Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Octubre

Los milagros

Con el título: Un milagro, el Sr. Mathieu, antiguo farmacéutico del ejército, acaba de publicar un relato con varios hechos de escritura directa, de los cuales él ha sido testigo. Al producirse estos hechos en circunstancias casi idénticas a los que hemos narrado en nuestro número del mes de agosto, y no presentando nada más característico, nosotros no los relataremos; los mencionamos únicamente para mostrar que los fenómenos espíritas no son un privilegio exclusivo, y para aprovechar la ocasión de felicitar al Sr. Mathieu por el gran interés con que los propaga. Varios otros pequeños opúsculos y artículos del mismo autor, en varios periódicos, son la prueba de esto. El Sr. Mathieu es un hombre de Ciencia que, como tantos otros –y como nosotros mismos–, ha pasado por la hilera de la incredulidad; pero él debió ceder ante la evidencia, porque contra los hechos es preciso rendirse. Solamente nos permitimos criticar el título que él ha dado a su última publicación, y no por una cuestión de una sutileza de palabras, sino porque creemos que el asunto tiene una cierta importancia y merece un examen serio.

En su acepción primitiva, y por su etimología, la palabra milagro significa cosa extraordinaria, cosa admirable de ver; pero esta palabra, como tantas otras, se ha alejado de su sentido original, y hoy se dice (según la Academia) de un acto del poder divino, contrario a las leyes comunes de la Naturaleza. En efecto, tal es su acepción usual, y sólo por comparación y por metáfora es que se aplica a las cosas vulgares que nos sorprenden y cuya razón es desconocida.

El fenómeno relatado por el Sr. Mathieu, ¿tiene el carácter de un milagro, en el verdadero sentido de la palabra? Es evidente que no. Ya hemos dicho que el milagro es una derogación de las leyes de la Naturaleza. De manera alguna tenemos el propósito de examinar si Dios ha juzgado útil, en ciertas circunstancias, derogar las leyes establecidas por Él mismo: nuestro objetivo es únicamente demostrar que el hecho de la escritura directa, por más extraordinario que sea, de ningún modo deroga esas leyes, ni tampoco tiene carácter milagroso. El milagro no se explica; la escritura directa, al contrario, se explica de la manera más racional, como se ha podido ver en nuestro artículo sobre el tema. Por lo tanto, no se trata de un milagro, sino de un simple fenómeno que tiene su razón de ser en las leyes generales. El milagro tiene aún otro carácter: el de ser insólito y aislado. Ahora bien, desde el momento en que un hecho se reproduce –por así decirlo– a voluntad y por diversas personas, no puede ser un milagro.

A los ojos de los ignorantes, la Ciencia hace milagros todos los días: he aquí por qué aquellos que en otros tiempos sabían más que el vulgo eran considerados hechiceros; y como se creía que toda Ciencia venía del diablo, ellos eran quemados. Hoy, que se está mucho más civilizado, se contenta con mandarlos a los manicomios; después que se ha dejado a los inventores morirse de hambre, se les erigen estatuas y se los proclama bienhechores de la Humanidad. Pero dejemos estas tristes páginas de nuestra Historia y volvamos a nuestro asunto. Si un hombre realmente muerto fuere llamado a la vida por una intervención divina, eso sería un verdadero milagro, porque es un hecho contrario a las leyes de la Naturaleza. Pero si este hombre solamente tuviere las apariencias de la muerte, si todavía hay en él un resto de vitalidad latente, y la Ciencia o una acción magnética consigue reanimarlo, para las personas esclarecidas habrá sucedido un simple fenómeno natural, pero a los ojos del vulgo ignorante, el hecho será considerado milagroso, y el autor será perseguido a pedradas o venerado, según el carácter de los individuos. Si en medio de un campo un físico arroja al aire un barrilete con punta metálica, haciendo conque un rayo caiga sobre un árbol, ese nuevo Prometeo será ciertamente considerado como dotado de un poder diabólico; y, dicho sea de paso, Prometeo nos parece haber precedido singularmente a Franklin. Volviendo a la escritura directa, este es uno de los fenómenos que demuestran de la manera más patente la acción de las inteligencias ocultas; pero por el hecho del fenómeno ser producido por seres ocultos, no es más milagroso que todos los otros fenómenos que son debidos a agentes invisibles, porque esos seres ocultos que pueblan los espacios son una de las fuerzas de la Naturaleza, fuerza cuya acción es incesante sobre el mundo material, así como sobre el mundo moral. El Espiritismo, al esclarecernos sobre esta fuerza, nos da la clave de una multitud de cosas inexplicadas e inexplicables por cualquier otro medio, y que en tiempos remotos han sido considerados prodigios; del mismo modo que el Magnetismo, el Espiritismo revela una ley, que si no es desconocida, por lo menos es mal comprendida; o, dicho de otra manera, se conocían los efectos –porque se producían en todos los tiempos–, pero no se conocía la ley, y ha sido la ignorancia de esta ley que ha engendrado la superstición. Al ser conocida esta ley, lo maravilloso cesa y los fenómenos entran en el orden de las cosas naturales. He aquí por qué los espíritas no producen milagros cuando hacen girar una mesa o cuando los muertos escriben, de la misma forma que el médico no lo hace cuando revive a un moribundo, o el físico cuando hace caer un rayo.

