individualidad? –Resp. Como los otros.

Nota – Hace alusión a lo que en semejante caso ya se ha dicho: que el Espíritu constata su individualidad por medio de su periespíritu, que es para aquél la representación de su cuerpo.

9. Entretanto, os agradeceríamos si vos mismo nos dieseis la explicación. –Resp. Lo que me pedís es una repetición.

10. Ya que no queréis repetir lo que se ha dicho, ¿es porque pensáis de la misma manera? –Resp. Pero esto está bien claro.

11. Así, para vos, ¿el periespíritu es una especie de cuerpo circunscripto y limitado? –Resp. Es evidente; está todo dicho.

12. ¿Podéis ver a vuestro cuerpo adormecido? –Resp. No de aquí; lo he visto al dejarlo; he tenido ganas de reír.

13. ¿Cómo se establece la relación entre vuestro cuerpo que está en Souilly, y vuestro Espíritu que está aquí? –Resp. Como ya os lo dije, por un cordón fluídico.

14. ¿Consentiríais en describirnos eso lo mejor posible, a fin de hacernos comprender el modo con el cual os veis, haciendo abstracción de vuestro cuerpo? –Resp. Es bien fácil: me veo como durante la vigilia o, mejor dicho –la comparación será más exacta–, como uno se ve a sí mismo en sueño. Tengo mi cuerpo, pero tengo conciencia de que es organizado de otra manera y más leve que el otro; no siento el peso, la fuerza de atracción que me mantiene en la tierra durante la vigilia; en una palabra –como ya os lo he dicho–, no estoy cansado.

15. ¿Se os presenta la luz con la misma tonalidad que en el estado normal? –Resp. No; dicha tonalidad es aumentada por una luz que no es accesible a vuestros sentidos groseros; sin embargo, no deduzcáis de esto que la sensación que producen los colores sobre el nervio óptico sea diferente para mí: lo que es rojo es rojo, y así en adelante. Sólo los objetos que yo no veía en estado de vigilia, en la oscuridad, son luminosos por sí mismos y son perceptibles para mí. Es así que la oscuridad no existe absolutamente para el Espíritu, aunque él pueda establecer una diferencia entre lo que para vos es claro y lo que no es.

16. ¿Es indefinida vuestra visión o es limitada al objeto en el cual prestáis atención? –Resp. Ni una ni la otra. No sé en absoluto las modificaciones que la visión puede experimentar para el Espíritu enteramente desprendido; pero, por mí, sé que los objetos materiales son perceptibles en su interior; que mi vista los atraviesa; entretanto, yo no podría ver por todas partes ni a lo lejos.

17. ¿Podríais prestaros a una pequeña experiencia de prueba, que no es motivada por la curiosidad, sino por el deseo de instruirnos? –Resp. De ninguna manera; esto me es expresamente prohibido.

18. Era para que vos mismo leyerais la pregunta que me acaban de pasar, y para que la respondieseis sin que yo tuviera necesidad de hacerla. –Resp. Yo podría realizar esto, pero –lo repito– me es prohibido.

19. ¿Cómo tenéis conciencia de esta prohibición? –Resp. A través de la comunicación del pensamiento del Espíritu que me lo prohíbe.

20. ¡Pues bien! He aquí la pregunta: ¿podéis veros en un espejo? –Resp. No. ¿Qué veis en un espejo? El reflejo de un objeto material; yo no soy material, y solamente puedo producir el reflejo con la ayuda de una operación que vuelva tangible el periespíritu.

21. Así, un Espíritu que se encontrase en las condiciones de un agénere, por ejemplo, podría verse en un espejo. –Resp. Ciertamente.

22. En este momento, ¿podríais evaluar la salud o la enfermedad de una persona, con tanta seguridad como en vuestro estado normal? –Resp. Con más seguridad.

23. ¿Podríais dar una consulta si alguien os la pidiese? –Resp. Podría hacerlo, pero no quiero hacer la competición a los sonámbulos y a los Espíritus bienhechores que los guían. Cuando haya desencarnado, no diré que no.

24. El estado en que ahora os encontráis, ¿es idéntico al que estaréis después de desencarnado? –Resp. No; he de tener ciertas percepciones mucho más precisas; no olvidéis que AÚN estoy ligado a la materia.

25. ¿Podría vuestro cuerpo morir mientras estáis aquí, sin que lo sospechéis? –Resp. No. Morimos así todos los días.

26. Esto se comprende para una muerte natural, siempre precedida por algunos síntomas; pero supongamos que alguien os golpee y os mate instantáneamente; ¿cómo lo sabríais? –Resp. Yo estaría listo para recibir el golpe antes que el brazo lo diera.

27. ¿Qué necesidad tendría vuestro Espíritu en volver al cuerpo, si no habría nada más que hacer? –Resp. Es una ley muy sabia, sin la cual, una vez salido, frecuentemente uno dudaría tan bien en volver, lo que sería un pretexto para suicidarse... hipócritamente.

28. Supongamos que vuestro Espíritu no estuviese aquí, sino en vuestra casa, mientras el cuerpo duerme; ¿deberíais ver todo lo que allí ocurre? –Resp. Sí.

29. En este caso, supongamos que allá se cometiese alguna mala acción por parte de uno de los vuestros o de un extraño; ¿seríais, entonces, testigo de eso? –Resp. Sin duda; pero no estaría siempre libre para oponerme a la misma; sin embargo, esto sucede con más frecuencia de lo que pensáis.

30. ¿Qué impresión os daría la visión de esa mala acción? ¿Seríais tan afectado como si fueseis testigo ocular? –Resp. A veces más, a veces menos, según las circunstancias.

31. ¿Sentiríais deseo de vengaros? –Resp. De vengarme, no; de impedir esa mala acción, sí.

Nota – Resulta de lo que acaba de ser dicho –y además es la consecuencia de lo que ya sabemos–, que el Espíritu de una persona que duerme sabe perfectamente lo que sucede a su alrededor; aquel que quisiese aprovecharse del sueño para cometer una mala acción en su perjuicio, se equivoca cuando cree que no será visto. Ni siquiera debería contar con el olvido que se sigue al despertar, porque la persona puede guardar del mismo una intuición bastante fuerte, a veces inspirándole sospechas. Los sueños de presentimiento no son otra cosa sino un recuerdo más preciso de lo que se ha visto. Ahí se encuentra también una de las consecuencias morales del Espiritismo; al dar la convicción de este fenómeno, puede ser un freno para mucha gente. He aquí un hecho que viene en apoyo de esta verdad: Cierto día una persona recibió una carta sin firma y escrita con mucha descortesía; inútilmente intentó descubrir a su autor. Lo cierto es que durante la noche ella supo lo que deseaba saber, porque al día siguiente, al despertar y sin que haya tenido un sueño, su pensamiento se dirigió hacia alguien que ella no había sospechado y, después de una verificación, tuvo la certeza de que no se había equivocado.

32. Volvamos a vuestras sensaciones y percepciones. ¿Por dónde veis? –Resp. Por todo mi ser.

33. ¿Percibís los sonidos? ¿Y por dónde? –Resp. Es la misma cosa, pues la percepción es transmitida al Espíritu encarnado por sus órganos imperfectos, debiendo quedar claro para vosotros que él siente, cuando está libre, numerosas percepciones que os escapan.

34. (Agitan una campanilla.) ¿Escucháis perfectamente este sonido? –Resp. Más que vosotros.

35. Si os hicieran oír una música desafinada, ¿experimentaríais una sensación similar a la que sentís en estado de vigilia? –Resp. No he dicho que las sensaciones fuesen análogas; hay una diferencia; pero hay percepciones mucho más completas.

36. ¿Percibís los olores? –Resp. Sin duda; siempre de la misma manera.

Nota – Según esto, se podría decir que la materia que envuelve al Espíritu es una especie de apagador que amortigua la agudeza de la percepción. Al recibir esta percepción sin intermediario, el Espíritu desprendido puede captar matices que escapan a aquel a quien llegan, pasando por un medio más denso que el periespíritu. Por lo tanto, se comprende que los Espíritus sufridores puedan tener dolores que, por no ser físicos, desde nuestro punto de vista, son más punzantes que los dolores corporales, y que los Espíritus felices tengan gozos de los cuales nuestras sensaciones no pueden darnos una idea.

37. Si estuvieseis delante de platos apetitosos, ¿sentiríais el deseo de comer? –Resp. El deseo sería una distracción.

38. Supongamos que en este momento, en cuanto vuestro Espíritu está aquí, el cuerpo tenga hambre; ¿qué efecto produciría en vos la visión de esos manjares? –Resp. Esto me haría partir para satisfacer una necesidad irresistible.

39. ¿Podríais hacernos comprender lo que sucede con vos cuando dejáis el cuerpo para venir aquí, o cuando nos dejáis para volver al cuerpo? ¿Cómo lo percibís? –Resp. Esto sería bien difícil; vuelvo como salgo, sin percibirlo o, mejor dicho, sin darme cuenta de la manera por la cual se opera este fenómeno. Sin embargo, no creáis que el Espíritu, cuando vuelve al cuerpo, esté encerrado como en un cuarto; el Espíritu irradia sin cesar hacia afuera, de tal modo que se puede decir que frecuentemente está más fuera que dentro; solamente la unión es más íntima y los lazos más apretados.

40. ¿Veis a otros Espíritus? –Resp. Aquellos que quieren que yo vea.

41. ¿Cómo los veis? –Resp. Como a mí mismo.

42. ¿Los veis aquí a nuestro alrededor? –Resp. En gran cantidad.

43. Evocación de Charles Dupont (el Espíritu de Castelnaudary). –Resp. Atiendo a vuestro llamado.

44. (A este Espíritu.) ¿Estáis hoy más tranquilo que la última vez en que os hemos llamado? –Resp. Sí; estoy progresando en el bien.

45. ¿Comprendéis ahora que vuestras penas no durarán para siempre? –Resp. Sí.

46. ¿Vislumbráis el fin de vuestras penas? –Resp. No; para mi punición, Dios no me permite ver este objetivo.

47. (Al Sr. Vignal.) ¿Veis al Espíritu que acaba de responder? –Resp. Sí, y no es bonito.

48. ¿Podéis describirlo? –Resp. Lo veo como ya ha sido visto, con la diferencia de que no está más ensangrentado ni tiene el puñal, y su fisonomía refleja más bien tristeza que embrutecimiento feroz con el que se presentó en su primera aparición.

49. Despierto, ¿tenéis conocimiento del retrato que ha sido hecho de este Espíritu? –Resp. Sí, y además estoy informado al respecto.

50. Al ver a un Espíritu, ¿cómo reconocéis si su cuerpo está muerto o vivo? –Resp. Por su cordón fluídico.

51. ¿Cómo evaluáis la moral de éste? –Resp. Su moral debe ser bien triste; pero él está mejorando.

52. (A Charles Dupont.) Has escuchado lo que se ha dicho sobre vos; esto debe daros aliento para perseverar en la senda del progreso en que habéis entrado. –Resp. Gracias; es lo que trato de hacer.

53. ¿Veis al Espíritu del doctor con el cual conversamos? –Resp. Sí.

54. ¿Cómo lo veis? –Resp. Lo veo con una envoltura menos transparente que la de otros Espíritus.

55. ¿Cómo juzgáis que él aún está encarnado? –Resp. Los Espíritus comunes están sin una forma aparente; éste tiene la forma humana y está envuelto por una materia semejante a una bruma, que repite su forma humana terrestre. Los Espíritus de los muertos no tienen más esta envoltura: están desprendidos de la misma.

56. (Al Dr. Vignal.) Si evocásemos a un loco, ¿cómo lo reconoceríais? –Resp. Yo no lo reconocería si su locura fuese reciente, porque no habría tenido ninguna acción sobre el Espíritu; pero si tuviera una alienación desde hace mucho tiempo, la materia podría haber ejercido una cierta influencia sobre él, dando algunas señales que me servirían para reconocerlo como durante la vigilia.

57. ¿Podéis describirnos las causas de la locura? –Resp. No es otra cosa sino una alteración, una perturbación de los órganos que no reciben más las impresiones de manera regular, transmitiendo sensaciones falsas y, por esto mismo, realizando actos diametralmente opuestos a la voluntad del Espíritu.

Nota – A menudo ocurre que ciertas personas, cuyo Espíritu es perfectamente sano, tienen en los miembros o en otras partes del cuerpo, movimientos involuntarios e independientes de su voluntad, como por ejemplo los movimientos que son designados con el nombre de tics nerviosos. Se comprende que si esa alteración fuese en el cerebro, en vez de ser en el brazo o en los músculos de la cara, la emisión de las ideas sufriría; la imposibilidad de dirigir o de dominar esta emisión constituye la locura.

58. Después de la última respuesta del Dr. Vignal, el médium que servía de intérprete a Charles Dupont escribió espontáneamente: Se reconocen a esos Espíritus (de los locos) por su llegada entre nosotros, porque giran en todos los sentidos sin tener una idea establecida, ni de Dios, ni de las oraciones; ellos necesitan tiempo para poder establecer ideas.

Firmado: CAUVIÈRE

Como nadie hubo pensado en llamar a este Espíritu, el Sr. Belliol pregunta si no sería el del Dr. Cauvière, de Marsella, de quien fue alumno en otros tiempos. –Resp. Sí, soy yo, desencarnado hace un año y medio.

Nota – El Sr. Belliol reconoce la firma como siendo la del Dr. Cauvière; más tarde fue posible compararla con una firma original y constatar la perfecta similitud de la escritura y de la rúbrica.

59. (Al Sr. Cauvière.) ¿A qué debemos el honor de vuestra visita inesperada? –Resp. No es la primera vez que vengo entre vosotros; hoy encontré una ocasión favorable para comunicarme y la aproveché.

60. ¿Veis a vuestro colega, el Dr. Vignal, que está aquí en Espíritu? –Resp. Sí, lo veo.

61. ¿Cómo reconocéis que él aún está encarnado? –Resp. Por su envoltura, que es menos transparente que la nuestra.

62. Esta respuesta concuerda con las que Charles Dupont acaba de darnos y que nos parecieron sobrepasar el alcance de su inteligencia; ¿fuisteis vos quien se las dictó? –Resp. Realmente podía ejercer mi influencia sobre él, puesto que yo estaba aquí.

63. ¿En qué estado os encontráis como Espíritu? –Resp. Aún no he reencarnado, mas soy un Espíritu adelantado, aunque en la Tierra yo estuviese lejos de creer en lo que vosotros llamáis Espiritualismo; fue preciso que hiciera mi educación aquí, donde estoy; pero mi inteligencia, perfeccionada por el estudio, sobrevino enseguida.

64. Si consentís, vamos a dirigiros una pregunta preparada para el Dr. Vignal, y solicitamos que ambos tengáis a bien responderla, cada uno por su lado, con la ayuda de vuestros intérpretes particulares. ¿Cómo encaráis ahora la diferencia entre el espíritu de los animales y el Espíritu del hombre? –Respuesta del Dr. Vignal: No es para mí mucho más fácil decirlo que en el estado de vigilia; mi pensamiento actual es que el espíritu animal duerme, está entorpecido moralmente, y que el Espíritu del hombre, en su inicio, se despierta penosamente.

Respuesta del Dr. Cauvière: El Espíritu del hombre es llamado a una mayor perfección que el espíritu de los animales; la diferencia sensible está en la razón, que en estos últimos no existe aún sino en estado de instinto; más tarde este instinto puede perfeccionarse.

65. ¿Puede éste perfeccionarse hasta el punto de volverse un Espíritu humano? –Resp. Lo puede, pero después de haber pasado por muchas existencias animales, ya sea en la Tierra o en otros planetas.

66. ¿Tendríais uno y otro la bondad de dictarnos, cada uno por su lado, un pequeño discurso espontáneo sobre un tema de vuestra elección?


Dictado del Sr. Cauvière

Mis buenos amigos: estoy tan feliz en poder conversar un poco con vosotros, que deseo daros un consejo, no particularmente a vos que sois creyentes, mas a aquellos cuya fe es todavía vacilante, o que aún no la tienen y la rechazan. Es verdad que no puedo ver aquí a todos mis colegas encarnados, que no creerían en mí; sin embargo yo les diría que, cuando encarnado, rechacé abiertamente la verdad, aunque la sentía en el fondo de mi corazón. La mayoría de ellos hace como yo: por un falso amor propio no quieren concordar con lo que a veces sienten; están errados, porque la indecisión hace sufrir en la Tierra, sobre todo en el momento de dejarla. Por lo tanto, instruíos; tened buena fe; en vida seréis más felices, así como en el mundo en que ahora me encuentro. Si realmente lo quisiereis, vendré a conversar algunas veces con vosotros.

CAUVIÈRE

Dictado del Sr. Vignal

¿Cuál es la utilidad de la Astronomía, y qué nos importa el tiempo que lleva una bala de cañón en recorrer la distancia que existe entre la Tierra y el Sol? Así razonan personas muy honradas, que en las Ciencias no ven otro resultado sino la aplicación que puede ser dada a la industria o a su bienestar. Pero sin la Astronomía, ¿qué razón tendríais para que adoptemos el admirable sistema que ha sido desarrollado, en vez de otro traído por Espíritus ignorantes o envidiosos?

Si la Tierra fuese –como se ha creído por mucho tiempo– el punto central del Universo; si los numerosos soles que pueblan el espacio no fueran más que simples puntos brillantes fijados en una bóveda de cristal, ¿qué razón tendríais para admitir el pasado y el futuro del Espíritu? Al contrario, la Astronomía viene a demostrarnos que la vida planetaria, que circula alrededor de nuestro Sol, se refleja en todos los que componen la nebulosa, de la cual hace parte nuestro mundo; que todos esos planetas son organizados de una manera diferente los unos de los otros y que, por consecuencia, las condiciones de vida no son las mismas. Entonces, sois llevados a preguntaros si Dios crea instantánea y especialmente para cada cuerpo el Espíritu que debe animarlo, y por qué razón Él habría juzgado justamente crearlo aquí y no allí, en la Tierra y no en otro mundo, en una condición y no en otra.

Por lo tanto, una lógica inflexible os lleva a admitir, como expresión de la mayor verdad, la habitabilidad de los mundos, la preexistencia de las almas y la reencarnación.

Por consiguiente la Astronomía es útil, ya que os pone en condiciones de recibir el esbozo de las sublimes verdades que se desarrollarán para vosotros como consecuencia del progreso traído por el Espiritismo y por la propria Ciencia; porque, con la ayuda de la industria, la Astronomía es llamada a haceros descubrir muchas otras maravillas que no podéis sino vislumbrar: de ahora en adelante la Astronomía y la Teología son hermanas y van a caminar de la mano.

VIGNAL, por Arago


La Srta. Indermuhle

Sordomuda de nacimiento, 32 años de edad, viva, residente en Berna
(Sesión del 10 de febrero de 1860)

1. (A san Luis.) ¿Podemos entrar en comunicación con el Espíritu Srta. Indermuhle? –Resp. Lo podéis.

2. Evocación. –Resp. Estoy aquí; lo afirmo en el nombre de Dios.

3. (A san Luis.) ¿Podéis decirnos si el Espíritu que responde es realmente la Srta. Indermuhle? –Resp. Sí, os lo afirmo; pero vos sois más adelantado, ¿y creéis que, si fuese útil que otro respondiera en su lugar, esto sería embarazoso? La afirmación os prueba que ella está aquí; es a vos que os cabe asegurar una buena comunicación, por la naturaleza y el móvil de vuestras preguntas.

3 a. ¿Sabéis bien dónde estáis en este momento? –Resp. Perfectamente; ¿creéis que yo no haya sido instruida al respecto?

4. ¿Cómo se explica que podéis respondernos aquí, mientras que vuestro cuerpo está en Suiza? –Resp. Porque no es mi cuerpo que os responde; además, como lo sabéis, él es absolutamente incapaz de hacerlo.

5. ¿Qué hace vuestro cuerpo en este momento? –Resp. Duerme.

6. ¿Está con buena salud? –Resp. Excelente.

Nota – El hermano de la Srta. Indermuhle, que se encuentra presente, confirma que, en efecto, ella está con buena salud.

7. ¿Cuánto tiempo habéis llevado para venir de Suiza hasta aquí? –Resp. Un tiempo inapreciable para vos.

8. ¿Habéis visto el camino que recorristeis para llegar aquí? –Resp. No.

9. ¿Estáis sorprendida por encontraros en esta reunión? –Resp. Mi primera respuesta os prueba que no.

10. ¿Qué ocurriría si el cuerpo despertase mientras nos habláis aquí? –Resp. Yo estaría allá.

11. ¿Existe algún lazo entre vuestro Espíritu, que está aquí, y el cuerpo que está allá? –Resp. Sí, sin esto, ¿quién me advertiría que debo volver al cuerpo?

12. ¿Nos veis bien claramente? –Resp. Sí, perfectamente.

13. ¿Comprendéis que vos podéis vernos y que nosotros no os podemos ver? –Resp. Pero sin duda.

14. ¿Escucháis el ruido que hago en este momento al golpear? –Resp. Yo no soy sorda aquí.

15. ¿Cómo percibís el ruido, ya que, por comparación, no tenéis el recuerdo del mismo en estado de vigilia? –Resp. Yo no nací ayer.

Nota – El recuerdo de la sensación del ruido le viene de las existencias en que ella no era sorda. Esta respuesta es perfectamente lógica.

16. ¿Escucharíais música con placer? –Resp. Con mucho más placer, puesto que hace mucho tiempo esto no sucede conmigo; cantad, pues, algo para mí.

17. Lamentamos no poder hacerlo en este momento, y que no haya aquí un instrumento para daros este placer; pero nos parece
que vuestro Espíritu, al desprenderse todos los días durante el sueño, debe transportarse a lugares donde podéis escuchar música. –Resp. Esto muy raramente me sucede.

18. ¿Cómo podéis respondernos en francés, ya que sois alemana y no sabéis nuestro idioma? –Resp. El pensamiento no tiene idioma; yo lo comunico al Guía del médium, el cual lo traduce a la lengua que le es familiar.

19. ¿Cuál es el Guía del que habláis? –Resp. El Espíritu familiar del médium; siempre es así que recibís las comunicaciones de Espíritus extranjeros, y es de esta manera que los Espíritus hablan en todos los idiomas.

Nota – De este modo, frecuentemente las respuestas no nos llegarían sino por tercera mano; el Espíritu interrogado transmite el pensamiento al Espíritu familiar, éste al médium, y el médium lo traduce por la escritura o por la palabra; ahora bien, pudiendo el médium ser asistido por Espíritus más o menos buenos, esto explica cómo –en muchas circunstancias– el pensamiento del Espíritu interrogado puede ser alterado; es por eso que san Luis ha dicho en el comienzo que la presencia del Espíritu evocado no siempre es suficiente para asegurar la integridad de las respuestas. Cabe a nosotros apreciarlas, juzgar si son lógicas y si están en relación con la naturaleza del Espíritu. Por lo demás, según la Srta. Indermuhle, este triple procedimiento sólo sucedería con los Espíritus extranjeros.

20. ¿Cuál es la causa de la enfermedad que os ha afectado? –Resp. Una causa voluntaria.

21. ¿Por cuál singularidad vuestros seis hermanos y hermanas han sido acometidos por la misma enfermedad? –Resp. Por las mismas causas que yo.

22. Entonces ha sido voluntariamente que todos vosotros habéis elegido esta prueba; pensamos que esta reunión en una misma familia debe haber ocurrido con el propósito de ser una prueba para los padres; ¿es una buena razón? –Resp. Ella se aproxima a la verdad.

23. ¿Veis aquí a vuestro hermano? –Resp. ¡Qué pregunta!

24. ¿Estáis contenta en verlo? –Resp. La misma respuesta.

Nota – Se sabe que a los Espíritus no les gusta ser repetitivos; nuestro lenguaje es tan lento para ellos que evitan todo lo que les parece inútil. Este es un punto que caracteriza a los Espíritus serios. Los Espíritus ligeros, burlones, obsesores y pseudosabios son frecuentemente habladores y reiterativos; como a los hombres a quienes falta profundidad, ellos hablan y no dicen nada; las palabras reemplazan a los pensamientos y creen que se imponen al expresar frases redundantes y un estilo pedante.

25. ¿Gustaríais decirle alguna cosa? –Resp. Le pido que reciba la expresión de mis más sinceros agradecimientos por el buen pensamiento que ha tenido en hacerme llamar aquí, donde con mucha felicidad me encuentro en contacto con los Espíritus buenos, aunque también veo algunos que no valen mucho. He ganado en instrucción y no olvidaré lo que le debo.



Bibliografía
Siamora, la Druidesa,
o el Espiritualismo en el siglo XV,[1]
por Clément de la Chave

Las ideas espíritas abundan en un gran número de escritores antiguos y modernos, y muchos autores contemporáneos quedarían admirados si les provásemos, por sus propios escritos, que son espíritas sin saberlo. Por lo tanto, el Espiritismo puede encontrar argumentos en sus propios adversarios, que a pesar suyo parecen haber sido llevados a darle armas. Así, los autores sagrados y profanos presentan un campo donde no sólo hay lo que espigar, sino también donde recoger a manos llenas: es lo que nos proponemos a hacer un día; y entonces veremos si los críticos juzgan conveniente mandar a los manicomios a los que ellos mismos han halagado y cuyos nombres tienen autoridad –con toda justicia– en las Letras, en las Artes, en las Ciencias, en la Filosofía o en la Teología. El autor del pequeño libro que anunciamos no es de aquellos que pueden ser llamados espíritas sin saberlo; al contrario, es un adepto serio y esclarecido, que le gusta resumir las verdades fundamentales de la Doctrina en un orden menos árido que la forma didáctica, y teniendo el atractivo de una novela medio histórica; en efecto, ahí encontramos al delfín –que más tarde fue Luis XI– y a algunos personajes de su tiempo, con la descripción de las costumbres de la época. Siamora, última descendiente de las antiguas druidesas, ha conservado las tradiciones del culto de sus antepasados, pero esclarecida por las verdades del Cristianismo. En un artículo de la Revista del mes de abril de 1858, hemos visto a qué grado habían llegado los sacerdotes de la Galia en lo que atañe a la filosofía espírita; por lo tanto, no hay ninguna contradicción al poner esas mismas ideas en la boca de su descendiente. Al contrario, es poner en evidencia una verdad muy poco conocida, y que en este aspecto el autor bien la mereció de los espíritas modernos. Esto puede ser apreciado por las siguientes citas. Edda, joven novicia, en un momento de éxtasis, se expresa así al dirigirse a Siamora:

“Bajo la forma de mi ángel bueno, de mi ángel familiar, un Espíritu me aparece; él se ofrece para guiarme en las penosas visiones de este mundo. Los hombres –me dice él– son malos porque han menospreciado su naturaleza espiritual; porque han rechazado ese agente sutil, ese flujo divino que Dios había diseminado para la felicidad de los hombres en la Creación, y que los hacía iguales y hermanos. Entonces los hombres curaban, porque recurrían a este agente sutil de la Creación, retirando de él un poderoso auxilio. (…)

“¡Es a la hora de la muerte que cada hombre me aparece! ¡Oh, tristeza! ¡Oh, disgusto! ¡Qué amarga desesperación! Esos seres perversos han dejado de amar. Siamora, cada hombre lleva consigo, al morir, virtudes y vicios. Leve o cargada de faltas, su alma se eleva más o menos, porque guardó poco o mucho ese agente sutil, el amor, esa sustancia de Dios que, según las afinidades, atrae a sí sustancias semejantes y rechaza las que proceden de un principio contrario.

“El alma del hombre malo permanece errante en este mundo, sugiriendo a todos su esencia corrupta. Tiene la alegría del mal y el orgullo del vicio. Nosotros la hemos llamado demonio; en el Cielo, su nombre es hermano extraviado. –Siamora, pero de todos los corazones piadosos se eleva un suave vapor que consigue saturar al alma-demonio, a pesar suyo; ahí, ésta cobra un nuevo vigor, despojándose en parte de su corrupción... Entonces comienza a percibir la idea de Dios, lo que en aquel estado de alma no podía hacer. Así como el alma lleva consigo la imagen exacta, pero toda espiritual de su cuerpo, también a ella se junta esta otra, impregnada de sus vicios y de sus manchas, siendo que el alma, así sombría, no puede ver.

“Siamora, en ese mundo invisible, por encima del nuestro, donde con esfuerzo me elevo poco a poco, nubes refulgentes limitan mi visión; millares de almas, Espíritus celestiales, entran y salen de él. Como copos de nieve que suben, que bajan y se esparcen, corren llevados por el ímpetu caprichoso de los vientos. En su esencia espiritual, los ángeles descienden hasta nosotros, diciendo a unos palabras de paz, insinuando en el corazón de otros la creencia divina, inspirando a éste la búsqueda de la Ciencia, sugiriendo a aquél el instinto de lo bueno y de lo bello; porque ha sido tocado por el dedo de Dios, aquel que, en su arte, ha llevado allí el gusto por las nobles y grandes cosas. Todo hombre tiene su Egeria, su consejo, su inspiración; la soga de la salvación ha sido arrojada a todos; cabe a nosotros agarrarla. (…)

“Y ese hombre malo o, mejor dicho, esa alma-demonio, cuyos ojos han comenzado a abrirse al contacto con el aire puro, va llorando su crimen y pidiendo el sufrimiento para expiarlo. Si estuviere sola y privada de auxilio, ¿que hará?

“Un ángel de la caridad se aproxima y le dice: Hermano extraviado, entra conmigo en la vida: allá está el infierno, allá está el lugar de sufrimientos donde cada uno de nosotros se regenera; ven, yo he de sostenerte: tratemos de hacer allí un poco de bien, a fin de que, para ti, la balanza del bien y del mal acabe por inclinarse hacia el lado bueno.

“Es así, Siamora, que para todos los hombres llega el momento de morir. Los veo elevándose más o menos a los cielos, entrar en la vida, sufrir nuevamente, depurarse, morir de nuevo y subir sin cesar a los espacios celestiales; aún no alcanzan el cielo del Dios único, pero a través de largas peregrinaciones por otros mundos –mucho más maravillosos y más perfeccionados que éste– conseguirán llegar de tanto depurarse.”



[1] Un volumen in 18º. Precio: 2 francos; Vannier, librero-editor, calle Notre-Dame-des-Victoires, Nº 52. – 1860. [Nota de Allan Kardec.]





Dictados espontáneos

El genio de las flores
(Sesión del 23 de diciembre de 1859 – Médium: Sra. de Boyer)

Soy Hettani, uno de los Espíritus que presiden la formación de las flores y la diversidad de sus perfumes; soy yo o, mejor dicho, somos nosotros, porque somos varios millares de Espíritus que embellecemos los campos, los jardines; que damos al horticultor el gusto por las flores. A éste no podríamos enseñarle la mutilación que algunas veces realiza; pero le enseñamos a variar sus perfumes, a embellecer sus formas, que ya son tan graciosas. Entretanto, es principalmente para las flores que se abren naturalmente que se vuelve toda nuestra atención; a ellas proporcionamos más cuidados todavía: son nuestras preferidas; como todo lo que está solo tiene mayor necesidad de ayuda, he aquí por qué cuidamos mejor de las mismas.

También estamos encargados de esparcir los perfumes; somos nosotros los que llevamos al exiliado el recuerdo de su país, haciendo entrar en su prisión el perfume de flores que exhalaba en el jardín paternal. Para aquel que ama –que realmente ama– llevamos el perfume de las flores dedicadas a su novia; al que llora, un recuerdo de los que han partido, haciendo brotar en su tumba las rosas y las violetas que evocan sus virtudes.

¿Quién de vosotros no nos debe esas dulces emociones? ¿Quién no se ha estremecido al contacto de un perfume amado? Pienso que estáis admirados por escucharnos decir que hay Espíritus para todo eso y, no obstante, es la pura verdad. Nunca hemos estado encarnados y quizá jamás lo estaremos entre vosotros; sin embargo, existen los que ya han sido hombres, pero pocos entre los Espíritus de los elementos. En vuestra Tierra, nuestra misión es pequeña; nosotros progresamos como vosotros, pero es sobre todo en esos planetas superiores que somos felices; en Júpiter, nuestras flores emiten sonidos melodiosos y formamos las moradas aéreas, de las cuales solamente los nidos de los colibríes os pueden dar una pálida idea. Os haré por primera vez la descripción de algunas de esas flores, que no son sólo magníficas, sino sublimes y dignas de los Espíritus elevados a los cuales sirven de moradas.

Adiós. Que un perfume de caridad os anime; las virtudes también tienen su perfume.


Preguntas sobre el genio de las flores
(Sociedad, 30 de diciembre de 1859 – Médium: Sr. Roze)

1. (A san Luis.) El otro día tuvimos una comunicación espontánea de un Espíritu que dijo que presidía las flores y sus perfumes; ¿hay realmente Espíritus que pueden ser considerados como genios de las flores? –Resp. Esta expresión es poética y muy aplicada al asunto; pero, propiamente hablando, la misma sería defectuosa. No debéis dudar que el Espíritu preside, en toda la Creación, el trabajo que Dios le confía; es así que es preciso entender esta comunicación.

2. Este Espíritu dice llamarse Hettani; ¿cómo se explica que él tenga un nombre si nunca ha encarnado? –Resp. Es una ficción. El Espíritu no preside de una manera particular la formación de las flores; el espíritu elemental, antes de pasar a la serie animal, dirige la acción fluídica para la creación de los vegetales; éste aún no ha encarnado y no actúa sino bajo la dirección de inteligencias más elevadas, que ya han vivido lo bastante como para adquirir la ciencia necesaria a su misión. Ha sido uno de éstos que se ha comunicado; os ha hecho una mezcla poética de la acción de dos clases de Espíritus que actúan en la creación vegetal.

3. Al no haber vivido todavía, incluso en la vida animal, ¿cómo se explica que este Espíritu sea tan poético? –Resp. Volved a leer.

Nota – Ved anteriormente la nota hecha a la cuestión Nº 24, página 90.

4. Así, el Espíritu que se ha comunicado ¿no es el que habita y anima la flor? –Resp. No, no; ya os lo he dicho muy claramente: él guía.

5. Ese Espíritu que nos habló, ¿estuvo encarnado? –Resp. Lo estuvo.

6. El espíritu que da vida a las plantas y a las flores, ¿tiene el pensamiento y la inteligencia de su yo? –Resp. Ningún pensamiento, ningún instinto.


Felicidad
(Sociedad, 10 de febrero de 1860 – Médium: Srta. Eugénie)

¿Cuál es el objetivo de cada individuo en la Tierra? Él quiere la felicidad a cualquier precio que sea. ¿Qué es lo que hace que todos sigamos un camino diferente? Es que cada uno de nosotros espera encontrarla en un lugar o en una cosa que le agrade particularmente: unos buscan la gloria, otros las riquezas, otros los honores; el mayor número corre atrás de la fortuna, porque en nuestros días es el medio más poderoso para llegar a todo; ella sirve de pedestal para todo. Pero ¿cuántos ven realizada esa necesidad de felicidad? Muy pocos; preguntad a cada uno de los que llegan si han alcanzado el objetivo al que se habían propuesto: ¿ellos son felices? Todos responden: todavía no; porque todos los deseos aumentan en razón de aquellos que son satisfechos. Si hoy existen tantas personas que se interesan por el Espiritismo, es porque después de haber visto que todo es una quimera, y a pesar de querer alcanzarla, intentan el Espiritismo, como han intentado la riqueza y la gloria.

Si Dios ha puesto en nuestros corazones esa necesidad tan grande de felicidad, es porque ella debe existir en alguna parte. Sí, tened confianza en Él, pero sabed que todo lo que Dios promete debe ser divino como Él, y que la felicidad que buscáis no puede ser material.

Venid a nosotros, todos vosotros que sufrís; venid a nosotros, todos los que tenéis necesidad de esperanza, porque cuando os falte todo en la Tierra, nosotros aquí tendremos más de lo que requieran vuestras necesidades. Madres desesperadas que os lamentáis junto a una tumba, venid aquí: el ángel que lloráis os hablará, os protegerá, os ha de inspirar la resignación para las penas que habéis soportado en la Tierra. Todos vosotros que tenéis la insaciable necesidad de la ciencia, dirigíos a nosotros, porque solamente nosotros podemos dar a vuestro Espíritu el alimento necesario. Venid, sabremos encontrar un alivio para cada herida y, por más abandonados que parezcáis, hay Espíritus que os aman y que están listos para probaros esto. Hablo en nombre de todos. Deseo que vengáis a pedirnos consejos, porque os seguro que tendréis esperanza en el corazón.

STAËL

Nota
– Un instante después, el Espíritu escribió de nuevo, espontáneamente:

Más de una vez la sonrisa viene a los labios de ciertos oyentes y, si la misma escapa al médium, no escapa a los Espíritus; pero no temáis: los que más ríen ahora, son los que más creerán después, y nosotros os perdonamos, porque un día podréis arrepentiros de vuestra ironía. Señoras: estoy segura de que si aproximara de cada una de vosotras un ser amado que hubiese partido y que os evocase un recuerdo, cambiaríais vuestra sonrisa de incredulidad por un suspiro, y estaríais felices o ansiosas. Quedaos tranquilas que vuestro día llegará y seréis tocadas en el corazón, porque es vuestra cuerda más sensible: yo la conozco.

STAËL


En Venta: El Libro de los Espíritus Segunda edición
ENTERAMENTE REFUNDIDA Y CONSIDERABLEMENTE AUMENTADA
Aviso sobre esta nueva edición


En la primera edición de esta obra habíamos anunciado una parte suplementaria. Debía componerse de todas las cuestiones que allí no han podido entrar, o que circunstancias ulteriores y nuevos estudios deberían originar; pero como todas se refieren a alguna de las partes ya tratadas, y de las cuales son su desarrollo, su publicación aislada no presentaría ninguna continuación. Hemos preferido esperar la reimpresión del libro para refundir todo el conjunto, y hemos aprovechado para dar a la distribución de las materias un orden más metódico, al mismo tiempo que hemos suprimido todo lo que estuviese repetido. Por lo tanto, esta reimpresión puede ser considerada como una obra nueva, aunque los principios no hayan tenido ningún cambio, salvo poquísimas excepciones, que son más bien complementos y esclarecimientos que verdaderas modificaciones. Esta conformidad con los principios emitidos, a pesar de la diversidad de las fuentes donde los hemos extraído, es un hecho importante para el establecimiento de la ciencia espírita. Nuestra propia correspondencia prueba que comunicaciones del todo idénticas –si no es en la forma, por lo menos lo es en el fondo– han sido obtenidas en diferentes localidades, y esto mucho antes de la publicación de nuestro libro, que vino a confirmarlas y a darles un cuerpo regular. Por su lado la Historia atestigua que la mayoría de esos principios han sido profesados por los más eminentes hombres de los tiempos antiguos y modernos, trayendo así su sanción.



A los lectores de la Revista - Cartas no firmadas

Algunas veces recibimos cartas que llevan como única identificación: Uno de vuestros suscriptores, Uno de vuestros lectores, Uno de vuestros adeptos, etc., sin otra designación. En su mayoría, estas cartas contienen relatos de hechos, comunicaciones espíritas, preguntas a las cuales nos piden que respondamos o incluso solicitaciones para evocar a ciertas personas. Creemos un deber prevenir a nuestros lectores, suscriptores o no, que toda carta no firmada será considerada nula por nosotros, a la cual no le daremos ninguna atención. En nuestros relatos usamos de una gran reserva en cuanto a la publicación de nombres propios, porque comprendemos la necesidad de ciertas posiciones, y es por eso que sólo citamos los nombres de aquellos que nos autorizan a hacerlo; pero lo mismo no sucede con respecto a las comunicaciones que nos hacen: todo lo que no es firmado es desechado, inclusive sin ser leído, porque nuestros trabajos se han multiplicado de tal modo que no nos permiten ocuparnos con aquello que no tenga un carácter serio.

ALLAN KARDEC




Abril

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas


Viernes 24 de febrero de 1860 (Sesión general)

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta de Dieppe, que confirma en todos los puntos los hechos de manifestaciones espontáneas que han tenido lugar en la casa de un panadero de la localidad de Grandes-Ventes, cerca de Dieppe, y que han sido relatados por el Vigie. (Publicada en el número de marzo.) 2ª) Carta del Sr. M... du Teil, de Ardèche, que da nuevas informaciones sobre los hechos que han sucedido en el castillo de Fons, cerca de Aubenas.

3ª) Carta del barón Tscherkassoff, que da detalles circunstanciados y auténticos acerca de un hecho muy extraordinario de manifestación espontánea provocado por un Espíritu perturbador, ocurrido a principios de este siglo con un fabricante de San Petersburgo. (Publicada más adelante.)

4ª) Relato de un hecho de aparición tangible, que tiene todos los caracteres de un agénere, sucedido el 15 de enero último en la comuna de Brix, cerca de Valognes. Este hecho ha sido transmitido al Sr. Ledoyen por una persona de su conocimiento, la cual ha comprobado su exactitud. (Publicada más adelante.)

5ª) Lectura de una tradición musulmana sobre el profeta Esdras, extraída del Moniteur del 15 de febrero de 1860, y que se basa en un hecho de facultad medianímica.

Estudios 1°) Dictado espontáneo de Charlet, obtenido por el Sr. Didier Hijo, dando continuación al trabajo comenzado.

2°) Evocación del Sr. Jules-Louis C..., muerto el 30 de enero último en el hospital del Val-de-Grâce, a consecuencia de un cáncer que le había destruido una parte de la cara y de la mandíbula. Esta evocación ha sido realizada conforme el deseo de uno de sus amigos, presente a la sesión, y de una persona de la familia; es sobre todo instructiva desde el punto de vista de la modificación de las ideas después de la muerte, teniendo en cuenta que, cuando encarnado, el Sr. C... profesaba abiertamente el materialismo.

3°) Es solicitado a san Luis si se puede llamar al Espíritu que se ha manifestado en lo del panadero de Dieppe. Él responde que esto no es posible, por razones que más tarde serán conocidas.

Viernes 2 de marzo de 1860 (Sesión particular)
Examen y debate de varias cuestiones administrativas.

Estudio y evaluación de varias comunicaciones espíritas obtenidas en la Sociedad y fuera de sus sesiones.

Solicitado a dar un dictado espontáneo, san Luis escribe lo siguiente por intermedio de la Srta. Huet:

«Estoy aquí, amigos míos, preparado para daros mis consejos, como lo he hecho hasta el presente. Desconfiad de los Espíritus malos que podrían inmiscuirse entre vosotros, y que buscan sembrar la desunión. Infelizmente, los que quieren volverse útiles a una obra encuentran siempre obstáculos; aquí no está la persona generosa que los percibe, sino el encargado de ejecutar los deseos que ella manifiesta. No temáis; triunfaréis de todos los obstáculos con paciencia y con firmeza, contra las voluntades que quieren imponerse. En cuanto a las diversas comunicaciones que se me atribuye, es a menudo otro Espíritu que toma mi nombre; yo me comunico poco fuera de la Sociedad, que he tomado bajo mi protección; aprecio aquellos lugares de reunión que especialmente me consagran, pero es sólo aquí que me gusta dar avisos y consejos. Desconfiad también de los Espíritus que frecuentemente se sirven de mi nombre. ¡Que la paz y la unión estén entre vosotros! En el nombre de Dios todopoderoso que ha creado el bien, yo os lo deseo.

SAN LUIS

Un miembro hace esta osbervación: ¿Cómo un Espíritu inferior puede usurpar el nombre de un Espíritu superior, sin el consentimiento de este último? Esto solamente puede ocurrir con malas intenciones, y entonces, ¿por qué los Espíritus buenos lo permiten? Si no pueden oponerse a ello, ¿serán, pues, menos poderosos que los malos?

A esto ha sido respondido lo siguiente: Existe algo más poderoso que los Espíritus buenos: Dios. Dios puede permitir que los Espíritus malos se manifiesten para ayudarlos a mejorarse, y además para experimentar nuestra paciencia, nuestra fe, nuestra confianza, nuestra firmeza en resistir a la tentación, y sobre todo para ejercer nuestra perspicacia en distinguir lo verdadero de lo falso. Depende de nosotros alejarlos a través de nuestra voluntad, probándoles que no somos ingenuos; si tienen dominio sobre nosotros, es por nuestra debilidad; son el orgullo, los celos y todas las malas pasiones de los hombres que hacen a su fuerza, dándoles dominio. Sabemos por experiencia que sus obsesiones cesan cuando ven que no consiguen cansarnos; por lo tanto, cabe a nosotros mostrarles que pierden su tiempo. Si Dios quiere experimentarnos, no está en el poder de ningún Espíritu oponerse a esto. La obsesión de los Espíritus embusteros o malévolos no es, pues, el resultado de su poder, ni de la debilidad de los buenos, sino de una voluntad que es superior a todos; cuanto mayor la lucha, mayor es nuestro mérito si salimos vencedores.

Viernes 9 de marzo de 1860 (Sesión particular)
Lectura del proyecto de modificaciones a introducir en el Reglamento de la Sociedad.

Al respecto, el Sr. Allan Kardec presenta las siguientes observaciones:

Consideraciones sobre el objeto y el carácter de la Sociedad
«Señores:

«Algunas personas parecen equivocarse sobre el verdadero objeto y el carácter de la Sociedad; permitidme recordarlos en pocas palabras.

«El objeto de la Sociedad está claramente definido en su nombre y en el preámbulo del Reglamento actual; este objeto es esencialmente –y se puede decir exclusivamente– el estudio de la ciencia espírita; lo que queremos, ante todo, no es convencernos, pues ya lo estamos, sino instruirnos y aprender lo que no sabemos. A este efecto, deseamos ponernos en las condiciones más favorables; como esos estudios exigen calma y recogimiento, queremos evitar todo lo que sea causa de perturbaciones. Tal es la consideración que debe prevalecer en la evaluación de las medidas que adoptamos.

«Partiendo de este principio, la Sociedad no se presenta de modo alguno como una sociedad de propaganda. Sin duda, cada uno de nosotros desea la difusión de las ideas que cree justas y útiles; para ello contribuye en el círculo de sus relaciones y en la medida de sus fuerzas; pero sería falso creer que para eso sea necesario estar reunidos en sociedad, y más falso aún creer que la Sociedad sea la columna sin la cual el Espiritismo estaría en peligro. Al estar regularmente constituida, nuestra Sociedad procede con más orden y método que si marchase fortuitamente; pero exceptuando esto, Ella no es más preponderante que las millares de Sociedades libres o reuniones particulares que existen en Francia y en el extranjero. Lo decimos una vez más: lo que Ella quiere es instruirse; he aquí por qué sólo admite en su seno a personas serias y animadas por el mismo deseo, porque el antagonismo de principios es una causa de perturbación; hablo de un antagonismo sistemático sobre las bases fundamentales, porque la Sociedad no podría, sin contradecirse, alejar la discusión acerca de las cuestiones de detalle. Si ha adoptado ciertos principios generales, de ninguna manera lo ha hecho por un estrecho espíritu de exclusivismo; Ella ha visto, estudiado y comparado todo, y solamente después de esto ha formado una opinión basada en la experiencia y en el razonamiento; sólo el futuro puede encargarse de darle o no la razón; pero a la espera de esto, la Sociedad no busca ninguna supremacía, y únicamente los que no la conocen pueden suponer que la misma tenga la ridícula pretensión de absorber todos los adeptos del Espiritismo o de considerarse la reguladora universal. Si Ella no existiese, cada uno de nosotros se instruiría por su lado y, en lugar de una sola reunión, quizá formaríamos diez o veinte: he aquí toda la diferencia. No imponemos a nadie nuestras ideas; los que las adoptan lo hacen porque las consideran justas. Aquellos que vienen hacia nosotros es porque juzgan encontrar aquí la oportunidad de aprender; pero de ninguna manera se trata de una afiliación, porque no formamos ni una secta ni un partido; nosotros nos reunimos para estudiar Espiritismo, como otros lo hacen para estudiar Frenología, Historia u otras Ciencias. Y como nuestras reuniones no se basan en ningún interés material, poco nos importa que otras se formen a nuestro lado. En verdad, eso sería atribuirnos ideas bien mezquinas, bien estrechas y pueriles al creer que las veríamos con ojos envidiosos; aquellos que pensasen en crearnos rivalidades, mostrarían con esto cuán poco comprenden el verdadero espíritu de la Doctrina. Sólo lamentaríamos una cosa: que nos conozcan tan mal, a punto de suponer que fuésemos accesibles al sentimiento innoble de la envidia. Se concibe que empresas mercenarias rivales, que pueden perjudicarse por ser competidoras, se miren con malos ojos. Pero si aquellas reuniones no tienen más que la finalidad de un interés puramente moral –como debe ser–, y si a ellas no se mezcla ninguna consideración mercantil, pregunto: ¿En qué pueden ser perjudicadas por la multiplicidad? Sin duda, se dirá que si no existe un interés material, existe el interés del amor propio, el deseo de destruir el crédito moral de su vecino; pero este móvil sería quizá más indigno todavía; si así fuere –que Dios no lo permita–, habríamos de lamentar por los que fuesen movidos por semejantes pensamientos. ¿Quieren sobrepasar a su vecino? Que traten de hacer las cosas mejor que él; ésta es una lucha noble y digna, desde que no sea empañada por la envidia y por los celos.

«Por lo tanto, Señores, he aquí un punto que es esencial no perder de vista: nosotros no formamos ni una secta, ni una sociedad de propaganda, ni una corporación con un interés común; si dejáramos de existir, el Espiritismo no sufriría ningún daño, y de nuestros restos se formarían otras veinte Sociedades; por lo tanto, los que buscasen destruirnos con el objetivo de obstaculizar el progreso de las ideas espíritas, nada ganarían con eso; es preciso que sepan que las raíces del Espiritismo no están en nuestra Sociedad, sino en el mundo entero. Hay algo más poderoso que ellos, ejerciendo más influencia que todas las Sociedades: es la Doctrina, que va al corazón y a la razón de los que la comprenden y, sobre todo, de los que la practican.

«Señores, esos principios nos indican el verdadero carácter de nuestro Reglamento, que no tiene nada en común con los estatutos de una corporación; ningún contrato nos vincula unos a los otros; fuera de nuestras sesiones no tenemos otras obligaciones recíprocas sino las de portarnos como personas bien educadas. Aquellos que en esas reuniones no encuentren lo que esperaban, tienen toda la libertad para retirarse, y yo mismo no comprendería que ellos permaneciesen si no les conviniera lo que aquí se hace. No sería racional que viniesen a perder su tiempo.

«En toda reunión es necesario una regla para mantener el buen orden; por lo tanto, propiamente hablando, nuestro Reglamento no es más que el conjunto de reglas destinadas a establecer el orden en nuestras sesiones, a fin de mantener entre los asistentes las relaciones de urbanidad y de compostura que deben presidir todas las asambleas de personas con buenos modales –haciendo abstracción de las condiciones inherentes a la especialidad de nuestros trabajos–, porque no nos relacionamos solamente con los hombres, sino con los Espíritus que –como sabéis– no son todos buenos, y contra el embuste de los cuales es preciso ponerse en guardia. En este número hay algunos que son muy astutos, que por odio al bien pueden inclusive empujarnos hacia un camino peligroso; cabe a nosotros tener bastante prudencia y perspicacia para desbaratar sus planes, lo que nos obliga a tomar precauciones particulares.

«Recordad, Señores, la manera por la cual la Sociedad se formó. Yo recibía en mi casa a un pequeño grupo de personas; cuando el grupo creció, dijeron: Es necesario un local mayor. Para conseguirlo, teníamos que pagar, y por lo tanto fue preciso dividir los gastos. Dijeron también: Es necesario tener orden en las sesiones; no se puede admitir al primero que venga. Por lo tanto, es preciso un Reglamento: he aquí toda la historia de la Sociedad. Como veis, es muy simple. Nadie tuvo el pensamiento de fundar una institución, ni de ocuparse de otra cosa que no fuera los estudios, y yo mismo declaro, de una manera muy formal, que si un día la Sociedad fuese más allá de ese objetivo, yo no la acompañaría.

«Lo que yo hice, otros son maestros en hacerlo por su lado, ocupándose a voluntad según sus gustos, sus ideas, sus fines particulares; y esos diferentes grupos pueden perfectamente entenderse y vivir como buenos vecinos. A menos que usemos un lugar público como local de asamblea, ya que es materialmente imposible unir en un mismo lugar a todos los adeptos del Espiritismo, esos diferentes grupos deben ser fracciones de un gran todo, pero no sectas rivales; y el mismo grupo, que se ha vuelto muy numeroso, puede subdividirse como los enjambres de las abejas. Estos grupos ya existen en gran número y se multiplican todos los días; ahora bien, es precisamente contra esta multiplicidad que la mala voluntad de los enemigos del Espiritismo llegará a quebrarse, porque los obstáculos tendrían como efecto inevitable, por la propia fuerza de las cosas, la multiplicación de las reuniones particulares.

«Entretanto, convengamos que entre ciertos grupos hay una especie de rivalidad o, más bien, de antagonismo; ¿cuál es la causa de esto? ¡Ah, Dios mío! Esta causa se encuentra en la debilidad humana, en el espíritu de orgullo que quiere imponerse; se encuentra, sobre todo, en el conocimiento aún incompleto de los verdaderos principios del Espiritismo. Cada uno defiende a sus Espíritus, como en otros tiempos las ciudades de Grecia defendían a sus dioses que, dicho sea de paso, no eran otros sino Espíritus más o menos buenos. Esas disidencias sólo existen porque hay personas que quieren juzgar antes de haberlo visto todo, o que juzgan desde el punto de vista de su personalidad; las disidencias desaparecerán, como muchas ya han desaparecido, a medida que la ciencia se formule; porque, en definitiva, la verdad es una, y la misma saldrá del examen imparcial de las diferentes opiniones. A la espera de que la luz se haga en todos los puntos, ¿quién será el juez? La razón, dirán; pero cuando dos personas se contradicen, cada una invoca su razón; ¿qué razón superior decidirá entre esas dos razones?

«Sin detenernos en la forma más o menos imponente del lenguaje, forma que los Espíritus impostores y pseudosabios saben tomar muy bien para seducir por las apariencias, partimos del principio de que los Espíritus buenos no aconsejan sino el bien, la unión, la concordia; que su lenguaje es siempre simple, modesto, impregnado de benevolencia, exento de acrimonia, de arrogancia y de fatuidad; en una palabra, que todo en ellos respira la más pura caridad. Caridad: he aquí el verdadero criterio para juzgar a los Espíritus y para juzgarse a sí mismo. Aquel que, al sondear el fuero interno de su conciencia, encuentre un germen de rencor contra su prójimo, incluso un simple deseo de mal, puede decirse a sí mismo que, con toda seguridad, ha sido influido por un Espíritu malo, porque ha olvidado estas palabras del Cristo: Seréis perdonados como vosotros mismos hayáis perdonado. Por lo tanto, si hay rivalidad entre dos grupos espíritas, los Espíritus verdaderamente buenos no podrían estar del lado de aquel que profiriese anatemas contra el otro, porque nunca un hombre sensato podría creer que los celos, el rencor, la malevolencia, en una palabra, todo sentimiento contrario a la caridad, pueda emanar de una fuente pura. Entonces, buscad de qué lado hay más caridad, en la práctica y no en las palabras, y reconoceréis sin dificultad de qué lado están los mejores Espíritus y, por consecuencia, de cuáles tenemos más razón de esperar la verdad.

«Señores, estas consideraciones, lejos de apartarnos de nuestro tema, nos ubican en el verdadero terreno. El Reglamento, considerado desde este punto de vista, pierde completamente su carácter de contrato, para revestir aquel –mucho más modesto– de una simple regla disciplinaria.

«Todas las reuniones, sea cual fuere su objeto, deberán precaverse contra un escollo: el de los caracteres que desean la desavenencia, que parecen haber nacido para sembrar la perturbación y la cizaña por donde se encuentren; el desorden y la contradicción son su elemento. Las reuniones espíritas –más que las otras– tienen que ponerse en guardia contra aquellos, porque las mejores comunicaciones sólo se obtienen en la calma y en el recogimiento, que son incompatibles con su presencia y con los Espíritus simpáticos que ellos traen.

«En resumen, lo que debemos buscar es prevenirnos contra todas las causas de perturbación y de interrupción; mantener entre nosotros las buenas relaciones, de que los espíritas sinceros deben dar el ejemplo, más que otros; oponernos, por todos los medios posibles, a que la Sociedad se aleje de su objeto al abordar cuestiones que no son de su incumbencia, y que degenere en arena de controversias y de personalismo. Lo que también debemos buscar es la posibilidad de ejecución, simplificando lo máximo posible sus engranajes. Cuanto más complicados fueren estos mecanismos, mayores serán las causas de perturbación; la relajación se introducirá por la fuerza de las cosas, y de la relajación a la anarquía hay sólo un paso.»

Viernes 16 de marzo de 1860 (Sesión particular)
Debate y aprobación del Reglamento modificado.

Viernes 23 de marzo (Sesión particular)
Nombramiento de la Dirección y de la Comisión.

Estudios – Dos dictados espontáneos son obtenidos; el primero del Espíritu Charlet, por el Sr. Didier Hijo; el segundo por la Sra. de Boyer, de un Espíritu que dice que fue forzado a venir por ser acusado de haber querido romper la buena armonía y de fomentar la perturbación entre los hombres, suscitando la envidia y la rivalidad entre los que debían estar unidos; él cita algunos hechos de los cuales fue culpable. Dice que esta confesión espontánea hace parte de la punición que le es infligida.



Formación de la Tierra

Teoría de la incrustación planetaria

Nuestro erudito compañero, el Sr. Jobard, de Bruselas, nos escribió la siguiente carta con relación a nuestro artículo sobre Los preadamitas, publicado en la Revista del mes pasado: «Permitidme algunas reflexiones sobre la creación del mundo, con el objetivo de rehabilitar la Biblia a vuestros ojos y a los ojos de los librepensadores. Dios creó el mundo en seis días, 4000 años antes de la Era Cristiana: he aquí lo que los geólogos rechazan, en razón del estudio de los fósiles y de los millares de caracteres indiscutiblemente vetustos que hacen remontar el origen de la Tierra a miles de millones de años; sin embargo, las Escrituras han dicho la verdad y los geólogos también, y ha sido un simple campesino quien los ha puesto de acuerdo, enseñándonos que nuestra Tierra no es más que un planeta incrustado muy moderno, compuesto por materiales muy antiguos.

«Después de la retirada del planeta desconocido, llegado a la madurez o en armonía con aquel que existía en el lugar que ocupamos hoy, el alma de la Tierra recibió la orden de reunir a sus satélites para formar nuestro globo actual, según las reglas del progreso en todo y por todo. Sólo cuatro de esos astros aceptaron la asociación que les era propuesta; únicamente la Luna persistió en su autonomía, porque los globos también tienen su libre albedrío. Para proceder a esta fusión, el alma de la Tierra dirigió hacia los satélites un rayo magnético de atracción, que puso en estado cataléptico a todos los seres vegetales, animales y humanos que ellos trajeron a la comunidad. La operación solamente tuvo por testigos al alma de la Tierra y a los grandes mensajeros celestiales que la ayudaron en esa gran obra, abriendo los globos para reunir sus entrañas. Una vez hecha la soldadura, las aguas corrieron hacia los espacios vacíos dejados por la ausencia de la Luna, la cual tenía el derecho de esperar una mejor evaluación de sus intereses.

«Las atmósferas se confundieron y comenzó el despertar o la resurrección de los gérmenes que se encontraban en estado de catalepsia; el hombre fue el último a ser sacado de su estado de hipnotismo, y se vio rodeado por la frondosa vegetación del paraíso terrestre y por animales que pastaban en paz a su alrededor. Convengamos en que todo esto podría haberse hecho en seis días, con obreros tan poderosos a quienes Dios había encargado la tarea. El planeta Asia nos trajo la raza amarilla, la de civilización más antigua; el planeta África, la raza negra; el planeta Europa, la raza blanca, y el planeta América, la raza roja. Sin duda, la Luna hubiese traído la raza verde o azul.

«Así, ciertos animales, de los que solamente se encuentran restos, no habrían vivido nunca en nuestra Tierra actual, sino que habrían sido traídos de otros mundos desmembrados por la vejez. Los fósiles encontrados en climas bajo los cuales no podrían existir en este mundo, estaban sin duda en zonas diferentes en los globos en que nacieron. Tales restos se encuentran en nuestros polos, mientras que esos animales vivían en el ecuador de sus planetas de origen. Y después esas enormes masas, cuya posibilidad de existencia no podemos imaginar en el aire, vivían en el fondo de los mares, bajo la presión de un medio que facilitaba su locomoción. Los futuros desplazamientos de los mares nos traerán muchos otros restos y muchos otros gérmenes que se despertarán de su largo letargo para mostrarnos especies desconocidas de plantas, de animales y de autóctonos, contemporáneos del diluvio, y os quedaréis muy asombrados al descubrir nuevas islas en medio del vasto océano, pobladas de plantas y de animales que no pueden venir de ninguna parte, ni transportadas por los vientos ni por las olas.

«Nuestra Ciencia, que considera que la Biblia se equivoca, terminará por restituir a la misma su estima, como fue obligada a hacerlo con referencia a la rotación de la Tierra, ya que no es un error de la Biblia, sino de los que no la comprenden. He aquí la prueba:

«Josué detuvo el Sol al decir: ¡Sta, sol! Ahora bien, desde aquel tiempo el Sol está parado, porque en ninguna parte encontráis que él haya ordenado que se moviese nuevamente, y si la noche continúa sucediendo al día desde la derrota de los amalecitas, es preciso que la Tierra se mueva. Por consiguiente, no es Galileo y sí los inquisidores que merecen ser reprendidos por no haber tomado la Biblia al pie de la letra.

«También se negaba la existencia del unicornio bíblico, y acaban de matar a dos de ellos en las montañas del Tíbet. Se negó la aparición del espectro de Saúl, ¡y gracias Dios, vos estáis en condiciones de convencer a los negadores! Recordemos siempre esta advertencia de las Escrituras: Noli esse incredulus sicut equus et mulus, quibus non est intellectus.

«Saludos cordiales y respetuosos al autor de la Etnografía del mundo espírita.»

JOBARD

La teoría de la formación de la Tierra por la incrustación de varios cuerpos planetarios ya fue dada en diversas épocas por ciertos Espíritus, a través de médiums extraños entre sí. De ninguna manera somos adeptos de esta doctrina, que observamos que aún no ha sido lo suficientemente estudiada como para pronunciarnos sobre ella, pero reconocemos que merece un examen serio. Por lo tanto, las reflexiones que la misma nos sugiere no pasan de hipótesis, hasta que datos más positivos vengan a confirmarlas o a desmentirlas; a la espera de esto, es un jalón que puede abrir camino a un gran descubrimiento y que puede guiar en las investigaciones, y tal vez un día los científicos encuentren allí la solución de más de un problema.

Dirán ciertos críticos: ¿pero entonces no tenéis confianza en los Espíritus, puesto que dudáis de sus afirmaciones? ¿No pueden ellos, como inteligencias desprendidas de la materia, disipar todas las dudas de la Ciencia y derramar luces donde reina la oscuridad?

Esto es una cuestión muy seria, que se vincula a la propia base del Espiritismo, y que no podríamos resolver en este momento sin repetir lo que al respecto ya hemos dicho; por lo tanto, sólo diremos algunas palabras, a fin de justificar nuestras reservas. En primer lugar responderemos que uno se volvería sabio sin grandes dificultades, si únicamente se tratase de interrogar a los Espíritus para conocer todo lo que se ignora. Dios quiere que podamos adquirir la Ciencia a través del trabajo, y Él no encargó a los Espíritus para que nos traigan todo ya realizado, a fin de no estimular nuestra pereza. En segundo lugar la Humanidad, como los individuos, tienen su infancia, su adolescencia, su juventud y su edad viril. Los Espíritus, encargados por Dios para instruir a los hombres, deben por tanto proporcionarles enseñanzas para el desarrollo de la inteligencia; ellos no dirán todo a todos, esperando, antes de sembrar, que la tierra esté preparada para recibir la semilla, a fin de hacerla fructificar. He aquí por qué ciertas verdades que nos son enseñadas hoy, no fueron enseñadas a nuestros antepasados, que también interrogaban a los Espíritus; he aquí por qué las verdades, para las cuales no estamos aún maduros, sólo serán enseñadas a los que vengan después de nosotros. El error está en que uno cree que ha llegado a lo más alto de la escala, mientras que apenas se encuentra a mitad de camino.

Digamos, de paso, que los Espíritus tienen dos maneras de instruir a los hombres: pueden hacerlo comunicándose directamente –lo que ha sucedido en todos los tiempos, así como lo prueban todas las historias sagradas y profanas–, o encarnándose entre ellos para cumplir misiones de progreso; tales son esos hombres de bien y de genio que aparecen de tiempo en tiempo como antorchas para la Humanidad, haciéndola adelantar algunos pasos. Ved lo que ocurre cuando esos mismos hombres vienen antes del tiempo propicio para las ideas que deben propagar: son menospreciados cuando encarnados, pero sus enseñanzas no quedan perdidas; como un precioso grano puesto de reserva –depositado en los archivos del mundo–, un bello día sale del polvo, en el momento en que puede dar sus frutos.

Por lo tanto comprendemos que, si no ha llegado el tiempo requerido para propagar ciertas ideas, será en vano que se interrogue
a los Espíritus; ellos solamente pueden decir lo que les está permitido. Pero también hay otra razón, que comprenden perfectamente todos los que tienen alguna experiencia del mundo espírita.

No basta ser Espíritu para poseer la Ciencia universal, pues de lo contrario la muerte nos volvería casi iguales a Dios. Además, el simple buen sentido se niega a admitir que el Espíritu de un salvaje, de un ignorante o de un malvado, por el solo hecho de desprenderse de la materia, alcance el nivel del sabio o del hombre de bien; esto no sería racional. Hay Espíritus adelantados, por lo tanto, y otros más o menos atrasados que deben superar más de una etapa y pasar por numerosos tamices antes de despojarase de todas sus imperfecciones. De esto resulta que en el mundo de los Espíritus son encontradas todas las variedades morales e intelectuales que existen entre los hombres, y muchas otras más; ahora bien, la experiencia prueba que se comunican tanto los malos como los buenos. Aquellos que son francamente malos son fácilmente reconocibles; pero también hay los que son falsos eruditos, pseudosabios, presuntuosos, sistemáticos e inclusive hipócritas; éstos son los más peligrosos, porque adoptan una apariencia de gravedad, de sabiduría y de ciencia, mediante la cual frecuentemente dicen, en medio de algunas verdades y de buenas máximas, las cosas más absurdas. Y para engañar mejor, no temen en ostentar los más respetables nombres. Discernir lo verdadero de lo falso, descubrir la superchería escondida en la exhibición de palabras profusas, desenmascarar a los impostores, he aquí indiscutiblemente una de las mayores dificultades de la ciencia espírita. Para superar eso es preciso tener una amplia experiencia, conocer todas las astucias de que son capaces los Espíritus de orden inferior, tener mucha prudencia, ver las cosas con la más imperturbable sangre fría y, sobre todo, ponerse en guardia contra el entusiasmo que ciega. Con hábito y un poco de tacto se llega fácilmente a reconocer sus verdaderas intenciones, incluso bajo el énfasis del más pretensioso lenguaje. Pero infeliz del médium que se cree infalible y que se hace ilusiones con las comunicaciones que recibe: el Espíritu que lo domina puede fascinarlo hasta el punto de hacerlo hallar sublime lo que a menudo es simplemente absurdo y que salta a los ojos de todos, menos de él mismo.

Volvamos a nuestro asunto. La teoría de la formación de la Tierra por incrustación no es la única que fue dada por los Espíritus. ¿En cuál creer? Esto nos prueba que fuera de la moral, que no puede tener dos interpretaciones, no se deben aceptar las teorías científicas de los Espíritus sino con la mayor reserva, porque –una vez más lo repetimos– ellos no están encargados de traernos la Ciencia totalmente resuelta; lejos están de saberlo todo, especialmente en lo que concierne al principio de las cosas; en fin, es necesario desconfiar de las ideas sistemáticas que algunos de ellos buscan hacer prevalecer y a las cuales, inclusive, no tienen ningún escrúpulo en darles un origen divino. Si examinamos esas comunicaciones con sangre fría, especialmente sin prevención; si evaluamos maduramente todas las palabras, descubriremos fácilmente los rastros de un origen sospechoso, incompatible con el carácter del Espíritu que se supone que habla. Algunas veces son herejías científicas tan patentes, que sería necesario ser ciego o muy ignorante para no percibirlas; ahora bien, ¿cómo suponer que un Espíritu superior pueda cometer semejantes absurdos? Otras veces son expresiones triviales, formas ridículas, pueriles y otras mil señales que delatan la inferioridad para el que no esté fascinado. ¿Qué hombre de buen sentido podría creer que una doctrina que contradiga a los datos más positivos de la Ciencia pueda emanar de un Espíritu sabio, aun cuando llevase el nombre de Arago? ¿Cómo creer en la bondad de un Espíritu que diera consejos contrarios a la caridad y a la benevolencia, aunque fuesen firmados por un apóstol de la beneficencia? Decimos más: hay una profanación en mezclar nombres venerables con comunicaciones que llevan trazos evidentes de inferioridad. Cuanto más elevados sean los nombres, más circunspección es preciso para acogerlos, y más se debe temer en ser el juguete de una mistificación. En resumen, el gran criterio de la enseñanza dada por los Espíritus, es la lógica. Dios nos ha dado el discernimiento y la razón para servirnos de los mismos; los Espíritus buenos nos lo recomiendan, y con esto nos dan una prueba de su superioridad; los otros se abstienen de eso: quieren que creamos en ellos a ciegas, porque saben muy bien que con un examen serio llevan todas las de perder.

Por lo tanto, tenemos –como se ve– muchos motivos para no aceptar a la ligera todas las teorías dadas por los Espíritus. Cuando surge una, nos limitamos al papel de observador; hacemos abstracción de su origen espiritual, sin dejarnos deslumbrar por la ostentación de nombres pomposos; la examinamos como si emanase de un simple mortal y vemos si es racional, si explica todo y si resuelve todas las dificultades. Fue así que procedimos con la doctrina de la reencarnación, que –a pesar de provenir de los Espíritus– no adoptamos sino después de haber reconocido que sólo ella, y únicamente ella podía resolver lo que ninguna filosofía había aún resuelto, y esto con abstracción hecha de las pruebas materiales que a cada día son dadas al respecto, a nosotros y a muchos otros. Por lo tanto, los contradictores nos importan poco, aunque estos mismos sean Espíritus; desde el momento en que ella sea lógica, conforme a la justicia de Dios; desde que ellos no puedan sustituirla por algo más satisfactorio, nosotros no nos inquietamos más con éstos que con aquellos que afirman que la Tierra no gira alrededor
del Sol –porque hay Espíritus que dicen esto y que se creen sabios– o que pretenden que el hombre vino completamente formado de otro mundo, transportado en el lomo de un elefante alado.

Tampoco concordamos –muy lejos de esto– con ese punto de vista de la formación, ni, sobre todo, con esa visión del poblamiento de la Tierra; por eso es que hemos dicho al comienzo que, para nosotros, la cuestión no estaba lo suficientemente dilucidada. Encarada desde el punto de vista puramente científico, decimos solamente que, a la primera ojeada, la teoría de la incrustación no nos parecía desprovista de fundamento y, sin pronunciarnos en pro o en contra, decimos que en ella encontramos motivo de examen. En efecto, si estudiamos los caracteres fisiológicos de las diferentes razas humanas, no es posible atribuirles un tronco común, porque la raza negra no es, de ninguna manera, una alteración de la raza blanca. Ahora bien, siguiendo la letra del texto bíblico, que hace proceder a todos los hombres de la familia de Noé, 2400 años antes de la Era Cristiana, sería necesario no sólo admitir que en algunos siglos esta única familia hubiera poblado Asia, Europa y África, sino que se hubiese transformado en negros. Sabemos muy bien la influencia que el clima y los hábitos pueden ejercer en el organismo; el ardor del sol tuesta la epidermis y broncea la piel, pero en ninguna parte se ha visto, incluso bajo el más intenso calor tropical, que familias blancas procreasen negros sin cruce de razas. Para nosotros, por lo tanto, es evidente que las razas primitivas de la Tierra provienen de troncos diferentes. ¿Cuál es el principio? He aquí la cuestión y, hasta tener ciertas pruebas, sólo es permitido hacer conjeturas al respecto; a los científicos, pues, compete ver las que mejor concuerdan con los hechos constatados por la Ciencia.

Sin examinar cómo pudo hacerse la agregación y la soldadura de varios cuerpos planetarios para formar nuestro globo actual, debemos reconocer que la cuestión no sería imposible, y desde ese momento se explicaría la presencia simultánea de razas heterogéneas tan diferentes en costumbres y en lenguas, de que cada globo habría traído los gérmenes o los embriones, y tal vez los individuos completamente formados. ¿Quién sabe? En esta hipótesis, la raza blanca provendría de un mundo más avanzado que el que habría traído la raza negra. En todo caso, la agregación no podría operarse sin un cataclismo general, lo que sólo habría permitido la subsistencia de algunos individuos. De ese modo, según esta teoría, nuestro globo sería a la vez muy antiguo por las partes que lo constituirían, y muy nuevo por su aglomeración. Como se ve, este sistema no contradice en nada los períodos geológicos que, así, remontarían a una época indeterminada y anterior a la agregación. Sea como fuere, y a pesar de lo que diga al respecto el Sr. Jobard, si las cosas han sucedido de esa manera, parece difícil que tal acontecimiento se haya realizado y, sobre todo, que el equilibrio de semejante caos se haya podido establecer en seis días de 24 horas. Los movimientos de la materia inerte están sometidos a leyes eternas, que no pueden ser derogadas sino por milagros.

Nos queda por explicar qué se debe entender por el alma de la Tierra, porque no puede entrar en la cabeza de nadie atribuir una voluntad a la materia. Los Espíritus siempre nos han dicho que algunos de entre ellos tienen atribuciones especiales; como agentes y ministros de Dios, ellos dirigen –según el grado de su elevación– los hechos de orden físico, así como los de orden moral. Del mismo modo que algunos velan por los individuos, de los cuales se erigen en protectores o genios familiares, otros toman bajo su protección conjuntos de personas, grupos, ciudades, pueblos e incluso mundos. Por alma de la Tierra, pues, se debe entender al Espíritu llamado en su misión a dirigirla y a hacerla progresar, teniendo bajo sus órdenes a innumerables legiones de Espíritus encargados de velar por el cumplimiento de sus designios. El Espíritu director de un mundo debe ser necesariamente de un orden muy superior, y tanto más elevado cuanto más adelantado sea aquel mundo.

Si insistimos en varios puntos que podrían parecer extraños a nuestro asunto, ha sido precisamente por tratarse de una cuestión científica eminentemente controvertida. Lo importante es que quede bien constatado, para aquellos que juzgan las cosas sin conocerlas, que el Espiritismo está lejos de tomar como artículo de fe todo lo que viene del mundo invisible; así, Él no se apoya –como ellos pretenden– en una creencia ciega, sino en la razón. Si ni todos los adeptos proceden con la misma circunspección, no es por culpa de la ciencia espírita, sino de los que no se toman el trabajo de profundizarla; ahora bien, no sería lógico juzgar a esta ciencia por la exageración de algunos, como no sería lógico condenar a la religión por la opinión de algunos fanáticos.



Cartas del Dr. Morhéry sobre la Srta. Désirée Godu

Hemos hablado de la notable facultad de la Srta. Désirée Godu, como médium curativa, y podríamos haber citado los atestados auténticos que tenemos bajo nuestros ojos; pero he aquí un testimonio cuyo alto alcance nadie discutirá; no es uno de esos certificados que a menudo se entrega un poco a la ligera, sino el resultado de observaciones serias de un hombre erudito, eminentemente competente para apreciar las cosas desde el doble punto de vista de la Ciencia y del Espiritismo. El Dr. Morhéry nos envía las dos cartas siguientes, cuya reproducción ciertamente nuestros lectores han de apreciar. «Plessis-Boudet, cerca de Loudéac (Côtes-du-Nord).

«Señor Allan Kardec:

«Aunque yo esté lleno de ocupaciones en este momento, creo un deber, como miembro corresponsal de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, informaros de un acontecimiento inesperado para mí y que sin duda interesa a todos nuestros compañeros.

«En los últimos números de vuestra Revista habéis hablado con elogio de la Srta. Désirée Godu, de Hennebont. Habéis dicho que después de haber sido médium vidente, auditiva y psicógrafa, esta señorita se había vuelto, desde hace algunos años, médium curativa. Fue en esta última calidad que ella se dirigió a mí y que pidió mi ayuda como doctor en Medicina, para probar la eficacia de su medicación, que pienso que podríamos llamar espirítica. Al principio pensé que las amenazas que le hacían y los obstáculos que le ponían a su práctica médica, sin diploma, era la única causa de su solicitud; pero ella me dijo que el Espíritu que la dirige hace seis años le había aconsejado esa solicitación como siendo necesaria, desde el punto de vista de la Doctrina Espírita. Sea como fuere, me creí en el deber –y en interés de la Humanidad– de aceptar su generosa proposición, pero yo dudaba que ella la hiciera. Sin conocerla, ni haberla visto nunca, yo había sabido que esta piadosa joven no había querido separarse de su familia sino en una circunstancia excepcional y para cumplir una misión no menos importante a la edad de 17 años. Por lo tanto, me quedé agradablemente sorprendido al verla llegar a mi casa, traída por su madre, que al día siguiente dejó con profunda tristeza; pero esta tristeza tenía el temple del coraje de su resignación. Hace diez días la Srta. Godu está en el seno de mi familia, lo que es una alegría, a pesar de su enervante ocupación.

«Desde su llegada, ya constaté 75 casos observados de diversas enfermedades, para la mayoría de las cuales los recursos de la Medicina habían fallado. Tenemos casos de amaurosis, de oftalmias graves, de parálisis antiguas y rebeldes a todo tratamiento, de escrófula, de herpes, de cataratas y de cánceres muy avanzados; todos los casos son catalogados, la naturaleza de la enfermedad es constatada por mí, los apósitos son mencionados y todo es clasificado como en una sala clínica destinada a observaciones.

«Aún no hay tiempo suficiente para que pueda pronunciarme de una manera perentoria acerca de las curas obtenidas por la medicación de la Srta. Godu; pero, desde hoy, puedo manifestar mi sorpresa sobre los resultados revulsivos que ella obtiene a través de la aplicación de sus ungüentos, cuyos efectos varían al infinito, por una causa que yo no sabría explicar con las reglas comunes de la Ciencia. También vi con satisfacción que ella cortaba las fiebres sin ninguna preparación de quinina o de sus extractos, por intermedio de simples infusiones de flores o de hojas de diversas plantas.

«Sobre todo acompaño con vivo interés el tratamiento de un cáncer avanzado. Este cáncer, que fue constatado y tratado sin éxito –como siempre– por varios colegas míos, es objeto de la mayor preocupación por parte de la Srta. Godu. No es una ni dos veces que ella lo trata, sino a toda hora. Deseo realmente que sus esfuerzos sean coronados con éxito y que ella cure a ese indigente, al cual trata con un cuidado digno de elogio. Si lo consigue con éste, naturalmente se puede esperar que ella lo conseguirá con otros y, en este caso, prestará un inmenso servicio a la Humanidad al curar esta horrible y atroz enfermedad.

«Sé que algunos colegas irónicos podrán reírse de la esperanza que me alienta; ¡pero qué me importa, desde que esta esperanza se realice! Ya me hacen reproches por ayudar así a una persona cuya intención nadie discute, pero cuya aptitud para curar es negada por la mayoría, porque esta aptitud no le fue dada por la Facultad.

«A esto responderé: no fue la Facultad que descubrió la vacuna, sino simples pastores; no fue la Facultad que descubrió la corteza peruviana, sino los indígenas del Perú. La Facultad constata los hechos; los agrupa y los clasifica para formar con los mismos la preciosa base de la enseñanza, pero no los produce exclusivamente. Algunos tontos (e infelizmente los hay muchos por aquí, como en todas partes) se creen espirituosos al llamar de hechicera a la Srta. Godu. Evidentemente es una hechicera amable y muy útil, porque no inspira ningún temor de hechicería, ni deseo alguno de mandarla a la hoguera.

«A otros, que alegan que ella es un instrumento del demonio, responderé bien francamente: si el demonio viene a la Tierra para curar a los incurables, a los abandonados y a los indigentes, es preciso sacar en conclusión que finalmente él se convirtió y tiene derecho a nuestros agradecimientos; ahora bien, dudo bastante que entre los que así hablan no hayan muchos que prefieran ser curados por las manos de ella, que morirse en las manos de un médico. Por lo tanto, recibamos el bien de donde venga y, sin tener pruebas auténticas, que su mérito no le sea atribuido al diablo. Es más moral y más racional atribuir el bien a Dios y darle gracias por esto; al respecto, pienso que mi opinión será compartida por vos y por todos mis compañeros.

«Además, que eso se vuelva una realidad o no, siempre redundará de ello algo para la Ciencia. No soy un hombre que deje en el olvido a ciertos medios empleados, que hoy descuidamos mucho. Dicen que la Medicina ha hecho inmensos progresos; sí, para la Ciencia, sin duda, pero no tanto en el arte de curar. Hemos aprendido bastante, pero también hemos olvidado mucho; el Espíritu humano es como el océano: no puede abarcar todo; cuando invade una playa, deja otra libre. Volveré al asunto y os dejaré al corriente de esta curiosa experimentación. Doy a la misma una gran importancia; si tiene éxito, será una brillante manifestación contra la cual será imposible luchar, porque nada detiene a los que sufren y a los que quieren curarse. Estoy decidido a arrostrar todo por ese objetivo, incluso el ridículo que tanto se teme en Francia.

«Aprovecho la ocasión para enviaros mi tesis inaugural. Si consentís en tomaros el trabajo de leerla, comprenderéis fácilmente cuán dispuesto yo estaba en admitir el Espiritismo. Esa tesis fue defendida cuando la Medicina había caído en el más profundo Materialismo. Era una protesta contra esa corriente que nos arrastró a la Medicina orgánica y a la Farmacología mineral, de las cuales se hizo tanto abuso. ¡Cuánta salud arruinada por el uso de esas sustancias minerales que, en caso de fracasar, aumentan el mal y, en caso de tener éxito, dejan muy a menudo secuelas en nuestro organismo!

«Atentamente,

MORHÉRY.»
«20 de marzo de 1860.

«Señor:

«En mi última carta os anuncié que la Srta. Désirée Godu, conforme su solicitación, había venido a ejercer su facultad curativa ante mis ojos; hoy vengo a daros algunas noticias.

«Desde el 25 de febrero comencé mis observaciones sobre un gran número de enfermos, casi todos indigentes, que estaban en la imposibilidad de tratarse convenientemente. Algunos tienen enfermedades poco importantes; pero la mayoría es acometida por afecciones que resistieron a los medios curativos comunes. Catalogué, desde el 25 de febrero, 152 casos de enfermedades muy variadas. Infelizmente en nuestra región, los enfermos indigentes –sobre todo éstos– siguen sus caprichos y no tienen paciencia para resignarse a un tratamiento continuo y metódico; tan pronto como sienten una mejoría, creen que están curados y no hacen nada más; es un hecho que a menudo constaté en mi clientela y que necesariamente debía volver a presentarse con la Srta. Godu.

«Como ya os dije, no quiero prejuzgar ni afirmar nada, con excepción de los resultados comprobados por la experiencia; más tarde, haré un examen detenido de mis observaciones y constataré las más notables; pero, desde hoy, puedo expresaros mi admiración por ciertas curas obtenidas fuera de nuestros medios comunes.

«Vi curar sin quinina tres fiebres intermitentes rebeldes, de las cuales una había resistido a todos los medios que yo había empleado.

«La Srta. Godu curó igualmente tres panadizos y dos inflamaciones subaponeuróticas de la mano, en muy pocos días; me quedé realmente sorprendido.

«También puedo constatar la cura –aún no radical, pero bien avanzada– de uno de nuestros más inteligentes labradores, Pierre Le Boudec, de Saint-Hervé, sordo hace 18 años; él se quedó tan maravillado como yo, cuando, después de tres días de tratamiento, pudo oír el canto de los pájaros y la voz de sus hijos. Lo vi esta mañana, y todo hace esperar una cura radical dentro de poco.

«Entre nuestros enfermos, el que más atrae mi atención en este momento es un señor llamado Bigot, agricultor en Saint-Caradec, acometido hace dos años y medio de un cáncer en el labio inferior. Ese cáncer llegó al último grado; el labio inferior está parcialmente destruido; las encías, las glándulas sublinguales y submaxilares son cancerosas; el propio hueso maxilar inferior está afectado por la enfermedad. Cuando se presentó en mi casa su estado era desesperante; sus dolores eran atroces; no dormía hacía seis meses; cualquier operación era impracticable, ya que el mal estaba muy avanzado; la cura me parecía imposible, y se lo declaré con toda franqueza a la Srta. Godu, a fin de que estuviese precavida contra un fracaso inevitable. Mi opinión no cambió con relación al pronóstico; no puedo creer en la cura de un cáncer tan avanzado; sin embargo debo declarar que, desde el primer apósito, el enfermo ha sentido un alivio y que, desde aquel día 25 de febrero, duerme bien y puede alimentarse; le ha vuelto la confianza; la herida cambió de aspecto de una manera visible, y si esto continúa –a pesar de mi opinión tan formal–, seré obligado a esperar una cura. Si la misma se realiza, será el mayor fenómeno curativo que se pueda constatar; es preciso esperar y tener paciencia con el enfermo. La Srta. Godu tiene con él un cuidado muy especial; a veces trata sus heridas a cada media hora; este indigente es su favorito.

«Por lo demás, no tengo nada que decir. Yo podría informaros sobre las murmuraciones, los chismes y las alusiones a la hechicería; pero como esas tonterías son inherentes a la Humanidad, de ninguna manera me preocupo con tratarlas.

«Atentamente,

MORHÉRY.»

Nota – Como se ha podido constatar por las dos cartas anteriores, el Sr. Morhéry no se deja llevar, de modo alguno, por el entusiasmo; él observa las cosas fríamente, como hombre esclarecido que no se permite ilusiones; procede con toda buena fe y, dejando a un lado el amor propio del médico, no teme en confesar que la Naturaleza puede prescindir de él, inspirándole a una muchacha sin instrucción los medios de curar que él no encontró en las enseñanzas de la Facultad ni en su propio cerebro, y no por esto se cree humillado. Sus conocimientos acerca del Espiritismo le muestran que ese asunto es posible, sin que para ello haya una derogación de las leyes de la Naturaleza; él la comprende, puesto que esa notable facultad es para él un simple fenómeno, más desarrollado en la Srta. Godu que en otros. Se puede decir que esta joven es para el arte de curar lo que Juana de Arco era para el arte militar. El Dr. Morhéry, esclarecido sobre estos dos puntos esenciales: el Espiritismo como fuente, y la Medicina común como control, al dejar a un lado el amor propio y todo sentimiento personal, se encuentra en la mejor posición para juzgar de manera imparcial, y felicitamos a la Srta. Godu por la resolución que ha tomado en solicitar su ayuda. Nuestros lectores apreciarán, sin duda, el hecho de ponerlos al corriente sobre las observaciones que al respecto se hagan ulteriormente.



Variedades

El fabricante de San Petersburgo

El siguiente hecho de manifestación espontánea fue transmitido a nuestro compañero, el Sr. Krafzoff, de San Petersburgo, por su compatriota, el barón Gabriel Tscherkassoff, que vive en Cannes (Var) y que garantiza su autenticidad. Además, parece que el hecho es muy conocido y tuvo mucha repercusión en la época en que se produjo.

«A principios de este siglo había en San Petersburgo un rico artesano que daba empleo a un gran número de obreros en sus talleres; su nombre se me ha ido de la memoria, pero creo que era inglés. Hombre probo, humano y serio, no solamente cuidaba de la buena ejecución de su trabajo, sino también –y mucho más– del bienestar físico y moral de sus obreros que, por consecuencia, ofrecían el ejemplo de buena conducta y de una concordia casi fraternal. Según una costumbre observada en Rusia hasta nuestros días, el patrón pagaba los gastos con vivienda y alimentación, mientras que los obreros ocupaban los pisos superiores y el desván de la misma casa que él. Una mañana, al despertar, varios obreros no encontraron sus uniformes, que habían dejado a su lado al acostarse. No se podía pensar en un robo; inútilmente hicieron indagaciones, y tuvieron la sospecha de que los más maliciosos habían jugado una mala pasada a sus camaradas; en fin, gracias a diversas búsquedas, se encontraron todos los objetos desaparecidos en el desván, en las chimeneas y hasta en los tejados. El patrón dio una advertencia general, ya que nadie se confesaba culpable; al contrario, cada uno alegaba su propia inocencia.

«Transcurrido algún tiempo, la misma situación se repitió; nuevas advertencias, nuevos alegatos. Poco a poco esto comenzó a repetirse todas las noches y el patrón se inquietó bastante, porque además de su trabajo estar siendo muy perjudicado, se veía amenazado por la salida de todos los obreros, que tenían miedo de permanecer en una casa donde sucedían –decían ellos– cosas sobrenaturales. Por consejo del patrón, fue organizada una vigilancia nocturna, compuesta por los propios obreros, para sorprender al culpable; pero no lograron nada; por el contrario, la situación iba empeorando. Los obreros, para llegar a sus cuartos, tenían que subir escaleras que no estaban iluminadas; ahora bien, ocurrió que varios de ellos recibieron golpes y bofetadas; pero cuando buscaban defenderse, sólo golpeaban en el espacio, mientras que la fuerza de los golpes les hacía suponer que se trataba de un ser sólido. Esta vez el patrón les aconsejó que se dividieran en dos grupos: uno debería permanecer en lo alto de la escalera, y el otro abajo; de esta manera, el bromista de mal gusto no podría escapar y recibiría la corrigenda que merecía. Pero la previsión del patrón falló nuevamente: los dos grupos fueron bastante golpeados, y cada uno acusaba al otro. Las recriminaciones se volvieron crueles y la desavenencia entre los obreros había llegado al colmo; el pobre patrón ya pensaba en cerrar los talleres o en mudarse.

«Una noche, él estaba sentado, triste y pensativo, rodeado por su familia; todos se encontraban desalentados, cuando de repente se oyó un gran ruido en la habitación que estaba al lado, que le servía de cuarto de trabajo. Se levantó rápidamente y fue a verificar la causa de ese ruido. Al abrir la puerta, la primera cosa que vio fue su escritorio abierto y el candelabro encendido; ahora bien, hacía pocos instantes que había cerrado el escritorio y que había apagado el candelabro. Al aproximarse, distinguió sobre el escritorio un tintero de vidrio y una pluma que no le pertenecía, y una hoja de papel sobre la cual estaban escritas las siguientes palabras, que no habían tenido tiempo de secarse: «Haz demoler la pared en tal lugar (era arriba de la escalera); allí encontrarás huesos humanos que harás sepultar en el cementerio». El patrón tomó el papel y corrió para informar a la policía.

«Entonces, al día siguiente se pusieron a buscar de dónde provenían el tintero y la pluma. Al habérselos mostrado a los moradores de la misma casa, llegaron hasta un verdulero, que también era vendedor de mercancías ultramarinas y que tenía su negocio en la planta baja, el cual reconoció esos objetos como siendo suyos. Interrogado sobre la persona a la que se los había vendido, él respondió: «Ayer a la noche, habiendo ya cerrado la puerta de mi negocio, escuché un pequeño golpe en la ventanilla; abrí, y un hombre cuyas facciones no fue posible que yo distinguiera, me dijo: Te pido que me des un tintero y una pluma, que te los pagaré. Al darle estos dos objetos, me tiró una moneda grande de cobre, que escuché caer en el piso, pero que no pude encontrar.

«Demolieron la pared en el lugar indicado y allí encontraron huesos humanos, que fueron enterrados, volviendo todo a lo normal. Nunca se pudo saber a quién pertenecían esos huesos.»

Hechos de esta naturaleza deben haberse producido en todas las épocas, y se ve que de ninguna manera son provocados por los conocimientos espíritas. Se comprende que, en los siglos pasados, o entre los pueblos ignorantes, hayan podido dar lugar a todo tipo de suposiciones supersticiosas.


Aparición tangible

El 14 de enero último, el señor Lecomte, agricultor en la comuna de Brix, distrito de Valognes, fue visitado por un individuo que decía ser uno de sus antiguos camaradas, con el cual había trabajado en el puerto de Cherburgo y cuya muerte remonta a dos años y medio. Esa aparición tenía como objetivo pedirle a Lecomte que mandase realizar una misa. El día 15, la aparición volvió a producirse. Lecomte, menos asustado, reconoció efectivamente a su antiguo camarada, pero, aún confuso, no supo qué responder; lo mismo sucedió el 17 y el 18 de enero. No fue sino el día 19 que Lecomte le dijo: Ya que deseas una misa, ¿dónde quieres que sea realizada? ¿Y comparecerás a la misma? El Espíritu respondió lo siguiente: –Deseo que la misa sea realizada en la capilla de Saint-Sauveur (San Salvador), dentro de ocho días, y estaré allí. Y agregó: –Hace mucho tiempo que yo no te veía, y para venir a encontrarte era lejos. Dicho esto, lo dejó, dándole un apretón de manos.

El señor Lecomte cumplió su promesa; el 27 de enero, la misa fue realizada en Saint-Sauveur, y él vio a su antiguo camarada arrodillado en las gradas del altar, cerca del sacerdote oficiante; nadie más que Lecomte lo había percibido, aunque hubiese preguntado al sacerdote y a los asistentes si no lo habían visto.

Desde aquel día, el señor Lecomte no fue más visitado por la aparición, y él retomó su tranquilidad habitual.


Nota
– Según este relato, cuya autenticidad es garantizada por una persona digna de fe, no se trata de una simple visión, sino de una aparición tangible, ya que el difunto –amigo del señor Lecomte– le había dado un apretón de manos. Los incrédulos dirán que eso fue una alucinación; pero, hasta el presente, aún esperamos de parte de éstos una explicación clara, lógica y verdaderamente científica de los extraños fenómenos que ellos designan con ese nombre, porque sencillamente negarlos no nos parece la mejor solución.




Dictados espontáneos

El Ángel de los niños
(Sociedad; médium: Sra. de Boyer)

Mi nombre es Micaela; soy uno de los Espíritus designados para la guarda de los niños. ¡Qué dulce misión y qué felicidad que esto proporciona al alma! Decís para la guarda de los niños; pero ¿ellos no tienen sus madres, buenos ángeles designados para esta guarda? ¿Y por qué aún es necesario un Espíritu para ocuparse de los mismos? ¿Pero no pensáis en los que no tienen más esa buena madre? ¡Infelizmente los hay, y muchos! Y la propia madre, ¿no necesitará ayuda algunas veces? ¿Quién la despierta en medio de su primer sueño? ¿Quién le hace presentir el peligro? ¿Quién le intuye el alivio cuando el mal es grave? Nosotros, siempre nosotros; somos nosotros los que desviamos al niño de la ribera hacia donde corre distraído; que apartamos de él a los animales nocivos y que alejamos el fuego que podría alcanzar sus cabellos rubios. ¡Cuán suave es nuestra misión! Somos también nosotros que le inspiramos la compasión por el pobre, la dulzura, la bondad; ninguno de ellos, ni los más malvados, podrían enfadarnos; hay siempre un instante en que su pequeño corazón se abre a nosotros. Entre vosotros, más de uno ha de admirarse de esta misión; ¿pero no decís frecuentemente que hay un Dios para los niños, sobre todo para los niños pobres? No, no hay un Dios, sino ángeles, amigos. Y, de otro modo, ¿cómo podríais explicar esos salvamentos milagrosos? Existen igualmente muchos otros poderes, de cuya existencia ni mismo sospecháis; existe el Espíritu de las flores, el de los perfumes; hay miles de Espíritus, cuyas misiones más o menos elevadas os parecerían deliciosas y envidiables, después de vuestra dura vida de pruebas; yo los invitaré a venir a vuestro medio. En este momento soy recompensada por haber tenido una vida totalmente consagrada a los niños. Me casé joven con un hombre que tenía varios hijos, y no tuve la felicidad de tenerlos a través de mí misma. Completamente dedicada a ellos, Dios, el soberano y buen Señor, me concedió ser aún guardián de los niños. Lo repito: ¡qué dulce y santa misión! Y las madres aquí presentes no podrían negar cuán poderosa es esta misión. Adiós, voy a la cabecera de mis pequeños protegidos; la hora del sueño es mi hora, y es preciso que yo visite a todos esos lindos ojitos cerrados. Sabed que el buen ángel que vela por ellos no es una alegoría, sino una gran verdad.

Consejos
(Sociedad, 25 de noviembre de 1859; médium: Sr. Roze)

En otros tiempos os hubieran crucificado, quemado, torturado; el patíbulo fue derribado; la hoguera fue extinguida; los instrumentos de tortura fueron quebrados; la terrible arma del ridículo, tan poderosa contra la mentira, se debilitará ante la verdad; sus más temibles enemigos fueron encerrados en un círculo infranqueable. En efecto, negar la realidad de nuestras manifestaciones sería negar la revelación, que es la base de todas las religiones. Atribuir las manifestaciones al demonio, pretender que el Espíritu del mal venga a confirmaros y a desarrollaros el Evangelio, exhortándoos al bien, a la práctica de todas las virtudes, es sencillamente –y felizmente– probar que aquél no existe. Todo reino dividido contra sí mismo perecerá. Restan los Espíritus malos. Nunca un árbol bueno producirá frutos malos; jamás un árbol malo producirá frutos buenos. Por lo tanto, nada mejor que responderles lo que el Cristo respondía a sus perseguidores, cuando éstos formulaban contra Él las mismas acusaciones; y como Él, rogar a Dios que los perdone, porque ellos no saben lo que hacen.