He aquí por qué rechazamos con todas nuestras fuerzas la calificación empleada por el Sr. Mathieu, aunque estemos bien persuadido que él no ha querido dar ningún sentido místico a esa palabra; también porque las personas que no van al fondo de las cosas –y éstas son en mayor número– podrían equivocarse y creer que los adeptos del Espiritismo se atribuyen un poder sobrenatural. Aquel que pretendiese, con la ayuda de esta ciencia, hacer milagros, sería un ignorante de la cuestión o un embaucador. Es inútil dar armas a los que ríen de todo, incluso de aquello que desconocen, porque sería entregarse voluntariamente al ridículo.

Los fenómenos espíritas, así como los fenómenos magnéticos, antes que se conociera su causa, han sido considerados prodigios; ahora bien, al igual que los escépticos, los engreídos, es decir, aquellos que –según ellos– tienen el privilegio exclusivo de la razón y del buen sentido, no creen que una cosa sea posible si no la comprenden, y es por eso que todos los hechos considerados como prodigiosos son objeto de sus escarnios; como la religión contiene un gran número de hechos de ese género, no creen en la religión. De ahí a la incredulidad absoluta hay sólo un paso. Al explicar la mayoría de esos hechos, el Espiritismo les da una razón de ser; por lo tanto, Él viene en ayuda de la religión, al demostrar la posibilidad de ciertos hechos que, por no tener más carácter milagroso, no por esto son menos extraordinarios, y Dios no es menor ni menos poderoso por no haber derogado sus leyes. ¿De cuántas burlas no fueron objeto las levitaciones de san Cupertino? Ahora bien, la suspensión etérea de los cuerpos pesados es un hecho demostrado y explicado por el Espiritismo; nosotros mismo hemos sido personalmente testigo ocular de esto, y el Sr. Home, así como otras personas de nuestro conocimiento, han repetido en varias ocasiones el fenómeno producido por san Cupertino. Por lo tanto, ese fenómeno entra en el orden de las cosas naturales. Al número de los hechos de este género, es preciso colocar en primera línea las apariciones, por ser las más frecuentes. La aparición de La Salette, que incluso divide al propio clero, nada tiene de insólita para nosotros. Ciertamente no podemos afirmar que el hecho ha tenido lugar, porque no tenemos la prueba material del mismo; pero, para nosotros, él es posible, teniendo en cuenta que millares de hechos análogos recientes son de nuestro conocimiento; creemos en ellos no sólo porque su realidad ha sido constatada por nosotros, sino sobre todo porque comprendemos perfectamente la manera por la cual se producen. Téngase a bien remitirse a la teoría que hemos dado sobre las apariciones, y se verá que este fenómeno se vuelve tan simple y tan plausible como una multitud de fenómenos físicos que solamente son considerados prodigiosos hasta que se les encuentre la clave. En cuanto al personaje que se ha presentado en La Salette, esta es otra cuestión: de modo alguno su identidad está demostrada; constatamos solamente que una aparición puede haber tenido lugar; lo restante no es de nuestra competencia. De ninguna manera nuestro objetivo es examinar si Dios puede derogar sus leyes al hacer milagros, en el verdadero sentido de la palabra; esta es una cuestión de teología que no es de nuestra incumbencia; por lo tanto, que cada uno guarde sus convicciones al respecto, pues el Espiritismo no tiene que ocuparse con eso; nosotros sólo decimos que los hechos producidos por el Espiritismo nos revelan leyes nuevas y nos dan la clave de una multitud de cosas que parecían sobrenaturales. Si algunos de los que eran considerados milagrosos encuentran en la Doctrina Espírita una explicación lógica y una razón de ser, es un motivo para no apresurarse más en negar lo que no se comprende.

Ciertas personas nos critican por dar teorías espíritas que ellos consideran como prematuras. Se olvidan de que los hechos del Espiritismo son discutidos por muchas personas, precisamente porque los mismos parecen salir de la ley común y porque no se los entiende. Dadles una base racional, y la duda cesará. Decid a alguien, pura y simplemente, que haréis un envío telegráfico de París a América y que recibiréis la respuesta en algunos minutos, y él se reirá de vosotros; explicad el mecanismo del proceso, y él creerá en esto, aun sin haber visto operar el telégrafo. Por lo tanto, la explicación, en este siglo en que no se contentan sólo con las palabras, es un poderoso motivo de convicción; también vemos todos los días a personas que no han sido testigos de ningún hecho, que no han visto una mesa girar ni un médium escribir, y que se hallan tan convencidas como nosotros, únicamente porque ellas han leído y comprendido. Si uno debiese creer solamente en lo que ha visto con sus ojos, nuestras convicciones se reducirían a muy poca cosa.


El Magnetismo reconocido por el Poder Judicial

En la Revista Espírita del mes de octubre de 1858, hemos publicado dos artículos con los siguientes títulos: Empleo oficial del Magnetismo animal, y El Magnetismo y el sonambulismo enseñados por la Iglesia. En el primero, nos referimos al tratamiento magnético del rey Oscar, de Suecia, aconsejado por sus propios médicos; en el segundo, hemos citado varias preguntas y respuestas extraídas de una obra intitulada: Curso elemental de instrucción cristiana: para uso de catecismos y de escuelas cristianas, publicada en 1853 por el abad Marotte, vicario general de la diócesis de Verdún, y en la cual el Magnetismo y el sonambulismo son claramente definidos y reconocidos. Ahora he aquí que la Justicia viene a darles una notoria sanción por el juicio del Tribunal en lo Correccional de Douai, del 27 de agosto último. Como todos los diarios han informado este juicio, sería inútil repetirlo; por lo tanto, haremos del mismo un relato sumario de las circunstancias.

Un joven, que no conocía el Magnetismo sino de nombre, que nunca lo había practicado y que por consecuencia ignoraba las medidas de prudencia que enseña la experiencia, se propuso un día a magnetizar al sobrino del jefe de comedor del restaurante en el cual cenaba; después de algunos pases, el niño cayó en sonambulismo, pero el improvisado magnetizador no supo cómo hacer para sacarlo de ese estado, que fue seguido por persistentes crisis nerviosas. De esta situación surgió una queja ante la Justicia, presentada por el tío contra el magnetizador. Dos médicos fueron llamados como peritos. He aquí un extracto de sus declaraciones que son casi idénticas, al menos en cuanto a la conclusión. Después de haber descripto y constatado el estado sonambúlico del niño, el primer médico agregó:

“No creo de forma alguna en la existencia de un fluido nuevo, de un agente físico más o menos análogo al magnetismo terrestre, desarrollándose en el hombre bajo la influencia de pases, toques, etc., y que produciría en los sujetos influidos efectos a veces milagrosos.

“La existencia de tal fluido nunca ha sido científicamente demostrado. Lejos de esto, todas las veces que hombres difíciles de engañar, como los miembros de la Academia de Ciencias o los eminentes médicos, han querido verificar los hechos alegados, los príncipes del magnetismo siempre se han rehusado: ellos se excusan en pretextos demasiado manifiestos, y ni la cuestión del hecho, ni la cuestión de la doctrina –con más fuerte razón– han podido ser esclarecidas. Por consiguiente, para el mundo científico no existe magnetismo animal. Sin embargo, de esto no resulta que las prácticas de los magnetizadores no produzcan efecto alguno, y si con razón negamos el magnetismo, ¿no podríamos admitir la magnetización?

“Estoy convencido de que si las imaginaciones nerviosas e impresionables son todos los días provocadas fuertemente por aquellas maniobras, es en ellas mismas que precisamos ver los fenómenos que presentan, y no en una especie de irradiación por parte del experimentador. Esta explicación se aplicaría al caso Jourdain si los ataques que han seguido al primero, suponiendo que hayan sido determinados por la magnetización, se hubiesen ido distanciando y debilitando: un único impulso debería lógicamente producir efectos decrecientes. Ahora bien, sucede exactamente lo contrario: a medida que el tiempo pasa, los ataques se aceleran y aumentan de intensidad. Esta circunstancia me confunde. Una influencia indeterminada está evidentemente en juego: ¿qué influencia será? Los antecedentes y la manera física de ser de Jourdain no me son lo suficientemente conocidos como para que yo pueda atribuirlos a su temperamento, y debo declarar que no sé dónde está la causa.”

Aquí el niño tiene uno de sus ataques. El testigo, así como su colega, constatan contracciones musculares generales crónicas, sensibilidad de la piel y de los ojos, los cuales reaccionan a la acción de luz cuando se abren los párpados; ausencia de espuma en la boca; pulgares flexionados en la palma de las manos. Además, el grito inicial no ocurrió y el acceso termina gradualmente, pasando por el período sonambúlico. Los doctores declaran que el niño no es de forma alguna epiléptico y menos aún cataléptico.

Al ser interpelado el testigo con relación a la palabra sonambulismo, con la finalidad de saber si todo no se explicaría admitiéndose que el sujeto –previamente sonámbulo– habría tenido el 15 de agosto un acceso de esta especie de enfermedad, aquél respondió: “Para comenzar, no quedó establecido de modo alguno que el niño fuese sonámbulo y, después, ese fenómeno se habría producido en condiciones completamente insólitas: en vez de suceder a la noche, en medio del sueño natural, habría venido en pleno día y en plena vigilia. Los pases magnéticos me parecen ser la causa del estado actual del niño: no veo otra causa.”

El segundo médico declaró lo siguiente: “He visto al pequeño enfermo el 13 de octubre de 1858; él estaba en un estado sonambúlico, gozando de locomoción voluntaria y recitaba el catecismo. Mi hijo lo vio en la noche del 15: él estaba en el mismo estado y conjugaba el verbo poder. Solamente algún tiempo después es que supe que había sido magnetizado y que un viajero habría dicho: Si él no fuere desmagnetizado, tal vez quede así para toda la vida. Conocí en mi juventud a un estudiante en el mismo estado, y que al ser curado sin recursos médicos, se volvió un hombre distinguido en la profesión que abrazó. Los accidentes por los cuales el enfermo pasó no son más que perturbaciones nerviosas: no hay ningún síntoma de epilepsia ni de catalepsia.”

El Tribunal pronunció la siguiente sentencia:

“Considerando que resulta de los debates que el acusado, el 15 de agosto de 1858, al ejercer imprudentemente sobre la persona del niño Jourdain, de trece años, toques y gestos calificados como pases magnéticos, al menos impresionando con estas acciones y maniobras no habituales la débil imaginación de ese chico, produjo en el paciente una sobreexcitación, un desorden nervioso y, en fin, una lesión o una enfermedad cuyos accesos se repitieron desde esa fecha en diversos intervalos;

“Considerando que esas acciones y maniobras imprudentes que ocasionaron dicha lesión o enfermedad, constituyen delito previsto por el artículo 320 del Código Penal;

“Considerando que ese hecho ocasionó a la parte civil un prejuicio que debe ser reparado;

“Considerando que existen circunstancias atenuantes;

“El Tribunal condena al acusado a 25 francos de multa, a 1200 francos de daños y perjuicios y al pago de los gastos del proceso.”