El Espíritu de Verdad


(Otro Consejo, dictado a través del Sr. Roze y leído en la Sociedad)

Francia lleva el estandarte del progreso y debe guiar a las otras naciones: los acontecimientos pasados y contemporáneos así lo prueban. Habéis sido elegidos para seros el espejo que debe recibir y reflejar la Luz Divina, que debe iluminar la Tierra, hasta entonces sumergida en las tinieblas de la ignorancia y de la mentira. Pero si vosotros no estuviereis animados por el amor al prójimo y por un desinterés sin límites; si el deseo de conocer y de propagar la verdad, cuyos caminos debéis abrir a la posteridad, no fuere el único móvil que guíe vuestros trabajos; si el más leve pensamiento de orgullo, de egoísmo y de interés material encuentra un lugar en vuestros corazones, nosotros no nos serviremos de vosotros sino como el artesano que emplea temporalmente una herramienta defectuosa; vendremos hasta que hayamos encontrado o creado un centro más rico que vosotros en virtudes, más simpático a la falange de Espíritus que Dios ha enviado para revelar la verdad a los hombres de BUENA voluntad. Pensad seriamente en esto; examinad vuestros corazones, sondead sus recovecos más ocultos y expulsad con energía las malas pasiones que os alejan de nosotros, o si no retiraos antes que comprometáis los trabajos de vuestros hermanos con vuestra presencia, o con la de los Espíritus que traeríais con vosotros.

El Espíritu de Verdad

La ostentación
(Sociedad, 16 de diciembre de 1859; médium: Srta. Huet)

En una bella tarde de primavera, un hombre rico y generoso estaba sentado en su sala; con felicidad respiraba el perfume de las flores de su jardín. Enumeraba con complacencia todas las buenas obras que él había practicado durante el año. Al acordarse de esto, no pudo dejar de lanzar una mirada casi despreciativa hacia la casa de uno de sus vecinos, el cual no había podido dar sino una módica moneda para la construcción de la iglesia parroquial. Por mi parte –dijo él– he dado más de mil escudos para esa obra pía; arrojé con desdén un billete de 500 francos en la bolsa que me tendía aquella joven duquesa en favor de los pobres; he dado mucho para las fiestas de beneficencia, para toda especie de rifas, y creo que Dios me será grato por tanto bien que he realizado. ¡Ah! Me olvidaba de un pequeño óbolo que di recientemente a una infeliz viuda, responsable por una numerosa familia y que incluso cría a un huérfano; pero lo que le dí es tan poca cosa, que ciertamente el cielo no se me abrirá por esto.

–Tú te equivocas, le respondió de repente una voz que lo hizo darse vuelta: es la única que Dios acepta, y he aquí la prueba. En ese mismo instante una mano borró el papel en que él había escrito todas sus buenas obras, dejando registrada solamente la última: ésta lo llevó al cielo.

Por lo tanto, no es el óbolo ofrecido con ostentación que es el mejor, sino el que es dado con toda la humildad del corazón.

Joinville, amy de Loys

Amor y libertad
(Sociedad, 27 de enero de 1860; médium: Sr. Roze)

Dios es amor y libertad; es por el amor y por la libertad que el Espíritu se aproxima a Él. Por el amor desarrolla, en cada existencia, nuevas relaciones que lo aproximan a la unidad; por la libertad elige el bien que lo aproxima a Dios. Sed ardientes propagadores de la nueva fe; que el santo fervor que os anima nunca os haga atentar contra la libertad ajena. Evitad, por medio de una insistencia demasiado grande junto a la incredulidad orgullosa y temerosa, exasperar una resistencia medio vencida, que está cerca de rendirse. El reino de la coerción y de la opresión ha terminado; el de la razón, el de la libertad y el del amor fraternal ha comenzado. Ya no es más por el miedo y por la fuerza que los poderosos de la Tierra han de adquirir, en lo sucesivo, el derecho de dirigir los intereses morales, espirituales y físicos de los pueblos, sino a través del amor y de la libertad.

Abelardo

La inmortalidad
(Sociedad, 3 de febrero de 1860; médium: Srta. Huet)

¿Cómo puede un hombre –un hombre inteligente– no creer en la inmortalidad del alma y, por consecuencia, en una vida futura, que no es otra sino la del Espiritismo? ¿Qué sería de ese amor inmenso que la madre consagra a su hijo, de esos cuidados con los cuales ella lo ampara en la niñez, y de esa solicitud esclarecida que el padre dedica a la educación de su ser amado? ¿Entonces todo esto sería aniquilado en el momento de la muerte o de la separación? ¿Seríamos, pues, similares a los animales, cuyo instinto es admirable –sin duda–, pero que no cuidan con ternura de su descendencia sino hasta el momento en que ésta deja de tener necesidad de los cuidados maternos? Al llegar ese momento, los padres abandonan a sus hijos y todo está terminado: el cuerpo está criado, el alma no existe; ¡pero el hombre no tendría un alma, y un alma inmortal! Y el genio sublime, que sólo puede ser comparado a Dios –pues emana de Él–, ese genio que crea prodigios y obras maestras, ¡todo esto sería aniquilado con la muerte del hombre! ¡Profanación! No se puede aniquilar así lo que viene de Dios. Un Rafael, un Newton, un Miguel Ángel y tantos otros genios sublimes, aún iluminan el Universo con sus Espíritus, aunque sus cuerpos no existan más. No os equivoquéis: ellos viven y vivirán eternamente. En lo que respecta a comunicarse con vosotros, esto es menos fácil de admitir por la generalidad de los hombres; solamente a través del estudio y de la observación que éstos pueden adquirir la certeza de que eso es posible.

Fenelón

Parábola
(Sociedad, 9 de diciembre de 1859; médium: Sr. Roze)

Un navío viejo, en su última travesía, fue acometido por una terrible tempestad. Además de una multitud de pasajeros, llevaba a su destino una gran cantidad de mercancías extranjeras, acumuladas por la avaricia y por la codicia de sus dueños. –El peligro era inminente; reinaba a bordo el mayor desorden; los jefes se negaban a arrojar el cargamento al mar. Sus órdenes eran ignoradas; habían perdido la confianza de la tripulación y de los pasajeros. Era necesario pensar en abandonar el navío; pusieron tres embarcaciones en el mar: en la primera –la mayor– se precipitaron imprudentemente los más impacientes y los más inexpertos, que se apresuraron a remar en dirección a la luz que percibieron a lo lejos, en la costa. Cayeron en manos de una horda que provocaba naufragios, que los despojó de los objetos preciosos que habían recogido de prisa y que los maltrató sin piedad.

Los segundos, más perspicaces, supieron distinguir un faro salvador en medio de las luces engañosas que centelleaban en el horizonte y, confiados, descuidaron el barco dejándolo al capricho de las olas, el cual se quebró al chocarse contra los arrecifes, al pie del propio faro del que no habían desviado la vista; fueron tanto más sensibles a su ruina y a la pérdida de sus bienes porque habían vislumbrado la salvación.

Los terceros, poco numerosos, pero sabios y prudentes, guiaron con cuidado el pequeño y frágil barco en medio de los escollos, llegando a la costa con sus bienes y sus cuerpos a salvo, sin otro mal que el de la fatiga del viaje.

Por lo tanto, no os contentéis con poneros en guardia contra las falsas señales de los que provocan naufragios, contra los Espíritus malos; mas sabed también evitar el error de los viajeros indolentes que perdieron sus bienes y que naufragaron en el puerto. Sabed guiar vuestro barco en medio de los escollos de las pasiones, y llegaréis felizmente al puerto de la vida eterna, enriquecidos con las virtudes que adquiristeis en vuestros viajes.

San Vicente de Paúl

El Espiritismo
(Sociedad, 3 de febrero de 1860; médium: Sra. de M.)

El Espiritismo es llamado para esclarecer al mundo, pero le es necesario un cierto tiempo para progresar. Él ha existido desde la Creación, mas sólo era conocido por algunas personas porque, en general, la masa se ocupa poco en meditar sobre las cuestiones espíritas. Hoy, con la ayuda de esta Doctrina pura, se hará una nueva luz. Dios, que no quiere dejar a la criatura en la ignorancia, permite que los Espíritus más elevados vengan a ayudarnos para contrarrestar al Espíritu de las tinieblas, que tiende a envolver al mundo; el orgullo humano obnubila el discernimiento y hace cometer muchas faltas en la Tierra. Son necesarios Espíritus simples y dóciles para comunicar la luz y atenuar todos nuestros males. ¡Coraje! Persistid en esta obra, que es agradable a Dios, porque ella es útil para su mayor gloria, y de la misma resultarán grandes bienes para la salvación de las almas.

Francisco de Sales

Filosofía

(Sociedad, 3 de febrero de 1860; médium: Sr. Colin)

Escribid lo siguiente: ¡El hombre! ¿Qué es él? ¿De dónde ha venido? ¿Hacia adónde va? –¿Dios? ¿La Naturaleza? ¿La Creación? ¿El mundo? ¡Su eternidad en el pasado, en el futuro! ¿Límite de la Naturaleza, relaciones del ser infinito con el ser particular? ¿Paso de lo infinito a lo finito? –Preguntas que el hombre debe haber hecho, aún niño, cuando vio por primera vez con su razón, por encima de su cabeza, la marcha misteriosa de los astros; o cuando vio la tierra bajo sus pies, alternativamente revestida con ropas de fiesta por el hálito templado de la primavera, o cubierta por un velo de luto bajo el soplo helado del invierno; cuando él mismo se vio pensando, sintiendo y siendo arrojado por un instante en ese inmenso torbellino vital entre el ayer –día de su nacimiento– y el mañana, día de su muerte. Preguntas que han sido efectuadas a todos los pueblos, a todas las edades y en todas sus escuelas y que, sin embargo, no han dejado de permanecer como enigmas para las siguientes generaciones; preguntas muy dignas, no obstante, para cautivar el espíritu investigador de vuestro siglo y el genio de vuestro país. –Por lo tanto, si hubiese entre vosotros un hombre o diez hombres que tengan la conciencia de la alta gravedad de la misión apostólica, y con voluntad para dejar un rastro de su paso por aquí, a fin de servir como punto de referencia para la posteridad, yo le diría: Por mucho tiempo habéis transigido con los errores y con los prejuicios de vuestra época; para vosotros, el período de las manifestaciones materiales y físicas ha pasado; lo que llamáis de evocaciones experimentales ya no puede más enseñaros grandes cosas, porque, muy a menudo, sólo la curiosidad está en juego; pero la era filosófica de la Doctrina se aproxima. Por lo tanto, no permanezcáis por más tiempo aferrados a las tablas ya carcomidas del pórtico, y penetrad con audacia en el santuario celestial, enarbolando dignamente la bandera de la filosofía moderna, en la cual escribid sin temor: misticismo, racionalismo. Haced eclecticismo en el eclecticismo moderno; hacedlo como los Antiguos, apoyándoos en la tradición histórica, mística y legendaria, pero siempre teniendo cuidado de no salir de la revelación –antorcha que nos faltó a todos–, recurriendo a las luces de los Espíritus superiores, consagrados de forma misionera a la marcha del Espíritu humano. Por más elevados que sean, esos Espíritus no saben todo: sólo Dios lo sabe; además, de lo que saben, no todo pueden revelar. En efecto, ¿qué sería del libre albedrío del hombre, de su responsabilidad, de su mérito y de su demérito y, como sanción, del castigo y de la recompensa?

Entretanto, puedo marcar con algunos principios fundamentales el camino que os muestro; por lo tanto, escuchad lo siguiente:

1°) El alma tiene el poder de sustraerse a la materia;

2°) De elevarse muy por encima de la inteligencia;

3°) Ese estado es superior a la razón;

4°) Él puede poner al hombre en relación con aquello que escapa a sus facultades;

5°) El hombre puede alcanzar dicho estado a través de la oración a Dios, por medio de un esfuerzo constante de la voluntad, reduciendo el alma –por así decirlo– al estado de pura esencia, privada de la actividad sensible y exterior; en una palabra, por abstracción de todo lo que hay de diverso, de múltiple, de indeciso, de turbulento y de exterioridad en el alma;

6°) Existe en el yo concreto y complejo del hombre una fuerza completamente ignorada hasta hoy: por lo tanto, buscadla.

Moisés, Platón y después Juliano



Comunicaciones leídas en la Sociedad

Médium: Sr. Pêcheur

Amigo mío, ¿no sabéis que todo hombre que camina en la senda del progreso, tiene siempre contra sí la ignorancia y la envidia? El polvo levantado por vuestros pasos suscita envidia. Vuestras ideas dejan alterados a ciertos hombres, porque no comprenden o porque sofocan por orgullo la voz de la conciencia que les grita: Lo que rechazas, tu juez te hará recordar un día; es una mano que Dios te tiende para sacarte del lodazal donde te han arrojado tus pasiones. Escucha por un instante la voz de la razón; piensa que vives en el siglo del dinero, donde el yo domina; que el amor a las riquezas seca tu corazón, dejando la conciencia pesada con muchas faltas e incluso con crímenes que tendrás que confesar. Hombres sin fe, que os decís hábiles: vuestra habilidad os llevará al naufragio; ninguna mano os será tendida; os hicisteis los sordos para con la desgracia de los otros, y seréis tragados sin que una lágrima se derrame por vosotros. ¡Deteneos! Aún hay tiempo; que el arrepentimiento penetre en vuestros corazones; que el mismo sea sincero, y Dios os perdonará. Buscad al desdichado que no osa quejarse y que la miseria mata lentamente; y el pobre que hubiereis ayudado incluirá vuestro nombre en sus oraciones; bendecirá la mano que quizá haya salvado a su hija del hambre que mata y de la vergüenza que deshonra. Infelices de vosotros si os hacéis los sordos a su voz. Dios os ha dicho por la boca sagrada del Cristo: Ama a tu hermano como a ti mismo. ¿No os ha dado la razón para juzgar el bien y el mal? ¿No os ha dado un corazón para compadeceros de los sufrimientos de vuestros semejantes? ¿No sentís que al sofocar vuestra conciencia, sofocáis la voz del progreso y de la caridad? ¿No sentís que apenas arrastráis un cuerpo vacío, y que nada más palpita en vuestro pecho, lo que vuelve incierta vuestra marcha? Porque huisteis de la luz y vuestros ojos se volvieron de carne, las tinieblas que os rodean os agitan y os causan temor; buscáis salir –pero demasiado tarde– de ese camino que se destruye bajo vuestros pies; el miedo, que no podéis definir, os vuelve supersticiosos. Aparentáis que sois un hombre caritativo; sin embargo, esperando rescatar vuestra vida de egoísta, dais la moneda que el temor os arranca, pero Dios sabe lo que os lleva a actuar así: no podéis engañarlo. Vuestra existencia se extinguirá sin esperanza, y no podréis prolongarla ni un solo día; se ha de extinguir a pesar de vuestras riquezas, que vuestros hijos codician por anticipado, porque les habéis dado el ejemplo; al igual que vos, ellos tienen solamente un deseo: el del oro, único sueño de felicidad para ellos. Y cuando suene esta hora de justicia, os será necesario comparecer ante el Juez Supremo que habéis despreciado.

Tu hija

La conciencia

Cada hombre tiene en sí mismo lo que vosotros llamáis: una voz interior. Es aquello que el Espíritu llama: la conciencia, juez severo que preside todas las acciones de vuestra vida. Cuando el hombre está solo, escucha a esta conciencia y evalúa las cosas en su justo valor; frecuentemente tiene vergüenza de sí mismo: en este momento reconoce a Dios. Pero la ignorancia –fatal consejera– lo arrastra y le pone la máscara del orgullo; ante vosotros, él se presenta engreído en su vacuidad, buscando engañaros con el aplomo que aparenta. Pero el hombre de corazón recto no tiene soberbia en la cabeza; escucha con provecho las palabras del sabio; siente que no es nada, y que Dios es todo; busca instruirse en el libro de la Naturaleza, escrito por la mano del Creador. Eleva su Espíritu y expele de su envoltura las pasiones materiales que a menudo os extravían. Una pasión que os domina es un guía peligroso: recordad esto, amigo. Dejad reír al escéptico: su risa se extinguirá; a la hora extrema, el hombre se vuelve creyente. De esta manera, piensa siempre en Dios, porque únicamente Él no se equivoca. Recuerda que apenas existe un camino que conduce hacia Él: la fe y el amor a los semejantes.

Tu hija

La morada de los elegidos
(Médium: Sra. de Desl...)

Tu pensamiento aún está absorbido por las cosas de la Tierra; si quieres escucharnos, es necesario olvidarlas. Tratemos de conversar acerca de lo Alto; que tu Espíritu se eleve hacia esas regiones, morada de los elegidos del Señor. Observa esos mundos que esperan a todos los mortales, cuyos lugares están marcados según el mérito que tengan. ¡Cuánta felicidad para aquel que se complace en las cosas santas, en las grandes enseñanzas dadas en el nombre de Dios! ¡Oh, hombres, cómo sois pequeños, comparados con los Espíritus liberados de la materia, que se ciernen en los espacios ocupados por la gloria del Señor! Felices aquellos que son llamados a habitar los mundos en donde la materia no es más que un nombre; en donde todo es etéreo y translúcido; en donde los pasos no se escuchan más. La música celestial es la única melodía que llega a los sentidos, ¡los cuales son tan perfectos que captan los mínimos sonidos, desde que éstos sean armoniosos! ¡Qué celeridad la de todos esos seres amados por Dios! ¡Cómo se desplazan con deleite por esas regiones de regocijo, que son sus moradas! Allí no hay discordias, ni envidia, ni odio; el amor se ha vuelto el lazo destinado a unir entre sí a todos los seres creados, y este amor que llena sus corazones sólo tiene como límite al propio Dios, que es la finalidad, y en el que se resumen la fe, el amor y la caridad.

Un amigo


(Otra comunicación, a través de la misma médium)

Tu olvido me afligía; no dejes más sin llamarme por tanto tiempo; me siento dispuesto a conversar contigo y a darte consejos. Guárdate de creer en todo lo que otros Espíritus podrían decirte: tal vez ellos te arrastren por un mal camino. Ante todo sé prudente, para que Dios no te saque la misión que te encargó de cumplir, es decir, la de ayudar a llevar al conocimiento de los hombres la revelación de la existencia de los Espíritus alrededor de ellos. No todos están en condiciones de apreciar y de comprender el alto alcance de estas cosas, cuyo conocimiento Dios aún no permite sino a los elegidos. Vendrá el día en que esta ciencia, llena de consuelos y de grandeza, será compartida por toda la Humanidad, donde ya no se encontrará más un incrédulo. Entonces, los hombres no podrán comprender cómo una verdad tan palpable haya podido ser puesta en duda un solo instante, por el más simple de los mortales. En verdad, te digo que no pasará medio siglo, antes que los ojos y los oídos de todos sean abiertos a esa gran verdad: que los Espíritus circulan en el espacio y ocupan los diferentes mundos, conforme su mérito a los ojos de Dios; que la verdadera vida está en la muerte, y que es necesario que el hombre sea rescatado varias veces, antes de obtener la vida eterna, a la que todos deberán llegar a través de más o menos siglos de sufrimientos, según hayan sido más o menos fieles a la voz del Señor.

Un amigo


La inteligencia y el discernimiento

(Médium: Sra. de Netz)

La libertad del hombre es totalmente individual; él nació libre, pero a menudo el mal uso de esta libertad provoca su desdicha. Libertad moral, libertad física, él ha reunido todo, mas con frecuencia le falta el discernimiento, aquello que llamáis el buen sentido. Si un hombre tiene mucha inteligencia, pero le falta la cualidad del discernimiento, es absolutamente como si nada tuviese, porque ¿qué haría él de su inteligencia si no puede gobernarla, si no tiene el necesario juicio para saber comportarse, si cree que camina por la buena senda, cuando está en el lodazal o si cree tener siempre la razón, cuando frecuentemente está errado? El discernimiento puede tomar el lugar de la inteligencia, pero la inteligencia nunca sustituirá al discernimiento. Esta última es una cualidad necesaria y, si no la tenemos, es preciso hacer todos los esfuerzos para adquirirla.


Un Espíritu familiar

El incrédulo

(Médium: Sra. L...)

Vuestra Doctrina es bella y santa; su primer jalón está plantado, y sólidamente plantado. Ahora sólo debéis marchar; el camino que se os ha abierto es grande y majestuoso. Bienaventurado aquel que llegue al puerto; cuanto más adeptos haya hecho, más le será tomado en cuenta. Pero para esto es necesario no abrazar fríamente a la Doctrina; es preciso hacerlo con fervor, y este fervor será multiplicado, porque Dios está siempre con vosotros cuando hacéis el bien. Todos aquellos que condujereis, serán otras tantas ovejas que volverán a entrar al redil; ¡pobres ovejas descarriadas! Creed que el más escéptico, el más ateo y el más incrédulo, en fin, tienen siempre en el corazón un pequeño rincón que quisieran ocultar a sí mismos. Pues bien: éste es el pequeño rincón que es necesario buscar y encontrar, porque es preciso abordar ese lado vulnerable de ellos; es una pequeña grieta que Dios ha dejado expresamente abierta para facilitar a su criatura el medio de volver a Él.


San Benito

Lo sobrenatural

(Médium: Sr. Rabache, de Burdeos)

Hijos míos, vuestro padre hizo bien en llamaros seriamente la atención sobre los fenómenos que se producen en las sesiones de las cuales os ocupáis hace algunos días. Según las instrucciones de ciertos Espíritus sectarios, ignorantes o dominadores, esos efectos han sido juzgados sobrenaturales. No creáis en esto, hijos míos; nada de lo que sucede es sobrenatural; si así fuese, el buen sentido os dice que eso solamente ocurriría fuera de la Naturaleza y, entonces, no lo veríais. Para que vuestros ojos o vuestros sentidos perciban una cosa, es totalmente necesario que esta cosa sea natural. Con un poco de reflexión, no hay un Espíritu serio que consienta en creer en cosas sobrenaturales. No quiero decir con esto que no existan cosas que así parezcan a vuestra inteligencia, pero la única razón para eso es que no las comprendéis. Cuando algún hecho os parezca salir de lo que creéis natural, tened cuidado con esa pereza de no querer razonar que os induce a creer que es sobrenatural; buscad comprenderlo; es para esto que os ha sido dada la inteligencia. ¿De qué os serviría la misma si tuvieseis que contentaros con aprender y con creer en lo que os han enseñado vuestros predecesores? Es necesario que cada uno ponga su inteligencia al servicio del progreso, que es una obra colectiva. Puesto que sois dotados de pensamiento, pensad; ya que tenéis discernimiento –que os ha sido dado para algo–, examinad y juzgad. No aceptéis juicios que ya estén concluidos sino después de haberlos pasado por el tamiz de la razón. Dudad un largo tiempo si no tuviereis certeza, pero nunca neguéis aquello que no comprendáis. Examinad, examinad seriamente. Sólo el que es perezoso, el que no es inteligente y el indiferente aceptan como verdadero o falso todo lo que oyen afirmar o negar. En fin, hijos míos, haced todos los esfuerzos para volveros serios y útiles, a fin de cumplir bien la misión que os ha sido confiada. Nunca es demasiado temprano como para ocuparse con el bien y con lo bueno; por lo tanto, comenzad desde ahora a ocuparos con cosas serias; el tiempo de las futilidades es siempre muy largo: es un tiempo perdido para vuestro progreso, que no debéis perder de vista un solo instante. Las cosas de la Tierra no son nada; apenas sirven para vuestra travesía hacia un otro estado, que será tanto más perfecto como mejor preparado estuviereis.

Vuestra abuela.
ALLAN KARDEC







Mayo

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 30 de marzo de 1860 (Sesión particular)

Asuntos administrativos – El Sr. Ledoyen, tesorero, presenta el balance de la situación financiera de la Sociedad del segundo semestre del año social, que terminó el 30 de marzo de 1860. El balance es aprobado.

Comunicaciones diversas 1ª) El Sr. Chuard, de Lyon, obsequia a la Sociedad los dos opúsculos siguientes: el primero, Oda sacra sobre la inmortalidad del alma y, el segundo, Sátira sobre las sociedades comanditarias. La Sociedad agradece al autor y, aunque uno de estos opúsculos sea ajeno al objeto de sus trabajos, serán guardados en su biblioteca.

2ª) Lectura de tres cartas del Dr. Morhéry sobre las curas realizadas por la Srta. Godu, médium curativa, que se encuentra en el seno de la familia del doctor y que está bajo su protección. El Dr. Morhéry observa, como hombre de Ciencia, los efectos del tratamiento practicado por esa señorita en los diversos enfermos que ella cuida; él clasifica todos los casos, como lo haría en una sala clínica, y hasta llegó a constatar resultados prodigiosos en muy corto espacio de tiempo.

La Sociedad –agrega el Sr. Presidente– tiene un doble motivo para interesarse por la Srta. Godu; además de la simpatía que ésta naturalmente inspira con sus ejemplos de caridad y de desinterés, tan raros en nuestros días, desde el punto de vista espírita, la joven ofrece a la Sociedad un tema precioso de estudio, porque tiene una facultad que es de cierta manera excepcional. Uno se interesaría por un médium de efectos físicos, capaz de producir fenómenos extraordinarios, pues no se podría ver con indiferencia aquel cuyas facultades son provechosas para la Humanidad, y que además nos revela una nueva fuerza de la Naturaleza.

3ª) Carta del Sr. conde de R…, miembro titular, que viaja al Brasil y que se encuentra ahora retenido en el puerto de Cherburgo por mal tiempo. Él pide a la Sociedad que lo evoque en la presente sesión, si esto es posible.

El Sr. T... hace observar que esa misma persona ya había sido evocada dos veces, pareciéndole superflua una tercera evocación.

El Sr. Allan Kardec responde que, siendo el estudio el objetivo de la Sociedad, el mismo tema puede ofrecer observaciones útiles en la tercera vez, tanto como en la segunda o en la primera; además, la experiencia prueba que el Espíritu es tanto más lúcido y explícito cuando más frecuentemente se comunica y, de cierto modo, se identifica con el médium que le sirve de instrumento. De manera alguna se trata aquí de satisfacer un capricho o una vana curiosidad; en sus evocaciones, la Sociedad no busca agradar ni entretener a nadie: Ella quiere instruirse. Ahora bien, al encontrarse el Sr. de R… en una situación totalmente diferente de la que estaba cuando fue evocado, puede dar lugar a nuevas observaciones.

Al ser consultado sobre la oportunidad de esta evocación, san Luis respondió que la misma no podría tener lugar en aquel momento.

Estudios – 1º) Son obtenidos dos dictados espontáneos: uno de san Luis, por intermedio de la Srta. Huet, y el otro de Charlet, por el Sr. Didier Hijo.

2º) Cuestiones diversas son dirigidas a san Luis sobre el Espíritu que se ha comunicado espontáneamente en la última sesión, con el nombre de Being, a través de la Sra. de Boyer, el cual ha sido acusado de intentar sembrar perturbación y discordia, y de haber interferido en diversas comunicaciones. De las respuestas obtenidas resalta una interesante enseñanza acerca del modo de acción de los Espíritus, unos sobre los otros.

3º) El Sr. R. propone la evocación de uno de sus amigos, desaparecido desde 1848, y del cual no se tiene más noticias. Debido a la hora avanzada, esta evocación es aplazada para una próxima sesión.

La Sociedad decide que no se reunirá el viernes santo, 6 de abril. A partir del 20 de abril, las sesiones de la Sociedad ocurrirán en un nuevo local: calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.

Viernes 13 de abril de 1860 (sesión particular)

Asuntos administrativos Nombramiento de cuatro nuevos socios libres.

La Sociedad confirma el título de miembro honorario a cinco de los miembros designados en su oportunidad.


Comunicaciones diversas – La Sra. de Desl..., miembro de la Sociedad, al haber hecho un viaje a Dieppe, se dirigió a Grandes-Ventes donde obtuvo la confirmación, de la propia boca del panadero Sr. Goubert, de todos los hechos que han sido relatados en el número del mes de marzo, y con detalles aún más circunstanciados. Por el examen de los lugares, ella pudo constatar que el fraude era imposible, sobre todo para ciertos hechos. Parece resultar de las enseñanzas obtenidas que esos fenómenos tuvieron como causa la presencia del joven ayudante que estaba de servicio, desde algún tiempo, en lo del panadero de Dieppe, y que cosas semejantes ocurrieron con ese joven aprendiz en otros locales. Al ser independientes de su voluntad, estos fenómenos pueden ser clasificados en la categoría de los médiums naturales o involuntarios de efectos físicos. Desde que dicho joven dejó la casa del Sr. Goubert, nada más se repitió.

Estudios – 1º) Dictados espontáneos obtenidos por tres médiums.

2º) Evocación del Dr. Vogel, que cuando encarnado fue asesinado mientras viajaba por el interior de África. Esta evocación no da los resultados que se esperaban. El Espíritu expone que está sufriendo y pide oraciones para ayudarlo a salir de la turbación en que aún se encuentra; dice él que más tarde podrá ser más explícito.

El Sr. Allan Kardec propone, como tema de estudio, el examen profundo y detallado de ciertos dictados espontáneos u otros, que podrían ser analizados y comentados como se hace con las críticas literarias. Ese género de estudio tendría la doble ventaja de ejercer la evaluación de las comunicaciones espíritas y, en segundo lugar –como consecuencia de esta misma evaluación–, de desalentar a los Espíritus embusteros que, al ver todas sus palabras examinadas, controladas por la razón y finalmente rechazadas desde que tengan un sello sospechoso, terminarían por comprender que pierden su tiempo. En cuanto a los Espíritus serios, podrían ser llamados para que den explicaciones y para que hagan desarrollos sobre los puntos de sus comunicaciones que tengan necesidad de ser esclarecidos.

La Sociedad aprueba esta propuesta.

Viernes 20 de abril de 1860 (Sesión particular)

Correspondencias 1ª) Carta del Sr. J..., de Saint-Étienne, miembro titular. Esta carta contiene opiniones muy justas sobre el Espiritismo, y prueba que el autor lo comprende en su verdadero punto de vista.

2ª) Carta del Sr. L., obrero de Troyes, conteniendo reflexiones sobre la influencia moralizadora de la Doctrina Espírita en las clases obreras. Invita a los adeptos serios a dedicarse a propagarla en sus filas, en interés del orden, con miras a reanimar los sentimientos religiosos que se extinguen, y que dan lugar al escepticismo, que es la llaga de nuestro siglo y la negación de toda responsabilidad moral.

Esos dos señores ya declararon en otras cartas que nunca vieron nada en materia de Espiritismo práctico, pero no por eso están menos firmemente convencidos, en razón del alcance filosófico de la ciencia. El Presidente hace notar que diariamente hay ejemplos semejantes al respecto, no por parte de personas que creen ciegamente, sino al contrario, por parte de aquellos que reflexionan y de los que se toman el trabajo de comprender. Para ellos, la parte filosófica es lo principal, porque explica lo que ninguna otra filosofía ha resuelto; el hecho de las manifestaciones es lo accesorio.

3ª) Carta del Sr. Dumas, de Sétif (Argelia), miembro de la Sociedad, que transmite nuevos detalles interesantes sobre los resultados de los cuales ha sido testigo; cita particularmente a un joven médium que presenta un fenómeno singular: el de entrar espontáneamente –y sin ser magnetizado– en una especie de sonambulismo, cada vez que se quiere hacer una evocación por su intermedio, y en ese estado él escribe o dice verbalmente las respuestas a las preguntas propuestas.

Comunicaciones diversas – 1ª) La Sra. R... (del Jura), miembro corresponsal de la Sociedad, transmite un hecho curioso que le es personal; se trata de un viejo reloj de bolsillo, al que se vinculan recuerdos de familia, el cual parece estar sometido a una influencia singular e inteligente en determinadas circunstancias.

2ª) Lectura de una comunicación obtenida en otra reunión espírita y firmada por Juana de Arco. Contiene excelentes consejos dados a los médiums, acerca de las causas que pueden aniquilar o desnaturalizar sus facultades medianímicas (publicada más adelante).

3ª) El Sr. Col... inicia la lectura de una evocación de san Lucas Evangelista, obtenida en particular.

Al percibir que en esta evocación son tratadas diversas cuestiones de dogmas religiosos, el Presidente interrumpe la lectura en virtud del Reglamento, que impide ocuparse con ese tipo de materias.

El Sr. C... hace observar que, no teniendo nada esta comunicación que no sea ortodoxo, él no había pensado que su lectura pudiera ser inconveniente.

El Presidente objeta que respuestas siempre suponen preguntas; ahora bien, que esas respuestas sean o no ortodoxas, no dejan de dar lugar a la suposición de que la Sociedad se ocupa de cosas que su Reglamento impide. Otra consideración viene a corroborar esos motivos: la de que, entre los miembros, hay aquellos que pertenecen a diferentes cultos; lo que para unos sería ortodoxo, para otros podría no serlo, y ésta es más una razón para abstenerse. Además, el Reglamento determina el examen previo de todas las comunicaciones obtenidas fuera de la Sociedad; esta medida debe ser observada rigurosamente.

Estudios Evocación del Sr. B…, amigo del Sr. Royer, desaparecido desde el 25 de junio de 1848. El Espíritu da algunas informaciones sobre su desencarnación, ocurrida por accidente durante los disturbios de esa época. El Sr. Royer reconoce la identidad y el lenguaje de su amigo, y algunas particularidades íntimas.

Viernes 27 de abril de 1860 (Sesión general)

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Dr. Morhéry, que contiene nuevos estudios sobre las curas que él ha obtenido con la asistencia de la Srta. Godu, y con el auxilio de lo que se puede llamar la medicina intuitiva. (Publicada más adelante.)

2ª) A propósito de la medicina intuitiva, el Sr. C..., uno de los oyentes presentes a la sesión, a pedido del presidente, da informaciones del más alto interés sobre el poder curativo que poseen ciertas castas negras. El Sr. C..., natural del Indostán y de origen hindú, ha sido testigo ocular de numerosos hechos de ese género, de los cuales no se daba cuenta en aquella época; hoy él encuentra la llave de los mismos en el Espiritismo y en el Magnetismo. Los negros que curan hacen un amplio uso de ciertas plantas, pero frecuentemente se limitan a palpar y frotar al enfermo, obrando de acuerdo con las indicaciones de las voces ocultas que les hablan.

3ª) Hecho curioso de intuición circunstanciada de una existencia anterior. La persona en cuestión, que consigna el hecho en una carta dirigida a uno de sus amigos, la cual es leída, dice que desde la niñez tiene un recuerdo preciso de haber perecido durante la matanza de la Noche de san Bartolomé, e incluso se acuerda de los detalles de su muerte, los lugares, etc. Las circunstancias no permiten ver en este pensamiento el resultado de una imaginación impresionada, porque ese recuerdo remonta a una época en la que de ninguna manera era planteada la cuestión de los Espíritus ni la de la reencarnación.

4ª) El Sr. Georges G..., de Marsella, transmite el siguiente hecho: El joven X... murió hace ocho meses, y su familia, en la que hay tres hermanas médiums, lo evoca casi diariamente, sirviéndose de una cestita. Cada vez que el Espíritu es llamado, un perrito, del cual el joven gustaba mucho, salta sobre la mesa y viene a olfatear la cestista, dando gruñidos. La primera vez que esto sucedió, la cestita escribió espontáneamente: ¡Este es mi bravo perrito que me reconoce!

Puedo garantizaros la realidad de este hecho –dice el Sr. G...; yo no lo he visto, pero las personas que me lo han relatado, y que muchas veces lo han atestiguado, son muy buenos espíritas y demasiado serios como para que yo pueda poner en duda su sinceridad. Después de esto, me pregunto si el periespíritu, aun no estando tangible, tiene algún aroma, o si ciertos animales son dotados de una especie de mediumnidad.

Un estudio especial será realizado ulteriormente sobre este interesante tema, acerca del cual otros hechos no menos curiosos parecen proyectar alguna luz.

5ª) Constatación de un Espíritu malo, traído a una reunión particular por un visitante, de donde se puede deducir la influencia ejercida por la presencia de ciertas personas en determinadas circunstancias.

6ª) Lectura de una evocación hecha en particular por el Sr. Allan Kardec, de una de las principales Convulsionarias de Saint-Médard, muerta en 1830, lectura efectuada en presencia de su propia hija, que ha podido constatar la identidad del Espíritu evocado. Bajo diversos aspectos, esta evocación presenta un alto grado de enseñanza y proporciona un interés particular en las circunstancias en que ha sido realizada. (Publicada más adelante.)

Estudios 1º) Dictado espontáneo obtenido por intermedio de la Sra. de P...

2º) Evocación de Stevens, compañero de Georges Brown.


Historia del Espíritu familiar del señor de Corasse

Debemos a la cortesía de uno de nuestros suscriptores la siguiente noticia interesante, extraída de las Crónicas de Froissart, y que prueba que los Espíritus no son un descubrimiento moderno. Pedimos a nuestros lectores el permiso para relatarla en el estilo de la época (siglo XIV); perdería su originalidad si fuese pasada al francés moderno.

La batalla de Aljubarrota es célebre en las crónicas antiguas. Tuvo lugar durante la guerra que hicieron Juan, rey de Castilla, y Dinis, rey de Portugal, por mantener sus respectivas pretensiones sobre este último reino. Los castellanos y los bearneses fueron allí completamente derrotados. El hecho que Froissart relata en esta ocasión es de los más singulares. Se lee en el capítulo XVI del libro III de sus Crónicas que, al día siguiente del combate, el conde de Foix fue informado sobre el resultado de la batalla, lo que la distancia de los lugares volvía inconcebible en aquella época. Es un escudero del conde de Foix que cuenta a Froissart el siguiente hecho:

«El domingo entero, el lunes y el martes, el conde de Foix, que se encontraba en su castillo en Orthez, estaba con el semblante tan duro y el ceño tan fruncido que no se le podía sacar una sola palabra. En estos tres días no quiso salir de su cuarto, ni hablar con el caballero o con el escudero –por más próximos que estuviesen–, a menos que los mandara llamar, ordenándoles también que ellos no le preguntasen nada, porque no deseaba hablar con nadie en esos tres días. Cuando llegó el martes a la noche, él llamó a su hermano Arnaut-Guillaume, y le dijo en voz baja: Nuestra gente tuvo una lucha encarnizada, y estoy enfurecido, porque antes del viaje yo ya les había predicho lo que les iba a pasar. Arnaut-Guillaume, que es un hombre muy prudente y un caballero sagaz, y que conocía los modales y la condición de su hermano, se mantuvo en silencio. El conde, que deseaba manifestar su coraje, porque durante mucho tiempo estuvo apesadumbrado, tomó nuevamente la palabra y habló más alto de lo que lo había hecho la primera vez, y dijo: Por Dios, señor Arnaut, es así como os digo y luego tendremos noticias; desde cien años hasta hoy, nunca la región del Bearne perdió tanto, como esta vez en Portugal. Varios caballeros y escuderos que estaban presentes, y que vieron y oyeron al conde, no se atrevieron a hablar. Y entonces, diez días después, se supo la verdad por parte de aquellos que habían estado en la batalla, cuyos sobrevivientes contaron primeramente al conde todas las cosas ocurridas, y luego a todos los que quisiesen escuchar, exactamente como habían sucedido en Aljubarrota. Esto renovó el pesar del conde y de las personas de su región, las cuales habían perdido a sus hermanos, a sus padres, a sus hijos y a sus amigos.

«¡Santa María! –dije yo al escudero que me narraba esta historia; ¿y cómo el conde de Foix pudo saberlo al día siguiente, sin sospecharlo? –Palabra de honor –aseguró el escudero; el conde realmente lo sintió, como lo demostró después. –Entonces es un adivino –dije yo–, o tiene mensajeros que cabalgan tan rápido como el viento, o debe tratarse de algún artificio. –El escudero comenzó a sonreír y dijo: Ciertamente es preciso que él lo sepa por alguna especie de necromancia. En verdad nada sabemos, en esta región, cómo él la usa, a no ser por suposición. Entonces –señalé yo al escudero– tened a bien decirme y declararme vuestra suposición, y os seré grato por esto; y si es algo que yo tenga que callar, me callaré, jamás abriendo la boca, pase lo que pase en este mundo. –Sí, os lo ruego –dijo el escudero–, porque no gustaría que supiesen que he sido yo quien lo ha dicho. Entonces me llevó a un rincón de la torre del castillo de Orthez, y después comenzó a hacer su relato, diciendo:

“Hace aproximadamente veinte años reinaba en esta región un barón que se llamaba Raymond, señor de Corasse. Como sabéis, Corasse es una ciudad a siete leguas de esta ciudad de Orthez. Os hablo del tiempo en que el señor de Corasse tenía un pleito en Aviñón, ante el Papa, por los diezmos de la Iglesia en su ciudad, contra un clérigo de Cataluña ampliamente adinerado, el cual reclamaba tener derecho sobre esos diezmos de Corasse, que bien valían una renta anual de cien florines, y el derecho que tenía lo mostraba y lo probaba. Por sentencia definitiva, el papa Urbano V, en consistorio general, condenó al caballero y juzgó a favor del clérigo. Éste llevó los documentos de la última sentencia del Papa y cabalgó durante días hasta llegar al Bearne, mostrando las bulas y sus cartas para tomar posesión de ese diezmo. El señor de Corasse salió a su encuentro y le dijo: Clérigo Pedro (o clérigo Martín, como era llamado), ¿pensáis que por vuestras cartas yo deba perder mi herencia? No os considero tan atrevido como para tomarla, ni para llevar cosas que son mías, porque si lo hiciereis arriesgáis vuestra vida. Id a otra parte para obtener beneficios, porque no conseguiréis nada de mi herencia: de una vez por todas, yo os lo prohíbo. El clérigo desconfió del caballero, que era cruel, y no se atrevió a insistir. Avisó que regresaría a Aviñón, como de hecho lo hizo. Pero cuando debía partir, vino en presencia del caballero y señor de Corasse y le dijo: Por vuestra fuerza, y no por justicia, me quitáis los derechos de mi Iglesia, con lo cual practicáis un gran error de forma consciente. No soy tan fuerte en esta región como vos lo sois, pero sabed que lo más rápido que pueda, os enviaré un paladín que temeréis más que a mí. El señor de Corasse, no dándole importancia a sus amenazas, le respondió: Ve a Dios, ve, haz lo que puedas; yo no tengo miedo, ni vivo ni muerto; pero por tus palabras no he de perder mi herencia.

“De esa manera partió el clérigo, no sé si regresando a Cataluña o Aviñón, pero no se olvidó de lo que le había dicho al señor de Corasse, porque cuando el caballero menos lo pensaba –aproximadamente tres meses después, en su castillo, mientras dormía en su lecho al lado de su esposa–, vinieron mensajeros invisibles que comenzaron a revolver todo lo que encontraban en el castillo, pareciendo que iban a derribar todo y dando golpes tan fuertes en la puerta del cuarto del señor, que su mujer quedó completamente aterrorizada. El caballero escuchaba todo eso muy bien, pero no dijo una palabra, porque no quería mostrar falta de coraje: y así fue bastante astuto para enfrentar todas las aventuras. Esos alborotos y desórdenes en varias partes del castillo, duraron un tiempo considerable y después cesaron. A la mañana siguiente, todas las personas del castillo se reunieron y vinieron al señor, a la hora en que él se levantó, y le preguntaron: Señor, ¿no habéis oído lo que nosotros escuchamos esta noche? El señor de Corasse disimulaba el hecho y decía que no. ¿Qué cosa habéis escuchado? Entonces le hablaron acerca del tumulto que había ocurrido en el castillo, y sobre la vajilla de la cocina que fue derribada y quebrada. Él comenzó a reírse y a decir que ellos habían soñado, y que no había sido más que el viento. En el nombre de Dios –dijo la señora–, yo también lo he escuchado muy bien.

“A la noche siguiente recomenzaron los desórdenes, provocando un mayor alboroto que antes y dando golpes tan grandes en las puertas y en las ventanas del cuarto del caballero, que parecía que todo se iba a romper. El caballero se levantó de la cama y no pudo dejar de preguntar: ¿Quién es el que golpea así la puerta de mi cuarto a esta hora? Luego le respondieron: –Soy yo. El caballero le dijo: ¿Quién te ha enviado? –Me ha enviado el clérigo de Cataluña, a quien tú haces un gran mal, porque le quitas los derechos de su beneficio. No te dejaré en paz hasta que le hayas prestado cuentas de forma correcta, y hasta que él se quede contento.

“El caballero preguntó: ¿Cómo te llamas, tú que eres un mensajero tan bueno? –Me llaman Orthon. Y el caballero dijo: –Orthon, el servicio de un clérigo no vale nada para ti; él te hará y te dará mucho sufrimiento. Si quieres creerme, te pido, déjame en paz y sírveme, y sabré agradecerte bastante. Luego Orthon se decidió a servirlo, porque sintió simpatía por el caballero y le dijo: –¿Queréis realmente esto? –Sí, dijo el caballero, pero no hagas mal a nadie en esta casa. –A nadie, señor –dijo Orthon; no tengo el poder de hacer otro mal que el de despertaros y el de impedir que vos y los otros duerman. –Haz lo que te digo –dijo el caballero– y estaremos plenamente de acuerdo; deja a ese clérigo malvado, que nada tiene de bueno, excepto que pena por ti. Así, sírveme. –Ya que lo queréis –dijo Orthon–, yo también lo quiero.

“De tal manera Orthon simpatizó con el señor de Corasse, que muy a menudo venía a verlo a la noche, y cuando lo encontraba durmiendo, sacudía su almohada o golpeaba fuertemente en la puerta y en las ventanas del cuarto; al ser despertado, el caballero le decía: –Orthon, déjame dormir. –No lo haré –decía Orthon– sin que antes os haya dado noticias. La esposa del caballero tenía tanto pavor que se le erizaban los cabellos, escondiéndose bajo las cobijas. –Entonces, preguntaba el caballero, ¿qué noticias me traes? Orthon respondía: –Vengo de Inglaterra, de Hungría y de otros lugares; salí ayer y ocurrieron estas y otras cosas. Así, a través de Orthon, el señor de Corasse sabía todo lo que sucedía en el mundo. Durante cinco años ese mensajero lo mantuvo informado, pero al no poder callarse sobre esta situación, el señor de Corasse tuvo que dar una explicación al conde de Foix, y lo hizo de la manera como os he de contar. El primer año el señor de Corasse vino varias veces a Orthez, y le decía al conde de Foix: –Señor, tal cosa ocurrió en Inglaterra, en Alemania o en otro país; y el conde de Foix, después de cerciorarse de que todo era verdadero, se quedaba muy maravillado de cómo sabía esas cosas; y tanto insistió una vez, que el señor de Corasse terminó por contarle cómo y a través de quién recibía tales noticias.

“Cuando el conde de Foix supo la verdad, se quedó muy contento y le dijo: –Señor de Corasse, tenedle mucha simpatía; cómo me gustaría tener un mensajero como éste. Eso no os cuesta nada, y por ese medio sabréis verdaderamente todo lo que sucede en el mundo. El caballero respondió: –Así lo haré, señor conde. De esta manera, el señor de Corasse fue servido por Orthon durante mucho tiempo. No sé si ese Orthon tenía más de un señor, pero todas las semanas, dos o tres veces, venía a visitar al señor de Corasse y le daba noticias de lo que ocurría en los países donde había conversado, y el señor de Corasse se las escribía al conde de Foix, el cual tenía una gran alegría en recibirlas.

“Una vez estaba el señor de Corasse conversando sobre eso con el conde de Foix, y éste le preguntó: –Señor de Corasse, ¿habéis visto alguna vez a vuestro mensajero? –No, señor conde, palabra de honor, ni una sola vez. –¡Qué singular! –dijo el conde; si él fuese tan vinculado a mí como vos, yo le habría pedido que se mostrara ante mí; solicito que os toméis el trabajo de decirme cuál es su apariencia y de qué modo obra. Me habéis dicho que él habla tan bien el gascón como vos y yo. –Palabra de honor, dijo el señor de Corasse, es verdad; él habla tan bien y con tanta belleza como vos y yo, y juro que me tomaré el trabajo de verlo, ya que me lo aconsejáis. Como en otras noches, sucedió que el señor de Corasse estaba acostado en su lecho, al lado de su esposa, la cual ya se había acostumbrado a escuchar a Orthon, y no tenía más pavor del mismo. Entonces vino Orthon y sacudió la almohada del señor de Corasse, que dormía profundamente. El señor de Corasse despertó y preguntó: –¿Quién está ahí? Orthon respondió: –Soy yo. Y el señor interrogó: –¿De dónde vienes? –Vengo de Praga, en Bohemia. –¿A cuánto tiempo de aquí? –preguntó el señor; –A sesenta días de viaje, dijo Orthon. –¿Y has venido tan rápido? –Sí, gracias a Dios; voy tan rápido como el viento, o más. –¿Entonces tienes alas? –No, señor –agregó él. –¿Cómo puedes, pues, volar tan rápido? Respondió Orthon: –No necesitáis saber cómo. –Yo te vería con más gusto si supiese cuál es tu apariencia y de qué modo obras. Pero Orthon replicó: –Contentaos con escucharme, puesto que os traigo el relato de ciertas noticias. –Por Dios –dijo el señor de Corasse–, preferiría verte. Orthon respondió: –Ya que tenéis el deseo de verme, lo primero que veréis y que habréis de encontrar cuando os levantéis mañana a la mañana, seré yo. –Es suficiente –dijo el señor de Corasse. Ahora ve; tienes autorización para retirarte esta noche. El señor de Corasse se levantó al día siguiente. Su mujer tenía tanto miedo que se enfermó, y dijo que no se levantaría en ese día, pero el señor quiso que ella se levantara. –Señor –dijo ella–, si me levantase yo vería a Orthon, y no quiero verlo de forma alguna; que Dios no me permita encontrarlo. Entonces, el señor de Corasse dijo: –Yo quiero verlo. Atentamente se levantó de su cama, pero no vio nada que pudiese decir: He visto a Orthon aquí. El día pasó y sobrevino la noche. Cuando el señor de Corasse estaba acostado en su lecho, llegó Orthon y comenzó a hablar como de costumbre. –Ve –dijo el señor de Corasse a Orthon–, eres un mentiroso; bien que debías haberte mostrado a mí y no lo has hecho. –Sí, lo hice. –No lo has hecho. –Y cuando os levantasteis de vuestra cama –dijo Orthon–, ¿no visteis nada? El señor de Corasse pensó un poco y después se dio cuenta. –Sí –respondió él–, al levantarme de la cama, pensando en ti, vi en el suelo dos cañas de paja que giraban juntas. –Era yo –dijo Orthon–, con la forma que había tomado. Dijo el señor de Corasse: –Esto no es suficiente para mí; te pido que tomes otra forma, de tal modo que te pueda ver y reconocer. Respondió Orthon: –Pedís tanto que me perderéis y os dejaré, porque exigís demasiado. El señor de Corasse dijo: –Tú no me dejarás; si yo te hubiese visto una vez, no te pediría más para verte.

“Ahora bien –dijo Orthon–, me veréis mañana, y tened cuidado con lo primero que habréis de ver cuando salgáis de vuestro cuarto. Al día siguiente, a la hora tercera, el señor de Corasse se levantó, se vistió y salió de su cuarto hacia un local de donde se observaba el patio del castillo; al echar una mirada, lo primero que vio fue una cerda, la mayor que ya había visto; pero era tan flaca que parecía tener solamente piel y huesos; tenía orejas largas, caídas y manchadas, y el hocico de esa hembra del cerdo era grande y puntiagudo. Al señor de Corasse le causó mucha extrañeza esta cerda. Como no la veía con gusto, ordenó lo siguiente a sus criados: Suelten inmediatamente a los perros; quiero que ellos maten y devoren a esta cerda. Los criados salieron rápido y abrieron el lugar donde estaban los perros, los cuales atacaron a la cerda; ésta lanzó un fuerte grito y fijó la mirada en el señor de Corasse –que se apoyaba en el balcón que estaba frente a su cuarto–, quien no la vio más después, porque ella se desvaneció, no se sabiendo en qué se tornó. El señor de Corasse regresó a su cuarto muy pensativo y se acordó de Orthon. Creo que he visto a Orthon, mi mensajero; me arrepiento de haber ordenado que mis perros atacasen. Será una desventura si nunca más lo viese, porque me dijo varias veces que cuando yo lo reconociera, lo perdería. –Él dijo la verdad: desde entonces Orthon no volvió más al castillo de Corasse, y el caballero murió allí al año siguiente.”

«–¿Es verdad –pregunté yo al escudero– que el conde de Foix se ha servido de ese mensajero? –Es la pura verdad, y es la opinión afirmativa de varios hombres del Bearne; nada se hace en la región ni en otros lugares sin que él lo quiera o que se incumba perfectamente de ello, a menos que no lo sepa o que no haya tomado cuidado. Así ha sido con los buenos caballeros y escuderos de esta región que lucharon en Portugal. La gracia y el renombre que él tiene debido a eso, le han servido de gran provecho, porque en este castillo él no perdía el valor de una cuchara de oro o de plata, ni cosa alguna sin que luego supiese.»


Correspondencia

Carta del Dr. Morhéry sobre diversos casos de cura obtenidos por la medicación de la Srta. Désirée Godu.
Plessis-Boudet, cerca de Loudéac, Côtes-du-Nord, 25 de abril de 1860.


Señor Allan Kardec,

Vengo hoy a cumplir la promesa que os hice de relataros los casos de cura que obtuve con la asistencia de la Srta. Godu. Como habréis de comprender, no puedo enumerarlos a todos, porque sería demasiado extenso. Me limito a hacer una selección, no en razón de la gravedad, sino en razón de la variedad de las enfermedades. No quise repetir dos veces los mismos casos, ni mencionar curas de poca importancia.

Ya véis, Señor, que la Srta. Godu no ha perdido tiempo desde que está en Plessis-Boudet; hemos visitado más de doscientos enfermos y tuvimos la satisfacción de curar a casi todos aquellos que tuvieron la paciencia de seguir nuestras prescripciones. No os hablo de nuestros enfermos cancerosos, pues ellos están bien encaminados; mas esperaré resultados positivos antes de pronunciarme. Aún tenemos un gran número de pacientes en tratamiento, y de preferencia seleccionamos a los que son considerados incurables. Por lo tanto, dentro de poco espero tener nuevos casos de cura para relataros. Es sobre todo en las afecciones reumáticas, en las parálisis, en las ciáticas, en las úlceras, en las desviaciones óseas y en las heridas de toda naturaleza, que el sistema de tratamiento parece dar mejores resultados.

Señor, puedo aseguraros que he aprendido muchas cosas útiles que yo ignoraba antes de mi contacto con esta señorita; cada día ella me enseña algo nuevo, tanto para el tratamiento como para el diagnóstico. En cuanto al pronóstico, ignoro cómo puede establecerlo; sin embargo, ella no se equivoca. Con la Ciencia común no puede explicarse esa percepción; pero vos, Señor, la comprendéis fácilmente.

Termino declarando que afirmo como verdaderas y sinceras las siguientes observaciones, todas firmadas por mí.

Atentamente,

MORHÉRY, doctor en Medicina.

1ª Observación
, caso N° 5 (23 de febrero de 1860). François Langle, jornalero. –Diagnóstico: fiebre intermitente hace seis meses. Esta fiebre había resistido al sulfato de quinina, varias veces administrado por mí al enfermo; ha sido curado en cinco días de tratamiento con simples infusiones de diversas plantas, y el paciente se encuentra mejor que nunca. Yo podría citar diez curas semejantes.

2ª Observación, caso N° 9 (24 de febrero de 1860). Señora R..., 32 años de edad, de Loudéac. –Diagnóstico: inflamación y obstrucción crónica de las amígdalas; cefalalgia violenta; dolores en la columna vertebral; abatimiento general; ausencia de apetito. El mal comenzó con escalofríos y sordera, y ya dura dos años. –Pronóstico: caso grave y de difícil cura; el mal ha resistido a los mejores tratamientos aplicados. Hoy la paciente está curada; ella solamente continúa el tratamiento para evitar una recaída.

3ª Observación, caso N° 13 (25 de febrero de 1860). Pierre Gaubichais, de la aldea de Ventou-Lamotte, 23 años de edad. –Diagnóstico: inflamación subaponeurótica en el dorso y en la palma de la mano. –Pronóstico: caso grave, pero no incurable. La cura ha sido obtenida en menos de quince días. Tenemos cuatro o cinco casos semejantes.

4ª Observación, caso N° 18 (26 de febrero de 1860). François R..., de Loudéac, 27 años de edad. –Diagnóstico: tumor blanco cicatrizado en la rodilla izquierda; absceso fistuloso en la parte posterior del muslo, encima de la articulación. El mal existe desde hace 10 años. –Pronóstico: caso muy grave e incurable. El mal ha resistido a los mejores tratamientos aplicados durante 6 años. Este enfermo ha sido tratado con ungüentos preparados por la Srta. Godu y ha tomado infusiones de diversas plantas. Hoy puede ser considerado como curado.

5ª Observación, caso Nº 23 (25 de febrero de 1860). Jeanne Gloux, obrera en Tierné-Loudéac. –Diagnóstico: panadizo muy intenso desde hace 10 días. La enferma ha sido radicalmente curada en quince días, únicamente con los ungüentos de la Srta. Godu. Los dolores desaparecieron desde el segundo apósito. Tenemos tres curas semejantes.

6ª Observación, caso N° 12 (25 de febrero de 1860). Vincent Gourdel, tejedor en Lamotte, 32 años. –Diagnóstico: oftalmia aguda como consecuencia de una erisipela intensa. Congestión inflamatoria de la conjuntiva, manifestándose una amplia mancha en la córnea transparente del ojo izquierdo; estado inflamatorio general. –Pronóstico: afección grave y muy intensa. Es de temerse que el ojo se pierda en diez días. –Tratamiento: aplicación de ungüentos en el ojo enfermo. Hoy la oftalmia está curada; la mancha en la córnea ha desaparecido, pero el tratamiento continúa para combatir la erisipela, que parece ser de naturaleza periódica y quizás herpética.

7ª Observación, caso N° 31 (27 de febrero de 1860). Marie-Louise Rivière, jornalera en Lamotte, 24 años de edad. –Diagnóstico: reumatismo antiguo en la mano derecha, con debilidad completa y parálisis de las falanges; imposibilidad de trabajar. Causa desconocida. –Pronóstico: cura muy difícil, por no decir imposible. Curada en 20 días de tratamiento.

8ª Observación, caso N° 34 (28 de febrero de 1860). Jean-Marie Le Berre, 19 años, indigente de Lamotte. –Diagnóstico: cefalalgia violenta, insomnio, hemorragias frecuentes por las fosas nasales; desviación hacia dentro de la rodilla derecha y hacia fuera de la misma pierna. El paciente es verdaderamente lisiado. –Pronóstico: incurable. –Tratamiento: extracto de tópicos, y uso de ungüentos de la Srta. Godu. Hoy el miembro se ha enderezado y la cura es más o menos completa; entretanto, el tratamiento continúa por precaución.

9ª Observación, caso N° 50 (28 de febrero de 1860). Marie Nogret, 23 años, de Lamotte. –Diagnóstico: inflamación de la pleura y del diafragma, hinchazón e inflamación de las amígdalas y de la úvula; palpitaciones, mareos, sofocaciones. –Pronóstico: aunque la paciente sea fuerte, su estado es muy grave; no puede dar dos pasos. –Tratamiento: infusiones de diversas plantas. Mejoró al día siguiente y se curó radicalmente en ocho días.

10ª Observación, caso N° 109 (12 de marzo de 1860). Pierre Le Boudu, de la comuna de Saint-Hervé. –Diagnóstico: sordo hace 18 años como consecuencia de una fiebre tifoidea. –Pronóstico: incurable y rebelde a todo tratamiento. –Tratamiento: inyecciones y uso de infusiones de diversas plantas preparadas por la Srta. Godu. Hoy el paciente oye el movimiento de su reloj; el ruido le molesta y lo aturde, a causa de la sensibilidad del oído.

11ª Observación, caso N° 132 (18 de marzo de 1860). Marie Le Maux, 10 años de edad, residente en Grâces. –Diagnóstico: reumatismo, con rigidez de las articulaciones, particularmente en las dos rodillas; la niña sólo anda con muletas. –Pronóstico: caso muy grave, por no decir incurable. –Tratamiento: extracto de tópicos, y apósito con el ungüento de la Srta. Godu. Cura en menos de 20 días. Hoy la niña camina sin muletas ni bastón.

12ª Observación, caso N° 80 (19 de marzo de 1860). Hélène Lucas, 9 años de edad, indigente de Lamotte. –Diagnóstico: salida e hinchazón permanentes de la lengua, que se desplaza de los labios de 5 a 6 centímetros hacia delante y que parece colgada de la boca; la lengua es rugosa y los dientes inferiores están desgastados por la misma; para comer, la niña es obligada a poner la lengua de lado con una mano, y a introducir los alimentos en la boca con la otra. Ese estado remonta a la edad de 2 meses y medio. –Pronóstico: caso muy grave, considerado incurable. Hoy la lengua tuvo un retraimiento a la cavidad bucal, y la paciente está casi completamente curada.

MORHÉRY

Se notará sin dificultad que las noticias anteriores no son, en absoluto, esos certificados banales solicitados por la codicia, y en los cuales la complacencia disputa muy a menudo con la ignorancia. Son observaciones de un médico que, dejando a un lado el amor propio, admite francamente su insuficiencia en presencia de los infinitos recursos de la Naturaleza, que no le ha dicho su última palabra en los bancos escolares. Reconoce que la Srta. Godu, sin instrucción especial, le ha enseñado más que ciertos libros de los hombres, porque ella lee en el propio libro de la Naturaleza; como hombre sensato, prefiere salvar a un enfermo por medios aparentemente irregulares, que dejarlo morir según las reglas, no se sintiendo humillado por eso.

Nos proponemos a hacer, en un próximo artículo, un estudio serio, desde el punto de vista teórico, sobre esta facultad intuitiva que es más frecuente de lo que se piensa, pero que está más o menos desarrollada, a través de la cual la Ciencia podrá adquirir preciosas luces cuando los hombres no se crean más sabios que el Señor del Universo. Hemos obtenido por intermedio de un hombre muy esclarecido, natural del Indostán y de origen hindú, preciosas enseñanzas sobre las prácticas de la Medicina intuitiva por los nativos, y que vienen a adjuntar a la teoría el testimonio de hechos auténticos bien observados.




Conversaciones familiares del Más Allá

Jardin

(Sociedad de París, 25 de noviembre de 1859)

Leemos en el Journal de la Nièvre (Diario del Nièvre): Un funesto accidente ocurrió el sábado pasado en la estación del ferrocarril. Un hombre de sesenta y dos años, el Sr. Jardin, al salir del patio del embarcadero, fue acometido por las varas de un carruaje tílburi y, algunas horas después, daba el último suspiro.

La muerte de este hombre ha revelado una de las más extraordinarias historias, a la cual no habríamos dado crédito si testigos verídicos no nos hubiesen garantizado su autenticidad. He aquí la historia, tal cual nos ha sido narrada:

Antes de ser empleado en el depósito de tabaco de Nevers, Jardin vivía en el Departamento del Cher, en la localidad de Saint-Germain-des-Bois, donde ejercía la profesión de sastre. Su esposa había fallecido en este pueblo cinco años atrás, acometida por una pleuresía, cuando hace ocho años él dejó Saint-Germain para venir a vivir en Nevers. Empleado laborioso, el Sr. Jardin era muy piadoso, de una devoción que él llevaba hasta la exaltación, entregándose con fervor a las prácticas religiosas. Tenía en su cuarto un reclinatorio, en el cual gustaba arrodillarse con frecuencia. El viernes a la noche, al encontrarse solo con su hija, de repente le anunció que un secreto presentimiento le advertía que su fin estaba próximo. –«Escucha mi última voluntad –le dijo a ella: Después de mi muerte, entregarás al Sr. B... la llave de mi reclinatorio para que él lleve lo que encuentre allí y lo deposite en mi ataúd.»

Sorprendida con esta brusca recomendación, la Srta. Jardin, al no saber bien si su padre hablaba seriamente, le preguntó qué podría haber en el reclinatorio. Al principio se rehusó a responderle; pero como ella insistía, le hizo esta extraña revelación de lo que había en el reclinatorio: ¡los restos mortales de su madre! Le informó que, antes de dejar Saint-Germain-des-Bois, había ido al cementerio durante la noche. Todos dormían en la aldea; al sentirse muy solo, había ido a la sepultura de su esposa y, con una pala, había cavado hasta alcanzar el cajón que contenía los restos de aquella que había sido su compañera. Al no querer separarse de esos preciosos despojos, recogió los huesos y los depositó en su reclinatorio.

Después de esta extraña confidencia y un poco asustada, la hija del Sr. Jardin, dudando siempre que su padre hablara seriamente, le prometió entretanto obedecer a su última voluntad, persuadida de que él quería divertirse a sus expensas, y que al día siguiente le daría la solución de ese fantástico enigma.

Al día siguiente, sábado, el Sr. Jardin se dirigió a su oficina como de costumbre. Una hora después fue enviado a la estación de mercaderías para recibir allí sacos de tabaco, destinados a la provisión del depósito. Ni bien salió de la estación fue acometido en el pecho por las varas de un tílburi, que él no percibió en medio de la aglomeración de carruajes que estacionaban en el embarcadero. Por consiguiente, sus presentimientos no lo habían engañado. Al ser derribado por ese violento choque, perdió el conocimiento y fue llevado a su casa.

Los socorros suministrados le hicieron recobrar los sentidos. Entonces, a fin de examinar sus heridas, le solicitaron que levantase su ropa; él se opuso a esto con vehemencia; volvieron a insistir, mas se negó nuevamente. Pero como, pese a su resistencia, se preparaban para sacarle la ropa, de repente se curvó sobre sí mismo: estaba muerto.

Su cuerpo fue puesto en una cama; mas cuál no fue la sorpresa de las personas presentes, cuando, después de levantarle la ropa, ¡se vio sobre su corazón una bolsa de cuero, atada alrededor de su cuerpo! Un médico, llamado para constatar la muerte del Sr. Jardin, hizo un corte con su lanceta y separó la bolsa en dos partes: ¡y de la bolsa escapó una mano seca!

Entonces, la hija del Sr. Jardin, acordándose lo que su padre le había dicho en la víspera, avisó a los Sres. B... y J..., que eran carpinteros. El reclinatorio fue abierto; del mismo fue retirado un chacó de la guardia nacional. En el fondo de ese gorro militar se encontraba la cabeza de un muerto, aún con los cabellos; después percibieron en el fondo del reclinatorio, colocados sobre las tablas, los huesos de un esqueleto: eran los restos de la esposa de Jardin.

El domingo último enterraron los despojos mortales del Sr. Jardin. Para obedecer la voluntad del sexagenario, pusieron en su ataúd los restos de su mujer y, sobre el pecho del Sr. Jardin, la mano seca que –si podemos expresarnos así– durante ocho años había sentido el latido de su corazón.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.

2. ¿Quién os ha avisado que deseábamos hablaros? –Resp. No sé nada al respecto; he sido atraído hacia aquí.

3. ¿Dónde estabais cuando os hemos llamado? –Resp. Estaba con un hombre al cual aprecio mucho, y acompañado por mi esposa.

4. ¿Cómo tuvisteis el presentimiento de vuestra muerte? –Resp. Fui avisado por aquella que yo tanto extrañaba; por medio de las oraciones de ella, Dios me lo había concedido.

5. ¿Entonces vuestra esposa estaba siempre junto a vos? –Resp. Ella no me dejaba.

6. Los restos mortales que conservabais de vuestra mujer, ¿eran la causa de su continua presencia? –Resp. De ninguna manera; pero yo lo creía así.

7. Entonces, si no hubieseis conservado esos restos, ¿ni por esto el Espíritu Sra. de Jardin dejaría de estar junto a vos? –Resp. Es que el pensamiento no está allí, ¿y no es éste más poderoso para atraer al Espíritu, que los restos que no tienen importancia para él?

8. ¿Revisteis inmediatamente a vuestra esposa en el momento de vuestra muerte? –Resp. Ha sido ella quien ha venido a recibirme y a esclarecerme.

9. ¿Tuvisteis inmediatamente la conciencia de vos mismo? –Resp. Al cabo de poco tiempo; yo tenía una fe intuitiva en la inmortalidad del alma.

10. Vuestra esposa debe haber tenido existencias anteriores a esta última; ¿cómo se explica que ella las haya olvidado, para consagrarse enteramente a vos? –Resp. Ella tenía que guiarme en mi vida material, sin renunciar por esto a sus antiguos afectos. Cuando decimos que nunca dejamos a un Espíritu encarnado, debéis comprender por ello que lo que queremos decir es que estamos más a menudo con él que en otros lugares. La rapidez de nuestro desplazamiento nos lo permite tan fácilmente, como a vos una conversación con varios interlocutores.

11. ¿Os recordáis de vuestras existencias precedentes? –Resp. Sí; en la última fui un pobre campesino, sin ninguna instrucción, pero anteriormente había sido religioso, sincero y dedicado al estudio.

12. El extraordinario afecto por vuestra esposa, ¿no tendría como causa las antiguas relaciones de otras existencias? –Resp. No.

13. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. No se puede ser más feliz, como habréis de comprender.

14. ¿Podéis definir para nosotros vuestra felicidad actual y decirnos su causa? –Resp. No debería tener necesidad de decíroslo: yo amaba y sentía falta de un Espíritu querido; amaba a Dios; yo era un hombre honesto. Reencontré a aquella que tanto extrañaba: he aquí los elementos de felicidad para un Espíritu.

15. ¿Cuáles son vuestras ocupaciones como Espíritu? –Resp. En el momento de vuestro llamado os dije que yo estaba con un hombre al cual aprecio mucho; buscaba inspirarle el deseo al bien, como siempre lo hacen los Espíritus que Dios considera dignos. Tenemos también otras ocupaciones que aún no podemos revelar.

16. Os agradecemos por haber tenido a bien venir. –Resp. También os agradezco.



Una Convulsionaria

Las circunstancias nos han puesto en contacto con la hija de una de las principales Convulsionarias de Saint-Médard, por lo que hemos podido recoger algunas enseñanzas particulares sobre esta especie de secta. De esa manera, no se ha dicho nada de exagerado en lo que atañe a las torturas a que se sometían voluntariamente esos fanáticos. Se sabe que una de las pruebas, designada con el nombre de grandes socorros, consistía en sufrir la crucifixión y todos los sufrimientos de la Pasión del Cristo. La persona de la cual hablamos, fallecida en 1830, aún tenía en las manos los agujeros hechos por los clavos que habían servido para suspenderla en la cruz, y al lado las marcas de la lanza que ella había recibido. Escondía con cuidado esos estigmas del fanatismo, y siempre había evitado hablar de los mismos con sus hijos. Ella es conocida en la historia de los Convulsionarios con un pseudónimo, que habremos de silenciar por los motivos que indicaremos a continuación. La siguiente conversación tuvo lugar en presencia de su hija, que había manifestado este deseo; suprimimos sus particularidades íntimas, que no interesarían a los extraños, pero que para ésta han sido una prueba indiscutible de la identidad de su madre.

1. Evocación. –Resp. Hace mucho que deseo conversar con vos.

2. ¿Qué motivo os lleva a desear conversar conmigo? –Resp. Sé apreciar vuestros trabajos, a pesar de lo que podáis pensar de mis creencias.

3. ¿Veis aquí a vuestra hija? Sobre todo es ella que desea conversar con vos, y nos agradaría mucho aprovechar la conversación para nuestra instrucción. –Resp. Sí; una madre siempre ve a sus hijos.

4. ¿Sois feliz como Espíritu? –Resp. Sí y no, porque yo podría haber hecho mejor las cosas; pero Dios tiene en cuenta mi ignorancia.

5. ¿Recordáis perfectamente vuestra última existencia? –Resp. Tendría mucho para deciros, pero orad por mí, a fin de que esto me sea permitido.

6. Las torturas a las cuales os sometisteis, ¿os han elevado y os han vuelto más feliz como Espíritu? –Resp. No me han hecho mal, pero no me hicieron avanzar en inteligencia.

7. Os pido para ser más precisa; os pregunto si las mismas han sido tenidas en cuenta como un mérito. –Resp. Os diré que hay una
cuestión en El Libro de los Espíritus que da la respuesta general; en cuanto a mí, yo era una pobre fanática.

Nota – Alusión a la cuestión Nº 726 de El Libro de los Espíritus, sobre los sufrimientos voluntarios.

8. Esta cuestión dice que el mérito de los sufrimientos voluntarios está en razón de la utilidad que de ahí resulta para el prójimo; ahora bien, pienso que los sufrimientos voluntarios de los convulsionarios sólo tenían un objetivo meramente personal. –Resp. Era generalmente personal, y si jamás hablé de eso a mis hijos, fue porque yo comprendía vagamente que no era el verdadero camino.

Nota Aquí el Espíritu de la madre responde por anticipado al pensamiento de su hija, que se proponía a preguntarle por qué, cuando encarnada, había evitado hablar de eso a sus hijos.

9. ¿Cuál era la causa del estado de crisis de los convulsionarios? –Resp. Disposición natural y sobreexcitación fanática. Nunca quise que mis hijos fuesen arrastrados en esa pendiente fatal, que hoy reconozco mejor como tal.

Al responder espontáneamente a una reflexión de su hija, que sin embargo no había formulado la cuestión, el Espíritu agrega: Yo no tenía educación, sino intuición de muchas existencias anteriores.

10. Entre los fenómenos que se producían en los convulsionarios, algunos tienen analogía con ciertos efectos sonambúlicos, como por ejemplo la lectura del pensamiento, la visión a distancia, la intuición de lenguas; ¿desempeñaba el magnetismo un cierto papel en esto? –Resp. Mucho, y varios sacerdotes magnetizaban sin que las personas lo supiesen.

11. ¿De dónde provenían las cicatrices que teníais en las manos y en otras partes del cuerpo? –Resp. Pobres trofeos de nuestras victorias, que no sirvieron a nadie, y que frecuentemente provocaron pasiones, como habréis de comprender.

Nota Parece que sucedían cosas de gran inmoralidad en las prácticas de las convulsionarias, que habían inquietado el corazón honesto de esta dama, llevándola más tarde, cuando se calmó la fiebre fanática, a tener aversión por todo lo que le recordase este pasado. Sin duda, esta es una de las razones que la llevaron a no hablar de la cuestión con sus hijos.

12. ¿Se operaban realmente curas junto a la tumba de diácono Pâris? –Resp. ¡Oh! ¡Qué pregunta! Bien sabéis que no, o poca cosa, sobre todo para vos.

13. ¿Habéis vuelto a ver a Pâris después de vuestra muerte? –Resp. No me ocupé con él, porque le reprocho mi error desde que estoy desencarnada.

14. ¿Cómo lo considerabais cuando estabais encarnada? –Resp. Como un enviado de Dios, y es por esto que le reprocho el mal que
ha causado en el nombre de Dios.

15. ¿Pero él no es inocente de la insensatez que ha sido cometida en su nombre después de su muerte? –Resp. No, porque él mismo no creía en lo que enseñaba; cuando encarnada no lo comprendí, como lo hago ahora.

16. ¿Es verdad que el Espíritu Pâris permaneció ajeno, como él lo ha dicho, a las manifestaciones que ocurrieron junto a su tumba? –Resp. Él os ha engañado.

17. ¿Entonces él provocaba el ardor fanático? –Resp. Sí, y aún lo hace.

18. ¿Cuáles son vuestras ocupaciones como Espíritu? –Resp. Busco instruirme; es por eso que dije que deseaba venir entre vosotros.

19. ¿En qué lugar estáis aquí? –Resp. Cerca del médium, con mi mano sobre su brazo o sobre su hombro.

20. Si fuese posible veros, ¿bajo qué forma os veríamos? –Resp. Mi hija vería a su madre, como cuando encarnada. En cuanto a vos, me veríais en Espíritu; la palabra, no os la puedo decir.

21. Tened a bien explicaros; ¿qué entendéis al decir que yo os vería en Espíritu? –Resp. Una forma humana transparente, según la depuración del Espíritu.

22. Dijisteis que habéis tenido otras existencias; ¿os acordáis de las mismas? –Resp. Sí, ya os hablé de ellas y, por mis respuestas, debéis ver que tuve muchas.

23. ¿Podríais decirnos cuál fue la existencia anterior a la última que nosotros conocemos? –Resp. No esta noche y tampoco por este médium. Por aquel señor, si quisiereis.

Nota Ella designa a uno de los asistentes que comenzaba a escribir como médium, y explica su simpatía por él, porque –dice ella– lo conoció en su precedente existencia.

24. ¿Quedaríais contrariada si yo publicase esta conversación en la Revista? –Resp. No; es necesario que el mal sea divulgado; pero no me llaméis ... (su pseudónimo); detesto este nombre. Designadme, si quisiereis, como la gran señora.

Nota Es para condescender con su deseo que no citamos el nombre con el cual ella era conocida, y que le trae penosos recuerdos.

25. Os agradecemos por haber consentido en venir y en darnos vuestras explicaciones. –Resp. Soy yo quien os agradece, por haber proporcionado a mi hija la oportunidad de reencontrar a su madre, y a mí la de poder hacer un poco de bien.





Variedades

El bibliotecario de Nueva York

Leemos en el Courrier des États-Unis:

«Un diario de Nueva York publica un hecho bastante curioso, del cual un cierto número de personas ya tenía conocimiento, y sobre el cual, desde hace algunos días, eran realizados comentarios muy divertidos. Los espiritualistas ven en el mismo un ejemplo más de manifestaciones del otro mundo. Las personas sensatas no van a buscar tan lejos su explicación y reconocen claramente los síntomas característicos de una alucinación. Es también la opinión del propio Dr. Cogswell, el héroe de la aventura.

«El Dr. Cogswell es el bibliotecario jefe de la Astor Library. La dedicación con que se aplica a la conclusión de un catálogo completo de la biblioteca, frecuentemente lo lleva a consagrar a este trabajo las horas que debería destinar al sueño. Es así que tiene la ocasión de visitar solo, a la noche, las salas donde tantos volúmenes están colocados en los estantes.

«Aproximadamente quince días atrás, hacia las once horas de la noche, él pasaba con el candelabro en la mano por uno de los rincones llenos de libros, cuando con gran sorpresa percibió a un hombre elegante, que parecía examinar con cuidado los títulos de los volúmenes. Al principio, imaginando que se tratase de un ladrón, retrocedió y observó atentamente al desconocido. Su sorpresa se volvió aún más viva cuando reconoció en el visitante nocturno al doctor X..., que había vivido en los alrededores de Lafayette-Place, pero que estaba muerto y que había sido enterrado hacía seis meses.

«El Sr. Cogswell no cree mucho en apariciones y menos aún se asusta con las mismas. No obstante, ha creído un deber tratar al fantasma con consideración y, con voz clara, le preguntó: Doctor, ¿cómo se explica que vos, cuando estabais vivo, nunca hayáis venido probablemente a esta biblioteca, y ahora la visitáis después de muerto? El fantasma, perturbado en su contemplación, miró al bibliotecario con ternura y desapareció sin responder.

«–Singular alucinación, pensó el Sr. Cogswell. Tal vez yo haya comido en la cena algo que me causó indigestión.

«Volvió a su trabajo; después se fue a acostar y durmió tranquilamente. Al día siguiente, a la misma hora, visitó nuevamente la biblioteca. En el mismo lugar de la víspera encontró al mismo fantasma, al cual le dirigió las mismas palabras y obtuvo el mismo resultado.

«¡Qué cosa curiosa! –pensó él; es preciso que yo regrese mañana.

«Pero antes de volver, el Sr. Cogswell examinó los estantes que parecían interesar vivamente al fantasma y, por una singular coincidencia, reconoció que estaban repletos de obras antiguas y modernas de necromancia. Entonces, al día siguiente, cuando encontró por tercera vez al doctor muerto, cambió la pergunta y le dijo: “Es la tercera vez que os encuentro, doctor. Decidme, pues, si alguno de esos libros perturba vuestro reposo, que de ser así lo haré retirar de la colección”. El fantasma no respondió, al igual que las otras veces, pero desapareció definitivamente, y el perseverante bibliotecario pudo volver a la misma hora y al mismo lugar, varias noches seguidas, sin encontrarlo.

«Entretanto, aconsejado por amigos a los cuales había contado la historia, y por los médicos a quien hubo consultado, decidió reposar un poco y hacer un viaje de algunas semanas hacia Charlestown, antes de retomar la extensa y paciente tarea que se impuso, y cuya fatiga, sin duda, causó la alucinación que acabamos de relatar.»

Observación – Haremos sobre este artículo una primera observación: notemos el atrevimiento con el cual los que no creen en los Espíritus se atribuyen el monopolio del buen sentido. “Los espiritualistas –dice el autor– ven en ese hecho un ejemplo más de manifestaciones del otro mundo. Las personas sensatas no van a buscar tan lejos su explicación y ahí reconocen claramente los síntomas característicos de una alucinación”. Así, según ese autor, solamente son personas sensatas las que piensan como él; todas las otras no tienen sentido común, incluso aunque fuesen doctores, y el Espiritismo los cuenta por millares. En verdad, es una extraña modestia la que tiene como máxima: ¡Nadie tiene razón, excepto nosotros y nuestros amigos!

Aún estamos esperando una definición clara y precisa, una explicación fisiológica de la alucinación. Pero a falta de una explicación, hay un sentido vinculado a esta palabra: en el pensamiento de los que la emplean, significa ilusión; ahora bien, quien dice ilusión dice ausencia de realidad; según ellos, es una imagen puramente fantástica producida por la imaginación, bajo el imperio de una sobreexcitación cerebral. No negamos que en ciertos casos pueda ser así; la cuestión es saber si todos los hechos del mismo género están en condiciones idénticas. Al examinar el hecho que fue relatado anteriormente, nos parece que el Dr. Cogswell estaba perfectamente calmo, como él mismo lo declara, y que ninguna causa fisiológica o moral había venido a perturbar su cerebro. Por otro lado, incluso admitiendo en él una ilusión momentánea, restaría aún explicar cómo esta ilusión se produjo varios días seguidos, a la misma hora y en las mismas circunstancias; este no es el carácter de una alucinación propiamente dicha. Si una causa material desconocida ha impresionado su cerebro en el primer día, es evidente que esta causa ha cesado al cabo de algunos instantes, cuando la aparición hubo desaparecido. Entonces, ¿cómo ella se reprodujo idénticamente tres días seguidos, con 24 horas de intervalo? Es lamentable que el autor del artículo haya omitido la explicación, porque sin duda él debe tener excelentes razones, puesto que hace parte del grupo de las personas sensatas.

Sin embargo, convengamos que en el hecho arriba citado no hay ninguna prueba positiva de realidad y que, en rigor, se podría admitir que la misma aberración de los sentidos haya podido reproducirse; pero ¿sucede lo mismo cuando las apariciones son acompañadas por circunstancias, de cierto modo materiales? Por ejemplo, cuando personas, no en sueño, sino perfectamente despiertas, ven a parientes o amigos ausentes –en los cuales no pensaban en absoluto– aparecerles en el momento de la muerte que vienen a anunciar, ¿se puede decir que esto sea un efecto de la imaginación? Si el hecho de la muerte no fuese real, habría indiscutiblemente una ilusión; pero cuando el acontecimiento viene a confirmar la previsión, y el caso es muy frecuente, ¿cómo no admitir otra coisa, en vez de una simple fantasmagoría? Si aun el hecho fuera único, o inclusive raro, se podría creer que fuese una circunstancia fortuita; pero, como lo hemos dicho, los ejemplos son innumerables y perfectamente comprobados. Que los partidarios de la alucinación consientan en darnos una explicación categórica y, entonces, veremos si sus razones son más convincentes que las nuestras. Sobre todo desearíamos que nos probaran la imposibilidad material que el alma –principalmente ellos, que creen que son sensatos por excelencia y que admiten que tenemos un alma que sobrevive al cuerpo–, que nos probasen –decíamos– que esta alma, que debe estar en alguna parte, no puede estar a nuestro alrededor, y que no puede vernos, escucharnos ni comunicarse con nosotros.


La novia traicionada

El siguiente hecho ha sido relatado por la Gazetta dei Teatri, de Milán, del 14 de marzo de 1860.

Un joven amaba perdidamente a una muchacha, por la cual era correspondido y con la que iba a casarse, cuando, cediendo a un culposo arrastramiento, abandonó a su novia por una mujer indigna de amor verdadero. La infeliz abandonada rogó, lloró, pero todo fue inútil: su infiel amado permaneció sordo a sus lamentos. Entonces, desesperada, entró en la casa de él, donde en su presencia expiró a consecuencia de un veneno que ella había acabado de tomar. Al ver el cadáver de aquella cuya muerte causó, tuvo una terrible reacción, queriendo también suicidarse. Sin embargo, él sobrevivió, pero su conciencia siempre le reprochaba ese crimen. Desde el momento fatal, y diariamente a la hora de la cena, él veía que la puerta del cuarto se abría y que su novia le aparecía con el aspecto de un esqueleto amenazador. Por más que buscara distraerse, cambiar de hábitos, viajar, frecuentar compañías alegres, parar los relojes, nada conseguía: sea donde él estuviere, a la hora cierta, el espectro siempre se presentaba. En poco tiempo adelgazó mucho y su salud se alteró a tal punto que los facultativos perdieron la esperanza de salvarlo.

Un médico amigo suyo, estudiando seriamente el caso, y después de haber experimentado inútilmente diversos remedios, tuvo la siguiente idea: Con la esperanza de demostrarle que él era juguete de una ilusión, buscó un esqueleto verdadero y lo hizo colocar en un cuarto vecino; después, habiendo invitado a su amigo a cenar, al cabo de cuatro horas –que era la hora de la visión– hizo venir el esqueleto por medio de poleas preparadas a tal efecto. El médico pensaba que iba a tener éxito en su cometido, pero su desdichado amigo, sobrecogido de un repentino terror, exclamó: ¡Ay de mí! Si no bastase uno, ahora son dos; y luego cayó muerto, como si hubiese sido fulminado.

Nota – Al leer este relato –al cual nos referimos dando crédito al diario italiano de donde lo hemos extraído–, los partidarios de la alucinación estarán en una situación favorable, porque podrán decir, y con razón, que había una causa evidente de sobreexcitación cerebral que pudo producir una ilusión en aquel espíritu impresionado. Nada prueba, en efecto, la realidad de la aparición, que podría ser atribuida a un cerebro debilitado por una violenta conmoción. Para nosotros, que conocemos tantos hechos análogos comprobados, decimos que la aparición es posible y, en todos los casos, el conocimiento profundo del Espiritismo hubiese dado al médico un medio más eficaz para curar a su amigo. Ese medio hubiera sido el de evocar a la muchacha en otras horas y el de conversar con ella, ya sea directamente o con la ayuda de un médium, a fin de preguntarle qué debía hacer para complacerla y para obtener su perdón; hubiera usado el medio de pedir que el ángel guardián intercediera junto a ella para doblegarla; y como en definitiva ella amaba al joven, seguramente olvidaría sus errores, si hubiese reconocido en él un arrepentimiento y un pesar sinceros, en lugar de un simple terror, que en él quizá era el sentimiento dominante. Ella habría dejado de mostrarse con una forma horrenda, para revestir la forma graciosa que tenía cuando encarnada, o entonces habría dejado de aparecer. Ciertamente ella también le habría dicho buenas palabras que pudiesen restablecer la calma en su alma; la certeza de que él nunca estaría solo, que ella velaba a su lado y que un día estarían reunidos, le habría dado coraje y resignación. Es un resultado que a menudo hemos podido constatar. Los Espíritus que aparecen espontáneamente siempre tienen un objetivo; lo mejor, en todo caso, es preguntarles lo que desean; si están sufriendo, es necesario orar por ellos y hacer lo que les pueda ser agradable. Si la aparición tiene un carácter permanente y de obsesión, cesa casi siempre cuando el Espíritu queda satisfecho. Si el Espíritu que se manifiesta con obstinación, ya sea a través de la visión o por medios perturbadores –que no podrían ser tomados por una ilusión–, él es malo; y si actúa con malevolencia, por lo general es más tenaz, lo que no impide que nosotros obremos con más perseverancia, y sobre todo haciendo una oración sincera en su intención. Pero es preciso estar realmente persuadidos de que para ello no hay palabras sacramentales, ni fórmulas cabalísticas, ni exorcismos que tengan la menor influencia; cuanto peores son, más se ríen del pavor que inspiran y de la importancia que se da a su presencia. Ellos se divierten al ser llamados diablos y demonios, y por eso toman gravemente los nombres de Asmodeo, Astaroth, Lúcifer y otros calificativos infernales, aumentando las malicias, mientras que se retiran cuando ven que pierden tiempo con personas que no se dejan engañar, y que se limitan a pedir por ellos la misericordia divina.


Superstición

Leemos en Le Siècle del 6 de abril de 1860:

«Un tal Sr. Félix N..., jardinero de los alrededores de Orleáns, era considerado portador de la habilidad de exceptuar de la conscripción a los jóvenes, es decir, de hacerlos sacar en el sorteo un número apropiado para que sean eximidos. Él prometió a Frédéric Vincent P..., joven viticultor de St-Jean-de-Braye, hacerlo sacar el número que quisiese, a cambio de 60 francos, de los cuales 30 fr. deberían ser pagos por adelantado, y los otros 30 después del sorteo. El secreto consistía en rezar tres Padrenuestros y tres Avemarías durante nueve días. Además, el hechicero afirmaba que, gracias a la parte que él haría, eso favorecería al conscripto y le impediría dormir durante la última noche, pero que sería eximido. Desgraciadamente el encanto no funcionó; el conscripto durmió como de costumbre y sacó el número 31, que hizo de él un soldado. Estos hechos, repetidos además dos veces, no pudieron ser mantenidos en secreto, y el hechicero Félix N... fue llevado ante la justicia.»

Los adversarios del Espiritismo lo acusan de despertar ideas supersticiosas; pero ¿qué hay de común entre la Doctrina que enseña la existencia del mundo invisible, comunicándose con el mundo visible, y hechos de la naturaleza que acabamos de relatar, que son los verdaderos tipos de superstición? ¿Dónde se ha visto que el Espiritismo haya enseñado alguna vez semejantes absurdos? Si aquellos que lo atacan en este aspecto se tomasen el trabajo de estudiarlo, antes de juzgarlo tan a la ligera, no sólo sabrían que Él condena todas las prácticas adivinatorias, sino que demuestra su inutilidad. Por lo tanto, como muy frecuentemente lo hemos dicho, el estudio serio del Espiritismo tiende a destruir las creencias verdaderamente supersticiosas. En la mayoría de las creencias populares hay casi siempre un fondo de verdad, pero desnaturalizado y ampliado; estos accesorios son las falsas aplicaciones que constituyen la superstición propiamente dicha. Es así que los cuentos de hadas y de genios reposan en la existencia de Espíritus buenos o malos, protectores o malévolos; que todas las historias de aparecidos tienen su origen en el fenómeno muy real de las manifestaciones espíritas, visibles e incluso tangibles; tal fenómeno, hoy perfectamente comprobado y explicado, entra en la categoría de los fenómenos naturales, que son una consecuencia de las leyes eternas de la Creación. Pero el hombre raramente se contenta con la verdad, que le parece demasiado simple; él la reviste con todas las quimeras creadas por su imaginación, y es entonces que cae en el absurdo. Después vienen los que tienen interés en explotar esas mismas creencias, a las cuales juntan un prestigio fantástico para que sirvan apropiadamente a sus objetivos; de ahí esa turba de adivinos, de hechiceros, de echadores de la buenaventura, contra los cuales la ley severamente procede con justicia. El Espiritismo verdadero, racional, no es pues más responsable por los abusos que se cometen en su nombre, que la Medicina por las fórmulas ridículas y por las prácticas empleadas por charlatanes o ignorantes. Lo decimos una vez más: antes de juzgarlo, tomaos el trabajo de estudiarlo.

Se concibe un fondo de verdad en ciertas creencias, pero quizá se ha de preguntar en cuál puede reposar la que ha originado el hecho citado, creencia muy expandida en el interior de nuestro país, como se sabe. A primera vista nos parece que tiene su principio en el sentimiento intuitivo de los seres invisibles, a los cuales fueron llevados a atribuir un poder que frecuentemente ellos no tienen. La existencia de Espíritus embusteros que pululan a nuestro alrededor por causa de la inferioridad de nuestro globo –como insectos nocivos en un pantano–, y que se divierten a expensas de las personas crédulas, prediciéndoles un futuro quimérico, siempre dispuestos a adular sus gustos y deseos, es un hecho cuya prueba tenemos diariamente a través de nuestros médiums actuales. Lo que ocurre ante nuestros ojos ha tenido lugar en todas las épocas por los medios de comunicación en uso, según los tiempos y los lugares: he aquí la realidad. Con la ayuda del charlatanismo y de la codicia, la realidad pasó al estado de creencia supersticiosa.

Hecho de pneumatografía o escritura directa

El Sr. X..., uno de nuestros más eruditos literatos, se encontraba el 11 de febrero pasado en la casa de la Srta. Huet, con otras seis personas, desde hace tiempo iniciadas en las manifestaciones espíritas. El Sr. X... y la Srta. Huet se sentaron frente a frente, alrededor de una mesita elegida por el propio Sr. X... Este último sacó de su bolsillo un papel totalmente blanco, doblado en cuatro y marcado por él con un signo casi imperceptible, pero suficiente para ser fácilmente reconocido; puso dicho papel en la mesa y lo cubrió con un pañuelo blanco que le pertenecía. La Srta. Huet puso sus manos sobre la punta del pañuelo. Por su parte, el Sr. X... hizo lo mismo, solicitando a los Espíritus una manifestación directa, con un objetivo instructivo. El Sr. X... solicitó de preferencia a Channing, que fue evocado con este fin. Al cabo de diez minutos, el propio Sr. X... levantó el pañuelo y retiró el papel, que en una de sus carillas estaba escrito el esbozo de una frase trazada con dificultad y casi ilegible, donde sin embargo se podían descubrir los rudimentos de las siguientes palabras: Dios os ama; en la otra carilla estaba escrito: Dios, en el ángulo externo, y Cristo, en el final del papel. Esta última palabra estaba escrita de manera que dejaba una marca en la hoja doblada.

Una segunda prueba se hizo exactamente en las mismas condiciones, y al cabo de un cuarto de hora el papel contenía, en la superficie inferior y en caracteres firmemente trazados en negro, estas palabras inglesas: God loves you, y más abajo, Channing. En el final del papel estaba escrito en francés: Foi en Dieu; en fin, en el reverso de la misma página había una cruz con una señal parecida a una caña, ambas trazadas con una sustancia roja.

Al terminar la prueba, el Sr. X... expresó a la Srta. Huet el deseo de obtener por su intermedio, como médium psicógrafa, algunas explicaciones más desarrolladas de Channing, y se entabló el siguiente diálogo entre él y el Espíritu:

Preg. Channing, ¿estáis presente? –Resp. Estoy aquí; ¿estáis contento conmigo?

Preg. ¿A quién se dirige lo que habéis escrito? ¿A todos o a mí particularmente? –Resp. Escribí esta frase, cuyo sentido se dirige a todos los hombres; pero, al escribirla en inglés, la experiencia es para vos en particular. En cuanto a la cruz, es la señal de la fe.

Preg. ¿Por qué la habéis hecho de color rojo? –Resp. Para pediros que tengáis fe. Yo no podía escribir nada, era muy largo: os he dado una señal simbólica.

Preg. ¿Entonces el rojo es el color simbólico de la fe? –Resp. Ciertamente; es la representación del bautismo de sangre.

Nota – La Srta. Huet no sabe inglés y el Espíritu quiso dar así una prueba más de que el pensamiento de ella era extraño a la manifestación. El Espíritu lo hizo espontáneamente y por su propia voluntad; pero es más que probable que si se lo hubiesen pedido como prueba, él no se habría prestado a eso; se sabe que a los Espíritus no les gusta servir de instrumento cuando se intenten hacer experimentaciones con ellos. Frecuentemente las pruebas más patentes surgen en el momento en que menos se lo espera; y cuando los Espíritus obran por su propio accionar, a menudo dan más de lo que se les habría pedido, ya sea porque desean mostrar su independencia o porque sería preciso, para la producción de ciertos fenómenos, el concurso de circunstancias que no siempre nuestra voluntad es suficiente para poder manejar. No estaría de más repetir que los Espíritus tienen su libre albedrío, queriendo probarnos con esto que no están sometidos a nuestros caprichos; es por eso que raramente acceden al deseo de la curiosidad.

Por lo tanto, sea cual fuere su naturaleza, los fenómenos nunca están a nuestra disposición de una manera cierta, y nadie podría jactarse de obtenerlos a voluntad y en un dado momento. El que quiera observarlos, debe resignarse a esperarlos y es, muy a menudo, por parte de los Espíritus, una prueba para la perseverancia del observador y del objetivo a que se propone. Los Espíritus no se preocupan en divertir a los curiosos y sólo se vinculan de buen grado a las personas serias que dan pruebas de su voluntad de instruirse, haciendo lo que es necesario para esto, sin negociar su esfuerzo y su tiempo.

La producción simultánea de señales en caracteres de colores diferentes es un hecho extremamente curioso, pero que no es sobrenatural, al igual que todos los otros. Hemos dado la explicación de la teoría de la escritura directa en la Revista Espírita del mes de agosto de 1859, páginas 197 y 205. Con la explicación de este hecho, lo maravilloso desaparece para dar lugar a un simple fenómeno que tiene su razón de ser en las leyes generales de la Naturaleza y en lo que se podría llamar la fisiología de los Espíritus.


Espiritismo y Espiritualismo

En un discurso pronunciado recientemente en el Senado por Su Eminencia el cardenal Donnet, observamos la siguiente frase: «Pero hoy, como en otros tiempos, es verdadero decir –con un elocuente publicista– que, en el género humano, el Espiritualismo es representado por el Cristianismo.»

Sin duda sería un extraño error si se pensara que el ilustre prelado, en esta circunstancia, haya entendido el Espiritualismo en el sentido de la manifestación de los Espíritus. Esta palabra es aquí empleada en su verdadera acepción, y el orador no podía expresarse de otra manera, a menos que se sirviera de una circunlocución, porque no existe otro término para expresar el mismo pensamiento. Si no hubiésemos indicado la fuente de nuestra cita, ciertamente se podría pensar que hubiera salido textualmente de la boca de un espiritualista americano, a propósito de la Doctrina de los Espíritus, igualmente representada por el Cristianismo, que es su más sublime expresión. De acuerdo con esto, ¿sería posible que un futuro erudito, interpretando a voluntad las palabras del monseñor Donnet, intentase demostrar a la posteridad que en el año 1860 un cardenal profesó públicamente, ante el Senado de Francia, la manifestación de los Espíritus? En este hecho, ¿no vemos una nueva prueba de la necesidad de tener una palabra para cada cosa, a fin de entendernos? ¡Cuántas disputas filosóficas interminables no tuvieron lugar por causa del sentido múltiple de las palabras! El inconveniente es aún más grave en las traducciones, y el texto bíblico nos ofrece de esto más de un ejemplo. Si en la lengua hebrea, la misma palabra no significase día y período, no habría habido equívoco sobre el sentido del Génesis, a propósito de la duración de la formación de la Tierra, y el anatema no habría sido proferido contra la Ciencia, por falta de entendimiento, cuando ella demostró que esta formación no podría haber sido realizada en seis multiplicado por 24 horas.





Dictados espontáneos

Diferentes órdenes de Espíritus

(Comunicación particular obtenida por la Sra. de Desl..., miembro de la Sociedad, dictada por su marido desencarnado)

Escúchame, querida amiga, si quieres que te diga grandes y buenas cosas. ¿No ves la dirección dada a ciertos acontecimientos, y la ventaja que de ahí se puede sacar para el progreso de la obra santa? Escucha a los Espíritus elevados, y sobre todo trata de no confundirlos con los que buscan imponerse por un lenguaje más pretencioso que profundo. No mezcles tus pensamientos con los de ellos. ¿Sería posible que los habitantes de la Tierra pudiesen encarar las cosas desde el mismo punto de vista que los Espíritus desprendidos de la materia y obedientes a las leyes del Señor? No confundas en un mismo conjunto a todos los Espíritus: ellos son de muy diferentes órdenes. El estudio del Espiritismo os lo enseña; pero de ese lado, ¡cuánto tenéis aún que aprender! En la Tierra hay una multitud de individuos cuya inteligencia no se asemeja de forma alguna; algunos de ellos parecen aproximarse más del bruto que del hombre, mientras que existen otros de tal modo superiores, que uno es tentado a decir que se aproximan a Dios, especie de blasfemia que se debe traducir por el pensamiento de que ellos tienen en sí una chispa de esas claridades celestiales lanzadas en su corazón por el Divino Señor. ¡Pues bien! Sea cual fuere la diversidad de las inteligencias entre la raza humana, convéncete de que esta diversidad es infinitamente mayor entre los Espíritus. Algunos los hay en tal grado de inferioridad, que no encuentran analogía entre los hombres, mientras que existen otros lo suficientemente purificados como para aproximarse a Dios y contemplarlo en toda su gloria; sometidos a sus más mínimas órdenes, sólo anhelan obedecerle y agradarlo. Al ser llamados a circular en medio de los mundos o a permanecer en los mismos según lo que convenga a la ejecución de los grandes designios del Señor, a unos les dice: Id, revelad mi poder a esos seres groseros, cuya inteligencia ya es tiempo de despertar. A otros les habla: Recorred esos mundos, a fin de que –guiados por vuestras enseñanzas– los seres superiores que los habitan aporten nuevas grandezas a todas aquellas que ya les han sido reveladas. Que todos sean instruidos de que llegará el día en que las claridades de lo Alto no serán más oscurecidas, sino que habrán de brillar eternamente.

TU AMIGO

Los dos siguientes dictados han sido obtenidos en un pequeño Círculo íntimo del barrio del Luxemburgo, y nos han sido comunicados por nuestro colega, el Sr. Solichon, que los ha asistido. Lamentamos que nuestras ocupaciones no nos hayan aún permitido comparecer a esas reuniones, para las cuales tuvieron a bien invitarnos. Nos sentiremos felices cuando podamos asistir a las mismas, porque sabemos que son presididas por un sentimiento de verdadera caridad cristiana y de recíproca benevolencia.


Remordimiento y arrepentimiento

Estoy feliz por veros a todos reunidos por la misma fe y con el amor de Dios todopoderoso, nuestro Divino Señor. Que Él pueda siempre guiaros por la buena senda y colmaros de sus beneficios, lo que hará si os volveres dignos.

Amaos siempre los unos a los otros como hermanos; prestaos mutuo apoyo, y que el amor al prójimo no sea para vos una palabra sin sentido.

Recordaos que la caridad es la más bella de las virtudes y que, de todas, es la más agradable a Dios; no sólo esa caridad que da un óbolo a los desafortunados, sino aquella que os hace tener compasión por los infortunios de nuestros hermanos; de aquella que os hace compartir sus dolores morales para aliviar los fardos que los oprimen, a fin de volverles el dolor menos vivo y la vida más fácil.

Acordaos que el arrepentimiento sincero obtiene el perdón de todas las faltas, tan grande es la bondad de Dios. El remordimiento no tiene nada en común con el arrepentimiento. Hermanos míos, el remordimiento ya es el preludio del castigo; el arrepentimiento, la caridad, la fe, os llevará a la felicidad reservada a los Espíritus buenos.

Escucharéis la palabra de un Espíritu superior, estimado por Dios; recogeos y abrid vuestro corazón a las lecciones que os dará.

UN ÁNGEL GUARDIÁN

Los médiums

Estoy satisfecha en ver que todos sois puntuales al encuentro que he marcado con vosotros. Que la bondad de Dios se extienda sobre vosotros y que vuestros ángeles guardianes siempre puedan ayudaros con sus consejos, preservándoos de la influencia de los Espíritus malos, si supiereis escuchar la voz de aquéllos y si consiguiereis cerrar vuestros corazones al orgullo, a la vanidad y a los celos.

Dios me ha encargado de cumplir una misión entre los creyentes que Él ha amparado con el mediumnato. Cuanto más gracias reciben del Altísimo, más peligros corren, y estos peligros son bien mayores porque nacen de las mismas gracias que Dios les concede.

Las facultades de que gozan los médiums les atraen los elogios de los hombres, las felicitaciones, las adulaciones: he aquí su escollo. Estos mismos médiums, que deberían tener siempre presente en la memoria su incapacidad primitiva, la olvidan; y hacen más: lo que sólo deben a Dios, ellos lo atribuyen a su propio mérito. ¿Qué sucede entonces? Los Espíritus buenos los abandonan; al quedarse sin brújula para guiarse, se convierten en juguetes de los Espíritus embusteros. Cuanto más capacidad adquieren, más son inducidos a atribuirse el mérito de su facultad, hasta que finalmente Dios, para punirlos, les retira el don que no puede sino resultarles fatal.

No estaría de más recordaros que os encomendéis a vuestro ángel guardián, a fin de que él os ayude a manteneros alerta contra vuestro más cruel enemigo: el orgullo. Acordaos que, sin el amparo de vuestro Divino Maestro, vosotros, que tenéis la felicidad de ser los intermediarios entre los Espíritus y los hombres, seréis punidos más severamente si no hubiereis aprovechado la luz, porque habéis sido más favorecidos.

Me complazco en creer que esta comunicación, de la cual darás conocimiento a tu Sociedad, habrá de dar sus frutos, y que todos los médiums que allá también se encuentren reunidos, se mantengan alertas contra el escollo en el que podrían estrellarse; este escollo –como ya he dicho a todos– es el orgullo.

JUANA DE ARCO

Aviso – Estamos felices en anunciar a nuestros lectores la reimpresión de la Historia de Juana de Arco dictada por ella misma. Esta obra aparecerá dentro de poco en la librería del Sr. Ledoyen. Hablaremos nuevamente de este libro.

ALLAN KARDEC






Junio

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

AVISO


A partir del 15 de julio próximo, la oficina de redacción de la REVISTA ESPÍRITA y el domicilio particular del Sr. ALLAN KARDEC serán transferidos a la calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.

Viernes 4 de mayo de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 17 de abril.

De acuerdo con el parecer y con la propuesta de la Comisión, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socios libres: 1º) al Sr. Achille R..., empleado en París; 2º) al Sr. Serge de W..., de Moscú.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta de la Sra. P..., médium, de Ruán, que dice que varios Espíritus sufridores, evocados en la Sociedad, han ido a buscarla espontáneamente para agradecerle por haber orado por ellos. Desde que ella ha recobrado su facultad medianímica, solamente ha entrado en contacto –dice ella– con Espíritus infelices. Le han dicho que su misión era principalmente la de ayudarlos a aliviar su sufrimiento.

2ª) Lectura de un dictado espontáneo sobre La vanidad, obtenido por la Sra. Lesc..., médium, miembro de la Sociedad, por parte de su Espíritu familiar. (Publicado más adelante.)

3ª) Carta del Sr. Bénardacky, fechada en Bruselas, que contiene una comunicación que él ha obtenido sobre la teoría de la formación de la Tierra por incrustación de varios cuerpos planetarios, y el estado cataléptico en el cual son encontrados sus primeros habitantes y los otros seres vivos. Esta comunicación tuvo lugar a propósito de un fenómeno de catalepsia voluntario que se habría producido –dicen– con algunos habitantes de la India y del interior de África. Ese fenómeno consiste en que ciertos individuos se harían enterrar vivos, a cambio del pago de una suma de dinero, y al cabo de varios meses volverían a la vida, después de ser retirados del ataúd.

El Sr. Arnauld d’A..., miembro de la Sociedad, antiguo amigo y consejero del fallecido rey de Abisinia, y que residió mucho tiempo en ese país, cita dos casos de su conocimiento, de los cuales uno ocurrió en Inglaterra y el otro en la India, y que parecen confirmar la posibilidad de la catalepsia voluntaria de corta duración; pero él declara que nunca ha conocido hechos de la naturaleza citada por el Sr. Bénardacky. El Sr. d’A..., que está familiarizado con la lengua y las costumbres de ese país, el cual observó como hombre de Ciencia, estaría asombrado de que hechos tan extraordinarios no hubiesen llegado a su conocimiento, de donde se puede suponer que haya habido una exageración.

Estudios – 1º) Se pregunta si se puede hacer una nueva evocación del Sr. Jules-Louis C..., muerto en el hospital del Val-de-Grâce en condiciones excepcionales, y ya evocado el 24 de febrero (ver el número de abril, página 97). Este pedido es motivado por la presencia de una persona de su familia que tiene un gran interés en dicha evocación y, además, por el deseo de evaluar el progreso que él puede haber hecho después. –Responde san Luis que el Espíritu prefiere ser llamado en una sesión íntima.

2º) Cuestiones sobre la teoría de la formación de la Tierra por incrustación y sobre el estado cataléptico de los seres vivos en su origen, a propósito de la comunicación del Sr. Bénardacky. Al respecto, numerosas observaciones son realizadas por varios miembros.

3º) Estudio sobre el fenómeno, relatado en la última sesión, de un perrito que reconoce a su dueño evocado. El Espíritu Charlet interviene espontáneamente en la cuestión y desarrolla una teoría en la cual resalta la posibilidad del hecho. (Publicado más adelante.)

Viernes 11 de mayo de 1860 (sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 4 de mayo.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Rabache, escrita de Liverpool, en la que relata una comunicación espontánea que le ha sido dada por Adam Smith, sin que la haya provocado; después narra la conversación que se siguió a dicha comunicación, en la cual las respuestas eran dadas en inglés, mientras que las preguntas eran hechas en francés. En esta conversación, Adam Smith critica el punto que sirvió de base a su sistema económico; él dice que, si escribiera hoy su libro sobre los Sentimientos Morales, daría a éstos por principio: la conciencia innata, teniendo como móvil especial el amor.

2ª) Segunda carta del Sr. Bénardacky, que completa las comunicaciones que él ha obtenido sobre la catalepsia.

Nota – En una sesión particular, san Luis, interrogado sobre el valor de estas comunicaciones, confirma varias partes de las mismas, pero agrega lo siguiente, por intermedio del Sr. T..., médium:

«Podéis estudiar esas cosas, pero os aconsejo a no publicarlas todavía; son necesarios muchos otros documentos, que os serán dados más tarde, y que las circunstancias traerán. Al publicarlos ahora, vosotros correríais el riesgo de cometer graves errores, que seríais obligados a corregir, lo que sería lamentable y haría mucho daño al Espiritismo. Por lo tanto, sed muy prudentes en lo que atañe a las teorías científicas, porque es sobre todo ahí que debéis temer a los Espíritus impostores y a los pseudosabios. Recordaos lo que tan a menudo se os ha dicho: los Espíritus no tienen la misión de traeros la Ciencia totalmente resuelta, que debe ser el fruto del trabajo y del genio del hombre, ni de levantar todos los velos antes que el tiempo haya llegado. Sobre todo, tratad de mejoraros: he aquí lo esencial; Dios tendrá más en cuenta vuestro buen corazón y vuestra humildad, que un saber donde la curiosidad ocupa frecuentemente la mayor parte. Es practicando Sus leyes –practicándolas, comprended bien– que mereceréis ser asistidos con las comunicaciones de los Espíritus verdaderamente superiores, que nunca engañan.»

No es posible ignorar la profundidad y la elevada sabiduría de estos consejos. Este lenguaje, simple y sublime al mismo tiempo, marcado por una extrema benevolencia, contrasta singularmente con el tono altivo y mordaz o con la jactancia de los Espíritus que se imponen.

3ª) Lectura de una noticia enviada por el Sr. de T..., conteniendo la descripción de un mundo muy superior, al cual su Espíritu ha sido transportado durante el sueño. Ese mundo parece tener mucha analogía con el estado señalado para el planeta Júpiter, pero en un grado aún más elevado.

Estudios – 1º) Dos dictados espontáneos son obtenidos: uno por la Sra. Parisse, firmado por Louis; el otro por el Sr. Didier Hijo, firmado por Gérard de Nerval.

2º) Cuestiones relacionadas con la visión del Sr. T..., dirigidas a san Luis. Lo vago y la incoherencia de las respuestas revelan la evidente intromisión de un Espíritu embustero.

3º) Evocación de Adam Smith, a propósito de la carta del Sr. Rabache. Preguntas sobre sus actuales opiniones, comparadas con las que ha emitido en sus obras. Él confirma lo que ha dicho al Sr. Rabache, en lo tocante al error del principio que sirvió de base en sus evaluaciones morales.

Viernes 18 de mayo de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

De acuerdo con el parecer y con la propuesta de la Comisión, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socios libres: 1º) al Sr. B..., comerciante de París; 2º) al Sr. C..., también comerciante de París.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de la siguiente comunicación, obtenida en una sesión particular por la Sra. S..., médium, acerca de los trabajos de la última sesión.

Preg. ¿Por qué san Luis no se comunicó el viernes pasado, a través del Sr. Didier, y dejó hablar a un Espíritu embustero? –Resp. San Luis estaba presente, pero no quiso hablar. Además, reconocisteis que no era él. Es lo esencial. No habéis sido engañados, desde el momento en que habéis reconocido la impostura.

Preg. ¿Cuál era su objetivo al no querer hablar? –Resp. Podéis preguntarle a él mismo; está aquí.

Preg. San Luis, ¿podríais darnos a conocer el motivo de vuestra abstención? –Resp. Quedasteis contrariado con lo que pasó; entretanto, debéis saber que nada sucede sin motivo. A menudo hay cosas cuyo objetivo no comprendéis y que a primera vista os parecen malas –porque vosotros sois muy impacientes–, pero cuya sabiduría reconoceréis más tarde. Por lo tanto, tranquilizaos y no os inquietéis por nada; nosotros sabemos distinguir a los que son sinceros, y velamos por ellos.

Preg. Si ha sido una lección que nos has querido dar, lo comprenderíamos, cuando estamos entre nosotros; pero en presencia de extraños, que podrían recibir una mala impresión, parece que el mal prevalece sobre el bien. –Resp. Vosotros os equivocáis al ver las cosas así; el mal no es lo que creéis, y os aseguro que hubo personas ante las cuales esa especie de revés ha sido una prueba de buena fe de vuestra parte. Además, del mal suele salir el bien. Cuando veis que un jardinero corta las ramas grandes de un árbol, deploráis la pérdida del follaje, y esto os parece un mal; pero una vez cortadas estas ramas parasitarias, los frutos son más bellos y más sabrosos: he aquí el bien, y entonces evaluáis que el jardinero fue sabio y más precavido de lo que creíais. De la misma manera, si se amputa un miembro a alguien enfermo, la pérdida del miembro es un mal; pero si queda mejor después de la amputación, es un bien, porque quizá le hayan salvado la vida.

Reflexionad bien en esto y habréis de comprenderlo.

Preg. Esto es muy justo; pero ¿cómo se explica que, haciendo un llamado a los Espíritus buenos y pidiéndoles que alejen a los impostores, este llamado no sea atendido? –Resp. Es atendido, no lo dudéis. Pero ¿estáis bien seguros que ese llamado ha sido hecho desde el fondo del corazón por todos los asistentes, o que no haya alguien que por un pensamiento poco caritativo y malevolente, o por deseo, atraiga para vuestro medio a un Espíritu malo? He aquí por qué os decimos sin cesar: Sed unidos; sed buenos y benevolentes unos con los otros. Jesús ha dicho: Cuando estuviereis reunidos en mi nombre, yo estaré en medio de vosotros. ¿Creéis, por eso, que sea suficiente pronunciar su nombre? No penséis así y estad realmente convencidos de que Jesús no va sino adonde es llamado por corazones puros, junto a los que practican sus preceptos, porque son éstos los que verdaderamente están reunidos en su nombre; Él no va a los orgullosos, ni a los ambiciosos, ni a los hipócritas, ni a los que desean el mal de su prójimo. Fue a ellos que Jesús se refería: No entrarán en el reino de los cielos.

Preg. Comprendemos que los Espíritus buenos se aparten de aquellos que no escuchan sus consejos; pero si entre los asistentes existen los malintencionados, ¿es ésta una razón para punir a los otros? –Resp. Me admiro con vuestra insistencia; parece que me he explicado bastante claramente para quien desee comprender. Es preciso repetiros, pues, para que no os preocupéis con esas cosas, que son pueriles ante el gran edificio de la Doctrina que se eleva. ¿Creéis que vuestra casa va a caerse porque una teja se movió de lugar? ¿Vosotros dudáis de nuestro poder y de nuestra benevolencia? No. ¡Pues bien! Dejadnos entonces obrar, y estad ciertos de que todo pensamiento, bueno o malo, tiene su eco en el seno del Eterno.

Preg. No habéis dicho nada sobre la invocación general que nosotros hacemos al comienzo de cada sesión; ¿queréis decirnos lo que pensáis al respecto? –Resp. Siempre debéis llamar a los Espíritus buenos; la forma –ya lo sabéis– es insignificante: el pensamiento lo es todo. Os sorprendisteis con lo que pasó; pero ¿habéis realmente examinado los rostros de aquellos que os oían cuando hacíais esta invocación? ¿No visteis, más de una vez, la sonrisa de sarcasmo en ciertos labios? ¿Qué Espíritus creéis que traen esas personas? Espíritus que –como ellas mismas– se ríen de las cosas más sagradas. Es por eso que también os he dicho para no admitir, de forma alguna, al primero que llegue, y para evitar la presencia de los curiosos y de aquellos que no vienen para instruirse. Cada cosa vendrá a su tiempo y nadie puede prejuzgar los designios de Dios; os digo, en verdad, que aquellos que hoy se ríen de estas cosas, no se reirán por mucho tiempo.

SAN LUIS

2ª) Nota dirigida por el Sr. Jobard, de Bruselas, sobre la evocación que él ha hecho del Sr. Ch. de Br..., recientemente desencarnado.

3ª) Lectura de una comunicación obtenida por la Sra. Lesc..., médium, miembro de la Sociedad, conteniendo interesantes explicaciones sobre la historia del Espíritu y el perrito. (Publicada más adelante.)

4ª) Otro dictado espontáneo recibido por la misma médium: La tristeza y el disgusto.

5ª) Carta del Sr. B..., profesor de Ciencias, acerca de la teoría que le ha sido dada sobre las horas fijas, en las cuales cada Espíritu puede manifestarse. Sin excepción, esta teoría es considerada por todos como el resultado de una obsesión por parte de Espíritus sistemáticos e ignorantes. La experiencia y el razonamiento demuestran sobremanera que la misma no merece un examen serio.

6ª) Relato de un hecho curioso, referente a un retrato pintado bajo la influencia de una mediumnidad natural intuitiva. El Sr. T..., artista pintor, cuyo padre había desencarnado en una edad en que no podía conservar ningún recuerdo de sus facciones, lamentaba mucho –así como los otros miembros de su familia– por no tener ningún retrato de él. Un día, cuando estaba en su taller de pintura, tuvo una especie de visión o, mejor dicho, una imagen se diseñó en su cerebro, y él se puso a reproducirla en la tela. Su ejecución se llevó a cabo en varias sesiones, durante las cuales la misma imagen se presentaba ante él. Le vino el pensamiento de que pudiera ser su padre, pero no habló esto con nadie; cuando el retrato fue acabado, se lo mostró a sus parientes y todos ellos reconocieron a su padre sin titubear.

Estudios – 1º) Cuatro dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por la Srta. Huet, por parte del Espíritu que comenzó a escribir sus Memorias; el segundo por la Sra. L..., intitulado: La fantasía, de Alfred de Musset; el tercero por la Srta. Stéphanie S..., de un Espíritu familiar, desencarnado hace algunos años y que, cuando encarnado, se llamaba Gustave Lenormand. Es un Espírito aún poco adelantado, de un carácter jovial y espirituoso, pero muy bueno, muy solícito y que, en varias familias donde muy frecuentemente va, es considerado como amigo de la casa. Un día había dicho que vendría a expulsar a los Espíritus malos. El cuarto dictado ha sido recibido por la Srta. Parisse, firmado por Louis.

2º) Evocación de un encarnado: el Sr. B..., profesor de Ciencias, del cual hemos hablado anteriormente, y que había sido designado por otro Espíritu como pudiendo dar informaciones sobre François Bayle, médico del siglo XVII, cuya biografía quieren hacer. El resultado de esta evocación tiende a probar que Bayle, muerto, y el Sr. B..., vivo, son el mismo ser. En efecto, este último suministró las informaciones deseadas y dio varias explicaciones del más alto interés. (Será publicada.)

Viernes 25 de mayo de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Dr. Morhéry, que contiene una evaluación, desde el punto de vista científico, de la medicación empleada –bajo su dirección– por la Srta. Désirée Godu. (Publicada más adelante.)

2ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., médium, sobre La miseria humana.

3ª) Lectura de una serie de comunicaciones muy notables, recibidas en sesiones particulares por diversos miembros de la familia rusa W... (Serán publicadas.)

4ª) Lectura de la evocación –hecha en sesión particular– de la Sra. de Duret, médium, desencarnada en Sétif (Argelia) el 1º de mayo. Contiene importantes análisis sobre los médiums.

Estudios – 1º) Evocación de la Sra. de Duret: continuación de sus comunicaciones.

2º) Evocación de Charles de Saint-G..., deficiente mental, de trece años. Contiene curiosas revelaciones sobre el estado de ese Espíritu, antes y durante su encarnación. (Publicada más adelante.)

3º) Estudio sobre el Sr. V..., oficial de la Marina, encarnado, que ha conservado un recuerdo preciso de su existencia y de su muerte en la época de la matanza de la Noche de san Bartolomé. (Será publicado.)


El Espiritismo en Inglaterra

En un principio el Espiritismo encontró en Inglaterra una oposición que, con razón, fue sorprendente. Claro que ahí existen adeptos aislados, como en todas partes; pero sus progresos fueron allí infinitamente menos rápidos que en Francia. ¿Será que los ingleses –como pretenden algunos–, más fríos, más positivos y menos entusiastas que nosotros, se dejan llevar menos por la imaginación? ¿Será que son menos inclinados a lo maravilloso? Si fuera así, sería de admirar –con más fuerte razón– que el Espiritismo haya tenido su principal foco en los Estados Unidos, donde el positivismo de los intereses materiales reina como un soberano absoluto. ¿No habría sido más racional que Él hubiese surgido en Alemania? Y en este aspecto, ¿no parece que Rusia ha tomado la delantera como la tierra clásica de las leyendas? La oposición que el Espiritismo ha encontrado en Inglaterra no tiene nada que ver con el carácter nacional, sino con la influencia de las ideas religiosas de ciertas sectas preponderantes, apegadas rigurosamente más a la letra que al espíritu de sus dogmas; ellas se han inquietado con una Doctrina que, a primera vista, les ha parecido contraria a sus creencias. Pero esto no podría suceder por mucho tiempo en un pueblo que reflexiona, que es esclarecido, en donde el libre examen no sufre ningún obstáculo y en donde el derecho de reunirse para debatir es absoluto. Tenían que rendirse ante la evidencia de los hechos; ahora bien, fue precisamente porque los ingleses los evaluaron fríamente y sin entusiasmo, que los apreciaron y comprendieron en todo su alcance. Después de una observación seria, cuando surgió para ellos la verdad capital de que las ideas espíritas tienen su fuente en las ideas cristianas, que lejos de contradecirse, las mismas se corroboran, se confirman y se explican unas a las otras, sus escrúpulos religiosos fueron plenamente respondidos. Al estar dilucidada la conciencia, nada más se opuso al progreso de las nuevas ideas, las cuales se propagan en ese país con una rapidez admirable. Ahora bien, allí como en otros lugares, es aún en la parte esclarecida de la población que se encuentran sus más numerosos y más dedicados adeptos: argumento perentorio al cual nada se ha opuesto. Los médiums se multiplican; numerosos Centros son abiertos, a los cuales se asocian miembros del alto clero que proclaman abiertamente sus convicciones. ¿Dirán los adversarios que la fiebre de lo maravilloso ha triunfado sobre la impasibilidad inglesa? Sea como fuere, hay un hecho notorio: que sus filas se esclarecen todos los días, a pesar de sus sarcasmos.

El desarrollo de las ideas espíritas en Inglaterra no podría dejar de dar origen a publicaciones especializadas. Ahora ellas tienen allí un órgano mensual muy interesante, que desde el 1º de mayo último se publica en Londres con el título: The Spiritual Magazine, de donde hemos extraído el siguiente relato.


Un Espíritu hablador

Estando hace algunas semanas en Worcester, en la casa de un banquero de esta ciudad, me encontré fortuitamente con una señora que conocí allá, y escuché de su propia boca una historia tan sorprendente que necesité de más de un testigo para darle crédito. Cuando interrogué a nuestro anfitrión sobre esta dama, él me dijo que la conocía desde hacía más de treinta años. “La historia es tan verídica –agregó él– y su exactitud es tan conocida por todos, que no tengo la menor duda de la realidad de lo que ella ha contado. Es una mujer de una reputación intachable, de costumbres irreprochables, que tiene un espíritu fuerte e inteligente y una variada instrucción”. Por lo tanto, él considera imposible que ella buscase engañar a los demás o que se pudiera equivocar. Con frecuencia le había escuchado contar esa historia, y siempre de una manera clara y precisa, de modo que él estaba muy preocupado; se rehusaba en admitir semejantes hechos y, por otro lado, no osaba poner en duda la buena fe de la señora.

Mis propias observaciones tendían a confirmar todo lo que me habían dicho sobre aquella dama. En sus modales, e incluso en el sonido de su voz, tiene un aire que es incapaz de engañar, y que lleva consigo la convicción de la verdad. Por lo tanto, era imposible para mí no creerle sinceramente, aún más cuando parecía hablar de esas cosas con evidente repugnancia. El banquero me había dicho que era muy difícil hacerla hablar sobre el tema, porque ella sentía en general que los oyentes estaban más dispuestos a reírse que a creer. Agregad a esto que la señora y el banquero no conocían el Espiritismo, ni habían escuchado hablar de Él.

He aquí el relato de esta dama:

“Hacia el año 1820, habiendo dejado nuestra casa de Suffolk, fuimos a vivir en la ciudad de ..., puerto de mar en Francia. Nuestra familia estaba compuesta por mi padre, mi madre, una hermana, por un hermano de aproximadamente doce años, por mí y por un empleado doméstico inglés. Nuestra casa estaba situada en un lugar muy retirado, un poco fuera de la ciudad, justo en medio de la playa; no había otras casas ni tampoco construcciones en los alrededores.

“Una noche mi padre vio, a pocas yardas de la puerta, a un hombre que estaba cubierto con una capa grande y que se encontraba sentado en una roca. Mi padre se acercó a él para darle las buenas noches, pero, al no recibir respuesta, volvió sobre sus pasos. Sin embargo, antes de entrar tuvo la idea de darse vuelta, y cual fue su espanto que no vio más a nadie. Se quedó aún más sorprendido cuando, después de aproximarse nuevamente y de haber examinado bien alrededor de la roca, no encontró el más mínimo rastro del individuo que había estado sentado allí un instante antes, y ningún lugar donde pudiera haberse escondido. Cuando mi padre entró en la sala, nos dijo: «Hijos míos, acabo de ver una aparición». Como es fácil de imaginar, nos reímos a carcajadas.

“Entretanto, en aquella noche y en varias noches seguidas, escuchamos ruidos extraños en diversos lugares de la casa; unas veces eran gemidos que salían de abajo de nuestras ventanas; otras veces parecían que raspaban en las propias ventanas, y en otros momentos se diría que varias personas subían al tejado. Diversas veces abrimos las ventanas y preguntamos en voz alta: «¿Quién está ahí?» Pero no obtuvimos respuesta.

“Al cabo de algunos días, los ruidos se hicieron escuchar en el mismo cuarto donde mi hermana y yo dormíamos (ella tenía veinte años y yo estaba con dieciocho). Despertamos a todos en la casa, pero no quisieron escucharnos; nos hicieron reproches y nos trataron de locas. Los ruidos consistían comúnmente en golpes: a veces eran efectuados 20 ó 30 por minuto, y en otras ocasiones transcurría un minuto entre cada golpe.

“Finalmente, los ruidos internos y externos fueron también escuchados por nuestros padres, que se vieron forzados a admitir que de ningún modo se trataba de nuestra imaginación. Entonces se acordaron del hecho de aparición; pero, en suma, como no estábamos tan asustados, terminamos por acostumbrarnos a todo ese alboroto.

“Una noche, cuando golpeaban como de costumbre, me vino la idea de decir: «Si eres un Espíritu, da seis golpes». Inmediatamente escuché seis golpes con mucha claridad. Con el tiempo esos ruidos se volvieron tan familiares que no solamente no teníamos miedo, sino que incluso dejaron de ser desagradables.

“Ahora voy a contaros la parte más curiosa de esta historia, y yo vacilaría en dárosla a conocer, si todos los miembros de mi familia no hubieran sido testigos de lo que hablo. Mi hermano, por entonces un niño, pero que hoy es un hombre muy distinguido en su profesión, podrá –si fuere necesario– confirmaros todos los detalles.

“Además de los golpes en nuestro dormitorio, comenzamos a oír como una voz humana en la sala principal. La primera vez que la oímos, mi hermana estaba al piano; cantábamos una romanza, y he aquí que el Espíritu se puso a cantar con nosotras. Imaginaos nuestro espanto. No había cómo dudar de la realidad del hecho, porque poco después la voz comenzó a hablarnos de una manera clara e inteligible, participando de tiempo en tiempo de nuestra conversación. La voz tenía un tono grave, lento, solemne, y era una voz muy clara: el Espíritu nos hablaba siempre en francés. Nos dijo que se llamaba Gaspard; pero cuando queríamos interrogarlo sobre su historia personal, él no respondía; tampoco quiso explicar el motivo que lo había llevado a ponerse en contacto con nosotros. En general pensábamos que él era español, pero no puedo recordarme de dónde nos vino esta idea. Él llamaba a cada miembro de la familia por su nombre de bautismo; algunas veces nos recitaba versos y constantemente buscaba inculcarnos sentimientos de moralidad cristiana, mas sin tocar jamás en las cuestiones dogmáticas. Parecía deseoso de hacernos comprender lo que hay de grandioso en la virtud y lo que hay de bello en la armonía que reina entre los miembros de una misma familia. Cierta vez en que mi hermana y yo tuvimos una ligera discusión, escuchamos que la voz nos decía: «M... está errada; S... tiene razón». Desde el momento en que se dio a conocer, se ocupó constantemente en ofrecernos buenos consejos. Una vez mi padre estaba muy preocupado con respecto a ciertos documentos que él pensaba que había perdido, y estaba muy deseoso de encontrarlos; Gaspard le dijo que los mismos estaban en nuestra antigua casa de Suffolk; al buscar los papeles allí, los encontraron en el lugar exacto en que el Espíritu había indicado.

“Las cosas continuaron sucediendo así durante más de tres años; todas las personas de la familia, sin exceptuar los empleados domésticos, habían escuchado su voz. La presencia del Espíritu –porque nunca dudábamos de su presencia– era siempre una gran felicidad para todos nosotros; era considerado, al mismo tiempo, como nuestro compañero y nuestro protector. Un día él nos dijo: «Durante algunos meses no estaré con vosotros». En efecto, sus visitas cesaron por varios meses. Una noche volvimos a escuchar aquella voz tan conocida por nosotros, que nos decía: «Estoy aquí nuevamente entre vosotros». Sería difícil describir nuestra alegría.

“Hasta aquí lo habíamos siempre escuchado, pero no lo habíamos visto. Una noche mi hermano le dijo: «Gaspard, yo gustaría mucho veros». Y la voz respondió: «Os he de contentar; me veréis si consintiereis ir hasta el otro lado de la plaza». Mi hermano salió y luego volvió diciendo: «He visto a Gaspard; llevaba una capa amplia y un sombrero de alas grandes; miré por debajo de su sombrero y él me sonrió. –Sí, dijo la voz, participando de la conversación: era yo».

“La manera por la cual se retiró definitivamente, nos dejó muy sensibilizados. Regresamos a Suffolk y allí, como en Francia, durante varias semanas después de nuestra llegada, Gaspard continuó conversando con nosotros.

“Una noche, él nos dijo: «Voy a dejaros para siempre; os sucedería una desgracia si yo permaneciera con vosotros en este país, donde nuestras comunicaciones serían mal comprendidas y mal interpretadas».

“Desde ese momento –agregó la señora con un tono de tristeza, como cuando se habla de un ser amado que la muerte nos ha llevado–, no escuchamos más la voz de Gaspard.”

He aquí los hechos tal cual me han sido contados. Todo esto me hace reflexionar y puede hacer también reflexionar a vuestros lectores. Yo no pretendo dar ninguna explicación, ninguna opinión; solamente diré que tengo entera confianza en la buena fe de la persona de la cual los he escuchado, y firmo a continuación como garantía de la exactitud de mi relato.

S. C. HALL

El Espíritu y el perrito

(Sociedad, 4 de mayo de 1860; médium: Sr. Didier)

El Sr. G. G..., de Marsella, nos transmite el siguiente hecho:

«El joven X... murió hace ocho meses, y su familia, en la que hay tres hermanas médiums, lo evoca casi diariamente con la ayuda de una cestita. Cada vez que el Espíritu es llamado, un perrito, del cual el joven gustaba mucho, salta sobre la mesa y viene a olfatear la cestita, dando pequeños gruñidos. La primera vez que esto sucedió, la cestita escribió: “¡Este es mi bravo perrito que me reconoce!”

«No he visto el hecho, pero las personas que me lo han relatado, y que muchas veces lo han atestiguado, son muy buenos espíritas y demasiado serios como para que yo pueda poner en duda su veracidad. Me pregunto si el periespíritu conservaría partículas materiales suficientes para causar alguna sensación en el olfato del perro, o si el perro sería dotado de la facultad de ver a los Espíritus; es un problema que me parecería útil profundizar, si es que ya no fue resuelto.»

1. Evocación del joven X..., muerto hace ocho meses, y del cual acabamos de hablar. –Resp. Estoy aquí.

2. ¿Confirmáis el hecho concerniente a vuestro perro, que viene a olfatear la cestita que sirve a vuestras evocaciones, y que parece reconoceros? –Resp. Sí.

3. ¿Podríais decirnos cuál es la causa que atrae al perro hacia la cestita? –Resp. La extrema agudeza de los sentidos puede hacer adivinar la presencia del Espíritu, e incluso verlo.

4. ¿Os ve el perro, os siente? –Resp. El olfato, sobre todo, y el fluido magnético.

CHARLET


Nota – Charlet, el artista pintor, dio a la Sociedad una serie de dictados muy notables sobre los animales, y que publicaremos próximamente; por cierto fue por este motivo que él intervino espontáneamente en la presente evocación.

5. Puesto que Charlet ha querido intervenir en la cuestión planteada, nosotros le pedimos que dé algunas explicaciones al respecto. –Resp. De buen grado. El hecho es perfectamente verosímil y, por consiguiente, natural. Yo hablo en general, porque no conozco el caso que tratáis. El perro está dotado de un organismo totalmente particular; él comprende al hombre: he aquí todo. Lo siente, lo sigue en todas sus acciones con la curiosidad de un niño; lo ama y llega incluso al punto de dedicarse a él, como lo confirman bastantes ejemplos. El perro debe ser –notad que no tengo certeza de esto– uno de esos animales que ha venido de un mundo ya adelantado, para sostener al hombre en su sufrimiento, para servirlo, protegerlo. Acabo de hablar de las cualidades morales que, positivamente, el perro posee en sí mismo. En cuanto a sus facultades sensitivas, son extremamente aguzadas; todos los cazadores conocen la sutileza del olfato del perro; además de esta cualidad, el perro comprende casi todas las acciones del hombre; comprende la importancia de su muerte. ¿Por qué no habría de adivinar la presencia de su alma, e inclusive, por qué no la vería?

CHARLET


Al día siguiente, la Sra. Lesc..., médium y miembro de la Sociedad, obtuvo en particular la siguiente explicación sobre el mismo asunto:

«El hecho citado en la Sociedad es verdadero, aunque el periespíritu, despojado del cuerpo, no tenga ninguna de sus emanaciones. El perro olfateaba la presencia de su dueño; cuando digo olfateaba, me refiero a que sus órganos percibían sin que sus ojos viesen y sin que su hocico sintiera; pero todo su ser advertía la presencia del dueño, y esta advertencia le era dada principalmente por la voluntad que se desprendía de las personas que evocaban al Espíritu. La voluntad humana advierte e impresiona al instinto de los animales, sobre todo el de los perros, antes que alguna señal exterior lo haya revelado. Por sus fibras nerviosas, el perro es puesto en contacto directo con nosotros –los Espíritus–, casi tanto como con los hombres; él percibe las apariciones; advierte la diferencia que existe entre ellas y las cosas reales o terrestres, y tiene un gran pavor. El perro da aullidos a la Luna, según la expresión vulgar; también da aullidos cuando siente que sobreviene la muerte. En ambos casos, y aun en muchos otros, el perro es intuitivo. He de agregar que su órgano visual es menos desarrollado que su órgano perceptivo: ve menos de lo que siente; el fluido eléctrico lo penetra casi habitualmente. Por lo tanto, el hecho que me ha servido como punto de partida no tiene nada de sorprendente, porque en el momento del desprendimiento de la voluntad que llamaba a su dueño, el perro sentía su presencia casi tan rápidamente como el propio Espíritu que escuchaba y respondía al llamado que le era efectuado.»

GEORGES (Espíritu familiar)

El Espíritu de un deficiente mental

(Sociedad, 25 de mayo de 1860)

Charles de Saint-G... es un jovencito deficiente mental de trece años de edad, encarnado, cuyas facultades intelectuales son tan nulas que ni siquiera reconoce a sus padres, siendo que se alimenta con mucha dificultad. Hay en él una interrupción completa en el desarrollo de todo su sistema orgánico. Se pensó que él pudiera ser un interesante tema de estudio psicológico.

1. (A san Luis.) ¿Podríais decirnos si podemos evocar al Espíritu de este niño? –Resp. Podéis hacerlo como si evocaseis a un Espíritu desencarnado.

2. Vuestra respuesta nos hace suponer que la evocación podría ser hecha a cualquier momento. –Resp. Sí; su alma está ligada al cuerpo por lazos materiales, pero no por lazos espirituales; ella puede siempre desprenderse.

3. Evocación de Charles de Saint-G...Resp. Soy un pobre Espíritu, preso a la Tierra como un pájaro por una pata.

4. En vuestro estado actual, como Espíritu, ¿tenéis conciencia de vuestra condición nula en este mundo? –Resp. Así es; siento claramente mi cautiverio.

5. Cuando vuestro cuerpo duerme y el Espíritu se desprende, ¿tenéis ideas tan lúcidas como si estuvieseis en un estado normal? –Resp. Cuando mi desdichado cuerpo reposa, estoy un poco más libre para elevarme al cielo, que tanto anhelo.

6. Como Espíritu, ¿experimentáis un sentimiento penoso de vuestro estado corporal? –Resp. Sí, puesto que es una punición.

7. ¿Recordáis vuestra precedente existencia? –Resp. ¡Oh, sí! Es la causa de mi actual exilio.

8. ¿Cuál fue esta existencia? –Resp. La de un joven libertino durante el reinado de Enrique III.

9. Decís que vuestra condición actual es una punición; entonces ¿no la habéis elegido? –Resp. No.

10. ¿Cómo puede servir vuestra presente existencia a vuestro adelanto, en el estado nulo en que os encontráis? –Resp. Ella no es nula para mí delante de Dios, que me la ha impuesto.

11. ¿Prevéis la duración de vuestra actual existencia? –Resp. No; pero dentro de algunos años regresaré a mi patria.

12. Desde vuestra existencia precedente hasta la encarnación actual, ¿qué habéis hecho como Espíritu? –Resp. Dios me ha hecho prisionero porque yo era un Espíritu ligero.

13. En el estado de vigilia, ¿tenéis conciencia de lo que sucede a vuestro alrededor, a pesar de la imperfección de vuestros órganos? –Resp. Veo, oigo, pero mi cuerpo no ve ni percibe nada.

14. ¿Podemos hacer algo que sea útil para vos? –Resp. Nada.

15. (A san Luis.) Las oraciones por un Espíritu reencarnado, ¿pueden tener la misma eficacia que las hechas por un Espíritu errante? –Resp. Las oraciones son siempre buenas y agradables a Dios; en la posición de este pobre Espíritu, las mismas no pueden servirle de nada; ellas le servirán más adelante, porque Dios ha de tomarlas en cuenta.

Nota – Nadie desconocerá la elevada enseñanza moral que resalta de esta evocación. Además, ella confirma lo que siempre se ha dicho sobre los deficientes mentales. Su estado moral nulo no implica de manera alguna la condición nula del Espíritu que, haciendo abstracción de los órganos, goza de todas sus facultades. La imperfección de los órganos no es más que un obstáculo a la libre manifestación de las facultades, pero no las aniquila. Es como el caso de un hombre vigoroso, en que los movimientos de sus miembros fuesen limitados por cadenas. En ciertas regiones se sabe que los cretinos, lejos de ser objeto de desprecio, son amparados con benevolentes cuidados. Este sentimiento, ¿no sería una intuición del verdadero estado de esos desdichados, tanto más dignos de atenciones como su Espíritu, que comprende su posición y que debe sufrir al verse rechazado por la sociedad?


Conversaciones familiares del Más Allá

La Sra. de Duret


Médium psicógrafa, desencarnada el 1º de mayo de 1860 en Sétif (Argelia), evocada primero en la casa del Sr. Allan Kardec el día 21, y después en la Sociedad el 25 de mayo.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí.

2. Nos conocemos de nombre, pero no de hecho; y aunque nunca me habíais visto, ¿me reconocéis? –Resp. ¡Oh, muy bien!

3. Después de vuestra desencarnación, ¿ya has venido a visitarme? –Resp. No, aún no, pero sabía muy bien que habríais de llamarme.

4. Como médium, y perfectamente iniciada en el Espiritismo, he pensado que –mejor que nadie– vos podríais darnos explicaciones instructivas sobre diferentes puntos de la ciencia. –Resp. Responderé lo mejor que pueda.

5. Esta primera evocación tiene por objeto apenas establecer de cierto modo nuestro contacto y ponernos así en relación; en cuanto a las preguntas a realizaros, como son de un interés general, prefiero hacerlas en la Sociedad. Por lo tanto, os indago si consentiríais en venir. –Resp. Sí, con mucho gusto; responderé y pediré a Dios que me esclarezca.

6. Aquí hay cinco médiums; ¿tenéis preferencia por uno de ellos para os servir de intérprete? –Resp. Esto me es indiferente, con tal que sea un buen médium.

7. Como médium, ¿habéis sido engañada alguna vez por los Espíritus en vuestras comunicaciones? –Resp. ¡Oh! Varias veces. Hay pocos médiums que no lo sean en mayor o en menor grado.

Nota – Al día siguiente, la Sra. de Duret se manifestó espontáneamente y expresó su pesar por no le haber sido dirigidas un mayor número de preguntas en la víspera.

8. Si no lo he hecho, ha sido –como os he dicho– porque las reservaba para la Sociedad; quería simplemente asegurarme que podía contar con vos. –Resp. Lo que se hace en vuestra casa es dado también para la instrucción de la Sociedad, y muchas veces es útil aprovechar los instantes en que el Espíritu quiere comunicarse, pues no siempre las circunstancias le son igualmente favorables.

9. ¿Cuáles son las circunstancias que le pueden ser favorables? –Resp. Hay muchas que conocéis; pero es preciso que sepáis que esto no siempre depende de él. A veces necesita ser asistido por otros Espíritus que ni siempre están allí en ese momento.


10. Puesto que habéis venido espontáneamente, debo creer que estáis en uno de esos momentos propicios y lo aprovecharé, si lo permitís. Habéis dicho ayer que varias veces erais engañada como médium; ¿véis ahora a los Espíritus que os engañaban? –Resp. Sí, los veo muy bien. Ellos aún desearían embaucarme, pero ahora lo veo con claridad; ya no soy más su víctima; de esta manera, los rechazo.

11. También habéis dicho que hay pocos médiums que no hayan sido más o menos engañados; ¿de qué depende esto? –Resp. Depende mucho del médium y también del que interroga.

12. ¿Podríais explicaros más claramente? –Resp. Quiero decir que, cuando uno lo quiere, siempre es posible preservarse de los Espíritus malos; la primera condición para eso es no atraerlos por la debilidad o por los defectos. ¡Cuántas cosas yo tendría que deciros sobre esto! ¡Ah, si los médiums supiesen cuán errados están en dejarse dominar por los Espíritus malévolos!

13. ¿Es en el mundo de los Espíritus que se exponen al mal? –Resp. Sí, y también en el mundo de los encarnados.

14. ¿Qué mal puede hacerles esto en el mundo de los encarnados? –Resp. Varios; primeramente se vuelven presa de los Espíritus malos, que abusan de los mismos y que los incitan al mal, instigando todos los defectos que en ellos encuentran en germen, principalmente el orgullo y la envidia. Después, Dios suele punirlos através de los sufrimientos de la vida.

Nota – Tenemos más de un ejemplo de médiums dotados de las mejores facultades, y que la desgracia ha perseguido y abatido, después de haberse dejado dominar por los Espíritus malos.

15. Pero entonces ¿no sería mejor no ser médium, ya que esta facultad puede arrastrar a tan graves inconvenientes? –Resp. ¿Creéis, pues, que los Espíritus malos sólo vienen a atacar a los médiums? Al contrario, la mediumnidad es un medio precioso de reconocerlos y de preservarse de ellos; es el remedio que Dios, en su bondad, da al lado del mal; es la advertencia de un buen Padre que ama a sus hijos y que quiere prevenirlos del peligro. Infelizmente, los que disfrutan de este don no saben o no quieren aprovecharlo; son como el imprudente, que se hiere con el arma que debería servir para defenderlo.

16. ¿Sois vos misma, Sra. de Duret, la que dais estas respuestas? –Resp. Soy yo misma que las doy, y os lo aseguro en el nombre de Dios; pero creo que si hubiera sido abandonada a mí misma, no sería capaz de responder. Los pensamientos me vienen de más alto.

17. ¿Veis al Espíritu que os inspira? –Resp. No; aquí hay una multitud de Espíritus ante los cuales me inclino, y cuyos pensamientos parecen irradiar sobre mí.

18. Así, ¿puede un Espíritu recibir las inspiraciones de otros Espíritus, tanto como aquel que está encarnado, y servirle de intermediario? –Resp. No lo dudéis; frecuentemente él cree que responde por sí mismo, cuando no es más que un eco.

19. Que los pensamientos sean vuestros o sugeridos, poco nos importa mientras sean buenos, y nosotros agradecemos a los Espíritus buenos que os inspiran; pero entonces preguntaré, ¿por qué esos mismos Espíritus no responden directamente? –Resp. Ellos lo harían si vos los interrogaseis; ha sido a mí que habéis evocado; ellos quieren responder y, entonces, se sirven de mí para mi propia instrucción.

20. El Espíritu que obsesó a un médium en vida, ¿aún lo obsesa después de la muerte? –Resp. La muerte no libra al hombre de la obsesión de los Espíritus malos; es la figura de los demonios atormentando a las almas que sufren. Sí, esos Espíritus los persiguen después de la muerte y les causan sufrimientos horribles, porque el Espíritu atormentado se siente bajo una opresión de la cual no puede desembarazarse. Al contrario, aquel que se liberó de la obsesión en vida, es fuerte, y los Espíritus malos lo observan con temor y respeto: han encontrado a su superior.

21. ¿Hay muchos médiums verdaderamente buenos, en toda la acepción de la palabra? –Resp. No son los médicos que faltan, sino los buenos médicos que son raros; lo mismo sucede con los médiums.

22. ¿Por cuál señal se puede reconocer que las comunicaciones de un médium merecen confianza? –Resp. Las comunicaciones de los Espíritus buenos tienen un carácter con el cual no es posible confundirse, cuando nos tomamos el trabajo de estudiarlas. En cuanto al médium, el mejor sería aquel que nunca hubiese sido engañado, porque eso sería la prueba de que solamente atrae a los Espíritus buenos.

23. ¿Pero no hay médiums dotados de excelentes cualidades morales y que son engañados? –Resp. Sí, los Espíritus malos pueden hacer intentos, y sólo triunfan por la debilidad o por la excesiva confianza del médium que se deja engañar; pero esto no dura y los Espíritus buenos vencen fácilmente cuando hay voluntad.

24. La facultad medianímica ¿es independiente de las cualidades morales del médium? –Resp. Sí; suele ser dada en alto grado a personas viciosas, a fin de ayudarlas a corregirse. ¿Será que los enfermos no necesitan más de remedios que las personas sanas? Los Espíritus malos les dan a veces buenos consejos sin saberlo, siendo llevados a esto por Espíritus buenos; pero aquellas personas no los aprovechan porque, por orgullo, no los toman para sí mismas.

Nota – Esto es perfectamente exacto, y a menudo se ven a Espíritus inferiores que dan duras lecciones, y en términos poco comedidos; señalan defectos, ponen en ridículo las imperfecciones con mayor o menor consideración, según las circunstancias, y a veces de una manera muy espirituosa.

25. ¿Pueden Espíritus buenos comunicarse através de malos médiums? –Resp. A veces médiums imperfectos pueden recibir bellas comunicaciones, que sólo pueden proceder de Espíritus buenos; pero cuanto más sabias y sublimes sean esas comunicaciones, más culpables serán los médiums si no las aprovechan. ¡Oh, sí! Serán muy culpables, y sufrirán penas crueles por su ceguera.

26. Las buenas intenciones y las cualidades personales del que interroga, ¿pueden impedir la manifestación de los Espíritus malos, atraídos por un médium imperfecto, y asegurarle buenas comunicaciones? –Resp. Los Espíritus buenos aprecian la intención y, cuando juzgan útil hacerlo, pueden servirse de cualquier especie de médium, según el objetivo propuesto; pero, en general, las comunicaciones son más seguras cuanto más serias sean las cualidades del médium.

27. Al no poder el hombre ser perfecto, ¿resulta de esto que no hay médiums perfectos? –Resp. Existen los que son tan perfectos como lo permite la humanidad terrestre; son raros, pero existen; son los preferidos de Dios y se preparan grandes alegrías en el mundo de los Espíritus.

28. ¿Cuáles son los defectos que dan más acceso a los Espíritus malos? –Resp. Ya os lo he dicho: el orgullo, y también la envidia que es una consecuencia del orgullo y del egoísmo. Dios ama a los humildes y castiga a los soberbios.

29. ¿De eso sacáis en conclusión que el médium que no es humilde no merece ninguna confianza? –Resp. No de manera absoluta; pero si en un médium reconocéis el orgullo, la envidia y la poca caridad, vosotros tenéis mayores posibilidades de ser engañados.

Nota – Lo que hace que muchos médiums se pierdan es creerse que son los únicos capaces de recibir buenas comunicaciones y el hecho de menospreciar las de los otros; ellos se creen profetas, y no son más que los intérpretes de Espíritus astutos que los atrapan en sus redes, persuadiéndolos de que todo lo que escriben es sublime y que no necesitan más consejos. La creencia de ciertos médiums en la infalibilidad y en la superioridad de sus comunicaciones es tal, que llegar a objetarlas es casi una profanación; dudar de las mismas es casi una injuria; más aún: es hasta exponerse a hacerse enemigos de ellos, siendo más fácil decirle a un poeta que sus versos son malos. Este sentimiento, que tiene como principio evidente el orgullo, es alimentado por los Espíritus que los asisten y que tienen mucho cuidado en inspirarles el alejamiento de cualquiera que pueda esclarecerlos; sólo esto debería ser suficiente para abrirles los ojos, si no estuviesen fascinados. Hay un principio que nadie puede negar: los Espíritus buenos solamente pueden aconsejar el bien; por lo tanto, todo lo que no fuere el bien, en el sentido absoluto, no puede proceder de un Espíritu bueno; por consecuencia, todo consejo dictado o todo sentimiento inspirado que refleje el mínimo pensamiento malo es, por esto mismo, de un origen sospechoso, sea cual fuere la cualidad o la redundancia del estilo.

Una señal no menos característica de este origen es la adulación, muy usada por los Espíritus malos contra ciertos médiums. Al respecto, saben alabar sus aptitudes físicas o sus cualidades morales, alimentar sus más secretas inclinaciones, instigar su avidez o su codicia y, aún criticando el orgullo y aconsejando la humildad, saben estimular su vanidad y su amor propio. Uno de los medios que emplean consiste, sobre todo, en persuadirlos de su superioridad como médiums, presentándolos como apóstoles en misión –por lo menos dudosa– y para la cual la primera de todas las cualidades sería la humildad, unida a la simplicidad y a la caridad.

Al estar fascinados con el nombre de seres venerables de los cuales se creen intérpretes, no perciben –muy a su pesar– las malas intenciones que tienen los Espíritus falsos, porque sería imposible a Espíritus inferiores simular completamente todas las cualidades que no poseen. Los médiums no se liberarán realmente de la obsesión a que están sujetos, hasta que entiendan esta verdad; sólo entonces los Espíritus malos, por su lado, comprenderán que pierden su tiempo con personas a las que no pueden sorprender en falta.

(Sociedad, 25 de mayo de 1859)

30. Vuestro marido posee, al parecer, la facultad de médium vidente; ¿tiene él realmente esta facultad? –Resp. Sí, positivamente.

31. Él dice que os ha visto dos veces después de vuestra desencarnación; ¿esto es verdad? –Resp. Sí, es la pura verdad.

32. ¿Están expuestos los médiums videntes a ser engañados por los Espíritus impostores como los médiums psicógrafos? –Resp. Son engañados menos veces que los médiums psicógrafos, pero igualmente pueden serlo por las falsas apariencias, cuando no son inspirados por Dios. Bajo la dinastía de los faraones, en el tiempo de Moisés, ¿los falsos profetas no hacían milagros que engañaban al pueblo? Sólo Moisés no se engañaba, porque era inspirado por Dios.

33. ¿Podríais explicarnos ahora vuestras sensaciones al entrar en el mundo de los Espíritus? Además de la turbación más o menos larga que siempre sigue a la muerte, ¿hubo un instante en que vuestro Espíritu perdió toda la conciencia de sí mismo? –Resp. Sí, como siempre; es imposible que sea de otro modo.

34. Esta pérdida absoluta de conciencia, ¿comenzó antes del instante de la muerte? –Resp. Comenzó en la agonía.

35. ¿Persistió después de la muerte? –Resp. Por muy poco tiempo.

36. En total, ¿cuánto tiempo puede haber durado? –Resp. Aproximadamente quince a dieciocho de vuestras horas.

37. ¿Es variable esa duración según los individuos? –Resp. Ciertamente; no es la misma en todos los hombres; esto depende mucho del género de muerte.

38. Mientras se llevaba a cabo el fenómeno de la muerte, ¿teníais conciencia de lo que sucedía en vuestro cuerpo? –Resp. De ningún modo. Dios, que es bueno con todas sus criaturas, quiere evitar al Espíritu las angustias de ese momento; por eso le saca todo el recuerdo y toda la sensación.

Nota – Este hecho, que siempre nos ha sido confirmado, es análogo al que ocurre en la vuelta del Espíritu al mundo corporal. Se sabe que, desde el momento de la concepción, el Espíritu designado para habitar el cuerpo que debe nacer, es tomado por una turbación que va creciendo a medida que los lazos fluídicos que lo unen a la materia se estrechan, hasta las proximidades del nacimiento; en ese momento, pierde igualmente toda la conciencia de sí mismo y solamente comienza a recobrar sus ideas en el momento en que el niño respira; sólo entonces la unión del Espíritu al cuerpo es completa y definitiva.

39. ¿Cómo se operó el instante del despertar? ¿Os reconocisteis súbitamente o hubo un momento de semiconciencia, es decir, un vacío en las ideas? –Resp. Durante algunos instantes permanecí en ese estado, y después, poco a poco, me reconocí.

40. ¿Cuánto tiempo duró ese estado? –Resp. No sé exactamente, pero fue poco tiempo; creo que alrededor de dos horas.

41. Durante esa especie de somnolencia, ¿tuvisteis una sensación agradable o penosa? –Resp. No lo sé; casi no tenía conciencia de mí misma.

42. A medida que vuestras ideas se aclaraban, ¿teníais la certeza de la muerte del cuerpo, o por un instante creísteis que aún estabais en este mundo? –Resp. Efectivamente lo creí durante algunos instantes.

43. Cuando tuvisteis la certeza de vuestra desencarnación, ¿sentisteis pesar? –Resp. No, de ninguna manera; la vida no es para lamentarse.

44. Cuando os reconocisteis, ¿dónde os encontrabais, y qué fue que llamó primeramente la atención a vuestra vista? –Resp. Yo estaba con Espíritus que me rodeaban y que me ayudaban a salir de la turbación; fue este cambio que me llamó la atención.

45. ¿Os encontrasteis con vuestro marido? –Resp. Poco lo dejo; él me ve, me evoca y esto sustituye mi pobre cuerpo.

46. ¿Volvisteis a ver inmediatamente a las personas que habíais conocido: al Sr. Dumas y a los otros espíritas de Sétif? –Resp. Inmediatamente no; pensé que me evocarían. No hacía mucho tiempo que yo los había dejado, y encontré algunos que había conocido y que hace siglos no veía. Yo era médium y espírita; todos los Espíritus que yo había evocado vinieron a recibirme: esto me conmovió. ¡Si supieseis qué emocionante es reencontrar a los amigos en este mundo!

47. El mundo de los Espíritus ¿os pareció una cosa extraña y nueva? –Resp. ¡Oh, sí!

48. Esta respuesta nos sorprende, porque no es la primera vez que os encontráis en el mundo de los Espíritus. –Resp. Esto nada tiene que deba sorprenderos; yo no estaba tan adelantada como hoy; y también la diferencia es tan grande entre el mundo corporal y el mundo de los Espíritus, que ha de sorprender siempre.

49. ¿Vuestra explicación podría ser más clara? ¿No sería porque cada vez que se regresa al mundo de los Espíritus, los progresos realizados dan nuevas percepciones y permiten encarar dicho mundo bajo otro aspecto? –Resp. Es exactamente esto; os he dicho que no estaba tan adelantada como hoy.

Nota – La siguiente comparación permite comprender qué sucede en esta circunstancia. Supongamos que un campesino pobre venga a París por primera vez; frecuentará una sociedad y vivirá en un barrio compatible con su situación económica. Después de una ausencia de varios años, durante los cuales enriqueció y adquirió una cierta educación, él regresa a París y se encuentra en un medio totalmente diferente al de la primera vez, y que le parecerá nuevo. Comprenderá y apreciará una cantidad de cosas que apenas había llamado su atención la primera vez; en una palabra, tendrá dificultad en reconocer su antigua París y, no obstante, será siempre París, aunque se le presente bajo un nuevo aspecto.

50. ¿Cómo evaluáis ahora las comunicaciones que se obtienen en Sétif? En general, ¿son más buenas que malas? –Resp. Son como en todas partes; las hay buenas y malas, verdaderas y falsas. Ellos suelen ocuparse con cosas que no son lo bastante serias y que no siempre son bien consideradas; pero no creen que hacen mal. Trataré de corregirlos.

51. Nosotros os agradecemos por haber tenido a bien venir y por las explicaciones que nos habéis dado. –Resp. Yo también os agradezco por haber pensado en mí.


Medicina intuitiva

Plessis-Boudet, 23 de mayo de 1860.

Señor:

En mi última carta os he dado un boletín de las curas obtenidas por medio de la medicación de la Srta. Godu. Siempre tengo la intención de poneros al tanto de los hechos, pero hoy creo que es más útil hablaros del modo en que aplica su tratamiento. Es bueno poner a las personas al corriente de esto, porque vienen de lejos enfermos que se hacen una idea muy falsa de este género de medicación, y que se arriesgan a hacer un viaje inútil o de pura curiosidad.

La Srta. Godu no es sonámbula; ella nunca consulta a distancia, ni incluso en mi domicilio, sino bajo mi dirección y mi control. Cuando estamos de acuerdo –lo que sucede casi siempre–, porque hoy estoy en condiciones de apreciar su medicación, comenzamos el tratamiento estipulado, y la Srta. Godu aplica los apósitos y prepara las hierbas medicinales. En una palabra, obra como una enfermera, pero como una enfermera de élite, y con una dedicación ejemplar, en nuestra modesta e improvisada casa de salud.

¿Será por un fluido depurador, del cual sería dotada, que obtiene resultados tan valiosos?

¿Será por la aplicación de los apósitos o por la confianza que ella inspira?

¿Será, en fin, por un sistema de medicación bien concebido y bien dirigido, que ella obtiene éxito?

Tales son las tres preguntas que frecuentemente me hago.

Por el momento, no quiero entrar en la primera pregunta, porque la misma exige un estudio profundo y una discusión científica del primer orden; ella vendrá más tarde.

Con respecto a la segunda pregunta, hoy puedo responderla afirmativamente, y en esto la Srta. Godu se encuentra en las mismas condiciones que todos los médicos, enfermeras u operadores que saben levantar la moral de sus pacientes e inspirarles una saludable confianza.

En cuanto a la tercera pregunta, no dudo más en responderla afirmativamente. He adquirido la convicción de que la medicación de la Srta. Godu constituye todo un sistema muy metódico. Este sistema es sencillo en su teoría, pero en la práctica varía al infinito, y es en la aplicación que requiere toda la atención y toda la habilidad posibles. Al principio, el médico más experimentado tiene dificultad en entender este mecanismo y esa serie de incesantes modificaciones, en razón del progreso o de la declinación de la enfermedad; él se queda admirado y comprende poco; pero, con el tiempo, se da cuenta fácilmente de esa medicación y de sus efectos.

Sería demasiado largo enumeraros en detalle, y currente calamo, todo un sistema médico nuevo para nosotros, aunque, sin duda, muy antiguo en relación a la edad de los hombres en nuestro planeta. He aquí las bases en las cuales reposa este sistema, que raramente sale de la medicina revulsiva.

En la mayoría de los casos, la Srta. Godu aplica un extracto de tópico, compuesto por una o dos materias que se encuentran en todas partes, tanto en la cabaña como en el castillo. Este tópico tiene una acción tan enérgica que se obtienen efectos incomparablemente superiores a todos nuestros revulsivos conocidos, sin exceptuar el cauterio actual y las moxas. Algunas veces ella se limita a la aplicación de vesicantes, cuando un efecto enérgico no es indispensable. La habilidad consiste en proporcionar el remedio al mal, en mantener un supuración constante y variada, y he aquí lo que ella obtiene con un ungüento tan simple que no puede clasificárselo en el número de los medicamentos. Puede ser comparado con los ceratos simples e incluso con las cataplasmas; entretanto, este ungüento produce efectos duraderos y muy variados: aquí son sales calcáreas que aparecen en el emplasto; en los hidrópicos, es agua; en las personas con humores, es una supuración abundante, tanto clara como espesa. En fin, los efectos de su ungüento varían al infinito, por una causa que todavía no he podido aprehender y que, además, debe entrar en el estudio de la primera pregunta hecha. Esto con referencia a la medicación externa; más tarde os diré algunas palabras sobre la medicación interna, que comprendo fácilmente. No se debe pensar que el mal desaparezca como por encanto; son necesarios, como siempre, tiempo y perseverancia para curar radicalmente las enfermedades rebeldes.

Atentamente,

MORHÉRY.

Un grano de locura

El Journal de la Haute-Saône (Diario del Alto Saona) narró últimamente el siguiente hecho:

«Se han visto a reyes destronados que fueron sepultados en las ruinas de sus palacios; se han visto a infelices jugadores que abdicaron de la vida después de la pérdida de sus fortunas; pero quizá nunca se había visto –antes del hecho que citamos– a un propietario que se suicide por no aceptar la expropiación de un terreno. Un propietario de Saint-Loup había sido advertido de que uno de sus terrenos sería expropiado el 14 de mayo, por la Compañía de los Ferrocarriles del Este. Esta información lo afectó profundamente; al no poder soportar la idea de separarse de su terreno, dio señales de alienación mental. El 2 de mayo salió de su casa a las tres de la mañana, y se suicidó ahogándose en el río Combeauté.»

En efecto, es difícil suicidarse por una causa tan fútil, y un acto tan irracional no puede explicarse sino por un trastorno cerebral; pero ¿qué fue que produjo ese trastorno? Con toda seguridad, no ha sido la creencia en los Espíritus. ¿Fue el hecho de la expropiación del terreno? Pero entonces, ¿por qué todos los expropiados no se vuelven locos? Dirán que no todos tienen el cerebro tan débil. Entonces, admitís una predisposición natural a la locura, y no podría ser de otro modo, ya que la misma causa no siempre produce el mismo efecto. Nosotros ya hemos dicho esto muchas veces en respuesta a los que acusan al Espiritismo de provocar la locura; que digan si no había locos, antes de que fuera tratada la cuestión de los Espíritus, y si solamente hay locos entre los que creen en los Espíritus. Una causa física o una violenta conmoción moral sólo pueden producir una locura instantánea; fuera de esto, si uno examina los antecedentes, siempre se encontrarán síntomas, que una causa fortuita puede desarrollar. Entonces, la locura toma el carácter de la preocupación principal; el loco habla de aquello que lo preocupa, pero la causa no es la preocupación: ésta es, de alguna manera, una especie de forma de manifestación. Así, al haber una predisposición a la locura, el que se ocupa de religión tendrá una locura religiosa; el amor producirá la locura amorosa; la ambición, la locura de los honores y de las riquezas, etc. En el hecho narrado anteriormente sería absurdo ver algo más allá de un simple efecto, que cualquier otra causa podría haber provocado, porque la predisposición estaba allí. Ahora vamos más lejos: decimos abiertamente que si ese propietario, tan impresionable con relación a su terreno, estuviese profundamente imbuido de los principios del Espiritismo, no habría enloquecido ni se habría suicidado, dos desgracias que habrían sido evitadas, como nos muestran numerosos ejemplos. La razón de eso es evidente. La locura tiene como causa primera una debilidad moral relativa, que vuelve al individuo incapaz de soportar el choque de ciertas impresiones, en cuyo número figuran –por lo menos en tres cuartas partes– los disgustos, la desesperación, las decepciones y todas las tribulaciones de la vida. Por lo tanto, dar al hombre la fuerza necesaria para ver estas cosas con indiferencia, es atenuar en él la causa más frecuente que lo lleva a la locura y al suicidio; ahora bien, él saca esa fuerza de la Doctrina Espírita bien comprendida. Frente a la grandeza del futuro que se desdobla ante nuestros ojos, y del cual Ella da pruebas patentes, las tribulaciones de la vida se vuelven tan efímeras que deslizan sobre el alma como el agua sobre el mármol, sin dejar rastros. El verdadero espírita no se apega a la materia, y sólo se vincula a la misma en la medida exacta de las necesidades de la vida; pero si le falta algo, se resigna, porque sabe que aquí está de paso y que un destino mucho mejor lo espera. De esta manera, no se aflige por encontrar accidentalmente una piedra en su camino. Si aquel hombre estuviese imbuido de estas ideas, ¿en qué se habría vuelto el terreno a sus ojos? La contrariedad que hubo experimentado sería insignificante o nula, y una desgracia imaginaria no lo habría llevado a una desgracia real. En resumen, uno de los efectos, y podemos decir uno de los beneficios del Espiritismo, es el de dar al alma la fuerza que le falta en muchas circunstancias, y es en esto que Él puede disminuir las causas de la locura y del suicidio. Como se ve, los hechos más simples pueden ser una fuente de enseñanzas para el que quiera reflexionar. Es mostrando las aplicaciones del Espiritismo en los casos más comunes que se hará comprender toda Su sublimidad. ¿No está ahí la verdadera filosofía?


Tradición musulmana

Extraemos el siguiente pasaje de la notable y sabia obra que el Sr. Géraldy Saintine ha publicado con el título: Trois ans en Judée.

«Cuando el sultán de Babel Bakhtunnassar (Nabucodonosor) fue enviado por Dios para punir a los hijos de Israel, que habían abandonado la doctrina de la unidad, despojó el Templo de todos los objetos preciosos que allí se encontraban; al reservar para sí mismo el trono de Salomón con sus gradas y los dos leones de oro puro, animados por un arte mágico que defendían la entrada, distribuyó el resto del botín con los diferentes reyes de su corte. El rey de Rum recibió la ropa de Adán y el cayado de Moisés; por su parte, el rey de Antakya obtuvo el trono de Balkis y el maravilloso pavo real, cuya cola, toda en piedras preciosas, formaba un rico dosel en ese trono; el rey de Andalucía se quedó con la mesa de oro del Profeta. Un cofre de piedra, que contenía la Tora (Biblia), estaba en medio de todas esas riquezas, pero nadie le prestaba atención, a pesar de que fuese el más valioso de todos los tesoros. Por lo tanto, lo dejaron abandonado al capricho de los saqueadores, que recorrían la ciudad y el Templo apoderándose de todo lo que encontraban; y el depósito de la palabra divina desapareció en ese inmenso desorden.

«Cuarenta años más tarde, al haber sido aplacada su cólera, Dios resolvió restablecer su herencia a los hijos de Israel y llamó al profeta Euzer (Esdras) –¡que Dios lo tenga en la gloria!–, que había sido predestinado por la voluntad divina a una gloriosa misión. Él había pasado toda su juventud en oración y en meditación, dejando a un lado las ciencias humanas para absorberse en la contemplación del Ser infinito, y vivía separado del mundo en el interior de una de las grutas que circundan la ciudad santa. Esta gruta aún hoy se llama El Azérie.[1] Obedeciendo a la orden de Dios, salió de su retiro y vino junto a los hijos de Israel para indicarles cómo deberían reconstruir el Templo y recuperar el honor de los antiguos ritos.

«Pero el pueblo no creyó de manera alguna en la misión del profeta. Declaró que no se sometería a la Ley; que hasta cesaría los trabajos de construcción del Templo e iría a vivir en otras tierras si no le volviesen a presentar el Libro en que nuestro señor Moisés –¡que Dios lo tenga en la gloria!– hubo consignado todas las prescripciones religiosas que le fueron dictadas en el monte Sinaí. Este Libro había desaparecido, y todas las búsquedas para encontrarlo habían sido infructuosas.

«Entonces, ante esa gran dificultad, Euzer hizo fervorosas oraciones a Dios para que lo sacara de ese sufrimiento y para que impidiese que el pueblo persistiera en el camino de la perdición. Él estaba sentado debajo de un árbol, contemplando con tristeza las ruinas del Templo, alrededor de las cuales se agitaba la multitud indócil. De repente una voz de lo Alto le ordenó que escribiese y, aunque nunca había puesto en la mano un qalam (una pluma de caña), obedeció inmediatamente. Desde la oración del mediodía hasta el día siguiente a la misma hora, sin alimentarse y sin levantarse del lugar bendito donde estaba sentado, continuó escribiendo todo lo que le dictaba la voz celestial, no dudando un solo instante, ni siquiera deteniéndose ante la oscuridad de la noche, porque una luz sobrenatural iluminaba su Espíritu y un ángel guiaba su mano.

«Todos los hijos de Israel estaban estupefactos y contemplaban en silencio esta manifestación de la omnipotencia divina. Pero cuando el profeta hubo terminado su copia milagrosa, los imanes, envidiosos del favor particular del cual él acababa de ser objeto, alegaron que el nuevo Libro era una invención diabólica y que de ninguna manera se parecía con el antiguo.

«Euzer oró nuevamente a la bondad infinita y, cediendo a una súbita inspiración, se dirigió hacia la piscina de Siloé, seguido por todo el pueblo. Al llegar a la piscina, levantó las manos al cielo, hizo una larga y fervorosa oración, y toda la multitud se postró con él. De repente apareció en la superficie del agua una piedra cuadrada que flotaba como si fuese sostenida por una mano invisible; trémulos, los imanes reconocieron en esta piedra al cofre sagrado que se había perdido hace mucho tiempo. Euzer lo agarró con respeto; el cofre se abrió por sí mismo; la Tora de Moisés salió del cofre como si estuviese animada de vida propia, y la nueva copia, escapándose del pecho del profeta, fue a colocarse en la caja sagrada.

«Ya no era más posible la duda; sin embargo, el hombre santo exigió que los imanes comparasen los dos ejemplares. Éstos, a pesar de su confusión, obedecieron a la voluntad de Euzer. Después de un extenso examen, ellos atestiguaron en voz alta, que ni una palabra, ni un solo kareket (acento) había de diferente entre el Libro escrito por Euzer y el Libro que había escrito Moisés. Desde que prestaron ese homenaje a la verdad, Dios, para punirlos por sus primeros errores, cerró sus ojos y los sumergió en las tinieblas eternas.

«Fue así que los hijos de Israel fueron reconducidos a la fe de sus antepasados. El lugar donde estaba sentado el jefe que Dios les había dado fue llamado después Kerm ech Cheick (el cercado o la viña del Jeque).»

En esta narración, ¿quién no reconocerá varios fenómenos espíritas que los médiums reproducen ante nuestros ojos y que no tienen nada de sobrenatural?

[1] Nombre árabe de la gruta conocida con el nombre de Tumba de Lázaro. [Nota original del propio escritor Géraldy Saintine, autor del libro: Tres años en Judea.]



Un error de lenguaje de un Espíritu

Hemos recibido la siguiente carta, concerniente al hecho de escritura directa relatado en el número de la Revista Espírita del mes de mayo, página 155.

Señor:

Solamente hoy he leído vuestro número de mayo, y encuentro en el mismo el relato de una experiencia de escritura directa hecha en mi presencia, en la casa de la Srta. Huet. Tengo el placer de confirmar este relato, señalando sin embargo un pequeño error que se le ha escapado al narrador. No es God loves you, sino God love you que encontramos en el papel, es decir, que el verbo love, sin la letra s, no estaba en la tercera persona del presente del indicativo; por consiguiente, no se podría traducir por Dios os ama, a menos que esté sobreentendido el pronombre que, y se dé a la frase una forma del imperativo o del subjuntivo. Esta observación fue hecha en la sesión siguiente al Espíritu Channing (si es que realmente fue hecha al Espíritu Channing, pues me conocéis y os pido permiso para conservar mis dudas sobre la identidad absoluta de los Espíritus), y el Espíritu Channing –como estaba diciendo– no se explicó muy categóricamente sobre esa letra s, omitida a propósito o inadvertidamente; si tengo buena memoria, él mismo nos criticó un poco el hecho de dar importancia a una letra de más o de menos en una experiencia tan notable.

A pesar de esta crítica amistosa realizada por el Espíritu Channing, he creído un deber comunicaros mi observación sobre la manera por la cual la palabra love ha sido realmente escrita. El honorable Sr. E. de B..., que se quedó con el papel, puede mostrarlo o lo mostrará a muchas personas, y entre las mismas podrán encontrarse algunas que tengan conocimiento de vuestro último número; ahora bien, lo importante –y estoy persuadido de que vuestra opinión es como la mía– es que haya la mayor fidelidad en el relato de los hechos que hemos obtenido, que son tan extraños y tan maravillosos.

Atentamente,

MATHIEU.

Ya habíamos notado perfectamente el error que señala el Sr. Mathieu, y nos incumbimos en corregirlo, sabiendo por experiencia que los Espíritus dan muy poca importancia a esas especies de equívocos insignificantes, con los cuales los más esclarecidos no se inquietan de manera alguna; por lo tanto, de ningún modo estamos sorprendidos con la observación de Channing, en presencia –como lo he dicho– de una falta tan insignificante. La exactitud en la reproducción de los hechos es sin duda una cosa esencial; pero la importancia de estos hechos es relativa, y confesamos que si siempre debiésemos seguir, para el francés, la ortografía de los Invisibles, a los señores gramáticos se les presentaría la ocasión de tratarlos insidiosamente, aun cuando el médium haya sido un perito en esas materias. Tenemos un o una, en la Sociedad, que está provisto de todos esos diplomas y cuyas comunicaciones, aunque escritas muy pausadamente, tienen numerosos errores de ese género. Los Espíritus siempre nos han dicho: «Prestad atención al fondo y no a la forma; para nosotros la forma no es nada, el pensamiento lo es todo; por lo tanto, corregid la forma, si así lo creéis conveniente: nosotros os dejamos este cuidado». Entonces, si la forma fuere defectuosa, no la conservamos sino cuando puede servir de enseñanza; ahora bien, en nuestra opinión, este no era el caso en el hecho anteriormente mencionado, porque el sentido era evidente.




Dictados espontáneos y disertaciones espíritas

La vanidad

(Por la Sra. Lesc..., médium) Quiero hablarte de la vanidad, que se mezcla en todas las acciones humanas: ella mancha los más tiernos pensamientos; invade el corazón y el cerebro. Como una planta maligna, sofoca la bondad en su germen; todas las cualidades son aniquiladas por su veneno. Para luchar contra ella, es necesario emplear la oración; solamente ésta nos da humildad y fuerza. ¡Hombres ingratos! Incesantemente os olvidáis de Dios. Él no es para vosotros sino el socorro implorado en el peligro, y nunca el Amigo invitado al banquete de la alegría. Para iluminar el día, Él os dio el sol, resplandor de gloria, y para clarear la noche, os dio las estrellas, que son flores de oro. Por todas partes, al lado de los elementos que la humanidad precisa, Él os ha puesto el lujo necesario a la belleza de su obra. Dios os ha tratado como un generoso anfitrión que, para recibir a sus invitados, multiplica el lujo de su casa y la abundancia del festín. ¿Qué hacéis vosotros, que sólo tenéis vuestro corazón para ofrecerle? Lejos de honrarlo con vuestras alegrías y virtudes, lejos de ofrecerle las premisas de vuestras esperanzas, no deseáis hacerlo y no lo invitáis a que entre en vosotros, sino cuando el luto y las decepciones amargas laceran y atraviesan vuestros corazones. ¡Ingratos! ¿Qué esperáis para amar a vuestro Dios? ¿La desgracia y el abandono? Ofrecedle más bien vuestro corazón libre de dolores; ofrecedle, como hombres que están de pie y no como esclavos arrodillados, vuestro amor depurado de temor, y en la hora del peligro Él se acordará de vosotros, que no lo olvidasteis en la hora de la felicidad.


GEORGES (Espíritu familiar)

La miseria humana

La miseria humana no está en la incertidumbre de los acontecimientos, que tanto pueden elevarnos como precipitarnos. Reside enteramente en el corazón ávido e insaciable que desea incesantemente recibir, que se queja de la sequedad de los demás, pero que nunca percibe su propia aridez. Esa desgracia de querer alcanzar más de lo que uno puede; esa desgracia de no poder satisfacerse con las más apreciadas alegrías; esa desgracia –decía– constituye la miseria humana. ¿Qué importa el cerebro y qué importan sus más brillantes facultades, si ellas son siempre oscurecidas por el deseo amargo e insatisfecho de algo que le escapa sin cesar? La sombra fluctúa junto al cuerpo; la felicidad fluctúa junto al alma, siendo inalcanzable para ésta. Sin embargo, no debéis lamentaros ni maldecir vuestro destino, porque esa sombra, esa felicidad fugitiva que se mueve como una ola –por el ardor y por la angustia que deposita en el corazón–, nos da la prueba de la divinidad aprisionada en la humanidad. Por consiguiente, amad el dolor y su poesía vivificante, que hace vibrar vuestros Espíritus por el recuerdo de la patria eterna. El corazón humano es un cáliz lleno de lágrimas; pero viene la aurora que beberá el agua de vuestros corazones; ella será para vosotros la vida que deslumbrará vuestros ojos, cegados por la oscuridad de la prisión carnal. ¡Coraje! Cada día es una liberación; marchad en la senda dolorosa; marchad, siguiendo con la mirada la estrella misteriosa de la esperanza.

GEORGES (Espíritu familiar)



La tristeza y el disgusto

(Por la Sra. Lesc..., médium)

Es un error ceder frecuentemente a la tristeza. No os equivoquéis: el disgusto es el sentimiento firme y honesto que el hombre deja traslucir cuando es alcanzado en su corazón o en sus intereses; pero la vil tristeza no es sino la manifestación física de la sangre en su curso lento o rápido. La tristeza encubre con su nombre mucho egoísmo, muchas debilidades. Debilita al Espíritu que a ella se abandona. Al contrario, el disgusto es el pan de los fuertes; este alimento amargo nutre las facultades del Espíritu y disminuye la parte animal. No busquéis el martirio del cuerpo, pero sed ávidos por el martirio del alma. Los hombres comprenden que deben mover sus piernas y sus brazos para mantener la vida del cuerpo, pero no comprenden que deben sufrir para ejercer las facultades morales. La felicidad o solamente la alegría son huéspedes tan pasajeros de la humanidad que no podéis –sin ser aplastados por ellas– sobrellevar su presencia, por más leve que sea. Habéis sido hechos para sufrir y para soñar incesantemente con la felicidad, porque sois pájaros sin alas, sujetados al suelo, que miráis el cielo y deseáis el espacio.

GEORGES (Espíritu familiar)

Nota – Estas dos comunicaciones contienen indiscutiblemente pensamientos muy bonitos e imágenes de gran elevación; pero nos parecen escritas bajo la influencia de ideas un poco sombrías y algo misantrópicas; parece haber en ellas la expresión de un corazón dolorido. El Espíritu que las ha dictado desencarnó hace pocos años; cuando estaba encarnado era amigo de la médium, de la cual él se volvió su genio familiar después de su desencarnación. Era un artista pintor de talento, cuya vida había sido calma y bastante despreocupada; pero ¿quién sabe si él había sido así en su existencia precedente? Sea como fuere, todas sus comunicaciones atestiguan mucha profundidad y sabiduría. Se podría creer que las mismas son el reflejo del carácter de la médium; la Sra. Lesc... es indudablemente una mujer muy seria y que en muchos aspectos está por encima del vulgo y, sin ninguna duda, es esto que le hace conquistar la simpatía de los Espíritus buenos, haciendo abstracción de su facultad medianímica; pero la siguiente comunicación, obtenida en la Sociedad, prueba que ella puede recibir otros mensajes de carácter muy variado.

La fantasía

(Médium: Sra. Lesc...)

Quieres que te hable de la fantasía; ella ha sido mi reina, mi señora, mi esclava; yo la he servido y la he dominado; pero aunque siempre estuve sujetado a sus adorables fluctuaciones, nunca le he sido infiel. También es ella la que me lleva a hablar de otra cosa: de la facilidad que tiene el corazón en inclinarse a dos amores, facilidad menospreciada y fuertemente reprobada. Considero absurda esta reprobación de los buenos burgueses, que sólo gustan de sus pequeños vicios metódicos, más fastidiosos todavía que sus virtudes; ellos sólo admiten lo que consiguen comprender sus sesos limitados, que están podados como la cerca de arbustos del jardín del cura. Tienes miedo de lo que te digo; quédate tranquila; Musset tiene su garra: no se le puede pedir las gentilezas de los perritos amaestrados. Es preciso soportar y entender su humor, que es verdadero en su apariencia frívola, triste en su alegría y risueño en sus lágrimas.

ALFRED DE MUSSET


Nota – Una persona, que sólo había oído esta comunicación por ocasión de su primera lectura, decía en una sesión íntima que este mensaje le parecía un poco insignificante. El Espíritu Sócrates, que participaba de la conversación, respondiendo a esta observación, escribió espontáneamente: «No, tú te equivocas; vuelve a leerla; hay cosas buenas; la comunicación es muy inteligente y esto tiene su lado bueno. Se dice que en eso se reconoce al hombre; en efecto, es más fácil probar la identidad de un Espíritu de vuestro tiempo que del mío, y para ciertas personas es útil que, de vez en cuando, tengáis comunicaciones de este género».

Otro día, en una conversación acerca de los médiums y sobre el carácter de Alfred de Musset, uno de los asistentes lo acusaba de haber sido muy material en vida, cuando el poeta escribió espontáneamente la notable comunicación siguiente, a través de uno de sus médiums preferidos.

Influencia del médium sobre el Espíritu

(Médium: Sra. Schmidt)

Sólo los Espíritus superiores pueden comunicarse indistintamente con todos los médiums y mantener en todas partes el mismo lenguaje; pero yo no soy un Espíritu superior: ¡he aquí por qué a veces soy un poco material! Sin embargo, soy más adelantado de lo que creéis.

Cuando nos comunicamos por un médium, la emanación de su naturaleza se refleja más o menos sobre nosotros; por ejemplo, si el médium es de esas naturalezas en que predomina el corazón, de esos seres elevados, capaces de sufrir por sus hermanos; en fin, de esas almas abnegadas, nobles, que el infortunio ha vuelto fuertes y que han permanecido puras en medio de la tormenta, entonces ese reflejo hace bien, en el sentido de corregirnos espontáneamente cuando nuestro lenguaje se resiente de ello. Pero, en el caso contrario, si nos comunicamos a través de un médium de una naturaleza menos elevada, nos servimos pura y simplemente de su facultad como de un instrumento; es entonces que nos volvemos lo que tú llamas de un poco material; decimos cosas espirituosas, si quisieres, pero dejamos a un lado el corazón.

Pregunta – Los médiums instruidos y de un espíritu culto, ¿son más aptos para recibir comunicaciones elevadas que aquellos que no tienen instrucción? Respuesta – No; lo repito: sólo la esencia del alma se refleja sobre los Espíritus, pero únicamente los Espíritus superiores son invulnerables.

ALFRED DE MUSSET


Bibliografía

Hemos hablado en un artículo anterior, de una nueva publicación periódica sobre el Espiritismo, hecha en Londres, bajo el título de The Spiritual Magazine. Italia no se queda atrás en el movimiento que trae las ideas del mundo invisible. Hemos recibido el prospecto de un periódico que aparece en Génova, bajo el título de L’AMORE DEL VERO, periodico di scienze, litteratura, belle arti, magnetismo animale, omeopatia, elettro-telegrafia, Spiritismo, ec. Sotto la direzzione del signori PIETRO GATTI y B. E. MAINERI. Este periódico aparece tres veces por mes, en cuadernos de 18 páginas.

El Dr. Gatti, director del Instituto Homeopático de Génova, es un adepto esclarecido del Espiritismo, y no dudamos que las cuestiones relacionadas a esta ciencia sean tratadas por él con el talento y la sagacidad que lo caracterizan.

La Historia de Juana de Arco dictada por ella misma a Ermance Dufaux, cuya reimpresión habíamos anunciado, acaba de aparecer en la librería del Sr. Ledoyen. Ya nos hemos referido a esta notable obra en el número de la Revista Espírita de enero de 1858. Desde esa época nuestra opinión no ha variado sobre su importancia, no sólo desde el punto de vista histórico, sino como uno de los hechos más curiosos de manifestación espírita. Esta reimpresión era vivamente solicitada, y no dudamos que la misma tenga un éxito aún mayor, puesto que los adeptos de la nueva ciencia son hoy mucho más numerosos que en la época de la primera publicación.

ALLAN KARDEC




Julio

Aviso

La oficina de redacción de la REVISTA ESPÍRITA y el domicilio particular del Sr. ALLAN KARDEC están siendo transferidos a la calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.



Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 1º de junio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 25 de mayo.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socios libres:

A la Señora E..., de Viena (Austria).

Asuntos administrativos – La Comisión propone y la Sociedad adopta las dos siguientes proposiciones:

1º) La Sociedad, considerando que puede dar a conocer a finales del mes de abril, en los términos del artículo 16º de su Reglamento, la intención de ciertos miembros de retirarse de la misma;

Que si los nombramientos de la Dirección y de la Comisión fuesen hechos antes de esa fecha, podrían recaer sobre miembros que no continuarán haciendo parte de la Sociedad;

Que no sería racional que aquellos que tuvieran esa intención de retirarse participasen de los nombramientos;

Decide lo siguiente: «Los nombramientos de la Dirección y de la Comisión se harán en la primera sesión del mes de mayo. Los miembros en ejercicio continuarán en sus funciones
hasta esa fecha.»

2º) La Sociedad, considerando que una ausencia muy prolongada y no prevista de los miembros de la Dirección y de la Comisión puede obstaculizar la marcha de los trabajos;

Decide lo siguiente: «Los miembros de la Dirección y de la Comisión que hayan estado ausentes por tres meses consecutivos, sin haber dado justificación, serán considerados renunciantes a sus funciones y se deberá proceder a su reemplazo.»

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. L..., intitulado: La honestidad relativa, y firmado por Georges, Espíritu familiar.

2ª) Dictado espontáneo recibido por la Sra. Schmidt, sobre la Influencia del médium sobre el Espíritu, firmado por Alfred de Musset.

3ª) Relato de un hecho concerniente a dos personas, una de las cuales es una jovencita pobre, y cuyas relaciones actuales son consecuencia de las que existían entre las mismas en su existencia precedente. Circunstancias aparentemente fortuitas las han puesto en contacto y ambas han sentido una por la otra una simpatía que se ha revelado por una singular coincidencia de poder medianímico. Al ser interrogado sobre ciertos hechos, un Espíritu superior dijo que la jovencita había sido hija de dicha persona en su existencia precedente, siendo abandonada por ésta. Ahora, en la existencia actual, la jovencita había sido puesta en su camino, a fin de que aquélla tenga la oportunidad de reparar sus errores al protegerla, lo que la persona está realmente decidida a hacer, a pesar de su situación ser bastante precaria, ya que solamente vive de su trabajo.

Este hecho, que contiene detalles del más alto interés, viene en apoyo de lo que frecuentemente se ha dicho sobre ciertas simpatías, cuya causa remonta a existencias anteriores.

Indiscutiblemente, ese principio da cada vez más razón de ser al sentimiento fraternal, que hace de la caridad y de la benevolencia una ley, porque aprieta y multiplica los lazos que deben unir a la Humanidad.

Estudios – 1º) Evocación de la gran Françoise, una de las principales Convulsionarias de Saint-Médard, cuya primera evocación ya fue publicada (véase el número de mayo de 1860). Este Espíritu ha sido llamado nuevamente, a su pedido, con el objetivo de rectificar la opinión que había emitido sobre el diácono Pâris. La gran Françoise se acusa a sí misma de haberlo calumniado al desvirtuar sus intenciones, y piensa que la retractación que hace espontáneamente evitará que sea punida por el error en que había incurrido.

Esta comunicación es completada por san Luis con informaciones sobre los mundos en que tiene lugar el castigo a los Espíritus culpables.

2º) Examen analítico y crítico de las comunicaciones de Charlet sobre los animales. El Espíritu desarrolla, completa y rectifica ciertas afirmaciones que parecieron confusas o erróneas. Este examen continuará en la próxima sesión. (Publicado más adelante.)

3º) Son obtenidos dos dictados espontáneos: el primero por la Srta. Huet, sobre la continuación de las Memorias de un Espíritu; el segundo por la Sra. Lesc..., y firmado por Georges, su Espíritu familiar, sobre el examen crítico que la Sociedad se propone a hacer de las comunicaciones espíritas. El Espíritu aprueba mucho este género de estudio y lo considera como un medio para prevenir las falsas comunicaciones.

Viernes 8 de junio de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 1º de junio.

La Sra. viuda de G..., antigua miembro titular, al no hacer parte de la lista del 30 de abril, y en cumplimiento al nuevo Reglamento de la Sociedad, escribe para explicar los motivos de su abstención, solicitando a la Sociedad para que sea reintegrada en la categoría de socia libre. De acuerdo con el parecer de la Comisión, la Sociedad admite a la Sra. de G... en esta categoría.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., y firmado por Delphine de Girardin, sobre las Primeras impresiones de un Espíritu. Presenta un cuadro poético muy verdadero de las sensaciones que el Espíritu experimenta al dejar la Tierra.

2ª) Otro dictado espontáneo recibido por la misma médium, firmado por Alfred de Musset e intitulado: Aspiraciones de un Espíritu.

3ª) El Sr. M..., de Metz, relata un hecho interesante que le es personal, acerca de la influencia que un médium puede ejercer sobre otra persona, para desarrollar en ésta la facultad medianímica. Fue por ese medio que esta facultad ha sido desarrollada en el Sr. M...; pero lo que hubo de particular en esa circunstancia, fue la constatación de la acción a distancia. Estando el médium en Châlons y el Sr. M... en Metz, estipularon una hora para hacer la prueba, y el Sr. M... pudo constatar los momentos precisos en que el médium ejercía influencia sobre él y en que dejaba de hacerlo. Aun más: escribió las impresiones morales que el médium sentía y de las cuales no podía tener ninguna sospecha y, por su lado, el médium escribió las mismas palabras trazadas por el Sr. M...

Además, sucedió con el mismo médium un hecho muy curioso de escritura directa espontánea, es decir, sin ser provocada y sin tener ninguna intención de su parte, porque de manera alguna pensaba en la misma. Varias palabras, que no podían tener otro origen cuando se conocen las circunstancias, fueron inesperadamente halladas escritas con una intención bien manifestada, siendo apropiadas a la situación. El médium, al haber intentado provocar una nueva manifestación semejante, no la consiguió.


Estudios – 1º) Cuestiones diversas dirigidas a san Luis: a) Sobre el estado de los Espíritus; b) Acerca de lo que se debe entender por esfera o planeta de las flores, de que hablan algunos Espíritus; c) Sobre las facultades intelectuales latentes; d) Acerca de las señales de reconocimiento para constatar la identidad de los Espíritus.

2º) Evocación de Antoine T..., desaparecido hace algunos años, sin dejar indicios de su paradero. Al haber sido reconocida como inexacta una primera evocación, él explica los motivos y da nuevos detalles sobre su persona. La experiencia dará a conocer si son más verídicos que los primeros.

3º) Evocación del astrólogo Vogt, de Munich, que se suicidó el 4 de mayo de 1860. Este Espíritu, poco desprendido, se encuentra aún bajo el dominio de las ideas que lo preocupaban durante su existencia.

4º) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por el Sr. Didier Hijo, acerca de La fatalidad, firmado por Lamennais; el segundo por la Sra. Lesc..., firmado por Delphine de Girardin, sobre las Máscaras humanas.

Viernes 15 de junio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 8 de junio.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, la Sociedad admite como socios libres:

Al Sr. conde N..., de Moscú.

Al Sr. P..., propietario en París.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una carta que constata que, en ciertas localidades, el clero se ocupa seriamente del estudio del Espiritismo, y que miembros muy esclarecidos de esa clase hablan de Él como de algo llamado a ejercer una gran influencia en las relaciones sociales.

2ª) Lectura de una evocación particular hecha en la casa del Sr. Allan Kardec, del Espíritu J... Hijo, de Saint-Étienne. Esta evocación, aunque realizada con un interés privado, presenta enseñanzas útiles para la elevación de los pensamientos del Espíritu llamado, y ha sido escuchada con un vivo interés.