Nada tenemos que decir sobre el juicio en sí; el Tribunal, ¿estuvo cierto o errado en condenar? La pena, ¿ha sido muy fuerte o muy blanda? Esto no nos compete; la Justicia se ha pronunciado y nosotros respetamos su decisión; entretanto, examinaremos las consecuencias del juicio que tienen un alcance capital. Hubo una condenación, por lo tanto hubo un delito. ¿Cómo el delito fue cometido? La sentencia dice: por toques y gestos calificados como pases magnéticos; por lo tanto, los toques y los pases magnéticos tienen una acción y no son un mero fingimiento. Esos toques y esos pases difieren, por lo tanto, de los toques y de los gestos comunes; pero ¿cómo distinguirlos? En fin, he aquí una cosa importante, porque si no hubiese una diferencia, no se podría tocar al primero que llegue ni hacerle señales sin arriesgarse a hacerlo caer en crisis y sin incurrir en una multa. No compete al Tribunal enseñarnos y mucho menos decirnos cómo los pases y los toques, cuando tienen carácter magnético, pueden producir algún efecto; Él constata el hecho de un accidente y la causa del mismo; su misión es la de apreciar el daño y la reparación que es debida. Pero los peritos llamados a esclarecer al Tribunal van sin duda a enseñarnos al respecto; sin hacer un curso sobre la materia, ellos deben fundamentar su opinión, como se hace en todos los casos de medicina legal, y probar que hablan con conocimiento de causa, porque es la primera condición que un perito debe cumplir. ¡Pero vamos! Lamentamos la lógica de esos señores: sus declaraciones atestiguan una completa ignorancia en aquello que deberían dar su parecer; no sólo desconocen el Magnetismo, como no están familiarizados con los hechos del sonambulismo natural, puesto que creen (al menos uno de ellos) que solamente pueden producirse a la noche y durante el sueño natural, lo que es contrario a la experiencia.

Pero no es ahí que está la parte más notable de la declaración, sobre todo del primer testigo; él ha dicho: y si CON RAZÓN negamos el magnetismo, ¿no podríamos admitir la magnetización? En verdad, no sé si es una sutileza de lógica, pero confieso con toda humildad que esto sobrepasa a mi inteligencia, y que muchas personas están como yo, porque sería lo mismo que decir que se puede magnetizar sin magnetismo, como si se dijera que un hombre puede recibir bastonazos, pero que el bastón que ha sido usado para golpearlo no existe. Ahora bien, nosotros creemos firmemente que, de acuerdo con el conocido refrán que dice: hasta que se pruebe lo contrario, para dar bastonazos es necesario un bastón y, por analogía, para magnetizar es necesario el magnetismo, del mismo modo que para purgar es necesario de un purgante; nuestra inteligencia no llega hasta el punto de comprender los efectos sin las causas.

Diréis lo siguiente: “–Nosotros no negamos el efecto; al contrario, lo constatamos; lo que negamos es la causa que vos dais a ese efecto. Decís que entre vuestros dedos y el paciente existe algo invisible que llamáis fluido magnético; nosotros decimos que no hay nada, que ese fluido no existe. Ahora bien, si ese fluido es el magnetismo, vuestros gestos son la magnetización”. –De acuerdo; admitís así que simples gestos, sin intermediario, pueden producir crisis nerviosas, efectos sonambúlicos, catalépticos y otros, únicamente porque la imaginación ha sido impactada; vamos a suponer que sea así. Entonces quisiera ver que una persona sea impresionada por medio de esos gestos y que esta impresión llegue a punto de hacerla dormir en pleno día y contra su voluntad, lo que ya sería un hecho muy notable, convengamos. ¿Pero ese sueño es un sueño natural, causado por la monotonía de los movimientos, como dicen algunos? En este caso, ¿cómo explicaréis la instantaneidad del sueño producido en algunos segundos? ¿Por qué no despertáis tan fácilmente a dicho adormecido, sacudiéndole el brazo? Dejemos para después, por diversas razones, muchos otros fenómenos igualmente poco explicados por vuestro sistema; pero hay uno cuya solución podréis dar, sin duda, porque imagino que no habréis hecho una teoría sobre un tema tan serio, sin haberos asegurado que la misma resuelve todos los casos, teoría que debería ser lo menos arriesgada, ya que la habéis enunciado en pleno Tribunal; por lo tanto, debéis estar seguro de vosotros mismos. ¡Pues bien! Os pido, para instrucción del público y de todas las personas bastante simples como para creer en la existencia del fluido magnético, que tengáis a bien resolver a través de vuestro sistema las dos siguientes cuestiones:

1°) Si los efectos atribuidos al fluido magnético no son más que el resultado de una imaginación impactada y fuertemente impresionada, ¿cómo se producen sin el conocimiento de la persona, cuando ésta es magnetizadadurante el sueño natural o cuando está en una habitación vecina sin ver al magnetizador y sin saber que está siendo magnetizada?