3ª) Observación presentada por el Sr. Allan Kardec con relación a una predicción que le fue dada por un médium de su conocimiento. Según esta predicción, ciertos acontecimientos deben cumplirse en una fecha fijada y, como constatación, el Espíritu había dicho al médium que la hiciera firmar por varias personas, entre otros por el Sr. Allan Kardec, a fin de poder certificar, cuando sucediese tal acontecimiento, la época en la cual había sido realizada. –Yo me rehusé a hacerlo, dijo el Sr. Allan Kardec, por las siguientes consideraciones: «Muchos son llevados a ver en el Espiritismo un medio de adivinación, lo que es contrario a su objeto; cuando acontecimientos futuros son anunciados y se realizan, sin duda se trata de un hecho excepcional y curioso, pero que sería peligroso considerarlo como una regla; por eso no he querido que mi nombre sirviera para dar aval a una creencia que falsearía el Espiritismo en su principio y en su aplicación.»

Estudios – 1º) Evocación de Thilorier, el físico, que murió creyendo que había encontrado un medio de reemplazar el vapor por el ácido carbónico condensado, como fuerza motriz. Él reconoce que este descubrimiento no estaba sino en su imaginación. (Publicada más adelante.)

2º) Continuación del examen crítico de las comunicaciones de Charlet sobre los animales. (Será publicada.)

3º) Evocación de un Espíritu golpeador que se manifiesta al hijo del Sr. N..., miembro de la Sociedad, a través de efectos físicos de una cierta originalidad. El Espíritu dice que fue el maestro de tambores de la banda militar del papa, y declara llamarse Eugène; su lenguaje no desmiente la característica que se atribuye.

4º) Dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., sobre el Desarrollo de las facultades intelectuales, a propósito de la evocación de Thilorier, y firmado por Georges, Espíritu familiar. Es de notar que a menudo este Espíritu adecúa sus comunicaciones a las presentes circunstancias, lo que prueba que él asiste a las conversaciones, incluso sin ser llamado. Este hecho se produjo igualmente en varias otras ocasiones, por parte de otros Espíritus.

5º) Otro dictado espontáneo, recibido por el Sr. Didier Hijo y firmado por Vauvenargues, conteniendo algunos pensamientos destacados.

Viernes 22 de junio de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 15 de junio.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. Lesc..., acerca de La inspiración, firmado por Alfred de Musset.

2ª) Relato de un hecho de mediumnidad natural espontánea, como médium escribiente, presentado por la Sra. Lub..., miembro de la Sociedad. La sensitiva es una joven campesina de quince años que, sin tener ningún conocimiento de Espiritismo, escribe casi diariamente –algunas veces páginas enteras– y de una manera totalmente mecánica. Una intuición le dice que debe ser un Espíritu que le habla, porque cuando ella siente que es llevada a escribir, toma un lápiz diciendo: Veamos lo que él va a decirme hoy. Sus comunicaciones se relacionan a menudo con situaciones de la vida privada, ya sea para ella o para las personas de su conocimiento, y casi siempre son de una extrema precisión, incluso para las cosas que ella ignora completamente. Es probable que si esa facultad fuese cultivada y bien dirigida, se desarrollaría de un modo notable y útil.

Estudios – 1º) Preguntas sobre los animales de transición, que pueden llenar la laguna existente en la escala de los seres vivos, entre el animal y el hombre. Este estudio será continuado.

2º) Preguntas sobre los inventores y los descubrimientos prematuros, a propósito de la evocación de Thilorier.

3º) Manifestaciones físicas producidas por el hijo del Sr. N..., niño de trece años, del cual se ha hablado en la última sesión. El Espíritu golpeador que se ligó a él, lo hace simular con las manos y los dedos, y con una increíble versatilidad, todo tipo de movimientos militares, tales como cargas de caballería, maniobras de artillería, ataques a fuertes, etc., tomando todos los objetos a su alcance como si fuesen armas. Expresa los diversos sentimientos que lo agitan, como la cólera, la impaciencia o la burla, a través de violentos golpes y de gestos de pantomima muy significativos. Lo que se nota, además, es la impasibilidad y la despreocupación del niño mientras sus manos y sus brazos se entregan a esa clase de movimientos; es evidente que éstos son independientes de su voluntad. Durante el resto de la sesión, e inclusive cuando ya había terminado la experiencia, el Espíritu aprovechaba la ocasión para manifestar, a su manera, su satisfacción o su mal humor con referencia a lo que se había dicho. En una palabra, se ve que el Espíritu se apodera de los miembros del niño, y se sirve de los mismos como si fueran suyos. Este género de manifestaciones ofrece un curioso elemento de estudio por su originalidad, y puede hacer comprender el modo con el cual los Espíritus actúan sobre ciertos individuos.

Al ser interrogado san Luis sobre las consecuencias que estas manifestaciones pueden tener para el niño, dicho Espíritu hizo al respecto advertencias de gran sabiduría y aconsejó a no provocarlas. Además, recomendó a la Sociedad a que no entrase en ese tipo de experiencias –que tendrían como resultado el alejamiento de los Espíritus serios– y a que continuara ocupándose en profundizar las cuestiones importantes, como Ella lo ha hecho hasta ahora.


La Frenología y la Fisiognomonía

La Frenología es la Ciencia que trata de las funciones atribuidas a cada parte del cerebro. El Dr. Gall, fundador de esta Ciencia, pensaba que, puesto que el cerebro es el punto hacia donde son conducidas todas las sensaciones y de donde parten todas las manifestaciones de las facultades intelectuales y morales, cada una de las facultades primitivas debería tener allí su órgano especial. Por lo tanto, su sistema consiste en la localización de las facultades. Él sacó la siguiente conclusión: si el desarrollo de la caja ósea es determinado por el desarrollo de cada parte cerebral, produciendo protuberancias, del examen de estas protuberancias se podría deducir el predominio de tal o cual facultad, y de ahí el carácter o las aptitudes del individuo; es por eso que también es dado a esta Ciencia el nombre de craneoscopia, con la diferencia de que la Frenología tiene como objeto todo lo que concierne a las atribuciones del cerebro, mientras que la craneoscopia se limita a las ilaciones extraídas de la inspección del cranio. En una palabra, Gall hizo con relación al cráneo y al cerebro, lo que Lavater hizo con los rasgos fisonómicos.

Nosotros no vamos a discutir aquí el mérito de esta Ciencia, ni examinar si es verdadera o exagerada en todas sus consecuencias; pero la misma ha sido alternativamente defendida y criticada por hombres de un alto valor científico; si ciertos detalles son todavía hipotéticos, no por eso ella deja de asentarse en un principio indiscutible: el de las funciones generales del cerebro y en las relaciones que existen entre el desarrollo o la atrofia de ese órgano y las manifestaciones intelectuales. Lo que es de nuestra incumbencia es el estudio de sus consecuencias psicológicas.

De las relaciones que existen entre el desarrollo del cerebro y la manifestación de ciertas facultades, algunos científicos han sacado la conclusión de que los órganos cerebrales son la propia fuente de las facultades, doctrina que no es otra sino la del materialismo, porque tiende a la negación del principio inteligente ajeno a la materia; por consecuencia, hace del hombre una máquina, sin libre albedrío y sin la responsabilidad de sus actos, ya que siempre podría echar la culpa de sus errores a su organismo, y sería una injusticia punirlo por faltas que no habrían dependido de él cometerlas. Uno se queda alarmado con las consecuencias de semejante teoría, y con razón. ¿Se debería por eso proscribir la Frenología? No, pero hay que examinar lo que en ella podría haber de verdadero o de falso en la manera de encarar las cosas; ahora bien, este examen prueba que las atribuciones del cerebro, en general, e incluso la localización de las facultades, pueden perfectamente conciliarse con el Espiritualismo más severo, que allí encontraría la explicación de ciertos hechos. A título de hipótesis, admitamos por un instante la existencia de un órgano especial para el instinto musical; supongamos, por otro lado, como nos enseña la Doctrina Espírita, que un Espíritu, cuya existencia es bien anterior a su cuerpo, reencarne con la facultad musical muy desarrollada; esta facultad se ejercerá naturalmente sobre el órgano correspondiente y estimulará su desarrollo, como el ejercicio de un miembro aumenta el volumen de los músculos. En la niñez, como el sistema óseo ofrece poca resistencia, el cráneo sufriría la influencia del movimiento expansivo de la masa cerebral; de este modo, el desarrollo del cráneo es producido por el desarrollo del cerebro, así como el desarrollo del cerebro es producido por el de la facultad. La facultad es la causa primera; el estado del cerebro es un efecto consecutivo; sin la facultad, el órgano no existiría o no sería más que rudimentario. Considerada bajo este aspecto, la Frenología no tiene –como se ve– nada de contrario a la moral, porque deja al hombre toda su responsabilidad, y agregamos que esa teoría está, a la vez, de conformidad con la lógica y con la observación de los hechos.

Se objetan casos bien conocidos donde la influencia del organismo sobre la manifestación de las facultades es indiscutible, como los de la locura y de la idiotez; pero es fácil resolver esta cuestión. Todos los días se ven a hombres muy inteligentes que se vuelven locos; ¿qué es lo que esto prueba? Un hombre muy fuerte puede quebrarse la pierna, y entonces no podrá caminar más; ahora bien, la voluntad de caminar no está en su pierna, sino en su cerebro; esta voluntad solamente está paralizada por la imposibilidad de mover la pierna. En el loco, el órgano que servía a las manifestaciones del pensamiento, al estar desequilibrado por una causa física cualquiera, el pensamiento no puede más manifestarse de una manera regular; vaga a diestro y siniestro, haciendo lo que llamamos de extravagancias; pero no por esto deja de existir en su integridad, y la prueba de eso está en que si el órgano fuere restablecido, dicho pensamiento vuelve, así como el movimiento de la pierna que se ha recuperado. Por lo tanto, el pensamiento no está en el cerebro, como tampoco se encuentra en la caja ósea del cráneo; el cerebro es el instrumento del pensamiento, así como el ojo es el instrumento de la visión, y el cráneo es la superficie sólida que se moldea a los movimientos del instrumento; si el instrumento está deteriorado, la manifestación no ocurre más, exactamente como no se puede ver más al haber perdido los ojos.

Pero a veces sucede que la suspensión de la libre manifestación del pensamiento no se debe a una causa accidental, como en la locura; la constitución primitiva de los órganos puede ofrecer al Espíritu, desde el nacimiento, un obstáculo del cual toda su actividad no puede triunfar: es lo que tiene lugar cuando los órganos están atrofiados o cuando presentan una resistencia insuperable, como en el caso de la idiotez. El Espíritu está como aprisionado, y sufre esta coerción, pero no por eso deja de pensar como Espíritu, tanto como el prisionero entre rejas. El estudio de las manifestaciones del Espíritu de personas encarnadas, através de la evocación, derrama muchas luces sobre los fenómenos psicológicos; aislando el Espíritu de la materia, se prueba por los hechos que los órganos no son la causa de las facultades, sino simples instrumentos, con la ayuda de los cuales las facultades se manifiestan con más o menos libertad o precisión; que a menudo ellos son como apagadores, que amortiguan las manifestaciones, lo que explica la mayor libertad del Espíritu cuando está desprendido de la materia.

En el concepto materialista, ¿qué es un deficiente mental? Nada; es apenas un ser humano. Según la Doctrina Espírita es un ser dotado de razón como todo el mundo, pero enfermo de nacimiento por el cerebro, como otros lo son por los miembros. Esta Doctrina, al rehabilitarlo, ¿no es más moral y más humana que aquella que hace de él a un ser rechazado? ¿No es más consolador para un padre, que tiene la desdicha de tener un hijo así, pensar que esa envoltura imperfecta encierra un alma pensante?

A los que, sin ser materialistas, no admiten la pluralidad de las existencias, preguntaremos: ¿qué es el alma de un deficiente mental? Si el alma es formada al mismo tiempo que el cuerpo, ¿por qué Dios crea a seres así desdichados? ¿Cuál será su futuro? Admitid, al contrario, una sucesión de existencias, y todo se explica conforme la justicia: la deficiencia mental puede ser una punición o una prueba, y en todo caso no es más que un incidente en la vida del Espíritu. ¿Esto no es mayor, más digno de la justicia de Dios, que suponer que Dios haya creado a un ser cuyo desarrollo impida eternamente?

Ahora echemos un vistazo sobre la Fisiognomonía. Esta Ciencia se basa en el principio indiscutible de que es el pensamiento que pone en ejecución a los órganos, que imprime a los músculos ciertos movimientos; de esto resulta que, al estudiarse las relaciones entre los movimientos aparentes y el pensamiento, de esos movimientos vistos es que se puede deducir el pensamiento que no se ve; es así que uno no se equivocará en cuanto a la intención de aquel que hace un gesto amenazador o amigable, o que reconocerá por su modo de caminar al hombre que está con prisa de aquel que no está. De todos los músculos, los que se mueven más son los del rostro; frecuentemente se reflejan allí hasta los más delicados matices del pensamiento; es por eso que se dice, con razón, que los ojos son el espejo del alma. Por la frecuencia de ciertas sensaciones, los músculos adquieren el hábito de sus correspondientes movimientos y acaban formando las arrugas; la forma exterior se modifica así por las impresiones del alma, de donde resulta que, de esta forma, algunas veces se pueden deducir esas impresiones, como de un gesto se puede deducir el pensamiento. Tal es el principio general del arte o –si se quiere– de la Ciencia fisiognomónica; este principio es verdadero; no sólo se apoya en una base racional, sino que es confirmado por la observación, y Lavater tiene la gloria, si no de haberlo descubierto, al menos de haberlo desarrollado y formulado en cuerpo de doctrina. Infelizmente, Lavater incurrió en un error que es común en la mayoría de los autores de sistemas: el de deducir una aplicación universal de un principio que es verdadero en ciertos aspectos, y en su entusiasmo por haber descubierto una verdad, ellos la ven en todas partes; he aquí la exageración y a menudo el ridículo. Nosotros no vamos a examinar aquí el sistema de Lavater en sus detalles; solamente diremos que tanto él es consecuente al remontar de lo físico a lo moral por ciertas señales exteriores, como es ilógico al atribuir cualquier sentido a las formas o señales sobre las cuales el pensamiento no puede ejercer ninguna acción. Es la falsa aplicación de un principio verdadero que suele ser relegado al nivel de las creencias supersticiosas, y que hace confundir en la misma reprobación a los que observan correctamente y a los que exageran.

Sin embargo, para ser justo, digamos que frecuentemente la falta es menos del maestro que de los discípulos, los cuales, en su admiración fanática e irreflexiva, llevan a veces las consecuencias de un principio más allá de los límites de lo posible.

Ahora, si examinamos esta Ciencia en sus relaciones con el Espiritismo, tendremos que combatir varias inducciones erróneas que se podrían extraer de la misma. Entre los datos fisiognomónicos, existe sobre todo uno que suele provocar la imaginación: el de la semejanza de algunas personas con ciertos animales. Tratemos entonces de buscar la causa.

El parecido físico entre los parientes resulta de la consanguinidad que transmite, de uno al otro, partículas orgánicas semejantes, porque el cuerpo procede del cuerpo; pero no podría venir al pensamiento de nadie suponer que aquel que se asemeja a un gato, por ejemplo, tenga sangre de gato en sus venas; por lo tanto, hay otra causa. En principio, ésta puede ser fortuita y sin ningún significado: es el caso más común. Sin embargo, además de la semejanza física, se nota a veces una cierta analogía de inclinaciones; esto podría explicarse por la misma causa que modifica los rasgos fisonómicos. Si un Espíritu aún atrasado conserva algunos de los instintos animales, su carácter –como hombre– tendrá esos rasgos, y las pasiones que lo agitan podrán dar a dichos rasgos algo que recuerde vagamente los del animal, cuyos instintos posee; pero estos rasgos se apagan a medida que el Espíritu se purifica y que el hombre avanza en la senda de la perfección.

Por lo tanto, aquí sería el Espíritu que imprimiría su marca en la fisonomía; pero de la similitud de instintos sería absurdo deducirse que el hombre, que tiene los del gato, pueda ser la encarnación del Espíritu de un gato. El Espiritismo, lejos de enseñar semejante teoría, siempre ha demostrado el ridículo y la imposibilidad de la misma. Es verdad que se nota una gradación continua en la serie animal; pero entre el animal y el hombre hay una interrupción; ahora bien, aun admitindo que el Espíritu haya pasado por todos los grados de la escala animal antes de llegar al hombre, lo que es sólo un sistema, habría siempre una interrupción de uno al otro, que no existiría si el Espíritu del animal pudiera encarnarse directamente en el cuerpo del hombre. Si fuese así, entre los Espíritus errantes habría Espíritus de animales, como hay Espíritus humanos, lo que no tiene lugar.

Sin entrar en el examen profundo de esta cuestión, que discutiremos más tarde, decimos conforme los Espíritus –que en esto están de acuerdo con la observación de los hechos–, que ningún hombre es la encarnación del Espíritu de un animal. Los instintos animales del hombre se deben a la imperfección de su propio Espíritu que aún no está depurado, y que bajo la influencia de la materia da preponderancia a las necesidades físicas por sobre las necesidades morales y por sobre el sentido moral, que todavía no está lo suficientemente desarrollado. Al ser las necesidades físicas las mismas en el hombre y en el animal, de esto resulta necesariamente que, hasta que el sentido moral haya establecido un contrapeso, puede haber entre ellos una cierta analogía de instintos; pero ahí se detiene la paridad; el sentido moral que no existe en uno, y que en el otro está en germen y crece sin cesar, establece entre ellos la verdadera línea de demarcación.

Otra inducción no menos errónea es extraída del principio de la pluralidad de las existencias. De su semejanza con ciertos personajes, hay los que deducen que pueden haber sido esos personajes; ahora bien, por lo expuesto, es fácil demostrar que esa deducción no es más que una idea quimérica. Como lo hemos dicho anteriormente, las relaciones consanguíneas pueden producir una similitud de formas, pero éste no es el caso, pues Esopo pudo haber sido más tarde un hombre muy bonito, y Sócrates un joven lindo y fuerte. Así, cuando no hay filiación corporal, sólo podrá haber una semejanza fortuita, porque el Espíritu no tiene ninguna necesidad de habitar en cuerpos parecidos y, al tomar un nuevo cuerpo, no trae ninguna parte del antiguo. Entretanto, conforme hemos dicho más arriba acerca del carácter que las pasiones pueden imprimir en los rasgos, se podría pensar que, si un Espíritu no ha progresado sensiblemente y si regresa con las mismas inclinaciones, podrá tener en su rostro una identidad de expresión; esto es exacto, pero a lo sumo sería un aire de familia, y de ahí a una real semejanza hay mucha distancia. Además, este caso debe ser excepcional, porque es raro que el Espíritu no regrese en otra existencia con las disposiciones sensiblemente modificadas. De esta manera, de las expresiones fisiognomónicas no se puede extraer absolutamente ningún indicio de las existencias precedentes; sólo pueden ser encontradas en el carácter moral, en las ideas instintivas e intuitivas, en las tendencias innatas, en las que no resultan de la educación, así como en la naturaleza de las expiaciones enfrentadas. Y aun esto podría indicar solamente el género de existencia y el carácter que se debería tener, teniendo en cuenta el progreso y no la individualidad. (Véase El Libro de los Espíritus, cuestiones números 216 y 217.)


Los aparecidos

La Academia Francesa define la palabra revenants de la siguiente manera: «Se dice de los Espíritus que se supone que regresan del otro mundo». La Academia no dice directamente: que regresan; sólo los espíritas son considerados locos por atreverse a afirmar semejantes cosas. Sea como fuere, se puede decir que la creencia en los aparecidos es universal; evidentemente está basada en la intuición de la existencia de los Espíritus y en la posibilidad de comunicarse con ellos; por este motivo, todo Espíritu que manifiesta su presencia, ya sea a través de la escritura o simplemente golpeando en una mesa, sería un aparecido. Pero generalmente se reserva este nombre casi sepulcral para los que se vuelven visibles y a los que se supone –como dice con razón la Academia– que vienen en circunstancias más dramáticas. ¿Cuento de viejas? El hecho en sí mismo, no; los accesorios, sí. Se sabe que los Espíritus pueden manifestarse a la visión, incluso con una forma tangible: he aquí lo real; pero lo que es fantástico son los accesorios, cuyo miedo –que exagera todo– acompaña comúnmente ese fenómeno muy simple en sí mismo, que se explica por una ley muy natural, no teniendo por consiguiente nada de maravilloso ni de diabólico. Entonces, ¿por qué se tiene miedo de aparecidos? Precisamente por causa de esos mismos accesorios que la imaginación se complace en volver asustadores, porque ésta se asustó y tal vez creyó ver lo que no vio. En general, se los representa con un aspecto lúgubre, viniendo de preferencia a la noche y sobre todo en las noches más sombrías, en horas fatales, a lugares siniestros, envueltos por mortajas o vestidos de forma extravagante. Al contrario, el Espiritismo nos enseña que los Espíritus pueden mostrarse en todos los lugares, a toda hora, de día como de noche; que en general lo hacen con la apariencia que tenían cuando estaban encarnados y que sólo la imaginación creó los fantasmas; que los que aparecen, lejos de ser temidos, son frecuentemente parientes o amigos que vienen a nosotros por afecto, o Espíritus infelices a los cuales podemos asistir. Algunas veces también son los burlones del Mundo Espiritual, los cuales se divierten a nuestras expensas y se ríen del miedo que causan; con éstos, se comprende que el mejor medio es reírse de sí mismo, con lo cual se les prueba que no se los teme. Por lo demás, ellos casi siempre se limitan a provocar ruidos y raramente se vuelven visibles. Desdichado de aquel que los toma a serio, porque entonces redoblan sus travesuras; sería lo mismo que exorcizar a un travieso de París. Pero suponiendo que fuese un Espíritu malo, ¿qué mal él podría hacer? ¿No sería cien veces más temible un salteador vivo que un salteador muerto que se volvió Espíritu? Además, sabemos que constantemente estamos rodeados por Espíritus, que sólo difieren de los que llamamos aparecidos porque no los vemos.

Los adversarios del Espiritismo no dejarán de acusarlo por dar crédito a una creencia supersticiosa; pero al ser comprobado el hecho de las manifestaciones visibles, explicado por la teoría y confirmado por numerosos testigos, no se puede decir que no exista, y todas las negaciones no habrán de impedir que se produzca, porque pocas personas hay que al consultar su memoria no se acuerden de algún caso de esta naturaleza y que no pueden poner en duda. Entonces, lo mejor es ser esclarecido acerca de lo verdadero o de lo falso, de lo posible o de lo imposible en los relatos de ese género; es explicando las cosas, razonando, que uno se precave contra el miedo pueril. Conocemos a un gran número de personas que tenían pavor de aparecidos; hoy, gracias al Espiritismo, ellas saben de qué se trata, y su mayor deseo es el de ver uno. Conocemos otras que tuvieron visiones que las espantaron; ahora que comprenden no se inquietan más. Se conocen los peligros del mal del miedo para los cerebros débiles; ahora bien, uno de los resultados esclarecedores del conocimiento del Espiritismo es precisamente el de curar ese mal, y esto no es uno de sus menores beneficios.


Recuerdo de una existencia anterior

(Sociedad, 25 de mayo de 1860)

Uno de nuestros suscriptores nos da a conocer una carta de uno de sus amigos, de la cual hemos extraído el siguiente pasaje:

«Habéis pedido mi opinión o, mejor dicho, mi creencia, en la presencia o no –junto a nosotros– de las almas de aquellos que hemos amado. Me pedís también algunas explicaciones referentes a mi convicción de que nuestras almas cambian de envoltura muy rápidamente.

«Os diré, por más ridículo que pueda parecer, que mi sincera convicción es la de haber sido asesinado durante la matanza de la Noche de san Bartolomé. Yo era muy pequeño cuando tuve este impactante recuerdo. Más tarde, cuando leí esa triste página de nuestra historia, muchos detalles me parecieron conocidos, y aún creo que si la vieja París pudiera ser reconstruida, yo reconocería aquella sombría alameda donde, huyendo, sentí el frío de tres puñaladas en la espalda. Hay detalles de esta escena sangrienta que están en mi memoria y que jamás desaparecerán. ¿Por qué tenía yo esa convicción antes de saber lo que era la Noche de san Bartolomé? Al leer el relato de esta matanza, me pregunté: ¿por qué? ¿Será que es un sueño, un desagradable sueño que tuve de niño, cuyo recuerdo ha permanecido tan vivo en mí? ¿Por qué cuando quise consultar mi memoria y forzar el pensamiento, quedé como un pobre loco al cual surge una idea y que parece luchar para descubrirle la razón? ¿Por qué? No lo sé. Sin duda me hallaréis ridículo, pero no por esto guardaré menos el recuerdo, mi convicción.

«Tenía siete años cuando tuve el siguiente sueño: Yo estaba con veinte años, era un joven distinguido y pienso que era rico. Vi que me batía en duelo y que fui muerto. Si os dijera que el saludo que se hace con el arma antes de batirme, yo lo hice la primera vez que tuve un florete en la mano; si os dijera que cada preliminar más o menos cortés que la educación o la civilización ha puesto en el arte de matar, era conocida por mí antes de adiestrarme en el manejo de las armas, me diríais sin duda que soy loco o maníaco. Puede ser, pero a veces me parece que una luz traspasa esa bruma, y tengo la convicción de que el recuerdo del pasado se restablece en mi alma.

«Si me preguntaseis si creo en la simpatía de las almas, en su poder de ponerse en contacto entre sí, pese a la distancia y a pesar de la muerte, os responderé: Sí, y este sí sería pronunciado con toda la fuerza de mi convicción. Sucedió que me encontraba a veinticinco leguas de Lima, después de ochenta y seis días de viaje, y me desperté en lágrimas, con un verdadero dolor en el corazón; una tristeza mortal se apoderó de mí durante todo el día. Registré este hecho en mi diario. En aquella hora, a la misma noche, mi hermano tuvo un ataque de apoplejía que comprometió gravemente su vida. Confronté el día y la hora: era todo exacto. He aquí un hecho; las personas existen. ¿Diréis que soy loco?

«No he leído a ningún autor que haya tratado semejante tema; lo haré a mi regreso; tal vez surja de esa lectura un poco de luz para mí.»

El Sr. V..., autor de esta carta, es oficial de la Marina y está actualmente de viaje. Sería interesante ver si, al evocarlo, él confirmaría sus recuerdos; pero como existe la imposibilidad de avisarle sobre nuestra intención, y también en razón de su profesión, podría ser difícil encontrar el momento propicio. Sin embargo, nos han dicho que cuando quisiésemos evocarlo llamáramos a su ángel guardián, y éste nos diría si podríamos hacerlo.

1. Evocación del ángel guardián del Sr. V... –Resp. Atiendo a vuestro llamado.

2. Conocéis el motivo que nos lleva a desear evocar a vuestro protegido; no se trata de satisfacer una vana curiosidad, sino de constatar –si es posible– un hecho interesante para la ciencia espírita: el del recuerdo de su existencia anterior. –Resp. Comprendo vuestro deseo, pero en este preciso momento su Espíritu no está libre; está activamente ocupado por el cuerpo y en una inquietud moral que le impide reposar.

3. ¿Él está aún en el mar? –Resp. Está en tierra; pero yo podré responder a algunas de vuestras preguntas, porque esa alma siempre ha sido confiada a mi guarda.

4. Ya que tenéis a bien respondernos, os preguntaremos si es una ilusión el recuerdo que él cree haber conservado de su muerte en una existencia anterior. –Resp. Es una intuición muy real; esta persona estaba realmente en la Tierra en esa época.

5. ¿Por qué razón ese recuerdo es más preciso en él que en otras personas? ¿Hay en eso una causa fisiológica o una utilidad particular para él? –Resp. Esos recuerdos vivos son muy raros; dependen un poco del género de muerte, que lo impresionó de tal modo que está –por así decirlo– grabado en su alma. Sin embargo, muchas otras personas tuvieron muertes también terribles, pero no les quedó el recuerdo de las mismas; sólo raramente Dios lo permite.

6. Después de esta muerte, ocurrida en la Noche de san Bartolomé, ¿ha tenido él otras existencias? –Resp. No.

7. ¿Qué edad tenía cuando hubo desencarnado? –Resp. Unos treinta años.

8. ¿Se puede saber quién era él? –Resp. Estaba vinculado a la Casa de Coligny.

9. Si hubiésemos podido evocarlo, le habríamos preguntado si se acuerda del nombre de la calle en que fue asesinado, a fin de ver si, yendo a ese lugar cuando regrese a París, el recuerdo de la escena sería todavía más preciso. –Resp. Fue en el cruce Bucy.

10. ¿Aún existe la casa donde fue muerto? –Resp. No; fue reconstruida.

11. Con el mismo objetivo le habríamos preguntado si recuerda el nombre que tenía. –Resp. Su nombre no es conocido en la Historia, porque él era un simple soldado. Se llamaba Gaston Vincent.

12. Su amigo, aquí presente, desearía saber si recibió sus cartas? –Resp. Todavía no.

13. ¿Erais su ángel guardián en aquella época? –Resp. Sí, en aquel entonces y ahora.

Nota – Los escépticos, más burlones que serios, podrían decir que su ángel guardián lo ha protegido mal, y podrían preguntar por qué él no ha desviado la mano que lo ha apuñalado. Aunque semejante pregunta merezca apenas una respuesta, quizá algunas palabras al respecto sean útiles.

En primer lugar diremos que si el morir pertenece a la naturaleza humana, no está en el poder de ningún ángel guardián oponerse al curso de las leyes de la naturaleza. De lo contrario, no habría razón para que ellos no impidiesen la muerte natural tanto como la muerte accidental; en segundo lugar, estando el instante y el género de muerte en el destino de cada uno, es necesario que este destino se cumpla. En fin, diremos que los Espíritus no encaran la muerte como nosotros, de modo alguno; la verdadera vida es la vida del Espíritu, cuyas diversas existencias corporales no son más que episodios; el cuerpo es una envoltura que el Espíritu reviste momentáneamente y que éste deja como lo hace con una ropa que está usada o rasgada. Por lo tanto, poco importa que se muera un poco más tarde o más temprano, de una manera o de otra, ya que en definitiva siempre es necesario desencarnar, y que la muerte, lejos de perjudicar al Espíritu, puede serle muy útil según la manera en que se realiza; es el prisionero que deja su prisión temporaria para disfrutar la libertad eterna. Por lo tanto, puede ser que el fin trágico de Gaston Vincent haya sido una cosa útil para él como Espíritu, lo que su ángel guardián comprendía mejor que él, porque uno veía solamente el presente, mientras que el otro veía el porvenir. Los Espíritus que han sido retirados de este mundo a través de una muerte prematura, en la flor de la edad, nos han respondido frecuentemente que era un favor de Dios, que así los había preservado de los males a los cuales, sin esto, hubieran estado expuestos.


Sobre los animales

(Disertaciones espontáneas hechas por el Espíritu Charlet en varias sesiones de la Sociedad)

I

Hay entre vosotros una cosa que siempre llama vuestra atención y vuestra curiosidad; ese misterio tan grande para vosotros es la relación, o más bien la distancia, que existe entre vuestra alma y la de los animales, misterio que, a pesar de toda su Ciencia, Buffon –el más poético de los naturalistas– y Cuvier –el más profundo– nunca pudieron penetrar, así como tampoco el escalpelo os detalla la anatomía del corazón. Ahora bien, sabedlo, los animales viven, y todo lo que vive piensa; no se puede, pues, vivir sin pensar.

Dicho esto, queda por demostraros que cuanto más avanza el hombre –no según el tiempo, sino según la perfección–, más penetrará la ciencia espiritual, la cual no sólo se aplica a vosotros, sino también a los seres que están por debajo de vosotros: los animales. ¡Oh!, exclamarán algunos hombres, persuadidos de que la palabra hombre significa todo el perfeccionamiento: pero ¿hay un posible paralelo entre el hombre y el animal? ¿Podéis llamar de inteligencia a lo que no es más que instinto? ¿Y de sentimiento a lo que no es más que sensación? En una palabra, ¿podéis rebajar la imagen de Dios? Responderé que hubo un tiempo en que la mitad del género humano era considerada en el rango del bruto, donde el animal no figuraba; en vuestro tiempo, la mitad del género humano es considerada inferior y el animal como bruto. ¡Pues bien! Desde el punto de vista del mundo, ciertamente es así; desde el punto de vista espiritual es de otro modo. Lo que los Espíritus superiores dirían del hombre terreno, los hombres dicen de los animales.

Todo es infinito en la Naturaleza: lo material como lo espiritual. Espiritualmente hablando, pues, ocupémonos un poco de esos pobres animales, y vosotros veréis que el animal vive realmente, puesto que piensa.

Esto sirve de prefacio para un pequeño curso que os daré al respecto. Además, cuando encarnado, yo había dicho que el perro es el mejor amigo del hombre.

Continúa en el próximo número.

CHARLET


II

El mundo es una inmensa escala cuya elevación es infinita, pero cuya base reposa en un horrible caos; quiero decir que el mundo no es sino un progreso constante de los seres; estáis muy abajo, pero siempre habrá muchos que estarán abajo de vosotros; porque, escuchad bien, no hablo solamente de vuestro planeta, sino también de todos los mundos del Universo. Mas no temáis, me limitaré a la Tierra.

Entretanto, antes de hablar de ello, diré dos palabras sobre un mundo llamado Júpiter, y del cual el ingenioso e inmortal Palissy ya os ha dado algunos esbozos, tan extraños y sobrenaturales para vuestra imaginación. Recordad que en uno de sus encantadores dibujos, él os ha representado algunos animales de Júpiter; ¿no hay en ellos un progreso evidente, y vosotros podéis negarles un grado de superioridad sobre los animales terrestres? Y aún así no veis en esto sino un progreso en cuanto a la forma y no en cuanto a la inteligencia, a pesar de que la actividad que realizan no pueda ser ejecutada por los animales terrestres. Sólo os cito este ejemplo para indicaros una superioridad de seres que están muy por debajo de vosotros. ¿Qué sería si os enumerase todos los mundos que conozco, es decir, cinco o seis? Pero limitándonos a la Tierra, observad la diferencia que existe entre ellos. ¡Pues bien! Si la forma es tan variada, tan progresiva, ya que inclusive en la materia hay progreso, ¿podéis dejar de admitir el progreso espiritual de esos seres? Ahora bien, sabedlo, si la materia progresa, incluso la más simple, con más fuerte razón el espíritu que la anima.

Continuaré la próxima vez.

CHARLET


Nota – Hemos publicado, con el número del mes de agosto de 1858, una plancha dibujada y grabada por el Espíritu Bernard Palissy, representando La Casa de Mozart, en Júpiter, con una descripción de este planeta, que siempre ha sido designado como uno de los mundos más adelantados –moral y físicamente– de nuestro sistema solar. El propio Espíritu ha dado un gran número de dibujos sobre el mismo asunto; entre otros, hay uno que representa una escena de animales jugando en la parte que les está reservada en La Casa de Zoroastro; es indiscutiblemente uno de los más curiosos de la colección. Entre los animales allí mencionados, hay unos cuya forma se aproxima bastante a la forma humana terrena, los cuales tienen algo de mono y de sátiro a la vez; su acción denota inteligencia, y se comprende que su estructura pueda prestarse a los trabajos manuales que ellos ejecutan para los hombres. Esos animales son –como se ha dicho– los servidores y los peones, ya que los hombres sólo se ocupan de los trabajos de la inteligencia. Es a ese dibujo, hecho hace más de tres años, que Charlet hace alusión en la comunicación anterior.


III

En los mundos adelantados, los animales son de tal modo superiores que, para ellos, la más rigurosa orden se da con la palabra, mientras que entre vosotros, muy frecuentemente, con bastonazos. En Júpiter, por ejemplo, basta una palabra, en cuanto entre vosotros los latigazos no son suficientes. Sin embargo, hay un sensible progreso en vuestra Tierra y que nunca ha sido explicado: es que el propio animal se perfecciona. Así, el animal era antiguamente mucho más rebelde al hombre. También hay progreso de vuestra parte por haber comprendido instintivamente ese perfeccionamiento de los animales, ya que vosotros prohibís golpearlos. Yo decía que hay progreso moral para el animal; también hay progreso de su condición. De esa manera, un pobre caballo azotado, herido por un carretero más bruto que él, estará comparativamente en una condición mucho más tranquila y más feliz que la de su verdugo. ¿Esto no es totalmente justo, y debemos admirarnos de que un animal que sufre, que llora, o al cual le es mostrada gratitud o le es dado un castigo según la dulzura o la crueldad de sus dueños, sea recompensado por haber soportado pacientemente una vida llena de torturas? Ante todo, Dios es justo, y todas sus criaturas están bajo sus leyes, y estas leyes dicen: «Todo ser débil que haya sufrido será compensado». Para terminar, y haciendo siempre referencia en comparación con el hombre, me atrevo a agregar que en muchas circunstancias el animal tiene a menudo más alma y más corazón que el hombre.

CHARLET

IV

En vuestro globo la superioridad del hombre se manifiesta por esa elevación de la inteligencia que hace de éste el rey de la Tierra. Al lado del hombre, el animal es muy débil, muy frágil y frecuentemente tiene que soportar, como un pobre sometido en esta Tierra de pruebas, los crueles caprichos de su tirano: ¡el hombre! La antigua metempsicosis era un recuerdo muy confuso de la reencarnación, y sin embargo esa misma doctrina no pasa de creencia popular. Los grandes Espíritus admitían la reencarnación progresiva; la masa ignorante, al no comprender como ellos el Universo, naturalmente decía: Ya que el hombre reencarna, esto sólo puede suceder en la Tierra; entonces, su punición, su Tártaro, su prueba es vivir en el cuerpo de un animal; exactamente como los cristianos decían en la Edad Media: Es en el gran valle que tendrá lugar el juicio, después del cual los condenados irán a quemarse en las entrañas de la Tierra.

Al creer en la metempsicosis, los Antiguos –algunos, por supuesto– creían por lo tanto en espíritu de animales, puesto que admitían el pasaje del alma humana al cuerpo de un animal. Pitágoras recordaba su antigua existencia y reconocía el escudo que había usado en el sitio de Troya. Sócrates murió prediciendo su nueva vida.

Ya que todo progresa en el Universo –como os lo he dicho–, ya que las leyes de Dios no son y no pueden ser sino leyes de progreso, desde el punto de vista en que vosotros estáis y desde el punto de vista de vuestras tendencias espiritualistas, no admitir el progreso de lo que está por debajo del hombre sería un contrasentido, una prueba de ignorancia o una completa indiferencia.

¿Tiene el animal, como el hombre, lo que vosotros llamáis conciencia, que no es otra cosa sino la sensación del alma cuando hace el bien o el mal? Observad y ved si el animal no da pruebas de conciencia, siempre en relación al hombre. ¿Creéis que el perro no sabe cuando hace el bien o el mal? Si no lo sintiera, no viviría. Como ya os he dicho, la sensación moral, en una palabra, la conciencia existe en el animal como en el hombre; sin eso sería preciso negarle las muestras de gratitud, el sufrimiento, los pesares, en fin, todos los caracteres de una inteligencia, caracteres que todo hombre serio puede observar en todos los animales, según sus diferentes grados, porque incluso entre ellos hay singulares diversidades.

CHARLET


V

El hombre, rey de la Tierra por la inteligencia, es también un ser superior desde el punto de vista material; sus formas son armoniosas y, para hacerse obedecer, su Espíritu tiene un organismo admirable: el cuerpo. La cabeza del hombre es alta y mira al cielo, dice el Génesis; el animal mira a la tierra y, por la estructura de su cuerpo, parece más ligado a ella que el hombre. Además, la magnífica armonía del cuerpo humano no existe en el animal. Observad la infinita variedad que distingue unos de otros, variedad infinita que sin embargo no corresponde a su Espíritu, porque los animales –me refiero a su inmensa mayoría– tienen casi todos el mismo grado de inteligencia. Así es que en el animal hay una variedad en la forma; al contrario, en el hombre hay una variedad en el Espíritu. Tomad a dos hombres que tengan gustos, aptitudes e inteligencia parecidas; y tomad a un perro, a un caballo, a un gato, en una palabra, a miles de animales, y difícilmente notaréis diferencias en su inteligencia. Por consiguiente, el espíritu duerme en el animal. En el hombre, brilla en todos los sentidos: su Espíritu intuye a Dios y comprende la razón de ser de la perfección.

Entonces, en el hombre se encuentra la armonía simple en la forma, y el principio del infinito en el Espíritu; observad ahora la superioridad del hombre que domina al animal, materialmente por su estructura admirable e intelectualmente por sus inmensas facultades. En los animales, parece que Dios ha dispuesto que las formas sean más variadas, encerrando al espíritu; en el hombre, al contrario, Él ha hecho del propio cuerpo humano la manifestación material del Espíritu.

Al ser igualmente admirable en esas dos creaciones, la Providencia es infinita, tanto en el mundo material como en el mundo espiritual. El hombre es para el animal lo que la flor y todo el reino vegetal son para la materia bruta.

En estas pocas líneas he querido establecer el lugar que debe ocupar el animal en la escala de la perfección; veremos cómo puede éste elevarse en comparación con el hombre.

CHARLET


VI

¿Cómo el espíritu se eleva? Por la sumisión, por la humildad. Lo que pierde al hombre es la razón orgullosa que lo impele a menospreciar a todo subalterno y a envidiar a todo superior. La envidia es la más viva expresión del orgullo; no es el placer del orgullo, es el deseo enfermizo e incesante de poder gozarlo; los envidiosos son los más orgullosos cuando se vuelven poderosos. Observad al Cristo, el Maestro de todos, al hombre por excelencia en la más alta fase de la sublimidad. El Cristo –decía yo–, en vez de venir con atrevimiento e insolencia para derribar el mundo antiguo, vino a encarnarse a la Tierra en una familia pobre y nació entre los animales; a esos pobres animales los encontraréis por todas partes, en todos los instantes en que el hombre vive simplemente con la naturaleza, en una palabra, pensando en Dios. Jesús nace entre los animales y éstos exaltan su poder en su lenguaje tan expresivo, tan natural y tan sencillo. ¡Ved qué tema para reflexionar! El espíritu aún frágil que los anima presiente al Cristo, es decir, al Espíritu en toda su esencia de perfección. Balaam, el falso profeta, el orgullo humano en toda su corrupción, blasfemó contra Dios y golpeó a su propia burra; súbitamente el Espíritu ilumina al espíritu aún muy indeciso de la burra, y ésta habla; por un instante se vuelve igual al hombre y, por su palabra, es lo que será dentro de muchos millares de años. Podría citar varios otros hechos, pero éste me parece bastante impactante a propósito de lo que he dicho sobre el orgullo del hombre, que niega hasta su alma por no poder comprenderla, y que va hasta la negación del sentimiento en los seres inferiores, entre los cuales el Cristo prefirió nacer.

CHARLET


VII

He conversado con vosotros durante algún tiempo sobre lo que os había prometido. Como ya os he dicho al comienzo, no he hablado del punto de vista anatómico o médico, sino únicamente de la esencia espiritual que existe en los animales. Tendré que hablaros aún acerca de varios otros puntos que, al ser bien diferentes, no son menos útiles para la doctrina. Permitidme una última recomendación: la de reflexionar un poco sobre lo que os he dicho; no es extenso ni pedante y, creedme, no por eso menos útil. Un día, cuando el Buen Pastor divida sus ovejas, que os pueda contar entre
los buenos y excelentes animales que hubieren seguido mejor sus preceptos. Perdonadme esta imagen un poco viva. Una vez más precisáis reflexionar sobre lo que os digo; además, continuaré hablándoos hasta cuando lo deseéis. La próxima vez he de deciros otra cosa para definir mi pensamiento acerca de la inteligencia de los animales.

Estoy a vuestra disposición,

CHARLET.


VIII

Amigos: todo lo que puedo deciros en este momento es que veo con placer la línea de conducta que seguís. Que la caridad, esta virtud de las almas verdaderamente francas y nobles, sea siempre vuestra guía, porque es la señal de la verdadera superioridad. Perseverad en esta senda que debe necesariamente conduciros a la verdad y a la unidad, a pesar de los esfuerzos cuya fuerza no sospecháis.

La modestia también es un don muy difícil de adquirir, ¿no es así señores? Es una virtud bastante rara entre los hombres. Pensad que para avanzar en el camino del bien, en la senda del progreso, solamente tenéis que usar la modestia; ¿qué seríais sin Dios y sin sus preceptos divinos? Un poco menos que esos pobres animales de que os hablé, y acerca de los cuales tengo la intención de hablaros todavía. Ceñíos y preparaos para luchar nuevamente, sin debilitaros; pensad que no es contra Dios que lucháis, como Jacob, sino contra el Espíritu del mal, que invade todo y a vosotros mismos a cada instante.

Lo que vengo a deciros sería muy largo para esta noche. Tengo la intención de explicaros la caída moral de los animales después de la caída moral del hombre. Daré el siguiente título a la conclusión de lo que ya os he dicho sobre los animales: El primer hombre feroz y el primer animal que se volvió feroz.

Desconfiad de los Espíritus malos; acabé de deciros que no sospecháis de su fuerza, y aunque esta última frase no esté relacionada con la precedente, no es menos verdadera y realmente procede. Ahora, reflexionad.

CHARLET

Nota – El Espíritu ha creído un deber interrumpir en ese día el tema principal que venía tratando, para hacer este dictado ocasional, motivado por una circunstancia particular de la que se quiso aprovechar. A pesar de esto nosotros lo damos, porque el mismo contiene instrucciones que son útiles.


IX

Cuando el primer hombre fue creado, todo era armonía en la naturaleza. La omnipotencia del Creador había puesto en cada ser una palabra de bondad, de generosidad y de amor. El hombre estaba radiante; los animales deseaban su mirada celestial, y sus caricias eran las mismas para él como para su compañera celestial. La vegetación era exuberante; el sol resplandecía e iluminaba toda la naturaleza, como el sol misterioso del alma –chispa de Dios– iluminaba interiormente la inteligencia del hombre. En una palabra, todos los reinos de la naturaleza presentaban esa infinita calma que parecía comprender a Dios; todo parecía tener bastante inteligencia para exaltar la omnipotencia del Creador. El cielo sin nubes era como el corazón del hombre, y el agua límpida y azul tenía reflejos infinitos, como el alma del hombre tenía los reflejos de Dios.

Mucho tiempo después, todo pareció cambiar súbitamente; la naturaleza oprimida exhaló un largo suspiro, y por primera vez la voz de Dios se hizo escuchar; fue un terrible día de desgracia, en que el hombre, que hasta entonces no había oído sino la gran voz de Dios que le decía en todo: «Tú eres inmortal», se quedó espantado con estas terribles palabras: «Caín, ¿por qué has matado a tu hermano?» Luego todo cambió: la sangre de Abel se derramó por toda la Tierra; los árboles cambiaron de color; la vegetación, que era tan rica y tan colorida, se marchitó; el cielo se volvió oscuro.

¿Por qué el animal se volvió feroz? Por el potente e invencible magnetismo que tomó entonces a cada ser en su sed de sangre y en su deseo de matanza, haciendo brillar sus ojos, que antes eran tan afables; fue así que el animal se volvió feroz como el hombre. Ya que el hombre era el rey de la Tierra, ¿no debería haber dado el ejemplo? El animal siguió el ejemplo del hombre, y de ahí en adelante la muerte cernióse sobre la Tierra, muerte que se tornó horrenda, en vez de una transformación serena y espiritual; el cuerpo del hombre, que debería dispersarse en el aire como el cuerpo del Cristo, se dispersó en la tierra, en esa tierra regada con la sangre de Abel. Y el hombre trabajó, y el animal trabajó.

CHARLET

Examen crítico de las disertaciones de Charlet sobre los animales

SOBRE EL ÍTEM I

1. Decís: Todo lo que vive piensa; no se puede, pues, vivir sin pensar. Esta proposición nos parece algo absoluta, porque la planta vive y no piensa; ¿admitís esto como un principio? –Resp. Sin duda; sólo hablo de la vida animal y no de la vida vegetal; así debéis comprenderlo.

2. Más adelante decís: Veréis que el animal vive realmente, puesto que piensa. ¿No hay una inversión en la frase? Nos parece que la proposición es: Veréis que el animal piensa realmente, puesto que vive. –Resp. Esto es evidente.

SOBRE EL ÍTEM II

3. Hicisteis referencia al dibujo que ha sido hecho sobre los animales de Júpiter; se nota que éstos tienen una gran analogía con los sátiros de la fábula. Esta idea de los sátiros ¿sería una intuición de la existencia de esos seres en otros mundos y, en este caso, no sería entonces una creación puramente fantástica? –Resp. Cuanto más nuevo fuere el mundo, más recuerdos se tiene del mismo; el hombre tenía la intuición de un orden de seres intermediarios, ya sea más atrasados que él o más adelantados; era lo que él llamaba dioses.

4. ¿Entonces admitís que las divinidades mitológicas no eran otras sino lo que llamamos Espíritus? –Resp. Sí.

5. Se nos ha dicho que en Júpiter es posible comunicarse a través de la simple transmisión del pensamiento. Cuando los habitantes de ese planeta se dirigen a los animales, que son sus servidores y sus peones, ¿recurren a un lenguaje particular? ¿Tendrían para con los animales un lenguaje articulado, y entre sí el lenguaje del pensamiento? –Resp. No, no hay un lenguaje articulado, sino una especie de magnetismo muy fuerte que hace doblegar al animal y lo hace ejecutar los más mínimos deseos y las órdenes de sus dueños; el Espíritu todopoderoso no puede rebajarse.

6. En nuestro planeta los animales tienen evidentemente un lenguaje, ya que ellos se comprenden, pero es muy limitado; los animales de Júpiter ¿tienen un lenguaje más preciso, más positivo que los nuestros? En una palabra, ¿tienen un lenguaje articulado? –Resp. Sí.

7. Los habitantes de Júpiter ¿entienden mejor que nosotros el lenguaje de los animales? –Resp. Ven a través de ellos y los comprenden perfectamente.

8. Si se examina la serie de seres vivos se encuentra una cadena ininterrumpida, desde la madrépora, de la propia planta hasta el animal más inteligente; pero entre el animal más inteligente y el hombre hay una evidente laguna que en alguna parte debe ser llenada, porque la Naturaleza no deja eslabones vacíos. ¿De dónde viene esta laguna? –Resp. Esa laguna de los seres no es más que aparente, porque realmente no existe; ella proviene de las razas desaparecidas. (San Luis)

9. Tal laguna puede existir en la Tierra, pero evidentemente no existe en el conjunto del Universo y debe ser llenada en alguna parte; ¿no lo sería por ciertos animales de los mundos superiores que, como por ejemplo los de Júpiter, parecen aproximarse mucho del hombre terrestre por la forma, por el lenguaje y por otras señales? –Resp. En las esferas superiores, el germen surgido de la Tierra se desarrolla y nunca se pierde. Al volveros Espíritus, reencontraréis a todos los seres creados y desaparecidos en los cataclismos de vuestro globo. (San Luis)

Nota – Puesto que esas razas intermediarias han existido en la Tierra y han desaparecido de la misma, esto justifica lo que Charlet ha dicho anteriormente, que cuanto más nuevo fuere el mundo, más recuerdos se tiene del mismo. Si dichas razas sólo hubiesen existido en los mundos superiores, el hombre de la Tierra –menos adelantado– no podría haberlas guardado en la memoria.

SOBRE EL ÍTEM III

10. Decís que todo se perfecciona, y como prueba del progreso del animal, decís que éste era antiguamente más rebelde al hombre. Es evidente que el animal se perfecciona; pero al menos en la Tierra, sólo se perfecciona a través de los cuidados del hombre; abandonado a sí mismo, el animal retoma su naturaleza salvaje, incluso el perro. –Resp. Y el hombre, ¿a través de los cuidados de qué ser se perfecciona? ¿No es a través de los cuidados de Dios? Todo es gradual en la naturaleza.

11. Habláis de recompensas para los animales que sufren malos tratos, y decís que es totalmente justo que haya compensación para ellos. Según esto, parecería que vos admitís en el animal la conciencia del yo después de la muerte, con el recuerdo de su pasado; esto es contrario a lo que se nos ha dicho. Si las cosas ocurriesen como decís, resultaría que en el mundo de los Espíritus habría Espíritus de animales; entonces no habría razón para que no existiesen también allí Espíritus de ostras. Por lo tanto, ¿podéis decirnos si veis a vuestro alrededor a Espíritus de perros, de gatos, de caballos o de elefantes, como veis a Espíritus humanos? –Resp. Tenéis totalmente razón: el alma del animal no se reconoce después de la muerte del cuerpo; es un conjunto confuso de gérmenes que pueden pasar para el cuerpo de tal o cual animal, según el desarrollo que ha adquirido; el alma del animal no es individualizada. Entretanto, diré que en ciertos animales, inclusive en muchos, es individualizada.

12. Esta teoría, además, de ningún modo justifica los malos tratos a los animales; el hombre es siempre culpable por hacer sufrir a cualquier ser sensible, y la Doctrina nos dice que él será punido por eso; pero de ahí a poner al animal en una condición superior a él, hay un gran distancia; ¿qué pensáis? –Resp. Sí, pero estableced que entretanto hay siempre una escala entre los animales; pensad que hay mundos de distancia entre ciertas razas. El hombre es tanto más culpable cuanto más poderoso sea.

13. ¿Cómo explicáis el hecho de que, incluso en el estado salvaje, el hombre se haga obedecer por el animal más inteligente? –Resp. Es sobre todo la Naturaleza que actúa en esto; el hombre salvaje es el hombre de la naturaleza: él está familiarizado con el animal; el hombre civilizado lo estudia, y el animal se doblega ante él. El hombre es siempre el hombre frente al animal, ya sea salvaje o civilizado.

SOBRE EL ÍTEM V

14. (A Charlet) No tenemos nada que decir sobre este ítem que nos parece muy racional; ¿tenéis algo que agregar? –Resp. Sólo agregaría lo siguiente: los animales tienen todas las facultades que he indicado, pero en ellos el progreso se realiza a través de la educación que reciben del hombre y no por sí mismos; abandonado en el estado salvaje, el animal retoma el tipo que tenía al salir de las manos del Creador. Sometido al hombre, se perfecciona: he aquí todo.

15. Esto es totalmente cierto para los individuos y para las especies; pero si consideramos el conjunto de la escala de los seres, hay una evidente marcha ascendente que no se detiene en los animales de la Tierra, ya que los de Júpiter son superiores a los nuestros, física e intelectualmente. –Resp. Cada raza es perfecta en sí misma y no emigra hacia razas extrañas; en Júpiter, constituyen los mismos tipos, formando razas distintas, pero no son los Espíritus de los animales muertos.

16. Entonces, ¿en qué se vuelve el principio inteligente de los animales muertos? –Resp. Vuelve a la masa de donde cada nuevo animal extrae la porción de inteligencia que le es necesaria. Ahora bien, es precisamente esto lo que distingue al hombre del animal. En el hombre el Espíritu es individualizado y progresa por sí mismo, y también es lo que le da superioridad sobre todos los animales; he aquí por qué el hombre, aún el salvaje –como habéis hecho notar–, se hace obedecer, inclusive por los animales más inteligentes.

SOBRE EL ÍTEM VI

17. Dais la historia de Balaam como un hecho positivo; ¿qué pensáis seriamente de esto? –Resp. Es pura alegoría o más bien una ficción para fustigar el orgullo; se ha hecho hablar a la burra de Balaam, como La Fontaine ha hecho hablar a muchos otros animales.

SOBRE EL ÍTEM IX

18. En este pasaje Charlet parece haberse dejado arrastrar por su imaginación, porque el cuadro que hace de la degradación moral del animal es más fantástico que científico. En efecto, el animal sólo es feroz por necesidad, y ha sido para satisfacer esta necesidad que la Naturaleza le ha dado un organismo especial. Si unos deben alimentarse de carne es por un designio providencial, y porque era útil a la armonía general que ciertos elementos orgánicos fuesen absorbidos. Por lo tanto, el animal es feroz por su constitución, y no se concebiría que la caída moral del hombre hubiese desarrollado los colmillos del tigre y encogido sus intestinos, porque entonces no habría razón para que no hubiera ocurrido lo mismo con el carnero. En vez de esto decimos que el hombre, siendo poco avanzado en la Tierra, se encuentra aquí con seres inferiores en todos los aspectos, cuyo contacto es para él una causa de inquietudes, de sufrimientos y, por consecuencia, una fuente de pruebas que ayudan a su futuro adelanto.

¿Qué piensa Charlet de estas reflexiones?

Resp. Solamente puedo aprobarlas. Yo era un pintor, y no un literato o un científico: he aquí por qué de vez en cuando me dejo arrastrar por el placer –nuevo para mí– de escribir bellas frases, incluso a costa de la verdad; pero lo que vos decís es muy justo y bien inspirado. En el cuadro que he trazado, he abordado algunas ideas que han sido concebidas para no afrontar ninguna convicción. La verdad es que las primeras épocas tuvieron lugar en la edad de hierro, épocas muy distantes de esa pretendida mansedumbre; la civilización, al descubrir a cada día los tesoros acumulados por la bondad de Dios, tanto en el espacio como en la Tierra, hace conquistar al hombre la verdadera tierra prometida, que Dios ha de conceder a la inteligencia y al trabajo, y que no entregó del todo lista en las manos de los hombres-niños, que deberían descubrirla a través de su propia inteligencia. Además, el error que he cometido no podría ser perjudicial a los ojos de las personas esclarecidas que lo reconocerían fácilmente; para los ignorantes pasaría inadvertido. Sin embargo, concuerdo que erré; yo actué con ligereza, y esto os
prueba hasta qué punto debéis controlar las comunicaciones que recibís.

Observación general

Una enseñanza importante, desde el punto de vista de la ciencia espírita, resalta de estas comunicaciones. La primera cosa que llama la atención al leerlas es una mezcla de ideas justas, profundas, que tienen el sello del observador, al lado de otras ideas evidentemente falsas y fundadas más en la imaginación que en la realidad. Charlet era indiscutiblemente un hombre por encima del vulgo, pero como Espíritu no es más universal de lo que era cuando encarnado, y él puede cometer errores porque, no siendo todavía lo bastante elevado, sólo encara las cosas desde su punto de vista; además, solamente los Espíritus que han llegado al último grado de perfección están exentos de errores; los otros, por más buenos que sean, no saben todo y pueden equivocarse; pero entonces, cuando son verdaderamente buenos, lo hacen de buena fe y concuerdan francamente, mientras que hay otros que lo hacen conscientemente y se obstinan en las más absurdas ideas. Por eso es necesario tener cuidado para no aceptar todo lo que viene del mundo invisible, sin haberlo sometido al control de la lógica. Los Espíritus buenos recomiendan esto incesantemente y nunca se ofenden con la crítica, porque una de dos: o están seguros de lo que dicen y entonces nada temen, o no lo están, y si tienen conciencia de su insuficiencia, ellos mismos buscan la verdad; ahora bien, si los hombres pueden instruirse con los Espíritus, ciertos Espíritus pueden también instruirse con los hombres. Al contrario, los otros quieren dominar, esperando que se acepten sus utopías por causa de su condición de Espíritus; entonces, ya sea por presunción de su parte o por mala intención, ellos no soportan la contradicción; quieren que se les crea a ciegas, porque saben muy bien que al ser examinadas sus comunicaciones llevan todas las de perder. Se irritan con la menor duda sobre su infalibilidad y amenazan soberbiamente con abandonaros porque consideran que sois indignos de escucharlos; de esta manera, sólo se sienten a gusto con los que se arrodillan ante ellos. ¿No hay hombres así, y es de admirar que los encontremos con sus defectos en el mundo de los Espíritus? Tal carácter en los hombres es siempre un indicio de orgullo a los ojos de las personas sensatas, así como de vana suficiencia, de ridícula vanidad y, por lo tanto, de pequeñez en las ideas y de falso juicio; lo que es una señal de inferioridad moral en los hombres, no podría ser una señal de superioridad en los Espíritus.

Como acabamos de ver, Charlet se presta de buen grado a la controversia; escucha y admite las objeciones, y responde a las mismas con benevolencia; desarrolla lo que era confuso y reconoce lealmente lo que no es exacto. En una palabra, no quiere hacerse pasar por más ilustrado de lo que es, y con esto prueba más elevación de que si se obstinase en las ideas falsas, a ejemplo de ciertos Espíritus que se escandalizan con el simple enunciado de que sus comunicaciones parecen ser susceptibles de comentarios.

Lo que aún es propio de esos Espíritus orgullosos es la especie de fascinación que ejercen sobre sus médiums, y con la ayuda de la cual consiguen algunas veces que éstos compartan los mismos sentimientos. Decimos a propósito sus médiums, porque se apoderan de ellos y quieren que sean instrumentos que actúen con los ojos cerrados; de ningún modo se conformarían con un médium que examinase todo cuidadosamente o que viera bien claro; ¿no sucede lo mismo entre los hombres? Cuando lo encuentran, temiendo que se les escape, le inspiran el alejamiento de cualquiera que pueda esclarecerlo; de esta manera lo aislan, a fin de tener plena libertad de acción, o sólo lo dejan acercarse a aquellos que nada les hacen temer. Para captar mejor su confianza, se hacen pasar por buenos apóstoles al usurpar los nombres de Espíritus venerados, cuyo lenguaje intentan imitar; pero, por más que hagan esto, la ignorancia nunca podrá imitar al verdadero saber, ni una naturaleza mala a la verdadera virtud. El orgullo siempre será descubierto bajo el manto de una fingida humildad, y como tienen miedo de ser desenmascarados, evitan el análisis y alejan del mismo a sus médiums.

No hay nadie que al juzgar fríamente y sin prevención, no reconozca tal influencia como mala, porque resalta ante el más vulgar buen sentido que un Espíritu verdaderamente bueno y esclarecido nunca intentará ejercerla. Por lo tanto, se puede decir que todo médium que cede a esa influencia está bajo el dominio de una obsesión, de la cual debe buscar desembarazarse cuanto antes. Lo que se quiere, ante todo, no son comunicaciones a toda costa, sino comunicaciones buenas y verdaderas; ahora bien, para tener comunicaciones buenas son necesarios Espíritus buenos, y para tener Espíritus buenos es necesario tener médiums que estén libres de toda influencia mala. Por lo tanto, la naturaleza de los Espíritus que habitualmente asisten a un médium es una de las primeras cosas que hay que considerar; para conocerla con exactitud existe un criterio infalible, y no es en las señales materiales ni en las fórmulas de evocación o de conjuro que será encontrada; ese criterio está en los sentimientos que el Espíritu inspira al médium. Por la manera de actuar de este último se puede juzgar la naturaleza de los Espíritus que lo dirigen y, por consecuencia, el grado de confianza que merecen sus comunicaciones.

Esto no es de modo alguno una opinión personal ni un sistema, sino un principio deducido de la más rigurosa lógica, si se admite esta premisa: un pensamiento malo no puede ser sugerido por un Espíritu bueno. Mientras que no se pruebe que un Espíritu bueno puede inspirar el mal, diremos que todo acto que se aparte de la benevolencia, de la caridad y de la humildad, o que deje trasparecer odio, envidia, celos, orgullo herido o simple acrimonia, solamente puede haber sido inspirado por un Espíritu malo, aun cuando éste predique hipócritamente las más bellas máximas, porque si fuese realmente bueno, lo probaría poniendo sus actos en armonía con sus palabras. La práctica del Espiritismo está rodeada de muchas dificultades; los Espíritus engañadores son tan pérfidos, tan astutos y al mismo tiempo tan numerosos, que es preciso tomar todas las precauciones para desbaratar sus planes. Es importante, pues, buscar con el mayor cuidado todos los indicios por los cuales ellos pueden ponerse al descubierto; ahora bien, estos indicios están al mismo tiempo en su lenguaje y en los actos que practican.

Al haber sometido estas reflexiones al Espíritu Charlet, he aquí lo que ha dicho: «Solamente puedo aprobar lo que acabáis de decir y recomendar a todos los que se ocupan del Espiritismo a seguir tan sabios consejos, evidentemente dictados por los Espíritus buenos, pero que de ningún modo son del gusto de los malos –como bien podéis creerlo–, porque éstos saben muy bien que ése es el medio más eficaz para combatir su influencia; también hacen todo lo que pueden para desviar a aquellos que quieren atrapar en sus redes.»

Charlet dijo que se dejó arrastrar por el placer –nuevo para él– de escribir bellas frases, incluso a costa de la verdad. ¿Qué habría ocurrido si nosotros hubiésemos publicado su trabajo sin comentarios? Hubieran acusado al Espiritismo de creer en ideas ridículas, y a nosotros mismos por no saber distinguir lo verdadero de lo falso. Muchos Espíritus están en el mismo caso; en su amor propio, sienten una satisfacción en publicar a través de médiums –ya que no pueden hacerlo por sí mismos– obras literarias, científicas, filosóficas o dogmáticas de gran extensión; pero cuando esos Espíritus tienen apenas un falso saber, escriben cosas absurdas, del mismo modo que lo harían los hombres. Es sobre todo en esas obras continuadas que podemos evaluarlos, porque su ignorancia los vuelve incapaces de representar el papel por mucho tiempo, y ellos mismos revelan su insuficiencia al escribir a cada paso lo que repugna a la lógica y a la razón. En medio de una gran cantidad de ideas falsas, a veces se encuentran algunas muy buenas, de las cuales se sirven para que se crea en las otras. Esta incoherencia solamente prueba su incapacidad; son como los obreros que saben alinear las piedras de una construcción, pero que son incapaces de construir un palacio. Algunas veces es algo curioso ver el intrincado laberinto de combinaciones y razonamientos en los que se meten, y de los cuales no pueden salir sino usando sofismas y utopías. Hemos visto a algunos que, en busca de recursos, dejaron su trabajo; otros, entretanto, no se dan por vencidos y quieren actuar hasta el fin, riéndose a costa de aquellos que los toman en serio.

Estas reflexiones nos han sido sugeridas como un principio general, y sería erróneo ver en ellas alguna aplicación. Entre los numerosos escritos que han sido publicados sobre el Espiritismo, existen indudablemente los que podrían dar lugar a un crítica fundada; pero nosotros no los ponemos a todos en la misma línea; indicamos un medio de distinguirlos y así cada uno comprenderá cómo hacerlo. Si aún no hemos hecho un examen de los mismos en nuestra Revista, ha sido por el recelo de que se equivoquen sobre el móvil de la crítica que podríamos hacer; por lo tanto, hemos preferido esperar que el Espiritismo fuese mejor conocido y sobre todo mejor comprendido; nuestra opinión, entonces, al apoyarse en una base generalmente admitida, no podrá ser sospechosa de parcialidad. Diariamente sucede lo que esperamos, porque vemos que en muchas circunstancias el juicio de la opinión pública precede al nuestro; es por eso que nos regocijamos por nuestra reserva. Haremos este examen cuando llegue el momento oportuno; pero ya se puede ver cuál será nuestra base de análisis: esta base es la lógica, de la cual cada uno puede hacer uso por sí mismo, porque nosotros no tenemos la ridícula pretensión de poseerla como privilegio. En efecto, la lógica es el gran criterio de toda comunicación espírita, como lo es de todos los trabajos humanos. Bien sabemos que aquel que razona erradamente cree ser lógico; él lo es a su manera, pero sólo para sí mismo y no para los otros. Cuando una lógica es rigurosa, como dos más dos son cuatro, y cuando las consecuencias se deducen de axiomas evidentes, tarde o temprano el buen sentido general hace justicia con todos esos sofismas. Consideramos que las siguientes proposiciones tienen ese carácter:

1º) Los Espíritus buenos solamente pueden enseñar e inspirar el bien; por lo tanto, todo lo que no sea rigurosamente el bien no puede venir de un Espíritu bueno;

2º) Los Espíritus esclarecidos y verdaderamente superiores no pueden enseñar cosas absurdas; por lo tanto, toda comunicación manchada de errores manifiestos o contrarios a los datos más comunes de la Ciencia y de la observación, tan sólo por esto atestigua la inferioridad de su origen;

3º) La superioridad de cualquier escrito está en la exactitud y en la profundidad de las ideas, y no en la ampulosidad y en la redundancia del estilo; por lo tanto, toda comunicación espírita en que hay más palabras y frases brillantes que pensamientos sólidos, no puede venir de un Espíritu verdaderamente superior;

4º) La ignorancia no puede imitar al verdadero saber, ni el mal imitar al bien de manera absoluta; por lo tanto, todo Espíritu que, bajo un nombre venerado, dice cosas incompatibles con el título que se atribuye, es responsable por fraude;

5º) Es de la esencia de un Espíritu elevado vincularse más al pensamiento que a la forma y a la materia, de donde se deduce que la elevación del Espíritu está en razón de la elevación de las ideas; por lo tanto, todo Espíritu meticuloso en los detalles de la forma, que prescribe puerilidades, en una palabra, que da importancia a las señales y a las cosas materiales, denota por esto mismo una pequeñez de ideas y no puede ser verdaderamente superior;

6º) Un Espíritu verdaderamente superior no puede contradecirse; por lo tanto, si dos comunicaciones contradictorias han sido dadas bajo un mismo nombre respetable, una de las dos es necesariamente apócrifa; si una es verdadera, sólo puede ser aquella que no desmienta en nada la superioridad del Espíritu cuyo nombre ha sido alegado.

La consecuencia que se debe extraer de estos principios es que, fuera de las cuestiones morales, es necesario acoger con reservas lo que viene de los Espíritus y que, en todos los casos, nunca debe haber una aceptación sin examen. De esto deviene la necesidad de tener una mayor circunspección en la publicación de los escritos emanados de esa fuente, sobre todo cuando por la extrañeza de las doctrinas que contienen o por la incoherencia de las ideas, pueden prestarse al ridículo. Es preciso desconfiar de la inclinación de ciertos Espíritus hacia las ideas sistemáticas y hacia el amor propio que buscan esparcir; por lo tanto, es principalmente en las teorías científicas que es necesario tener extrema prudencia y todo el cuidado para no dar precipitadamente como verdades a sistemas que suelen ser más seductores que reales, y que tarde o temprano pueden recibir un desmentido oficial. Que sean presentados como probabilidades, si fueren lógicos, y tal vez pudiendo servir de base a observaciones ulteriores; pero sería imprudencia darlos prematuramente como artículos de fe. Un proverbio dice: Nada es más peligroso que un amigo imprudente. Ahora bien, es el caso de aquellos que, en el Espiritismo, se dejan llevar por un celo más ardiente que reflexivo.


Bibliografía

Hemos anunciado una continuación de El Libro de los Espíritus con el título El Espiritismo experimental, como debiendo ser publicada en abril último. Este trabajo ha sido retrasado por algunas circunstancias independientes de nuestra voluntad, y sobre todo por la gran importancia que creemos un deber en darle. Hoy está en prensa, y haremos conocer ulteriormente la época en la cual aparecerá.

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Nota – La falta de espacio nos obliga a postergar para el próximo número varias comunicaciones importantes que nos han sido enviadas.

ALLAN KARDEC




Agosto

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Aviso

La oficina de redacción de la REVISTA ESPÍRITA y el domicilio particular del Sr. ALLAN KARDEC han sido transferidos a la calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.

Viernes 29 de junio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 22 de junio.

Lectura de una carta del Dr. de Grand-Boulogne, ex vicecónsul de Francia, que solicita ser admitido como miembro corresponsal en La Habana, hacia donde irá próximamente.

La Sociedad admite al Sr. de Grand-Boulogne en calidad de miembro corresponsal, y como su carta contiene una exposición sumaria muy juiciosa sobre el Espiritismo, la misma le pide permiso para incluirla en la Revista.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por la Sra. de Costel sobre Los orígenes, firmado por Lázaro.

2ª) Relato de hechos de manifestaciones físicas espontáneas que últimamente han tenido lugar en la calle Noyers, y de los cuales varios periódicos han dado noticia, recordando hechos análogos que ocurrieron en 1849 en la calle Grès. Algunos han agregado que los hechos de la calle Grès eran el resultado de una superchería imaginada por el inquilino para rescindir el contrato de alquiler.

Al respecto, el Sr. de Grand-Boulogne ha dicho que él puede certificar la autenticidad de esos hechos; además, los mismos han sido relatados por el Sr. de Mirville, el cual tomó todas las informaciones necesarias para garantizar su realidad.

Uno de los miembros observa que, en semejantes casos, al volverse incómoda la afluencia de curiosos para los interesados, se libran de ellos tratando la cuestión de forma malevolente. Sobre todo el propietario, con miedo de ver su casa desocupada, tuvo todo el interés en no creer en dichas manifestaciones; tal es la razón del desmentido que frecuentemente es dado a hechos de esta naturaleza.

Estudios – 1º) Análisis realizado sobre el mérito y la eficacia de las pruebas del hombre de bien, soportadas con la finalidad de proporcionar alivio a los Espíritus sufridores e infelices, a propósito de un pasaje de la carta del Sr. de Grand-Boulogne.

Al respecto, se hace notar que al ser constatada la eficacia de la oración como siendo un testimonio de simpatía y de conmiseración, las pruebas que uno se impone pueden ser consideradas como un testimonio análogo que debe producir los mismos efectos que la oración; en este caso, la intención es todo y puede ser encarada como una oración más fervorosa todavía que aquella que sólo consiste en palabras.

2º) La Sra. N... expresa sus dudas sobre la identidad del Espíritu que le ha dado algunos consejos en la última sesión y que ella no cree que sean aplicables. Solicita que sea preguntado, a través de otro médium, si el Espíritu que se hubo comunicado era realmente san Luis. Ella agrega que le pareció ver, en la naturaleza de esas reflexiones, un sentimiento poco benevolente que no condice con la habitual mansedumbre de ese Espíritu; fue eso lo que le suscitó dudas.

Al ser interrogado sobre el tema, san Luis respondió por intermedio de la Srta. H...: «Sí, he sido realmente yo quien ha escrito esas líneas para daros un consejo. Es un error llevar a mal mis consejos; es necesario que aquel que quiera avanzar en la senda del bien sepa aceptar los consejos y las advertencias que se desea darle, aunque hieran su amor propio. La muestra de su adelanto consiste en la manera suave y humilde con que los recibe. Antaño, cuando me encontraba en la Tierra, ¿no he dado pruebas de gran humildad al someterme sin murmurar a las decisiones de la Iglesia, e incluso a las penitencias que ésta me imponía, por más humillantes que fuesen? Por lo tanto, sed dóciles y humildes, y no orgullosos; aceptad los consejos; tratad de corregiros y avanzaréis.»

El Sr. T... observa que cuando san Luis estaba encarnado, no siempre se sometió a la Iglesia, ya que él luchó contra sus pretensiones.

San Luis responde: «Al deciros que me he sometido a las penitencias que los jefes de la Iglesia me imponían, os he dicho la verdad; pero no os he dicho que mi conducta haya sido siempre irreprochable; yo he sido un gran pecador delante de Dios, aunque más tarde los hombres me hayan concedido el glorioso título de santo.»

El Sr. Allan Kardec agrega que san Luis siempre se sometió a las decisiones de la Iglesia en lo concerniente a los dogmas; él sólo luchó contra las pretensiones de otra naturaleza.

3º) Preguntas relacionadas con el consejo de san Luis sobre las experiencias de manifestaciones físicas, sugiriendo a la Sociedad para no ocuparse de las mismas.

4º) Preguntas acerca de la facultad mediúmnica en los niños, a propósito de las manifestaciones obtenidas en la última sesión por el joven N...

5º) Preguntas sobre el hecho de manifestaciones de la calle Noyers.

6º) Dos dictados espontáneos son obtenidos simultáneamente: el primero por la Sra. de Costel, acerca de La electricidad del pensamiento, firmado por Delphine de Girardin; el segundo por la Sra. de Lubr..., a propósito de los consejos dados por los Espíritus, firmado por Paul, Espíritu familiar.

Viernes 6 de julio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 29 de junio.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Achille R... da lectura a una carta de Limoges, en la cual el autor habla de un médium amigo suyo, que un Espíritu hace trabajar de ocho a nueve horas por día; dice él que este Espíritu debe darle un medio infalible para garantizar la identidad de los Espíritus y de nunca ser engañado; pero le recomienda secreto acerca de este punto y sobre sus comunicaciones en general.

Al respecto, el Sr. Allan Kardec advierte que ve tres motivos de sospecha en este caso: el primero es la duración del trabajo impuesto al médium, lo que siempre es una señal de obsesión. Los Espíritus buenos pueden indudablemente solicitar al médium que escriba, pero en general no son imperativos y nada prescriben de absoluto, ni en cuanto a las horas ni en cuanto a la duración del trabajo; al contrario, ellos detienen al médium cuando hay exceso de celo. El segundo es el supuesto procedimiento infalible para garantizar la identidad de los Espíritus; y el tercero, finalmente, la recomendación de guardar secreto. Si la receta fuese buena, no debería hacer misterio. Parece que este Espíritu quiere apoderarse del médium para llevarlo adonde desea, a favor de la supuesta infalibilidad de su procedimiento; probablemente teme que otros vean las cosas de forma clara y desbaraten sus maquinaciones; es por eso que recomienda silencio, a fin de no tener contradictores: es el modo de tener siempre razón.

Estudios 1º) Evocación de François Arago, por la Srta. H... San Luis responde que esta médium no es la que conviene a este Espíritu; aconseja elegir a otro intermediario.

Varias preguntas son hechas sobre la aptitud especial de los médiums para recibir las comunicaciones de tal o cual Espíritu. La respuesta es ésta: «Un Espíritu viene preferentemente a una persona cuyas ideas simpatizan con las que él tenía cuando estaba encarnado; hay entre el Cielo y la Tierra una relación de pensamientos aún mayor que la que existe en la Tierra.»

2º) Cuestión propuesta por el Sr. conde Z... sobre la distinción hecha por ciertos sonámbulos lúcidos que designan a los hombres con el calificativo de luz azul, y a las mujeres con el de luz blanca; él pregunta si el periespíritu tendría un color diferente según los sexos. El Espíritu interrogado responde lo siguiente: «Esto no tiene ninguna relación con nuestro mundo; es un hecho puramente físico y depende de la persona que ve. Entre los hombres existen los que no ven ciertos colores o los ven diferentemente de los otros cuando están despiertos; sucede lo mismo con las personas que están dormidas: pueden ver lo que otros no ven.»

3º) Son obtenidos cuatro dictados espontáneos: el primero por la Srta. Huet, por parte del Espíritu que comenzó a escribir sus Memorias; el segundo por el Sr. Didier, sobre La electricidad espiritual, firmado por Lamennais; el tercero por la Sra. de Costel, acerca de Las grandes verdades del Espiritismo, firmado por Lázaro, y el cuarto por la Srta. Stéphan..., titulado: Cada cual a lo suyo, firmado por Gustave Lenormand.

Viernes 13 de julio de 1860 (Sesión general)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 6 de julio.

El Sr. Eugène de Porry, de Marsella, obsequia a la Sociedad un nuevo poema suyo, intitulado: Linda, leyenda gala. La Sociedad recuerda el encantador poema del mismo autor: Urania, y le expresa sus agradecimientos por haber tenido la gentileza de enviarle su nueva obra. La Sociedad encarga a la Srta. P... para hacer su respectiva reseña.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. S... transmite una nota sobre un hombre que se suicidó el año pasado en la calle Quincampoix para que su hijo quedara exento del servicio militar, volviéndolo así hijo único de una viuda. Se piensa que esta evocación podrá ser instructiva.

2ª) El Sr. de Grand-Boulogne envía una noticia sobre el musulmán Séih-ben-Moloka, que acaba de morir en Túnez con la edad de 110 años y cuya vida ha sido notable por las acciones de caridad que realizó. Será evocado.

Se entabla una conversación sobre la cuestión de la longevidad. El Sr. de Grand-Boulogne, que vivió mucho tiempo entre los árabes, dice que los ejemplos de esta naturaleza no son muy raros entre ellos, lo que indudablemente es preciso atribuirlo a la sobriedad. Él conoció a uno que tenía alrededor de 130 años. El Sr. conde Z... dice que Siberia es quizá la región donde la longevidad es más frecuente. La sobriedad y el clima tienen sin duda una gran influencia en la duración de la vida; pero lo que sobre todo debe contribuir para eso es la tranquilidad de espíritu y la ausencia de preocupaciones morales que generalmente afectan a las personas del mundo civilizado, envejeciéndolas prematuramente; es por eso que hay más cantidad de ancianos entre los que viven más cerca de la Naturaleza.

3ª) El Sr. Allan Kardec relata un caso personal, que muestra el deseo que tienen ciertos Espíritus de ser evocados cuando nunca lo han sido. Ellos aprovechan las ocasiones propicias para comunicarse, cuando las mismas se presentan.

4ª) Varios miembros comunican la protesta –publicada en varios diarios– del Sr. Lerible, antiguo vendedor de carbón de la calle Grès, en cuya casa ocurrieron hechos notables de manifestaciones en 1849, y cuya autenticidad había sido puesta en duda.

Estudios – 1º) Examen crítico de la disertación de Lamennais sobre La electricidad espiritual, realizado en la sesión del 6 de julio. El Espíritu explica y desarrolla los puntos que parecían confusos.

2º) Evocación del suicida de la calle Quincampoix.

3º) Evocación de Gustave Lenormand.

4º) Preguntas diversas sobre los médiums.

5º) Tres dictados son obtenidos simultáneamente: el primero, sobre El saber de los Espíritus, firmado por Channing; el segundo, dando continuación a la disertación: La electricidad del pensamiento, firmado por Delphine de Girardin; y el tercero, sobre La caridad, firmado por Lamennais, a propósito de la noticia que se ha leído sobre el musulmán Séih-ben-Moloka.

Viernes 20 de julio de 1860 (Sesión particular)

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 13 de julio.

El Presidente hace la observación de que –desde algún tiempo atrás– se ha dejado de leer, tal como se había estipulado, los nombres de los Espíritus que piden asistencia. De ahora en adelante esto será realizado luego de la invocación general.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de dos dictados obtenidos por el Sr. C..., nuevo médium, uno sobre Las presunciones del hombre, firmado por Massillon; otro sobre El futuro, firmado por san Luis. El Sr. C... pregunta si, sobre todo en este último dictado, no existe algo que denote una sustitución del Espíritu, sin tener en cuenta su propia opinión al respecto.

Después de una lectura atenta, la Sociedad reconoce en esta comunicación el sello de una indiscutible superioridad y no ve nada que desmienta el carácter de san Luis, de donde deduce que sólo puede emanar de un Espíritu elevado.

2ª) Lectura de otro dictado, intitulado: La experiencia, obtenido por la Sra. de Costel y firmado por Georges.

El Presidente anuncia que varios miembros nuevos hacen progresos notables como médiums de diversos géneros; él los invita a comunicar a la Sociedad los hechos que obtengan. La Sociedad es necesariamente limitada en sus trabajos por el tiempo; Ella debe ser el centro hacia donde tengan convergencia los resultados obtenidos en las reuniones particulares. Sería egoísmo guardar para sí mismo los trabajos que pueden ser útiles a todos; además, es un medio de control por los esclarecimientos a que pueden dar lugar, a menos que el médium esté convencido de la infalibilidad de sus comunicaciones o que haya recibido –como el de Limoges– la orden terminante de mantenerlas en secreto, lo que seguramente sería una mala señal y un doble motivo de sospecha. La primera cualidad que un médium debe tener es la de despojarse de todo amor propio, así como de toda falsa modestia, por la simple razón de que, no siendo más que un instrumento, no puede atribuirse el mérito de lo que recibe de bueno, ni ofenderse con la crítica de lo que puede ser malo. La Sociedad es una familia, cuyos miembros –animados por una benevolencia recíproca– deben ser movidos únicamente por el deseo de instruirse y de extirpar todo sentimiento de personalismo y de rivalidad, si comprenden la Doctrina como verdaderos espíritas. Al respecto, el Sr. C... ha dado un muy buen ejemplo y ha mostrado que no es de esos médiums que creen que no tienen nada más para aprender, solamente porque reciben algunas comunicaciones firmadas por grandes nombres. Al contrario, cuanto más imponentes sean los nombres, más uno debe temer ser el juguete de Espíritus embusteros.

3ª) El Sr. Achille R... da lectura a una carta que relata un hecho curioso de manifestación espontánea que tuvo lugar en la prisión de Limoges, cuya realidad ha sido constatada por el autor de la carta. (Publicada más adelante en la sección Variedades.)

4ª) El Sr. Allan Kardec narra otro hecho muy singular que le ha sido relatado el año pasado por un visitante, cuyo nombre y dirección no recuerda, y a cuya fuente, por consecuencia, no puede recurrir para verificarlo. He aquí de qué se trata.

Un médico creyente y un amigo suyo que no creía en nada conversaban sobre Espiritismo; el primero le dijo al otro: «Voy a hacer una prueba; no sé si tendré éxito; en todo caso, no respondo por nada. Designadme a una persona viva que os sea muy simpática». Al indicar el amigo una joven que reside en una ciudad bastante distante y que también era conocida del médico, éste le dijo: «Id a pasear en el jardín y observad lo que suceda; os repito que estoy haciendo una experiencia y que puede ser improductiva». Durante el paseo de su amigo, él evocó a la joven; al cabo de un cuarto de hora su amigo volvió y le dijo: «Acabo de ver a esa persona; ella estaba vestida de blanco, se me acercó, me dio un apretón de manos y luego desapareció; pero lo que es muy singular es que ella me dejó en el dedo este anillo». Inmediatamente el médico envió al padre de la joven un despacho telegráfico que decía lo siguiente: «No preguntéis nada; respondedme inmediatamente y decidme qué hacía vuestra hija a las tres horas y cómo estaba vestida». La respuesta fue ésta: «A las tres horas mi hija estaba sentada conmigo en el salón; usaba un vestido blanco; ella adormeció durante 15 a 20 minutos; pero al despertar, ella percibió que no tenía más el anillo que tenía habitualmente».

Se entabló un debate sobre este hecho, cuyos diferentes grados de probabilidad e improbabilidad fueron examinados. Al ser interrogado sobre el tema, san Luis respondió: «El hecho de la aparición es posible; el fenómeno de aporte no es menos posible, a través del periespíritu de un encarnado. Ciertamente, a Dios todo es posible, pero Él sólo permite tales cosas muy raramente: un Espíritu desencarnado puede producir esos aportes más fácilmente. En cuanto a deciros si el hecho es verdadero, lo ignoro».

Nota Agradeceríamos mucho a la persona que nos ha contado el relato que acabamos de publicar, si por ventura ella lo lee, el tener a bien darnos algunos esclarecimientos al respecto.

Estudios – 1º) Preguntas sobre los Espíritus que toman nombres supuestos.

2º) Evocación del Espíritu de la calle Noyers.

3º) Cinco dictados espontáneos son obtenidos: el primero de Lamennais, que solicita una rectificación al informe de su comunicación sobre La caridad; el segundo acerca de Las víctimas de Siria, firmado por Jean; el tercero sobre Las aberraciones de la inteligencia, firmado por Georges; el cuarto acerca de Los errores de los médiums, firmado por Paul, y el quinto sobre El concurso de los médiums, firmado por Gustave Lenormand.

Durante la sesión se escucharon golpes muy claros cerca de la Srta. Stéphan... Era el Espíritu Gustave que –como dijo– quería forzarla a escribir, cuestión en la que ella no estaba pensando; él consideró que ése era un medio de provocar preguntas que la obligarían a venir a la mesa, pues él mismo tenía el deseo de dar una comunicación por su intermedio.

Después de la sesión, en una comunicación privada, al haberse preguntado a san Luis si quedó satisfecho con la misma, respondió: «Sí y no; os habéis equivocado al tolerar los continuos cuchicheos de ciertos miembros, cuando los Espíritus son interrogados. Algunas veces recibís comunicaciones que exigen réplicas serias de vuestra parte y respuestas aún más serias por parte de los Espíritus evocados, que con aquello –creedlo– estarán en desagrado; a raíz de esto no obtendréis nada completo, porque el médium que escribe experimenta graves distracciones, perjudiciales a su ministerio. Hay una cosa que hacer: leer en la próxima sesión estas observaciones, que serán comprendidas por todos los socios. Decidles que aquí no es, de ninguna manera, una sala de conversación.»

SAN LUIS

Concordancia espírita y cristiana

La siguiente carta ha sido dirigida a la Sociedad de Estudios Espíritas por el Dr. de Grand-Boulogne, ex vicecónsul de Francia.

Sr. Presidente:

Deseando vivamente formar parte de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, pero obligado a dejar Francia dentro de poco tiempo, vengo a solicitar el honor de ser admitido como miembro corresponsal. Tengo la ventaja de ser conocido personalmente por vos, y no tengo necesidad de deciros con qué interés y con cuánta simpatía acompaño los trabajos de la Sociedad. He leído vuestras obras, así como la del barón de Guldenstubbe, y por consiguiente conozco los puntos fundamentales del Espiritismo, cuyos principios adopto sinceramente tal cual os son enseñados. Como proclamo aquí mi firme voluntad de vivir y de morir cristiano, esta declaración me lleva a haceros mi profesión de fe y veréis –quizá con algún interés– que mi fe religiosa acoge muy naturalmente los principios del Espiritismo; ahora bien, en mi opinión, he aquí cómo las dos cosas se alían:

1. Dios: creador de todas las cosas.

2. Objetivo y fin de todos los seres creados: concurrir para la armonía universal.

3. En el universo creado existen tres reinos principales: el reino material o inerte; el reino orgánico o vital, y el reino intelectual y moral.

4. Todo ser creado está sometido a leyes.

5. Los seres comprendidos en los dos primeros reinos obedecen invariablemente, y la armonía nunca es perturbada por ellos.

6. El tercer reino –como los dos primeros– está sometido a leyes, pero goza del singular privilegio de poder sustraerse a las mismas; al tener libre albedrío, posee también la temible facultad de desobedecer a Dios.
El hombre pertenece a la vez a los tres reinos: es un Espíritu encarnado.

7. Las leyes que rigen el mundo moral están formuladas en el Decálogo, pero se resumen en este admirable precepto de Jesús: Amar a Dios por sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo.

8. Toda derogación de la ley constituye una perturbación en la armonía universal; ahora bien, Dios no permite que tal perturbación se mantenga, debiendo el orden ser necesariamente restablecido.

9. Existe una ley destinada a la reparación del desorden en el mundo moral, y esa ley se encuentra enteramente resumida en esta palabra: expiación.

10. La expiación se efectúa: 1º) por el arrepentimiento y por los actos de virtud; 2º) por el arrepentimiento y por las pruebas; 3º) por la oración y por las pruebas del justo, unidas al arrepentimiento del culpable.

11. La oración y las pruebas del justo, aunque concurran de manera más eficaz para la armonía universal, son insuficientes para la expiación absoluta de la falta; Dios exige el arrepentimiento del pecador; pero con ese arrepentimiento, la oración del justo y su penitencia en favor del culpable son suficientes para la justicia eterna, y el crimen es perdonado.

12. La vida y la muerte de Jesús ponen en evidencia esta adorable verdad.

13. Sin libre albedrío no hay pecado, pero tampoco hay virtud.

14. ¿Qué es la virtud? El coraje en el bien.

15. Lo más bello que hay en el mundo no es, como dijo un filósofo, el espectáculo de una gran alma luchando contra la adversidad; es el esfuerzo perpetuo de un alma progresando en el bien y elevándose de virtud en virtud hacia el Creador.

16. ¿Cuál es la más bella de todas las virtudes? La caridad.

17. ¿Qué es la caridad? Es el atributo especial del alma que, en sus fervorosas aspiraciones para el bien, se olvida de sí misma y se consume en esfuerzos por la felicidad del prójimo.

18. El conocimiento está muy por debajo de la caridad; él nos eleva en la jerarquía espírita, pero no contribuye para el restablecimiento del orden perturbado por el malo. El conocimiento nada expía, nada rescata, en nada influye sobre la justicia de Dios; al contrario, la caridad expía y apacigua. El conocimiento es una cualidad; la caridad es una virtud.

19. ¿Cuál ha sido el designio de Dios al permitir que los Espíritus encarnen? Para una parte del mundo espiritual, crear una situación sin la cual no existiría ninguna de las grandes virtudes que nos llenan de respeto y de admiración. En efecto, sin sufrimiento no hay caridad; sin peligro no hay coraje; sin infortunio no hay devoción; sin persecución no hay estoicismo; sin cólera no hay paciencia, etc. Ahora bien, con la desaparición de esos males, sin corporeidad desaparecen esas virtudes.

Para el hombre un poco desprendido de los lazos de la materia, hay en este conjunto del bien y del mal una armonía, una grandeza de un orden más elevado que la armonía y la grandeza del mundo exclusivamente material.

En pocas palabras, esto responde a las objeciones basadas en la incompatibilidad del mal con la bondad y la justicia de Dios.

Sería necesario escribir varios volúmenes para desarrollar convenientemente esas diversas proposiciones; pero el objeto de esta comunicación no es ofrecer a la Sociedad una tesis filosófica y religiosa; solamente he querido formular algunas verdades cristianas que están en armonía con la Doctrina Espírita. Estas verdades son, desde mi punto de vista, la base fundamental de la religión y, lejos de debilitarse, ellas se fortifican con las revelaciones espíritas. También no dudo en expresar un pesar: es que los ministros del culto, cegados por la demonofobia, se niegan a esclarecerse y condenan sin examen. Si los cristianos no hicieran oídos sordos a las revelaciones de los Espíritus, todo lo que en la enseñanza religiosa perturba nuestros corazones o subleva nuestra razón desaparecería de repente; sin modificarse en su esencia, la religión ampliaría el círculo de sus dogmas, y los destellos de la nueva verdad consolarían e iluminarían a las almas. Y si es verdad, como dice el Padre Ventura, que las doctrinas filosóficas o religiosas acaban invariablemente por traducirse en los actos comunes de la vida, es bien evidente que una nación iniciada en el Espiritismo se volvería la más admirable y la más feliz de las naciones.

Se dirá que una sociedad verdaderamente cristiana sería perfectamente feliz; estoy de acuerdo; pero la enseñanza religiosa tanto se hace por el temor como por el amor, y los hombres –dominados por sus pasiones–, queriendo a toda costa liberarse de los dogmas que los amenazan, serán siempre tan numerosos que el grupo de cristianos firmes constituirá siempre una débil minoría. Los cristianos son numerosos, pero los verdaderos cristianos son raros.

No sucede lo mismo con la enseñanza espírita. Aunque su moral se confunda con la del Cristianismo y aunque pronuncie, como Éste, palabras conminatorias, tiene muy ricos tesoros de consuelo; la enseñanza espírita es a la vez muy lógica y muy práctica; derrama una luz viva en nuestro destino; disipa tan bien las oscuridades que perturban la razón y las perplejidades que atormentan los corazones, que en verdad parece imposible que un espírita sincero se niegue un sólo día a trabajar por su adelanto, y de ese modo no concurra para restablecer la armonía perturbada por el desbordamiento de las pasiones egoístas y ávidas.

Por consiguiente, se puede afirmar que al propagar las verdades que tenemos la felicidad de conocer, trabajamos por la Humanidad, y nuestra obra será bendecida por Dios. Para que un pueblo sea feliz, es necesario que el número de los que quieren el bien, de los que practiquen la ley de caridad, supere al de los que quieren el mal y a los que sólo practican el egoísmo. Creo en mi alma y tengo conciencia de que el Espiritismo, apoyado en el Cristianismo, es llamado a operar esta revolución.

Al estar compenetrado de estos sentimientos y al querer contribuir, en la medida de mis fuerzas, para la felicidad de mi semejantes, y al mismo tiempo en que busco ser mejor, solicito, Señor Presidente, formar parte de vuestra Sociedad.

Atentamente,

DE GRAND-BOULOGNE, Doctor en Medicina,
ex vicecónsul de Francia.


Nota – Esta carta no necesita comentarios y cada uno apreciará el alto alcance de los principios formulados en la misma, lo que ha sido hecho de una manera tan profunda, tan simple y tan clara a la vez. Ésos son los principios del verdadero Espiritismo, los cuales ciertos hombres se atreven a poner en ridículo, pues pretenden tener el privilegio de la razón y del buen sentido, porque no saben si tienen un alma y porque no hacen diferencia entre su futuro y el de una máquina. Nosotros agregaremos solamente una observación: el Espiritismo bien comprendido es la salvaguardia de las ideas verdaderamente religiosas que se extinguen; al contribuir para el mejoramiento de los individuos, Él traerá por la fuerza de las cosas el mejoramiento de las masas, y no está lejos el tiempo en que los hombres comprendan que en esta Doctrina encontrarán el más fecundo elemento del orden, del bienestar y de la prosperidad de los pueblos; y esto por una razón muy sencilla: es que Ella mata al materialismo que desarrolla y alimenta al egoísmo, fuente perpetua de las luchas sociales, y le da una razón de ser. Una sociedad cuyos miembros fuesen todos guiados por el amor al prójimo y que inscribiese la caridad en lo más alto de todos sus códigos, sería feliz y en poco tiempo vería apagarse los odios y las discordias; el Espiritismo puede realizar este prodigio y lo hará a despecho de aquellos que todavía lo escarnecen. Porque los escarnecedores pasarán, pero el Espiritismo permanecerá.


El trapero de la calle Noyers
(Sociedad, 29 de junio de 1860)

Con el título: Escenas de hechicería en el siglo XIX, el diario Le Droit relata el siguiente hecho:

«Un hecho muy extraño sucede en este momento en la calle Noyers. El Sr. Lesage, administrador del Palacio de Justicia, ocupa un departamento en esta calle. Hace algún tiempo que objetos, provenientes no se sabe de dónde, son arrojados como proyectiles en la vivienda que alquila, quebrando sus vidrios e hiriendo de un modo más o menos grave a las personas que allí se encuentran: son fragmentos bastante considerables y medio carbonizados de leña, son pedazos muy pesados de hulla y hasta de los llamados carbones de París. La empleada doméstica del Sr. Lesage recibió varios de ellos en el pecho, lo que le produjo fuertes contusiones.

«La víctima de esos sortilegios acabó pidiendo la asistencia de la policía. Se pusieron agentes para vigilar; pero ellos mismos no tardaron en ser acometidos por la artillería invisible, y les fue imposible saber de dónde venían esos golpes.

«Al haberse vuelto insoportable la permanencia en una casa donde era necesario vivir en estado de alerta continua, el Sr. Lesage solicitó al propietario la rescisión del contrato. Esta petición fue concedida, haciéndose venir para redactar el acta al escribano Sr. Vaillant, cuyo nombre convenía perfectamente en una circunstancia en que las diligencias judiciales no podrían ser hechas sin peligro.

«En efecto, cuando el funcionario ministerial hacía el acta, un pedazo enorme de carbón, arrojado con una fuerza extrema, entró por la ventana y se chocó contra la pared, haciéndose polvo. Sin perturbarse, el Sr. Vaillant usó este polvo para echarlo en la página que acababa de escribir, a fin de secarla, como antaño Junot usó la tierra que se había levantado tras la caída de una bala de cañón.

«En 1847 tuvo lugar, en la calle Grès, un caso análogo, cuyo relato hemos realizado oportunamente. Un tal Sr. L..., vendedor de carbón, también servía de blanco a fantásticos saeteros, siendo que ese incomprensible hecho de arrojar piedras ponía en gran sobresalto a todo el vecindario. Paralelamente a la casa habitada por el carbonero había un terreno baldío, en medio del cual se encontraba la antigua iglesia de la calle Grès, hoy Escuela de los Hermanos de la Doctrina Cristiana. Al principio imaginaron que los proyectiles partían de allí, pero después constataron que no. Cuando vigilaban de un lado, las piedras llegaban del otro. Entretanto, acabaron sorprendiendo en flagrante al mago, que no era otro sino el propio Sr. L... Él había recurrido a esa fantasmagoría porque estaba disgustado con la casa y quería obtener la rescisión de su contrato.

«No sucedió lo mismo con el Sr. Lesage, cuya honorabilidad excluye toda idea de artimaña y que, además, estaba satisfecho con su departamento, dejándolo con pesar.

«Se espera que la investigación, que es llevada a cabo por el Sr. Hubaut, comisario del quartier de la Sorbona, esclarezca este misterio que tal vez no sea más que una broma de mal gusto, excesivamente prolongada.»

1. (A san Luis.) ¿Tendríais la bondad de decirnos si el hecho relatado anteriormente es real? En cuanto a su posibilidad, nosotros no dudamos del mismo. –Resp. Sí, esos hechos son verdaderos; sólo la imaginación de los hombres los ha aumentado, ya sea por miedo o por ironía; pero, os lo repito, son verdaderos. Esas manifestaciones son provocadas por un Espíritu que se divierte a expensas de los habitantes del lugar.

Nota – Desde entonces hemos tenido la oportunidad de ver al propio Sr. Lesage, que ha tenido a bien honrarnos con su visita, y no solamente nos ha confirmado los hechos, sino que los ha completado y rectificado en varios puntos. San Luis tenía razón al decir que han sido aumentados por miedo o por ironía; en efecto, la historia del polvo recogido estoicamente por el valeroso escribano, a imitación de Junot, es una invención del jocoso periodista. Más adelante daremos un relato completamente exacto de los hechos, con las nuevas observaciones que los mismos han dado lugar.

2. ¿Hay en la casa una persona que sea la causa de esas manifestaciones? –Resp. Éstas son siempre causadas por la presencia de la persona que es atacada; es que el Espíritu perturbador no quiere al morador del local donde está, y desea hacerle maldades o incluso intentar desalojarlo.

3. Preguntamos si, entre los moradores de la casa, hay alguien que sea la causa de esos fenómenos por una influencia medianímica espontánea e involuntaria. –Resp. Sí, es necesario; sin esto el hecho no podría tener lugar. Un Espíritu habita en su lugar predilecto; permanece inactivo hasta que se presente allí alguien cuya naturaleza le sea conveniente; cuando esta persona llega, entonces él se divierte cuanto puede.

4. Estos Espíritus son siempre de un orden muy inferior; la aptitud para servirles de auxiliar, ¿es una conjetura desfavorable para la persona? ¿Esto no denota una simpatía con los seres de esta naturaleza? –Resp. No exactamente, porque esa aptitud depende de una disposición física; entretanto, esto denota muy frecuentemente una tendencia material que sería preferible no tener, porque cuanto más elevado es uno moralmente, más atrae a sí mismo Espíritus buenos que necesariamente alejan a los malos.

5. ¿Dónde el Espíritu encuentra los proyectiles de que se sirve? –Resp. Muy a menudo estos objetos diversos son recogidos en esos propios lugares; una fuerza que proviene del Espíritu los lanza al espacio y caen en el lugar designado por ese Espíritu. Cuando en esos lugares no existen piedras, carbones, etc., pueden ser fabricados por ellos muy fácilmente.

Nota – En la Revista del mes de agosto de 1859 hemos dado la teoría completa de esas especies de fenómenos, en los artículos: Objetos en el Más Allá y Pneumatografía o escritura directa.

6. ¿Creéis que sería útil evocar a este Espíritu para pedirle algunas explicaciones? –Resp. Evocadlo si queréis; pero es un Espíritu inferior que sólo dará respuestas muy insignificantes.

(Sociedad, 29 de junio de 1860)

1. Evocación del Espíritu perturbador de la calle Noyers. –Resp. ¿Por qué me llamáis? ¿Queréis que os arroje piedras? Sería entonces un sálvese quien pueda, a pesar de vuestro aire de bravura.

2. Aunque aquí tú nos arrojaras piedras, no tendríamos miedo; te pregunto si efectivamente las puedes arrojar. –Resp. Aquí tal vez yo no pudiese; tenéis un guardián que vela mucho por vosotros.

3. ¿Había en la calle Noyers alguien que te servía de auxiliar para facilitarte las malas pasadas que hacías a los moradores de la casa? –Resp. Ciertamente, encontré un buen instrumento, y no había ningún Espíritu docto, sabio y prudente para impedírmelo; porque soy alegre y me gusta a veces divertirme.

4. ¿Quién era la persona que te servía de instrumento? –Resp. Una empleada doméstica.

5. ¿Ella te servía de auxiliar sin que lo supiese? –Resp. ¡Oh, sí! ¡Pobre joven! Era la más asustada.

6. Entre las personas que están aquí, ¿hay alguna que sea apta para ayudarte a producir efectos semejantes? –Resp. Bien que yo podría encontrar a una, si ella quisiera prestarse a esto, pero no para ejecutarlos aquí.

7. ¿Puedes designarla? –Resp. Sí; allá, a la derecha de aquel que habla; el que usa anteojos.

Nota En efecto, el Espíritu designa a un miembro de la Sociedad que es médium escribiente, pero que nunca tuvo ninguna manifestación física; es probable que sea una nueva broma del Espíritu.

8. ¿Has actuado con un objetivo hostil? –Resp. Yo no tenía ningún objetivo hostil, pero los hombres, que se apoderan de todo, sacarán ventaja del mismo.

9. ¿Qué quieres decir con esto? No te comprendemos. –Resp. Yo buscaba divertirme; pero vosotros estudiáis la cuestión y tenéis un hecho más para mostrar que nosotros existimos.

10. ¿Dónde has buscado los objetos que arrojaste? –Resp. Son bastante comunes: los encontré en el patio y en los jardines vecinos.

11. ¿Los encontraste a todos o has fabricado algunos? –Resp. Yo no he creado ni compuesto nada.

12. Si no los hubieses encontrado, ¿podrías fabricarlos? –Resp. Habría sido más difícil; pero, en rigor, uno mezcla materias y esto hace un todo cualquiera.

13. Ahora, dinos cómo los has arrojado. –Resp. ¡Ah! Esto es más difícil de explicar: me he servido de la naturaleza eléctrica de aquella joven, en conjunto con mi naturaleza menos material; así, ambos pudimos transportar aquellos diversos materiales. (Véase la nota que se encuentra después de la evocación.)

14. Pienso que aceptas en darnos algunas informaciones sobre tu persona. Dinos primero si hace mucho tiempo que has muerto. –Resp. Bastante tiempo: hace cincuenta años.

15. ¿Qué eras en vida? –Resp. Poca cosa de bueno; yo era trapero en aquella calle, y algunas veces me decían tonterías, porque me gustaba mucho el vino tinto del viejo Noé; es por eso que yo quería desalojarlos a todos.

16. ¿Ha sido por ti mismo y de buena voluntad que has respondido a nuestras preguntas? –Resp. He tenido un orientador.

17. ¿Quién es ese orientador? –Resp. Vuestro buen rey Luis.

Nota Esta pregunta ha sido motivada por la naturaleza de ciertas respuestas que parecieron sobrepasar el alcance de este Espíritu, por el fondo de las ideas e incluso por la forma del lenguaje. No hay nada de sorprendente que él haya sido ayudado por un Espíritu más esclarecido que quería aprovechar la ocasión para darnos una instrucción. Esto es un hecho muy común; pero una particularidad notable en esta circunstancia es que la influencia del otro Espíritu se hizo sentir en la propia escritura: la letra de las respuestas en que éste ha intervenido es más regular y más natural; las otras respuestas tienen una letra muy inclinada, gruesa, irregular, a menudo poco legible y muestra un carácter totalmente distinto.

18. ¿Qué haces ahora? ¿Te ocupas con tu futuro? –Resp. Todavía no; estoy errante; piensan tan poco en mí en la Tierra, que nadie ora por mí; así, no soy ayudado y no trabajo.

19. ¿Cuál era tu nombre cuando estabas encarnado? –Resp. Jeannet.

20. ¡Pues bien! Nosotros oraremos para ti. Dinos si nuestra evocación te ha dado placer o te ha contrariado. –Resp. Me ha dado placer, porque vosotros sois buenos, alegres, aunque un poco austeros; lo importante es que me habéis escuchado, y estoy contento.

JEANNET


Nota La explicación que el Espíritu ha dado a la pregunta Nº 13 está perfectamente acorde con la que nos ha sido dada hace tiempo por otros Espíritus, sobre la manera con la cual actúan para operar el movimiento y el traslado de las mesas y de otros objetos inertes. Cuando es dada la explicación de esta teoría, el fenómeno parece muy simple; se comprende que resulta de una ley de la Naturaleza, por lo que no es maravilloso, así como no lo son todos los efectos de los cuales no se conoce la causa. Esta teoría se encuentra completamente desarrollada en los números de la Revista de mayo y de junio de 1858.

Todos los días la experiencia nos confirma la utilidad de las teorías que hemos dado de los fenómenos espíritas; una explicación racional de esos fenómenos debía tener como resultado hacer comprender su posibilidad, y por lo tanto adquirir la convicción de los mismos; es por eso que muchas personas que no se habían convencido a través de los hechos más extraordinarios, se convencieron desde que pudieron saber el porqué y el cómo. Agreguemos que, para muchos, esas explicaciones hacen desaparecer lo maravilloso, colocando los hechos –por más insólitos que sean– en el orden de las cosas naturales, es decir, no siendo de manera alguna derogaciones de las leyes de la Naturaleza, y no teniendo el diablo nada que ver con eso. Cuando tienen lugar espontáneamente, como en la calle Noyers, casi siempre ofrecen la ocasión de hacer el bien y de aliviar alguna alma.

Se sabe que en 1849 hechos similares tuvieron lugar en la calle Grès, cerca de la Sorbona. El Sr. Lerible, que ha sido víctima de los mismos, acaba de dar un desmentido a los diarios que lo han acusado de superchería, llevándolos a los tribunales. Los considerandos de su citación judicial merecen ser relatados:

El 9 de julio del año 1860, a requerimiento del Sr. Lerible, antiguo vendedor de carbón y de leña, propietario, residente en París en la calle Grenelle-Saint-Germain Nº 64, elector, con domicilio en su propiedad;

Yo, Aubin-Jules Demonchy, escribano del Tribunal Civil del Sena, con sede en París, residente en la calle Fossés-Saint-Victor Nº 43, el que suscribe, notifico al Sr. Garat, gerente del diario La Patrie, en la oficina de redacción de dicho diario, situado en París en la calle Croissant, donde estando y hablando con una mujer de confianza, declaré lo siguiente:

En respuesta al artículo publicado el 27 de junio último, en la sección Hechos del diario La Patrie, determino insertar la siguiente citación judicial realizada por el demandante contra el gerente del diario Le Droit, ofreciendo el demandante pagar los gastos de inserción, en caso de que su respuesta exceda el número de líneas que la ley autoriza a publicar:

«El 5 de julio de 1860, a requerimiento del Sr. Lerible, antiguo vendedor de carbón y de leña, propietario, residente en París en la calle Grenelle-Saint-Germain Nº 64, elector, con domicilio en su propiedad;

«Yo, Aubin-Jules Demonchy, escribano del Tribunal Civil del Sena, con sede en París, residente en la calle Fossés-Saint-Victor Nº 43;

«Cito al Sr. François, en su nombre y como gerente del diario Le Droit, en la oficina de redacción de dicho diario, situado en París en la Plaza Dauphine, donde estando y hablando con...

«A comparecer el 8 de agosto de 1860 a la audiencia y delante de los señores presidente y jueces que componen la sexta cámara del Tribunal de Primera Instancia del Sena, estatuyendo en materia de policía correccional, en el Palacio de Justicia de París, a las diez de la mañana, para:

«Considerando que en su número del 26 de junio último y por ocasión de los hechos que habrían pasado en una casa de la calle Noyers, el diario Le Droit relata que hechos análogos habrían tenido lugar en 1847, en una casa de la calle Grès;

«Que el redactor acompaña sus observaciones con explicaciones que tienden a hacer creer que los ataques de que la casa de la calle Grès era objeto en 1847 emanaban del propio inquilino de esta casa, que los habría practicado de mala fe, a fin de obtener, por medio de una especulación deshonesta, la rescisión de su contrato;

«Considerando que los hechos señalados por el diario Le Droit realmente han tenido lugar, no en 1847 sino en 1849, en la casa que el demandante ocupaba en esa época en la calle Grès;

«Que aunque el nombre del demandante haya sido indicado por una letra inicial, en el artículo del diario Le Droit, la designación exacta de su industria, la de los locales que habitaba y, en fin, el relato de los hechos en cuestión que han sido recogidos por el propio diario, señalan suficientemente al demandante como siendo el autor de las maniobras atribuidas a la persona que ocupaba la casa de la calle Grès;

«Considerando que estas imputaciones son de naturaleza que atentan contra el honor y la consideración del demandante;

«Que son tanto más reprensibles, ya que ninguna verificación de los acontecimientos tratados habría sido realizada y que, a ejemplo de aquellos en los cuales la calle Noyers parece haber sido palco, esos acontecimientos quedaron sin explicación;

«Que además el demandante era propietario, desde 1847, de la casa y del terreno que él ocupaba en la calle Grès; que la suposición a la que llegó el director del diario Le Droit no tiene ninguna razón de ser y nunca fue formulada;

«Considerando que los términos empleados por el diario Le Droit constituyen una difamación y están sujetos a las penas establecidas en la ley;

«Que todos los periódicos de París se aprovecharon del artículo de Le Droit, y que el honor del demandante sufrió, en razón de esta publicidad, una ofensa cuya reparación le es debida;

«Por estos motivos:

«Resuelve aplicar al Sr. François las penas establecidas en la ley, condenándolo, inclusive individualmente, a pagar al demandante los daños y perjuicios que éste se reserva para reclamar en audiencia, los cuales declara en este momento que va a emplearlos en beneficio de los pobres; además, resuelve que el juicio que ha de efectuarse sea insertado en todos los diarios de París a expensas del susodicho, condenándolo también al pago de los gastos del proceso, bajo todas las reservas;

«Y a fin de que el susodicho no lo ignore, le he dejado en su domicilio, y en los términos arriba mencionados, una copia del presente documento.

«Costo: 3 francos y 55 centavos.

Firmado: DEMONCHY

«Registrado en París el 6 de julio de 1860; recibidos: 2 francos y 20 centavos.

Firmado: DUPERRON

«Declarando al susodicho que si no acata la presente intimación, el demandante entablará recurso por las vías de derecho;

«Y le he dejado esta copia en su domicilio, en los términos arriba mencionados.

«Costo: 9 francos y 10 centavos.»

DEMONCHY



Conversaciones familiares del Más Allá

Thilorier, el físico

Thilorier se ocupaba activamente en la búsqueda de un motor destinado a reemplazar el vapor, y pensó haberlo encontrado en el ácido carbónico, que él había conseguido condensar. Por entonces el vapor era considerado un medio tosco y extraño de locomoción. Al respecto, es leída la siguiente noticia en la crónica de La Patrie del 22 de septiembre de 1859:

Si Thilorier hubiese encontrado un motor de un poder sin igual, al lado del cual el vapor no fuese más que una puerilidad, tendría aún que regular su fuerza, y tres o cuatro veces los ensayos que él había intentado resultaron funestos. Las explosiones de los aparatos lo cubrieron de numerosas heridas y provocaron en el mártir de la Ciencia una sordera casi completa.

En ese ínterin, se consideró oportuno repetir la experiencia de la condensación del ácido carbónico en el Colegio de Francia. Por una imprudencia o por una circunstancia funesta, el aparato se quebró, explotó, hirió gravemente a varias personas, le costó la vida a uno de los ayudantes del profesor y le arrancó un dedo a Thilorier.

No fue el dedo que él lamentó, sino el descrédito que cayó sobre el nuevo motor que él había descubierto. El miedo se apoderó de todos los científicos y los mismos se rehusaron a rendirse a estos ingenuos argumentos de Thilorier: «¡Mi aparato de condensación ya explotó más de veinte veces en mis manos, pero es la primera vez que mata a alguien! ¡Siempre me ha herido!» El solo nombre del ácido carbónico ahuyentaba a todo el Instituto, sin contar la Sorbona y el Colegio de Francia.

Thilorier, un poco triste, se encerró en su laboratorio más de lo que lo hacía habitualmente; aquellos que lo estimaban pudieron notar desde entonces un profundo cambio que se operó en sus hábitos. Pasaba días enteros sin pensar en poner su gato en las rodillas, caminaba aceleradamente y no usaba más sus tubos de ensayo ni sus aparatos de destilación. Cuando por ventura salía de casa, era para solamente detenerse en el medio de la calle, sin darse cuenta de la curiosidad y de la extrañeza que causaba entre los transeúntes.

Como era un hombre de fisonomía suave y distinguida, con bonitos cabellos que comenzaban a encanecer, y como llevaba en el ojal de la solapa de su redingote azul la insignia de la Legión de Honor, lo miraban sin demasiada burla. Movida a compasión, una joven lo tomó un día por el brazo, lo sacó del medio de la calle y lo llevó hacia la vereda. Ni siquiera pensó en agradecer a su gentil bienhechora. Él pasaba al lado de sus mejores amigos sin verlos y sin responderles cuando ellos le dirigían la palabra. La idea fija se había apoderado de él –la idea fija–, ese sutil matiz que separa el genio de la locura.

Un día, conversando con uno de sus amigos en el laboratorio, Thilorier dijo:

–¡Pues bien! ¡Finalmente resolví mi problema! Como sabes, hace algunas semanas mi aparato de condensación se quebró en la Sorbona...

–¿Algunas semanas? –lo interrumpí. ¡Esto fue hace varios años!

–¡Ah! –continuó él sin perturbarse. ¿Entonces llevé tanto tiempo para resolver mi problema? A fin de cuentas, ¡qué importan algunas semanas o algunos años si ya tengo la solución! ¡Sí, amigo mío, no sólo una explosión es imposible, sino que yo también domino esa fuerza terrible! ¡Hago lo que quiero con ella: es mi esclava! ¡Puedo usarla a voluntad para arrastrar masas enormes, para mover máquinas gigantescas o para obligarla a desempeñar, sin perjuicio, las funciones más delicadas y más frágiles!

Y como yo lo miraba con estupefacción, exclamó riéndose:

–¡No dudes! ¡Cree en lo que te digo! Observa estos planes, estos diseños, y si no crees en lo que está delante de tus ojos, ¡escúchame!

E inmediatamente, con una lucidez que no dejaba ninguna duda posible –incluso para un hombre extraño a los arcanos de la Ciencia–, explicaba los medios que pretendía poner en práctica. No se le podía hacer una sola objeción: su teoría era irrefutable en todos los puntos.

–Necesito tres días para fabricar mi aparato, continuó él. Quiero construirlo enteramente con mis manos. Ven a verme pasado mañana... Y tú que no me abandonaste, tú que no dudaste de mí, tú que me defendiste con la pluma, tú serás el primero a disfrutar y a compartir mi éxito.

En efecto, yo era fiel.

Cuando volví y pasé por la portería, la encargada me llamó.

–¡Ah, señor! –me dijo ella. Qué gran infortunio, ¿no es verdad? ¡Un hombre tan valiente! ¡Una persona verdaderamente auténtica! ¡Morir tan rápido!

–¿A quién se refiere?

–Al Sr. Thilorier. Murió hace poco.

¡Ay! Infelizmente ella decía la verdad. Una muerte súbita sorprendió a mi desdichado amigo en su laboratorio.

¿Y qué ocurrió con su descubrimiento? En su casa no se encontró ningún trazo de los diseños que me había mostrado; sus notas, si es que las dejó, también fueron perdidas. ¿Habría encontrado él la solución que buscaba para su gran problema? ¡Sólamente Dios lo sabe! Sólo Dios, que únicamente le permitió transmitir su pensamiento sublime o loco a un profano, incapaz de discernir lo verdadero de lo falso, y sobre todo de acordarse de la teoría sobre la cual el inventor se basaba.

Sea como fuere, hoy la condensación del ácido carbónico no es más que una experiencia curiosa que los profesores raramente demuestran en sus cursos.

Si Thilorier hubiera vivido algunos días más, tal vez el ácido carbónico hubiese transformado la faz del mundo.

SAM

¿Thilorier había o no encontrado lo que buscaba? En todo caso, podría ser interesante saber lo que al respecto piensa como Espíritu.

1. Evocación. –Resp. Estoy aquí muy alegre con vosotros.

2. Hemos deseado conversar con vos, porque hemos pensado en cuánto provecho sacaremos de una conversación con un Espíritu que, cuando encarnado, ha sido un científico como vosotros. –Resp. Un científico, en Espíritu, es a menudo bien más elevado en la Tierra que en el Cielo; sin embargo, cuando la Ciencia sea compañera de la moralidad, será una garantía de superioridad espírita.

3. Como físico, estuvisteis ocupado especialmente en la búsqueda de un motor para reemplazar el vapor, y pensasteis haberlo encontrado en el ácido carbónico condensado; ¿qué pensáis ahora al respecto? –Resp. Mi idea era tan fija sobre este objeto de estudio, que me había hecho tener un sueño en la víspera de mi muerte o, para ser más exacto, en el momento de mi resurrección espiritual.

4. Algunos días antes de morir pensasteis haber encontrado la solución de la dificultad práctica; ¿habíais realmente encontrado ese medio? –Resp. Os he dicho que la sobreexcitación de mi imaginación me había hecho tener un sueño fantástico sobre este asunto, y que enuncié despierto; en términos propios, era lo que llamáis locura. Lo que yo había soñado no era absolutamente aplicable.

5. ¿Estabais aquí cuando fue leída la noticia que hizo referencia a vos? –Resp. Sí.

6. ¿Qué pensáis al respecto? - R. Poca cosa; reposo en el seno de mi ángel guardián, porque mi pobre alma ha salido muy herida de mi cuerpo miserable.

7. A pesar de eso, ¿podríais responder a algunas preguntas relativas a las Ciencias? –Resp. Sí, por el momento no veo inconvenientes en volver a entrar en el laberinto de la Ciencia.

8. ¿Pensáis que el vapor pueda ser reemplazado un día por otro motor? –Resp. Éste será aún más perfeccionado; sin embargo, creo que en el futuro la inteligencia humana encontrará un medio de simplificarlo todavía más.

9. ¿Qué pensáis del aire comprimido como motor? –Resp. El aire comprimido es un excelente motor, más leve que el vapor y más económico. Cuando se sepa utilizarlo tendrá más fuerza y, por lo tanto, más velocidad.

10. ¿Qué pensáis ahora del ácido carbónico condensado, usado para tal fin? –Resp. Yo estaba aún muy atrasado; serán necesarias numerosas experiencias y estudios largos y difíciles para llegar a un resultado satisfactorio. ¡La Ciencia tiene tanto por hacer todavía!

11. De los diferentes motores que están siendo estudiados, ¿cuál de ellos pensáis que deberá prevalecer? –Resp. Ahora, el vapor; más tarde, el aire comprimido.

12. ¿Habéis vuelto a ver a Arago? –Resp. Sí.

13. ¿Conversáis juntos sobre las Ciencias? –Resp. Algunas veces las facultades de nuestra inteligencia se vuelven hacia los estudios humanos; gustamos mucho asistir a las experiencias que se hacen; pero cuando se regresa al Cielo, uno no piensa más en esto; y además, por el momento, estoy reposando, como ya os he dicho.

14. Os ruego que aún respondas una cuestión muy seria, y si no la podéis contestar por vos mismo, tened la bondad de asistiros por un Espíritu que esté más apto para responderla.

Siempre nos han dicho que los Espíritus sugieren ideas a los hombres y que muchos descubrimientos tienen este origen; pero como todos los Espíritus no saben todo, y por eso buscan instruirse, ¿podríais decirnos si algunos de ellos hacen investigaciones y descubrimientos en la condición de Espíritu? –Resp. Sí. Cuando un Espíritu ha llegado a un grado bien adelantado, Dios le confía una misión y lo encarga de ocuparse de tal o cual Ciencia que sea útil a los hombres; entonces, esta inteligencia, que es obediente a Dios, busca en los secretos de la naturaleza –que Dios le permite vislumbrar– todo lo que sea necesario para aprender esto; y cuando lo hubo estudiado bastante, se dirige a un hombre capaz de captar lo que a su turno puede enseñarle. De repente este hombre es visitado insistentemente por un pensamiento; sólo piensa en esto; habla de ese pensamiento a cada instante; sueña con él a la noche; escucha voces celestiales que le hablan. Después, cuando todo está bien desarrollado en su cabeza, este hombre anuncia al mundo un descubrimiento o un perfeccionamiento. Es así que la mayoría de los grandes hombres han sido inspirados.

15. Os agradecemos por haber tenido a bien respondernos y por haber dejado vuestro reposo por algunos instantes para conversar con nosotros. –Resp. Rogaré a Dios para que vele por vosotros y para que os inspire.

Nota – La Sra. G..., que algunas veces ve a los Espíritus, relata las impresiones que ha recibido durante la evocación de Thilorier: ella cree que ha visto a este Espíritu.

16. (A san Luis.) ¿Podríais decirnos si realmente la Sra. G... ha visto al Espíritu Thilorier? –Resp. No es exactamente este Espíritu que esta dama acaba de ver; más tarde sus ojos estarán más habituados para discernir la forma o periespíritu, y ella los distinguirá perfectamente; por el momento es una especie de imagen.

Nota Las siguientes preguntas complementarias también han sido dirigidas a san Luis.

17. Si los autores de los descubrimientos son asistidos por Espíritus que les sugieren ideas, ¿cómo se explica que hayan hombres que creen inventar algo y que en realidad no inventan nada, o que solamente inventan quimeras? –Resp. Es que son engañados por Espíritus embusteros que, al encontrar su cerebro abierto al error, se apoderan de ellos.

18. ¿Cómo se explica que el Espíritu elija con tanta frecuencia a hombres que son incapaces de llevar a un buen fin un descubrimiento? –Resp. Los cerebros desprovistos de prevención humana son los más capaces de recibir la peligrosa semilla de lo desconocido. El Espíritu no elige a ese hombre porque ser incapaz; es el hombre que no sabe hacer fructificar la semilla que se le ha dado.

19. Pero entonces es la Ciencia que sufre con ello, y esto no explica por qué el Espíritu no se dirige de preferencia a un hombre capaz. –Resp. La Ciencia no sufre con eso, porque lo que uno esboza, el otro lo termina, y durante el intervalo la idea madura.

20. Cuando un descubrimiento es hecho prematuramente, ¿pueden obstáculos providenciales oponerse a su divulgación? –Resp. El desarrollo de una idea útil nunca se detiene: Dios no lo permitiría; es necesario que ella siga su curso.

21. Cuando Papin descubrió la fuerza motriz del vapor, se hicieron muchos ensayos para usarlo y se obtuvieron resultados bastantes satisfactorios, pero que permanecieron en estado de teoría; ¿cómo se explica que semejante descubrimiento haya quedado adormecido por tanto tiempo, a pesar de que se poseían sus elementos y pese a que no faltaban hombres capaces de fecundar esas ideas? ¿Esto ha sucedido por insuficiencia de conocimientos o porque aún no había llegado el tiempo de la revolución que dicho descubrimiento debería operar en la industria? –Resp. Para la difusión de los descubrimientos que transforman el aspecto externo de las cosas, Dios deja la idea madurar, como las espigas cuyo desarrollo el invierno no impide, sino que apenas retarda. La idea debe germinar bastante tiempo para surgir en el momento en que todos la solicitan. Ocurre lo mismo con las ideas morales, que primero germinan y sólo se implantan cuando llegan a la madurez. El Espiritismo, por ejemplo, en este momento en que se ha vuelto una necesidad, será acogido como un beneficio, porque todas las otras filosofías ya han sido inútilmente intentadas para satisfacer las aspiraciones del hombre.

SAN LUIS

El suicida de la calle Quincampoix

El año pasado los diarios relataron un ejemplo de suicidio que fue cometido en circunstancias particulares: era el comienzo de la Guerra de Italia; un hombre, padre de familia, que gozaba de la estima general de todos sus vecinos, tenía un hijo que había sido sorteado para el servicio militar. Imposibilitado, por su posición, de eximirlo de dicho servicio, se le ocurrió la idea de suicidarse para que el joven quedara exento como hijo único de una viuda.

¿Era esa muerte una prueba para el padre o para la madre? En todo caso, es probable que Dios haya tomado en cuenta la dedicación de este hombre, y que el suicidio no haya tenido para él las mismas consecuencias que si se hubiera cometido por otros motivos.

(A san Luis.) ¿Podríais decirnos si podemos evocar al hombre que acabamos de mencionar? –Resp. Sí, él estará muy satisfecho por ello, porque se sentirá más aliviado.

1. Evocación. –Resp. ¡Oh, gracias! Sufro mucho, pero ... es justo; sin embargo, habrá de perdonarme.

Nota El Espíritu escribe con gran dificultad; los caracteres son irregulares y muy mal formados; se detiene después de la palabra pero y trata en vano de escribir, no haciendo más que rasgos indescifrables y algunos puntos. Es evidente que no pudo escribir la palabra Dios.

2. Llenad el espacio que acabáis de dejar. –Resp. Soy indigno de hacerlo.

3. Habéis dicho que sufrís; sin duda habéis cometido un error al suicidaros. No obstante, el motivo que os ha llevado a este hecho, ¿no ha merecido alguna indulgencia? –Resp. Mi punición será menos larga, pero no por eso la acción deja de ser mala.

4. ¿Podríais describirnos la punición que sufrís, dándonos al respecto los detalles que sean posibles para nuestra instrucción? –Resp. Sufro doblemente, en el alma y en el cuerpo; en este último, sufro aunque no lo posea más, como el mutilado que siente dolor en el miembro que le han amputado.

5. ¿Vuestro suicidio ha tenido como único motivo la exención de vuestro hijo, o ha concurrido para ello alguna otra razón? –Resp. Sólo el amor paterno me ha guiado, pero me ha guiado mal; en consideración a ese motivo, mi pena será abreviada.

6. ¿Podéis vislumbrar el término de vuestros sufrimientos? –Resp. No veo su término, pero tengo la certeza de que ha de llegar, lo que es un alivio para mí.

7. Hace poco no pudisteis escribir el nombre de Dios. Sin embargo, hemos visto a Espíritus muy sufridores que lo han hecho; ¿esto forma parte de vuestra punición? –Resp. Podré hacerlo con grandes esfuerzos de arrepentimiento.

8. ¡Pues bien! Haced dichos esfuerzos e intentad escribirlo; si lo conseguís, estamos convencidos de que seréis aliviado.

El Espíritu finalmente escribió lo siguiente, con caracteres irregulares, trémulos y muy gruesos: «Dios es muy bueno».

9. Os agradecemos por haber acudido a nuestro llamado, y rogaremos a Dios para que extienda su misericordia sobre vos. –Resp. Sí, por favor.

10. (A san Luis.) ¿Podríais darnos vuestra apreciación personal sobre la acción cometida por el Espíritu que acabamos de evocar? –Resp. Este Espíritu sufre justamente, porque no ha tenido confianza en Dios, lo que constituye una falta siempre punible; la punición sería terrible y más larga si no tuviese como atenuante un motivo loable, que era el de impedir que su hijo se expusiera a la muerte en la guerra. Dios que ve en lo más profundo de los corazones y que es justo, le impone una sanción de acuerdo con sus acciones.

Nota – Este hombre, por su acción, tal vez haya impedido que se cumpliera el destino de su hijo; en principio, no es cierto que éste fuese morir en la guerra, y quizá la carrera militar debía proporcionarle la ocasión de hacer algo útil para su adelanto. Indudablemente, esta consideración no es extraña a la severidad del castigo que le es infligido. Su intención era buena, sin duda, y por eso será tenida en cuenta; la intención atenúa el mal y merece indulgencia, pero no impide que el mal sea mal. Si así no fuese, teniendo sólo en cuenta la intención, se podrían disculpar todas las faltas, e incluso matar con el pretexto de tener una buena intención. Por ejemplo, se podría creer que fuese permitido matar a un hombre que sufre sin esperanza de cura, por el motivo de querer abreviar sus sufrimientos. No, porque con esto abreviamos la prueba que él debe experimentar, y se le hace más mal que bien. Una madre que matase a su hijo en la suposición de que lo envía al cielo, ¿será menos culpable por haberlo hecho con una buena intención? Con este sistema estarían justificados todos los crímenes que el fanatismo ciego ha cometido en las guerras de religión.





Variedades

El prisionero de Limoges

El siguiente hecho ha sido comunicado a la Sociedad por el Sr. Achille R..., uno de sus miembros, según una carta de uno de sus amigos de Limoges, fechada el 18 julio:

«Nuestra ciudad se ocupa en este momento con un hecho interesante para los espíritas, y que me adelanto en pasar al Sr. Kardec por vuestro intermedio. Yo mismo he recogido las informaciones más circunstanciadas junto a los testigos del hecho en cuestión, es decir, en la prisión donde está el héroe de la aventura en este instante.

«Un soldado del Regimiento de Infantería Nº 1, llamado Mallet, ha sido condenado a un mes de prisión por haber desviado la suma de tres francos que pertenecían a uno de sus camaradas. Su pena terminará en siete días. Este joven militar tenía un hermano de 19 años que murió hace aproximadamente ocho años –el cual era empleado–, y desde hace siete años que él ve, por lo menos cuatro noches a la semana, después de la medianoche, una gran llama en medio de la cual se destaca un pequeño cordero. Esta visión lo aterroriza, pero no se atreve a hablar de la misma; cuando estaba solo en su celda, se quedó aún más espantado, y suplicó al carcelero que le trajera compañeros. Así, fueron con él cuatro soldados del Regimiento de Cazadores a Caballo Nº 2. A la una de la madrugada, al haberse levantado Mallet, los cuatro testigos también vieron la llama y el cordero en el medio.

«Como os he dicho, esta aparición se repite frecuentemente; el pobre muchacho se queda tan afligido y tan desolado que llora y no se alimenta más. El médico jefe del regimiento quiso por sí mismo cerciorarse del hecho, pero no permaneció bastante tiempo, y la visión sólo tuvo lugar una hora y media después de su salida. Un abate de Saint-Michel, el Sr. F..., fue más afortunado al parecer, porque tomó nota sobre eso. Le haré una visita para preguntarle qué piensa al respecto.

«Pero esto no es todo. El carcelero me ha dicho que varias veces ha visto la puerta del calabozo abierta por la mañana, aunque en la víspera le hubiese echado el cerrojo cuidadosamente. Aconsejaron a Mallet para que interrogara al cordero, lo que hizo la noche pasada, y le han sido respondidas estas palabras, que escuché textualmente de su boca: Mandad rezar por mí un de profundisy misas; soy tu hermano; no volveré más. Tal es el relato exacto de los hechos; yo los entrego al Sr. Kardec para que él haga el uso que crea conveniente.»

Preguntas de un espírita de Sétif al Sr. Oscar Comettant

La siguiente carta nos ha sido enviada por uno de nuestros suscriptores de Sétif (Argelia), donde hay numerosos adeptos que
reciben notables comunicaciones, de las cuales ya hemos informado a nuestros lectores.

Señor:

El Sr. Dumas ya os ha hablado de un fenómeno extraordinario que se ha producido hace algún tiempo en la persona de mi hijo de dieciséis años, médium de un género singular: cada vez que se hace una evocación por su intermedio, él adormece sin ser magnetizado, y en ese estado responde a todas las preguntas que, a través de él, son dirigidas al Espíritu. Al despertar, no conserva recuerdo alguno. Inclusive responde en latín, en inglés, en alemán, idiomas de los que no tiene ningún conocimiento. Es un hecho que muchas personas han podido constatar y que yo garantizo por lo que hay de más sagrado, incluso al Sr. Oscar Comettant. Tengo en manos un folletín de la autoría de este último, del 27 de octubre de 1859, donde él escribió: “¿Pero entonces en qué creéis?, me preguntará quizá el Sr. Allan Kardec”. Sr. Comettant, yo no os preguntaré si creéis en alguna cosa, primero porque esto poco me importa, y después porque hay hombres que no creen en nada. El Sr. Oscar Comettant se apoya en la autoridad de Voltaire, que no creía en lo que su razón no podía comprender; está equivocado, porque a pesar del inmenso conocimiento que Dios le había dado a Voltaire, hay miles de cosas que hoy son conocidas y que su razón nunca sospechó. Ahora bien, al negar un hecho cuya realidad no se quiere constatar, pregunto, en conciencia, de qué lado está el absurdo.

Me dirijo directamente al Sr. Comettant y le digo: Admitamos que no sean los Espíritus que nos hablan; pero entonces dadnos una explicación lógica del hecho que he citado; si vos lo negáis a priori, yo os llamo al tribunal de la razón que invocáis; si me sorprendéis en una flagrante mentira, consiento en retractarme públicamente o en pasar por un loco; en caso contrario, estoy totalmente preparado para entrar en lucha con vos en el terreno de los hechos. Pero antes de entablar la discusión, os preguntaré:

1º) ¿Creéis en el sonambulismo natural y habéis visto a individuos en ese estado?

2º) ¿Habéis visto escribir a sonámbulos?

3º) ¿Habéis visto a sonámbulos respondiendo a preguntas mentales?

4º) ¿Habéis visto a sonámbulos que responden en idiomas que le son desconocidos?

Preciso de un o de un no, pura y simplemente, a todas estas preguntas. Si respondéis que , pasaremos a otra cosa; si respondéis que no, me encargo de haceros ver eso, y entonces consentiréis en explicarme la cuestión a vuestra manera.

Atentamente,
COURTOIS.

Haremos las siguientes reflexiones sobre la carta anterior. Es probable que el Sr. Comettant no responda al Sr. Courtois, así como no lo ha hecho a otras personas que le han escrito sobre el mismo tema. Si aquél entablase una polémica, sería sin duda en el terreno del sarcasmo, terreno sobre el cual siempre se dice la última palabra, y en el que ningún hombre serio gustaría seguirlo. Por lo tanto, que el Sr. Courtois lo deje en la momentánea quietud de su incredulidad, ya que ésta le basta y porque él se contenta con ser materia; puesto que sólo tiene bromas para oponer, es porque no tiene nada mejor para decir; ahora bien, como las bromas no son razones, él se ha confesado vencido a los ojos de las personas sensatas.

El Sr. Courtois se equivoca en tomarse a pecho las negaciones de los incrédulos. Los materialistas ni siquiera creen que tienen un alma, y se reducen al modesto papel de máquinas; ¿cómo pueden ellos admitir que existen Espíritus fuera de ellos, cuando no creen que en sí mismos son Espíritus? Por lo tanto, hablarles de los Espíritus y de sus manifestaciones es comenzar por donde se debería terminar; al no admitir la causa primaria, no pueden admitir sus consecuencias. Por cierto dirán que si tienen raciocinio, ellos deben ceder ante la evidencia; es verdad; pero es precisamente este raciocinio que les falta. Además, se sabe que no hay peor ciego que el que no quiere ver. Por lo tanto, dejémoslos tranquilos, porque sus negaciones no impedirán que se propague la verdad, así como no pueden impedir que fluya el agua.






Dictados espontáneos y disertaciones espíritas

Desarrollo de las ideas
A propósito de la evocación de Thilorier (médium: Sra. de Costel)

Voy a hablaros de la necesidad de reunir elementos diversos del Espíritu para formar un todo. Es una ilusión común el creer que una aptitud especial necesite solamente de un estudio especial para desarrollarse. No; el Espíritu humano, como un río, aumenta con todos sus afluentes. El hombre no debe aislarse en su trabajo, es decir, debe hacer brotar la fuerza de las ideas a través de los contrastes más opuestos. La originalidad es el contraste de las ideas madres; es una de las más raras superioridades; es sofocada desde la infancia por la absurda regla que rebaja a todos los Espíritus en el mismo nivel. Voy a explicar mi idea. Thilorier, que acaban de evocar, era un inventor apasionado, una inteligencia activa; pero él mismo se había limitado a la esfera de la invención, es decir, a una idea fija. Nunca se asomaba a la ventana para observar pasar las ideas de los otros; de esa manera, quedó prisionero de su propio cerebro; el genio fluctuaba a su alrededor, pero al encontrar todas las salidas cerradas, permitió que la locura –su hermana– penetrara e invadiese el lugar tan bien guarnecido. Y Thilorier, que podría haber dejado un nombre inmortal, vive solamente en el recuerdo de algunos científicos.

GEORGES (Espíritu familiar)

Máscaras humanas
(Médium: Sra. de Costel)

Os hablaré de la singular necesidad que tienen los mejores Espíritus en inmiscuirse siempre en las cosas que le son más extrañas; por ejemplo, un excelente comerciante no dudará un instante de su aptitud política, y el mayor diplomático tendrá amor propio al decidir las cosas más frívolas. Este defecto, común a todos y a todas, no tiene otro móvil sino el de la vanidad, y ésta solamente tiene necesidades ficticias; ante todo, la vanidad busca lo que es falso, ya sea para el cuerpo, para el Espíritu o para el propio corazón; ella vicia el instinto de lo bello y de lo verdadero; lleva a las mujeres a desnaturalizar su belleza; persuade a los hombres a buscar precisamente lo que es más perjudicial para ellos. Si los franceses y las francesas no tuviesen ese defecto, ellos serían los más inteligentes del mundo, y ellas las más seductoras Evas conocidas. Por lo tanto, no tengamos esta absurda debilidad; tengamos el coraje de ser nosotros mismos, de llevar el color de nuestro Espíritu, como el de nuestros cabellos. Pero los tronos se derrumbarán, las repúblicas se establecerán, antes que un francés ligero renuncie a sus pretensiones de gravedad, y que una francesa lo haga a sus pretensiones de firmeza. Es la máscara continua, en que cada uno viste la ropa de otra época, o incluso simplemente la de su vecino; es la máscara política, es la máscara religiosa, en que todos, arrastrados por el desvarío, os buscáis perdidamente, no encontrando en este tumulto ni vuestro punto de partida, ni vuestro objetivo.

DELPHINE DE GIRARDIN

El saber de los Espíritus
(Médium: Srta. Huet)

En el estudio del Espiritismo hay un error muy grave que se propaga cada día más y que casi se vuelve el móvil que hace que los otros vengan a nosotros: es el de creer que somos infalibles en nuestras respuestas; piensan que nosotros debemos saber todo, ver todo y prever todo. ¡Es un error, un gran error! Ciertamente, al no estar nuestra alma encerrada en un cuerpo material –como un pájaro en una jaula–, se lanza al espacio; los sentidos de esa alma se vuelven más aguzados, más desarrollados; observamos y escuchamos mejor, pero no podemos saber todo ni estar en todas partes, porque no tenemos el don de la ubicuidad; ¿qué diferencia, pues, habría entre nosotros y Dios, si nos fuese permitido conocer el futuro y anunciarlo con precisión? Esto es imposible. Ciertamemente sabemos más que los hombres; algunas veces podemos leer el pensamiento y el corazón de aquellos que nos hablan, pero ahí se detiene nuestra ciencia espírita. Por lo tanto, corregid la idea de interrogarnos únicamente para saber lo que sucede en tal o cual parte del globo, con relación a un descubrimiento material, comercial o para sed advertidos de lo que ocurrirá mañana, en los asuntos políticos e industriales. Os informaremos siempre sobre nuestro estado, acerca de nuestra existencia extracorpórea y sobre la bondad y la grandeza de Dios; en fin, acerca de todo lo que pueda servir para vuestra instrucción y para vuestra felicidad presente y futura, pero no nos preguntéis lo que no podemos o no debemos deciros.

CHANNING

Los orígenes
(Médium: Sra. de Costel)

En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios. Así enseña el Evangelio de san Juan; es decir, en el comienzo era el principio, y el principio era Dios, el Creador de todas las cosas, que no dudó ni en la formación del hombre ni en la del globo. Dios ha creado al hombre tal cual es hoy, dándole, al salir de Sus manos, el libre albedrío y el poder de progresar. Dios ha dicho al mar: No irás más lejos. Al contrario, Él ha dicho a los hombres al mostrales el Universo: Todo esto es vuestro; trabajad, desarrollad, descubrid los tesoros que están en germen sembrados en todas partes –en el aire, en las olas, en el seno de la tierra. Trabajad y amad; no dudéis de vuestro origen divino: él es directo; no sois fruto de una lenta progresión; no habéis pasado por la ramificación animal; sois positivamente hijos de Dios. Entonces, ¿de dónde viene el pecado? El pecado es creado por vuestras propias facultades, siendo lo opuesto y la exageración de las mismas.

No hubo un primer hombre, padre del género humano, así como no hubo un único sol para iluminar el Universo. Dios abrió su gran mano y, con la misma profusión, esparció la raza humana en los mundos, como las estrellas en los Cielos; Espíritus animados por Su soplo luego revelaron su existencia a los hombres, bien antes de los profetas que conocéis; otros enviados desconocidos comenzaron a cultivar las almas ignorantes de sí mismas. Los animales fueron creados al mismo tiempo que los hombres, siendo aquéllos dotados de instinto, pero no de inteligencia progresiva. De esta manera, los animales conservaron los tipos primitivos y, salvo su domesticación individual, son los mismos que en el tiempo de los patriarcas. Los cataclismos de los diluvios –porque no hubo uno solo, sino varios– hicieron desaparecer razas enteras de hombres y de animales; son consecuencias geológicas que todavía os amenazan.

Los hombres descubren, pero no inventan nada; así, las creencias mitológicas no eran meras ficciones, sino revelaciones de Espíritus inferiores; los sátiros y los faunos eran espíritus secundarios, que habitaban los bosques y los campos, como aún lo hacen hoy. Por entonces les era permitido manifestarse con más frecuencia a los ojos de los hombres, porque el materialismo no estaba depurado por el Cristianismo y por el conocimiento de un Dios único. El Cristo destruyó el imperio de los Espíritus inferiores, a fin de establecer el imperio del Espíritu sobre la Tierra. Esta es la verdad: os lo afirmo en el nombre de Dios todopoderoso.

LÁZARO

El futuro
(Médium: Sr. Coll.)

El Espiritismo es la ciencia de toda luz; ¡feliz la sociedad que lo ponga en práctica! Solamente entonces la edad de oro o, mejor dicho, la era del pensamiento celestial reinará entre vosotros. Y no creáis que por esto tendréis menos satisfacciones terrenas; muy por el contrario, todo será felicidad para vosotros, porque en ese tiempo la luz os hará ver la verdad bajo un aspecto más agradable; lo que los hombres enseñarán no será más esa Ciencia capciosa que os hace ver, bajo la máscara engañosa del bien general o de un bien próximo –en el cual, frecuentemente los propios que enseñan no tienen ninguna confianza–, la mentira y la codicia, el deseo de tener todo, en provecho de una secta, y a veces en provecho de uno solo. Ciertamente que los hombres no serán perfectos; pero entonces lo falso será tan restricto, los malos tendrán tan poca influencia, que ellos solamente se complacerán en minoría. En ese tiempo, los hombres comprenderán el trabajo y todos llegarán a la riqueza, porque no desearán lo superfluo, haciendo grandes obras en provecho de todos. El amor, esta palabra tan divina, no tendrá más la acepción impura que le dais; todo sentimiento personal desaparecerá ante esa enseñanza, que se encuentra en estas palabras del Cristo: Amaos los unos a los otros como a vosotros mismos.

Al llegar a esta creencia, todos seréis médiums; todos los vicios que degradan vuestra sociedad desaparecerán; todo se volverá luz y verdad. El egoísmo, este gusano que corroe y que retarda todo progreso, que sofoca todo sentimiento fraternal, no tendrá más acceso a vuestras almas; vuestras acciones no tendrán más por móvil la avaricia y la lujuria; amaréis a vuestra mujer porque ella tendrá el alma buena, y ella os amará porque verá en vosotros al hombre elegido por Dios para proteger su delicadeza; ambos os ayudaréis a soportar las pruebas terrenas y seréis los instrumentos consagrados a la propagación de seres destinados a mejorarse, a progresar, a fin de llegar a mundos mejores, donde a través de un trabajo aún más inteligente os elevaréis en dirección a nuestro Supremo Bienhechor.

¡Id, espíritas! Perseverad; haced el bien por el bien mismo; suavemente dejad a un lado a los escarnecedores; recordad que todo es armonía en la Naturaleza, que la armonía está en los mundos superiores y que, a pesar de lo que digan ciertos incrédulos, vosotros también tendréis vuestra armonía relativa.

SAN LUIS

La electricidad espiritual
(Médium: Sr. Didier Hijo)

El hombre es un ser muy singular y muy débil a la vez; es singular en el sentido de que, en medio de los fenómenos que lo rodean, no por eso deja de seguir su curso ordinario, espiritualmente hablando; débil en el sentido de que, después de haber visto y de haberse admirado, sonríe porque su vecino ha sonreído, y no piensa más en aquello. Y notad que no hablo aquí de seres vulgares, sin reflexión y sin instrucción; no, hablo de personas inteligentes y, en la mayoría, esclarecidas. ¿De dónde viene ese fenómeno? Porque, pensándolo bien, es un fenómeno moral. ¡Pues bien! El Espíritu comenzó a obrar sobre la materia a través del magnetismo y de la electricidad; luego entró en el propio corazón del hombre, ¡y el hombre no lo percibió! ¡Extraña ceguera! Ceguera que no ha sido producida por una causa extraña, sino voluntaria, oriunda del Espíritu; después vino el Espiritismo, que produjo una conmoción en el mundo, y el hombre publicó libros muy eruditos, alegando: Es una causa natural, es simplemente la electricidad, una ley física, etc.; y el hombre quedó satisfecho. Pero estad ciertos: el hombre tendrá que escribir muchos libros todavía, antes que pueda comprender lo que está escrito en el libro de la Naturaleza, el libro de Dios. La electricidad, esta sutileza entre el tiempo y lo que no es más tiempo, entre lo finito y lo infinito, no ha podido aún ser definida por el hombre; ¿por qué? Sabedlo: sólo podréis definirla a través del magnetismo, esa manifestación material del Espíritu. Solamente conocéis la electricidad material; más tarde, también conoceréis la electricidad espiritual, que no es otra sino la del reino eterno de la idea.

LAMENNAIS

Explicaciones sobre la comunicación precedente

1. ¿Tendríais la bondad de darnos algunas explicaciones sobre ciertos pasajes de vuestro último dictado, que nos parecen un poco confusos? –Resp. Lo que pueda hacer a tiempo, lo haré.

2. Decís: La electricidad, esta sutileza entre el tiempo y lo que no es más tiempo, entre lo finito y lo infinito; esta frase no nos parece muy clara; ¿tendríais la bondad de desarrollarla? –Resp. La explico de la siguiente manera, que es la más simple que puedo encontrar. Para vosotros el tiempo existe, ¿no es así? Para nosotros no existe. He definido la electricidad de este modo: esta sutileza entre el tiempo y lo que no es más tiempo, porque esa parte del tiempo de que antaño precisabais serviros para poder hablaros de un extremo al otro del mundo, esta porción del tiempo no existe más. Más tarde vendrá esta electricidad, que no será otra sino el pensamiento del hombre atravesando el espacio; en efecto, ¿no es ésta la imagen más llamativa entre lo finito y lo infinito, entre el pequeño medio y el grande medio? En una palabra, quiero decir que la electricidad suprime el tiempo.

3. Más adelante decís: Solamente conocéis la electricidad material; más tarde, también conoceréis la electricidad espiritual; ¿con esto entendéis los medios de comunicación de hombre a hombre por vía medianímica? –Resp. Sí, como medio de progreso; más tarde vendrá otra cosa. Dad aspiraciones al hombre: primero él comprende; después ve.


Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas

Esta obra está enteramente agotada y no será reimpresa. Ha de ser reemplazada por un nuevo trabajo –en este momento en prensa– que es mucho más completo y que tiene otra planificación.

ALLAN KARDEC




Septiembre

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Aviso
La oficina de redacción de la REVISTA ESPÍRITA y el domicilio particular del Sr. ALLAN KARDEC han sido transferidos a la calle Sainte-Anne Nº 59, Pasaje Sainte-Anne.

Viernes 27 de julio de 1860 (Sesión general)

Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 20 de julio.

Comunicaciones diversas – 1ª) Reseña de la Srta. P... sobre el poema que el Sr. de Porry, de Marsella, ha dirigido a la Sociedad, intitulado: Linda, leyenda gala. La Srta. P... analiza el tema de la obra y reconoce en el mismo pensamientos de gran elevación muy bien expresados; pero salvo por las ideas cristianas, en general, ella no ve nada allí –o pocas cosas– que tenga relación directa con el Espiritismo; el autor le parece más espiritualista que espírita. No por eso su obra es menos notable –dice ella–, y será leída con interés por todos los aficionados de la buena poesía.

2ª) Carta del Sr. X..., que hace un sucinto análisis de la doctrina del Sr. Rigolot, de Saint-Étienne. Según esta doctrina, el mundo espiritual no existe; después de la muerte del cuerpo, los Espíritus son inmediatamente reunidos a Dios. Solamente tres Espíritus pueden comunicarse con los hombres por vía medianímica: Jesús, director y protector de nuestro globo; María, su madre, y Sócrates. Todas las comunicaciones, cualquiera que sea su naturaleza, emanan de ellos; dice él que son los únicos que se le manifiestan, y cuando le dictan cosas groseras, él piensa que es para ponerlo a prueba.

Al respecto, se establece una discusión que se resume así:

La Sociedad es unánime en declarar que la razón se rehúsa a admitir que el Espíritu del bien por excelencia, el modelo de las más sublimes virtudes pueda dictar cosas malas, y que hay una especie de profanación en suponer que comunicaciones indignas y torpes, e incluso obscenas –como a veces se han visto– puedan emanar de una fuente tan pura. Por otro lado, admitir que todas las almas son inmediatamente reunidas a Dios después de la muerte, es negar el castigo del culpable, porque no se podría pensar que el seno de Dios que nos enseñan a mirar como la suprema recompensa, sea al mismo tiempo un foco de dolor para el que ha vivido mal. Si en esa fusión divina el Espíritu pierde su individualidad, estamos ante una variedad de panteísmo. Tanto en un caso como en el otro, según esta doctrina, el culpable no tiene ningún motivo para detenerse en el camino del mal, pues son superfluos los esfuerzos para hacer el bien; es al menos lo que resalta de los principios generales que parecen formar su base.

La Sociedad no conoce lo bastante el sistema del Sr. Rigolot para juzgarlo en sus detalles; ignora cómo él explica una multitud de hechos patentes: por ejemplo, los de apariciones; aquellos en que el Espíritu de un pariente evocado prueba materialmente su identidad; ¿sería entonces Jesús el que simularía tales personajes? ¿Sería incluso Él quien, en el fenómeno de los Espíritus golpeadores, vendría a tocar el tambor o las arias rítmicas? Después de haber desempeñado el odioso papel de tentador, ¿vendría a servir de entretenimiento? Hay incompatibilidad moral entre lo trivial y lo sublime, entre el bien absoluto y el mal absoluto.

El Sr. Rigolot siempre se mantuvo aislado de los otros espíritas, lo que es un error; para conocer bien una cosa es preciso ver todo, profundizar en todo, comparar todas las opiniones, oír los pros y los contras, escuchar todas las objeciones y finalmente aceptar sólo lo que la más severa lógica puede admitir. Es lo que incesantemente nos recomiendan los Espíritus que nos dirigen, y es por esto que la Sociedad ha tomado el nombre de Sociedad de Estudios, nombre que implica la idea de examen y de investigaciones. Nos es lícito pensar que si el Sr. Rigolot hubiese seguido este camino, habría reconocido en su teoría puntos en manifiesta contradicción con los hechos. Su alejamiento de los otros espíritas no le permite tener sino comunicaciones de una sola naturaleza, y naturalmente le impide ver aquello que podría esclarecerlo sobre su insuficiencia en resolver todas las cuestiones; es lo que se constata en la mayoría de los médiums que se aislan: están en la condición de aquellos que, sólo oyendo una única campana, no oyen más que un sonido.

Tal es la impresión que la Sociedad tiene con respecto a esta doctrina que le parece incapaz de explicar todos los hechos.

3ª) Se hace mención a una carta del Dr. Morhéry, que da nuevos detalles acerca de la Srta. Godu, dando continuación a sus observaciones sobre las curas obtenidas; referencia a otra carta del Dr. de Grand-Boulogne, sobre el papel de los Espíritus golpeadores. Dada su extensión, su lectura ha sido dejada para la próxima sesión.

4ª) El Sr. Allan Kardec relata un hecho interesante que ha sucedido en su casa, en una sesión particular. A esta sesión asistía el Sr. Rabache, muy buen médium, por el cual se había comunicado espontáneamente Adam Smith en un café de Londres. Al haber sido evocado Adam Smith por intermedio de otra médium –la Sra. de Costel–, él respondió simultáneamente en francés, a través de esta dama, y en inglés, a través del Sr. Rabache; varias respuestas eran de una identidad perfecta, siendo inclusive la traducción literal una de la otra.

5ª) Relato de diversas manifestaciones físicas ocurridas con el Sr. B..., presente en la sesión; entre otros hechos, tuvo lugar el del aporte de un tapón arrojado en un cuarto, y el de un frasco de agua fluidificada que tenía un aroma tan fuerte que impregnó todo el departamento.

Estudios – 1º) Evocación del musulmán Séih-ben-Moloka, fallecido en Túnez a la edad de 110 años, cuya vida entera ha sido marcada por actos de beneficencia y de generosidad. Sus respuestas revelan un Espíritu elevado, aunque, cuando encarnado, no estuviera exento de los prejuicios de secta.

2º) Dos dictados espontáneos son obtenidos: el primero por el Sr. Didier, acerca de la Conciencia, firmado por Lamennais; el segundo por la Sra. Lubr..., sobre consejos diversos, firmado por Paul.

Viernes 3 de agosto de 1860 (Sesión particular)

Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 27 de julio.

Lectura de una carta del Sr. Darcol, en la que propone a la Sociedad hacer una suscripción para los cristianos de Siria. Basa su propuesta en los principios de humanidad, de caridad y de tolerancia que son la propia esencia del Espiritismo y que deben guiar a la Sociedad.

Al haber examinado la propuesta y haciendo justicia a las buenas intenciones del Sr. D..., la Comisión piensa que la Sociedad debe abstenerse de toda manifestación extraña al objeto de sus estudios, y que a cada socio debe dejar libre para actuar individualmente.

La Sociedad no ve en esta actitud nada que pueda ser visto con malos ojos; muy por el contrario. Pero considerando la ausencia de la mayoría de los miembros que está de vacaciones, la misma pospone el examen de la propuesta a su regreso.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, la Sociedad decide entrar en vacaciones durante el mes de septiembre.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Dr. Morhéry.

2ª) Carta del Sr. Indermuhle, miembro de la Sociedad, que habla de la buena aceptación de las ideas espíritas que se verifica entre las personas de la clase rural. Cita al respecto un opúsculo alemán, intitulado: Die Ewigkeit kein geheimniss mehr (No hay más secretos sobre la eternidad) y que se propone a enviar a la Sociedad.

3ª) Carta del Dr. de Grand-Boulogne sobre las manifestaciones físicas como medio de convicción. Él piensa que sería una equivocación considerar a todos los Espíritus golpeadores como siendo de un orden inferior, ya que él mismo ha obtenido comunicaciones de un orden muy elevado a través de golpes.

El Sr. Allan Kardec responde que la tiptología es un medio de comunicación como cualquier otro, del cual pueden servirse los Espíritus más elevados cuando no disponen de otro más rápido. No todos los Espíritus que se comunican por medio de golpes son Espíritus golpeadores, e incluso la mayoría de ellos repudia tal calificación, que sólo conviene a aquellos que se podría llamar golpeadores de profesión. Repugna al buen sentido creer que Espíritus superiores vengan a pasar el tiempo divirtiendo a una reunión haciendo proezas. En cuanto a las manifestaciones físicas propiamente dichas, él nunca negó su utilidad, pero persiste en la opinión de que por sí solas son impotentes para llevar a la convicción; además –dice él–, cuanto más extraordinarios son los hechos, más suscitan la incredulidad. Lo que ante todo es necesario comprender es el principio de los fenómenos; para aquel que lo conoce, éstos no tienen nada de sobrenatural y vienen en apoyo de la teoría.

El Sr. de Grand-Boulogne dice que la carta que acaban de leer ya es un poco antigua, y que después sus ideas se modificaron sensiblemente; él comparte completamente la opinión del Sr. Allan Kardec, pues la experiencia le ha demostrado cuán útil es comprender el principio antes de ver. Así, no admite en su casa sino a las personas que ya han tomado conocimiento de la teoría, evitando de ese modo una serie de preguntas triviales y objeciones; reconoce haber hecho más adeptos por este sistema que por la exhibición de hechos que no son comprendidos.

Estudios – 1º) Evocación de James Coyle, alienado, fallecido a la edad de 106 años en el hospital Saint-Patrich, de Dublín, donde se encontraba desde el año 1802. Esta evocación ofrece un interesante tema de estudio sobre el estado del Espíritu en la alienación mental.

2º) Se ha llamado, sin evocación especial, a los Espíritus que han solicitado asistencia. Dos de ellos se presentan espontáneamente: la gran Françoise y el Espíritu de Castelnaudary, que agradecen a los que han orado por ellos.

3º) Un dictado espontáneo es obtenido por el Sr. D...; ha sido firmado por la Hermana Jeanne, una de las víctimas de las matanzas de Siria.

Viernes 10 de agosto de 1860 (Sesión general)

Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

El Sr. Allan Kardec anuncia que una señora, miembro de la Sociedad, le ha entregado 10 francos como suscripción en beneficio de los cristianos de Siria o para cualquier otra obra caritativa, en la cual considere un deber aplicarlos.

Comunicaciones diversas – 1ª) Carta del Sr. Jobard, de Bruselas, sobre Thilorier, del cual ha sido amigo, y que ha sido evocado el 15 de junio de 1860. Da interesantes detalles sobre su descubrimiento, su vida y sus hábitos, y rectifica varias aseveraciones contenidas en la noticia publicada al respecto en el diario La Patrie. Entre otras particularidades cuenta cómo le fue restablecida la audición por medio del magnetismo. (Publicada más adelante.)

2ª) El Sr. B..., oyente del extranjero, narra varios hechos de manifestaciones físicas espontáneas, ocurridas con uno de sus amigos. Como esa persona no ha podido venir a la sesión, posteriormente ella misma los ha de relatar con más detalles.

Estudios – 1º) Cuestiones diversas y problemas morales dirigidos a san Luis sobre la muerte de Jean Luizerolle, que ha sustituido a su hijo, condenado a muerte en 1793, y que se ha sacrificado para salvarle la vida.

2º) Evocación de Alfred de Marignac, que ha dado al Sr. Darcol una comunicación suya sobre La escasez, con el nombre de Bossuet.

3º) Evocación de Bossuet sobre este tema y acerca de otras diversas cuestiones. Él termina con una disertación espontánea sobre el peligro de las querellas religiosas.

4º) Evocación de la Hermana Jeanne, víctima de las matanzas de Siria, que había venido espontáneamente en la última sesión y que había pedido para ser llamada nuevamente.

5º) Se ha llamado a uno de los Espíritus sufrientes que solicitaban asistencia. Un nuevo Espíritu se presenta bajo el nombre de Fortuné Privat, y da detalles sobre su situación y acerca de las penas que padece. Esta comunicación da lugar a varias explicaciones interesantes sobre el estado de los Espíritu infelices.

6º) Dictado espontáneo, intitulado La nada de la vida, firmado por Sophie de Swetchine, y obtenido por la Srta. Huet.

Viernes 17 de agosto de 1860 (Sesión particular)

Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 10 de agosto.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socio libre al Sr. Jules R..., de Bruselas, residente en París.

Comunicaciones diversas – 1ª) En una carta de la condesa D..., de Milán, escrita al Sr. Allan Kardec, se encuentra el siguiente pasaje: «Al hojear últimamente viejas revistas de París, he encontrado una historieta de un encantador escritor, Charles Nodier, que lleva por título: Lidia o la Resurrección. Me encontré en plena Revista Espírita; es una intuición de El Libro de los Espíritus, aunque aquella historieta haya sido escrita en 1839. ¿Era Nodier un creyente? ¿Ya se hablaba de Espiritismo en aquella época? Si yo pudiese, me gustaría mucho evocarlo; era un corazón puro y un alma amorosa. Vos que podéis tanto, evocadlo, os lo ruego. Si cuando estaba encarnado su moral era tan dulce y suave, ¡qué no será ahora que su Espíritu está totalmente desprendido de la materia!»

Hace mucho tiempo que la Sociedad desea llamar a Charles Nodier; lo hará en la presente sesión.

2ª) Lectura de dos disertaciones obtenidas por el Dr. de Grand-Boulogne, firmadas por Zenón; la primera, con respecto a la duda que había sido manifestada sobre la identidad de Bossuet en la sesión anterior; la segunda, acerca de La reencarnación, cuya necesidad el Espíritu demuestra desde el punto de vista moral, y su concordancia con las ideas religiosas.

3ª) Lectura de dos comunicaciones recibidas por la Sra. de Costel y firmadas por Georges; la primera, sobre el Progreso de los Espíritus; la segunda, sobre El despertar del Espíritu.

4ª) Lectura de la evocación de Luis XIV, hecha por la Srta. Huet, y de un dictado espontáneo, obtenido por la misma, sobre sacar Provecho de los consejos dados por los Espíritus, firmado por Marie, Espíritu familiar.

Estudios – 1º) El Sr. Ledoyen recuerda que san Luis había
comenzado hace un tiempo una serie de disertaciones acerca de los pecados capitales. Pregunta si él gustaría continuar ese trabajo.

San Luis responde que lo hará de buen grado, y que la próxima vez hablará sobre la Envidia, pues que la hora está muy avanzada para comenzar en esa misma noche.

2º) Se pregunta a san Luis si, en la próxima sesión, se podrá llamar nuevamente a la reina de Oudh, ya evocada en enero de 1858, a fin de juzgar el progreso que ella ha podido realizar. Él respondió: «Sería caritativo si la evocaseis, hablándole amigablemente e instruyéndola un poco al mismo tiempo, porque aún está muy atrasada.»

3º) Evocación de Charles Nodier. Después de haber respondido con una extrema benevolencia a las preguntas que le han sido dirigidas, promete comenzar un trabajo en la próxima sesión.

4º) Dictado espontáneo obtenido por el Sr. Didier sobre La hipocresía, firmado por Lamennais. Este Espíritu responde después varias preguntas acerca de su situación y sobre el carácter que se refleja en sus comunicaciones.

Viernes 24 de agosto de 1860 (Sesión general)

Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

El Presidente da lectura a la siguiente instrucción, concerniente a las personas extrañas a la Sociedad, a fin de que estén precavidas contra las ideas falsas que podrían formarse sobre el objeto de sus trabajos.

«Creemos un deber recordar a las personas extrañas a la Sociedad y que no estén al corriente de nuestros trabajos, que no hacemos ninguna experiencia y que ellas se equivocarían si pensasen encontrar aquí asuntos para sus distracciones. Nosotros seriamente nos ocupamos de cosas muy serias, pero poco interesantes y poco inteligibles para el que sea extraño a la ciencia espírita. Como la presencia de esas personas sería inútil para sí mismas, y podría ser una causa de perturbación para nosotros, nos rehusamos a admitir las que al menos no posean los primeros elementos, y sobre todo las que no sean simpáticas a Ella. Ante todo somos una Sociedad científica de estudios, y no una Sociedad de enseñanza; nunca convocamos al público, porque sabemos por experiencia que la convicción sólo se forma a través de una larga serie de observaciones, y no por haber asistido a algunas sesiones que no presentan ninguna secuencia metódica. He aquí por qué no hacemos demostraciones, que cada vez serían retomadas y que detendrían la continuidad de nuestros trabajos. Si a pesar de esto, aquí se encontrasen personas que han sido atraídas solamente por la curiosidad, o que no compartieran nuestra manera para ver, les pediríamos que recuerden que no las hemos invitado, y que esperamos de su decencia el respeto por nuestras convicciones, así como respetamos las suyas. No solicitamos de su parte sino silencio y recogimiento. Al ser el recogimiento una de las más expresas recomendaciones de los Espíritus que consienten comunicarse con nosotros, pedimos con insistencia a las personas presentes que se abstengan de cualquier conversación particular.»

La Comisión ha decidido que, aunque haya un 5º viernes el 31 de este mes, la sesión de hoy será la última antes de las vacaciones, y que la próxima sesión tendrá lugar el primer viernes de octubre.

La Comisión ha tomado conocimiento de una carta con pedido de admisión como socio libre, del Sr. B..., de París; pero considerando que la sesión de este día es general, se pospone el examen de la misma para después de las vacaciones.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de la evocación hecha en particular por el Sr. Jules Rob..., del Padre Leroy, muerto recientemente en Beirut. Esta evocación es notable por la elevación de los pensamientos del Espíritu, que no desmiente en nada el bello carácter del que ha dado pruebas cuando encarnado, y que es el de un verdadero cristiano. Él expresa el deseo de ser evocado en la Sociedad.

2ª) Lectura de un dictado espontáneo obtenido por el Sr. Darcol, intitulado: A los médiums, y firmado por Sales. Esta comunicación no ha podido ser leída en la última sesión porque no había sido analizada previamente, tal como lo indica el reglamento, que prescribe imperiosamente esta formalidad.

3ª) Otro dictado espontáneo, recibido por la Sra. de B... sobre La caridad moral, firmado por la Hermana Rosalía.

4ª) Otros dos dictados espontáneos obtenidos por la Sra. de Costel: uno sobre Las diferentes categorías de Espíritus errantes, y el otro acerca de Los castigos, firmados por Georges. Estas dos comunicaciones pueden ser clasificadas entre las más notables por la sublimidad de los pensamientos, la verdad de los cuadros y la elocuencia del estilo. (Serán publicadas, así como las otras comunicaciones importantes.)

El Presidente hace observar que la Sociedad está necesariamente limitada por el tiempo, pero que todo lo que sus miembros reciben en particular, y que consientan traer a Ella, debe ser considerado como un complemento de sus trabajos. Por lo tanto, no debe encararse como sólo siendo parte de la misma lo que se obtenga en sus sesiones, sino también todo lo que venga de afuera y que pueda servir a su instrucción. Ella es el centro hacia donde convergen los estudios particulares para el bien de todos; la Sociedad los examina, los comenta y los aprovecha si son procedentes. Para los médiums, es un medio de control que, al esclarecerlos acerca de la naturaleza de las comunicaciones que reciben, puede preservarlos de más de un engaño. Además, los Espíritus prefieren a menudo comunicarse en la intimidad, donde hay necesariamente más recogimiento que en las reuniones numerosas, a través de los instrumentos de su elección, en los momentos que les son convenientes y en las circunstancias que no siempre pueden apreciarse. Al reunir esas comunicaciones, cada uno aprovecha todas las ventajas que las mismas pueden ofrecer.

Estudios 1º) Pregunta dirigida a san Luis sobre el Espíritu Georges. Cuando encarnado, éste había sido artista pintor y el profesor de dibujo de la persona que le sirve de médium; su existencia no ha ofrecido ninguna particularidad saliente, a no ser que siempre ha sido bueno y benevolente. Como Espíritu, sus comunicaciones tienen un sello de tal superioridad que se ha deseado saber la clase que él ocupa en el mundo de los Espíritus. San Luis responde:

«Él ha sido un Espíritu justo en la Tierra; toda su grandeza consiste en la bondad, en la caridad y en la fe en Dios que profesaba; así, hoy, se encuentra ubicado entre los Espíritus superiores.»

2º) Evocación de Charles Nodier, por la Srta. Huet. Él comienza el trabajo que ha prometido en la última sesión.

3º) Evocación del Padre Leroy. Como él había dejado libre la elección del médium, hemos preferido no emplear aquel intermediario del cual dicho Espíritu se sirvió la primera vez, a fin de alejar cualquier influencia y poder juzgar mejor la identidad por sus respuestas. Las mismas están en todos los puntos de conformidad con los sentimientos anteriormente expresados y dignos de un Espíritu elevado. Él termina con consejos de la más alta sabiduría, en los cuales se revelan al mismo tiempo la humildad del cristiano, la tolerancia de la caridad evangélica y la superioridad de la inteligencia.

4º) Evocación de la reina de Oudh, ya evocada en enero de 1858 (ver la Revista de marzo de 1858). Médium: Sr. Jules Rob... Se notó en ella una leve disposición de mejorarse, pero, en el fondo, su carácter ha sufrido poco cambio.

Nota Entre los asistentes se encontraba una dama que durante mucho tiempo vivió en la India y la conoció personalmente. Dice que todas las respuestas de ella están perfectamente de acuerdo con su carácter y que es imposible no reconocer en las mismas una prueba de identidad.

5º) Son obtenidos tres dictados espontáneos: el primero por la Srta. Huet acerca de la Envidia, firmado por san Luis; el segundo por el Sr. Didier sobre El pecado original, firmado por Ronsard; el tercero por la Srta. Stéphanie, firmado por Gustave Lenormand.

Durante estas últimas comunicaciones, la Srta. L. J..., médium dibujante, obtuvo dos conjuntos de figuras, firmados por Giulio Romano.

Después de algunos bellos pensamientos escritos por un Espíritu que no los firma, otro Espíritu, que ya se ha manifestado a través de la Srta. L. J..., interfiere quebrando los lápices y haciendo trazos que denotan un sentimiento de cólera. Al mismo tiempo se comunica por el Sr. Jules Rob..., y responde lacónicamente y con altivez a las preguntas que le son dirigidas.

Es el Espíritu de un soberano extranjero, conocido por la violencia de su carácter. Invitado a firmar su nombre, él lo hace de dos maneras. Uno de los asistentes, vinculado al gobierno de su país y cuyas funciones lo ponían en contacto frecuente con el hecho de ver su firma, reconoce una de las mismas, escrita en documentos oficiales, y la otra en cartas particulares.

Al ser levantada la sesión general, los Sres. miembros de la Sociedad son invitados a permanecer algunos momentos para una comunicación.

El Sr. Sansón, en un pequeño y caluroso discurso, expresa el reconocimiento que él debe al Espíritu san Luis por su intervención en la cura instantánea de un mal en la pierna, que había resistido a todos los tratamientos y que debería llevar a la amputación. El Sr. Sansón dice que ha sido gracias al conocimiento del Espiritismo que debe su cura verdaderamente milagrosa, por la confianza que ha adquirido en la bondad y en el poder de Dios, con lo que antes muy poco se preocupaba. Y como debe a la Sociedad su inicio en las verdades que el Espiritismo enseña, él la incluye en sus agradecimientos. Desde entonces, a cada año ofrece al Espíritu san Luis, en el día que le ha sido consagrado, un ramo de flores en memoria de la consideración de que fue objeto, y es dicho homenaje que él renueva hoy, 24 de agosto, víspera del día de san Luis.

La Sociedad se asocia a los testimonios de gratitud del Sr. Sanson; Ella agradece a san Luis la benevolencia de la cual ha sido objeto de su parte, y le solicita que tenga a bien continuar dándole su protección. San Luis responde:

«Estoy feliz, triplemente feliz, amados hermanos míos, por lo que veo y escucho esta noche; vuestra emoción y vuestro reconocimiento son aún el mejor homenaje que podéis dirigirme. ¡Que el Dios de bondad os conserve en estos buenos y piadosos sentimientos! Continuaré velando por una Sociedad unida por los sentimientos de caridad y de verdadera fraternidad».

LUIS

Lo Maravilloso y lo Sobrenatural

Si la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones fuese una concepción aislada, producto de un sistema, podría, con aparente razón, ser atribuida a una ilusión; que nos digan entonces por qué se la encuentra tan viva entre todos los pueblos, antiguos y modernos, y en los libros sagrados de todas las religiones conocidas. Algunos críticos dicen que eso se debe a que en todas las épocas el hombre ha sido aficionado a lo maravilloso. –Pero ¿qué es para vosotros lo maravilloso? –«Lo que es sobrenatural». –¿Qué entendéis por sobrenatural? –«Lo que es contrario a las leyes de la Naturaleza». –¿Conocéis, pues, tan perfectamente esas leyes que os es posible poner un límite al poder de Dios? ¡Pues bien! Entonces probad que la existencia de los Espíritus y de sus manifestaciones es contraria a las leyes de la Naturaleza; que no es ni puede ser una de esas leyes. Estudiad la Doctrina Espírita y veréis que se eslabona con todos los caracteres de una admirable ley. El pensamiento es uno de los atributos del Espíritu; la posibilidad que éste tiene de actuar sobre la materia, de impresionar nuestros sentidos y, por consecuencia, de transmitirnos su pensamiento proviene –si así podemos expresarnos– de su constitución fisiológica: por lo tanto, en este hecho no hay nada de sobrenatural ni de maravilloso.

Entretanto –dirán–, vosotros admitís que un Espíritu pueda levantar una mesa y mantenerla suspendida en el espacio sin un punto de apoyo; ¿no es esto una derogación de la ley de gravedad? –De la ley conocida, sí; pero la Naturaleza ¿ha dicho su última palabra? Antes de que se hicieran experimentos con la fuerza ascensional de ciertos gases, ¿quién hubiera dicho que una máquina pesada, cargada con varias personas, podría vencer la fuerza de atracción? A los ojos del vulgo, ¿esto no le parecería algo maravilloso o diabólico? Aquel que un siglo atrás se hubiera propuesto a transmitir un telegrama a 500 leguas de distancia, y a recibir la respuesta en algunos minutos, habría sido tenido por loco. Si lo hubiese conseguido, todos habrían creído que el diablo estaba a sus órdenes, porque por entonces sólo el diablo era considerado capaz de andar tan de prisa. ¿Por qué, pues, un fluido desconocido no podría tener, en determinadas circunstancias, la propiedad de contrabalancear el efecto de la gravedad, así como el hidrógeno contrabalancea el peso del globo aerostático? De paso, observemos que esta es una comparación y no una equiparación, y únicamente la hacemos para mostrar, por analogía, que el hecho no es físicamente imposible. Ahora bien, al observar esa especie de fenómenos, los científicos se equivocaron justamente cuando quisieron proceder en términos de equiparación. Además, el hecho está ahí, y no hay negación alguna que pueda hacer que él deje de existir, porque negar no es probar. Para nosotros, no hay nada de sobrenatural: es todo lo que podemos decir por el momento.

Si el hecho está comprobado –dirán–, lo aceptamos; incluso aceptamos la causa que acabáis de señalar: la de un fluido desconocido. Pero ¿quién prueba la intervención de los Espíritus? He aquí lo maravilloso, lo sobrenatural.

En este caso haría falta una demostración completa, que no es posible hacer aquí y que, por otra parte, sería una repetición, porque resalta de todas las otras partes de la enseñanza. Sin embargo, para resumirla en pocas palabras, diremos que, desde el punto de vista teórico, la intervención de los Espíritus se basa en el siguiente principio: todo efecto inteligente debe tener una causa inteligente; y desde el punto de vista práctico, se basa en la observación de que los fenómenos llamados espíritas, al haber dado pruebas de inteligencia, debían tener una causa inteligente más allá de la materia. Más aún, que esa inteligencia, al no ser la de los asistentes –cosa que la experiencia ha demostrado–, debía ser ajena a ellos; puesto que no se veía al ser en acción, debía tratarse por lo tanto de un ser invisible. Así, de observación en observación, se llegó a reconocer que este ser invisible, al que se ha dado el nombre de Espíritu, no es otro sino el alma de los que han vivido corporalmente, a quienes la muerte ha despojado de su grosera envoltura visible, dejándoles una envoltura etérea, que en su estado normal es invisible. Por lo tanto, he aquí lo maravilloso y lo sobrenatural reducidos a su más simple expresión. Una vez comprobada la existencia de seres invisibles, su acción sobre la materia resulta de la naturaleza de su envoltura fluídica; esta acción es inteligente, porque al morir sólo perdieron su cuerpo, pero han conservado la inteligencia, que es su esencia: ahí se encuentra la clave de todos esos fenómenos que erróneamente son considerados sobrenaturales. Por lo tanto, la existencia de los Espíritus no es, de manera alguna, un sistema preconcebido, una hipótesis imaginada para explicar los hechos; es el resultado de observaciones y la consecuencia natural de la existencia del alma; negar esta causa, es negar el alma y sus atributos. Los que crean que pueden hallar una solución más racional para esos efectos inteligentes, sobre todo teniendo en cuenta la razón de todos los hechos, tengan la bondad de hacerlo, y entonces podremos discutir el mérito de cada opinión.

Los que consideran que la materia es el único poder de la Naturaleza piensan que todo lo que no puede ser explicado mediante las leyes de la materia es maravilloso o sobrenatural; ahora bien, maravilloso es sinónimo de superstición. Si fuese así, la religión, que está basada en la existencia de un principio inmaterial, constituiría una serie de supersticiones; no se atreven a manifestarlo en voz alta, pero lo dicen por lo bajo, y creen que salvan las apariencias al conceder que hace falta una religión para el pueblo y para que los niños se porten bien. Una de dos: el principio religioso es verdadero, o es falso. Si es verdadero, lo es para todo el mundo. Si es falso, no es mejor para los ignorantes que para las personas ilustradas.

Por lo tanto, los que atacan al Espiritismo en nombre de lo maravilloso se apoyan, por lo general, en el principio materialista, ya que al negar todo efecto extramaterial niegan, por eso mismo, la existencia del alma; sondead el fondo de su pensamiento, examinad bien el sentido de sus palabras y veréis casi siempre ese principio, si no categóricamente formulado, al menos cubierto bajo las apariencias de una pretendida filosofía racional. Si abordáis decididamente la cuestión al preguntarles si creen que tienen un alma, tal vez no se atrevan a decir que no, pero responderán que nada saben al respecto o que no están seguros. Al atribuir a lo maravilloso todo lo derivado de la existencia del alma, son, pues, consecuentes consigo mismos; al no admitir la causa, no pueden admitir sus efectos. De ahí que sustenten una opinión preconcebida, que los vuelve incompetentes para juzgar sanamente al Espiritismo, porque parten del principio de la negación de todo lo que no sea material. En cuanto a nosotros, el hecho de que admitamos los efectos que son la consecuencia de la existencia del alma, ¿implica que aceptemos todos los hechos calificados de maravillosos, que seamos los paladines de todos los soñadores, los adeptos de todas las utopías y de todas las excentricidades sistemáticas? Pensar de ese modo sería conocer muy poco al Espiritismo; pero nuestros adversarios no lo tienen en cuenta: la necesidad de conocer aquello que hablan es la menor de sus preocupaciones. Según ellos, lo maravilloso es absurdo; ahora bien, como piensan que el Espiritismo se apoya en hechos maravillosos, llegan a la conclusión de que el Espiritismo es absurdo: esto es para ellos un juicio inapelable. Creen que oponen un argumento sin réplica porque, después de haber realizado eruditas investigaciones acerca de los Convulsionarios de Saint-Médard, de los Camisardos de las Cevenas o de las religiosas de Loudun, han llegado a descubrir hechos patentes de superchería, que nadie refuta; pero esas historias ¿son el Evangelio del Espiritismo? ¿Sus adeptos han negado que el charlatanismo haya explotado ciertos hechos en su propio beneficio, que la imaginación los haya creído y que el fanatismo los haya exagerado? El Espiritismo no se solidariza con las extravagancias que se cometen en su nombre, así como la verdadera Ciencia no es solidaria con los abusos de la ignorancia, ni la verdadera religión para con los excesos del fanatismo. Muchos críticos sólo juzgan al Espiritismo a partir de los cuentos de hadas y de las leyendas populares que constituyen sus ficciones; es como si se quisiera juzgar la Historia sobre la base de las novelas históricas o del género trágico.

Por lógica elemental, para discutirse una cosa es preciso conocerla, porque la opinión de un crítico sólo tiene valor cuando éste habla con perfecto conocimiento de causa. Únicamente entonces su opinión –aunque sea errónea– puede ser tomada en cuenta. Pero ¿qué peso podrá tener la misma cuando se refiere a un asunto que él ignora? El verdadero crítico debe dar pruebas, no sólo de erudición, sino de un saber profundo para con el objeto en examen, así como de un sano juicio y de una imparcialidad a toda prueba, pues de lo contrario el primer músico ambulante que llegase podría arrogarse el derecho de juzgar a Rossini, y un pintor sin talento el de censurar a Rafael.

Por lo tanto, el Espiritismo no acepta, de forma alguna, todos los hechos considerados maravillosos o sobrenaturales; lejos de eso, Él demuestra la imposibilidad de gran número de ellos y lo ridículo de ciertas creencias que –hablando con propiedad– constituyen lo que se denomina supersticiones. Ciertamente que, en lo que admite, hay cosas que para los incrédulos pertenecen a lo puramente maravilloso o, dicho de otro modo, a la superstición; es posible. Pero discutid tan sólo estos puntos, porque sobre los otros no hay nada que decir y estáis predicando en vano. Pero –nos preguntarán–, ¿hasta dónde llega la creencia del Espiritismo? Leed, observad y lo sabréis. Toda Ciencia se adquiere solamente con tiempo y estudio; ahora bien, el Espiritismo, que toca las más graves cuestiones de la filosofía y todas las ramas del orden social, que abarca a la vez al hombre físico y al hombre moral, constituye de por sí toda una ciencia, toda una filosofía que no pueden ser aprendidas en unas pocas horas, como tampoco lo permite ninguna otra Ciencia; sería tan pueril ver todo el Espiritismo en una mesa giratoria, como ver toda la Física en ciertos juegos para niños. El que no quiera detenerse en la superficie, no son horas, sino meses y años que son necesarios para sondear todos sus arcanos. ¡Que por esto se deduzca el grado de saber y el valor de la opinión de aquellos que se arrogan el derecho de juzgar, porque han visto una o dos experiencias, casi siempre a modo de distracción y pasatiempo! Sin duda, ellos dirán que no disponen de tiempo necesario para esos estudios: es posible, ya que nada los obliga a ello; pero entonces, quien no tiene tiempo para aprender una materia, debe abstenerse de hablar sobre ella, y menos todavía emitir un juicio a su respecto, si no quiere ser acusado de ligereza. Ahora bien, cuanto más elevada sea la posición que se ocupe en la Ciencia, tanto menos excusable será tratar superficialmente un tema que no se conoce. Resumimos lo expuesto en las siguientes proposiciones:

1ª) Todos los fenómenos espíritas tienen por principio la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo, y sus manifestaciones;

2ª) Con base en una ley de la Naturaleza, esos fenómenos nada tienen de maravilloso ni de sobrenatural, en el sentido vulgar de estas palabras;

3ª) Muchos de los hechos son considerados sobrenaturales porque no se conoce su causa. Al atribuirles una causa, el Espiritismo los hace entrar en el dominio de los fenómenos naturales;

4ª) Entre los hechos calificados de sobrenaturales, hay muchos cuya imposibilidad el Espiritismo demuestra, y los incluye en la categoría de las creencias supersticiosas;

5ª) Aunque el Espiritismo reconoce un fondo de verdad en muchas de las creencias populares, no acepta de modo alguno las historias fantásticas creadas por la imaginación;

6ª) Juzgar al Espiritismo por los hechos que no admite es dar prueba de ignorancia y es emitir una opinión sin valor;

7ª) La explicación de los hechos que el Espiritismo admite, así como la de sus causas y sus consecuencias morales, constituyen una verdadera ciencia que requiere un estudio serio, perseverante y profundo;

8ª) El Espiritismo sólo puede considerar como crítico serio a aquel que todo lo haya visto y que todo lo haya estudiado con la paciencia y la perseverancia de un observador concienzudo; que sepa sobre ese asunto tanto como el más esclarecido adepto; que, por consecuencia, no haya obtenido sus conocimientos en las novelas científicas; aquel a quien no se podría oponer ningún hecho que desconozca, ni argumento alguno que no haya meditado; el que refute, no por negaciones, sino con otros argumentos más perentorios; en fin, que pueda atribuir una causa más lógica a los hechos comprobados. Este crítico está aún por aparecer.

No es preciso decir que los que denigran lo maravilloso relegan –con más fuerte razón– los milagros a la categoría de quimeras de la imaginación. Algunas palabras al respecto, aunque extraídas de un artículo anterior, encuentran aquí su lugar natural, y no será inútil recordarlas.

En su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa cosa extraordinaria, cosa admirable de ver; pero esta palabra, como tantas otras, se ha alejado de su sentido original, y hoy se dice (según la Academia) de un acto del poder divino, contrario a las leyes comunes de la Naturaleza. En efecto, tal es su acepción usual, y sólo por comparación y por metáfora es que se aplica a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya razón es desconocida. De manera alguna tenemos el propósito de examinar si Dios ha juzgado útil, en ciertas circunstancias, derogar las leyes establecidas por Él mismo: nuestro objetivo es únicamente demostrar que los fenómenos espíritas, por más extraordinarios que sean, de ningún modo derogan esas leyes, ni tienen un carácter milagroso, como tampoco son maravillosos o sobrenaturales. El milagro no se explica; los fenómenos espíritas, al contrario, se explican de la manera más racional. Por lo tanto, no son milagros, sino simples efectos que tienen su razón de ser en las leyes generales. El milagro tiene aún otro carácter: el de ser insólito y aislado. Ahora bien, desde el momento en que un hecho se reproduce –por así decirlo– a voluntad y por diversas personas, no puede ser un milagro.

A los ojos de los ignorantes, la Ciencia hace milagros todos los días: he aquí por qué aquellos que en otros tiempos sabían más que el vulgo eran considerados hechiceros; y como se creía que toda Ciencia sobrehumana venía del diablo, ellos eran quemados. Hoy, que se está mucho más civilizado, se contenta con mandarlos a los manicomios.

Si un hombre realmente muerto fuere llamado a la vida por una intervención divina, eso sería un verdadero milagro, porque es un hecho contrario a las leyes de la Naturaleza. Pero si este hombre solamente tuviere las apariencias de la muerte, si todavía hay en él un resto de vitalidad latente, y la Ciencia o una acción magnética consigue reanimarlo, para las personas esclarecidas habrá sucedido un simple fenómeno natural, pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho será considerado milagroso. Si en medio de un campo un físico arroja al aire un barrilete con punta metálica, haciendo conque un rayo caiga sobre un árbol, ese nuevo Prometeo será ciertamente considerado como dotado de un poder diabólico. Pero si Josué detuviera el movimiento del Sol, o más bien el de la Tierra, ahí sí que tendríamos un verdadero milagro, porque no conocemos a ningún magnetizador que esté dotado de un poder tan grande como para realizar semejante prodigio. De todos los fenómenos espíritas, uno de los más extraordinarios es, indiscutiblemente, el de la escritura directa, y uno de los que demuestran de la manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero por el hecho del fenómeno ser producido por seres ocultos, no es más milagroso que todos los otros fenómenos que son debidos a agentes invisibles, porque esos seres ocultos que pueblan los espacios son una de las fuerzas de la Naturaleza, fuerza cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral.

El Espiritismo, al esclarecernos sobre esta fuerza, nos da la clave de una multitud de cosas inexplicadas e inexplicables por cualquier otro medio, y que en tiempos remotos han sido considerados prodigios; del mismo modo que el Magnetismo, el Espiritismo revela una ley, que si no es desconocida, por lo menos es mal comprendida; o, dicho de otra manera, se conocían los efectos –porque se producían en todos los tiempos–, pero no se conocía la ley, y ha sido la ignorancia de esta ley que ha engendrado la superstición. Al ser conocida esta ley, lo maravilloso cesa y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí por qué los espíritas no producen milagros cuando hacen girar una mesa o cuando los muertos escriben, de la misma forma que el médico no lo hace cuando revive a un moribundo, o el físico cuando hace caer un rayo. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería un ignorante de la cuestión o un embaucador.

Los fenómenos espíritas, así como los fenómenos magnéticos, antes que se conociera su causa, han sido considerados prodigios; ahora bien, al igual que los escépticos, los engreídos, es decir, aquellos que –según ellos– tienen el privilegio exclusivo de la razón y del buen sentido, no creen que una cosa sea posible si no la comprenden, y es por eso que todos los hechos considerados como prodigiosos son objeto de sus escarnios; como la religión contiene un gran número de hechos de ese género, no creen en la religión. De ahí a la incredulidad absoluta hay sólo un paso. Al explicar la mayoría de esos hechos, el Espiritismo les da una razón de ser; por lo tanto, Él viene en ayuda de la religión, al demostrar la posibilidad de ciertos hechos que, por no tener más carácter milagroso, no por esto son menos extraordinarios, y Dios no es menor ni menos poderoso por no haber derogado sus leyes. ¿De cuántas burlas no fueron objeto las levitaciones de san Cupertino? Ahora bien, la suspensión etérea de los cuerpos pesados es un hecho demostrado y explicado por el Espiritismo; nosotros mismo hemos sido personalmente testigo ocular de esto, y el Sr. Home, así como otras personas de nuestro conocimiento, han repetido en varias ocasiones el fenómeno producido por san Cupertino. Por lo tanto, ese fenómeno entra en el orden de las cosas naturales.

Al número de los hechos de este género, es preciso colocar en primera línea las apariciones, por ser las más frecuentes. La aparición de La Salette, que incluso divide al propio clero, nada tiene de insólita para nosotros. Ciertamente no podemos afirmar que el hecho ha tenido lugar, porque no tenemos la prueba material del mismo; pero, para nosotros, él es posible, teniendo en cuenta que millares de hechos análogos recientes son de nuestro conocimiento; creemos en ellos no sólo porque su realidad ha sido constatada por nosotros, sino sobre todo porque comprendemos perfectamente la manera por la cual se producen. Téngase a bien remitirse a la teoría que hemos dado sobre las apariciones, y se verá que este fenómeno se vuelve tan simple y tan plausible como una multitud de fenómenos físicos que solamente son considerados prodigiosos hasta que se les encuentre la clave. En cuanto al personaje que se ha presentado en La Salette, esta es otra cuestión: de modo alguno su identidad está demostrada; constatamos solamente que una aparición puede haber tenido lugar; lo restante no es de nuestra competencia; por lo tanto, que cada uno guarde sus convicciones al respecto, pues el Espiritismo no tiene que ocuparse con eso; nosotros sólo decimos que los hechos producidos por el Espiritismo nos revelan leyes nuevas y nos dan la clave de una multitud de cosas que parecían sobrenaturales. Si algunos de los que eran considerados milagrosos encuentran en la Doctrina Espírita una explicación lógica, es un motivo para no apresurarse más en negar lo que no se comprende.

Los hechos del Espiritismo son discutidos por ciertas personas, precisamente porque los mismos parecen salir de la ley común y porque no se los entiende. Dadles una base racional, y la duda cesará. Por lo tanto, la explicación, en este siglo en que no se contentan sólo con las palabras, es un poderoso motivo de convicción; también vemos todos los días a personas que no han sido testigos de ningún hecho, que no han visto una mesa girar ni un médium escribir, y que se hallan tan convencidas como nosotros, únicamente porque ellas han leído y comprendido. Si uno debiese creer solamente en lo que ha visto con sus ojos, nuestras convicciones se reducirían a muy poca cosa.


Historia de lo Maravilloso y de lo Sobrenatural

Por Louis Figuier

(Primer artículo)

Sucede un poco con la palabra maravilloso lo que ocurre con la palabra alma; tiene un sentido elástico que puede dar lugar a diversas interpretaciones, y es por eso que hemos creído útil establecer algunos principios generales en el artículo anterior, antes de abordar el examen de la historia dada por el Sr. Figuier. Cuando esta obra apareció, los adversarios del Espiritismo aplaudieron, diciendo que indudablemente íbamos a enfrentar una fuerte resistencia; en su caritativo pensamiento ya nos veían definitivamente muertos: eran los tristes efectos de la ceguera apasionada e irreflexiva, porque si ellos se tomasen el trabajo de observar lo que quieren demoler, verían que el Espiritismo será un día –y bien antes de lo que creen– la salvaguardia de la sociedad, y quizá ellos mismos le deban su salvación, no decimos en el otro mundo –con el cual se preocupan poco–, ¡sino en éste mismo! De modo alguno decimos estas palabras a la ligera; aún no ha llegado el tiempo de desarrollarlas; pero muchos ya nos comprenden.