2°) Si los toques o los pases magnéticos pueden producir crisis nerviosas y estados sonambúlicos, ¿cómo estos mismos pases y toques pueden producir el efecto contrario, destruir lo que han hecho, calmar las crisis nerviosas más violentas que han ocasionado y hacer cesar súbitamente el estado sonambúlico como por encanto? ¿Entonces es por un efecto de la imaginación que la persona no ve ni oye lo que sucede a su alrededor? ¿O es necesario admitir que se puede obrar sobre la imaginación sin el concurso de la imaginación, lo que sería bien posible, puesto que se puede magnetizar sin el magnetismo? Esto me recuerda una pequeña anécdota. Un imprudente estaba manejando un fusil; un tiro es disparado y mata a otro individuo. Un perito es llamado para examinar el arma; él declara que el individuo ha muerto por causa de un tiro de fusil, pero que el fusil no estaba cargado. ¿No es el mismo caso de nuestro magnetizador, que impacta al magnetizado pero sin magnetismo? Seguramente el Tribunal de Douai, en su alta sabiduría, no se detuvo en estas contradicciones sobre las cuales no debía pronunciarse. Como ya lo dijimos, sólo consideró el efecto producido; declaró que este efecto fue producido por toques y pases magnéticos; no tenía que decidir si existe en nosotros un fluido magnético; pero el juicio no deja de constatar de una manera auténtica que el magnetismo es una realidad; de otro modo no habría condenado a alguien por haber hecho gestos insignificantes. Que esto sea una lección para los imprudentes, que juegan con lo que no conocen.

En la opinión que han dado, esos señores no percibieron que llegaron a un resultado diametralmente opuesto a su objetivo, al atribuir a los magnetizadores un poder que éstos están lejos de reivindicar. En efecto, los magnetizadores afirman que ellos sólo obran con la ayuda de un intermediario; que cuando este intermediario les falta, su acción es nula; ellos no se reconocen con el poder de dar bastonazos sin bastón, ni de matar con un fusil que no está cargado. ¡Vamos! En nombre de esa teoría estos señores hacen aún otro prodigio, puesto que obran sin tener nada en las manos ni en los bolsillos. Hay cosas, realmente, que no pueden ser tomadas en serio; les pedimos perdón por ello, pero eso no disminuye en nada su mérito. Pueden ser médicos muy hábiles y eruditos; sin duda fue por esto que el Tribunal los ha consultado; solamente nos permitimos criticar su opinión en lo que se refiere al magnetismo. Finalizamos con una observación importante. Si el Magnetismo es una realidad, ¿por qué no es reconocido oficialmente por la Facultad? Habría muchas cosas que decir al respecto; nosotros nos limitaremos a una sola consideración y a preguntar ¿por qué los descubrimientos que hoy son más respetados no fueron aceptados de entrada por las corporaciones científicas? Dejo a otros el cuidado de responder. La clase médica está dividida sobre la cuestión del Magnetismo, así como con relación a la Homeopatía, a la Alopatía, a la Frenología, al tratamiento del cólera, a los purgantes, a las sangrías y a tantas otras cosas, de modo que una opinión a favor o en contra es siempre una opinión individual que no tiene fuerza de ley; lo que hace la ley es la opinión general, que se forma por los hechos, a pesar de toda oposición, y que ejerce sobre los más recalcitrantes una presión irresistible. Es lo que ocurre con el Magnetismo, así como con el Espiritismo; y no vamos muy lejos al decir que la mitad de los médicos reconoce y admite hoy el magnetismo, y que tres cuartos de los magnetizadores son médicos; sucede lo mismo con el Espiritismo, que cuenta en sus filas con una multitud de médicos y de hombres de Ciencia. Por lo tanto, ¡qué importa la oposición sistemática o más o menos interesada de algunos! Dejad que el tiempo disipe el amor propio herido y las mezquinas preocupaciones; la verdad puede ser escarnecida, pero no destruida, y la posteridad registra el nombre de los que la han combatido o sostenido. Si el Magnetismo fuese una utopía, hace tiempo que no se volvería a hablar del mismo, mientras que, como su hermano el Espiritismo, echa raíces por todos los lados; por lo tanto, ¡luchad contra las ideas que invaden el mundo entero, de arriba bajo de la escala social!



Los médiums inertes

Entre el número de cuestiones importantes que se relacionan con la ciencia espírita, el papel de los médiums ha sido más de una vez controvertido. El Sr. Brasseur, director del Centro Industrial, ha desarrollado al respecto ideas particulares en una serie de artículos muy bien redactados en el Moniteur de la toilette,[1] y particularmente en el número del mes de agosto pasado, del cual hemos extraído los pasajes que citamos a continuación. Él nos hace el honor de pedirnos nuestra opinión y se la daremos con toda honestidad, sin pretender que nuestra opinión deba convertirse en ley. Dejamos a nuestros lectores y a los observadores que juzguen la cuestión. Además, no tendremos sino que resumir lo que hemos dicho en varias ocasiones sobre ese tema, cuando ya lo hemos tratado con mucho más detalle de lo que podríamos hacerlo aquí, no pudiendo repetir lo que se encuentra en nuestros diversos escritos.

He aquí los principales pasajes de uno de los artículos del Sr. Brasseur, seguidos de nuestras respuestas:

“¿Qué es un médium? ¿El médium es activo o pasivo? Tales son las preguntas efectuadas para esclarecer un tema que preocupa vivamente a las personas deseosas de instruirse en las cosas del Más Allá y, por consiguiente, en sus relaciones con este mundo.

“El pasado 18 de mayo dirigí al Sr. Presidente de la Sociedad Espírita una nota intitulada: Del médium y de los Espíritus. Posteriormente, alrededor del 15 de julio, el Sr. Allan Kardec publicó un nuevo libro con el título: Qué es el Espiritismo. Al abrirlo, creí que iba a encontrar allí una respuesta categórica, pero fue en vano. El autor persiste en sus errores: “Los médiums –dice él en la página 75– son LAS PERSONAS aptas para recibir, de una manera patente, la impresión de los Espíritus y para servir de INTERMEDIARIOS entre el mundo visible y el mundo invisible.