Volvamos al Sr. Figuier; nosotros mismos habíamos pensado encontrar en él a un adversario verdaderamente serio, aportando finalmente argumentos perentorios que valieran ser refutados con seriedad. Su obra comprende cuatro volúmenes: los dos primeros contienen la exposición de principios en un prefacio y en una introducción; después, un relato de hechos perfectamente conocidos, que a pesar de esto serán leídos con interés, debido a las eruditas investigaciones que los mismos han dado lugar por parte del autor; creemos que es el relato más completo que se ha publicado al respecto. Así, el primer volumen es casi enteramente consagrado a la historia de Urbain Grandier y las religiosas de Loudun; después vienen los Convulsionarios de Saint-Médard, la historia de los profetas protestantes, la vara adivinatoria y el magnetismo animal. El cuarto volumen, que acaba de aparecer, trata especialmente de las mesas giratorias y de los Espíritus golpeadores. Más tarde volveremos a este último volumen, limitándonos por ahora a un análisis sumario del conjunto.

La parte crítica de las historias que contienen los dos primeros volúmenes consiste en probar, por testimonios auténticos, que la intriga, las pasiones humanas y el charlatanismo han desempeñado allí un gran papel; que ciertos hechos tienen un sello evidente de prestidigitación; esto nadie lo discute. Nadie ha garantizado jamás la integridad de todos esos hechos; los espíritas, más que ningún otro, deben incluso agradecer al Sr. Figuier por haber reunido las pruebas que evitarán numerosas compilaciones; ellos tienen interés en que el fraude sea desenmascarado, y todos aquellos que lo descubran en los hechos falsamente calificados de fenómenos espíritas les prestarán un servicio. Ahora bien, para prestar semejantes servicios, no hay nada mejor que los enemigos; se ve, pues, que los propios enemigos son buenos para algo; pero en ellos, sin embargo, el deseo de la crítica los arrastra algunas veces demasiado lejos, y en su ardor de descubrir el mal, ellos lo ven frecuentemente donde no está, por no haber examinado la cuestión con bastante atención o imparcialidad, lo que aún es más raro. El verdadero crítico debe evitar ideas preconcebidas y debe despojarse de todo prejuicio, pues de lo contrario juzgará desde su punto de vista, que quizá no siempre sea justo. Pongamos un ejemplo: imaginemos que la historia política de los acontecimientos contemporáneos haya sido escrita con la mayor imparcialidad, es decir, con toda la verdad, y supongamos que esta historia haya sido comentada por dos críticos de opiniones contrarias. Considerándose que todos los hechos son exactos, esto afrontará forzosamente la opinión de uno de los dos; de ahí, habrá dos juicios contradictorios: uno que pondrá la obra en las nubes, y el otro que deseará echarla al fuego. Sin embargo, la obra sólo ha de contener la verdad. Si esto sucede con hechos patentes como los de la Historia, con más fuerte razón cuando se trata del análisis de las doctrinas filosóficas. Ahora bien, el Espiritismo es una doctrina filosófica, y aquellos que sólo lo ven en el hecho de las mesas giratorias, o que lo juzgan por los cuentos absurdos y por el abuso que de éstos se puede hacer, o que lo confunden con los medios de adivinación, prueban que no lo conocen. ¿Está el Sr. Figuier en las condiciones requeridas para juzgarlo con imparcialidad? Es lo que vamos a examinar.

El Sr. Figuier comienza así su prefacio:

«En 1854, cuando las mesas giratorias y parlantes, importadas de América, hicieron su aparición en Francia, produjeron una impresión que nadie ha olvidado. Muchas mentes eruditas y reflexivas quedaron sorprendidas con ese imprevisto desbordamiento de la pasión por lo maravilloso. Ellos no podían comprender semejante desvarío en pleno siglo XIX, con una filosofía avanzada y en medio de ese magnífico movimiento científico que hoy dirige todo hacia lo positivo y lo útil.»

Su juicio fue pronunciado: la creencia en las mesas giratorias es un desvarío. Como el Sr. Figuier es un hombre positivo, debemos pensar que antes de publicar su libro, él hubo observado, estudiado y profundizado todo; en una palabra, que habla con conocimiento de causa. Si así no fuese, él caería en el error de los Sres. Schiff y Jobert (de Lamballe) con su teoría del músculo que cruje (ver la Revista del mes de junio de 1859). Y sin embargo, es de nuestro conocimiento que hace apenas un mes él asistió a una sesión donde probó que desconoce los principios más elementales del Espiritismo. ¿Ha de considerarse lo suficientemente esclarecido porque participó de una sesión? Por cierto que no dudamos de su perspicacia; pero, por mayor que sea la misma, no podemos admitir que él pueda conocer y –sobre todo– comprender el Espiritismo en sólo una sesión, así como no aprendió Física en apenas una clase; si el Sr. Figuier pudiese hacerlo, registraríamos el hecho como uno de los más maravillosos. Cuando él haya estudiado el Espiritismo con el mismo cuidado que se tiene con el estudio de una Ciencia; cuando le haya consagrado un tiempo moral necesario; cuando haya participado de millares de experiencias; cuando haya explicado todos los hechos sin excepción; cuando haya comparado todas las teorías, únicamente entonces podrá hacer una crítica juiciosa. Hasta que esto suceda, su juicio es sólo una opinión personal que, aunque sea a favor o en contra, ningún peso tendría.

Enfoquemos la cuestión desde otro punto de vista. Hemos dicho que el Espiritismo se basa enteramente en la existencia de un principio inmaterial en nosotros, o, dicho de otro modo, en la existencia del alma. El que no admite en sí un Espíritu, no puede admitirlo fuera; por lo tanto, al no admitir la causa, no puede admitir el efecto. Gustaríamos saber, pues, si el Sr. Figuier pondría en el encabezamiento de su libro la siguiente profesión de fe:

1º) Creo en un Dios, autor de todas las cosas, todopoderoso, soberanamente justo y bueno e infinito en sus perfecciones;

2º) Creo en la providencia de Dios;

3º) Creo en la existencia del alma que sobrevive al cuerpo, y en su individualidad después de la muerte. Creo en esto, no como una probabilidad, sino como una cosa necesaria y consecuente con los atributos de la Divinidad;

4º) Al admitir el alma y su supervivencia, creo que no estaría de acuerdo con la justicia, ni con la bondad de Dios que el bien y el mal fuesen tratados del mismo modo después de la muerte, considerándose que, durante la existencia, muy raramente reciben la recompensa o el castigo que merecen;

5º) Si el alma del malo y la del bueno no son tratadas de la misma manera, hay por lo tanto las que son felices y las que son infelices, es decir, las almas que son recompensadas y las que son punidas según sus obras.

Si el Sr. Figuier hiciera semejante profesión de fe, nosotros le diríamos: Esta profesión de fe es la de todos los espíritas, porque sin esto el Espiritismo no tendría ninguna razón de ser; pero lo que creéis teóricamente, el Espiritismo lo demuestra a través de los hechos, porque todos los hechos espíritas son la consecuencia de estos principios. Los Espíritus que pueblan el espacio, no siendo otros sino las almas de aquellos que han vivido en la Tierra o en otros mundos, desde el momento en que se admita el alma, su supervivencia y su individualidad, por esto mismo se admiten los Espíritus. Al ser reconocida la base, toda la cuestión es saber si esos Espíritus o esas almas pueden comunicarse con los encarnados; si tienen un acción sobre la materia; si ejercen influencia en el mundo físico y en el mundo moral; o entonces si son destinados a una perpetua inutilidad, o a sólo ocuparse de sí mismos –lo que es poco probable–, si se admite la providencia de Dios y si se considera la admirable armonía que reina en el Universo, donde los menores seres desempeñan su papel.

Si la respuesta del Sr. Figuier fuese negativa, o sólo urbanamente dubitativa –para servirnos de la expresión de ciertas personas, a fin de no chocar muy bruscamente respetables prejuicios–, nosotros le diríamos: No sois juez más competente en materia de Espiritismo que un musulmán en materia de religión católica; vuestro juicio no sabría ser imparcial, y sería en vano negar que cultiváis ideas preconcebidas, porque tales ideas están en vuestra opinión, incluso al abordar el principio fundamental que rechazáis a priori, y antes de conocer la cuestión.

Si algún día una corporación científica nombrase a un relator para examinar la cuestión del Espiritismo, y ese relator no fuera francamente espiritualista, sería lo mismo que un concilio eligiese a Voltaire para tratar una cuestión de dogma. Dicho sea de paso, es sorprendente que las corporaciones científicas no hayan dado su parecer; pero no se puede olvidar que su misión es el estudio de las leyes de la materia y no de los atributos del alma, y menos aún de decidir si el alma existe. Acerca de estos temas ellos pueden tener opiniones individuales, como pueden tenerlas sobre la religión, pero, como corporación científica, nunca tendrán que pronunciarse.

No sabemos lo que el Sr. Figuier respondería a las preguntas formuladas anteriormente en la profesión de fe, pero su libro permite presentirlo. En efecto, el segundo párrafo de su prefacio dice así:

«Un conocimiento exacto de la Historia del pasado habría prevenido o, al menos, disminuido mucho ese espanto. En efecto, sería un gran error imaginar que las ideas que han engendrado en nuestros días la creencia en las mesas parlantes y en los Espíritus golpeadores, son de origen moderno. Este amor por lo maravilloso no es particular a nuestra época: es de todos los tiempos y de todos los países, porque se vincula a la propia naturaleza del espíritu humano. Por una instintiva e injusta desconfianza en sus propias fuerzas, el hombre es llevado a poner por encima de él a fuerzas invisibles, que son ejercidas en una esfera inaccesible. Esta disposición nativa ha existido en todos los períodos de la Historia de la Humanidad, revistiéndose de aspectos diferentes según los tiempos, los lugares y las costumbres, y dando nacimiento a manifestaciones variables en la forma, pero teniendo en el fondo un principio idéntico.»

Decir que es por una instintiva e injusta desconfianza en sus propias fuerzas que el hombre es llevado a poner por encima de él a fuerzas invisibles, que son ejercidas en una esfera inaccesible, es reconocer que el hombre es todo, que lo puede todo, y que por encima de él no hay nada; sin incurrir en un error, diremos que esto no es únicamente materialismo, sino ateísmo. Además, estas ideas resaltan de una multitud de otros pasajes de su prefacio y de su introducción, para los cuales llamamos toda la atención de nuestros lectores, y estamos convencidos de que éstos harán la misma evaluación que nosotros. Él dirá que esas palabras no se aplican a la Divinidad sino a los Espíritus. Nosotros le responderemos que él no conoce ni la primera palabra del Espiritismo, puesto que negar a los Espíritus es negar al alma, porque los Espíritus y las almas son la misma cosa; que los Espíritus no ejercen su fuerza en una esfera inaccesible, ya que están a nuestro lado, tocándonos y actuando sobre la materia inerte, a ejemplo de todos los fluidos imponderables e invisibles que, no obstante, son los motores más poderosos y los agentes más activos de la Naturaleza. Sólo Dios ejerce su poder en una esfera inaccesible a los hombres; negar este poder es por lo tanto negar a Dios. En fin, él dirá que esos efectos, que nosotros atribuimos a los Espíritus, ciertamente son debidos a algunos de esos fluidos. Esto sería posible; pero entonces le preguntaremos cómo fluidos que no son inteligentes pueden producir efectos inteligentes.

El Sr. Figuier constata un hecho capital al decir que este amor por lo maravilloso es de todos los tiempos y de todos los países, porque se vincula a la propia naturaleza del Espíritu humano. Lo que él llama amor por lo maravilloso es simplemente la creencia instintiva, nativa –como dice– en la existencia del alma y en su supervivencia al cuerpo, creencia que se ha revestido de diversas formas según los tiempos y los lugares, pero teniendo en el fondo un principio idéntico. Ese sentimiento innato, universal en el hombre, ¿Dios se lo habría inspirado para burlarse de su criatura? ¿Para darle aspiraciones imposibles de realizar? Creer que pueda ser así, es negar la bondad de Dios; aun más: es negar al propio Dios.

¿Quieren otras pruebas de lo que afirmamos? Entonces veamos algunos otros pasajes de su prefacio:

«En la Edad Media, cuando una nueva religión ha transformado a Europa, lo maravilloso se instala en esa misma religión. Se cree en las posesiones diabólicas, en las hechiceras y en los magos. Durante una serie de siglos esta creencia es sancionada por una guerra sin cuartel y sin piedad, hecha contra los infelices acusados de tener conversaciones secretas con los demonios o con los magos, sus secuaces.

«Hacia el fin del siglo XVII, en la aurora de una filosofía tolerante y esclarecida, el diablo envejeció, y la acusación de magia comienza a ser un argumento desgastado, pero ni por esto lo maravilloso pierde sus derechos. Los milagros florecen a voluntad en las iglesias de las diversas comuniones cristianas; al mismo tiempo se cree en la vara adivinatoria o se hace referencia a los movimientos de la horquilla para buscar objetos del mundo físico y para obtener esclarecimientos sobre las cosas del mundo moral. En las diversas Ciencias se continúa admitiendo la intervención de influencias sobrenaturales, introducidas anteriormente por Paracelso.

«En el siglo XVIII, a pesar de estar en boga la filosofía cartesiana, mientras que –sobre las materias filosóficas– todos los ojos se abren a las luces del buen sentido y de la razón, en el siglo de Voltaire y de la Enciclopedia, sólo lo maravilloso resiste a la caída de tantas creencias hasta entonces veneradas. Aún abundan los milagros.»

Si la filosofía de Voltaire, que ha abierto los ojos a la luz del buen sentido y de la razón, y que ha minado tantas supersticiones, no pudo erradicar la idea nativa de un poder oculto, ¿no sería porque esta idea es incontestable? La filosofía del siglo XVIII ha fustigado los abusos, pero se ha detenido ante la base. Si esta idea ha triunfado frente a los golpes que le ha dado el apóstol de la incredulidad, ¿espera el Sr. Figuier ser más afortunado en conseguirlo? Nosotros nos permitimos dudarlo.

El Sr. Figuier hace una singular confusión entre las creencias religiosas, los milagros y la vara adivinatoria; para él, todo esto sale de la misma fuente: la superstición, la creencia en lo maravilloso. No intentaremos aquí defender esa pequeña horquilla, que tendría la singular propiedad de servir en la investigación del mundo físico, porque no hemos profundizado la cuestión y porque no tenemos como principio loar o criticar lo que no conocemos; pero si quisiésemos razonar por analogía, preguntaríamos al Sr. Figuier si la pequeña aguja de acero con la cual el navegante encuentra su ruta, no tiene una virtud tan maravillosa como la de la pequeña horquilla. No –diréis–, porque conocemos la causa que la hace girar, y esta causa es totalmente física. De acuerdo; pero ¿quién dice que la causa que actúa sobre la vara no es totalmente física? Antes de que se conociera la teoría de la brújula, ¿qué habríais pensado si hubieseis vivido en aquella época, cuando los marineros sólo tenían las estrellas como guía, que a menudo les faltaban? ¿Qué habríais pensado –decimos nosotros– de un hombre que os hubiera dicho: Tengo aquí en una cajita, no más grande que una caja de bombones, una pequeña aguja con la cual los mayores navíos pueden guiarse con toda seguridad y que indica la ruta con cualquier tiempo, con la precisión de un reloj? Una vez más decimos que no defendemos la vara adivinatoria y menos aún el charlatanismo que se ha apoderado de la misma; solamente preguntamos qué habría de más sobrenatural en que un pequeño pedazo de madera, en dadas circunstancias, fuese agitado por un efluvio terrestre invisible, como la aguja imantada lo es por la corriente magnética que tampoco se ve. ¿Será que esta aguja tampoco sirve en la investigación de las cosas del mundo físico? ¿No recibirá ella la influencia de una mina de hierro subterránea? Lo maravilloso es la idea fija del Sr. Figuier: es su pesadilla; él lo ve por todas partes donde haya alguna cosa que no comprenda. ¿Pero sólo él, como erudito, puede decir cómo germina y se reproduce el menor de los granos? ¿Cuál es la fuerza que hace que la flor se vuelva hacia la luz? ¿Qué atrae a las raíces hacia un terreno propicio, y esto a través de los más duros obstáculos bajo tierra? Extraña aberración del espíritu humano que cree saber todo y no sabe nada; que tiene a sus pies una infinidad de maravillas ¡y que niega un poder extrahumano!

Al estar la religión basada en la existencia de Dios, este poder sobrehumano que se ejerce en una esfera inaccessible, sobre el alma que sobrevive al cuerpo, la cual conserva su individualidad, y por consecuencia su acción, tiene como principio lo que el Sr. Figuier llama de maravilloso. Si él se hubiera limitado a decir que entre los hechos calificados de maravillosos hay algunos ridículos, absurdos, a los cuales la razón hace justicia, nosotros aplaudiríamos esto con todas nuestras fuerzas; pero no podríamos concordar con su opinión, cuando confunde en la misma reprobación el principio y el abuso del principio; cuando niega la existencia de cualquier poder por encima de la humanidad. Además, esta conclusión es formulada de manera inequívoca en el siguiente pasaje:

«De esas discusiones, creemos que resultará para el lector la perfecta convicción de la no existencia de agentes sobrenaturales y la certeza de que todos los prodigios que en diversos tiempos han causado la sorpresa o la admiración de los hombres, se explican únicamente a través del conocimiento de nuestro organismo fisiológico. La negación de lo maravilloso: tal es la conclusión que sacamos de este libro, que podría llamarse Lo Maravilloso explicado. Y si alcanzamos el objetivo que nos hemos propuesto, tendremos la convicción de haber prestado un verdadero servicio para el bien de las personas.»

Dar a conocer los abusos, desenmascarar el fraude y la hipocresía por todas partes donde se encuentren, es prestar indudablemente un gran servicio; pero pensamos que es hacer un gran mal a la sociedad, así como a los individuos, atacar el principio por haber abusado de él; es querer cortar un buen árbol, porque tenga un fruto deteriorado. El Espiritismo bien comprendido, al dar a conocer la causa de ciertos fenómenos, muestra lo que es posible y lo que no lo es, y por esto mismo tiende a destruir las ideas verdaderamente supersticiosas; pero al mismo tiempo, al demostrar el principio, da un objetivo al bien; Él fortalece las creencias fundamentales que la incredulidad ataca con violencia so pretexto de abuso; combate la plaga del materialismo, que es la negación del deber, de la moral y de cualquier esperanza, y es por esto que nosotros decimos que Él será un día la salvaguardia de la sociedad.

Además, estamos lejos de lamentarnos por la obra del Sr. Figuier; sobre los adeptos no puede tener influencia alguna, porque ellos reconocerán inmediatamente sus puntos vulnerables; sobre los otros, tendrá el efecto que tienen todas las críticas: el de provocar la curiosidad. Desde la aparición, o mejor dicho, la reaparición del Espiritismo, se ha escrito mucho contra Él. No le han evitado sarcasmos ni injurias; sólo de una cosa que Él no ha tenido el honor, gracias a las costumbres del tiempo: la hoguera. ¿Eso le ha impedido progresar? De ninguna manera, porque Él cuenta hoy con millones de adeptos en todas las partes del mundo y éstos aumentan todos los días. A esto, y sin quererlo, la crítica ha contribuido mucho, porque su efecto –como ya lo hemos dicho– es el de provocar el examen; la gente quiere ver el pro y el contra y se queda admirada por encontrar una Doctrina racional, lógica, consoladora, que calma las angustias de la duda y que resuelve lo que ninguna filosofía pudo resolver, allí donde sólo se esperaba encontrar una creencia ridícula. Cuanto más conocido es el nombre del contradictor, más repercusión tiene su crítica y más bien puede ésta hacer al llamar la atención de los indiferentes. En este aspecto, la obra del Sr. Figuier está en mejores condiciones; además, está escrita de una manera seria y no se arrastra en el lodo de las injurias groseras y de los personalismos, únicos argumentos de los críticos de bajo nivel. Puesto que él pretende tratar la cuestión desde el punto de vista científico, y su posición se lo permite, se verá pues en eso la última palabra de la Ciencia contra esta Doctrina, y entonces el público sabrá a qué atenerse. Si la erudita obra del Sr. Figuier no tuviere el poder de darle el golpe de gracia, dudamos que otros sean más felices; para combatirla con eficacia no hay más que un medio, que le indicamos con placer. No se destruye un árbol cortándole las ramas, sino cortándole las raíces. Por lo tanto, es necesario atacar al Espiritismo por la raíz y no por las ramas, que renacen a medida que se las corta; ahora bien, las raíces del Espiritismo, de ese desvarío del siglo XIX –para servirnos de su expresión–, son el alma y sus atributos. Por lo tanto, que él pruebe que el alma no existe y que no puede existir, porque sin almas no hay Espíritus. Cuando haya probado esto, el Espiritismo no tendrá más razón de ser y nosotros nos confesaremos vencidos. Si su escepticismo no llega a tal punto, que él pruebe lo siguiente, no por una simple negación sino por una demostración matemática, física, química, mecánica, fisiológica o cualquier otra:

1º) Que el ser que piensa durante la vida no piensa más después de la muerte;

2º) Que si él piensa, no debe más querer comunicarse con los que ha amado;

3º) Que si puede estar en todas partes, no puede estar a nuestro lado;

4º) Que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros;

5º) Que por su envoltura fluídica, no puede actuar sobre la materia inerte;

6º) Que si puede actuar sobre la materia inerte, no puede actuar sobre un ser animado;

7º) Que si puede actuar sobre un ser animado, no puede dirigir su mano para hacerlo escribir;

8º) Que si puede hacerlo escribir, no puede responder a sus preguntas y transmitirle su pensamiento.

Cuando los adversarios del Espiritismo nos hayan demostrado que esto no se puede hacer, por razones tan patentes como aquellas por las cuales Galileo demostró que no es el Sol que gira alrededor de la Tierra, entonces nosotros podremos decir que sus dudas son fundadas; infelizmente, hasta ese día, todos sus argumentos se resumen a estas palabras: Yo no creo, por lo tanto es imposible. Sin duda, ellos nos dirán que cabe a nosotros probar la realidad de las manifestaciones; nosotros las hemos probado a través de los hechos y de los razonamientos; si no admiten ni unos ni otros, si niegan lo que ven, es a ellos que les corresponde probar que nuestros razonamientos son falsos y que los hechos son imposibles.

En otro artículo examinaremos la teoría del Sr. Figuier; deseamos que la misma sea de mejor cualidad que la del músculo que cruje, del Sr. Jobert (de Lamballe).

Correspondencia

Al Sr. Presidente de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas:

Señor Presidente,

Permitidme algunos esclarecimientos acerca de Thilorier y de sus descubrimientos (ver la Revista de agosto de 1860). Thilorier era mi amigo, y cuando él me mostró el plan de su aparato en hierro colado, a fin de hacer líquido el gas ácido carbónico, yo le dije que, a pesar del espesor de las paredes, él explotaría como los cañones, después de un cierto número de experiencias; por eso le aconsejé a reforzarlo con hierro fundido, como se hace hoy con los cañones de hierro colado, pero él se limitó a agregarle molduras.

Nunca un aparato de ese género explotó en sus manos, porque habría sido muerto como el joven Frémy; pero la comisión de la Academia se mantenía prudentemente atrás de la pared cuando él preparaba tranquilamente su experiencia. Por entonces ya estaba sordo hacía varios años, lo que lo había obligado a pedir dimisión de su cargo de inspector de Correos. La única explosión que sucedió con él fue la de la culata de una escopeta llena de ácido carbónico, que él había dejado al sol en el césped del jardín.

Esta experiencia que yo le había sugerido, así como al Sr. Galy-Cazalat, le hizo ver a qué alta presión podría elevarse el gas ácido carbónico, y el peligro de su empleo en las armas de guerra. En cuanto a Galy, tuvo la idea de sustituir el ácido carbónico por el gas hidrógeno, pero éste nunca pudo sobrepasar 28 atmósferas; era muy poco. Si no fuese eso, la pólvora habría sido útilmente suprimida, porque su mecanismo era de los más simples y un pequeño cilindro de cobre podría contener fácilmente cien tiros, en la medida de las necesidades, debido al restablecimiento casi instantáneo de la presión, por la descomposición del agua, por medio del ácido sulfúrico y de la granalla de cinc. Si nuestros químicos encontrasen un gas que pudiera ser producido bajo una presión media entre la del ácido carbónico y la del hidrógeno, el problema estaría resuelto. He aquí lo que sería bueno preguntar a Lavoisier, Berzelius o Dalton.

En la víspera de su muerte, Thilorier me explicaba un nuevo aparato casi terminado, con el objetivo de hacer líquido el aire atmosférico a través de presiones sucesivas capaces de soportar de 500 a 1.000 atmósferas. ¿Habrán vendido esta bella máquina al hierro viejo?

Yo he dicho que Thilorier era extremamente sordo, de modo que al entrar en su laboratorio de la Plaza Vendôme, algunas semanas antes de su muerte, tuve que gritar; él se tapó los oídos con sus dos manos, diciéndome que yo iba a restituirle la sordera de la que felizmente él se había librado gracias al magnetizador Lafontaine, hoy en Ginebra. Salí maravillado por la cura, que en esa misma tarde anuncié a mis dos amigos, Galy-Cazalat y el capitán Delvigne, con los cuales yo paseaba en la Plaza de la Bolsa, cuando percibimos que Thilorier apoyaba su oreja en la vitrina de un establecimiento donde alguien tocaba piano; parecía estar en éxtasis por poder disfrutar de la música moderna que hace muchos años no escuchaba. ¡Ah!, ¡pues claro! –dije a mis dos amigos incrédulos: he aquí la prueba; pasad por atrás de Thilorier y pronunciad su nombre en un tono normal. Thilorier se dio vuelta vivamente, reconoció a sus amigos y con ellos conversó y paseó como de costumbre. Delvigne, que en este momento se encuentra en mi oficina, recuerda perfectamente este hecho, que es muy interesante para el magnetismo. Decía Thilorier: Por más que compruebe ese hecho ante nuestros académicos, hace un mes, ellos no quieren creer que yo haya sido curado sin los remedios de su farmacopea, que no curan, pues he utilizado todos sin éxito, mientras que los dos dedos de Lafontaine me devolvieron completamente la audición en algunas sesiones. Recuerdo que, encantado por el magnetismo, Thilorier había conseguido cambiar los polos de una barra imantada que mantenía en su mano por el simple esfuerzo de su voluntad.

La muerte de ese sabio inventor nos ha privado de una multitud de descubrimientos de que me había hablado, y que se ha llevado a la tumba. Era tan sagaz como el buen Darcet, que yo también había visto lleno de salud en la víspera de su muerte, y que me había mostrado mis libros, todos descosidos y manchados, diciéndome que él estaba seguro de que me daría más placer mostrármelos en ese estado, que bien encuadernados y de cantos dorados en la biblioteca. Es singular notar –me dijo– cuánto se parecen nuestras ideas, aunque no hayamos sido educados en la misma escuela. Después me contó la tristeza que había sentido por haber sido tratado tan mal con relación a su gelatina nutritiva, y que habría hecho mejor –decía él– si la hubiese vendido a un centavo la libra a los pobres del Pont-Neuf, que presentándola a los académicos que pagan por la misma 15 francos en las tiendas de comestibles, y que alegan que ella no nutre. Evocad, pues, a este valiente tecnólogo.

Arago nos enseña que las presuntas manchas del Sol no son más que restos de planetas que se enriquecen en el foco de electricidad con los fluidos que les faltan, a fin de constituirse en un cometa que comenzará su curso en un siglo. Esos restos, grandes como Europa, están a más de 500.000 leguas del Sol; y al llegar al límite extremo de su atracción, cuando la Tierra haya descripto cerca de un cuarto de su curso sobre la eclíptica, es decir, aproximadamente en tres meses (estábamos en el día 6 de julio), esos restos –inseparables de su constelación– habrán desaparecido a nuestros ojos.

La Academia se ocupa con nuestra Memoria sobre la catalepsia, que os habéis equivocado al arrojarla en el cesto de las excomuniones. No importa: a la misma volveréis.

Atentamente,

JOBARD.

Nota – Agradecemos al Sr. Jobard los interesantes detalles que ha tenido a bien darnos sobre Thilorier, y que son tan preciosos como auténticos. Siempre es bueno saber la verdad sobre los hombres que se han destacado en la vida.

El Sr. Jobard está en un error si cree que hemos puesto en el cesto del olvido la Noticia que el Sr. B... nos ha enviado sobre la catalepsia. Primero, la misma ha sido leída en la Sociedad, como consta en las actas del 4 y del 11 de mayo, publicadas en la Revista de junio de 1860; y el original, en vez de ser dejado a un lado, está cuidadosamente conservado en los archivos de la Sociedad. No hemos publicado ese voluminoso documento porque, en primer lugar, si tuviésemos que publicar todo lo que nos envían, tal vez serían necesarios diez volúmenes por año; y, en segundo lugar, porque cada cosa debe venir a su tiempo. Pero por el hecho de que algo no haya sido publicado, no por eso debe ser considerado perdido; nada queda perdido de aquello que nos comunican, ya sea a nosotros o a la Sociedad, y nosotros lo encontramos siempre, a fin de aprovecharlo cuando el momento oportuno ha llegado. He aquí lo que deben persuadirse las personas que consienten dirigirnos documentos; a menudo nos falta el tiempo material para responderles tan pronto como tan extensamente convendría sin duda hacerlo; pero ¿cómo responder en detalle a miles de cartas por año, cuando uno está obligado a hacerlo todo por sí mismo, y cuando uno no tiene la ayuda de un secretario? Ciertamente el día no sería suficiente para todo lo que tenemos que hacer, si no le consagrásemos una parte de nuestras noches.

Dicho esto para nuestra justificación personal, agregaremos a respecto de la teoría de la formación de la Tierra, contenida en la referida Memoria, así como del estado cataléptico de los seres vivos en su origen, que la Sociedad ha sido aconsejada a esperar, antes de proseguir en esos estudios, a fin de que le sean presentados documentos más auténticos. Han dicho sus Guías Espirituales: «Es preciso desconfiar de las ideas sistemáticas de los Espíritus, así como de los hombres, y no aceptarlas a la ligera y sin control, si no nos queremos exponer más tarde al desmentido de lo que fue aceptado con mucha precipitación. Es porque nos interesamos por vuestros trabajos que deseamos que os mantengáis en guardia contra un escollo donde se chocan tantas imaginaciones ardientes, que son seducidas por apariencias engañosas. Recordad que solamente en una cosa no seréis engañados nunca: en lo que se refiere al mejoramiento moral de los hombres; aquí está la verdadera misión de los Espíritus buenos. Pero no creáis que esté en su poder descubrir para vosotros lo que Dios ha dejado en secreto; sobre todo, no creáis que ellos sean los encargados de facilitaros el áspero sendero de la Ciencia; la Ciencia sólo se adquiere a costa de trabajo y de investigaciones asiduas. Cuando haya llegado el tiempo de revelar un descubrimiento útil para la Humanidad, buscaremos al hombre capaz de llevarlo a buen término; nosotros le inspiraremos la idea de ocuparse del mismo y le dejaremos todo el mérito; pero ¿dónde estarían el trabajo y el mérito si le bastase pedir a los Espíritus los medios para adquirir sin esfuerzo la Ciencia, los honores y las riquezas? Por lo tanto, sed prudentes, y no entréis por un camino en que sólo tendríais decepciones y que no contribuiría en nada para vuestro adelanto. Los que se dejan arrastrar en ese camino reconocerán un día cuán errados estaban, y se lamentarán por no haber usado bien su tiempo.»

Tal es el resumen de las instrucciones que los Espíritus han dado muchas veces a la Sociedad, así como a nosotros. Hemos podido reconocer la sabiduría de ellos por experiencia; he aquí por qué las comunicaciones relacionadas con las investigaciones científicas no tienen para nosotros sino una importancia secundaria. Nosotros no las rechazamos; recibimos todo lo que nos es transmitido, porque en todo hay algo que aprender; pero sólo lo aceptamos con la reserva de verificación ulterior, tomando cuidado para no dar crédito a una fe ciega e irreflexiva: observamos y esperamos. El Sr. Jobard, que es un hombre positivo y de gran sensatez, ha de comprender como ninguno que este camino es el mejor para preservarse del peligro de las utopías. Ciertamente no será a nosotros que se nos ha de acusar de querer permanecer en la retaguardia; lo que queremos evitar es pisar en falso y todo lo que pudiese comprometer el crédito del Espiritismo: es por eso que no damos prematuramente como verdades indiscutibles lo que aún es sólo una hipótesis.

Pensamos que estas observaciones serán igualmente apreciadas por otras personas que, sin duda, comprenderán el inconveniente de anticipar el momento de ciertas publicaciones; la experiencia les mostrará con esto la necesidad de no siempre tomar en consideración la impaciencia de algunos Espíritus. Los Espíritus verdaderamente superiores (no hablamos de aquellos que aparentan serlo) son muy prudentes, y éste es uno de los caracteres con los cuales pueden ser reconocidos.




Disertaciones espíritas

La inspiración

Voy a contarte una historia del otro mundo, donde me encuentro. Imagínate un cielo azul, un mar calmo y verde, con rocas notablemente talladas; ningún follaje, a no ser los pálidos líquenes que se extienden en las grietas de las piedras. He aquí el paisaje. Como simple novelista, no puedo complacerme en darte los detalles. Para poblar ese mar, esas rocas, solamente había un poeta, sentado, soñando y reflejando en su alma –como en un espejo– la belleza apacible de la Naturaleza, que no por eso hablaba menos a su corazón que a sus ojos. Ese poeta, ese soñador era yo. ¿Dónde? ¿Cuándo sucede mi relato? ¡Qué importa!

Entonces, yo escuchaba, observaba, conmovido y compenetrado en el profundo encanto de la gran soledad; de repente, en la parte superior de la roca, vi surgir de pie a una mujer; era alta, morena y pálida. Sus largos cabellos negros fluctuaban sobre su vestido blanco; ella miraba fijamente hacia delante, con una extraña firmeza. Yo me había levantado y arrebatado de admiración, porque aquella mujer, floreciendo de repente en la roca, parecía ser la propia inspiración, la divina inspiración, que tantas veces yo había evocado con singular éxtasis. Me aproximé; ella, sin moverse, extendió llana y magníficamente su brazo hacia el mar, y como si fuese inspirada, cantó con una voz suave y lamentosa. Yo la escuchaba, tomado de una tristeza mortal, y repetía mentalmente las estrofas que salían de sus labios, como de una fuente viva. Entonces, ella se volvió hacia mí, y fui envuelto en la sombra de su ropaje blanco.

–Amigo –dijo ella–, escúchame: menos profundo es el mar de olas cambiantes y menos duras son las rocas que el amor, el cruel amor que despedaza a un corazón de poeta; no escuches su voz, que se apodera de todas las seducciones de la ola, del aire, del sol, para oprimir, penetrar y quemar su alma, que tiembla y que desea sufrir el mal de amor. Así hablaba ella; yo la escuchaba y sentía que mi corazón se fundía en un éxtasis divino; hubiera querido aniquilarme en el hálito puro que salía de su boca.

–No, amigo –continuó ella–, no luches contra el genio que se adueña de ti; déjate llevar en sus alas de fuego por las esferas radiantes. Olvida, olvida la pasión que te arrastrará, a ti, águila destinada a las grandes alturas; escucha a las voces que te llaman a los conciertos celestiales. Alza tu vuelo, pájaro sublime: el genio es solitario; marcado por su sello divino, no puedes volverte esclavo de una mujer.

Ella hablaba, la sombra avanzaba y el mar verde se volvía negro; el cielo se oscurecía y los perfiles de las rocas tomaban una forma siniestra. Aún más radiosa, ella parecía coronarse de estrellas, que encendían sus luces centelleantes, mientras que su vestido, blanco como la espuma que golpeaba la playa, se extendía en pliegues inmensos. –No me dejes –le dije yo finalmente; llévame en tus brazos; deja que tus cabellos negros sirvan de lazos para retenerme cautivo. Déjame vivir en tu luz o morir a tu sombra.

Ven, entonces, respondió ella con una voz clara, pero que parecía distante; ven, ya que prefieres la inspiración que suaviza al genio, que el genio que esclarece a los hombres; ven, no te dejaré más, y ambos, heridos por un golpe mortal, seguiremos entrelazados como el grupo del Dante. No temas que te abandone, ¡oh, mi poeta! La inspiración te consagra para la desgracia y para el desdén de los hombres, que solamente han de bendecir tu canto cuando ellos no se sientan más irritados con el destello de tu genio.

Entonces sentí un poderoso abrazo que me levantaba del suelo; nada más vi, a no ser las blancas vestimentas que me envolvían como una aureola, y fui arrebatado por el poder de la inspiración, que para siempre me separaba de los hombres.

ALFRED DE MUSSET

Sobre los trabajos de la Sociedad

Os hablaré de la necesidad de observar la mayor regularidad en vuestras sesiones, es decir, de evitar toda confusión y toda divergencia en las ideas. La divergencia favorece la sustitución de los Espíritus buenos por los malos, y casi siempre son estos últimos los que se apresuran en responder a las cuestiones propuestas. Por otra parte, en una reunión compuesta por elementos diversos y desconocidos los unos de los otros, ¿cómo evitar las ideas contradictorias, la distracción o, peor aún, una vaga y burlona indiferencia? Desearía encontrar un medio eficaz y seguro para evitar esto. Puede ser que esté en la concentración de los fluidos esparcidos alrededor de los médiums. Sólo ellos, pero sobre todo los que son estimados, retienen a los Espíritus buenos en la reunión; pero basta apenas su influencia para dispersar a la turba de Espíritus ligeros. El trabajo de análisis de las comunicaciones es excelente. Nunca estará de más la profundización de las preguntas y, sobre todo, de las respuestas. Cometer un error es fácil, incluso para los Espíritus animados de las mejores intenciones; la lentitud de la escritura –durante la cual el Espíritu se desvía del tema, que se agota tan pronto como lo ha concebido–, así como la inconstancia y la indiferencia hacia ciertas formas convenidas, entre otras muchas razones, hacen que os veáis en el deber de sólo confiar de manera limitada, subordinándolo siempre al análisis, incluso cuando se trate de las más auténticas comunicaciones.

Dicho esto, que Dios tome bajo su santa protección a todos los verdaderos espíritas.

GEORGES (Espíritu familiar)





Octubre


Respuesta del Sr. Allan Kardec a la Gazette de Lyon

Con el título: Una sesión con los espíritas, la Gazette de Lyon publicó en su número del 2 de agosto de 1860, el siguiente artículo, al cual el Sr. Allan Kardec, durante su permanencia en Lyon, dio la respuesta que se encuentra más adelante, pero que aquel diario no se dignó aún a reproducirla.

«Son llamados espíritas a ciertos alucinados que, al haber cortado con todas las creencias religiosas de su época y de su país, manifiestan entretanto creer abiertamente en el contacto con los Espíritus.

«Al haber nacido de las mesas giratorias, el Espiritismo, sin embargo, no es sino una de las mil formas de ese estado patológico en que el cerebro humano puede caer cuando se deja llevar por esas mil aberraciones de que la Antigüedad, la Edad Media y los tiempos actuales han dado numerosos ejemplos.

«Al ser condenadas prudentemente por la Iglesia Católica, todas esas investigaciones misteriosas que salen del dominio de los hechos positivos no tienen otro resultado sino el de producir la locura a los que del mismo se ocupan, suponiendo que este estado de locura ya no haya pasado al estado crónico en el cerebro de los adeptos, lo que está lejos de ser demostrado.

«Los espíritas tienen un periódico en París, y basta leer algunos pasajes para asegurarnos que no exageramos en nada. La ineptitud de las preguntas dirigidas a los Espíritus evocados, solamente se iguala a la ineptitud de sus respuestas, y con razón se les puede decir que no vale la pena volver del otro mundo para decir tantas tonterías.

«En resumen, esa nueva locura, renovada de los Antiguos, acaba de llegar a nuestra ciudad. Lyon alberga espíritas, y es en la casa de simples obreros textiles que los Espíritus se dignan manifestarse.

«El antro de Trofonio está situada (sic) en un taller; el sumo sacerdote del lugar es un tejedor de seda, y la sibila es su esposa; los adeptos son generalmente obreros, porque no se recibe allí fácilmente a los que, por su exterior, denotan mucha inteligencia: los Espíritus sólo se dignan manifestarse a los simples; probablemente fue esto lo que me valió ser admitido allí.

«Al ser invitado a comparecer a una de las reuniones semanales de los espíritas lioneses, entramos en un taller donde se encontraban cuatro telares, de los cuales uno estaba parado. Allí, entre las cuatro horcas de esas máquinas para tejer, la sibila tomó lugar frente a una mesa cuadrada sobre la cual había un cuaderno y, al lado, una pluma de ganso. Notad bien que hemos dicho una pluma de ganso y no una pluma metálica, porque los Espíritus tienen horror a los metales.

«De veinte a veinticinco personas de ambos sexos, inclusive este servidor que os habla, formaban un círculo alrededor de la mesa.

«Después de un pequeño discurso del sumo sacerdote sobre la naturaleza de los Espíritus, totalmente hecho en un estilo que debería encantar a los Espíritus, debido a su... simplicidad, comenzaron las preguntas.

«Un joven se aproxima y le pregunta a la sibila por qué ocho días antes de los combates, ya sea en Crimea o en Italia, él siempre era llamado a otro lugar.

«Al tomar la pluma de ganso, la inspirada –es el nombre que le dan– la mueve un instante sobre el papel, donde traza signos cabalísticos, y después pronuncia esta fórmula: “¡Dios mío, dadme la gracia de esclarecernos sobre este asunto!” Después ella agrega: “Leo la siguiente respuesta: Estáis destinado a vivir para instruir y esclarecer a vuestros hermanos”.

«Evidentemente, él es un adepto influyente que quieren conquistar para la causa; además, ha sido soldado, tal vez un ex zuavo. No vamos a tener un altercado por eso; prosigamos.

«Otro joven se acerca a su turno y pregunta si el Espíritu de su padre lo ha acompañado y protegido en los combates.

«Respuesta: –Sí.

«Hablamos aparte con el joven y le preguntamos desde qué época estaba muerto su padre.

«Mi padre no está muerto –nos respondió él.

«Luego se presenta un anciano y pregunta –notad bien la sutileza de la pregunta, copiada de Tarquino, el Antiguo– si lo que él piensa fue el motivo por el cual su padre le dio el nombre de Jean.

«Respuesta: –Sí.

«Un antiguo soldado del Primer Imperio pregunta después si los Espíritus de los soldados del viejo Imperio han acompañado a nuestros jóvenes soldados en Crimea y en Italia.

«Respuesta: –Sí.

«A continuación, una señora hace una pregunta supersticiosa: ¿Por qué el viernes es un mal día?

«La respuesta no se hizo esperar y, ciertamente, merece ser tomada con cuidado, debido a las varias lagunas históricas que la misma llena. Ella respondió inspirada: –Es porque Moisés, Salomón y Jesucristo murieron en ese día.

«Un joven obrero lionés, que hemos podido identificar por su acento, solicita ser esclarecido sobre un hecho maravilloso. Dice él: –Una noche, mi madre sintió un rostro que tocaba al suyo; ella despertó a mi padre y a mí, que buscamos por todas partes y no encontramos nada. Pero de repente uno de nuestros telares comenzó a moverse; cuando nos acercamos, se detuvo; otro también hizo lo mismo en la extremidad del taller: estábamos aterrorizados, y esto se puso peor cuando vimos que todos los telares estaban funcionando al mismo tiempo, sin que pudiésemos percibir a nadie.

«La sibila respondió: –Es vuestro abuelo que venía a pedir oraciones.

«El joven contestó con un aire que le daba un fácil acceso al santuario: –Es exactamente eso; ¡pobre viejo! Le habían prometido misas que no fueron celebradas.

«Otro obrero pregunta por qué, varias veces, el fiel de su balanza se movía solo.

«–Es un Espíritu golpeador –responde la inspirada– que ha producido ese fenómeno.

«–Muy bien –contestó el obrero; hice cesar el prodigio al poner un pedazo de plomo en el plato más leve.

«–Es muy sencillo –agregó la adivina; los Espíritus le tienen horror al plomo por causa del reflejo.

«Todos desean una explicación acerca de ese reflejo.

«¡Ahí se detiene el poder de la sibila: –Dios no quiere explicar esto –dice ella, ¡ni siquiera a mí!

«Era una razón mayor, ante la cual todos se inclinaron.

«El sumo sacerdote, entonces, previendo objeciones internas, tomó la palabra y dijo: –Señores, sobre esta cuestión es necesario abstenerse, porque seríamos llevados a preguntas científicas que estamos impedidos de responder.

«En este momento las preguntas se multiplicaban y se mezclaban:

«Los señales que aparecen en el cielo desde algún tiempo (los cometas), ¿son aquellos de que habla el Apocalipsis?

«Respuesta: –Sí, y en ciento cuarenta años este mundo no existirá más.

«–¿Por qué Jesucristo dijo que siempre habría pobres?

«Respuesta: –Jesucristo quiso hablar de los pobres de espíritu; para éstos, Dios acaba de preparar simplemente un globo especial.

«De forma alguna destacaremos toda la importancia de semejante respuesta; ¿quién no comprende cuán felices serán nuestros descendientes cuando no tengan que temer más el contacto con los pobres de espíritu? En cuanto a los otros, la respuesta de la sibila permite felizmente suponer que su reinado acabó; buenas noticias para los economistas, a quienes la cuestión del pauperismo no deja dormir.

«Para terminar, se acerca una mujer de 45 a 50 años y pregunta si su Espíritu ya estuvo encarnado y cuántas veces.

«Vosotros estaríais en aprieto para responder, como yo también; pero los Espíritus tienen respuesta para todo:

«–Sí, responde la pluma de ganso, en tres ocasiones: la primera, como hija natural de una respetable princesa rusa (la palabra respetable, próxima del vocablo precedente, me intriga); la segunda, como hija legítima de un trapero de Bohemia, y la tercera, ella lo sabe...

«Esperamos que esta muestra de una sesión de los espíritas lioneses sea suficiente para demostrar que los Espíritus de Lyon no valen más que los de París.

«Pero preguntamos si no sería bueno impedir que pobres locos se vuelvan aún más locos.

«En otros tiempos la Iglesia era bastante poderosa para imponer silencio a semejantes divagaciones; es verdad que ella castigaba demasiado fuerte, quizá, pero detenía el mal. Hoy, considerándose que la autoridad religiosa es impotente, que el buen sentido no tiene bastante poder como para hacer justicia contra tales alucinaciones, ¿no debería otra autoridad intervenir en el caso y acabar con esas prácticas, cuyo menor inconveniente es poner en ridículo a los que de las mismas se ocupan?»

C. M.


Respuesta del Sr. Allan Kardec al Sr. redactor de la Gazette de Lyon

Señor,

Me han enviado un artículo, firmado por C. M., que vos habéis publicado en la Gazette de Lyon del 2 de agosto de 1860, con el título: Una sesión con los espíritas. En este artículo soy atacado indirectamente en la persona de todos los que comparten mis convicciones. Pero esto nada representaría si vuestras palabras no tendiesen a falsear la opinión pública sobre el principio y las consecuencias de las creencias espíritas, poniendo en ridículo y censurando a los que las profesan, e instando a la venganza legal. Al respecto, os solicito que me permitáis que os haga algunas rectificaciones, esperando de vuestra imparcialidad que consintáis en publicar mi respuesta, ya que habéis publicado el ataque.

Sr., no creáis que mi objetivo sea el de buscar convenceros, ni el de devolveros injuria por injuria. Sean cuales fueren las razones que os impiden compartir nuestra manera de ver, no pienso en inquirirlas, y las respeto si son sinceras; sólo pido la reciprocidad practicada entre personas que saben convivir. En cuanto a los epítetos no civilizados, no tengo el hábito de usarlos.

Si hubieseis discutido seriamente los principios del Espiritismo; si a ellos hubierais opuesto algunos argumentos buenos o malos, yo habría podido responderos; pero como toda vuestra argumentación se limita a calificarnos de ineptos, no me cabe discutir con vos si estáis errado o no. Por lo tanto, me limito a refutar vuestras aseveraciones inexactas, fuera de todo personalismo.

No basta decir a las personas que no piensan como nosotros que ellas son imbéciles: esto está al alcance de cualquier uno; es necesario demostrarles que están erradas; pero ¿cómo hacerlo? ¿Cómo entrar en el fondo de la cuestión si no se conoce ni la primera palabra? Ahora bien, pienso que es el caso en que os encontráis, pues de lo contrario habríais empleado mejores armas que la acusación banal de la estupidez. Cuando le hayáis dado al estudio del Espiritismo un tiempo moral necesario –y os advierto que es preciso bastante–; cuando hayáis leído todo lo que pueda fundamentar vuestra opinión; cuando hayáis profundizado todas las cuestiones y asistido como observador concienzudo e imparcial a millares de experiencias, vuestra crítica tendrá algún valor. Hasta que esto suceda, no es más que una opinión individual, que no se apoya en nada y a respecto de la cual podéis, a cada palabra, ser sorprendido en flagrante delito de ignorancia. El comienzo de vuestro artículo es una prueba de esto.

Vos decís: «Son llamados ESPÍRITAS a ciertos alucinados que, al haber cortado con TODAS las creencias religiosas de su época y de su país...» Señor, ¿sabéis que esta acusación es muy grave, y tanto más grave como falsa y calumniosa a la vez? El Espiritismo se basa enteramente en el principio de la existencia del alma, su supervivencia al cuerpo, su individualidad después de la muerte, su inmortalidad, las penas y las recompensas futuras. Él no solamente sanciona estas verdades por la teoría; es de su esencia demostrarlas a través de pruebas patentes. He aquí por qué tanta gente que no creía en nada ha sido reconducida a las ideas religiosas. Toda su moral es el desarrollo de estas máximas del Cristo: Practicar la caridad, devolver el mal con el bien, ser indulgente para con su prójimo, perdonar a sus enemigos; en una palabra, hacer a los otros lo que quisiéramos que los otros nos hiciesen. ¿Halláis, pues, estas ideas muy estúpidas? ¿Habrán los espíritas cortado con todas las creencias religiosas, los cuales se apoyan en las propias bases de la religión? No –diréis–, pero basta ser católico para tener tales ideas; para tenerlas, puede ser; pero practicarlas es otra cosa, al parecer. ¿Es realmente evangélico para vos, como católico, insultar a personas simples, que nunca os han hecho mal, las cuales no conocéis y que han tenido bastante confianza en vos como para recibiros entre ellas? Admitamos que estén equivocadas; ¿será que habréis de reconducirlas al cubrirlas de injurias y al irritarlas?

De hecho, vuestro artículo contiene otro error, que prueba una vez más vuestra ignorancia en materia de Espiritismo. Vos decís: Los adeptos son generalmente obreros. Sabed, pues, Señor, a fin de ajustar vuestra conducta, que de los cinco o seis millones de espíritas que existen hoy, la casi totalidad pertenece a las clases más esclarecidas de la sociedad; en todos los países, Él cuenta entre sus seguidores con un número muy grande de médicos, de abogados, de magistrados, de escritores, de altos funcionarios, de oficiales de todos los grados, de artistas, de científicos, de comerciantes, etc., personas que clasificáis muy livianamente entre los ineptos. Pero dejemos esto a un lado. ¿Las palabras insulto e injuria os parecen muy fuertes? ¡Veamos!

No habéis evaluado bien el alcance de vuestras palabras cuando, después de haber dicho que los adeptos son generalmente obreros, agregasteis lo siguiente sobre las reuniones lionesas: Porque no se recibe allí fácilmente a los que, por su exterior, denotan MUCHA INTELIGENCIA: los Espíritus sólo se dignan manifestarse a los SIMPLES; probablemente fue esto lo que me valió ser admitido allí. Y más adelante, esta otra frase: Después de un DISCURSO sobre la naturaleza de los Espíritus, totalmente hecho en un estilo que debería encantar a los Espíritus, debido a su SIMPLICIDAD, comenzaron las preguntas. No voy a recordar vuestras burlas acerca de la pluma de ganso que –según vos– la médium usaba, ni otras cosas también espirituosas; yo hablo más seriamente. Sólo haré una simple observación: habéis empleado muy mal vuestros ojos y vuestros oídos, porque la médium de quien habláis no usa pluma de ganso, y tanto la forma como el fondo de la mayoría de las preguntas y de las respuestas que habéis relatado en vuestro artículo son pura invención. Por lo tanto, son pequeñas calumnias, mediante las cuales quisisteis hacer brillar vuestro ingenio.

Así, según vos, para ser admitido en esas reuniones de obreros, es necesario ser obrero, es decir, desprovisto de buen sentido, y decís que allí solamente os dejaron ingresar porque probablemente os tomaron por un tonto. Seguramente os habrían cerrado la puerta si os hubiesen creído con bastante ingenio como para inventar cosas que no existen.

¿Ya pensasteis, Sr., que no sólo atacáis a los espíritas, sino a toda la clase obrera, y en particular a la de Lyon? ¿Olvidáis que son esos mismos obreros, esos tejedores –como vos los llamáis con pedantería– que hacen la prosperidad de vuestra ciudad, a través de su industria textil? Los obreros que produjeron el telar de Jacquard, ¿han sido personas sin valor moral? ¿De dónde salió un buen número de vuestros fabricantes que han adquirido su fortuna con el sudor de su frente y a fuerza de orden y de economía? ¿No es insultar su trabajo el hecho de comparar sus telares con horcas indignas? Ponéis en ridículo su lenguaje y os olvidáis de que su oficio no les permite hacer discursos académicos. ¿Es necesario un estilo rudo para decir lo que se piensa? Señor, vuestras palabras no son apenas frívolas –empleo este vocablo por consideración–, ellas son imprudentes. Si alguna vez Dios os reserva días nefastos, orad a Él para que los obreros lioneses no se acuerden de esto. Los que son espíritas se olvidarán, porque la caridad lo ordena; haced votos, pues, para que todos lo sean, ya que es en el Espiritismo que ellos beben los principios de orden social, el respeto a la propiedad y a los sentimientos religiosos.

¿Sabéis lo que hacen los obreros espíritas lioneses, que vos tratáis con tanto desdén? En vez de aturdirse en un cabaré o alimentarse de doctrinas subversivas y quiméricas, ellos piensan en Dios en ese taller que comparáis irrisoriamente al antro de Trofonio, en medio de esos telares de cuatro palos. Yo los he visto durante mi permanencia aquí; he conversado con ellos y estoy convencido de lo siguiente: Entre ellos, muchos maldecían su penoso trabajo; hoy lo aceptan con la resignación del cristiano, como una prueba. Muchos veían con envidia y con celos la fortuna de los ricos: hoy ellos saben que la riqueza es una prueba aún más peligrosa que la de la miseria, y que el desdichado que sufre y que no cede a la tentación es el verdadero elegido de Dios; ellos saben que la verdadera felicidad no está en lo superfluo, y que aquellos que son llamados felices de este mundo padecen también crueles angustias que el oro no apacigua. Muchos se reían de la oración: hoy oran y han reencontrado el camino de la iglesia que ellos habían olvidado, porque en otros tiempos no creían en nada y ahora creen. Varios habrían sucumbido en la desesperación: hoy conocen el destino de los que abrevian voluntariamente su vida, y se resignan a la voluntad de Dios, porque saben que son un alma, de lo que antes no estaban seguros. En fin, porque ellos saben que están de paso en la Tierra, y que la justicia de Dios no se equivoca con nadie.

Señor, he aquí lo que saben y lo que hacen esos ineptos, como los llamáis; decís que ellos se expresan en un lenguaje tal vez ridículo, trivial a los ojos de un hombre de ingenio como vos, pero a los ojos de Dios el mérito está en el corazón y no en la elegancia de las frases.

Además, escribís: «En otros tiempos la Iglesia era bastante poderosa para imponer silencio a semejantes divagaciones; es verdad que ella castigaba demasiado fuerte, quizá, pero detenía el mal. Hoy, considerándose que la autoridad religiosa es impotente, ¿no debería otra autoridad intervenir en el caso?» En efecto, la iglesia quemaba; es realmente una lástima que no haya más hogueras. ¡Oh, deplorables efectos del progreso de las luces!

No tengo por hábito responder a las diatribas; si solamente se tratase de mí, no habría dicho nada; pero con relación a la creencia que yo tengo la gloria de profesar, porque es una creencia eminentemente cristiana, vos ridiculizáis a personas honestas y trabajadoras porque son iletradas, olvidando que el propio Jesús era un obrero; vos las provocáis con palabras irritantes; exigís contra ellas los rigores de la autoridad civil y religiosa, cuando son pacíficas y comprenden el vacío de las utopías con que fueron engañadas y que os dan miedo. Tuve que salir en su defensa, recordándoles los deberes que la caridad impone y diciéndoles que si los otros faltan a sus deberes, esto no es razón para que ellos no cumplan con los suyos. He aquí, Sr., los consejos que les doy; son también los que les dan esos Espíritus que cometen la tontería de dirigirse a personas simples e ignorantes antes que a vos; es que probablemente saben que serán más escuchados. Al respecto, ¿podríais decirme por qué Jesús eligió a sus apóstoles entre el pueblo, en lugar de hacerlo entre los hombres de letras? Indudablemente es porque en la época no había periodistas para decirle lo que Él debía hacer.

Diréis sin duda que vuestra crítica sólo se dirige a la creencia en los Espíritus y en sus manifestaciones, y no a los sagrados principios de la religión. Estoy persuadido de ello; pero entonces, ¿por qué habéis dicho que los espíritas han cortado con todos los principios religiosos? Es porque no sabéis en qué ellos se apoyan. Sin embargo, allá visteis a un médium orar con recogimiento, y vos, católico, ¡os habéis reído de una persona que oraba!

Probablemente tampoco sabéis lo que son los Espíritus. Los Espíritus no son sino las almas de los que han vivido; por lo tanto, las almas y los Espíritus son una única y misma cosa, de modo que negar la existencia de los Espíritus, es negar el alma; admitir el alma, su supervivencia y su individualidad es admitir a los Espíritus. Por lo tanto, toda la cuestión se resume en saber si el alma, después de la muerte, puede manifestarse a los vivos; los libros sagrados y los Padres de la Iglesia lo reconocen. Si los espíritas están equivocados, esas autoridades también están erradas; para probarlo es necesario demostrar, no por una simple negación, sino por razones concluyentes, lo siguiente:

1º) Que el ser que piensa en nosotros durante la vida, no debe más pensar después de la muerte;

2º) Que si él piensa, no debe más pensar en aquellos que ha amado;

3º) Que si piensa en aquellos que ha amado, no debe más querer comunicarse con ellos;

4º) Que si puede estar en todas partes, no puede estar a nuestro lado;

5º) Que si está a nuestro lado, no puede comunicarse con nosotros.

Si vos conocierais el estado de los Espíritus, su naturaleza y –si así puedo expresarme– su constitución fisiológica, tal como ellos nos la describen, y tal cual la observación confirma, sabríais que, siendo el Espíritu y el alma una única y misma cosa, no hay de menos en el Espíritu sino el cuerpo, del cual se despoja al desencarnar, restándole al Espíritu una envoltura etérea que constituye para él un cuerpo fluídico, con la ayuda del cual puede hacerse visible en ciertas circunstancias. Es lo que tiene lugar en las apariciones que la propia Iglesia admite perfectamente, puesto que de algunas hace artículos de fe. Dada esta base, a las proposiciones precedentes agregaré las siguientes, pidiéndoos probar:

6º) Que por su envoltura fluídica, el Espíritu no puede actuar sobre la materia inerte;

7º) Que si él puede actuar sobre la materia inerte, no puede actuar sobre un ser animado;

8º) Que si puede actuar sobre un ser animado, no puede dirigir su mano para hacerlo escribir;

9º) Que al poder hacerlo escribir, no puede responder a sus preguntas y transmitirle su pensamiento.

Cuando hayáis demostrado que todo esto no es posible, por medio de razones tan patentes como aquellas por las cuales Galileo demostró que no es el Sol que gira alrededor de la Tierra, entonces vuestra opinión podrá ser tomada en consideración.

Objetaréis sin duda que, en sus comunicaciones, los Espíritus dicen algunas veces cosas absurdas. Esto es verdad; y ellos hacen más: a veces dicen groserías e impertinencias. Es que, al dejar el cuerpo, el Espíritu no se despoja inmediatamente de todas sus imperfecciones; por lo tanto, es probable que aquellos que dicen cosas ridículas como Espíritus, las hayan dicho aún más ridículas cuando estaban entre nosotros; es por eso que nosotros no aceptamos ciegamente todo lo que viene de su parte, como tampoco aceptamos todo lo que viene de los hombres. Me detengo ahora, porque no tengo la intención de hacer aquí un curso de enseñanza; a mí me bastó probar que habíais hablado de Espiritismo sin conocerlo.

Sr., os saludo atentamente,

ALLAN KARDEC.



Banquete ofrecido al Sr. Allan Kardec por los espíritas lioneses el 19 de septiembre de 1860

Respuesta del Sr. Allan Kardec

Señoras, señores y todos vosotros, mis queridos y buenos hermanos en Espiritismo:

La recepción tan amistosa y tan benevolente que me dan entre vosotros desde mi llegada, sería bastante para enorgullecerme si yo no comprendiese que estos testimonios se dirigen menos a la persona que a la Doctrina, de la cual soy uno de sus más humildes obreros; es la consagración de un principio y estoy doblemente feliz, porque ese principio debe un día asegurar la felicidad del hombre y la paz de la sociedad, cuando sea bien entendido, y mejor aún cuando sea practicado. Los adversarios solamente lo combaten porque no lo comprenden; nos corresponde a nosotros, a los verdaderos espíritas, a los que vemos en el Espiritismo algo más que experiencias más o menos curiosas, hacer que Él sea comprendido y divulgado, predicándolo tanto con el ejemplo como con la palabra. El Libro de los Espíritus ha tenido como resultado el de hacer ver su alcance filosófico; si este libro tiene algún mérito, sería presunción mía vanagloriarme por eso, porque la Doctrina que él contiene no es mi creación de manera alguna; todo el honor del bien que él ha hecho pertenece a los Espíritus sabios que lo han dictado y que han consentido servirse de mí. Por lo tanto, puedo escuchar elogios sin que se ofenda mi modestia y sin que se exalte mi amor propio. Si hubiese querido aprovecharme de esto, seguramente yo habría reivindicado su concepción, en lugar de atribuirla a los Espíritus; y si se pudiera dudar de la superioridad de aquellos que han cooperado en él, bastaría considerar la influencia que dicho libro ha ejercido en tan poco tiempo, con el solo poder de la lógica y sin ninguno de los medios materiales propios para sobreexcitar la curiosidad.

Señores, sea como fuere, la cordialidad de vuestra recepción será para mí un poderoso estímulo en la tarea laboriosa que he emprendido y que es la razón de mi vida, porque me da la certeza consoladora de que los hombres de corazón ya no son tan raros en este siglo materialista, como se complacen en llamarlo. Los sentimientos que hacen nacer en mí esos testimonios benevolentes son mejor comprendidos que expresados, y lo que les da a mis ojos un valor inestimable, es que no tienen por móvil ninguna consideración personal. Os agradezco del fondo del corazón, en nombre del Espiritismo, sobre todo en nombre de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas, que se sentirá feliz con las muestras de simpatía que habéis tenido a bien darle, y que se enorgullece por contar en Lyon con un número tan grande de buenos y leales compañeros. Permitidme describir en algunas palabras las impresiones que llevo de mi corta permanencia entre vosotros.

La primera cosa que me llamó la atención fue el número de adeptos; yo bien sabía que Lyon contaba con muchos de ellos, pero estaba lejos de sospechar que el número fuese tan considerable, porque son contados por centenas, y espero que pronto sean incontables. Pero si Lyon se distingue por el número, no lo hace menos por la calidad, lo que vale más aún. Por todas partes sólo he encontrado espíritas sinceros, que comprenden la Doctrina bajo su verdadero punto de vista. Señores, hay tres categorías de adeptos: Los primeros se limitan a creer en la realidad de las manifestaciones y buscan, ante todo, los fenómenos; para ellos el Espiritismo es simplemente una serie de hechos más o menos interesantes.

Los segundos ven en el Espiritismo algo más que hechos: comprenden su alcance filosófico; admiran la moral que de Él se desprende, pero no la practican. Para ellos la caridad cristiana es una bella máxima, pero he aquí todo.

Los terceros, en fin, no se contentan con admirar la moral: ellos la practican y aceptan todas sus consecuencias. Bien convencidos de que la existencia terrestre es una prueba pasajera, tratan de aprovechar esos cortos instantes para marchar en la senda del progreso que los Espíritus les trazan, esforzándose en hacer el bien y en reprimir sus malas tendencias. Sus relaciones son siempre seguras, porque sus convicciones los apartan de todo pensamiento del mal. En todas las cosas, la caridad es su regla de conducta; estos son los verdaderos espíritas, es decir, los espíritas cristianos.

¡Pues bien, señores! Os digo con alegría que aún no he encontrado aquí ningún adepto de la primera categoría; en parte alguna he visto que se ocupasen del Espiritismo por mera curiosidad o que se sirvieran de las comunicaciones para asuntos fútiles; por todas partes el objetivo es grave, las intenciones son serias, y por lo que veo y por lo que me dicen, hay muchos de la tercera categoría. Por lo tanto, ¡honor a los espíritas lioneses, por haber entrado tan ampliamente en ese camino progresivo, sin el cual el Espiritismo no tendría objeto! Tal ejemplo no será perdido; tendrá sus consecuencias y no fue sin razón –bien lo veo– que los Espíritus me respondieron el otro día, a través de uno de vuestros médiums más dedicados, a pesar de ser uno de los más anónimos, cuando yo les expresaba mi sorpresa: ¿Por qué te admiras de eso? Lyon ha sido la ciudad de los mártires; la fe aquí es viva; ella dará apóstoles al Espiritismo. Si París es la cabeza, Lyon será el corazón. La coincidencia de esta respuesta con la que os ha sido dada anteriormente, y que el Sr. Guillaume acaba de recordar en su discurso, es algo muy significativo.

La rapidez con la cual se ha propagado la Doctrina en estos últimos tiempos, a pesar de la oposición que Ella aún encuentra –o tal vez por causa de esta misma oposición–, puede hacer vislumbrar su futuro. Por lo tanto, evitemos con nuestra prudencia todo lo que pueda producir una impresión desagradable; no digo que se pierda una causa ya asegurada, sino que se intente retardar su desarrollo; sigamos en esto los consejos de los Espíritus sabios, y no nos olvidemos que, en este mundo, muchos éxitos han sido comprometidos por demasiada precipitación; tampoco nos olvidemos que nuestros enemigos del otro mundo, así como también los de éste, pueden buscar arrastrarnos por un camino peligroso.

Habéis tenido a bien pedirme algunos consejos, y para mí es un placer daros aquellos que la experiencia pueda sugerirme; no será sino una opinión personal, que os recomiendo a evaluarla con vuestra sabiduría, y de la cual haréis el uso que os parezca conveniente, porque no tengo la pretensión de erigirme en árbitro absoluto.

Teníais la intención de formar una Sociedad grande; ya os he dicho al respecto mi manera de pensar, por lo que me limito a resumirla aquí.

Se sabe que las mejores comunicaciones son obtenidas en reuniones poco numerosas, sobre todo en aquellas donde reinan la armonía y la comunión de sentimentos; ahora bien, cuanto mayor fuere el número, más difícil será obtener esta homogeneidad. Como es imposible que en el comienzo de una ciencia, aún tan nueva, no surjan algunas divergencias en la manera de apreciar ciertas cosas, de esa divergencia nacería infaliblemente un malestar que podría llevar a la desunión. Al contrario, los grupos pequeños serán siempre más homogéneos: aquí todos se conocen mejor, están más en familia, y pueden admitir mejor a los que se desea hacerlo. Y, como en definitiva, todos tienden al mismo objetivo, ellos pueden entenderse perfectamente, y se entenderán tanto mejor por no haber esa incesante contrariedad, que es incompatible con el recogimiento y la concentración de espíritu. Los Espíritus malos, que buscan incesantemente sembrar la discordia al irritar susceptibilidades, tendrán siempre menos acceso a un grupo pequeño que a un grupo numeroso y heterogéneo; en una palabra, será más fácil establecer la unidad de miras y de sentimiento en el primer grupo que en el segundo.

La multiplicidad de los grupos tiene otra ventaja: obtener una variedad mucho mayor en las comunicaciones, por la diversidad de aptitudes de los médiums. Que esos grupos pequeños compartan recíprocamente lo que cada uno obtenga por su lado, y todos aprovecharán así sus trabajos mutuos. Además, llegará el tiempo en que el número de adeptos no permitirá más un grupo único, que deberá fraccionarse por la fuerza de las cosas; he aquí por qué es preferible hacer inmediatamente lo que se estaría forzado a hacer más tarde.

Desde el punto de vista de la propaganda –y esto es también un hecho cierto–, no es en las grandes reuniones que los neófitos pueden extraer elementos de convicción, sino en la intimidad; por lo tanto, hay un doble motivo para preferir los grupos pequeños, que pueden multiplicarse al infinito. Ahora bien, veinte grupos de diez personas, por ejemplo, obtendrán indiscutiblemente más y harán más prosélitos que una única asamblea de doscientos miembros.

Hace un instante he hablado de las divergencias que pueden surgir, y he dicho que ellas no debían crear obstáculos a la perfecta armonía entre los diferentes Centros; en efecto, esas divergencias sólo pueden darse en los detalles y no en el fondo. El objetivo es el mismo: el mejoramiento moral; el medio es el mismo: la enseñanza dada por los Espíritus. Si esta enseñanza fuera contradictoria; si, evidentemente, una debiese ser falsa y la otra verdadera, notad bien que esto no podría alterar el objetivo, que es el de conducir el hombre al bien, para su mayor felicidad presente y futura; por lo tanto, el bien no podría tener dos pesos y dos medidas. Desde el punto de vista científico, o dogmático, es entretanto útil, o por lo menos interesante, saber quién tiene razón y quién no la tiene; ¡Pues bien! Tenéis un criterio infalible para hacerlo, ya sea que se trate de simples detalles o de sistemas radicalmente divergentes; y esto no sólo se aplica a los sistemas espíritas, sino a todos los sistemas filosóficos.

Examinad al principio aquel que es más lógico, el que responda mejor a vuestras aspiraciones, aquel que mejor alcance el objetivo. El más verdadero será evidentemente el que dé mejores explicaciones y el que ofrezca mejores razones de todo. Si se puede oponer a un sistema un único hecho en contradicción con su teoría, es que esta teoría es falsa o incompleta. Examinad después los resultados prácticos de cada sistema; la verdad debe estar del lado de aquel que produzca mayor bien, de quien ejerza la influencia más sana, de aquel que haga más hombres buenos y virtuosos, y de quien practique el bien por los motivos más puros y más racionales. El objetivo constante al cual aspira el hombre es la felicidad; la verdad estará del lado del sistema que proporcione mayor suma de satisfacción moral; en una palabra, que vuelva a la criatura humana más feliz.

Considerándose que la enseñanza proviene de los Espíritus, los diferentes grupos, así como los individuos, se encuentran bajo la influencia de ciertos Espíritus que presiden sus trabajos o que los dirigen moralmente. Si esos Espíritus no estuvieren de acuerdo, la cuestión es saber cuál de ellos merece más confianza; evidentemente será aquel cuya teoría no pueda suscitar ninguna objeción seria; en una palabra, aquel que en todos los puntos dé más pruebas de su superioridad. Si todo es bueno y racional en esa enseñanza, poco importa el nombre que tome el Espíritu, y en este aspecto la cuestión de identidad es completamente secundaria. Si bajo un nombre respetable la enseñanza erra en las cualidades esenciales, podéis terminantemente concluir que es un nombre apócrifo y que es un Espíritu impostor o que se divierte. Regla general: el nombre nunca es una garantía; la única y verdadera garantía de superioridad es el pensamiento y la manera con la cual es expresado. Los Espíritus embusteros pueden imitar todo, excepto el verdadero saber y el verdadero sentimiento.

Señores, no tengo la intención de daros aquí un curso de Espiritismo, y tal vez esté abusando de vuestra paciencia con todos estos detalles; sin embargo, no puedo dejar de agregar aún algunas palabras.

Sucede a menudo que los Espíritus, para hacer adoptar ciertas utopías, hacen alarde de un falso saber e intentan imponerlas extrayendo del arsenal de las palabras técnicas todo lo que pueda fascinar al que cree demasiado fácilmente. Ellos tienen también un medio más eficiente: el de aparentar virtudes; se aprovechan de grandes palabras como caridad, fraternidad y humildad, esperando que los más groseros absurdos sean aceptados, y es lo que ocurre muy frecuentemente cuando no se está prevenido; por lo tanto, es necesario no dejarse llevar por las apariencias, tanto por parte de los Espíritus como por parte de los hombres. Ahora bien, reconozco que ésta es una de las más grandes dificultades; pero nunca se ha dicho que el Espiritismo fuese una ciencia fácil; Él tiene sus escollos, que solamente pueden ser evitados a través de la experiencia. Para no caer en la celada es preciso al principio ponerse en guardia contra el entusiasmo que ciega y contra el orgullo que lleva a ciertos médiums a creerse que son los únicos intérpretes de la verdad. Es necesario examinar todo fríamente, evaluar todo con madurez y someter todo a un control; y si uno desconfía de su propia evaluación –lo que a veces es más prudente–, es preciso relatárselo a los otros, conforme el proverbio que dice que cuatro ojos ven más que dos. Un falso amor propio o una obsesión pueden, por sí solos, hacer persistir en una idea notoriamente falsa, y que el buen sentido de cada uno rechaza.

Señores, no ignoro que tengo aquí muchos enemigos; esto que hablo os sorprende y, sin embargo, nada es más verdadero; sí, existen aquí los que me escuchan con rabia; no os digo entre vosotros, ¡gracias a Dios!, donde siempre espero tener amigos; quiero hablaros de los Espíritus embusteros, que no quieren que yo os dé los medios para desenmascararlos, puesto que desbarato sus artimañas y ya que, al poneros en guardia, les quito el dominio que podrían tener sobre vosotros. Al respecto, señores, os diré que sería un error creer que ellos ejercen este dominio apenas sobre los médiums; tened la plena certeza de que los Espíritus, al estar en todas partes, actúan incesantemente sobre nosotros sin que lo sepamos, seamos o no espíritas o médiums. La mediumnidad no los atrae; al contrario, ella da el medio de conocer a su enemigo, que siempre se traiciona; siempre, escuchadlo bien, y que sólo engaña a los que se dejan engañar.

Esto, señores, me lleva a completar mi pensamiento sobre lo que acabo de decir acerca de las disidencias que podrían surgir entre los diferentes grupos, debido a la diversidad de enseñanzas. Os he dicho que, a pesar de algunas divergencias, ellos podrían entenderse, y deben entenderse si son verdaderos espíritas. Os he dado el medio de controlar el valor de las comunicaciones; ahora os daré el de apreciar la naturaleza de las influencias ejercidas sobre cada uno. Dado que toda influencia buena emana de un Espíritu bueno, que todo lo que es malo viene de una fuente mala y que los Espíritus malos son los enemigos de la unión y de la concordia, el grupo que sea asistido por el Espíritu del mal será aquel que arroje piedras en el otro y que no le tienda la mano. En cuanto a mí, señores, yo os considero a todos como hermanos, ya sea que estéis con la verdad o en el error; pero os declaro abiertamente que estaré, de corazón y de alma, con los que muestren más caridad y más abnegación. Si hubiera algunos –que Dios no lo permita– que nutriesen sentimientos de odio, de envidia o de celos, me compadecería de ellos, porque estarían bajo una mala influencia, y yo preferiría creer que esos malos pensamientos provienen de un Espíritu extraño que de su propio corazón; pero para mí, solamente esto ya volvería sospechosa la veracidad de las comunicaciones que pudiesen recibir, según el principio de que un Espíritu verdaderamente bueno no puede sugerir sino sentimientos buenos.

Señores, terminaré este discurso –por cierto ya muy extenso– con algunas consideraciones sobre las causas que deben garantizar el futuro del Espiritismo.

Todos comprendéis, por lo que tenéis bajo los ojos y por lo que sentís en vosotros mismos, que vendrá el día en que el Espiritismo ha de ejercer una inmensa influencia en la estructura social. Pero el día en que esa influencia se generalice está aún lejos, indudablemente; son necesarias generaciones para que el hombre se despoje del hombre viejo. Sin embargo, desde ahora, si el bien no puede aún ser general, ya es individual, y porque ese bien es efectivo, la doctrina que lo proporciona es aceptada con mayor facilidad; inclusive, diré que es aceptada por muchos con bastante interés. En efecto, además de su racionalidad, ¿qué filosofía es más capaz de libertar el pensamiento del hombre de los lazos terrenos y de elevar su alma hacia el infinito? ¿Cuál es la que le da una idea más justa, más lógica y apoyada en las pruebas más patentes, de su naturaleza y de su destino? Que sus adversarios la reemplacen entonces por algo mejor, por otra doctrina más consoladora que esté de acuerdo con la razón, que sea capaz de sustituir la inefable alegría de saber que nuestros seres que han sido amados en la Tierra están junto a nosotros, que nos ven, que nos escuchan, que nos hablan y que nos aconsejan; que dé un motivo más legítimo a la resignación; que haga temer menos a la muerte; que proporcione más calma en las pruebas de la vida; en fin, que reemplace esa suave quietud que uno experimenta cuando puede decir: Me siento mejor. Ante una doctrina que ofrezca más que todo esto, el Espiritismo depondrá las armas.

Por lo tanto, el Espiritismo vuelve a todos soberanamente felices; con Él no hay más aislamiento ni desesperación; Él ya ha evitado numerosas faltas, ha impedido varios crímenes, ha llevado la paz a innumerables familias, ha corregido muchos defectos; ¡cómo será, pues, cuando los hombres se nutran con estas ideas! Porque entonces, al venir la razón, se fortalecerán con ella y no negarán más el alma. Sí, el Espiritismo los hace felices, y es esto lo que le da un poder irresistible y lo que garantiza su futuro triunfo. Los hombres quieren la felicidad: el Espiritismo la proporciona; ellos han de arrojarse a los brazos del Espiritismo. ¿Quieren aniquilarlo? Entonces que le den al hombre una fuente mayor de felicidad y de esperanza. Esto con respecto a los individuos.

Otras dos fuerzas parecen haber temido su aparición: la autoridad civil y la autoridad religiosa; ¿y por qué esto? Porque no lo conocen. Hoy la Iglesia comienza a ver en la Doctrina Espírita una poderosa arma para combatir la incredulidad, para encontrar la solución lógica de varios dogmas confusos y, finalmente, para reconducir a sus deberes de cristianos a un buen número de ovejas descarriadas. Por su lado, el poder civil comienza a tener pruebas de la benéfica influencia del Espiritismo en la moralidad de las clases obreras, a las cuales la Doctrina inculca, a través de la convicción, ideas de orden, de respeto por la propiedad, haciéndoles comprender la fragilidad de las utopías; dicho poder atestigua metamorfosis morales casi milagrosas, y pronto vislumbrará en la difusión de estas ideas un alimento más útil al pensamiento que los goces del cabaré o el tumulto de la plaza pública y, por consecuencia, una salvaguardia de la sociedad. Así, el pueblo, la Iglesia y el poder, al percibir un día que el Espiritismo es un dique contra la brutalidad de las pasiones, una garantía de orden y de tranquilidad, y un regreso a las ideas religiosas que se extinguen, no tendrán interés en ponerle obstáculos. Al contrario, cada uno buscará en Él un apoyo. Además, ¿quién podría detener el curso de ese río de ideas, que ya vierte sus aguas benéficas en los cinco continentes?

Tales son, queridos hermanos, las consideraciones que yo deseaba haceros. Termino os agradeciendo nuevamente por vuestra benevolente recepción, cuyo recuerdo estará siempre presente en mi memoria. Agradezco igualmente a los Espíritus buenos por todas las satisfacciones que me han proporcionado durante mi viaje, porque por todos los lugares donde estuve, también encontré espíritas buenos y sinceros, y pude constatar con mis propios ojos el inmenso desarrollo de estas ideas y con cuánta facilidad ellas echan raízes. Por todas partes encontré a personas felices, a afligidos que son consolados, pesares que son calmados, odios que son apaciguados; por todas partes la confianza y la esperanza suceden a las angustias de la duda y de la incertidumbre. Una vez más el Espiritismo es la clave de la verdadera felicidad y ahí está el secreto de su poder irresistible. Una Doctrina que hace tales prodigios, ¿es, pues, una utopía? Estimados amigos míos, que Dios, en su bondad, se digne a enviaros Espíritus buenos para asistiros en vuestras comunicaciones, ¡a fin de que éstos os esclarezcan en las verdades que estáis encargados de propagar! Un día recogeréis centuplicado los frutos del buen grano que hayáis sembrado.

Muy amados hermanos míos, que este banquete de amigos, como los antiguos ágapes, ¡sea la garantía de la unión entre todos los verdaderos espíritas!

Agradezco mucho a los espíritas lioneses, tanto en mi nombre como en el de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas.

ALLAN KARDEC


Sobre el valor de las comunicaciones espíritas
Por el Sr. Jobard

La ortodoxia religiosa hace desempeñar un papel demasiado grande a Satanás y a sus supuestos satélites, a los que deberían limitarse en llamar Espíritus malévolos, ignorantes, vanidosos, y casi todos manchados por el pecado del orgullo que hace que se pierdan. En esto ellos no difieren en nada de los hombres, de los cuales han hecho parte durante un período muy corto, en relación a la eternidad de su existencia espiritual, que puede compararse a la de un cuerpo que ha pasado al estado volátil. El error está en creer que por ser Espíritus deben ser perfectos, como si el vapor o el gas fuesen más perfectos que el agua o el líquido de donde han salido; como si un bandido pudiera ser un hombre honesto después de haber escapado de la prisión; como si un loco pudiese ser considerado un sabio por haber transpuesto los muros del manicomio; como si un no vidente que ha salido del hospital de ciegos pudiera hacerse pasar por un clarividente.

Señores médiums, imaginad que hayáis entrado en contacto con toda esa gente y que haya tanta diferencia entre los Espíritus como entre los hombres; ahora bien, no ignoráis que existen tantos hombres como sentimientos, tantos cuerpos como propiedades diversas, antes y después de su cambio de estado. Por sus errores, podéis juzgar la mala cualidad de los Espíritus, como se juzga la mala cualidad de un cuerpo por el olor que exhala. Si a veces ellos están de acuerdo en ciertos puntos, entre sí y con vosotros, es que se copian y os copian, porque saben mejor que vosotros lo que ha sido escrito –antigua y recientemente– sobre tal o cual doctrina que ellos a menudo os repiten como loros, pero otras veces con convicción, si fueren Espíritus estudiosos y concienzudos, como ciertos filósofos o eruditos que os diesen el honor de venir a conversar y a debatir con vos. Pero estad persuadidos de que solamente os responden cuando sienten que os encontráis en condiciones de comprenderlos; sin esto, no os dicen sino vulgaridades, y nada que supere el alcance de vuestra inteligencia y de vuestros conocimientos adquiridos. Como vosotros, ellos también saben que no se echan perlas a los cerdos. Si sois cristianos, citan el Evangelio; si sois musulmanes, El Corán, y fácilmente se ponen de acuerdo con vos, porque en el estado de erraticidad ellos tienen la inteligencia que los cuerpos materiales volatilizados no tienen; sólo en esto la comparación precedente no es exacta. Si preferís reír y hacer burlas con las palabras, deseando entrar en contacto con un Espíritu serio, recibiréis a Espíritus burlones que serán más fuertes que vosotros en los escarnios y en las palabras burlescas. Si no tuviereis juicio, estableceréis contacto con mistificadores que os llevarán más lejos de lo que gustaríais.

En general, a los Espíritus les gusta conversar con los hombres; es una distracción y a veces un estudio para ellos: todos os lo dicen. No temáis en cansarlos, pues siempre lo estaréis antes que ellos; pero no os enseñarán nada más de lo que os podrían haber dicho cuando encarnados. He aquí por qué tantas personas preguntan cuál es la ventaja de perder tiempo en consultarlos, ya que no se puede esperar de ellos revelaciones extraordinarias, inventos inesperados, panaceas, piedras filosofales, transmutaciones de los metales, motores perpetuos, porque no saben más que vosotros sobre los resultados aún no obtenidos por la Ciencia humana; y si os sugieren a hacer experiencias, es que ellos mismos estarían curiosos para ver los efectos. Al contrario, ellos solamente os dan explicaciones confusas, como los pretensos eruditos y como ciertos abogados que se quedan sin saber qué decir. Si se trata de un tesoro, ellos os dirán: cavad; si es acerca de una aleación, os dirán: mezclad. Es posible que al buscar, encontréis; ellos se quedarán tan asombrados como vosotros y se jactarán de os haber dado buenos consejos: la vanidad humana no los abandona. Los Espíritus buenos no os afirman que encontraréis, como hacen los malos, que no tienen escrúpulos en arruinaros; es en esto que nunca debéis prescindir de vuestro juicio, de vuestro libre albedrío, de vuestra razón. ¿Qué decís cuando un hombre os induce a un mal negocio? Que es un Espíritu infernal, diabólico. ¡Pues bien! El Espíritu que os aconseja mal no es más diabólico, más infernal; es un ignorante, a lo sumo un mistificador; pero no tiene la misión especial, ni el poder extrahumano, ni el gran interés en engañaros: él usa el libre albedrío que Dios le ha dado, como a vos, y puede hacer del mismo un buen o mal uso, como vosotros; eso es todo. Es una tontería creer que se vincule a vosotros durante años y años para intentar alistar vuestra pobre alma en el ejército de Satanás. ¿Qué le hace a Satanás un recluta a más o a menos cuando le llegan espontáneamente miles de millones, sin que se tome el trabajo de llamarlos? Los elegidos son raros, pero los voluntarios del mal son innumerables. Si Dios y el diablo tienen su ejército cada uno, sólo Dios necesita reclutadores; el diablo no precisa cumplir esta incumbencia. Y como la victoria está siempre del lado de los grandes batallones, evaluad por esto el tamaño, el poder y la facilidad de sus triunfos en todos los puntos del Universo; y sin ir muy lejos, observad a vuestro alrededor.

Pero todo esto no tiene sentido. Ya que hoy se sabe fácilmente conversar con los seres del otro mundo, es preciso aceptarlos cómo son y por lo que son. Hay poetas que pueden dictaros buenos versos; existen filósofos y moralistas que pueden dictaros buenas máximas; hay historiadores que pueden daros buenos esclarecimientos sobre su época; existen naturalistas que pueden enseñaros lo que saben o rectificar los errores que han cometido; hay astrónomos que pueden revelaros ciertos fenómenos que ignoráis; existen músicos y autores capaces de escribir sus obras póstumas, y hasta tienen la vanidad de pedir que sean publicadas en su nombre. Uno de ellos, que creía haber hecho un invento, se indignó al saber que la patente de invención no le sería entregada personalmente; otros, como ciertos sabios, no le hacen más caso a las cosas terrenas. Se encuentran también los que asisten con un placer infantil a la inauguración de su estatua, y otros que no se toman el trabajo de ir a verla y menosprecian profundamente a los imbéciles que les hacen este honor, después de que éstos los hubieron despreciado y perseguido en vida. Al respecto, Humboldt nos ha respondido con una sola palabra sobre su estatua: ¡Irrisión! Otro ha dado la inscripción de la estatua que le están preparando y que sabe que no la ha merecido: Al gran ladrón, con la gratitud de los que fueron robados por él.

En resumen, debemos considerar como cierto que cada uno lleva consigo su carácter y sus adquisiciones morales y científicas; los tontos de este mundo son también los tontos del otro mundo. Allá están los rateros, que no encuentran más bolsillos para vaciar; los glotones, que no tienen nada más para freír; los banqueros, que no pueden descontar nada más, y que sufren esas privaciones. Es por eso que el Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad nos recomienda dejar a un lado las cosas terrenas, las cuales no podemos cargar ni llevar, a fin de sólo pensar en los bienes espirituales y morales que nos acompañan y que nos servirán para la eternidad, no sólo de distracción, sino como peldaños para elevarnos incesantemente en la gran escalera de Jacob, en la inconmensurable jerarquía de los Espíritus.

Así, ved cuán poco caso hacen los Espíritus buenos de los bienes y de los placeres groseros que perdieron al morir, es decir, al entrar a su país, como ellos dicen; semejantes a un prisionero sabio que ha sido arrancado súbitamente de su calabozo, no son de sus ropas, de sus muebles o de su dinero que él se lamenta, sino de sus libros y de sus manuscritos. La mariposa que sacude el polvo de sus alas antes de emprender su vuelo, se preocupa muy poco con los restos del capullo que le ha servido de envoltura. Del mismo modo, un Espíritu superior como Buffon, no se lamenta por su castillo de Montbard, así como el Espíritu Lamartine no se lamentará por su castillo de Saint-Point, como lo hacía cuando encarnado. Es por eso que la muerte de un sabio es tan calma y la de un humanimal es tan horrible, porque este último siente que al perder los bienes terrenos, pierde todo; entonces se aferra a los mismos como el avaro a su cofre. Inclusive como Espíritu no puede alejarse: está ligado a la materia, continúa frecuentando los lugares que hubo apreciado y, en vez de hacer incesantes esfuerzos para romper los lazos que lo retienen a la Tierra, a ésta se apega como un desesperado; sufre verdaderamente como un condenado por no poder tener más goces: he aquí el infierno, he aquí el fuego que esos réprobos se empeñan en volver eterno. Tales son los Espíritus malos que rechazan los consejos de los buenos y que tienen necesidad del auxilio de la razón y de la propia sabiduría humana para decidirse a ceder. Los buenos médiums deben tomarse el trabajo de hacerlos pensar, de adoctrinarlos y de orar por ellos, pues confiesan que la oración los alivia y por eso testimonian su reconocimiento, a menudo en términos muy conmovedores. Esto prueba la existencia de una solidaridad común entre todos los Espíritus, encarnados o desencarnados, porque evidentemente la encarnación no es más que una punición, y la Tierra no es sino un lugar de expiación donde –como ha dicho el salmista– no hemos sido puestos para divertirnos, sino para perfeccionarnos y aprender a adorar a Dios al estudiar sus obras. De esto se deduce que el más infeliz es el más ignorante; el más salvaje se vuelve el más vicioso, el más criminal y el más miserable de los seres, a los cuales Dios ha confiado una chispa de su alma divina y talentos para hacerlos producir y no para enterrarlos hasta la llegada del señor, o más bien hasta que el culpable de la pereza o de la negligencia se presente ante Dios.

He aquí cómo se presenta el mundo espiritual, para unos verosímil y para otros real, que infunde tanto miedo a unos y que encanta a tantos otros, y que no merece ni tanto exceso de honores ni tantos ultrajes.

Cuando a fuerza de experiencia y de estudio se hubieren familiarizado con el fenómeno de las manifestaciones, tan natural como cualquier otro, habrá de reconocerse la verdad de las explicaciones que acabamos de dar. El poder del mal que es atribuido a ciertos Espíritus tiene como antítesis el poder del bien que se puede esperar de otros; estas dos fuerzas son adecuadas como todas las de la Naturaleza, sin lo que el equilibrio se rompería, y el libre albedrío sería reemplazado por la fatalidad, por el fatum ciego, por el hecho bruto, no inteligente, la muerte de todos, la catalepsia del Universo, el caos.

Prohibir que se interroguen a los Espíritus es reconocer que ellos existen; señalarlos como secuaces del diablo es hacer pensar que deben existir los que son agentes y misioneros de Dios; que los malos sean más numerosos, estamos de acuerdo; mas en la Tierra también hay de todo. Pero por el hecho de haber más granos de arena que pepitas de oro, ¿se debe condenar a los que buscan oro?

Cuando los Espíritus os dicen que les está impedido responder a ciertas preguntas de interés meramente personal, es una manera conveniente de justificar su ignorancia de las cosas del futuro; todo lo que dependa de nuestros propios esfuerzos, de nuestras investigaciones intelectuales, no nos puede ser revelado sin infringir la ley divina que ordena al hombre a trabajar. Sería demasiado cómodo para cualquier médium, al recibir un Espíritu familiar complaciente, adquirir sin esfuerzos todos los tesoros y todo el poder que se pueda imaginar, desembarazándose de todos los obstáculos que los otros tienen tanto trabajo para superar. No, los Espíritus no tienen semejante poder y hacen bien en decir que todo lo que indebidamente pedís les está impedido. Entretanto, ellos ejercen una gran influencia en nosotros, para el bien o para el mal; felices de aquellos que los Espíritus buenos aconsejan y protegen: todo les sale bien si obedecen a las buenas inspiraciones que, además, solamente las reciben después de haberlas merecido y después de haber hecho el esfuerzo equivalente al éxito, que les es dado por añadidura.

Cualquiera que espere sentado la fortuna, no tendrá mucha chance de conseguirla; todo depende aquí del trabajo inteligente y honrado, que nos da una gran satisfacción interior y que nos libra del mal físico, concediéndonos el don de aliviar el mal de los otros, porque no hay médium bienintencionado que no sea magnetizador y curativo por naturaleza; pero ellos ignoran que tienen ese tesoro y no saben utilizarlo. Es en esto que ellos deberían ser mejor aconsejados y más fuertemente ayudados por sus Espíritus buenos. Se han visto hacer milagros análogos al que acaba de suceder con el duque de Celeuza, príncipe Vasto, en el café Nocera, en Nápoles, el 13 de junio último, el cual acaba de publicar que ha sido instantáneamente curado de una enfermedad considerada incurable, de la cual sufría hace diez años, únicamente a través de la palabra de un antiguo caballero francés, a quien había contado sus sufrimientos. Hay otros que hacen estas cosas en diversos países, como en Holanda, Inglaterra, Francia, Suiza; pero ellos se multiplicarán con el tiempo: los gérmenes han sido sembrados.

Los médiums debidamente advertidos sobre la naturaleza, los hábitos y las costumbres de los Espíritus terrenos, deben conducirse conforme lo expresado; en cuanto a los Espíritus celestiales o de un orden trascendente, es tan raro verlos comunicarse con los individuos, que aún no ha llegado el tiempo de hablar de ellos. Los mismos presiden los destinos de las naciones, las grandes catástrofes y las grandes evoluciones de los globos y de las humanidades; en este momento ellos están trabajando. Esperemos con recogimiento las grandes cosas que han de llegar: Renovabunt faciem terræ.

JOBARD

Observaciones

El Sr. Jobard había intitulado su artículo: Consejos a los médiums. Nosotros hemos creído un deber darle un título menos exclusivo, considerando que sus observaciones se aplican en general a la manera de apreciar las comunicaciones espíritas; al ser los médiums apenas los instrumentos de las manifestaciones, éstas pueden ser dadas a todo el mundo, ya sea directamente o a través de un intermediario; por lo tanto, todos los evocadores pueden sacar provecho de las mismas, tanto como los médiums.

Aprobamos esta manera de apreciar las comunicaciones porque es rigurosamente verdadera y porque puede contribuir para mantenerse en guardia contra la ilusión a que están expuestos los que aceptan demasiado fácilmente, como expresión de la verdad, todo lo que viene del mundo de los Espíritus. Sin embargo, pensamos que el Sr. Jobard ha sido quizá demasiado absoluto en algunos puntos. En nuestra opinión, él no ha tenido en cuenta el progreso realizado por el Espíritu en el estado errante. Sin duda que el Espíritu lleva hacia el Más Allá sus imperfecciones de la vida terrestre: esto es un hecho constatado por la experiencia. No obstante, como está en un medio totalmente diferente; como no recibe más sus sensaciones por intermedio de los órganos materiales; como no tiene más sobre los ojos ese velo espeso que oscurecía las ideas, ahora sus sensaciones, sus percepciones y sus ideas deben experimentar una sensible modificación. Es por eso que todos los días vemos a hombres que, después de haber desencarnado, piensan de modo completamente diferente que cuando estaban encarnados, porque el horizonte moral se amplió para ellos. Autores critican sus obras, criaturas mundanas censuran su propia conducta; científicos reconocen sus errores. Si el Espíritu no progresara en la vida espiritual, regresaría a la vida corporal como hubo salido, ni más adelantado ni más atrasado, lo que de hecho es contrario a la experiencia. Por lo tanto, ciertos Espíritus pueden ver más claro y más justo que cuando estaban en la Tierra; así, algunos son vistos dando excelentes consejos, con los cuales hacen el bien; pero entre los Espíritus, como entre los hombres, es necesario saber a quién uno está dirigiéndose y no creer que cualquiera de ellos tenga la ciencia infusa, ni que un erudito esté libre de sus prejuicios terrenos, sólo por el hecho de ser Espíritu; en este aspecto, el Sr. Jobard tiene entera razón al decir que es preciso aceptar solamente con extrema reserva sus teorías y sus sistemas. Es necesario hacer con ellos lo que se hace con los hombres, es decir, sólo darles confianza cuando hayan dado pruebas irrecusables de su superioridad, no por el nombre que falsamente se atribuyen a menudo, sino por la constante sabiduría de sus pensamientos, la irrefutable lógica de sus razonamientos y la inalterable bondad de su carácter.

Los juiciosos comentarios del Sr. Jobard, dejando a un lado los que pueden ser exagerados, desilusionarán indudablemente a aquellos que creen encontrar en los Espíritus un medio cierto de saberlo todo, de hacer descubrimientos lucrativos, etc.; en efecto, a los ojos de ciertas personas, ¿para qué sirven los Espíritus, si ni siquiera son capaces de hacernos ganar una fortuna? Pensamos que basta haber estudiado un poco la Doctrina Espírita para comprender que los Espíritus nos enseñan una multitud de cosas más útiles que saber si se ganará en la Bolsa o en la lotería; pero inclusive admitiendo la hipótesis más rigurosa, según la cual sería completamente indiferente dirigirse a los Espíritus o a los hombres para las cosas de este mundo, ¿no significa nada el hecho de que ellos nos den la prueba de la existencia del Más Allá? ¿No representa nada que nos den a conocer el estado feliz o infeliz de aquellos que nos han precedido o que nos demuestren que los que hemos amado no están perdidos para nosotros, y que nos volveremos a encontrar en este mundo que nos espera a todos, ricos o pobres, poderosos o esclavos? Porque, en definitiva, un hecho es cierto: un día u otro será necesario dar el gran paso; ¿que hay más allá de esa barrera, atrás de esa cortina que nos vela el futuro? ¿Hay algo o la nada? ¡Pues bien! Los Espíritus nos enseñan que existe algo; que, cuando morimos, no se acaba todo. Lejos de esto; sólo entonces comienza la verdadera vida, la vida normal. Aunque nos enseñasen solamente esto, sus conversaciones no serían inútiles; ellos hacen más: nos enseñan lo que es preciso hacer en este mundo para estar lo mejor posible en el otro mundo; y como allá tendremos que estar por mucho tiempo, es bueno que nos aseguremos el mejor lugar posible. Como dice el Sr. Jobard, en general los Espíritus dan poca importancia a las cosas terrenas, por una razón muy simple: ellos tienen mucho más y mejor que esto; su objetivo es el de enseñarnos qué debemos hacer para ser felices allí. Ellos saben que uno se aferra a las alegrías terrenas, como los niños a sus juguetes; quieren elevar nuestro raciocinio: tal es su misión. Si han sido engañados por algunos, es porque se los quiere sacar de la esfera de sus atribuciones; es porque se les pide lo que no saben, lo que no pueden o lo que no deben decir; es por eso que son mistificados por la turba de Espíritus burlones que se divierten de la credulidad de aquéllos. El error de ciertos médiums es el de creer en la infalibilidad de los Espíritus que se comunican con ellos, que los seducen con algunas frases bonitas y que están ocultos atrás de un nombre imponente, el cual es un nombre falso con gran frecuencia. Reconocer el fraude es el resultado del estudio y de la experiencia. En este aspecto, el artículo del Sr. Jobard no puede sino ayudarlos a abrir los ojos.




Disertaciones espíritas

Formación de los Espíritus
(Médium: Sra. de Costel)

Dios creó la semilla humana, que esparció en los mundos como el labrador arroja en los surcos el grano que debe germinar y madurar. Esas divinas semillas son moléculas de fuego que Dios hace irradiar del gran foco, centro de vida, donde resplandece su poder. Dichas moléculas son para la humanidad lo que los gérmenes de las plantas son para la tierra; se desarrollan lentamente y sólo maduran después de una larga permanencia en los planetas-madres, donde se forma el comienzo de las cosas. Hablo sólo del principio; al llegar a la condición de hombre, el ser se reproduce y la obra de Dios está consumada.

¿Por qué, siendo común el punto de partida, los destinos humanos son tan diversos? ¿Por qué unos nacen en un medio civilizado y otros en estado salvaje? ¿Cuál es, entonces, el origen de los demonios? Retomemos la historia del Espíritu en su primera eclosión. Apenas formadas, las almas, indecisas y balbucientes, son entretanto libres para inclinarse hacia el lado bueno o hacia el lado malo. Puesto que han vivido, los buenos se separan de los malos. La historia de Abel es ingenuamente verdadera. Las almas ingratas, apenas salidas de las manos del Creador, persisten en la rebeldía del crimen; entonces, durante la sucesión de los siglos, ellas erran, perjudicando a los otros y sobre todo a sí mismas, hasta que sean tocadas por el arrepentimiento, lo que infaliblemente sucede. Por consiguiente, los primeros demonios son los primeros hombres culpables. Dios, en su inmensa justicia, nunca impone sufrimientos que no sean resultantes de actos malos. La Tierra debía poblarse enteramente, pero no podría hacerlo por igual; según el grado de adelanto obtenido en las emigraciones terrestres, unos nacen en los grandes centros de civilización, mientras que otros –Espíritus inseguros que aún necesitan esclarecerse– nacen en bosques alejados; el estado salvaje es preparatorio. Todo es armonioso, y el alma culpable y ciega de un demonio de la Tierra no puede renacer en un centro esclarecido. Sin embargo, algunas se aventuran en ese medio que no es el suyo; si allí no andan al unísono, ellas dan un espectáculo de barbarie en medio de la civilización: son los seres desterrados.

El estado embrionario es el de un ser que todavía no sufrió emigración; no se puede estudiarlo aparte, porque es el origen del hombre.

GEORGES

Los Espíritus errantes
(Médium: Sra. de Costel)

Los Espíritus están divididos en varias categorías: al principio los embriones, que no tienen ninguna facultad distinta; fluctúan en el aire como insectos que se ven en torbellino en un rayo de sol; ellos se agitan sin objetivo y se encarnan sin haber hecho su elección; se vuelven seres humanos ignorantes y groseros.

Por encima de ellos están los Espíritus ligeros, cuyos instintos no son malos, sino maliciosos; ellos se burlan de los hombres y les causan contrariedades frívolas; son infantiles, y tienen caprichos y malicias pueriles.

Los Espíritus malos no son todos del mismo grado; hay los que no hacen otro mal más allá de sutiles engaños; no se vinculan a un ser y se limitan a cometer faltas poco graves.

Los Espíritus malévolos inducen al mal y se complacen con esto, pero aún tienen un destello de piedad.

Los Espíritus perversos no tienen piedad; todas sus facultades tienden al mal; lo hacen calculadamente, con persistencia y se complacen con las torturas morales que causan. Ellos corresponden, en el mundo de los Espíritus, a los criminales en el vuestro. Llegan a esta perversidad a fuerza de menospreciar las leyes de Dios; en sus vidas carnales, sucumben de caída en caída y pasan siglos antes de que les venga un pensamiento de renovación. El mal es su elemento; se entregan a él con deleite, pero al ser obligados a reencarnarse, pasan por tales sufrimientos, y estos sufrimientos aumentan tanto en sus vidas espirituales, que el deseo del mal se consume en ellos; terminan por comprender que deben ceder a la voz de Dios, que no cesa de llamarlos. Se han visto a Espíritus rebeldes que piden con ardor las más terribles expiaciones y que las soportan con la alegría del martirio. Este regreso al bien constituye una inmensa felicidad para los Espíritus puros. La palabra del Cristo, para las ovejas descarriadas, tiene el brillo de la verdad.

Los Espíritus errantes del segundo orden son los intermediarios entre los Espíritus superiores y los mortales, porque es raro que los Espíritus superiores se comuniquen directamente; para ello es preciso que se haga una solicitud particular. Esos intermediarios son los Espíritus de los mortales que no tienen ningún mal grave para recriminarse y cuyas intenciones no han sido malas. Ellos reciben misiones, y cuando las realizan con esmero y amor son recompensados con un progreso más rápido. Tienen menos emigraciones que experimentar; así, los Espíritus desean fervorosamente estas misiones, que sólo les son concedidas como recompensa y cuando son considerados capaces de cumplirlas. Son los Espíritus superiores que los dirigen y que escogen sus funciones.

Todos los Espíritus superiores no son del mismo grado; si ellos se eximen de las emigraciones en vuestros mundos, no lo están de las condiciones de progreso en las esferas más elevadas. En fin, no hay ninguna laguna en el mundo visible e invisible; un orden admirable ha provisto todo; ningún ser es ocioso o inútil; todos concurren en la medida de sus facultades para la perfección de la obra de Dios, que no tiene término ni límite.

GEORGES

El castigo
(Médium: Sra. de Costel)

Los Espíritus malévolos, egoístas y duros, inmediatamente después de la muerte, padecen una duda cruel acerca de su destino presente y futuro; miran a su alrededor, y como al principio no ven a nadie sobre quien puedan ejercer su influencia maléfica, la desesperación se apodera de ellos, porque el aislamiento y la inacción son intolerables para los Espíritus malos. No elevan su mirada hacia los lugares habitados por los Espíritus puros; observan lo que los rodea, y tan pronto como perciben el abatimiento de los Espíritus débiles y punidos, se arrojan sobre ellos como a una presa, valiéndose del recuerdo de sus faltas pasadas, que incesantemente ponen en acción mediante sus gestos escarnecedores. Como no les basta con esta burla, se lanzan a la Tierra como buitres hambrientos y buscan entre los hombres el alma que les dé el más fácil acceso a sus tentaciones. Se apoderan de la misma, exaltan su codicia, intentan extinguir su fe en Dios y, cuando finalmente se adueñan de esa conciencia y ven que su presa está dominada, extienden su fatal contagio a todo lo que se aproxime de su víctima.

El Espíritu malo que pone en práctica su rabia es casi dichoso; sólo sufre en los momentos en que no logra actuar y cuando el bien triunfa sobre el mal.

Sin embargo, los siglos transcurren; el Espíritu malo siente que de repente las tinieblas lo invaden. Su círculo de acción se restringe, y su conciencia, hasta entonces sorda, le hace sentir las puntas afiladas del remordimiento. Inactivo, arrastrado por el torbellino, dicho Espíritu deambula, sintiendo que la piel se le eriza de pavor –como dicen las Escrituras. Luego, un gran vacío se hace en él y a su alrededor; el momento ha llegado: debe expiar. Allí está la reencarnación, amenazadora; él ve, como en un espejismo, las pruebas terribles que le esperan; desearía retroceder, pero avanza y, precipitado en el profundo abismo de la vida, cae espantado hasta que el velo de la ignorancia cubre sus ojos. Él vive, actúa y aún es culpable; siente en sí mismo una especie de recuerdo que lo inquieta, como presentimientos que lo hacen temblar, pero que no le impiden retroceder en la senda del mal. Al estar sin fuerzas y agotado por sus crímenes, va a morir. Tendido sobre un camastro o sobre su lecho, ¡qué importa esto!, el hombre culpable siente, bajo su aparente inmovilidad, ¡que se estremece y que vive un mundo de sensaciones olvidadas! Bajo sus párpados cerrados, él ve que surge un destello y oye sonidos extraños; su alma, que va a dejar al cuerpo, se agita impacientemente, mientras que sus manos crispadas intentan aferrarse a las sábanas; le gustaría hablar y gritar a quienes lo rodean: –¡Retenedme! ¡Veo el castigo! Pero no lo consigue; la muerte se estampa en sus labios descoloridos, y los asistentes dicen: ¡He aquí que está en paz!

Entretanto, él escucha todo; flota alrededor de su cuerpo, al que no quiere abandonar; una fuerza secreta lo atrae: observa y reconoce lo que ya había visto. Desvariado, se lanza al espacio, donde quiere esconderse. ¡Pero no encuentra refugio! ¡No tiene reposo! Otros Espíritus le devuelven el mal que ha hecho, y castigado, escarnecido y confuso a su vez, él deambula y deambulará hasta que la divina luz ilumine su obstinación y lo esclarezca, para mostrarle al Dios vengador, al Dios triunfante de todo mal, al que no podrá aplacar sino mediante gemidos y expiaciones.

GEORGES

Nota – Nunca había sido trazado un cuadro más elocuente, más terrible y más verdadero del destino que le aguarda al malvado. Por lo tanto, ¿es necesario recurrir a la fantasmagoría de las llamas y de las torturas físicas?

Marte
(Médium: Sra. de Costel)

Marte es un planeta inferior a la Tierra, de la cual es un grosero esbozo; no es necesario habitarlo. Marte es la primera encarnación de los demonios más groseros; los seres que lo habitan son rudimentarios; tienen la forma humana, pero sin ninguna belleza; tienen todos los instintos del hombre, sin la nobleza de la bondad.

Inmersos en las necesidades materiales, ellos beben, comen, luchan, se reproducen. Pero como Dios no abandona a ninguna de sus criaturas, en el fondo de las tinieblas de sus inteligencias yacen latentes los vagos conocimientos de sí mismos, más o menos desarrollados. Ese instinto es suficiente para volverlos superiores unos a los otros y preparar su eclosión para una vida más completa. La de ellos es corta y efímera. Los hombres, que son más que materiales, desaparecen después de una corta evolución. Dios tiene horror al mal y sólo lo tolera como sirviendo de principio al bien; abrevia su reino, sobre el cual triunfa la resurrección.

En este planeta el suelo es árido; hay poco verdor y el follaje, que la primavera no renueva, es sombrío; los días son iguales y grises; el Sol, apenas aparente, nunca proporciona sus fiestas; el tiempo transcurre de forma monótona, sin las alternativas y las esperanzas de nuevas estaciones: no hay invierno ni verano. El día, que es más corto, no se mide de la misma manera; la noche reina más extensamente. Sin industrias y sin inventos, los habitantes de Marte consumen su vida en la búsqueda de alimento. Sus moradas groseras, bajas como cuevas, son repulsivas por la incuria y el desorden que reinan en las mismas. Las mujeres sobrepujan a los hombres; más abandonadas y más famélicas, son sólo sus hembras. Con mucha dificultad tienen el sentimiento maternal; dan a luz con facilidad, sin ninguna angustia; alimentan y cuidan solamente a sus hijos hasta el completo desarrollo de sus fuerzas, expulsándolos después sin pesar y sin acordarse de ellos.

No son caníbales; sus continuas batallas no tienen otro objetivo que el de la posesión de un terreno más o menos abundante en caza. Ellos cazan en llanuras interminables. Inquietos y nómadas como los seres desprovistos de inteligencia, se desplazan sin cesar. La igualdad de la estación, que es la misma en todas partes, implica por consecuencia las mismas necesidades y las mismas ocupaciones; hay pocas diferencias entre los habitantes de un hemisferio al otro.

La muerte no tiene para ellos ni terror ni misterio; la ven solamente como la putrefacción del cuerpo, que queman inmediatamente. Cuando uno de esos hombres va a morir, luego es abandonado; poco antes, estando sólo y tendido, piensa por primera vez: tiene un vago instinto, como la golondrina que advierte su próxima emigración, y siente que todo no está terminado, que va a recomenzar algo desconocido. No es lo bastante inteligente como para suponer, temer o esperar, pero calcula rápidamente sus victorias o sus derrotas; piensa en el número de cazas que efectuó y se regocija o se aflige según los resultados obtenidos. Su mujer –no tiene sino una a la vez, aunque pueda cambiarla tanto como esto le convenga–, agachada a la entrada, arroja piedras al aire; cuando se forma un montón de piedras, ella considera que el tiempo se ha cumplido y se arriesga a mirar al interior; si sus previsiones han sido realizadas, si el hombre está muerto, ella entra sin un grito, sin una lágrima, lo despoja de las pieles de animales que lo cubren y va con frialdad a avisar a sus vecinos para que lleven a quemar el cuerpo, ni bien se enfría.

Los animales, que en todas partes sufren los reflejos humanos, son más salvajes y más crueles que en cualquier otro lugar. El perro y el lobo no son más que una misma especie, que está incesantemente en lucha con el hombre, librando contra él encarnizados combates. Además, menos numerosos y menos variados que en la Tierra, los animales son la representación de éstos.

Los elementos tienen la cólera ciega del caos: el mar furioso separa los continentes, sin navegación posible; el viento brama y curva los árboles hasta el suelo. Las aguas inundan las tierras ingratas, que no fecundan. Las capas geológicas no ofrecen las mismas condiciones que las de la Tierra; el fuego no las calienta; los volcanes son desconocidos. Las montañas, poco elevadas, no presentan ninguna belleza: cansan la mirada y desalientan su explotación. En fin, en todas partes hay monotonía y violencia; en todas partes la flor no posee color ni perfume; en todas partes las criaturas no tienen previsión y matan para vivir.

GEORGES

Observación – Para servir de transición entre el cuadro de Marte y el de Júpiter, sería necesario el de un mundo intermediario como la Tierra, por ejemplo, que conocemos suficientemente. Al observarla, es fácil reconocer que se aproxima más de Marte que de Júpiter, puesto que en el propio seno de su civilización se encuentran aún seres tan abyectos y tan desprovistos de sentimientos y de humanidad, que viven en el más absoluto embrutecimiento y que sólo piensan en sus necesidades materiales, sin haber dirigido nunca sus miradas al cielo, y que parecen venir directamente de Marte.


Júpiter
(Médium: Sra. de Costel)

El planeta Júpiter, infinitamente mayor que la Tierra, no presenta el mismo aspecto. Está cubierto por una luz pura y brillante que ilumina sin ofuscar. Los árboles, las flores, los insectos y los animales –de los cuales los vuestros son el punto de partida– son allí mayores y perfeccionados; la Naturaleza es allá más grandiosa y más variada; la temperatura es igual y deliciosa; la armonía de las esferas encanta a los ojos y a los oídos. La forma de los seres que lo habitan es la misma que la vuestra, pero embellecida, perfeccionada y sobre todo purificada. No estamos sometidos a las condiciones materiales de vuestra naturaleza, ni tenemos las necesidades ni las enfermedades que son sus consecuencias. Somos almas revestidas de una envoltura diáfana que conserva los trazos de nuestras migraciones pasadas; aparecemos a nuestros amigos tal como nos han conocido, pero iluminados por una luz divina y transfigurados por nuestras impresiones interiores que son siempre elevadas.

Júpiter es dividido –como la Tierra– en un gran número de regiones de aspecto variado, pero no de clima. Las diferencias de condiciones son allí establecidas solamente por la superioridad intelecto-moral; no hay amos ni esclavos; los grados más elevados sólo son marcados por las comunicaciones más directas y más frecuentes con los Espíritus puros y por las funciones más importantes que nos son confiadas. Vuestras moradas no pueden daros ninguna idea de las nuestras, puesto que no tenemos las mismas necesidades. Cultivamos las artes que han llegado a un grado de perfeccionamiento desconocido entre vosotros. Gozamos de espectáculos sublimes; entre ellos, lo que más admiramos, a medida que comprendemos mejor, es el de la variedad inagotable de las creaciones, variedades armoniosas que tienen el mismo punto de partida y que se perfeccionan en el mismo sentido. Todos los sentimientos tiernos y elevados de la naturaleza humana, nosotros los encontramos engrandecidos y purificados, y el deseo incesante que tenemos de llegar a la clase de los Espíritus puros, no es un tormento, sino una noble ambición que nos impulsa a perfeccionarnos. Estudiamos incesantemente con amor para elevarnos hasta ellos, lo que también hacen los seres inferiores para llegar a igualarnos. Vuestros pequeños odios, vuestros mezquinos celos son desconocidos para nosotros; un lazo de amor y de fraternidad nos une; los más fuertes ayudan a los más débiles. En vuestro mundo tenéis necesidad de la sombra del mal para sentir el bien, de la noche para admirar la luz, de la enfermedad para apreciar la salud. Aquí, esos contrastes no son necesarios; la luz eterna, la bondad eterna y la calma eterna del alma nos colman de una alegría eterna. Es eso lo que el Espíritu humano tiene más dificultad de comprender; él ha sido ingenioso para pintar los tormentos del infierno, pero nunca ha podido representar las alegrías del cielo; ¿y por qué esto? Porque siendo inferior, y al no haber soportado más que penas y miserias, no ha vislumbrado las claridades celestiales; solamente puede hablaros de lo que conoce, como un viajero que describe los países que ha recorrido; pero a medida que se eleva y se purifica, el horizonte se ensancha y él comprende el bien que tiene por delante, como comprendió el mal que ha quedado hacia atrás.

Ya otros Espíritus han intentado haceros comprender, tanto como lo permite vuestra naturaleza, el estado de los mundos felices, a fin de estimularos a seguir el único camino que puede conducir a ellos; pero hay entre vosotros los que están de tal modo apegados a la materia, que aún prefieren los goces materiales de la Tierra a los gozos puros, reservados al hombre que sabe desprenderse de aquéllos. ¡Que gocen, pues, mientras están aquí, porque un triste revés los espera, quizá incluso en esta vida! Los que elegimos como nuestros intérpretes son los primeros a recibir la luz. ¡Infelices, sobre todo, aquellos que no aprovechan el favor que Dios les concede, porque su justicia pesará sobre ellos!

GEORGES

Los Espíritus puros
(Médium: Sra. de Costel)

Los Espíritus puros son aquellos que, llegados al grado más alto de perfección, son considerados dignos de ser admitidos a los pies de Dios. El esplendor infinito que los rodea no los exime, de forma alguna, de ser útiles en las obras de la Creación: las funciones que deben cumplir corresponden a la extensión de sus facultades. Esos Espíritus son los ministros de Dios; bajo Sus órdenes, rigen los innumerables mundos; dirigen desde lo alto a los Espíritus y a los humanos; están ligados entre sí por un amor sin límites, y este fervor se extiende sobre todos los seres que buscan atraer para que se vuelvan dignos de la suprema felicidad. Dios irradia sobre ellos y les transmite sus órdenes; ellos Lo ven, sin ser ofuscados por Su luz.

Su forma es etérea y ellos no tienen nada de palpable; hablan a los Espíritus superiores y les comunican su ciencia; aquéllos se han vuelto infalibles. En sus filas son elegidos los ángeles guardianes, que con bondad posan sus miradas sobre los mortales y los recomiendan a los Espíritus superiores que los han amado. Aquéllos eligen a los agentes de su dirección entre los Espíritus del segundo orden. Los Espíritus puros son iguales, y no podría ser de otro modo, ya que solamente son llamados a esa clase después de haber alcanzado el grado más alto de perfección. Hay igualdad, pero no uniformidad, porque Dios no ha querido que ninguna de sus obras fuese idéntica. Los Espíritus puros conservan su personalidad, que sólo adquirió la más completa perfección en el sentido de su punto de partida.

No es permitido dar mayores detalles sobre ese mundo supremo.

GEORGES


Morada de los bienaventurados
(Médium: Sra. de Costel)

Hablemos de los últimos espirales de gloria, habitados por los Espíritus puros: nadie los alcanza antes de haber pasado los ciclos de los Espíritus errantes. Júpiter es el grado más alto de la escala; cuando un Espíritu –desde hace un largo tiempo purificado en su permanencia en ese planeta– es considerado digno de la suprema felicidad, es avisado de esto a través de un aumento de fervor, un fuego sutil que anima todas las partes delicadas de su inteligencia y que parece irradiar, volviéndose visible. Resplandeciente y transfigurado, él irradia luz, que parecía tan radiante a los ojos de los habitantes de Júpiter; sus hermanos reconocen al elegido del Señor y, trémulos, se arrodillan ante su voluntad. Entretanto, el Espíritu elegido se eleva y, en su armonía suprema, los cielos le revelan indescriptibles bellezas.

A medida que sube, él comprende, no más como en la erraticidad, no más viendo el conjunto de las cosas creadas –como en Júpiter–, sino abarcando el infinito. Su inteligencia transfigurada se eleva hacia Dios como una flecha lanzada sin temblores y sin terror, como en un foco inmenso alimentado por miles de objetos. El amor, en esos Espíritus diversos, reviste el color de su experimentada personalidad; ellos se reconocen y se regocijan unos a otros. Sus virtudes, al ser reflejadas, repercuten –por así decirlo– los deleites de la visión de Dios y aumentan incesantemente con la felicidad de cada elegido. Como un mar de amor que cada afluente expande, esas fuerzas puras son activadas como las fuerzas de otras esferas. También investidos con el don de ubicuidad, ellos abarcan al mismo tiempo los detalles infinitos de la vida humana, desde su eclosión hasta sus últimas etapas. Irresistible como la luz, su vista penetra a la vez por todas partes y, activos como la fuerza que los mueve, hacen la voluntad del Señor. Del mismo modo que de un jarro lleno sale el agua bienhechora, su bondad universal vivifica los mundos y confunde el mal.

Esos intérpretes diversos tienen como ministros de su poder a los Espíritus ya depurados. Así, todo se eleva, todo se perfecciona, y la caridad irradia sobre los mundos que ella alimenta en su seno poderoso.

Los Espíritus puros tienen como atributo la posesión de todo lo que es bueno y verdadero, porque poseen a Dios, que es el propio principio. El pobre pensamiento humano limita todo lo que abarca y no admite el infinito que la felicidad no limita. Después de Dios, ¿qué puede haber? También Dios, siempre Dios. El viajero ve que los horizontes se suceden a los horizontes, y uno no es sino el comienzo del otro; así, el infinito se extiende incesantemente. La mayor alegría de los Espíritus puros es precisamente esa extensión tan profunda como la propia eternidad.

De la misma manera que no se puede describir una gracia, una llama o un rayo de luz, yo no puedo describir a los Espíritus puros. Más vivos, más bellos y más resplandecientes que las imágenes más etéreas, una palabra resume su ser, su poder y sus gozos: ¡Amor! Llenad con esta palabra el espacio que separa la Tierra del Cielo, y aún no tendréis sino la idea de una gota de agua en el mar. El amor terrestre, por más grosero que sea, puede solamente haceros conocer su divina realidad.

GEORGES

La reencarnación
(Médium: Sr. de Grand-Boulogne)

Hay en la doctrina de la reencarnación una explicación moral que no escapa a tu inteligencia.

Siendo la corporeidad solamente compatible con los actos de virtud, y al ser necesarios estos actos para el mejoramiento del Espíritu, éste raramente debe encontrar en una única existencia las circunstancias necesarias a su mejoramiento por encima de la humanidad.

Considerándose que la justicia de Dios es incompatible con las penas eternas, debe la razón concluir por la necesidad de: 1º) un período de tiempo durante el cual el Espíritu examina su pasado y toma sus resoluciones para el futuro; 2º) una nueva existencia que esté en armonía con la situación actual de este Espíritu. No hablo de los suplicios –a veces terribles– a que son condenados ciertos Espíritus durante el período de erraticidad; por un lado, corresponden a la extensión de la falta y, por el otro, a la justicia de Dios. Esto ya dice lo suficiente como para prescindir de detalles que encontraréis, además, en el estudio de las evocaciones. Volvamos a las reencarnaciones y comprenderás su necesidad por una comparación común, pero llena de verdad.

Después de un año de estudio, ¿qué sucede con el joven colegial? Si aprendió, pasa al grado superior; si quedó estacionado en su ignorancia, repite el año. Id más lejos: si comete faltas graves, es expulsado; él puede vagar de colegio en colegio; puede ser expulsado de la Universidad o puede ir del centro de educación al centro de corrección. Tal es la fiel imagen del destino de los Espíritus, y nada satisface más plenamente a la razón. ¿Se quiere ahondar en la doctrina más profundamente? En estas ideas se verá cuánto la justicia de Dios es más perfecta y más acorde con las grandes verdades que dominan nuestra inteligencia.

En el conjunto, como en los detalles, hay en esto algo tan admirable que el Espíritu que comienza a profundizarse queda como iluminado. Todo se explica a la vez: los reproches y las murmuraciones contra la Providencia; las maldiciones contra el dolor; el escándalo de la complacencia en el vicio frente a la virtud que sufre; la muerte prematura de un niño; las primorosas cualidades que, en una misma familia, se dan la mano –por así decirlo– con una perversidad precoz; las enfermedades que vienen de la cuna; la infinita diversidad de destinos, tanto en los individuos como en los pueblos, problemas hasta hoy insolubles, enigmas que han hecho dudar de la bondad, y casi de la existencia de Dios. Un rayo puro de luz se extiende en el horizonte de la nueva filosofía y, en su ámbito inmenso, se agrupan armoniosamente todas las condiciones de la existencia humana. Las dificultades se allanan, los problemas se resuelven y los misterios hasta hoy impenetrables se resumen y se explican en esta única palabra: reencarnación.

Querido cristiano, leo en tu pensamiento cuando dices: He aquí una verdadera herejía. Hijo mío, es nada más que la negación de las penas eternas. Ningún dogma práctico es contrario a esa verdad. ¿Qué es la vida humana? El tiempo durante el cual el Espíritu está unido a un cuerpo. Los filósofos cristianos, en el día marcado por Dios, no tendrán ninguna dificultad en decir que la vida es múltiple. Esto no agrega ni cambia en nada vuestros deberes. La moral cristiana está de pie, y el recuerdo de la Misión de Jesús permanece siempre sobre la humanidad. La religión no tiene nada que temer de esta enseñanza, y no está lejos el día en que sus ministros abrirán los ojos a la luz; en fin, ellos reconocerán en la Nueva Revelación la ayuda que desde el fondo de sus basílicas imploran al Cielo. Ellos creen que la sociedad va a perecer: pero será salva.

ZENÓN

;El despertar del Espíritu
(Médium: Sra. de Costel)

Cuando el hombre se despoja de sus restos mortales, siente un asombro y un deslumbramiento que lo dejan por algún tiempo indeciso acerca de su estado real; él no sabe si está vivo o muerto, y sus sensaciones –muy confusas– llevan bastante tiempo para aclararse. Poco a poco, los ojos del Espíritu se deslumbran con las diversas claridades que lo rodean; él acompaña todo un orden de cosas, grandes y desconocidas, que al principio tiene dificultad en comprender, pero que después reconoce que no es sino un ser impalpable e immaterial; busca sus despojos y se sorprende por no encontrarlos; transcurre algún tiempo antes de que la memoria del pasado le venga y lo convenza de su identidad. Al observar la Tierra que acaba de dejar, ve a sus parientes y amigos que lo lloran, y ve a su cuerpo inerte. En fin, sus ojos se libertan de la Tierra y se elevan al Cielo; si la voluntad de Dios no lo retiene en el suelo, sube lentamente y siente que flota en el espacio, lo que es una sensación deliciosa. Entonces, el recuerdo de la vida que deja le aparece muy frecuentemente con una claridad desoladora, mas otras veces consoladora. Te hablo aquí de lo que he sentido, yo que no soy un Espíritu malo, pero que no tengo la felicidad de ocupar una clase elevada. Nosotros nos despojamos de todos los prejuicios terrenos; la verdad aparece en toda su luz: nada atenúa las faltas y nada oculta las virtudes; vemos nuestra propia alma tan claramente como en un espejo. Buscamos entre los Espíritus a aquellos que fueron conocidos, porque el Espíritu tiene miedo de aislarse, pero ellos pasan sin detenerse. No hay comunicaciones amistosas entre los Espíritus errantes; aquellos mismos que se han amado no intercambian señales de reconocimiento; esas formas diáfanas deslizan y no permanecen fijas; las comunicaciones afectuosas están reservadas a los Espíritus superiores, que intercambian sus pensamientos. En cuanto a nosotros, el estado transitorio sólo nos sirve para nuestro adelanto, ya que nada debe distraernos; las únicas comunicaciones que nos son permitidas son con los humanos, porque las mismas tienen como objeto una mutua utilidad, que Dios prescribe.

Los Espíritus malos también contribuyen para el mejoramiento humano: ellos sirven como pruebas; el que resiste a ellos, adquiere méritos. Los Espíritus que dirigen a los hombres son recompensados con un gran ablandamiento de sus penas. Los Espíritus errantes no sufren por causa de la ausencia de comunicaciones entre sí, porque saben que han de reencontrarse; por eso tienen más fervor para que llegue el momento en que, después de cumplidas las pruebas, puedan recibir a sus seres queridos –lo que es indescriptible–, deseo que yace latente en ellos. Ninguno de los lazos que establecemos en la Tierra se destruye; nuestras simpatías serán restablecidas en el orden en que hayan existido, más o menos vivas según el grado de afecto o de intimidad que hayan tenido.

GEORGES

Progreso de los Espíritus
(Médium: Sra. de Costel)

Los Espíritus pueden progresar intelectualmente, si lo quieren con sinceridad y con firmeza; ellos tienen –como los hombres– su libre albedrío, y el estado errante no impide el ejercicio de sus facultades; incluso los ayuda, dándoles los medios de observación de los que pueden sacar provecho.

Los Espíritus malos no están fatalmente condenados a permanecer como tales; pueden mejorarse, pero raramente lo quieren, porque les falta el discernimiento y encuentran una especie de placer enfermizo en el mal que practican. Para que ellos vuelvan al bien, es preciso que sean violentamente sacudidos y punidos, porque sus cerebros tenebrosos sólo se esclarecen a través del castigo.

Los Espíritus débiles que no hacen el mal por placer, pero que no progresan, son retenidos por su propia debilidad y por una especie de entorpecimiento que paraliza sus facultades; ellos van sin saber adónde; pasa el tiempo sin que tengan noción del mismo; se interesan poco por lo que ven y no sacan provecho de eso o se rebelan. Es necesario que hayan llegado a un cierto grado de adelanto moral para que puedan progresar en el estado de erraticidad; también esos pobres Espíritus eligen frecuentemente muy mal sus pruebas; sobre todo, buscan estar lo mejor posible en su vida carnal, sin preocuparse mucho con lo que serán después. Estos Espíritus débiles desean ardientemente la reencarnación, no para depurarse, sino para continuar en los goces materiales. Los seres que han hecho muchas emigraciones son más experimentados que los otros; cada una de sus existencias les ha dado una suma más considerable de conocimientos: los han visto y los han guardado; ellos son menos ingenuos que los que se encuentran más cerca de su punto de partida.

Los Espíritus provenientes de la Tierra se reencarnan con más frecuencia en la misma que en otros lugares, porque la experiencia adquirida allí es más aplicable. Ellos casi no visitan los otros mundos, sino antes o después de su perfeccionamiento. En cada planeta las condiciones de existencia son diferentes, porque Dios es inagotable en la variedad de sus obras; entretanto, los seres que los habitan obedecen a las mismas leyes de expiación, y tienden todos hacia el mismo objetivo de completa perfección.

GEORGES

La caridad material y la caridad moral
(Médium: Sra. de B...)

«Amémonos los unos a los otros y hagamos a los demás lo que quisiéramos que ellos nos hiciesen». Toda la religión y toda la moral se hallan contenidas en esos dos preceptos. Si en la Tierra fuesen observados, todos seríais perfectos: ya no habría odios ni discordias. Diré más aún: ya no habría pobreza, porque de lo superfluo de la mesa de cada rico se alimentarían muchos pobres, y ya no veríais, en los sombríos barrios donde he vivido durante mi última encarnación, esas pobres mujeres que arrastran consigo a niños miserables a los que les falta todo.

¡Ricos!, pensad un poco en esto. Ayudad a los desdichados lo mejor que podáis. Dad, porque un día Dios os retribuirá el bien que hayáis hecho, para que un día encontréis, al salir de vuestra envoltura terrestre, un cortejo de Espíritus agradecidos, que os recibirán en la entrada de un mundo más feliz.

¡Si supierais el júbilo que sentí al reencontrar allá en lo Alto a los que pude servir durante mi última existencia! Dad, por lo tanto, y amad a vuestro prójimo; amadlo como a vosotros mismos, porque ahora también sabéis que Dios permitió que comenzaseis a instruiros en la ciencia espírita; sabéis que ese desdichado al que rechazáis, sea tal vez un hermano, un padre, un hijo, un amigo al que expulsáis lejos de vosotros. Y entonces, ¡cuánta desesperación tendréis un día al reconocerlo en el mundo espiritual!

Deseo que comprendáis bien en qué consiste la caridad moral, esa que todos pueden practicar, esa que no cuesta nada desde el punto de vista material y que, sin embargo, es la más difícil de poner en práctica.

La caridad moral consiste en tolerarse unos a otros, y es lo que menos hacéis en ese mundo inferior donde por el momento estáis encarnados. Sed pues caritativos, porque avanzaréis más en el buen camino; sed humanos y toleraos los unos a los otros. Existe un gran mérito en saber callar para dejar que hable otro más ignorante: esto es también un tipo de caridad; en saber hacer oídos sordos cuando una palabra burlona se escapa de una boca habituada a escarnecer; en no ver la sonrisa desdeñosa con que os reciben esas personas que, muchas veces equivocadamente, se creen superiores a vosotros, mientras que en la vida espiritual –que es la única verdadera– están a veces muy por debajo. He aquí un mérito, no de humildad, sino de caridad, porque es caridad moral no resaltar los errores ajenos. Al pasar junto a un pobre enfermo, tiene mucho más mérito mirarlo con compasión que arrojarle un óbolo con desprecio.

Entretanto, no es necesario tomar esa figura al pie de la letra, porque esa caridad no debe ser un impedimento para la otra; pero pensad, sobre todo, en no menospreciar a vuestro prójimo. Acordaos de lo que ya os he dicho: cuando rechazáis a un pobre, tal vez estáis rechazando a un Espíritu al que habéis amado y que momentáneamente se encuentra en una posición inferior a la vuestra. Yo he vuelto a ver aquí a uno de los que fue pobre en la Tierra, a quien felizmente ayudé algunas veces, y al cual preciso ahora implorar a mi turno.

Sed caritativos, por lo tanto, y no desdeñéis; sabed dejar pasar una palabra que os hiere y no creáis que ser caritativo es solamente dar lo material, sino también practicar la caridad moral. Os lo repito: haced una y otra. Recordad que Jesús dijo que todos somos hermanos, y pensad siempre en esto antes de rechazar al leproso o al mendigo. Vendré aún para daros una comunicación más extensa, porque ahora soy llamada. Adiós; pensad en los que sufren, y orad.

HERMANA ROSALÍA

La electricidad del pensamiento
(Médium: Sra. de Costel)

Os hablaré del extraño fenómeno que sucede en las asambleas, sea cual fuere su carácter: me refiero a la electricidad del pensamiento, que se expande, como por encanto, en los cerebros menos preparados para recibirla. Este hecho, por sí solo, podría confirmar el magnetismo a los ojos de los más incrédulos. Sobre todo, es admirable la coexistencia de los fenómenos y el modo por el cual se confirman recíprocamente. Sin duda diréis: el Espiritismo los explica a todos, porque da la razón de los hechos hasta entonces relegados al dominio de la superstición. Es preciso creer en lo que Él os enseña, porque transforma la piedra en diamante, es decir, eleva incesantemente las almas que se dedican a comprenderlo y les da, en esta Tierra, la paciencia para soportar los males, proporcionándoles en el Cielo la elevación gloriosa que aproxima al Creador.

Vuelvo al punto de partida, del cual me aparté un poco: la electricidad que une a los Espíritus de los hombres en una reunión y que hace conque todos comprendan la misma idea al mismo tiempo. Esta electricidad será un día empleada tan eficazmente entre los hombres, como ya lo es para las comunicaciones a distancia. Os señalo esta idea: un día la desarrollaré, porque es muy fecunda. Conservad la calma en vuestros trabajos y contad con la benevolencia de los Espíritus buenos para asistiros.

_____________

Voy a completar mi pensamiento que quedó inconcluso en la última comunicación. Os hablaba de la electricidad del pensamiento y os decía que ella sería un día empleada como lo es su hermana, la electricidad física. En efecto, al estar reunidos, los hombres liberan un fluido que les transmite las más mínimas impresiones con la rapidez del relámpago. ¿Por qué nunca se pensó en emplear ese medio, por ejemplo, para descubrir a un criminal o para hacer comprender a las masas las verdades de la religión o del Espiritismo? En los grandes procesos criminales o políticos, todos los asistentes de los dramas judiciales han podido constatar la corriente magnética que poco a poco forzaba a las personas más interesadas en ocultar su pensamiento, a descubrirlo, incluso a confesar, por no poder más soportar la presión eléctrica que, a pesar suyo, hacía brotar la verdad, no de su conciencia, sino de su corazón. Dejando a un lado esas grandes emociones, el mismo fenómeno se reproduce en las ideas intelectuales que se transmiten de cerebro a cerebro. Por lo tanto, el medio ya ha sido encontrado; trátese de aplicarlo: que se reúna en un mismo centro a hombres convencidos o instruidos, y que se les presente en oposición la ignorancia o el vicio. Estas experiencias deben ser hechas conscientemente, y son más importantes que los vanos debates sobre las palabras.

DELPHINE DE GIRARDIN

La hipocresía
(Médium: Sr. Didier Hijo)

Debería haber en la Tierra dos campos bien diferentes: el de los hombres que hacen el bien abiertamente y el de los que hacen el mal abiertamente. ¡Pero no! El hombre ni siquiera es franco en el mal, pues finge ser virtuoso. ¡Hipocresía! ¡Hipocresía! Poderosa diosa: ¡cuántos tiranos tú has creado! ¡Cuántos ídolos has hecho adorar! El corazón del hombre es realmente muy extraño, ya que puede palpitar cuando está muerto, ¡puesto que puede amar en apariencia el honor, la virtud, la verdad, la caridad! Diariamente el hombre se postra ante estas virtudes y diariamente falta a su palabra, despreciando a los pobres y al Cristo. Todos los días miente, ¡todos los días es un tartufo! ¡Cuántos hombres parecen honestos porque la apariencia muchas veces engaña! El Cristo los llamaba sepulcros blanqueados, es decir, la podredumbre por dentro y el mármol por fuera brillando al sol. ¡Hombre! En verdad tú pareces esa morada de muerte, y mientras tu corazón esté muerto, no serás inspirado por Jesús, esa luz divina que no ilumina exteriormente, sino interiormente.

La hipocresía –entended bien– es el vicio de vuestra época; ¡y queréis haceros grandes por la hipocresía! En nombre de la libertad, os engrandecéis; en nombre de la moral, os embrutecéis; en nombre de la verdad, mentís.

LAMENNAIS

ALLAN KARDEC





Noviembre

Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 5 de octubre de 1860 (Sesión particular) Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 24 de agosto.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, que ha tomado conocimiento a través de un pedido por carta, y después de informe verbal, la Sociedad admite como socio libre al Sr. B..., negociante de París.

Comunicaciones diversas – 1ª) El Sr. Allan Kardec relata el resultado del viaje que acaba de hacer en el interés del Espiritismo, y se congratula por la cordialidad de la recepción que tuvo en todas partes, especialmente en Sens, Mâcon, Lyon y Saint-Étienne. Por todas las ciudades donde estuvo, constató el progreso considerable de la Doctrina; pero lo que sobre todo es digno de nota, es que en ninguna parte vio que hacían de Ella un entretenimiento; por todas partes se ocupan de la misma de una manera seria y comprenden su alcance y sus consecuencias futuras. Sin duda, hay aún muchos opositores, de los cuales los más encarnizados son los oponentes interesados, pero los burlones disminuyen sensiblemente; al ver que sus sarcasmos no atraen a su lado a los escarnecedores, y que éstos favorecen en vez de detener el progreso de las creencias nuevas, comienzan a entender que no ganan nada con ello y que gastan sus energías inútilmente, y es por eso que se callan. En todas partes, una frase muy característica está a la orden del día: El Espiritismo está en el aire. Por sí sola, la misma describe bien el estado de las cosas. Pero es sobre todo en Lyon que los resultados son más notables. Allí los espíritas son numerosos en todas las clases, y en la clase obrera se cuentan por centenas. La Doctrina Espírita ha ejercido entre los obreros la más sana influencia desde el punto de vista del orden, de la moral y de las ideas religiosas. En resumen, la propagación del Espiritismo marcha con la más alentadora rapidez.

El Sr. Allan Kardec da lectura al discurso pronunciado por el Sr. Guillaume en el banquete que los espíritas lioneses le ofrecieron, como también lee la respuesta que él dio.

Al reconocer los testimonios de simpatía que sus compañeros de Lyon le dieron en esta circunstancia, la Sociedad presenta una moción de agradecimiento, cuya propuesta ha sido sometida a la Comisión y aprobada por la misma. Esta moción será transmitida por intermedio del presidente.

El Sr. Kardec vio en Saint-Étienne al Sr. R..., del cual escuchó personalmente la exposición del sistema que le ha sido dictado por medio de lo que éste llama escritura inconsciente. Ese sistema será ulteriormente objeto de un examen especial.

Además de esto, el Sr. Allan Kardec narra un caso muy curioso de obsesión física de una persona de Lyon; relata un hecho de mediumnidad visual del cual fue testigo, y describe un fenómeno de transfiguración ocurrido en los alrededores de Saint-Étienne, con una jovencita que en ciertos momentos tomaba la apariencia completa de su hermano, desencarnado algunos años antes.

2ª) Relato de un hecho notable de identidad espírita, sucedido en un buque de la Marina Imperial, durante su travesía por los mares de la China. El hecho es narrado por un cirujano de la flota, presente a la sesión. Todos en el buque, desde los marineros hasta el Estado Mayor, se ocupaban de evocaciones; entretanto, al no conocer los medios de obtener comunicaciones escritas, usaban la tiptología alfabética. Alguien tuvo la idea de evocar a un teniente de navío, fallecido hace dos años; entre otras particularidades, él dijo lo siguiente: «Os ruego encarecidamente que paguéis al capitán la suma de ... (indicaba el importe) que yo le debo, y que lamento no haber podido abonársela antes de mi muerte». Nadie conocía esta circunstancia; el propio capitán la había olvidado, pero al verificar sus cuentas, encontró el registro de la deuda del teniente, cuyo monto era exactamente igual al que el Espíritu había indicado.

3ª) El Sr. de Grand-Boulogne da lectura a una encantadora poesía, dedicada por él a su Espíritu familiar.

Estudios 1º) Cuestiones dirigidas a san Luis sobre su aparición a un médium vidente de Lyon, en presencia del Sr. Allan Kardec. Él responde: «Sí, era realmente yo; es un deber de mi misión no abandonar al director de la Sociedad que está bajo mi protección.»

Son hechas otras preguntas sobre la impresión física producida en ciertos médiums escribientes por los Espíritus buenos o malos.

2º) Evocación del Sr. Ch. de P., que encontraron ahogado, y cuya muerte fue atribuida a un suicidio. Él desmiente esta opinión y cuenta las causas accidentales que ocasionaron su muerte.

3º) Dictado espontáneo firmado por Lamennais, obtenido por el Sr. D...

Viernes 12 de octubre de 1860 (Sesión general) Reunión de la Comisión.

Presidencia del Sr. Jobard, de Bruselas, presidente honorario.

Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 5 de octubre.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de varias comunicaciones recibidas por la Sra. Schm...: Los huérfanos, firmada por Jules Morin. Otras, firmadas por Alfred de Musset, por la reina de Oudh y por Nicolás.

2ª) Lectura de un dictado espontáneo firmado por san Luis, obtenido por el Sr. Darcol, sobre diversos consejos a los espíritas.

3ª) Carta dirigida al Sr. Allan Kardec por el Sr. J..., de Terre-Noire, sobre la penosa impresión que le produjo la exposición del sistema del Sr. R...

Estudios 1º) Evocación de Saúl, rey de los judíos. Declara que de ninguna manera es él que se comunica a la Srta. B...

El Espíritu que se comunica con ese nombre había enseñado en el círculo de esta señorita un sistema particular, cuyos dos puntos principales son los siguientes: 1º) Los Espíritus son tanto más esclarecidos como más antigua haya sido su última existencia terrena, de donde se deduce que san Luis, por ejemplo, debe ser menos adelantado que él, porque murió hace menos tiempo. 2º) Que los Espíritus solamente se reencarnan en la Tierra, y que el número de esas reencarnaciones es de tres, ni más ni menos, lo que es suficiente para llevarlos del grado más bajo al grado más alto.

Al haber combatido el Sr. Allan Kardec esta teoría irracional y al haber sido desmentida por los hechos, el Espíritu se empeñó en hacerlo cambiar de opinión. Al ser evocado, no pudo defender su sistema, pero no se dio por vencido, pidiendo ser escuchado en una sesión íntima y a través de su médium habitual.

Nota Al haber tenido lugar esta sesión algunos días después, el Espíritu persistió en decir que era Saúl, rey de los judíos; pero acuciado con las preguntas, dio pruebas de la más absoluta ignorancia, al decir –por ejemplo– que la encarnación sólo ocurre en la Tierra, porque la Tierra es el único globo sólido. Según él, no siendo todos los otros planetas sino globos fluídicos, no podrían servir de moradas a seres corporales. Cuando se le objetó el fenómeno de los eclipses solares, alegó que nunca el Sol fue eclipsado por Mercurio y por Venus, y que además los astrónomos no siempre habían estado de acuerdo entre sí.

Este hecho demuestra una vez más que los Espíritus están lejos de tener la ciencia infusa, y prueba cuán necesario es ponerse en guardia contra los sistemas que algunos, por amor propio, buscan imponer a través de algunas bellas máximas morales. Éste, a pesar de su jactancia, mostró su verdadera intención con la ridícula teoría de los cuerpos planetarios y probó que, cuando encarnado, debía ser menos instruido que el alumno más atrasado, lo que no es una garantía a favor de su adelanto. Cuando esos Espíritus encuentran a oyentes que acogen sus palabras con una confianza demasiado ciega, ellos se aprovechan de esto; no obstante, los mismos serán menos encontrados a medida que se compenetren de esta verdad: es necesario someter todas las comunicaciones al severo control de la lógica y de la razón. Cuando esos Espíritus pseudosabios perciban que nadie se deja engañar por los nombres respetables que ostentan, y que no pueden imponer sus utopías, entenderán que pierden el tiempo y se callarán.

2º) Evocación del Espíritu que se comunica al Sr. R... y que también le dictó un sistema completo. Este estudio será retomado ulteriormente.

3º) Dictado espontáneo recibido por el Sr. D... sobre la ciencia infusa, y firmado por san Luis. Esta comunicación parece haber sido suscitada por los temas mencionados durante la sesión.

4º) Dibujo obtenido por la Srta. J... y firmado por Ary Scheffer.

5º) Evocación de Nicolás, por intermedio de la Srta. J... Como de costumbre, él se manifiesta con violencia. “Pedirme que tenga calma –dice él– es pedirme que no sea yo. Como veis, aún quemo; es que el ardor de la batalla subió hasta mí”.

Al ser interrogado sobre la razón por la cual se ha mostrado tan calmo con la Sra. Sch..., él responde: Yo había tomado un intérprete para no quebrar a esta frágil criatura; he podido tener pensamientos lindos y buenos, pero yo mismo no he podido escribirlos.

Otro Espíritu se comunica espontáneamente a través de la Srta. J...; por su extrema suavidad y por su escritura calma, correcta y casi efectuada con letra de molde, que contrasta de manera tan notable con la escritura nerviosa, irregular e impaciente de N..., la médium cree reconocer a Juan Evangelista, que varias veces se ha manifestado de ese modo. Él habla de la eficacia de la oración y recuerda las profecías del Apocalipsis, que hoy encuentran su aplicación.

Viernes 19 de octubre de 1860 (Sesión particular) Reunión de la Comisión.

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

De acuerdo con el parecer de la Comisión, y después de informe verbal, son admitidos como socios libres el Sr. G..., comerciante de París, y el Sr. D..., funcionario de Correos.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de una comunicación obtenida por la Sra. Sch..., dictada por su hermano. Esta comunicación es notable por la elevación de los pensamientos, y prueba el afecto que los Espíritus conservan por aquellos que han amado en la Tierra.

2ª) La Sra. Desl... da lectura a la evocación de una antigua criada de su familia, empleada ya fallecida. Esta evocación, donde el Espíritu prueba su afecto y sus buenos sentimientos, ofrece una notable particularidad en la forma del lenguaje, que en todos los puntos es semejante al lenguaje de las personas del campo, habiendo el Espíritu conservado hasta incluso las expresiones que le eran familiares.

3ª) Hecho de identidad relacionado con el Espíritu Charles de P., evocado en la sesión del 5 de octubre. La persona con quien él ya se había comunicado en Burdeos, y que lo había evocado nuevamente en los primeros días de este mes, supo por ese Espíritu que en la Sociedad lo habían evocado, donde él confirmó lo que había dicho sobre la causa accidental de su muerte. Poco después esa persona recibió una carta del Sr. Allan Kardec, transmitiéndole detalles de la evocación realizada en la Sociedad.

4ª) Relato de diversos hechos de apariciones vaporosas y tangibles, y de aportes de objetos materiales, ocurridos con el Sr. de St.-G..., presente a la sesión, así como con uno de sus parientes. Esos hechos serán objeto de un examen ulterior.

Estudios 1º) Evocación del Espíritu que se ha manifestado visiblemente al Sr. de St.-G... Él da algunas explicaciones, pero declara que prefiere comunicarse a través de su médium habitual.

2º) Evocación de un Espíritu que toma el nombre Balthazar, y que se ha revelado espontáneamente a la Srta. H..., el cual muestra sus inclinaciones gastronómicas. Esta evocación ofrece un gran interés desde el punto de vista del estudio de los Espíritus no desmaterializados y que conservan los instintos de la vida terrena.

3º) Son obtenidos tres dictados espontáneos: el primero por el Sr. Didier Hijo, sobre El Cristianismo, firmado por Lamennais; el segundo por la Sra. de Costel, acerca de los Espíritus que están bajo el predominio de la materia, firmado por Delphine de Girardin, y el tercero por la Srta. Huet, la parábola sobre el beso de la paz, firmada por Channing.


Bibliografía

Carta de un católico sobre el Espiritismo

Por el Dr. GRAND, ex vicecónsul de Francia [1]

El autor de este opúsculo se ha propuesto probar que se puede ser a la vez un buen católico y un fervoroso espírita. Al respecto, él predica con la palabra y con el ejemplo, porque sinceramente practica los dos. Establece por hechos y por argumentos de una rigurosa lógica la concordancia del Espiritismo con la religión, y demuestra que todos los dogmas fundamentales encuentran en la Doctrina Espírita una explicación de tal naturaleza que satisfacen a la razón más exigente, y que en vano la Teología se esfuerza en dar; de esto se deduce que si esos mismos dogmas fuesen enseñados de esta manera, encontrarían mucho menos incrédulos y que, por lo tanto, debiendo la religión ganar con esa alianza, vendrá el día en que, por la fuerza de las cosas, el Espiritismo estará en la religión, o la religión en el Espiritismo.

Nos parece difícil que –después de la lectura de este opúsculo– aquellos que los escrúpulos religiosos aún alejan del Espiritismo, no sean llevados a tener una opinión más sana de la cuestión. Además, hay un hecho evidente: que las ideas espíritas marchan con tal rapidez que se puede, sin ser adivino ni hechicero, prever el tiempo en que serán tan generales que, de buen o mal grado, será preciso contar con ellas; dichas ideas han de adquirir derecho de ciudadanía sin tener necesidad del permiso de nadie, y en breve se reconocerá –si ya no se hizo– la absoluta imposibilidad de detener su curso. Las propias diatribas le dan un impulso extraordinario y no se podría creer el número de adeptos que sin querer ha hecho el Sr. Louis Figuier con su Histoire du Merveilleux, donde él pretende explicar todo por la alucinación, mientras que en definitiva no explica nada, porque al ser su punto de partida la negación de toda fuerza fuera de la Humanidad, su teoría material no puede resolver todos los casos. Los sarcasmos del Sr. Oscar Comettant no son razones: él hace reír, pero no a expensas de los espíritas. El imprudente y grosero artículo de la Gazette de Lyon solamente lo perjudicó a sí mismo, porque todo el mundo lo ha juzgado como merecía serlo. Después de la lectura del opúsculo del Dr. Grand, ¿qué dirán los que aún se atreven a insinuar que los espíritas son impíos, y que su Doctrina amenaza a la religión? Ellos no perciben que al decir esto hacen creer que la religión es vulnerable; en efecto, ésta sería bien vulnerable si una utopía –ya que, según ellos, aquélla es una utopía– pudiese comprometerla. No vacilamos en decirlo: todos los hombres sinceramente religiosos, y entendemos por esto a los que lo son más por el corazón que por los labios, reconocerán en el Espiritismo una manifestación divina, cuyo objetivo es reavivar la fe que se extingue.

Recomendamos encarecidamente este opúsculo a todos nuestros lectores, y creemos que al divulgarlo harán una cosa útil.


[1] Opúsculo grande in 18º; precio: 1 franco, y por correo: 1 fr. 25 cents.; se lo encuentra con el librero-editor Ledoyen, en el Palais-Royal, Galería de Orleáns Nº 31, y en la oficina de redacción de la Revista Espírita. [Nota de Allan Kardec.]



Homero

Hace bastante tiempo estamos en contacto con dos médiums de Sens, tan distinguidos por sus facultades como dignos de recomendación por su modestia, devoción y pureza de intenciones. Evitaríamos decir esto si no supiésemos que son inaccesibles al orgullo, ese escollo de tantos médiums, contra el cual se han quebrado tantas facultades prometedoras. Es una cualidad bastante rara, la cual merece ser señalada. Hemos podido asegurarnos personalmente sobre las simpatías que ellos gozan entre los Espíritus buenos; pero lejos de prevalecerse de eso, lejos de creerse los únicos intérpretes de la verdad y sin dejarse deslumbrar por nombres imponentes, aceptan con toda humildad y con prudente reserva las comunicaciones que reciben, sometiéndolas siempre al control de la razón. Es el único medio de disuadir a los Espíritus embusteros, siempre al acecho de las personas dispuestas a aceptar bajo palabra todo lo que venga del mundo de los Espíritus, desde que suscriban un nombre respetable. Además, ellos nunca han obtenido comunicaciones frívolas, triviales, groseras o ridículas, y jamás Espíritu alguno intentó inculcarles ideas excéntricas o imponerse como regulador absoluto. Lo que aún más prueba todo esto a favor de los Espíritus que los asisten son los sentimientos de real benevolencia y de verdadera caridad cristiana que estos Espíritus inspiran a sus protegidos. Tal es la impresión que nos ha quedado de lo que hemos visto y que estamos felices en proclamar.

En el interés de la conservación y del perfeccionamiento de su facultad, hacemos votos para que ellos jamás caigan en el error de ciertos médiums de creerse infalibles. No hay ninguno que pueda jactarse de nunca haber sido engañado; las mejores intenciones no siempre son la garantía de ello, y a menudo son una prueba para ejercitar el discernimiento y la perspicacia; pero con relación a aquellos que tienen la infelicidad de creerse infalibles, los Espíritus embusteros son muy sagaces para no dejar de sacar provecho de esto; ellos hacen lo que hacen los hombres: explotan todas las debilidades.

En el número de las comunicaciones que esos señores nos han dirigido, la siguiente, firmada por Homero, aunque no presente nada de muy saliente bajo el aspecto de las ideas, nos pareció que merece una atención particular, en razón de un hecho notable que hasta cierto punto puede ser considerado como una prueba de identidad. Esta comunicación ha sido obtenida espontáneamente y sin que el médium pensase en lo más mínimo en el poeta griego. La misma ha dado lugar a diversas preguntas que nosotros también creemos un deber reproducir.

Entonces, un día el médium escribió lo siguiente, sin saber quién se lo dictaba:

«¡Dios mío! ¡Cuán profundos son vuestros designios y cuán impenetrables vuestras miras! Los hombres han buscado en todos los tiempos la solución de una multitud de problemas que aún no han sido resueltos. Yo también he buscado durante toda mi vida y no he podido resolver el que parece ser el menor de todos: el mal, aguijón del cual os servís para impeler al hombre a hacer el bien por amor. Aún muy joven conocí los malos tratos que los humanos hacen sufrir los unos a los otros, sin segundas intenciones, como si el mal fuese para ellos un elemento natural; entretanto, no es así, ya que todos tienden hacia el mismo objetivo que es el bien. ¡Se hieren mutuamente, y al despertar reconocen que han maltratado a un hermano! Pero no nos cabe cambiar vuestros decretos; nosotros no tenemos sino el mérito o el demérito de haber más o menos resistido a la tentación y, como sanción de todo esto, el castigo o la recompensa.

«He pasado mis primeros años entre los juncos del Melés; he sido bañado y arrullado muchas veces por sus olas. Es por eso que en mi juventud me llamaban Melesígenes

1. Al ser este nombre desconocido para nosotros, solicitamos al Espíritu que consintiera darse a conocer de una manera más precisa. –Resp. Mi juventud fue arrullada en las olas; la poesía me ha dado cabellos blancos; es a mí que vosotros llamáis Homero.

Nota – Fue una gran sorpresa para nosotros, porque no teníamos ninguna idea de ese sobrenombre de Homero; después lo encontramos en el diccionario mitológico. Continuemos con las preguntas.

2. ¿Podríais decirnos a qué debemos la felicidad de vuestra visita espontánea? No pensábamos de manera alguna en vos en este momento, por lo que os pedimos perdón. –Resp. Es porque vendré a vuestras reuniones, ya que uno siempre va a los hermanos que tienen el propósito de hacer el bien.

3. Rogamos vuestro permiso para que nos habléis de los últimos momentos de vuestra vida terrena. –Resp. ¡Oh, amigos míos! ¡Dios permita que no tengáis una muerte tan desdichada como la mía! Mi cuerpo murió en la última de las miserias humanas; en tal estado, el alma pasa por una turbación; el despertar es más difícil, pero también es mucho más bello. ¡Oh, cómo Dios es grande! ¡Que Él os bendiga! Lo ruego desde el fondo de mi corazón.

4. Los poemas la Ilíada y la Odisea que nosotros tenemos, ¿son exactamente los mismos que vos habéis compuesto? –Resp. No, ellos han sido trabajados.

5. Varias ciudades se disputan el honor de ser vuestra cuna; ¿podríais esclarecernos con respecto a esto? –Resp. Buscad la ciudad de Grecia que tenía la casa del cortesano Cleanax; fue él quien expulsó a mi madre del lugar de mi nacimiento, porque ella no quiso ser su amante, y sabréis en qué ciudad he nacido. Sí, ellos se disputan ese supuesto honor, pero no disputaron el haberme dado hospitalidad. ¡Oh! He aquí los pobres humanos: ¡siempre con futilidades, pero nunca con buenos pensamientos!

Observaciones – El hecho más saliente de esta comunicación es el de la revelación del sobrenombre de Homero, y es tanto más notable porque ambos médiums –que reconocen y deploran la insuficiencia de su propia educación, lo que los obliga a vivir del trabajo manual–, no podían tener la más mínima idea al respecto; y aún menos se puede atribuirlo a ningún reflejo del pensamiento, puesto que en ese momento ellos estaban solos.

Con referencia a esto haremos otra observación: está probado para todo espírita, por menos experimentado que él sea, que si alguien supiera el sobrenombre de Homero, y en una evocación le pidiese para revelarlo como prueba de identidad, no lo habría obtenido. Si las comunicaciones solamente fuesen un reflejo del pensamiento, ¿cómo es que el propio Espíritu dice aquello que ignoramos? ¿Cómo no diría el Espíritu aquello que sabemos? Es que él también tiene su dignidad y su susceptibilidad, y quiere probar que no está a los órdenes del primer curioso que llega. Supongamos que aquel que más reclama contra lo que él llama capricho o mala voluntad del Espíritu, se presente en una casa declarando su nombre; ¿qué haría si cuando es recibido le pidiesen a quemarropa que probara que es él mismo? Les daría la espalda; es lo que hacen los Espíritus. Esto no quiere decir que se deba creer bajo palabra; pero cuando se quieren pruebas de identidad, es necesario saber tratarlos con consideración, del mismo modo que lo hacemos con los hombres. Las pruebas de identidad dadas espontáneamente por los Espíritus son siempre las mejores.

Si nos hemos extendido bastante a propósito de un tema que no parecía englobar tantas consideraciones, es porque nos parece útil no perder la ocasión para llamar la atención sobre la parte práctica de una ciencia que está rodeada de más dificultades de lo que generalmente se piensa, y que mucha gente cree poseer porque hace girar una mesa o porque mueve un lápiz. Además, nosotros nos dirigimos a los que aún creen que tienen necesidad de algunos consejos, y no a los que, después de sólo algunos meses de estudio, piensan que no los necesitan más. Si los consejos que creemos un deber dar se pierden para algunos, sabemos que no lo serán para todos, y que muchas personas los reciben con placer.


Conversaciones familiares del Más Allá

Balthazar o el Espíritu gastrónomo

(Sociedad, 19 de octubre de 1860)

En una reunión espírita particular se presentó espontáneamente un Espíritu, con el nombre de Balthazar; dictó la siguiente frase por medio de golpes:

«Adoro los banquetes y las mujeres; ¡viva el melón y la langosta, el café y el licor!»

Nos pareció que semejantes inclinaciones en un habitante del mundo invisible podrían dar lugar a un estudio serio, del cual podríamos sacar una enseñanza instructiva sobre las facultades y las sensaciones de ciertos Espíritus. En nuestra opinión, era un interesante tema de observación que se había presentado por sí mismo o, mejor aún, que tal vez hubiese sido enviado por los Espíritus elevados, deseosos de proporcionarnos los medios para nuestra instrucción; por lo tanto, seríamos culpables si no lo aprovechásemos. Es evidente que aquella frase burlesca revela, por parte de ese Espíritu, una naturaleza totalmente especial, cuyo estudio puede proyectar una nueva luz sobre lo que podemos llamar la fisiología del mundo espírita.

He aquí por qué la Sociedad ha creído un deber evocarlo, no por un motivo fútil, sino en la esperanza de encontrar allí un nuevo tema de instrucción.

Ciertas personas creen que solamente se puede aprender con el Espíritu de los grandes hombres: es un error. Sin duda, sólo los Espíritus de élite pueden darnos lecciones de elevada filosofía teórica; pero lo que no es menos importante es el conocimiento del estado real del mundo invisible. Por el estudio de ciertos Espíritus conocemos, de algún modo, la naturaleza del hecho; es viendo las llagas que podemos encontrar el medio de curarlas. ¿Cómo nos daríamos cuenta de las penas y de los sufrimientos de la vida futura si no hubiésemos visto a Espíritus infelices? A través de ellos comprendemos que se puede sufrir mucho sin estar en el fuego y en las torturas materiales del infierno, y esta convicción, dada por el estudio de las categorías inferiores de la vida espiritual, no es una de las causas que han contribuido menos para atraer adeptos a la Doctrina.

1. Evocación. –Resp. Amigos míos, estoy aquí ante una mesa grande, ¡pero infelizmente vacía!

2. Esta mesa está vacía, es cierto; pero queréis decirnos ¿de qué os serviría si estuviera llena de alimentos? ¿Qué haríais con éstos? –Resp. Yo sentiría el aroma de los mismos, como antiguamente saboreaba su gusto.

Nota Esta respuesta es toda una enseñanza. Sabemos que los Espíritus tienen nuestras sensaciones y que ellos perciben los olores tan bien como los sonidos. Al no poder comer, un Espíritu material y sensual se nutre con la emanación de los alimentos; los saborea por el olfato, como lo hacía cuando encarnado por el sentido del gusto. Por lo tanto, hay verdaderamente algo de material en su placer; pero como en definitiva hay más deseo que realidad, este mismo placer –al estimular los deseos– se vuelve un suplicio para los Espíritus inferiores, que aún conservan las pasiones humanas.

3. Hablad más seriamente, os lo ruego; de ningún modo nuestro objetivo es el de hacer bromas, sino el de instruirnos. Por lo tanto, tened a bien responder seriamente a nuestras preguntas y, en caso de necesidad, haceos asistir por un Espíritu más esclarecido.

Sabemos que tenéis un cuerpo fluídico; pero decidnos si en ese cuerpo hay un estómago. –Resp. Estómago también fluídico, donde sólo los aromas pueden pasar.

4. Cuando veis alimentos apetitosos, ¿experimentáis el deseo de comerlos? –Resp. ¡Oh, comer! No puedo más hacerlo; para mí esas comidas son lo que representan las flores para vosotros: respiráis su perfume, pero no las coméis; eso os satisface. ¡Pues bien! Yo también quedo saciado.

5. ¿Sentís placer al ver que los otros comen? –Resp. Mucho, cuando estoy cerca.

6. ¿Sentís la necesidad de comer y de beber? Observad que hemos dicho necesidad; anteriormente dijimos deseo, lo que no es la misma cosa. –Resp. Necesidad, no; pero deseo, sí, siempre.

7. ¿Ese deseo es plenamente satisfecho por el olor que aspiráis? ¿Es para vos la misma cosa como si realmente comieseis? –Resp. Es como si preguntarais si la visión de un objeto que deseáis ardientemente, reemplaza la posesión de ese objeto.

8. Según esto, parecería que el deseo que sentís debe ser un verdadero suplicio, pues no hay un placer real. –Resp. Es un suplicio mayor de lo que creéis; pero yo trato de aturdirme, haciéndome la ilusión.

9. Vuestro estado nos parece bastante material; decidnos si dormís algunas veces. –Resp. No; adoro pasear ociosamente por todas partes.

10. ¿El tiempo os parece largo? ¿Os aburrís a veces? –Resp. No; recorro los mercados y las ferias; voy a ver la llegada de los pescadores, con lo que me ocupo bastante.

11. ¿Qué hacíais cuando estabais encarnado?

Nota – Alguien dice: sin duda era un cocinero. –Resp. Un gastrónomo, no un glotón; abogado, hijo de gastrónomo y nieto de gastrónomo; mis padres eran recaudadores de impuestos.

El Espíritu, al responder enseguida a la reflexión precedente, agrega: Bien ves que yo no era cocinero; nunca te hubiera invitado a mis almuerzos, pues no sabes comer ni beber.

12. ¿Hace mucho tiempo que habéis muerto? –Resp. Hace más o menos unos treinta años, a los ochenta años de edad.

13. ¿Veis a otros Espíritus más felices que vos? –Resp. Sí, veo algunos cuya felicidad consiste en alabar a Dios; aún no conozco esto: mis pensamientos están aferrados a la Tierra.

14. ¿Os dais cuenta de las causas que los vuelven más felices que vos? –Resp. Aún no las comprendo, como aquel que desconoce lo que es un buen plato y por eso no lo sabe apreciar; tal vez un día yo entienda. Adiós; voy a buscar una buena cena, bien delicada y muy suculenta.

BALTHAZAR

Nota Este Espíritu pertenece a un género característico: hace parte de esa clase numerosa de seres invisibles que de modo alguno se elevaron por encima de la condición de la humanidad; solamente tienen de menos el cuerpo material, pero sus ideas son exactamente las mismas. Este no es un Espíritu malo; tiene en su contra la sensualidad, que para él es a la vez un suplicio y un placer. Como Espíritu, pues, no es muy infeliz; es feliz a su manera; ¡pero Dios sabe lo que le espera en una nueva existencia! Un triste regreso podrá hacerlo reflexionar bastante y desarrollar en él el sentido moral, aún sofocado por la preponderancia de los sentidos.


Un espírita a su Espíritu familiar

Estrofas

¡Tú que das a mi tristeza
Una mirada de tierna piedad!
¡Tú que das a mi flaqueza
El apoyo de tu santa amistad!
Espíritu, genio o pura flama,
Detén tu vuelo hacia el cielo;
Ven a esclarecer mi alma,
¡Oh! misterioso consejero.
Enviado de la Providencia,
Sabio intérprete de su ley,
¡Oh! habla; escucho con paciencia:
Querido maestro, enséñame.
Hace poco la duda con su sombra,
La duda mi corazón invadía,
Pero tu soplo disipó la penumbra,
Me brindó un destello de alegría.

Así Dios, Maestro adorable,
Tanto más Padre que Creador,
Nos pone con ternura inefable,
Un ángel cerca del corazón.
Cada uno, ¡oh! encantador milagro,
Posee un guardián celestial
Cada uno tiene su oráculo
Su protector inmaterial.
¡Espíritu que me consuela!
Hermano bendito, piadoso consejero,
¡Contigo mi alma vuela,
Y se eleva hacia el cielo!
Sí, yo te amo, ángel tutelar;
Con alegría tomo tus manos;
Te sigo, dulce estrella; tú vas a iluminar
El cielo adonde vamos.
A. G.

Relaciones afectuosas de los Espíritus

Comentarios sobre el dictado espontáneo publicado en la Revista de octubre de 1860, intitulado El despertar del Espíritu

Generalmente son admiradas las bellas comunicaciones del Espíritu que firma Georges; pero incluso en razón de la superioridad que este Espíritu da prueba, varias personas han visto con sorpresa lo que él ha dicho en su comunicación intitulada El despertar del Espíritu, con referencia a las relaciones del Más Allá. Allí se lee lo siguiente:

«Nosotros nos despojamos de todos los prejuicios terrenos; la verdad aparece en toda su luz: nada atenúa las faltas y nada oculta las virtudes; vemos nuestra propia alma tan claramente como en un espejo. Buscamos entre los Espíritus a aquellos que fueron conocidos, porque el Espíritu tiene miedo de aislarse, pero ellos pasan sin detenerse. No hay comunicaciones amistosas entre los Espíritus errantes; aquellos mismos que se han amado no intercambian señales de reconocimiento; esas formas diáfanas deslizan y no permanecen fijas; las comunicaciones afectuosas están reservadas a los Espíritus superiores.»

El pensamiento del reencuentro después de la muerte y la comunicación con aquellos que amamos es uno de los más dulces consuelos del Espiritismo, y la idea de que las almas no puedan tener entre sí relaciones amistosas sería desconsoladora si fuese absoluta; es por eso que no nos hemos sorprendido con el sentimiento penoso que la misma produjo. Si Georges hubiera sido uno de esos Espíritus vulgares y sistemáticos que emiten sus propias ideas sin preocuparse con la propiedad o con la falsedad de las mismas, no le habríamos dado la menor importancia. En razón de su sabiduría y de su profundidad habituales, se podría creer que en el fondo de esa teoría hubiera algo de verdadero, pero que el pensamiento no hubiese sido expresado completamente; en efecto, es lo que resulta de las explicaciones que hemos pedido. Por lo tanto, tenemos una prueba más de que no se debe aceptar nada sin haberlo sometido al control de la razón, y aquí la razón y los hechos nos dicen que esa teoría no podía ser absoluta.

Si el aislamiento fuese una propiedad inherente a la erraticidad, este estado sería un verdadero suplicio, tanto más penoso, ya que puede prolongarse durante muchos siglos. Sabemos por experiencia que la privación de ver a aquellos que se ha amado es una punición para ciertos Espíritus; pero también sabemos que muchos son felices por reencontrarse; que al salir de esta existencia, nuestros amigos del mundo espiritual vienen a recibirnos y nos ayudan a despojarnos de las indumentarias materiales, y que nada es más penoso que no encontrar a ninguna benévola alma en ese momento solemne. ¿Sería una quimera esta Doctrina consoladora? No, no lo es, porque Ella no es solamente el resultado de una enseñanza: son las propias almas –felices o sufridoras– que vienen a describir su situación. Sabemos que los Espíritus se reúnen y se ponen de acuerdo para actuar con más fuerza en ciertas ocasiones, tanto para el bien como para el mal; que los Espíritus que no tienen los conocimientos necesarios para responder a las preguntas que les son dirigidas, pueden ser asistidos por Espíritus más esclarecidos; que éstos tienen como misión ayudar con sus consejos para el adelanto de los Espíritus atrasados; que los Espíritus inferiores actúan bajo el impulso de otros Espíritus, de los cuales son instrumentos; que ellos reciben órdenes, prohibiciones o permisos, circunstancias que no tendrían lugar si los Espíritus estuviesen librados a sí mismos. Por lo tanto, el simple buen sentido nos dice que la situación de la cual él ha hablado es relativa y no absoluta; que puede existir para algunos en determinadas circunstancias, pero que no podría ser general, pues de lo contrario sería el mayor obstáculo al progreso del Espíritu, y por esto mismo no estaría conforme a la justicia ni a la bondad de Dios. Evidentemente el Espíritu Georges sólo consideró una fase de la erraticidad o, mejor dicho, restringió la acepción de la palabra errante a una cierta categoría de Espíritus, en lugar de aplicarla indistintamente, como nosotros lo hacemos, a todos los Espíritus no encarnados.

Puede suceder, pues, que dos seres que se han amado no intercambien señales de reconocimiento; inclusive, que ellos no puedan verse ni hablarse, si fuere una punición para uno de los dos. Por otro lado, como los Espíritus se reúnen según el orden jerárquico, dos seres que se han amado en la Tierra pueden pertenecer a órdenes muy diferentes, y por esto mismo estar separados hasta que el menos adelantado haya llegado al grado del otro; así, esta privación puede ser una consecuencia de la expiación y de las pruebas terrestres: cabe a nosotros obrar de manera a no merecerla.

La felicidad de los Espíritus es relativa a su elevación; esa felicidad sólo es completa para los Espíritus depurados, y consiste principalmente en el amor que los une; esto se concibe y es totalmente justo, porque el verdadero afecto sólo puede existir entre los seres que se han despojado de todo egoísmo y de toda influencia material, porque solamente en ellos el afecto es puro, sin segundas intenciones y sin que nada pueda perturbarlo; de donde resulta que sus comunicaciones deben ser, por eso mismo, más afectuosas y más expansivas que entre los Espíritus que aún se encuentran bajo el dominio de las pasiones terrenas. De esto es preciso sacar en conclusión que los Espíritus errantes no son forzosamente privados de ello, pero pueden ser privados de ese género de comunicaciones, si esa es la punición que les ha sido impuesta. Como lo dice Georges en otro pasaje: esta privación momentánea les da «más fervor para que llegue el momento en que, después de cumplidas las pruebas, puedan recibir a sus seres queridos». Por lo tanto, esta privación no es el estado normal de los Espíritus errantes, sino una expiación para los que la han merecido, una de las mil y una variedades que nos esperan en la otra vida, cuando se ha desmerecido ésta.




Disertaciones espíritas

Primeras impresiones de un Espíritu
(Médium: Sra. de Costel)

Os hablaré del extraño cambio que se opera en el Espíritu después de su liberación; él se evapora de los despojos que abandona, como una llama que se desprende del foco que la ha producido; luego sucede una gran turbación, y esta duda extraña surge: ¿estoy vivo o muerto? La ausencia de las sensaciones comunes producidas por el cuerpo causa sorpresa e inmoviliza, por así decirlo; como un hombre acostumbrado a llevar un fardo pesado, nuestra alma, aliviada de repente, no sabe qué hacer con su libertad. Después, el espacio infinito; las maravillas innumerables de los astros que se suceden en un ritmo armonioso; los Espíritus solícitos que flotan en el aire y que emanan una luz sutil que parece atravesarlos; el sentimiento de libertad que inunda de repente; la necesidad de lanzarse también al espacio, como pájaros que quieren probar sus alas: he aquí las primeras impresiones que sentimos. No puedo revelaros todas las fases de esta existencia; sólo agregaré que, tan pronto como pasa su deslumbramiento, el alma anhela lanzarse y subir más alto hacia las regiones de lo verdaderamente bello y bueno, y este deseo es el tormento de los Espíritus sedientos del infinito. Como la crisálida, esperan despojarse de su piel y sienten que surgen las alas que los llevarán hacia el bendito azul radiante; pero retenidos aún por los lazos del pecado, precisan planear entre el Cielo y la Tierra, no perteneciendo a ninguno de los dos. ¡Qué son todas las aspiraciones terrenas, comparadas al ardor no saciado del ser que ha entrevisto el velo de la eternidad! Soportad mucho, pues, a fin de llegar depurados entre nosotros; el Espiritismo os ayudará, porque es una obra bendita; Él une entre sí a los Espíritus encarnados y desencarnados, formando los eslabones de una cadena invisible que lleva hacia Dios.

DELPHINE DE GIRARDIN

Los huérfanos
(Médium: Sra. Schmidt)

Hermanos míos, amad a los huérfanos; ¡si supierais cuán triste es estar solo y abandonado, sobre todo en la infancia! Dios permite que haya huérfanos para exhortarnos a servirles de padres. ¡Qué divina caridad es ayudar a una pobre criatura desamparada, impedir que padezca hambre y frío, y orientar su alma para que no se pierda en el vicio! Quien tiende la mano a un niño abandonado es grato a Dios, porque comprende y practica su ley. Pensad también que, muchas veces, el niño al que socorréis es alguien a quien habéis amado en otra existencia, y si pudieseis recordarlo, ese socorro ya no sería caridad sino una obligación. Así pues, amigos míos, todo ser que sufre es vuestro hermano y tiene derecho a vuestra caridad, no a esa caridad que hiere el corazón, no a esa limosna que quema la mano del que la recibe, porque vuestros óbolos son frecuentemente muy amargos. ¡Cuántas veces serían rechazados, si no fuera porque la enfermedad y el hambre los están esperando en el desván donde se refugian! Dad con delicadeza; sumad a esto el beneficio más precioso de todos: una buena palabra, una caricia, una sonrisa de amigo. Evitad ese tono de piedad y de protección que equivale a hurgar el cuchillo en el corazón que sangra, y pensad que al hacer el bien estáis trabajando por vosotros mismos y por los vuestros.

JULES MORIN

Nota – El Espíritu que firma esta disertación es completamente desconocido; podemos ver por la comunicación precedente, y por muchas otras del mismo género, que no siempre es necesario un nombre ilustre para obtener bellas cosas. Es una puerilidad apegarse al nombre; es preciso aceptar el bien, venga de donde venga; además, el número de nombres ilustres es muy limitado; el de los Espíritus es infinito. Entonces, ¿por qué no habría también los que son capacitados entre aquellos que no son conocidos? Hacemos esta reflexión porque hay personas que creen que no se puede obtener nada de sublime, a no ser evocando a celebridades; todos los días la experiencia prueba lo contrario, y nos muestra que se puede aprender algo con todos los Espíritus, desde que sepamos aprovechar las oportunidades.


De un hermano muerto para su hermana viva
(Médium: Sra. Schmidt)

Hermana mía, tú no sueles evocarme; esto no me impide venir a verte todos los días. Conozco tus aflicciones; tu vida es penosa –bien lo sé–, pero es necesario enfrentar el destino, que no siempre es alegre. Sin embargo, algunas veces hay un alivio en las penas; por ejemplo, aquel que hace el bien a costa de su propia felicidad puede, por sí mismo y por los otros, desviar el rigor de muchas pruebas.

En este mundo es raro ver que se haga el bien con esa abnegación; sin duda es difícil, pero no imposible, y los que tienen esa sublime virtud son verdaderamente los elegidos del Señor. Si nos diéramos cuenta de esa pobre peregrinación en la Tierra, comprenderíamos esto. Pero no es así: los hombres se apegan a los bienes materiales como si debiesen permanecer siempre en su exilio. No obstante, el sentido común y la más simple lógica demuestran todos los días que aquí somos sólo aves de paso, y que aquellos que tienen menos plumas en sus alas son los que llegan más rápido.

Buena hermana mía, ¿para qué le sirve al rico todo ese lujo, todo ese superfluo? Mañana él será despojado de todos esos vanos oropeles, para descender en la tumba, adonde no llevará nada. Es cierto que hizo un bonito viaje; nada le faltó, no sabía más qué desear y sorbió hasta el fin los deleites de la vida; en su delirio, también es cierto que algunas veces arrojó riendo una limosna a las manos de su hermano; pero, para esto, ¿retiró un pedazo de su boca? No, porque no se privó de un solo placer, de una única fantasía. Sin embargo, ese mismo hermano es un hijo de Dios, nuestro Padre en común, a que todo pertenece. Hermana mía, ¿comprendes que un buen padre no ha de desheredar a uno de sus hijos para enriquecer al otro? He aquí por qué ha de recompensar al que se privó de su parte en esta vida.

Así pues, aquellos que se creen desheredados, abandonados y olvidados llegarán en breve a buen puerto, donde reinan la justicia y la felicidad. ¡Pero infelices de aquellos que hicieron mal uso de los bienes que nuestro Padre les confió! ¡Infeliz también el hombre dotado del don tan precioso de la inteligencia, si de la misma abusó! Créeme, Marie, cuando se tiene la certeza de Dios, no hay nada en la Tierra que se pueda envidiar, a no ser la gracia de practicar sus leyes.

TU HERMANO WILHELM

El Cristianismo
(Médium: Sr. Didier Hijo)

Lo que se debe observar en el Espiritismo es la moral cristiana. Desde hace siglos han habido muchas religiones, muchos cismas y muchas supuestas verdades; y todo lo que fue levantado fuera del Cristianismo ha caído, porque el Espíritu Santo no lo animaba. El Cristo resume lo que la moral más pura y más divina enseña al hombre en lo que atañe a sus deberes en esta vida y en la otra. La antigüedad, en lo que tiene de más sublime, es pobre ante esa moral tan rica y tan fértil. La aureola de Platón se pone pálida ante la del Cristo, y la copa de Sócrates es muy pequeña delante del inmenso cáliz del Hijo del Hombre. ¡Oh, Sesostris!, déspota del poderoso Egipto, ¿eres tú que puedes compararte, desde lo alto de tus pirámides colosales, con el Cristo que ha nacido en un pesebre? ¿Eres tú, Solón? ¿Eres tú, Licurgo, cuya ley bárbara condenaba a los niños con malformación, que te puedes comparar con Aquel que ha dicho cara a cara con el orgullo: «Dejad que los niños vengan a mí»? ¿Sois vosotros, sagrados pontífices del piadoso Numa, cuya moral quería la muerte en vida de las vestales culpables, que os podéis comparar con Aquel que ha dicho a la mujer adúltera: «Vete, y en adelante no peques más»? No, no más con esos misterios tenebrosos que practicabais, ¡oh, antiguos sacerdotes! No más con esos misterios cristianos que son la base de esta religión sublime que se llama Cristianismo. Inclinaos ante Él, todos vosotros, legisladores y sacerdotes humanos; inclinaos, porque ha sido el propio Dios que ha hablado por la boca de ese ser privilegiado que se llama el Cristo.

LAMENNAIS

El tiempo perdido
(Médium: Srta. Huet)

Si por un instante pudieseis reflexionar sobre la pérdida de tiempo, pero reflexionar muy seriamente y calcular el inmenso error que vosotros cometéis, veríais cuán necesario podría ser a vuestro bien futuro esta hora, este minuto perdido inútilmente y que no podéis recuperar. Todos los tesoros de la Tierra no podrían devolvéroslo, y si usasteis mal el tiempo, un día seréis obligado a repararlo a través de la expiación, ¡y quizá de una manera terrible! ¡Qué no daríais, entonces, para recuperar ese tiempo perdido! ¡Ruegos inútiles; lamentos superfluos! Así, pensad bien en esto, en vuestro interés futuro e inclusive presente, porque frecuentemente los pesares nos llegan en la propia Tierra. Cuando Dios os pida cuentas de la existencia que os ha dado, de la misión que teníais que cumplir, ¿qué le responderéis? ¿Seréis como el enviado de un soberano que, lejos de cumplir las órdenes de su señor, pasaba el tiempo divirtiéndose y de ningún modo se ocupaba del compromiso para el cual había sido encargado? ¿En qué responsabilidad no incurriría a su regreso? Sois aquí los enviados de Dios y tendréis que prestarle cuentas de cómo usasteis vuestro tiempo con vuestros hermanos. Os recomiendo esta meditación.

MASSILLON

Los eruditos
(Médium: Srta. Huet)

Puesto que llamáis a un Espíritu, Dios me permite venir; voy a daros un buen consejo, sobre todo a vos, Sr. ...

Vos, que siempre os ocupáis de los eruditos –porque ésta es vuestra preocupación–, dejadlos a un lado; ¡qué pueden hacer ellos con las creencias religiosas y sobre todo espíritas! ¿No rechazaron en todos los tiempos las verdades que se presentaron? ¿No desecharon todos los inventos, considerándolos quimeras? Entre los que anunciaron esas verdades, unos fueron tratados como locos, y encerrados como tal; otros han sido arrojados en los calabozos de la Inquisición, mientras que otros fueron apedreados o quemados. Más tarde, la verdad no brillaba menos a los ojos de los sorprendidos eruditos que la habían puesto debajo del celemín. Al dirigiros incesantemente a ellos, ¿queréis, como un nuevo Galileo, infligiros la tortura moral –lo que es ridículo– y ser forzado a retractaros? ¿Se dirigió el Cristo a las Academias de su época? No; Él predicaba su divina moral a todos en general, y al pueblo en particular.

Como apóstoles o propagadores de su llegada, eligió a pescadores, personas simples de corazón, muy ignorantes, que no conocían las leyes de la Naturaleza y que no sabían si un milagro podría contrariarlas, mas que creían sinceramente. «Id –decía Jesús– y contad lo que habéis visto.»

Nunca hizo un milagro que no fuese en favor de aquellos que se lo pedían con fe y convicción; se rehusó a hacerlos ante los fariseos y los saduceos que venían a tentarlo, y los llamó de hipócritas. Por lo tanto, dirigíos también a las personas inteligentes, dispuestas a creer; dejad a los eruditos y a los incrédulos.

Además, ¿qué es un erudito? Un hombre más instruido que los otros, porque ha estudiado más, pero que perdió el prestigio que tenía antiguamente, aureola fatal que frecuentemente le concedía los honores de la hoguera. Pero a medida que la inteligencia popular se desarrolló, su brillo disminuyó; hoy, el hombre de genio no tiene más miedo de ser acusado de hechicería: ya no es más aliado de Satanás.

La humanidad esclarecida aprecia en su justo valor al que trabaja mucho y al que conoce mucho; al hombre de genio que produce bellas obras, ella sabe colocar en el pedestal que le conviene. Como sabe en qué consiste la ciencia del erudito, ella no lo atormenta más; como sabe de dónde emana el genio creador, se inclina ante él. Pero, a su turno, ella quiere tener la libertad de creer en aquellas verdades que le dan consuelo; no quiere que aquel que conoce más o menos Química, más o menos Retórica o que hace la ópera más linda, venga a importunar sus creencias, poniéndolo en ridículo o tratando sus ideas como locura; se esquivará de ese camino y seguirá silenciosamente su ruta. Un día, la verdad ha de iluminar el mundo entero, y aquellos que la hayan rechazado serán obligados a reconocerla; yo misma, que me ocupé del Espiritismo hasta mi último día, siempre la he cultivado en la intimidad.

La Academia poco me importaba. Creedlo: ésta vendrá más tarde hacia vosotros.

DELPHINE DE GIRARDIN

El hombre

El hombre es un compuesto de grandeza y de miseria, de conocimiento y de ignorancia; en la Tierra, él es el verdadero representante de Dios, porque su vasta inteligencia abarca el Universo; ha sabido descubrir una parte de los secretos de la naturaleza; sabe servirse de los elementos; recorre distancias inmensas por medio del vapor; puede conversar con su semejante de una antípoda a la otra, a través de la electricidad que sabe dirigir; su genio es inmenso; cuando sabe poner todo esto a los pies de la Divinidad, rindiéndole homenaje, ¡es casi igual a Dios!

Pero ¡cómo el hombre es pequeño y miserable cuando el orgullo se apodera de su ser! No ve su miseria; no ve que su existencia –esta vida que no puede comprender– le es arrebatada a veces instantáneamente por la simple voluntad de esa Divinidad que él desconoce, porque no puede defenderse contra Ella; ¡es preciso que su destino se cumpla! Él, que ha estudiado y que ha analizado todo; él, que conoce tan bien el movimiento de los astros, ¿conoce el poder creador que hace germinar el grano de trigo que ha cultivado en la tierra? ¿Puede el hombre crear una flor, por más simple y modesta que sea? No; ahí se detiene su poder. Entonces, debería reconocer que hay un poder muy superior al suyo; la humildad debería apoderarse de su corazón, y al admirar las obras de Dios, haría un acto de adoración.

SANTA TERESA

Firmeza en los trabajos espíritas

Voy a hablaros acerca de la firmeza que debéis tener en vuestros trabajos espíritas. Sobre este aspecto, ya se os ha dado una comunicación; os aconsejo que la estudiéis de corazón y que apliquéis su esencia a vosotros mismos, porque –como san Pablo– seréis perseguidos, no en carne y hueso, sino en espíritu. Los incrédulos, los fariseos de esta época, os criticarán, os escarnecerán; pero nada temáis: será una prueba que os ha de fortificar si supiereis consagrarla a Dios, y más tarde veréis vuestros esfuerzos coronados por el éxito. Será para vosotros un gran triunfo a la luz de la eternidad, sin olvidar que en este mundo ya es un consuelo para las personas que han visto desencarnar a parientes y amigos; es una felicidad saber que ellos son dichosos y que se pueden comunicar con vosotros. Por lo tanto, seguid adelante; cumplid la misión que Dios os ha dado, y os será tenida en cuenta en el día en que comparezcáis ante el Todopoderoso.

CHANNING

Los enemigos del progreso
(Médium: Sr. R.)

Los enemigos del progreso, de la luz y de la verdad trabajan en la sombra; ellos preparan una cruzada contra nuestras manifestaciones; no os preocupéis con eso. Estáis poderosamente amparados; dejadlos que se agiten en su impotencia. Entretanto, por todos los medios que estén a vuestro alcance, dedicaos a combatir y aniquilar la idea de la eternidad de las penas, ese pensamiento blasfemo contra la justicia y la bondad de Dios que constituye la más fecunda fuente de incredulidad, de materialismo y de indiferencia que han invadido a las masas, desde que su inteligencia comenzó a desarrollarse. Al esclarecerse, saliendo de la tosquedad, el Espíritu comprende rápidamente la monstruosa injusticia; su razón la rechaza y, entonces, raramente confunde en el mismo ostracismo la indigna pena y el Dios al cual ella es atribuida; de ahí los innumerables males que se han abatido sobre vos, y para los cuales hemos venido a traeros el remedio. La tarea que os señalamos os será tanto más fácil cuando más las autoridades –sobre las cuales se apoyan los defensores de esta creencia– eviten pronunciarse formalmente al respecto; ni los Concilios, ni los Padres de la Iglesia han resuelto esta grave cuestión. Si según los propios Evangelistas, y tomando al pie de la letra las palabras emblemáticas del Cristo, Él amenazó a los culpables con un fuego que no se extingue, un fuego eterno, no hay absolutamente nada en sus palabras que pruebe que Él haya condenado a esos culpables eternamente.

Pobres ovejas descarriadas: sabed observar al Buen Pastor, que viene de lejos y que en vez de querer desterraos para siempre de su presencia, Él mismo viene a vuestro encuentro para reconduciros al redil. Hijos pródigos: dejad vuestro exilio voluntario; volved vuestros pasos hacia la casa paterna; el padre os abre los brazos y está siempre listo para celebrar vuestro regreso a la familia.

LAMENNAIS

Distinción de la naturaleza de los Espíritus
(Médium: Sra. de Costel)

Quiero hablarte de las altas verdades del Espiritismo; ellas están estrechamente ligadas a las verdades de la moral; por lo tanto, es importante que nunca sean separadas. Para comenzar, digamos que el punto que llama la atención de los seres inteligentes es la duda sobre la propia verdad de las comunicaciones espíritas. La verdad, primera dignidad del alma, está contenida en este punto de partida; busquemos, pues, establecerla.

No hay un medio infalible para distinguir la naturaleza de los Espíritus si abdicamos de la razón, de la comparación y de la reflexión; estas tres facultades son más que suficientes para distinguir con seguridad a los Espíritus diversos. El libre albedrío es el eje sobre el cual gira la inteligencia humana; el equilibrio se rompería si los Espíritus no tuviesen más que hablar para someter a los hombres; de esta forma, su poder se igualaría al de Dios, y esto no puede ser así. El intercambio entre los seres humanos y los seres invisibles se asemeja a la escalera de Jacob: si permite que unos suban, deja que otros desciendan; y todos, actuando unos sobre los otros bajo la mirada de Dios, deben marchar hacia Él, con el mismo espíritu de amor y con inteligente sumisión. He tratado someramente este tema, aconsejándoos a profundizarlo en todas sus facetas.

LÁZARO

Scarron
(Médium: Srta. Huet)

Amigos míos: he sido muy infeliz en la Tierra, porque mi Espíritu era igual y a veces superior al de las personas que me rodeaban; pero mi cuerpo era inferior. Así, mi corazón estaba dolorido por los sufrimientos morales y por los males físicos que dejaron mi envoltura terrena en un estado lamentable y miserable. Mi carácter se amargó con las enfermedades y las contrariedades que sentía en las conversaciones con mis amigos. Me dejé llevar por la más agresiva malignidad; yo era alegre y aparentaba no tener pesares; sin embargo, sufría mucho en el fondo del corazón, y cuando estaba solo, inmerso en los secretos pensamientos de mi alma, me quejaba por encontrarme en lucha entre el bien y el mal. El día más lindo de mi existencia fue aquel en que mi Espíritu se separó del cuerpo; en que, leve e iluminado por un rayo divino, se lanzó hacia las esferas celestiales. Parecía que yo había nacido nuevamente, y la felicidad se apoderó de mi ser: ¡en fin, yo reposaba!

Más tarde mi conciencia despertó; reconocí mis errores para con el Creador; sentí remordimiento e imploré piedad al Todopoderoso. Desde entonces, busco instruirme en el bien; intento volverme útil a los hombres y progreso a cada día. Entretanto, tengo necesidad de que oren por mí, y pido a los fervorosos creyentes que eleven sus pensamientos a Dios en mi beneficio. Si me llaman, procuraré venir para responder a las preguntas, tanto como pueda hacerlo. Así se practica la caridad.

PAUL SCARRON

La nada de la vida
(Médium: Srta. Huet)

Mis buenos amigos de adopción: permitid que os diga algunas palabras, como consejos. Dios me permite venir hasta vosotros; ¡que yo pueda comunicaros todo el fervor que tengo en mi corazón y que me anima hacia el bien! Creed en Dios, el autor de todas las cosas; amadlo; sed buenos y caritativos: la caridad es la llave del cielo. Para ser buenos, pensad algunas veces en la muerte; es un pensamiento que eleva el alma y la vuelve mejor, haciéndola humilde; pues, ¿qué somos en la Tierra? Un átomo lanzado en el espacio; muy poca cosa en el Universo. El hombre no es nada; hace número. Cuando observa hacia adelante o hacia atrás, ve el infinito; su vida, por más larga que sea, es un punto en la eternidad. Pensad entonces en vuestra alma; pensad en la nueva vida que os espera, porque no podéis dudar que ella existe, en donde se cumplirán los deseos de vuestra alma que nunca han sido satisfechos, lo que es una prueba de que debe existir un mundo mejor. Adiós.