La obra citada no es un curso de Espiritismo; es una exposición sumaria de los principios de la ciencia para uso de las personas que desean adquirir de la misma las primeras nociones, el examen de las cuestiones en detalle y las diversas opiniones, no pudiendo entrar en un cuadro tan restricto y teniendo un objeto especial. En cuanto a la definición que damos de los médiums, nos parece perfectamente clara, y es con esta definición que respondemos a la pregunta del Sr. Brasseur: ¿Qué es un médium? Es posible que ella no responda a su opinión personal; pero, en cuanto a nosotros, hasta ahora no tenemos ninguna razón para modificarla.

“El Sr. Allan Kardec no reconoce al médium inerte. Habla mucho de cajas, cartones o tablitas, pero en esto sólo ve (página 62) apéndices de la mano, cuya inutilidad habría sido reconocida...”

“Entendámonos.”

“Según vos, el médium es un intermediario entre el mundo visible y el mundo invisible; pero, ¿es absolutamente necesario que este intermediario sea una persona? ¿No basta que lo invisible tenga a su disposición cualquier instrumento para manifestarse ante nosotros?”

A esto responderemos decididamente: No, no basta que lo invisible tenga a su disposición cualquier instrumento para manifestarse, porque necesita de la participación fluídica de una persona, y para nosotros esta persona es el verdadero médium. Si bastase al Espíritu tener a su disposición cualquier instrumento, se verían las cestitas o las tablitas escribir solas, lo que nunca se ha visto. La escritura directa, que en apariencia es el hecho más independiente de toda cooperación, sólo se produce bajo la influencia de médiums dotados de una aptitud especial. Hay una consideración poderosa que viene a corroborar nuestra opinión. Según el Sr. Brasseur, el instrumento es lo principal y la persona es lo accesorio; según nosotros, es todo lo contrario. Si fuese de otro modo, ¿por qué las tablitas no se mueven con el primero que llega? Por lo tanto, si para hacerlas mover es necesario estar dotado de una aptitud especial, es porque el papel del médium no es meramente pasivo. Es por eso que esta persona es para nosotros el verdadero médium; como ya lo hemos dicho, el instrumento no es más que un apéndice de la mano, del cual podemos prescindir; y esto es tan verdadero, que toda persona que escribe por medio de una tablita puede hacerlo directamente con la mano, sin la tablita e incluso sin el lápiz, puesto que puede trazar los caracteres con el dedo, mientras que la tablita no escribe sin la persona. Además, todas las variedades de médiums, así como su papel activo o pasivo, son ampliamente desarrolladas en nuestras Instrucciones Prácticas sobre las Manifestaciones.

“Separada de la materia por la disolución del cuerpo, el alma no tiene más ningún elemento físico de la Humanidad.”

¿Y qué hacéis con el periespíritu? El periespíritu es el lazo que une el alma al cuerpo, la envoltura semimaterial que el alma posee durante la vida y que conserva después de la muerte: es con esta envoltura que ella se muestra en las apariciones, y esta envoltura es también una materia que, aunque etérea, puede adquirir las propiedades de la tangibilidad.

“Al tomar directamente el lápiz, se ha notado que la persona mezcla sus sentimientos y sus ideas con las ideas y con los sentimientos de lo invisible, de manera que así son dadas sólo comunicaciones con interferencia, mientras que empleando cajas, cartones y tablitas bajo las manos de dos personas reunidas, estas personas permanecen absolutamente extrañas a la manifestación, que es, entonces, únicamente de lo invisible: es por eso que yo declaro que este último medio es superior y preferible al de la Sociedad Espírita.”

Esta opinión podría ser verdadera si no fuese contraria a millares de hechos observados, ya sea en la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas o en otros lugares, y que prueban hasta la evidencia más patente que los médiums animados, incluso los intuitivos, y con más fuerte razón los médiums mecánicos, pueden ser instrumentos absolutamente pasivos y gozar de la más completa independencia de pensamientos. En el médium mecánico, el Espíritu actúa sobre la mano, la cual recibe un impulso totalmente involuntario y desempeña el papel que el Sr. Brasseur llama de médium inerte, ya sea que esté sola o con un lápiz, o apoyada sobre un objeto móvil provisto de un lápiz.

En el médium intuitivo, el Espíritu actúa sobre el cerebro, que transmite el movimiento al brazo a través de la corriente del sistema nervioso, y así en adelante. El médium mecánico escribe sin tener la menor conciencia de lo que produce: el acto precede al pensamiento; en el médium intuitivo, el pensamiento acompaña al acto e inclusive lo precede algunas veces: es entonces el pensamiento del Espíritu que atraviesa el pensamiento del médium. Y si a veces ellos parecen confundirse, su independencia no por eso es menos manifiesta, cuando, por ejemplo, el médium escribe, incluso por intuición, cosas que él NO PUEDE saber, o completamente contrarias a sus ideas, a su manera de ver y a sus propias convicciones: en una palabra, cuando él piensa blanco y escribe negro. Además de esto hay tantos hechos espontáneos e imprevistos que, para aquel que ha estado en condiciones de observarlos, no cabe ninguna duda. El papel del médium es aquí el de un intérprete que recibe un pensamiento extraño, que lo transmite, que debe comprenderlo para transmitirlo y que, sin embargo, no lo asimila. Es lo que sucede con los médiums parlantes, que reciben el impulso sobre los órganos de la palabra, como otros lo reciben en el brazo o en la mano, y también lo que ocurre con los médiums auditivos, que escuchan claramente una voz que les habla y les dicta lo que deben escribir. ¿Y qué diréis de los médiums videntes, a los cuales los Espíritus se muestran con la forma que tenían cuando encarnados, médiums que los ven circular a nuestro alrededor, ir y venir como una multitud que tenemos bajo los ojos? ¿Y los médiums impresionables, que sienten los toques ocultos, la impresión de los dedos y hasta las uñas, que arañan la piel y que dejan marcas? ¿Esto puede suceder con un ser que nada tiene de materia? ¿Y los médiums de doble vista que, perfectamente despiertos y en pleno día, ven claramente lo que ocurre a la distancia? ¿No es una facultad propia, un género de mediumnidad? La mediumnidad es la facultad de los médiums; los médiums son las personas accesibles a la influencia de los Espíritus y que pueden servirles de intermediarios. Tal es la definición que se encuentra en el Petit Dictionnaire des Dictionnaires Français, recopilado por Napoléon Landais, y hasta el presente nos parece que da una idea exacta de la misma.

No discutimos la utilidad de los instrumentos que el Sr. Brasseur designa con el nombre de médiums inertes, nombre que él tiene la completa libertad de asignarles, si considera útil hacer esta distinción. Indiscutiblemente ellos tienen una ventaja, como resultado de la experiencia, para las personas que todavía no han visto nada; pero como la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas sólo está compuesta por personas que no son más principiantes, cuyas convicciones ya se han formado, y como no hace ninguna experiencia para satisfacer la curiosidad del público –que Ella no convoca a sus sesiones, a fin de no ser perturbada en sus investigaciones y observaciones–, esos medios primitivos no le enseñan nada de nuevo; es por eso que la Sociedad emplea medios más rápidos, puesto que posee un gran experiencia sobre el tema para saber distinguir perfectamente la naturaleza de las comunicaciones que recibe.

No seguiremos al Sr. Brasseur en todos sus razonamientos sobre los cuales apoya su teoría. Temeríamos debilitarlos al truncarlos y, en la imposibilidad de reproducirlos integralmente, preferimos remitir a nuestros lectores que quisieren tomar conocimiento de ellos al periódico que él redacta con un talento indiscutible, y en el cual se encuentran sobre el mismo asunto artículos del Sr. Jules de Neuville, muy bien escritos, pero que no tienen sino un error a nuestros ojos: el de no haberlos precedido de un estudio suficientemente profundo de la materia, lo que habría evitado muchas cuestiones que él juzgaría superfluas.

En resumen, y de acuerdo con la Sociedad Espírita, persistimos en considerar a las personas como los verdaderos médiums, que pueden ser activos o pasivos, según su naturaleza y su aptitud; si así lo desean, que llamen a los instrumentos de médiums inertes; es una distinción que puede ser útil, pero estarían en un error si les asignasen el papel y las propiedades de los seres animados en las comunicaciones inteligentes. Decimos inteligentes porque aún es necesario hacer la distinción entre ciertas manifestaciones espontáneas puramente físicas. Es un tema que ya hemos tratado ampliamente en la Revista.

[1] Periódico de exposiciones. Modas. Literatura. Teatro. Calle de l’Échiquier Nº 15. [Nota de Allan Kardec.]






Boletín de la sociedad parisiense de estudios espíritas

Viernes 29 de julio de 1859 (Sesión general) Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Comunicaciones – Han sucedido hechos curiosos de previsiones de muerte y de avisos del Más Allá, uno con los Sres. de Chamissot y de Brunoy –emigrados que residían en Coblenza en 1794–, y otro con la Sra. condesa Ch... (Serán publicados.)

Observaciones microscópicas y analíticas de la materia de la escritura directa. (Ver el número del mes de agosto de 1859.)

Lectura de una carta en respuesta al envío de la evocación del Sr. J... (del Departamento del Sarthe), hecha en la sesión del 22 de julio.

Estudios – Preguntas complementarias relativas al reposo de los Espíritus. Las respuestas no parecieron de manera alguna a la altura del Espíritu evocado, cuya claridad y precisión habituales no han sido reconocidas. Como dichas respuestas no dan una solución satisfactoria, la Sociedad no las tiene en cuenta.

Preguntas dirigidas a François Arago con respecto a las respuestas equívocas anteriormente referidas. Él dice que el Espíritu que ha respondido no era aquel que se había llamado. Este Espíritu –agrega él– no es malo, pero es poco adelantado e incapaz de resolver ciertas cuestiones. Lo han dejado contestar para que vosotros os ejercitéis en la apreciación de las respuestas y para darle a él mismo una lección.

Preguntas realizadas al mismo Espíritu François Arago sobre el análisis químico de la materia de la escritura directa.

Más preguntas hechas al mismo Espíritu acerca de las tempestades y sobre el papel de los Espíritus en los fenómenos de la Naturaleza. (Publicadas en el número de septiembre.)

Segunda evocación del Sr. J... (del Sarthe), conforme la carta relatada anteriormente. (Publicada en el número de septiembre, con el título: Muerte de un espírita.)

Evocación de Jacques Arago. (Será publicada.)

Viernes 2 de septiembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Asuntos administrativos – Presentación y admisión de dos nuevos miembros titulares y de un miembro corresponsal en Madrid.