S. DE SWETCHINE

A los médiums
(Médium: Sr. Darcol)

Cuando queráis recibir comunicaciones de Espíritus buenos, debéis prepararos para ese favor mediante el recogimiento, a través de las sanas intenciones y por el deseo de hacer el bien con miras al progreso general; porque acordaos de que el egoísmo es causa de atraso para todo adelanto. Recordad que si Dios permite que algunos de vosotros reciban la inspiración de ciertos hijos suyos que, por su conducta, han sabido merecer la felicidad de comprender su infinita bondad, es porque Él desea –por solicitación nuestra y en vista de vuestras buenas intenciones– daros los medios para que avancéis por su camino. Por lo tanto, médiums, haced buen uso de esa facultad que Dios ha tenido a bien otorgaros. Tened fe en la mansedumbre de nuestro Maestro; practicad siempre la caridad; no os canséis jamás de ejercitar esta sublime virtud, así como la de la tolerancia. Que vuestras acciones estén siempre en armonía con vuestra conciencia: esta es la manera cierta de centuplicar vuestra felicidad en esa vida transitoria, y de prepararos una existencia mil veces más grata todavía.

Que entre vosotros, el médium que no se sienta con fuerzas para perseverar en la enseñanza espírita, se abstenga, porque si no aprovecha la luz que lo ilumina, será menos excusable que otros, y tendrá que expiar su ceguera.

FRANCISCO DE SALES

La honestidad relativa
(Médium: Sra. de Costel)

Hoy nos ocuparemos de la moralidad de los que no la tienen, es decir, de la honestidad relativa que se encuentra en los corazones más pervertidos. El ladrón no roba el pañuelo de su compañero, inclusive cuando éste tenga dos; el comerciante no vende caro para sus amigos; el traidor, a pesar de todo, es fiel a alguien. Jamás un destello divino está completamente ausente del corazón humano; es por eso que debe ser conservado con cuidados infinitos y también desarrollado. El juicio estrecho y brutal de los hombres impide, por su severidad, mucho más cambios de buen proceder que el cultivo de las malas acciones. El Espiritismo practicado debe ser y será el consuelo y la esperanza de los corazones menospreciados por la justicia humana. La religión, llena de sublimes enseñanzas, vuela muy alto para los ignorantes; no llega directamente a alcanzar la espesa imaginación del iletrado, que quiere ver y tocar para creer. Al ser esclarecida por los médiums –quizá por el propio médium–, la creencia florecerá en aquel reseco corazón. Así, es sobre todo al pueblo que los verdaderos espíritas deben dirigirse, como antiguamente los apóstoles; que difundan la doctrina consoladora; como pioneros, que penetren en los pantanos de la ignorancia y del vicio para labrar, sanear y preparar el terreno de las almas, a fin de que ellas puedan recibir el bello cultivo del Cristo.

GEORGES

Provecho de los consejos
(Médium: Srta. Huet)

¿Aprovecháis nuestros consejos y lo que os decimos a cada día? No, muy poco. Al salir de una de vuestras reuniones, alguien conversa sobre la curiosidad del hecho y acerca del mayor o menor interés que ha ofrecido a los asistentes; pero ¿no hay nadie entre vosotros que se pregunte si puede aplicar la moral, el consejo que acabamos de prescribir y si tiene intención de seguirlo? Alguien ha pedido y solicitado una comunicación y la ha obtenido: esto basta. Él regresa a sus ocupaciones diarias y promete volver a ver un espectáculo tan interesante; cuenta los hechos a sus amigos para provocarles curiosidad, y solamente para probar que los sabios pueden ser confundidos; bien pocos lo hacen con miras a predicar la moral; incluso muy pocos buscan mejorarse.

Mi lección es severa; entretanto, no quiero desalentaros; tened siempre buena voluntad y sólo un poco más de buenos sentimientos para con Dios, y menos deseo de aniquilar a los que no quieren creer: esto compete al tiempo y a Dios.

MARIE (Espíritu familiar)

Pensamientos destacados

¡Oh, hombres! ¡Cómo sois soberbiamente orgullosos! Vuestra presunción es realmente cómica. Pretendéis conocerlo todo, pero sabed que vuestra esencia se opone a esta facultad de comprensión universal. Únicamente llegaréis a conocer esta maravillosa naturaleza mediante el trabajo perseverante; sólo tendréis la alegría de profundizar esos tesoros y de vislumbrar el infinito de Dios cuando os mejoréis a través de la caridad, y cuando hagáis todas las cosas desde el punto de vista del bien para todos, asignando esta facultad del bien a Dios que, en su generosidad inigualable, os recompensará más allá de toda conjetura.

MASSILLON

Frecuentemente se dice que el hombre es un juguete de los acontecimientos; ¿de qué acontecimientos se quiere hablar? ¿Cuáles serían sus causas, sus objetivos? Nunca se ha visto en eso el dedo de Dios. Ese pensamiento vago y materialista, padre de la fatalidad, ha hecho perderse a más de un gran Espíritu, a más de una profunda inteligencia. Como sabéis, Balzac ha dicho: «No hay principios; sólo hay acontecimientos»; es decir, según él, el hombre no tiene libre albedrío; la fatalidad se apodera de él en la cuna y lo conduce hasta la tumba; ¡monstruosa invención del espíritu humano! Este pensamiento abate la libertad, es decir, el progreso, la ascensión del alma humana, demostración evidente de la existencia de Dios. Por lo tanto, el hombre que se dejase conducir así sería esclavo de todo: ¡de los hombres y de sí mismo! ¡Oh, hombre!, haz un examen de conciencia. ¿Has nacido para la esclavitud? No; tú has nacido para la libertad.

LAMENNAIS


María de Ágreda

Fenómeno de bicorporeidad

En un compendio histórico que acaba de ser publicado sobre la vida de María de Jesús de Ágreda, encontramos casos notables de bicorporeidad, que prueban que estos fenómenos son perfectamente aceptados por la religión. Es cierto que para determinadas personas las creencias religiosas no tienen más autoridad que las creencias espíritas; pero cuando esas creencias se apoyan en las demostraciones dadas por el Espiritismo y en las pruebas patentes que Él proporciona –sin derogar las leyes de la Naturaleza– a través de una potente teoría racional que demuestra su realidad mediante ejemplos análogos y auténticos, hay que rendirse ante la evidencia y reconocer que fuera de las leyes conocidas existen otras que aún están en los secretos de Dios.

María de Jesús nació en Ágreda, villa de Castilla, el 2 de abril de 1602, de padres nobles y con virtudes ejemplares. Aún muy joven, se convirtió en superiora del monasterio de la Inmaculada Concepción de María, donde murió con fama y reputación. He aquí el relato que se encuentra en su biografía:

«Por más que deseemos resumir, no podemos dejar de hablar aquí del papel completamente excepcional de la misionera María de Ágreda, que ejerció su apostolado en Nuevo México. Los hechos que vamos a narrar, cuyas pruebas son indiscutibles, demuestran por sí solo cuán elevados eran los dones sobrenaturales con los cuales Dios había enriquecido a su humilde sierva, y cuán dedicado era el fervor que ella nutría en su corazón por la salvación del prójimo. En sus vínculos íntimos y extraordinarios con el Señor, ella recibía una viva luz, con ayuda de la cual descubría el mundo entero y la multitud de hombres que lo habitaban, entre los cuales se encontraban los que aún no habían entrado en el seno de la Iglesia y que estaban en evidente peligro de perderse para la eternidad. A la vista de la pérdida de tantas almas, María de Ágreda sentía el corazón destrozado y, en su dolor, multiplicaba sus fervorosas oraciones. Dios le hizo saber que los pueblos de Nuevo México presentaban menos obstáculos para su conversión que el resto de los hombres, y que era especialmente sobre ellos que su divina misericordia quería derramarse. Este conocimiento fue un nuevo incentivo para el corazón caritativo de María de Ágreda, y desde lo más profundo de su alma imploró la clemencia divina en favor de ese pobre pueblo. El propio Señor le ordenó que orase y que trabajara para tal fin; y ella lo hizo de manera tan eficaz que Dios, cuyos designios son impenetrables, operó en ella y a través de ella una de las mayores maravillas que la Historia puede relatar.

«Un día, habiéndola el Señor arrebatado en éxtasis, en el momento en que oraba encarecidamente por la salvación de aquellas almas, María de Ágreda se sintió de repente transportada a una región lejana y desconocida, sin saber cómo. Entonces se encontró en un clima que no era más el de Castilla, experimentando los rayos de un sol más ardiente que de costumbre. Ante ella estaban hombres de una raza que jamás había encontrado, y entonces Dios le ordenó que ella ejecutase sus deseos caritativos predicando la ley y la fe santa a ese pueblo. La extática de Ágreda obedeció a esta orden. Predicaba a esos indios en su lengua española, y éstos la entendían como si les hablara en su propia lengua. Gran número de conversiones se produjeron. Al volver del éxtasis, esta santa mujer se hallaba en el mismo lugar en donde había sido arrebatada al comienzo. No fue una sola vez que María de Jesús cumplió ese papel maravilloso de misionera en su apostolado junto a los habitantes de Nuevo México. El primer éxtasis de ese género tuvo lugar en el año 1622; pero fue seguido por más de quinientos éxtasis del mismo género, durante aproximadamente ocho años. María de Ágreda se encontraba sin cesar en esa misma región para continuar su apostolado. Le parecía que el número de los convertidos había aumentado prodigiosamente, y que una nación entera, con el rey al frente, se había resuelto a abrazar la fe del Cristo.

«Al mismo tiempo ella veía, pero a una gran distancia, a los franciscanos españoles que trabajaban por la conversión de ese nuevo mundo, pero que ignoraban aún la existencia de ese pueblo que ella había convertido. Esta consideración la llevó a aconsejar a los indios para que algunos de ellos fuesen a pedir a aquellos misioneros que viniesen a bautizarlos. Fue por ese medio que la Providencia Divina quiso dar una patente manifestación del bien que María de Ágreda había hecho en Nuevo México, por su predicación extática.

«Un día, los misioneros franciscanos que María de Ágreda había visto en Espíritu, pero a una gran distancia, fueron abordados por un grupo de indios de una raza que aquéllos aún no habían encontrado en sus viajes. Los indios se anunciaban como mensajeros de su tribu, pidiendo la gracia del bautismo con mucho fervor. Sorprendidos con la visita de esos indios, y más asombrados todavía con el pedido que hacían, los misioneros buscaron saber la causa de ello. Los enviados respondieron que desde hacía bastante tiempo, una mujer había aparecido en su tierra anunciando la ley de Jesucristo. Agregaban que a veces esa mujer desaparecía, sin que se pudiese descubrir su paradero; que ella les había hecho conocer al verdadero Dios y que les había aconsejado dirigirse a los misioneros, a fin de obtener para toda su tribu la gracia del sacramento que redime los pecados y que transforma a los hombres en hijos de Dios. La sorpresa de los misioneros aumentó aún más cuando, al interrogar a los indios sobre los misterios de la fe, los encontraron perfectamente instruidos en todo lo que es necesario para la salvación. Los misioneros tomaron todas las informaciones posibles sobre esa mujer; pero todo lo que los indios pudieron decir fue que nunca habían visto a una persona similar. Entretanto, algunos detalles descriptivos del traje hicieron que los misioneros sospecharan que esa mujer usase hábitos de monja, y uno de ellos, que llevaba consigo el retrato de la venerable Madre Luisa de Carrión, aún viva y cuya santidad era conocida en toda España, lo mostró a los indios, pensando que ellos tal vez pudiesen reconocer algunos rasgos de la mujer-apóstol. Éstos, después de haber examinado el retrato, respondieron que la mujer que les había predicado la ley de Jesucristo llevaba en verdad un velo como la imagen del retrato, pero que las facciones del rostro eran completamente diferentes, siendo más joven y de una gran belleza.

«Entonces, algunos misioneros partieron con los emisarios indígenas, a fin de recoger entre ellos tan abundante cosecha. Después de caminar varios días, llegaron a dicha tribu, donde fueron recibidos con las más vivas demostraciones de alegría y de reconocimiento. En el viaje pudieron constatar que en todos los individuos de ese pueblo, la instrucción cristiana era completa.

«El jefe de la tribu, objeto de especiales solicitudes de la sierva de Dios, quiso ser el primero en recibir la gracia del bautismo con toda su familia; y en pocos días la tribu entera siguió su ejemplo.

«No obstante esos grandes acontecimientos, aún se ignoraba quién era la sierva del Señor que había evangelizado a esos pueblos, y había una santa curiosidad y una piadosa impaciencia por conocerla. Sobre todo el Padre Alonso de Benavides, que era el superior de los misioneros franciscanos en Nuevo México, quería rasgar el velo misterioso que aún cubría el nombre de esta mujer-apóstol y anhelaba por volver momentáneamente a España para descubrir el retiro de esa religiosa desconocida que prodigiosamente había cooperado en la salvación de tantas almas. En fin, en 1630 pudo embarcar a España y se dirigió directamente a Madrid, donde entonces se encontraba el General de su orden. Benavides le dio a conocer el objetivo que se había propuesto al emprender su viaje a Europa. El General conocía a María de Jesús de Ágreda, y según el deber de su cargo había examinado a fondo el interior de esta religiosa. Conocía su santidad, pues, tan bien como la sublimidad de los caminos en que Dios la había puesto. Le vino luego al pensamiento de que esa mujer privilegiada bien podía ser la mujer-apóstol de la cual hablaba el Padre Benavides, a quien comunicó sus impresiones. Le dio cartas de recomendación por las cuales lo constituía su comisario, con orden a María de Ágreda para responder con toda simplicidad a las preguntas que él considerase conveniente dirigirle. Con estas credenciales, el misionero partió para Ágreda.

«La humilde monja se vio entonces obligada a revelar al misionero todo lo que sabía con referencia al objeto de su misión junto a ella. Confusa y dócil a la vez, ella manifestó a Benavides todo lo que le había sucedido en sus éxtasis, agregando con franqueza que estaba completamente incierta sobre el modo con el cual su acción había podido ejercerse a una distancia tan grande. Benavides también interrogó a la monja acerca de las particularidades de los lugares que tantas veces ella hubo visitado y verificó que la misma estaba muy bien informada sobre todo lo que se relacionaba con Nuevo México y con sus habitantes. Ella le expuso, en los mínimos detalles, toda la topografía de esas regiones y las describió sirviéndose hasta de los nombres propios, como lo habría hecho un viajero después de haber pasado varios años en esas regiones. Incluso agregó que ella había visto varias veces a Benavides y a sus religiosos, indicándole los lugares, los días, las horas, las circunstancias y dándole detalles especiales sobre cada uno de los misioneros.

«Se comprende fácilmente el júbilo de Benavides por haber descubierto finalmente el alma privilegiada de que Dios se había servido para ejercer su acción prodigiosa sobre los habitantes de Nuevo México.

«Antes de dejar la villa de Ágreda, Benavides quiso redactar una declaración de todo lo que había constatado, ya sea en América como en Ágreda, en sus conversaciones con la sierva de Dios. En ese documento expresó su convicción personal con referencia a la manera con la cual la acción de María de Jesús se había hecho sentir entre los indios. Él se inclinaba a creer que esa acción había sido corpórea. Sobre esta cuestión, la humilde monja siempre guardó una gran reserva. A pesar de los miles de indicios que llevaron a Benavides a sacar en conclusión lo que ya había deducido antes el confesor de la sierva de Dios, indicios que parecían revelar una mudanza corporal de lugar, María de Ágreda siempre persistió en la creencia de que todo sucedía en Espíritu; en su humildad, ella era fuertemente tentada a pensar –aunque de forma inocente e involuntaria de su parte– que ese fenómeno podría ser sólo una alucinación. Pero su director, que conocía profundamente la cuestión, pensaba que la religiosa era transportada corporalmente en sus éxtasis, a los lugares de sus trabajos evangélicos. Él fundamentaba su opinión en la impresión física que el cambio de clima causaba en María de Ágreda, en su larga serie de trabajos entre los indios y en la opinión de varias personas doctas que él creyó un deber consultar muy secretamente. Sea como fuere, el hecho permanecerá siempre como uno de los más maravillosos de que se haya hablado en los anales de los santos, y es muy apropiado para dar una verdadera idea, no sólo de las comunicaciones divinas que recibía María de Ágreda, sino también de su candor y de su amable sinceridad.»


Aviso

Recordamos a nuestros lectores que la obra: Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones Espíritas está agotada, y que será reemplazada por otra obra mucho más completa, con el título: El Espiritismo experimental. En este momento está en prensa, y aparecerá durante el mes de diciembre.

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También les recordamos que la segunda edición de la Historia de Juana de Arco, dictada por ella misma a la Srta. Ermance Dufaux, está en venta. El éxito de esta obra continúa; siempre es leída con el mismo interés por las personas serias, ya sean adeptas o no del Espiritismo. Esta Historia será siempre considerada como una de las más interesantes y más completas que se han publicado.

ALLAN KARDEC




Diciembre

A los suscriptores de la Revista Espírita

Tres años de existencia han sido suficientes para dar a conocer a los lectores de esta Revista el pensamiento que preside su redacción; y la mejor prueba de que este pensamiento tiene el consentimiento de ellos, es el constante incremento del número de suscriptores, los cuales también han aumentado considerablemente en este último período. Pero lo que es infinitamente más valioso para nosotros, son los testimonios de simpatía y de satisfacción que recibimos diariamente; su adhesión es un estímulo para proseguir en nuestra tarea, trayendo a nuestro trabajo todas las mejoras cuya utilidad nos hará conocer la experiencia. Como en los años anteriores, continuaremos el estudio razonado de los principios de la ciencia desde el punto de vista moral y filosófico, sin descuidar los hechos; pero cuando citamos los hechos, de ninguna manera nos limitamos a una simple narración, tal vez entretenida, mas ciertamente estéril si a ellos no se une la investigación de las causas y la deducción de las consecuencias. Por eso nos dirigimos a las personas serias, que no se contentan en ver, sino que ante todo quieren comprender y darse cuenta de lo que ven. Además, la serie de hechos se agota rápidamente, si uno no quiere caer en las repeticiones fastidiosas, porque se refieren casi al mismo asunto y nada nuevo enseñaríamos a nuestros lectores cuando les dijéramos que en tal o cual casa hacen girar a las mesas más o menos bien. Los hechos tienen para nosotros otro carácter: no son historias, sino temas de estudio, y los más sencillos en apariencia pueden a veces dar lugar a las más importantes observaciones. Sucede aquí lo que ocurre en la ciencia común, donde un poquito de hierba encierra, para el observador, tantos misterios como un árbol gigante. He aquí por qué, en los hechos, nosotros consideramos mucho más el lado instructivo que el lado de entretenimiento, y damos importancia a los que pueden enseñarnos algo, independientemente de su mayor o menor extrañeza.

A pesar del número considerable de temas que ya hemos tratado, estamos lejos de haber agotado la serie de todos aquellos que se vinculan con el Espiritismo, porque cuanto más se avanza en esta ciencia, más se amplía el horizonte; aquellos que nos quedan por examinar nos proporcionarán materiales aún por mucho tiempo, sin contar los temas de actualidad. Muchos de estos asuntos los posponemos intencionalmente, a fin de sólo abordarlos a medida que el estado de los conocimientos permita comprender su alcance. Es así que, por ejemplo, damos hoy un mayor espacio a las disertaciones espíritas espontáneas, porque las instrucciones que contienen, en su mayoría, pueden ser mucho mejor apreciadas que en una época en la que apenas se conocían los primeros elementos de la ciencia; en otros tiempos habrían sido solamente evaluadas desde el punto de vista literario, y una multitud de pensamientos útiles y profundos hubieran pasado inadvertidos, porque trataban de puntos aún desconocidos o mal comprendidos. La diversidad de temas no excluye el método, y la falta de ilación no es más que aparente, pues cada cosa tiene su lugar fundamentado. La variedad reposa el espíritu, mas el orden lógico facilita la comprensión; lo que nos esforzamos por evitar es hacer de nuestra Revista una compilación monótona. Ciertamente no tenemos la pretensión de hacer una obra perfecta, pero esperamos que por lo menos sea tenida en cuenta nuestra intención.

Nota – Solicitamos a los señores suscriptores que no deseen recibir la Revista del año 1861 con atraso, que tengan a bien renovar su suscripción antes del 1º de enero próximo.


Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 26 de octubre de 1860 (Sesión general)

Comunicaciones diversas 1ª) Lectura de una comunicación obtenida por la Sra. M... sobre la siguiente pregunta: Si Dios ha creado iguales a todas las almas, ¿cómo se explica que de repente haya tanta distancia entre ellas?

2ª) Lectura de varias comunicaciones recibidas por el Sr. P..., médium de Sens; una, firmada por Homero, presenta un hecho notable que puede ser considerado como una prueba de identidad: es la revelación espontánea del nombre Melesígenes, con el cual Homero era originariamente designado. Ese nombre era desconocido por el médium.

3ª) Análisis de una carta del Sr. L..., de Troyes, en la cual relata hechos muy notables de manifestaciones físicas espontáneas que tuvieron lugar, en 1856, con una persona de esa ciudad, y que hacen recordar a las manifestaciones de Bergzabern.

4ª) Carta del Dr. Morhéry, que relata varios hechos singulares de manifestaciones espontáneas ocurridas en su presencia, con la Srta. Désirée Godu, y que coinciden con la llegada de una carta del Sr. Allan Kardec.

Estudios 1º) Diversas cuestiones dirigidas a san Luis.

2º) Evocación del hijo del Sr. Morhéry, que dice haber participado de las manifestaciones que tuvieron lugar en la casa de su padre.

3º) Dictado espontáneo obtenido por el Sr. Alfred Didier, sobre La desesperación, y firmado por Lamennais.

4º) Preguntas diversas dirigidas a Lamennais, sobre varios casos particulares de suicidio, acerca de las relaciones de los Espíritus y sobre la identidad de Homero en la comunicación de Sens.

Viernes 2 de noviembre de 1860 (Sesión particular)

Comunicaciones diversas
– 1ª) Lectura de una segunda comunicación de Homero, recibida por el Sr. P..., de Sens, y de diversas preguntas y respuestas relacionadas con el tema.

2ª) Dibujos obtenidos por un médium de Lyon, notables por su originalidad, a no ser por su ejecución. Al ser interrogado sobre este asunto, san Luis dice que esos dibujos tienen su valor, porque realmente son del Espíritu, pero que no tienen un significado muy preciso, pues el médium y el Espíritu aún no están lo suficientemente identificados el uno con el otro. Agrega que ese médium podrá, con el tiempo, volverse excelente.

Estudios – 1º) Cuestiones dirigidas a san Luis: a) sobre la confirmación de la identidad de los Espíritus; b) acerca del papel del hombre en el moralización de los Espíritus imperfectos; c) sobre la aparición de los Espíritus con la forma de una flama; d) acerca del valor de los dibujos enviados de Lyon, e) sobre el aporte de objetos materiales por los Espíritus, su levantamiento del suelo y su invisibilidad.

2º) Examen de la siguiente cuestión: saber si los Espíritus pueden operar el aporte de objetos a un lugar cerrado y a través de obstáculos materiales.

El Sr. L... hace la observación de que esas cuestiones se vinculan a fenómenos de manifestaciones físicas, con las cuales la Sociedad no debe ocuparse.

El Presidente responde que la investigación de las causas es un punto importante que se vincula directamente al estudio de la ciencia y que entra en el cuadro de los trabajos de la Sociedad; todas las partes de la ciencia deben ser esclarecidas. Una cosa es ocuparse de esas investigaciones teóricas, y otra es hacer de la producción de fenómenos un objeto exclusivo. Además –agrega él–, podemos exponer la cuestión a san Luis, solicitándole que nos diga si considera como tiempo perdido la discusión que acaba de suceder; san Luis responde: «Estoy lejos de considerar vuestra conversación como inútil».

3º) Evocación de Charles Nodier. Al ser solicitado para que tenga a bien proseguir el trabajo que hubo comenzado, responde que continuará la próxima vez. Él recuerda la solemnidad del día de hoy con un encantador dictado espontáneo. Atendiendo a un pedido, dicta una corta oración alusiva a la circunstancia.

4º) Es realizado un llamado general, sin designación especial, a los Espíritus sufridores que puedan estar presentes, invitándolos a manifestarse. Un Espíritu desencarnado hace dos años, que se encontraba en una muy elevada posición social cuando encarnado, se presenta espontáneamente y testimonia, a través de su lenguaje simple y a la vez digno, los buenos sentimientos de que está ahora animado, y la poca importancia que da a las grandezas humanas; responde con complacencia y benevolencia a las preguntas que le son dirigidas.

Viernes 9 de noviembre de 1860 (Sesión general)

El Sr. Allan Kardec hace algunas observaciones sobre lo que se ha dicho en la última sesión, en lo tocante a las manifestaciones físicas. Al respecto, él recuerda la instrucción dada por san Luis en el mes de noviembre de 1858, acerca del objeto de los trabajos de la Sociedad. Esta instrucción ha sido formulada de la siguiente manera:

«Se han burlado de las mesas giratorias, pero jamás se burlarán de la filosofía, de la sabiduría y de la caridad que brillan en las comunicaciones serias. Aquéllas han sido el vestíbulo de la ciencia espírita; al entrar en él deben dejarse los prejuicios, como quien deja la capa. Nunca estaría de más aconsejaros a hacer de vuestras reuniones un centro serio: que en otros lugares se hagan demostraciones físicas, que en otros lugares las vean y oigan, pero que entre vosotros se comprenda y se ame. ¿Qué esperáis ser a los ojos de los Espíritus superiores cuando hacéis girar una mesa? Ignorantes. ¿Gasta el sabio su tiempo en repasar el abecé de la ciencia? En cambio, al veros procurar las comunicaciones inteligentes e instructivas, se os considera como hombres serios en busca de la verdad».

SAN LUIS

Señores –agrega el Sr. Allan Kardec–, ¿no está aquí un admirable programa, trazado con la precisión y la simplicidad de palabras que caracterizan a los Espíritus verdaderamente superiores? Que entre vosotros se comprenda, es decir, que debemos profundizar todo para darnos cuenta de todo; que entre vosotros se ame, es decir, que la caridad y la benevolencia mutua deben ser el objetivo de nuestros esfuerzos, el lazo que debe unirnos, a fin de mostrar a través de nuestro ejemplo el verdadero objetivo del Espiritismo. En lo que atañe a los sentimientos de la Sociedad, se equivocarían por completo si se creyera que la misma menosprecia lo que se hace en otros lugares; nada es inútil y las experiencias físicas también tienen su ventaja, que ninguno de nosotros discute. Si no nos ocupamos con ellas, no es porque tengamos otra bandera; nosotros tenemos nuestra especialidad de estudios, como otros tienen la suya, pero todo esto se reúne en un objetivo común: el progreso y la propagación de la ciencia.

Comunicaciones diversas – 1ª) Lectura de dictados espontáneos obtenidos fuera de la Sociedad.

2ª) Carta del Sr. L..., de Troyes, que relata hechos que ocurrieron en su presencia, producidos por el Espíritu obsesor del cual se habló en la última sesión. Esos hechos, que habían cesado desde 1856, acaban de reproducirse en circunstancias muy notables, que serán objeto de un estudio por parte de la Sociedad.

Estudios – 1º) Cuestiones diversas: a) acerca de la obsesión; b) sobre la posibilidad de reproducir a través del daguerrotipo la imagen de apariciones visibles y tangibles, c) acerca de las manifestaciones físicas del Sr. Squire.

2º) Preguntas sobre el Espíritu que se manifiesta en Troyes, y particularmente sobre los efectos magnéticos que se han producido en esa circunstancia.

3º) Cinco dictados espontáneos son obtenidos por cuatro médiums diferentes.

4º) Evocación del Espíritu perturbador de Troyes; este Espíritu revela una de las naturalezas más inferiores.


El arte pagano, el arte cristiano y el arte espírita

En la sesión de la Sociedad del 23 de noviembre, al haberse manifestado espontáneamente el Espíritu Alfred de Musset (véanse los detalles más adelante, en la página 386), le fue dirigida la siguiente pregunta:

La pintura, la escultura, la arquitectura, la poesía se han inspirado a su turno en las ideas paganas y cristianas; ¿podéis decirnos si, después del arte pagano y del arte cristiano, habrá un día el arte espírita? –El Espíritu respondió:

«Hacéis una pregunta que se responde a sí misma; la oruga es oruga, que se vuelve crisálida, para después transformarse en mariposa. ¿Qué hay de más etéreo y de más gracioso que una mariposa? ¡Pues bien! El arte pagano es la oruga; el arte cristiano es la crisálida; el arte espírita será la mariposa».

Cuanto más uno ahonda en el sentido de esta graciosa comparación, más uno admira la precisión de la misma. A primera vista se podría suponer que el Espíritu tuviese la intención de rebajar el arte cristiano, colocando al arte espírita en la coronación del edificio; pero no es nada de esto, y basta meditar en esa imagen poética para comprender su exactitud. En efecto, el Espiritismo se apoya esencialmente en el Cristianismo; no viene a reemplazarlo: lo completa y lo reviste con una túnica brillante. En el Cristianismo primitivo se encuentran las raíces del Espiritismo; si ellos se repelieran mutuamente, uno renegaría a su hijo, y el otro a su padre. Al comparar el primero a la crisálida y el segundo a la mariposa, el Espíritu indica perfectamente el lazo de parentesco que los une. Aún más: la propia imagen describe el carácter del arte que uno ha inspirado y que el otro inspirará. El arte cristiano tuvo que inspirarse principalmente en las terribles pruebas de los mártires y revestir la severidad de su origen paterno. El arte espírita, representado por la mariposa, se inspirará en los vaporosos y espléndidos cuadros de la existencia futura revelada; él regocijará el alma que el arte cristiano había impregnado de admiración y de temor; será el canto de alegría después de la batalla.

El Espiritismo es percibido enteramente en la teogonía pagana, y la mitología no es otra cosa sino el cuadro de la vida espírita poetizada por la alegoría. ¿Quién no reconocería el mundo de Júpiter en los Campos Elíseos, con sus habitantes de cuerpos etéreos? ¿Y los mundos inferiores en el Tártaro? ¿Y las almas errantes en los manes? ¿Y los Espíritus protectores de la familia en los lares y en los penates? ¿Quién no reconocería en el Leteo el olvido del pasado en el momento de la reencarnación? ¿En sus pitonisas, nuestros médiums videntes y parlantes? ¿En sus oráculos, las comunicaciones con los seres del Más Allá? El arte tuvo necesariamente que inspirarse en esa fuente tan fecunda para la imaginación; pero para elevarse hasta lo sublime del sentimiento, le faltaba el sentimiento por excelencia: la caridad cristiana. Al no conocer los hombres sino la vida material, el arte buscó ante todo la perfección de la forma. Entonces, la belleza corporal era la primera de todas las cualidades: el arte se dedicó a reproducirla, a idealizarla; pero solamente al Cristianismo estaba reservada la tarea de resaltar la belleza del alma por sobre la belleza de la forma; así, el arte cristiano, al tomar la forma en el arte pagano, le agregó la expresión de un sentimiento nuevo, desconocido por los Antiguos.

Pero el arte cristiano –como ya lo hemos dicho– dejó traslucir la austeridad de su origen y se inspiró en los sufrimientos de los primeros adeptos; las persecuciones llevaron a la vida de aislamiento y de reclusión, y la idea del infierno impelió a la vida ascética. He aquí por qué la pintura y la escultura se han inspirado, en tres cuartos de los casos, en el cuadro de las torturas físicas y morales: la arquitectura se reviste de un carácter grandioso y sublime, pero sombrío; la música es grave y monótona como una sentencia de muerte; la elocuencia es más dogmática que conmovedora; la propia beatitud es marcada por el fastidio, por la ociosidad y por la satisfacción totalmente personal. Además, aquélla se encuentra tan lejos de nosotros, está ubicada tan alto, que nos parece casi inaccesible; es por eso que nos toca tan poco cuando la vemos reproducida en la tela o en el mármol.

El Espiritismo nos muestra el futuro con una luz que está más a nuestro alcance; la felicidad se encuentra más cerca de nosotros, está a nuestro lado, en los propios seres que nos rodean y con los cuales podemos entrar en comunicación; la morada de los elegidos no es más aislada: hay una incesante solidaridad entre el Cielo y la Tierra; la beatitud ya no es una contemplación perpetua, que sólo sería una ociosidad eterna e inútil, y sí una constante actividad hacia el bien, bajo la propia mirada de Dios; la beatitud no está en la quietud de una satisfacción personal, sino en el amor mutuo de todas las criaturas que llegan a la perfección. El malo ya no es más confinado a los hornos ardientes: el infierno está en el propio corazón del culpable, que en sí mismo encuentra su propio castigo; pero Dios, en su infinita bondad, al dejarle el camino del arrepentimiento, le da al mismo tiempo la esperanza, ese sublime consuelo del infeliz.

¡Qué fecundas fuentes de inspiración para el arte! ¡Cuántas obras maestras esas ideas nuevas pueden crear a través de la reproducción de escenas tan variadas y, al mismo tiempo, tan suaves y tan punzantes de la vida espírita! ¡Cuántos temas poéticos y, a la vez, de interés palpitante en ese intercambio incesante de los mortales con los seres del Más Allá, junto a nosotros y en presencia de nuestros seres queridos! Ya no será más la representación de despojos fríos e inanimados; será la madre teniendo a su lado la hija querida, en su forma etérea y radiante de felicidad; será un hijo escuchando atentamente los consejos de su padre, que vela por él; el ser por el cual se ora, que viene a testimoniar su reconocimiento. Y, en otro orden de ideas, el Espíritu del mal inspirando el veneno de las pasiones; el malo huyendo de la mirada de su víctima que lo perdona; el aislamiento del perverso en medio de la multitud que lo repele; la turbación del Espíritu en el momento del despertar y su sorpresa ante la visión de su cuerpo, del cual se asombra por estar separado; el Espíritu desencarnado en medio de sus ávidos herederos y amigos hipócritas; y tantos otros temas que son capaces de impresionar cuanto más toquen de cerca la vida real. ¿Quiere el artista elevarse por encima de la esfera terrena? Él encontrará temas no menos interesantes en esos mundos felices que los Espíritus se complacen en describir, que son un verdadero Edén de donde el mal ha sido extirpado, y en esos mundos ínfimos, que son verdaderos infiernos donde reinan soberanamente todas las pasiones.

Sí, lo repetimos, el Espiritismo abre al arte un campo nuevo, inmenso y aún inexplorado; cuando este artista trabaje en ello con convicción, como han trabajado los artistas cristianos, él extraerá en esa fuente las más sublimes inspiraciones.

Cuando decimos que el arte espírita será un día un arte nuevo, queremos decir que las ideas y las creencias espíritas darán a las producciones del genio un estilo particular, como sucedió con las ideas y creencias cristianas; no es que los asuntos cristianos caigan en descrédito: lejos de esto; pero cuando un campo está espigado, el segador busca ciertamente recoger, y él cosechará abundantemente en el campo del Espiritismo. Sin duda ya lo ha hecho, pero no de una manera tan especial como lo hará más tarde, cuando sea alentado y estimulado por el consentimiento general. Cuando estas ideas se hayan popularizado –lo que no debe tardar, porque los ciegos de la actual generación desaparecen a cada día de la escena, por la fuerza de las cosas–, la nueva generación tendrá menos prejuicios. Más de una vez la pintura se ha inspirado en ideas de este género; sobre todo la poesía se encuentra llena de dichas ideas, pero están aisladas, perdidas en la multitud. Llegará el tiempo en que ellas harán surgir obras magistrales, y el arte espírita tendrá sus Rafael y sus Miguel Ángel, así como el arte pagano tuvo sus Apeles y sus Fidias.


Historia de lo Maravilloso

Por el Sr. Louis Figuier

(Segundo artículo; ver la Revista de septiembre de 1860)

Al hablar del Sr. Louis Figuier en nuestro primer artículo, hemos investigado ante todo cuál era su punto de partida, y hemos demostrado –al citar textualmente sus palabras– que él se apoya en la negación de cualquier fuerza que esté fuera de la humanidad corporal; sus premisas deben hacer presentir su conclusión. Su cuarto volumen, en que debería tratar especialmente la cuestión de las mesas giratorias y de los médiums, aún no había aparecido, y nosotros lo esperábamos para ver si él daría de estos fenómenos una explicación más satisfactoria que la del Sr. Jobert (de Lamballe). Lo hemos leído con cuidado, y lo que ha resaltado para nosotros con más claridad es que el autor ha tratado de una cuestión que desconoce absolutamente; no necesitamos otra prueba de esto, más allá de las dos primeras líneas que dicen: Antes de abordar la historia de las mesas giratorias y de los médiums, cuyas manifestaciones son todas modernas, etc. ¿Cómo el Sr. Figuier no sabe que Tertuliano habla de las mesas giratorias y parlantes en términos explícitos? ¿Que los chinos conocían ese fenómeno desde tiempos inmemoriales? ¿Que es practicado por los tártaros y siberianos? ¿Que hay médiums entre los tibetanos? ¿Que los había entre los asirios, los griegos y los egipcios? ¿Que todos los principios fundamentales del Espiritismo se encuentran en los filósofos sánscritos? Por lo tanto, es falso afirmar que esas manifestaciones son todas modernas; los modernos, pues, nada inventaron al respecto, y los espíritas se apoyan en la antigüedad y en la universalidad de su doctrina, lo que el Sr. Figuier debería saber, antes de tener la pretensión de hacer un tratado ex professo. No por eso su obra dejó de recibir los honores de la prensa, la cual se apresuró en homenajear a este denodado defensor de las ideas materialistas.

Aquí se presenta una reflexión cuyo alcance no escapará a nadie. Se dice que nada es tan brutal como un hecho; ahora bien, he aquí uno que tiene mucho valor: el progreso inaudito de las ideas espíritas, a las cuales ninguna prensa, ni pequeña ni grande, prestó su apoyo. Cuando ésta se dignó a hablar de esos pobres imbéciles que creen que tienen un alma y que, después de la muerte, esta alma aún se ocupa de los vivos, ¡solamente fue para protestar contra ellos y mandarlos a los manicomios, perspectiva poco animadora para el público ignorante de la cuestión! Por lo tanto, el Espiritismo no tocó la trompeta de la publicidad; no llenó los diarios de fastuosos anuncios; entonces, ¿cómo se explica que, sin alboroto, sin estrépito y sin el apoyo de los que se erigen en árbitros de la opinión general, Él se infiltra en las masas y, según la graciosa expresión de un crítico –cuyo nombre no recordamos–, después de haber infestado a las clases esclarecidas, Él penetra ahora en las clases obreras? ¡Que nos digan cómo, sin el empleo de los medios habituales de propaganda, la segunda edición de El Libro de los Espíritus se agotó en cuatro meses! Dicen que las personas se entusiasman con las cosas más ridículas; pero la gente se entusiasma con lo que divierte, con una historia, con una novela; ahora bien, de ninguna manera El Libro de los Espíritus tiene la pretensión de ser divertido. ¿No será porque la opinión pública encuentra en esas creencias algo que desafía a la crítica?

El Sr. Figuier ha encontrado la solución de ese problema: dice que es el amor a lo maravilloso, y tiene razón; tomemos la palabra maravilloso en la acepción que él le da, y estaremos de acuerdo. Según él, al estar la Naturaleza enteramente en la materia, todo fenómeno extramaterial es maravilloso: fuera de la materia no hay salvación. Por consecuencia, el alma y todo lo que se le atribuye, su estado después de la muerte, todo eso es maravilloso; como él, llamémoslo maravilloso. La cuestión es saber si ese maravilloso existe o no. El Sr. Figuier, que no gusta de lo maravilloso y sólo lo admite en los cuentos para niños, dice que no. Pero si el Sr. Figuier no desea sobrevivir a su cuerpo; si desdeña a su alma y a la vida futura, no todos van a compartir sus gustos y no es preciso por esto que él cause disgusto a los otros. Hay muchas personas para las cuales la perspectiva de la nada tiene muy pocos encantos, y las mismas esperan mucho reencontrar, allá en lo Alto o aquí abajo, a su padre, a su madre, a sus hijos o a sus amigos; el Sr. Figuier no da importancia a esto: gustos no se discuten.

Instintivamente el hombre tiene horror a la muerte, y se ha de concordar que el deseo de no morir para siempre es bastante natural; incluso se puede decir que esa debilidad es general; ahora bien, ¿cómo sobrevivir al cuerpo si no se posee ese maravilloso que se llama alma? Si tenemos un alma, ella deberá tener algunas propiedades, porque sin propiedades no sería cosa alguna. Para ciertas personas, infelizmente no son propiedades químicas; el alma no puede ser puesta en una retorta para ser conservada en los museos anatómicos, como se conserva un cráneo; en esto, ciertamente el Gran Obrero se equivocó al no haberla hecho más palpable: probablemente Él no pensó en el Sr. Figuier.

Sea como fuere, una de dos: o esta alma –si existe– vive o no vive después de la muerte del cuerpo; es algo o no es nada: no hay término medio. ¿Vive siempre o por un tiempo? Si debe desaparecer en un dado momento, sería lo mismo que si desapareciera inmediatamente; un poco más tarde o temprano, no por esto el hombre sería más avanzado. Si el alma vive, ella hace algo o no hace nada; pero ¿cómo admitir un ser inteligente que no haga nada, y esto durante la eternidad? Sin ocupación, la existencia futura sería muy monótona. Al no admitir el Sr. Figuier que una cosa inapreciable a los sentidos pueda producir algún efecto, él es llevado –debido a su punto de partida– a la conclusión de que todo efecto debe tener una causa material. He aquí por qué incluye en el dominio de lo maravilloso, es decir, de la imaginación, todos los efectos atribuidos al alma y, como consecuencia, a la propia alma, a sus propiedades, a sus hechos y a sus acciones en el Más Allá. Los simples, que creen en la tontería de querer vivir después de la muerte, gustan naturalmente de todo lo que satisface a sus deseos y de lo que confirme sus esperanzas; por eso, aman lo maravilloso. Hasta ahora se contentaban en decirles: «No todo muere con el cuerpo; quedaos tranquilos; nosotros os damos nuestra palabra de honor». Sin duda era muy tranquilizador, pero una pequeña prueba no echaría eso a perder. Ahora bien, he aquí que el Espiritismo, con sus fenómenos, viene a darles esta prueba, y ellos la aceptan con alegría; este es todo el secreto de su rápida propagación; Él hace realidad una esperanza: la de vivir y, mejor que esto, la de vivir más feliz. Por el contrario, Sr. Figuier, vos os esforzáis en probarles que todo esto no es más que una quimera y una ilusión. El Espiritismo levanta el ánimo, mientras que vos lo hacéis desfallecer; ¿creéis que la opción entre los dos sea dudosa?

El deseo de revivir después de la muerte es, pues, en el hombre la fuente de su amor por lo maravilloso, es decir, por todo lo que lo vincula a la vida del Más Allá. Si algunos hombres, seducidos por sofismas, pudieron dudar del futuro, no creáis que haya sido deliberadamente; no, porque esta idea les inspira pavor, y es con terror que sondean las profundidades de la nada. El Espiritismo tranquiliza sus preocupaciones, disipa sus dudas; lo que era vago, indeciso e incierto toma una forma y se vuelve una realidad consoladora; he aquí por qué, en algunos años, Él dio la vuelta al mundo, pues todos quieren vivir, y el hombre siempre dará preferencia a las doctrinas que lo tranquilizan que a aquellas que lo llenan de pavor.

Volvamos a la obra del Sr. Figuier, y para comenzar digamos que su cuarto volumen, dedicado a las mesas giratorias y a los médiums, en tres cuartas partes está lleno de historias que no tienen ninguna relación con dichos temas, lo que hace que lo principal se vuelva allí accesorio. Cagliostro, el caso del collar, que no se sabe por qué figuran allí, la muchacha eléctrica, los caracoles simpáticos, ocupan en ese volumen trece capítulos de un total de dieciocho; es cierto que esas historias son tratadas allí con un verdadero lujo de detalles y con erudición, que serán leídas con interés, exceptuando toda opinión espírita. Al ser su objetivo demostrar el amor del hombre a lo maravilloso, él busca todos los cuentos que el buen sentido, en todos los tiempos, ya dio su justo valor, y se esfuerza en probar que son absurdos, lo que nadie discute. Y exclama: «¡He aquí que el Espiritismo ha sido fulminado!» Al escucharlo, se podría creer que las proezas de Cagliostro y los cuentos de Hoffmann son artículos de fe para los espíritas, y que los caracoles simpáticos tienen toda su simpatía.

El Sr. Figuier no rechaza todos los hechos; lejos de esto. Contrariamente a otros críticos que niegan todo sistemáticamente –lo que es más cómodo, porque eso evita toda explicación–, él admite perfectamente las mesas giratorias y los médiums, pero atribuye una gran parte a la charlatanería; las señoritas Fox, por ejemplo, son para él insignes prestidigitadoras, las cuales han sido ridiculizadas por diarios americanos poco corteses. Él incluso admite el magnetismo como agente material –claro está–, el poder fascinador de la voluntad y de la mirada, el sonambulismo, la catalepsia, el hipnotismo, todos los fenómenos de la Biología. ¡Que se tenga cuidado! Él será considerado un iluminado a los ojos de sus colegas. Pero, consecuente consigo mismo, quiere reducir todo a las leyes conocidas de la Física y de la Fisiología. Es verdad que cita algunos testigos auténticos y de los más honorables en apoyo a los fenómenos espíritas, pero se extiende con complacencia en todas las opiniones contrarias, sobre todo en las de los eruditos que, como el Sr. Chevreul y otros, han buscado las causas en la materia. Tiene en gran estima la teoría del músculo que cruje, del Sr. Jobert y sus colegas. Su teoría, como la linterna mágica de la fábula, falla en un punto capital: ella se pierde en un laberinto de explicaciones que exigirían otras explicaciones para ser comprendidas. Otro defecto es que a cada paso su teoría se contradice con los hechos que ella no puede explicar y que el autor pasa por alto por una razón muy sencilla: es que no los conoce; él no ha visto nada o ha visto poco por sí mismo; en una palabra, él no ha profundizado nada de visu, con la sagacidad, la paciencia y la independencia de ideas que debe tener un observador consciente; se ha contentado con relatos más o menos fantásticos que ha encontrado en ciertas obras que no brillan por su imparcialidad. Él no tiene en cuenta el progreso que la Ciencia ha hecho desde hace algunos años, pues la toma como si estuviese en sus comienzos, cuando andaba a tientas y cuando cada uno daba al respecto una opinión incierta y prematura, en que ella estaba lejos de conocer todos los hechos, exactamente como si él quisiera juzgar a la Química de hoy por lo que era en el tiempo de Nicolás Flamel. En nuestra opinión, al Sr. Figuier –por más erudito que sea– le falta por lo tanto la primera cualidad de un crítico: la de conocer a fondo aquello que habla, condición más que necesaria cuando se quieren explicar las cosas.

No lo acompañaremos en todos sus razonamientos; preferimos remitir a su obra, que todo espírita puede leer sin el menor peligro para sus convicciones; sólo citaremos el pasaje donde él explica su teoría de las mesas giratorias, que más o menos resume la de todos los otros fenómenos.

«Damos a continuación la teoría que explica los movimientos de las mesas por los Espíritus. Si la mesa gira después de un cuarto de hora de recogimiento y de atención por parte de los experimentadores, es –dicen– que los Espíritus buenos o malos, ángeles o demonios, entraron en la mesa y la hicieron oscilar. ¿Espera el lector que discutamos esta hipótesis? No pensamos en hacerlo. Si intentásemos probar con gran cantidad de argumentos lógicos que el diablo no entra en los muebles para hacerlos danzar, sería necesario también demostrar que no son los Espíritus que, introducidos en nuestro cuerpo, nos hacen obrar, hablar, sentir, etc.[1] Todos esos hechos son del mismo orden, y aquel que admite la intervención del demonio para hacer girar una mesa, debe recurrir a la misma influencia sobrenatural para explicar los actos que sólo ocurren en virtud de nuestra voluntad y con ayuda de nuestros órganos. Nadie quiso jamás atribuir seriamente los efectos de la voluntad sobre nuestros órganos –por más misteriosa que sea la esencia de ese fenómeno– a la acción de un ángel o de un demonio. Entretanto, es a esta consecuencia que son llevados los que quieren vincular la rotación de las mesas a una causa sobrehumana.

«Para terminar esta corta discusión, digamos que la razón prohíbe recurrir a una causa sobrenatural en todas las situaciones en que una causa natural puede ser suficiente. Una causa natural, normal, fisiológica, ¿puede ser invocada para explicar el giro de las mesas? Esta es toda la cuestión.

«He aquí, pues, que damos la exposición de lo que nos parece explicar el fenómeno estudiado en esta última parte de nuestro libro.

«La explicación del hecho de las mesas giratorias, considerado en su mayor simplicidad, nos parece ser dada por esos fenómenos –cuyo nombre ha variado mucho hasta aquí, pero cuya naturaleza es idéntica en el fondo–, los cuales han sido alternativamente llamados de hipnotismo, con el Dr. Braid; de biologismo, con el Sr. Philips, y de sugestión, con el Sr. Carpenter. Recordemos que, debido a la fuerte tensión cerebral resultante de la contemplación de un objeto inmóvil, mantenida por largo tiempo, el cerebro cae en un estado particular que ha recibido sucesivamente los nombres de estado magnético, de sueño nervioso y de estado biológico, nombres diferentes que designan ciertas variantes particulares de un estado generalmente idéntico.

«Una vez alcanzado ese estado, ya sea a través de los pases de un magnetizador –como se hace desde Mesmer– o a través de la contemplación de un cuerpo brillante –como operaba Braid–, imitado después por el Sr. Philips, y como operan también los hechiceros árabes y egipcios, en fin, ya sea simplemente por una fuerte contención moral –de la que ya citamos más de un ejemplo–, el individuo cae en esa pasividad automática que constituye el sueño nervioso. Él perdió la fuerza de dirigir y de controlar su propia voluntad, y está en poder de una voluntad ajena. Se le presenta un vaso con agua, afirmándosele con autoridad que es una bebida deliciosa, y él lo bebe creyendo que es vino, licor o leche, según la voluntad del aquel que se apoderó fuertemente de su ser. Así, privado del auxilio de su propio juicio, el individuo permanece casi ajeno a las acciones que ejecuta, y cuando vuelve a su estado natural, ha perdido el recuerdo de los actos que ha realizado durante esa extraña y pasajera abdicación de sí mismo. Está bajo la influencia de sugestiones, es decir, que acepta una idea fija sin poder repelirla, que le es impuesta por una voluntad exterior, actuando y siendo forzado a obrar sin idea y sin voluntad propias, por consiguiente, sin conciencia. Este sistema plantea una grave cuestión de psicología, porque el hombre que ha recibido esa influencia ha perdido su libre albedrío y no tiene más la responsabilidad de las acciones que ejecuta. Actúa determinado por imágenes intrusas que invaden su cerebro, análogas a esas visiones que Cuvier supone fijas en el sensorium de la abeja, y que representan la forma y las proporciones de la celdilla que el instinto la lleva a construir. El principio de las sugestiones explica perfectamente los fenómenos de las alucinaciones, tan variadas y a veces tan terribles, mostrando al mismo tiempo el pequeño intervalo que separa el alucinado del monomaníaco. No es de admirarse si en un gran número de los que giran las mesas, la alucinación sobreviva a la experiencia y se transforme en locura definitiva.

«El principio de las sugestiones, bajo la influencia del sueño nervioso, nos parece dar la explicación del fenómeno de la rotación de las mesas, tomado en su mayor simplicidad. Consideremos lo que sucede en una cadena de personas que se entrega a una experiencia de ese género. Esas personas están atentas, preocupadas y fuertemente emocionadas a la espera del fenómeno que se debe producir. Una gran atención, un completo recogimiento de espíritu les es recomendado. A medida que esta espera se prolonga y que la contención moral se mantiene por bastante tiempo entre los experimentadores, su cerebro se fatiga cada vez más y sus ideas sienten una ligera perturbación. Cuando en el invierno de 1860 asistimos en París a las experiencias realizadas por el Sr. Philips; cuando nosotros vimos a las diez o doce personas a las cuales él confiaba un disco metálico, con la orden expresa de mirar única y fijamente ese disco, colocado en la palma de la mano durante media hora, no pudimos dejar de ver en esas condiciones, reconocidas como indispensables para la manifestación del estado hipnótico, la fiel imagen del estado en que se encuentran las personas que forman silenciosamente la cadena, a fin de obtener la rotación de una mesa. En uno y en otro caso, hay una fuerte contención de espíritu, una idea perseguida exclusivamente durante un tiempo considerable. El cerebro humano no puede resistir por mucho tiempo a esta tensión excesiva, a esa acumulación anormal de influjo nervioso. De las diez o doce personas que hicieron esta experiencia, la mayoría la abandona, obligada a renunciar por la fatiga nerviosa que siente. Solamente algunas –una o dos– perseveran en la misma, estando presas al estado hipnótico o biológico y dando entonces lugar a los diversos fenómenos que hemos examinado en el transcurso de esta obra, al hablar del hipnotismo y del estado biológico.

«En esa reunión de personas fijamente ligadas en formar una cadena durante veinte minutos o media hora, con las manos puestas sobre la mesa, sin tener la libertad de distraerse por un instante en atención a la experiencia de la cual hacen parte, el mayor número de las mismas no siente ningún efecto particular. Pero es muy difícil que al menos una de ellas no entre, por un momento, en el estado hipnótico o biológico. Tal vez ese estado no precise durar más que un segundo para que se realice el fenómeno esperado. Al caer en esa somnolencia nerviosa, el miembro de la cadena, al no tener más conciencia de sus actos y sin otro pensamiento que no sea el de la idea fija de la rotación de la mesa, imprime el movimiento del mueble sin saberlo; en ese momento, él puede desplegar una fuerza muscular relativamente considerable y hacer girar a la mesa. Dado este impulso, realizado este acto inconsciente, nada más es necesario. Así, temporalmente en estado biológico, el individuo puede después regresar a su estado ordinario, porque ni bien se manifiesta ese movimiento mecánico en la mesa, luego todas las personas que componen la cadena se levantan y siguen sus movimientos o, dicho de otro modo, hacen mover a la mesa creyendo que solamente la siguen. En cuanto al individuo, causa involuntaria e inconsciente del fenómeno, como no conserva ningún recuerdo de los actos que fueron ejecutados en el estado de sueño nervioso, ignora lo que hizo y queda indignado –de muy buena fe– si lo acusan de haber empujado la mesa. Inclusive sospecha que los otros miembros de la cadena le hayan jugado una mala pasada, de que lo acusan. De ahí esas frecuentes discusiones e incluso esas disputas graves a que tan a menudo ha dado lugar la distracción de las mesas giratorias.

«Tal es la explicación que creemos que podemos presentar en lo que concierne al hecho de la rotación de las mesas, tomado en su mayor simplicidad. En cuanto a los movimientos de la mesa respondiendo a preguntas, las patas que se levantan a las órdenes y que, por el número de golpes, contestan a las preguntas realizadas, el mismo sistema lo explica si se admite que entre los miembros de la cadena haya uno cuyo estado de sueño nervioso conserve una cierta duración. Este individuo, hipnotizado sin darse cuenta, responde a las preguntas y a las órdenes que le son dadas, inclinando la mesa o haciéndola dar golpes, de acuerdo con los pedidos. Al volver después a su estado natural, ha olvidado todos los actos realizados, del mismo modo que todo individuo magnetizado o hipnotizado ha perdido el recuerdo de los actos que ejecutó durante ese estado. El individuo que desempeña ese papel sin saberlo es, pues, una especie de adormecido despierto; no es en absoluto sui compos; él está en un estado mental que participa del sonambulismo y de la fascinación. No duerme; está encantado o fascinado en virtud de la fuerte concentración moral impuesta: es un médium. Cuando este último ejercicio es de un orden superior al primero, no puede ser obtenido en todos los grupos. Para que la mesa responda a las preguntas efectuadas, levantando uno de sus pies y dando golpes, es preciso que los individuos que operan hayan practicado con persistencia el fenómeno de la mesa giratoria, y que entre ellos se encuentre un sujeto particularmente apto para entrar en este estado, lo que sucede más rápido y por más tiempo a través del hábito y de la perseverancia: en una palabra, es necesario un médium experimentado.

«Sin embargo, dirán que veinte minutos o media hora no siempre son necesarios para obtener el fenómeno de la rotación de una mesita de velador o de otra mesa. Frecuentemente, al cabo de cuatro o cinco minutos, la mesa se pone en movimiento. A esta observación responderemos que un magnetizador, cuando habitualmente se relaciona con un sujeto o con un sonámbulo de profesión, lo hace caer en sonambulismo en uno o dos minutos, sin pases, sin aparato y con la sola imposición fija de su mirada. Aquí, es el hábito que vuelve el fenómeno fácil y rápido. De la misma manera, los médiums ejercitados pueden llegar en muy poco tiempo a ese estado de somnolencia nerviosa, que debe volver inevitable el hecho de la rotación de la mesa o el movimiento dado a ese mueble, de acuerdo con el pedido efectuado.»

No sabemos cómo el Sr. Figuier aplicaría su teoría a los movimientos que ocurren, a los ruidos que se escuchan, al desplazamiento de los objetos sin el contacto del médium, sin la participación de su voluntad y contra su deseo; pero hay muchas otras cosas que no explica. Además, en caso de aceptarse su teoría, ella revelaría un fenómeno fisiológico de los más extraordinarios y bien digno de la atención de los científicos; ¿por qué, entonces, ellos lo han desdeñado?

El Sr. Figuier termina su Tratado de lo Maravilloso con una corta noticia sobre El Libro de los Espíritus. Naturalmente que él lo juzga desde su punto de vista: «Su filosofía –dice él– es anticuada y su moral somnolienta». Él habría preferido, sin duda, una moral licenciosa y despabilada; ¿pero qué hacer? Es una moral para uso del alma. Además, ella tendrá siempre una ventaja: la de hacerlo dormir; es para él una receta en caso de insomnio.



[1] No son los Espíritus que nos hacen obrar y pensar, sino un Espíritu que es nuestra alma. Negar este Espíritu es negar el alma; negar el alma es proclamar el materialismo puro. Parece que el Sr. Figuier piensa que, como él, nadie cree tener un alma inmortal, o que él cree ser todo el mundo. [Nota de Allan Kardec.]







Conversaciones familiares del Más Allá

Balthazar o el Espíritu gastrónomo
2ª Conversación

Uno de nuestros suscriptores, al leer la evocación del Espíritu que se dio a conocer con el nombre de Balthazar, en la Revista Espírita del mes de noviembre, creyó reconocer en él a un hombre que había conocido personalmente, cuya vida y carácter coincidían perfectamente con todos los detalles narrados. No dudaba que fuese él que se había manifestado con apenas ese nombre y nos solicitó que nos cerciorásemos de esto en una nueva evocación. Según él, Balthazar no era otro sino el Sr. G... de R..., conocido por sus excentricidades, su fortuna y sus gustos gastronómicos.

1. Evocación. –Resp. ¡Ah, estoy aquí! Pero nunca tenéis algo para ofrecerme; definitivamente no sois amables.

2. ¿Queréis decirnos lo que podríamos ofreceros para os ser agradables? –Resp. ¡Oh! Poca cosa: un poco de té, una buena cena muy fina; me gustaría esto y a esas señoras también, sin contar que los señores aquí presentes no se opondrían a ello: convengamos.

3. ¿Habéis conocido a un cierto Sr. G... de R...? –Resp. Parece que sois curiosos.

4. No, no es por curiosidad; decidnos, por favor, si lo habéis conocido. –Resp. Entonces queréis descubrir mi anonimato.

5. Por lo tanto, ¿sois el Sr. G... de R...? –Resp. ¡Oh, sí!, y sin almuerzo.

6. No fuimos nosotros que descubrimos vuestro anonimato; fue uno de vuestros amigos aquí presente que os reconoció. –Resp. Él es un parlanchín; debería haberse callado.

7. ¿En qué esto os puede perjudicar? –Resp. En nada; pero hubiera deseado no darme a conocer inmediatamente. Me da lo mismo: no esconderé mis gustos por esto; si supieseis las cenas que yo daba, concordaríais francamente que eran buenas y que tenían un valor que hoy no se aprecia más.

8. No, no las conocí; pero hablemos más seriamente, por favor, y dejemos a un lado los almuerzos y las cenas, que nada nos enseñan. Nuestro objetivo es instruirnos, y es por eso os pedimos que nos digáis qué sentimiento os ha llevado, en el día que obtuvisteis el diploma de abogado, a ofrecer una cena a vuestros colegas en una sala decorada como una cámara mortuoria. –Resp. En medio de todas las excentricidades de mi carácter, ¿no distinguís un fondo de tristeza, causada por los errores de la sociedad, sobre todo por el orgullo de aquella que yo frecuentaba y de la cual hacía parte por mi nacimiento y por mi fortuna? Yo buscaba aturdir mi corazón por medio de todas las locuras inimaginables, y por eso me llamaban loco y extravagante; esto poco me importaba. Al salir de esas cenas tan elogiadas por su originalidad, yo corría para hacer una buena acción que ignoraban, pero esto no importaba: mi corazón quedaba satisfecho y los hombres también lo estaban; ellos se reían de mí, mientras que yo me divertía a sus expensas. ¡Qué no diréis de esa cena en que cada invitado tenía su ataúd atrás de sí! Sus caras largas me divertían mucho; como veis, era la locura aparente, unida a la tristeza del corazón.

9. ¿Cuál es vuestra opinión actual sobre la Divinidad? –Resp. No esperé dejar el cuerpo para creer en Dios; sólo que este cuerpo que tanto amé materializó mi Espíritu a tal punto que le será necesario bastante tiempo para quebrar todos sus lazos terrenos, todos los lazos de las pasiones que lo aferran a la Tierra.

Nota – Se observa que de un tema aparentemente frívolo se pueden a menudo extraer enseñanzas útiles. ¿No hay algo sumamente instructivo en este Espíritu, que conserva sus instintos corporales en el Más Allá y que reconoce que el abuso de las pasiones materializó de un cierto modo su Espíritu?


La educación de un Espíritu

Uno de nuestros suscriptores, cuya esposa es muy buena médium escribiente, no puede, a pesar de esto, comunicarse con sus parientes y amigos, porque un Espíritu malo se interpone e intercepta –por así decirlo– todas las comunicaciones, lo que le causa una viva contrariedad. Notemos que hay una obsesión simple y no una subyugación, porque la médium no es engañada en absoluto por ese Espíritu que, además, es francamente malo y de modo alguno busca esconder su juego. Al haber pedido nuestra opinión al respecto, le hemos dicho que no se desembarazaría de él ni por la cólera, ni por las amenazas, sino a través de la paciencia; que era necesario dominarlo por el ascendiente moral y buscar volverlo mejor a través de los buenos consejos; que es un encargo del alma que le ha sido confiado, y cuya dificultad le será meritoria.

Al seguir nuestro consejo, el marido y su esposa emprendieron la educación de ese Espíritu, y debemos decir que se conducen admirablemente, y que si no tuvieren éxito, nada tendrán que criticarse. Hemos extraído algunos pasajes de esas instrucciones, que damos como modelo en su género, porque la naturaleza de ese Espíritu resalta en las mismas de una manera característica.

1. Para que tú seas así de malo, ¿es preciso que sufras? –Resp. Sí, yo sufro, y es esto que me hace ser malo.

2. ¿Nunca sientes remordimiento por el mal que haces o que buscas hacer? –Resp. No; jamás tengo remordimientos, y me complazco con el mal que hago, porque sufro al ver que los otros son felices.

3. Entonces ¿no admites que se pueda ser feliz con la felicidad ajena, en vez de encontrar felicidad en su desgracia? ¿Nunca has hecho estas reflexiones? –Resp. Jamás las hice, y veo que tienes razón; pero no puedo me..., no puedo hacer el bien; yo soy...

Nota – Esos puntos suspensivos reemplazan los garabatos que hace el Espíritu, cuando no quiere o no puede escribir una palabra.

4. Pero, en fin, ¿no quieres escucharme y seguir los consejos que podría darte? –Resp. No sé, porque todo lo que me dices me hace sufrir aún más, y no tengo coraje para hacer el bien.

5. ¡Pues bien! ¿Me prometes al menos intentarlo? –Resp. ¡Oh, no! No puedo, porque no cumpliría mi promesa y por eso sería castigado; aún es preciso que ores a Dios para que cambie mi corazón.

6. Entonces, oremos juntos; ora conmigo para que Dios te mejore. –Resp. Te digo que no puedo; soy muy malo y me complace hacer el mal.

7. ¿Pero realmente querías hacérmelo a mí? Yo no considero como un verdadero mal tus mistificaciones que, por cierto, hasta aquí nos han sido más útiles que perjudiciales, pues han servido para nuestra instrucción; como ves, pierdes el tiempo. –Resp. Sí, hago tanto mal como puedo, y si no hago más es porque no puedo.

8. ¿Qué es lo que te lo impide? –Resp. Tu buen ángel de la guarda y tu Marie; sin ellos, verías de lo que soy capaz.

Nota – Marie es el nombre de una joven que ellos evocan en vano y que no puede manifestarse por causa de ese Espíritu. Pero se ve, por la propia respuesta del Espíritu, que si ella no puede comunicarse materialmente, no por esto deja de estar allá, así como el ángel guardián, velando por ellos. Este hecho plantea una grave cuestión: la de saber cómo un Espíritu malo puede impedir las comunicaciones de un Espíritu bueno. Aquél sólo impide las comunicaciones materiales, pero no puede oponerse a las espirituales. No es el Espíritu malo que es más poderoso que el bueno; es el médium que no es lo suficientemente fuerte para vencer la obstinación del malo, y que debe esforzarse para vencerlo por el ascendiente del bien, mejorándose cada vez más. Dios permite esas pruebas en nuestro beneficio.

9. Pero ¿qué me harías entonces? –Resp. Te haría mil cosas, unas más desagradables que las otras; te haría...

10. Veamos, pobre Espíritu, ¿nunca has tenido, pues, un gesto generoso? ¿Jamás has tenido un solo deseo de hacer algún bien, aunque fuese un vago deseo? –Resp. Sí, un deseo vago de hacer el mal; no puedo tener otro. Es preciso que ores a Dios para que yo sea tocado; de lo contrario, continuaré ciertamente malo.

11. ¿Entonces crees en Dios? –Resp. No puedo dejar de creer, puesto que me hace sufrir.

12. ¡Pues bien! Ya que crees en Dios, debes tener confianza en su perfección y en su bondad; debes comprender que Él no ha hecho a sus criaturas para destinarlas a la desgracia; que si son infelices, es por su propia culpa y no por la de Él, mas que ellas siempre tienen los medios de mejorarse y, por consecuencia, de llegar a la felicidad; que Dios no ha hecho inteligentes a sus criaturas sin un objetivo, y que ese objetivo es hacer que todas concurran para la armonía universal: la caridad y el amor al prójimo; que la criatura que se aparta de tal objetivo perturba la armonía y ella misma es la primera a sufrir los efectos de esta perturbación causada. Observa a tu alrededor y encima de ti: ¿no ves a Espíritus felices? ¿No tienes el deseo de ser como ellos, ya que dices que sufres? Dios no los ha creado más perfectos que a ti; como tú, ellos quizá han sufrido, pero se han arrepentido y Dios los ha perdonado. Por lo tanto, tú puedes hacer como ellos. –Resp. Comienzo a ver y a comprender que Dios es justo; yo aún no lo había percibido; eres tú que me vienes a abrir los ojos.

13. Entonces, ¿ya sientes el deseo de mejorar? –Resp. Todavía no.

14. Espera, que esto llegará; yo lo espero. Tú le has dicho a mi esposa que ella te torturaba mientras te invocaba; ¿crees que nosotros procuramos torturarte? –Resp. No; bien veo que no. Pero no es menos verdad que yo sufro más que nunca, y que ustedes son la causa de esto.

Nota – Un Espíritu superior, al ser interrogado sobre la causa de este sufrimiento, respondió: La causa está en el combate que traba consigo mismo; a pesar suyo siente que algo lo arrastra hacia un camino mejor, pero él se resiste: es esta lucha que lo hace sufrir. –¿Quién vencerá dentro de él: el bien o el mal? –Resp. El bien; pero será una lucha larga y difícil. Es necesario tener mucha perseverancia y dedicación.

15. ¿Qué podríamos hacer para que no sufras más? –Resp. Es preciso que ores a Dios para que me perd... (él tacha estas dos últimas palabras), para que tenga piedad de mí.

16. ¡Pues bien! Orad con nosotros. –Resp. No puedo.

17. Tú nos has dicho que es preciso que creas en Dios, puesto que Él te hace sufrir; pero ¿cómo sabes que es Dios que te hace sufrir? –Resp. Me hace sufrir porque yo soy malo.

18. Si es verdad que crees que es Dios que te hace sufrir, debes conocer el motivo de esto, porque no puedes imaginar que Dios sea injusto. –Resp. Sí, creo en la justicia de Dios.

19. Nos has dicho que nosotros te hemos abierto los ojos; ya sea esto verdadero o no, lo cierto es que no puedes disimular la verdad de lo que te decimos. Ahora bien, que esas verdades fuesen conocidas por ti antes de nosotros o por nosotros, lo esencial es que tú las conozcas; hoy, lo más importante para ti es aprovecharlas. Por lo tanto, dime francamente si la satisfacción que sientes en hacer el mal no te deja nada que desear. –Resp. Deseo que mis sufrimientos terminen: eso es todo; y ellos nunca terminarán.

20. ¿Comprendes que depende de ti que ellos terminen? –Resp. Comprendo.

21. En tu última existencia corpórea te has entregado sin reservas a las malas inclinaciones, como parece que haces ahora. –Resp. Es preciso que sepas que yo soy más inmundo que una fiera, y que soy un miserable que ha hecho hasta...

22. Mi esposa o yo, ¿te hemos hecho algún mal? ¿Tienes alguna queja de nosotros en otra existencia? –Resp. No; yo no...

23. Entonces dime por qué encuentras más placer en encarnizarte contra personas inofensivas como nosotros, que te queremos bien, en vez de contra personas malas que, quizá, hayan sido o son tus enemigos. –Resp. Ellos no me causan envidia.

Nota – Esta respuesta es característica: describe el odio del malo contra los hombres que sabe que son mejores que él; es la envidia que lo ciega y que frecuentemente lo impele a cometer los actos más contrarios a sus intereses. Sucede lo mismo aquí en la Tierra, donde a menudo los mayores errores de un hombre, a los ojos de cierta gente, tienen su mérito: Arístides es un ejemplo de eso.

24. ¿Eras más feliz en la Tierra que ahora? –Resp. ¡Oh, sí! Yo era rico y no me privaba de nada; he cometido bajezas de toda especie y he hecho todo el mal que he podido, cuando se tiene dinero y miserables a disposición.

25. ¿Por qué me pedías el otro día que te dejara tranquilo? –Resp. Porque no quería responder a las preguntas que me hacías; pero ahora estoy muy a gusto que me evoques y me gustaría siempre escribir, porque el tedio me mata. ¡Oh! ¡No sabes lo que es estar continuamente en presencia de las propias faltas y de los propios crímenes, como estoy yo!

26. ¿Qué impresión experimentas al ver una acción generosa? –Resp. Siento enfado; me gustaría impedirla.

27. Durante tu última existencia corpórea, ¿nunca has hecho una buena acción, sea cual fuere el móvil? –Resp. La hice por ambición y por orgullo; jamás por bondad; es por eso que no me fue tomada en cuenta.

Nota – Esas conversaciones se han prolongado durante un gran número de sesiones, y todavía continúan en este momento, infelizmente sin resultados aún sensibles. El mal domina siempre en este Espíritu, que sólo en raros intervalos muestra algunos destellos de buenos sentimientos, siendo así una tarea penosa para sus instructores. Sin embargo, esperamos que con perseverancia consigan finalmente domar esa naturaleza rebelde, o al menos que Dios tome en cuenta sus esfuerzos.





Disertaciones espíritas

Ingreso de un culpable al mundo de los Espíritus
(Médium: Sra. de Costel)

Voy a relatarte lo que he sufrido al morir. Mi Espíritu, retenido al cuerpo por lazos materiales, tuvo gran dificultad en desprenderse de él, lo que representó una primera y ruda agonía. La vida, que yo dejaba a los 24 años de edad, era aún tan fuerte en mí, que no creía que la perdiera. Buscaba mi cuerpo, y estaba espantado y horrorizado al verme perdido en medio de esa multitud de sombras. En fin, la conciencia de mi estado y la revelación de las faltas que había cometido en todas mis reencarnaciones se me presentaron súbitamente; una luz implacable iluminó los pliegues más secretos de mi alma, que se sintió desnuda y después sobrecogida por una vergüenza abrumadora. Trataba de escapar de esa situación, interesándome en objetos nuevos, aunque conocidos, que me rodeaban; los Espíritus radiantes, que se cernían en el éter, me daban la idea de una felicidad a la cual yo no podía aspirar. Formas sombrías y desoladas, algunas sumergidas en una triste desesperación, otras irónicas o furiosas, se deslizaban a mi alrededor y sobre la Tierra a la cual yo permanecía apegado. Veía agitarse a los humanos, cuya ignorancia envidiaba. Todo un orden de sensaciones desconocidas, o reencontradas, me invadieron a la vez. Como si me arrastrase una fuerza irresistible, procuré huir de ese inmenso dolor que me azotaba y atravesé las distancias, los elementos y los obstáculos materiales sin que las bellezas de la Naturaleza, ni los esplendores celestiales pudieran calmar por un solo instante la amargura de mi conciencia, ni el pavor que me causaba la revelación de la eternidad. Un mortal puede presentir los tormentos materiales a través de los estremecimientos de la carne; pero vuestros frágiles dolores, aliviados por la esperanza, atenuados por las distracciones o muertos por el olvido, jamás podrán daros la idea de las angustias de un alma que sufre sin tregua, sin esperanza, sin arrepentimiento. He pasado un tiempo, cuya duración no puedo apreciar, en que envidié a los elegidos cuyo esplendor vislumbraba, en que detesté a los Espíritus malos que me perseguían con sus burlas y en que menosprecié a los humanos al ver sus torpezas, pasando de un profundo abatimiento a una rebeldía insensata.

En fin, tú me has calmado; he escuchado las enseñanzas que te dan tus guías; la verdad ha penetrado en mí, y oré: Dios me escuchó y se reveló ante mí por su clemencia, así como ya se me había revelado por su justicia.

NOVEL

Castigo de una egoísta
(Médium: Sra. de Costel)

Nota – El Espíritu que ha dictado las tres comunicaciones siguientes es el de una mujer que la médium había conocido cuando aquel Espíritu estaba encarnado, y cuya conducta y carácter justifican plenamente los tormentos que el mismo padece. Sobre todo, aquella mujer se hallaba dominada por un sentimiento exacerbado de egoísmo y de personalismo, que se refleja en la última comunicación, ya que pretende que la médium se ocupe sólo de ella, y que por ella renuncie a sus estudios habituales.

I

Aquí estoy yo, la desdichada Claire; ¿qué quieres que te diga? La resignación y la esperanza no son más que palabras para quien sabe que sus sufrimientos, innumerables como las arenas de la playa, durarán a través de la interminable sucesión de los siglos. ¿Dices que puedo mitigarlos? ¡La vaguedad de las palabras! ¿Dónde habré de encontrar el coraje y la esperanza para ello? Procura, pues, cerebro limitado, comprender qué es un día que nunca acaba. ¿Es un día, un año, un siglo? ¡No lo sé! Las horas no lo dividen; las estaciones no lo varían; eterno y lento como el agua que destila gota a gota de una roca, este día execrable, este día maldito pesa sobre mí como una capa de plomo... ¡Cuánto sufro!... A mi alrededor solamente veo sombras silenciosas e indiferentes... ¡Cuánto sufro!

Sin embargo, yo sé que por encima de esta miseria reina Dios, el Padre, el Señor, hacia el que todo se encamina. Quiero pensar en Él; quiero implorarle misericordia.

Me debato y me encuentro como un lisiado que se arrastra a lo largo del camino. No sé qué poder me atrae hacia ti; tal vez seas mi salvación. Me despido un poco más tranquila y confortada, como una anciana tiritando de frío que se reanima al recibir el calor de un rayo de sol; mi alma helada toma nueva vida al acercarse a ti.

CLAIRE


II

Mi desgracia aumenta a cada día; crece a medida que el conocimiento de la eternidad se desarrolla en mí. ¡Oh, miseria! ¡Malditas sean las horas culpables, horas de egoísmo y de omisión en que, al menospreciar por completo la caridad y la abnegación, no pensaba más que en mi propio bienestar! ¡Malditos intereses humanos! ¡Vanas preocupaciones materiales! ¡Malditas seáis vosotras que me habéis cegado y perdido! Me corroe el incesante remordimiento del tiempo perdido. ¿Qué he de decirte, a ti que me escuchas? Vigílate sin cesar; ama a los otros más que a ti mismo; no quedes rezagada en los caminos de la ociosidad; no favorezcas el cuerpo en detrimento del alma; vigila, como decía el Salvador a sus discípulos. No me agradezcas estos consejos: mi Espíritu los concibe, pero mi corazón nunca los ha escuchado. ¡Como un perro golpeado, el miedo me hace arrastrar, y aún no conozco el amor espontáneo! ¡Su divina aurora tarda mucho en despuntar! ¡Ora por mi alma insensible y tan miserable!

CLAIRE


III

Nota – Los dos primeros dictados han sido obtenidos por la médium en su casa; éste ha sido dado espontáneamente en la Sociedad, lo que explica el sentido de la primera frase.

Vengo hasta aquí a buscarte, puesto que me has olvidado. ¿Crees, pues, que oraciones aisladas y la mención de mi nombre bastarán para apaciguar mis penas? No, cien veces no. Rujo de dolor; deambulo sin reposo, sin asilo ni esperanza, sintiendo que el aguijón eterno del castigo se clava en mi alma rebelde. Me río cuando oigo vuestras quejas o cuando os veo abatidos. ¡Qué son vuestras pálidas miserias, vuestras lágrimas, vuestros tormentos, que el sueño interrumpe! ¿Duermo yo, por ventura? Quiero –escúchame bien– que dejes tus disertaciones filosóficas y te ocupes de mí; que hagas que los otros también se ocupen de mí. No encuentro palabras para describir la angustia de este tiempo que transcurre, sin que las horas marquen los períodos. Apenas veo un débil rayo de esperanza, y esta esperanza eres tú quien me la ha dado; por lo tanto, no me abandones.

CLAIRE


IV

Nota – La siguiente comunicación no es del mismo Espíritu; es de un Espíritu superior, nuestro Guía espiritual, en respuesta al pedido que le hemos hecho para que tenga a bien darnos su opinión sobre los dictados precedentes.

Este cuadro es muy verdadero y nada tiene de exagerado. Quizá haya quien se pregunte qué ha hecho esta mujer para ser tan miserable. ¿Ha cometido algún crimen horrible? ¿Ha robado, ha asesinado? No; ella no ha hecho nada que quebrantase la justicia de los hombres. Por el contrario, se divertía con aquello que llamáis la felicidad terrena; la belleza, la fortuna, los placeres, las adulaciones, todo le sonreía, nada le faltaba, y decían al verla: ¡Qué mujer feliz!, envidiando su ventura. Entonces, ¿qué ha hecho ella? Ha sido egoísta; lo tenía todo, menos un buen corazón. Si no ha violado la ley de los hombres, ha violado la ley de Dios, porque ha menospreciado la caridad, la primera de todas las virtudes. No amó a nadie sino a sí misma: ahora nadie la ama; no ha dado nada, por eso no recibe nada. Está aislada, desamparada, abandonada, perdida en el espacio donde nadie piensa en ella ni se ocupa de la misma: éste es su suplicio. Como solamente ha buscado los goces mundanos, que hoy no existen más, el vacío se ha formado a su alrededor; sólo percibe la nada, y la nada le parece una eternidad. No sufre tormentos físicos; los demonios no vienen a atormentarla, pues esto no es necesario: ella se atormenta a sí misma, y sufre mucho más, porque esos demonios serían seres que pensarían en ella. El egoísmo ha sido su satisfacción en la Tierra, y el propio egoísmo hoy la persigue: éste es el gusano que corroe su corazón; ése es su verdadero demonio.

¡Ah, si los hombres supiesen cuánto cuesta ser egoísta! Entretanto, Dios os lo muestra todos los días, porque al enviar a tantos Espíritus egoístas a la Tierra es para que, desde esta vida, ellos se castiguen los unos a los otros y comprendan mejor, por contraste, que la caridad es el único antídoto de esa lepra de la Humanidad.


Alfred de Musset
(Médium: Srta. Eugénie)

En la sesión de la Sociedad del 23 de noviembre, un Espíritu se comunicó espontáneamente escribiendo lo siguiente:

Como deseo ante todo os ser agradable, os pregunto qué tema queréis que yo trate; si tenéis un asunto, preguntad. En fin, Señores, soy siempre vuestro devoto servidor,

ALFRED DE MUSSET.

–Al ser imprevista vuestra visita, no tenemos un tema preparado; por lo tanto, os rogamos que tengáis a bien tratar un asunto de vuestra elección; sea cual fuere, estaremos muy agradecidos.

–Tenéis razón; sí, porque yo, en particular, como Espíritu, y todos los otros en general, conocemos mejor vuestras necesidades y podemos auscultar mejor las comunicaciones, de lo que lo haríais vosotros mismos.

¿Qué voy a tratar? En medio de tantos temas interesantes, aún no lo he resuelto. Comencemos hablando de aquellos que desean ardientemente ser espíritas, pero que parecen retroceder ante lo que ellos piensan que es una apostasía; hablemos, pues, para los que retrocederían ante la idea de creer que están en contradicción con el Catolicismo. Escuchad bien: he dicho Catolicismo y no Cristianismo.

¿Teméis renegar la fe de vuestros antepasados? ¡Error! Vuestros antepasados –los primeros–, los que han fundado esta religión sublime en su origen, eran más espíritas que vosotros; ellos predicaban la misma doctrina que hoy se os enseña; y quien dice Espiritismo, como vuestra religión, dice: caridad, bondad, olvido y perdón de las injurias; como el Catolicismo, el Espiritismo os enseña la abnegación de sí mismo. Por lo tanto, conciencias timoratas, podéis reuniros y venir, sin escrúpulo, a sentaros a esta mesa y conversar con los seres que extrañáis. Como vuestros ancestrales, sed caritativos, buenos, compasivos, y todos tendréis el mismo lugar al final del camino; la balanza que pesará vuestras acciones tendrá los mismos pesos al final de la senda, y la obra el mismo valor. Venid sin miedo, os lo ruego; venid, mujeres graciosas, con el corazón lleno de ilusiones; venid aquí, y éstas serán reemplazadas por las realidades más bellas y más radiantes; venid, esposas de corazón duro, que sufrís en vuestra aridez, he aquí el agua que ablanda las piedras y que aplaca la sed. Venid, mujeres que amáis, que en toda vuestra vida anheláis la felicidad, que medís la profundidad de vuestro corazón y que os desesperáis por alcanzarla; venid, mujeres de ávida inteligencia, venid: aquí la ciencia fluye clara y pura; venid a beber en esta fuente que rejuvenece. Y vosotros, ancianos que os curváis, venid y habréis de reír ante toda esa juventud que os desdeña, porque para vosotros se abren las puertas del santuario; para vosotros el nacimiento va a recomenzar y traer la felicidad de vuestros primeros años; venid: y nosotros os haremos ver a los hermanos que os tienden los brazos y os esperan. Venid, pues, todos, porque para todos hay consuelos.

Como veis, me encuentro aquí de muy buen grado; será un placer estar a vuestra disposición.

Aprovechando la buena voluntad del Espíritu Alfred de Musset, le han sido dirigidas las siguientes preguntas:

1. ¿Cuál será la influencia de la poesía en el Espiritismo? –Resp. La poesía es el bálsamo que se aplica en las llagas; la poesía ha sido dada a los hombres como el maná celestial, y todos los poetas son médiums que Dios ha enviado a la Tierra para regenerar un poco a su pueblo y para no dejar que se embrutezcan enteramente; ¿pues qué hay de más bello, que hable más al alma que la poesía?

2. La pintura, la escultura, la arquitectura, la poesía han recibido a su turno la influencia de las ideas paganas y cristianas; ¿podéis decirnos si, después del arte pagano y del arte cristiano, habrá un día el arte espírita? –Resp. Hacéis una pregunta que se responde a sí misma; la oruga es la oruga, que se vuelve crisálida, para después transformarse en mariposa. ¿Qué hay de más etéreo y de más gracioso que una mariposa? ¡Pues bien! El arte pagano es la oruga; el arte cristiano es la crisálida; el arte espírita será la mariposa.

(Al respecto, léase en la página 366 el artículo sobre El arte pagano, el arte cristiano y el arte espírita.)

3. ¿Cuál es la influencia de la mujer en el siglo XIX?

Nota – Esta pregunta fue efectuada por un joven, ajeno a la Sociedad.

Resp. ¡Ah, es el progreso! Y es un joven quien propone esta cuestión: ¡qué bueno! De mi parte sería bastante aficionado si dejase de responderle, y estoy seguro que todos aquí también desean escuchar.

¡La influencia de la mujer en el siglo XIX! ¿Creéis que ella haya esperado hasta esta época para que continuéis manejándola a vuestra voluntad, pobres y débiles hombres que sois? Si intentasteis rebajarla, fue porque le teníais miedo; si intentasteis sofocar su inteligencia, fue porque temíais su influencia. Sólo a su corazón no pudisteis ponerle diques; y como el corazón es el presente que Dios le ha dado en particular, el mismo continuó señor y soberano. Pero he aquí también que la mujer se transforma en mariposa: ella quiere salir de su crisálida; quiere reconquistar sus derechos divinos; como aquella, se lanza a la atmósfera y se diría que respira el aire en su justo valor. No penséis que yo las quiera convertir en eruditas, letradas, poetisas; no, pero yo quiero –quieren aquí, en el mundo que habito– que aquella que debe elevar a la Humanidad sea digna de su papel; queremos que aquella que debe formar a los hombres, comience a conocerse a sí misma y, para darles desde la más tierna edad el amor a lo bello, a lo grande, a lo justo, es necesario que ella tenga ese amor en un grado superior y que lo comprenda. Si el agente educador por excelencia es reducido al estado de nulidad, la sociedad tambalea: es lo que debéis comprender en el siglo XIX.


Intuición de la vida futura
(Médium: Srta. Eugénie)

Nota – La médium escribe en un cuaderno antiguo, que antes había servido a otro médium, y en el cual se encontraba una comunicación escrita hacía mucho tiempo, firmada por Delphine de Girardin. Esta circunstancia explica las palabras puestas al principio de la siguiente comunicación:

Encuentro escrito justamente mi nombre; él me servirá de firma antes de haber comenzado.

Quiero aquí hablaros a todos, en general, y probaros que sois espiritualistas; por eso, basta que me dirija a vuestro raciocinio. ¿Qué vais a hacer en el cementerio el día 1º de noviembre, si él solamente conserva los restos mortales de los seres que extrañáis? ¿Por qué vais a perder vuestro tiempo llevando un ramo de flores, un pensamiento de amistad o un suave recuerdo? ¿Por qué vais a evocar su memoria, si ellos no viven más? ¿Por qué derramar lágrimas y pedirles que las sequen o que os lleven con ellos? Responded, todos vosotros que decís –porque los que no lo dicen en voz alta, lo piensan en voz baja–: la materia es la única cosa que existe en nosotros; después de nosotros, nada. Decid, ¿no estáis en desacuerdo con vosotros mismos? Pero regocijaos, pues tenéis más fe de lo que pensáis. Dios, que os ha creado imperfectos, ha querido daros confianza, a pesar vuestro, y sin querer comprender y sin tener conciencia de eso, les habláis a esos seres queridos; les pedís que huelan las flores que les ofrecéis; les suplicáis amistad y protección. ¡Madre! Llamas a tu hija de ángel y le pides oraciones. ¡Hija! Solicitas la protección de tu madre y le ruegas que te dé sus consejos. Muchos dicen entre vosotros: Siento en mi corazón que decís la verdad, pero está en desacuerdo con lo que mis antepasados me han enseñado, ¡y como Espíritus timoratos que sois, os limitáis en vuestra ignorancia! Obrad, pues, sin miedo, porque la fe espírita profesa lo que todas las religiones repiten: Amor, caridad, humildad. Creed en esto, y no os dejeis llevar por vuestra vacilación.

DELPHINE DE GIRARDIN

Observación – La contradicción de la cual habla el Espíritu al comienzo, se ve a cada instante, inclusive en aquellos que más fuertemente niegan la vida futura. Si todo perece con la vida corporal, ¿para qué serviría, en efecto, la conmemoración de los seres que extrañamos, si ellos no nos escuchan más? Nos han hablado de un señor que está extremadamente imbuido de las más absolutas ideas materialistas; su hijo único acaba de desencarnar, y ha sentido un tal pesar que quería suicidarse para unirse a él; ahora bien, ¿para unirse a quién? A los huesos, los cuales no son él, porque los huesos no piensan.

La reencarnación
(Médium: Srta. Eugénie)

Nota En la sesión de la Sociedad en que ha sido obtenido el dictado precedente, el Espíritu Madame de Girardin, al ser solicitado a dar una disertación sobre la reencarnación, respondió: «¡Oh, es todo lo que deseo! Esta médium está habituada a ver que yo hago lo que no siempre le agrada, y tenéis razón». Esta última frase es una alusión a ciertas ideas particulares de la médium sobre la reencarnación.

«La reencarnación es una cosa lógica y evidente; entonces, sólo es necesario reflexionar y tener a bien examinarla a nuestro alrededor. Basta observar hacia dentro de vosotros mismos para encontrar las pruebas de la reencarnación. Veis en esta mesa a un buen padre de familia; tiene varios hijos lindos: unos son de una inteligencia notable y otros se encuentran en un estado casi abyecto; ¿de dónde viene, pues, esta diferencia? Tienen el mismo padre, la misma madre, la misma educación, ¡y no obstante poseen tantos contrastes!

«Observad vuestros recuerdos; ¿no encontráis en ellos la intuición de hechos, de los cuales no tenéis ningún conocimiento, y que sin embargo traéis completamente a la memoria como si hubiesen existido? ¿No quedáis impactados al ver a una persona por primera vez, que ya os parece haberla conocido? Sí, ¿no es verdad? ¡Pues bien! Esto os prueba una vida anterior, de la cual habéis participado; eso prueba que el niño inteligente debió haber pasado por varias existencias y por medio de éstas se depuró, mientras que el otro esté quizá en la primera; que la persona que reencontráis os haya sido tal vez íntima, y que el hecho recordado os ha sidopersonal en otra vida. En fin, prueba que para entrar en el reino de Dios es preciso que seáis perfectos. ¡Veamos! ¿Pensáis que os queda tan poco a realizar, al creer que después de vuestra muerte os bastarán tres o cuatro meses en las esferas?[1] No; no creo en tanta pretensión. Para adquirir es necesario trabajar, y la fortuna moral no se lega como la fortuna material. Para purificaros es necesario pasar por varios cuerpos que, a cada desencarnación, llevan con ellos una parte de vuestras impurezas.

«Si reflexionáis, no podréis dejar de rendiros ante la evidencia.»

DELPHINE DE GIRARDIN

[1] Alusión a la opinión que profesan algunas personas en lo tocante a la vida futura. [Nota de Allan Kardec.]


El Día de los Muertos
(Médium: Srta. Huet)

Nota En la sesión de la Sociedad del 2 de noviembre, Charles Nodier, al ser solicitado para que tenga a bien proseguir el trabajo que hubo comenzado, respondió:

«Muy estimados amigos míos, permitidme en esta noche hablaros de otro tema; continuaré la próxima vez el trabajo que he comenzado.

«Hoy es una fecha que es consagrada tan específicamente a nosotros, que no podemos dejar de llamar vuestra atención sobre la muerte y acerca de las oraciones que solicitan la mayoría de los que os han precedido. Esta semana es un período de confraternización entre el Cielo y la Tierra, entre los vivos y los muertos. Debéis ocuparos de nosotros más particularmente, y de vosotros también; porque al meditar sobre el pensamiento de que en breve –como para nosotros– los vivos orarán por vuestra alma, vosotros debéis volveros mejores. Según la manera con la cual hayáis vivido en la Tierra, seréis recibidos ante Dios. En definitiva, ¿qué es la vida? Una muy corta emigración del Espíritu en la Tierra; entretanto, es un tiempo en que se puede acumular un tesoro de gracias o prepararse para crueles tormentos. Pensad en esto; pensad en el Cielo, y sea cual fuere la vida que tengáis, os parecerá bien amena.»

CHARLES NODIER

Con respecto al tema de la comunicación del Espíritu Nodier, le han sido dirigidas las siguientes preguntas:

1. Hoy, los Espíritus ¿son más numerosos que de costumbre en los cementerios? –Resp. En esta época estamos más espontáneamente junto a nuestros despojos terrenos, porque vuestros pensamientos y vuestras oraciones están allí con nosotros.

2. Los Espíritus que en estos días vienen a sus tumbas, junto a las cuales nadie ora, ¿sufren al ver que son olvidados, mientras que otros tienen parientes y amigos que les traen una demostración de su recuerdo? –Resp. ¿No hay personas piadosas que oran por todos los muertos en general? ¡Pues bien! Esas oraciones llegan al Espíritu que ha sido olvidado; ellas son para él un maná celestial, que tanto cae para el perezoso como para el hombre activo. La plegaria es tanto para el conocido como para el desconocido: Dios la reparte igualmente, y los Espíritus buenos que no tienen más necesidad de la misma la distribuyen entre aquellos que puedan precisar de ella.

3. Sabemos que la fórmula de las oraciones es indiferente; entretanto, muchas personas tienen necesidad de una fórmula para fijar sus ideas; es por eso que os estaríamos agradecidos por consentir dictarnos una al respecto; todos nosotros nos asociaremos a vuestra oración a través del pensamiento, para dirigirla a los Espíritus que puedan necesitar de la misma. –Resp. De buen grado.

«Dios, creador del Universo, dignaos tener piedad de vuestras criaturas; considerad sus debilidades; abreviad sus pruebas terrenas si estuvieren por encima de sus fuerzas; compadeceos de las penas de los que han dejado la Tierra e inspiradles el deseo de progresar hacia el bien».

4. Sin duda hay aquí varios Espíritus a los cuales podemos ser útiles; vamos a pedirles que se manifiesten. –Resp. ¡Qué pedido hacéis! Seréis acometidos por muchos.

5. De modo alguno estamos sorprendidos con esto; si no podemos escucharlos a todos, lo que digamos a uno servirá para los otros. –Resp. ¡Pues bien! Haced lo que vuestro corazón os diga.

Al haber sido hecho un llamado, sin designación especial, a uno de los Espíritus presentes que quisiese comunicarse para solicitar nuestra asistencia, se manifestó el de un personaje muy conocido, fallecido hace dos años, mostrando sentimientos muy diferentes de los que tenía cuando encarnado, y que estábamos lejos de sospechar.


Alegoría de Lázaro
(Médium: Sr. Alfred Didier)

El Cristo amaba a un hombre llamado Lázaro; cuando se enteró de su muerte, su dolor fue grande y Él se hizo llevar hasta su tumba. La hermana de Lázaro suplicaba al Señor, diciendo: «¿Es posible que le devolváis la vida a mi hermano? ¡Oh, Vos que lo amabas tanto, devolvedle la vida!

Mundo del siglo XIX: tú también estás muerto; la fe, que es la vida de los pueblos, se extingue día a día. En vano algunos creyentes han querido despertarte de tu agonía: es demasiado tarde; Lázaro está muerto; sólo Dios puede salvarlo.

Entonces el Cristo se hizo llevar hasta la tumba de Lázaro; levantaron la piedra del sepulcro; el cadáver, envuelto con vendas, denotaba todo el horror de la muerte. El Cristo lanzó una mirada al cielo, tomó la mano de la hermana y, alzando la otra mano hacia lo alto, exclamó: «Lázaro, levántate!». A pesar de las vendas y de la mortaja, Lázaro despertó y se levantó.

¡Oh, mundo! Tú te asemejas a Lázaro: nada puede devolverte la vida. Tu materialismo, tus torpezas, tu escepticismo son otras tantas vendas que envuelven tu cadáver, y hueles mal, porque estás muerto desde hace mucho tiempo. ¿Quién te gritará como a Lázaro: En el nombre de Dios, levántate? Es el Cristo, que atiende al llamado del Espíritu Santo. ¡Siglo, la voz de Dios se ha hecho escuchar! ¿Estás más putrefacto que Lázaro?

LAMENNAIS

El duende familiar
(Médium: Sra. de Costel)

Nunca me he comunicado con vos y estoy muy feliz en aumentar vuestra pléyade literaria. Bien sabéis, vos que me habéis leído con tanto gusto, qué intuición yo tenía de aquello que llaman mundo fantástico. Frecuentemente solo, en las largas noches de invierno, estando en recogimiento alrededor de mi antigua chimenea, yo escuchaba el gemido de las notas lastimeras del viento. Mientras que mis ojos se distraían siguiendo vagamente los dibujos inflamados del fuego, por cierto el duende doméstico conversaba conmigo, y entonces yo no inventaba a Trilby: repetía lo que él había susurrado a mis oídos atentos. ¡Qué cosa encantadora sentir que esos huéspedes invisibles viven a nuestro alrededor! Con éstos, nada de misterios: ellos os aman –a pesar vuestro– y os conocen mejor que vosotros mismos. En mi vida literaria, en mi vida de hombre, debo a esos amigos invisibles mis mejores éxitos y mis mayores consuelos. Ahora es mi turno de susurrar a los oídos amigos las cosas que el corazón intuye y no repite. Estimada médium, quiero deciros que a menudo tendré el dulce privilegio de conversar con vos.

Charles Nodier

ALLAN KARDEC