Comunicaciones – Carta del Sr. Det..., miembro de la Sociedad, en la cual cita un pasaje notable, extraído del Tableau de Paris, de Mercier, edición de 1788, tomo 12° intitulado: Espiritualistas. Este pasaje constata la existencia, en aquella época, de una Sociedad formada en París, que tenía por objeto las comunicaciones con los Espíritus. Proporciona así una nueva prueba de que el Espiritismo no es una creación moderna y que era aceptado por los más eminentes hombres. (Publicada en el próximo artículo.)

Al respecto, el Sr. S... hace observar que alrededor de esta época un señor llamado Martinez Pascalis había fundado la secta de los Martinistas, los cuales también afirmaban entrar en relación con los Espíritus, por medios que los iniciados se comprometían a mantener en secreto.

Carta del Dr. B..., de Nueva York, que agradece a la Sociedad el título de corresponsal que Ella le ha otorgado, el cual da interesantes detalles en lo tocante a la explotación mercantil del Espiritismo en América.

Comunicación de varias cartas del Sr. Dumas, de Sétif (Argelia), miembro titular de la Sociedad, que contienen un gran número de evocaciones, de las cuales varias ofrecen un serio interés desde el punto de vista del estudio. Ellas constatan que varios médiums se han desarrollado en aquel país y que el Espiritismo es allí objeto de una gran preocupación. Entre los hechos que cita se destaca particularmente el siguiente: Un carbonero semianalfabeto, al intentar escribir como médium, obtuvo al principio solamente trazos irregulares con los cuales llenó sucesivamente seis páginas; habiendo tenido la idea de colocar esas páginas una después de la otra, se verificó que todos esos trazos concordaban entre sí y formaban un conjunto. Después, esta misma persona escribió páginas enteras con una gran facilidad, pero la redundancia, la excesiva extensión y la naturaleza de ciertas comunicaciones hacen temer una obsesión.

El Sr. Allan Kardec relata un hecho de manifestación espontánea que se produjo en su casa en una reunión y en circunstancias notables. La princesa S..., presente a la reunión, manifestó el deseo de evocar al Dr. Beaufils, médico suyo, muerto desde hacía siete u ocho meses; tres médiums, entre los cuales se encontraba la hija de la princesa –que es muy buena médium–, fueron tomados por movimientos convulsivos violentos, quebrando los lápices y rasgando el papel. Intimado a identificarse, y después de mucha vacilación, el Espíritu expresó que no se atrevía a decir su nombre. Acuciado con las preguntas, él respondió que sabían su nombre por los diarios: que era un miserable y que había matado; que era el empleado de la carnicería, el asesino de la calle de la Roquette, ejecutado recientemente. Al ser interrogado sobre los motivos de su presencia sin haber sido llamado, dijo que había sido enviado por otros Espíritus, a fin de convencer a los médiums de que no escribían su propio pensamiento; termina rogando que se orase por él, porque se arrepiente de su conducta y porque sufre mucho. Con la promesa que le fue realizada de acceder a su deseo, y después de haberle sido dado algunos consejos, se retiró. Entonces vino el Dr. Beaufils, el cual respondió con mucha calma y lucidez a las diversas preguntas que le fueron dirigidas.

En efecto, esta comunicación es una prueba manifiesta de la independencia de los médiums, porque todos los miembros de la reunión estaban preocupados con la evocación del doctor, y nadie pensaba en aquel hombre que vino a sorprender a todos al manifestarse con signos idénticos a tres médiums diferentes, que no tenían en manos ni cartones, ni tablitas.

Lectura de una comunicación espontánea obtenida por el Sr. R..., miembro de la Sociedad, sobre la antigüedad de las creencias espíritas, y los vestigios que las mismas han dejado en todas las religiones. (Publicada más adelante.)

Estudios – Evocación de Privat d’Anglemont. (Será publicada.)

Evocación del avaro millonario de Lyon, conocido con el nombre de padre Crépin. (Será publicada.)

Viernes 9 de septiembre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Comunicaciones – Lectura de una comunicación espontánea obtenida por el Sr. vizconde de H..., médium recientemente desarrollado, y transmitida en Lille por el Sr. D..., miembro de la Sociedad. (Será publicada.)

Lectura de una comunicación espontánea de Lamennais, obtenida por el Sr. R..., miembro de la Sociedad. (Será publicada.)

Otra comunicación espontánea ha sido obtenida por este mismo médium, dictada por el Dr. Olivier, Espíritu que se ha presentado sin ser llamado. Esta comunicación ha sido muy notable por lo siguiente: muestra a este Espíritu en una situación idéntica a la de Voltaire, tal como este último la describió en sus Confesiones publicadas en la Revista del mes de septiembre. Él duda de todo, incluso de Dios; errante, no encuentra a nadie para esclarecerlo, lo que lo deja en una ansiedad cada vez más penosa porque no ve su término. Las palabras de consuelo que le dirige el médium parecen ser para él un rayo de luz y un alivio. Él se propone a regresar. (Se publicará.)

El Sr. Allan Kardec relata un hecho notable de obsesión, por parte de un Espíritu brutal, antiguo carretero, sobre la persona del Sr. V..., muy buen médium. Además, este hecho confirma la posibilidad de lugares frecuentados por ciertos Espíritus. (Será publicado.)

Los Espíritus perturbadores de Madrid: relato –sin comentario– de un hecho informado por un periódico de Madrid, con respecto a una casa de esta ciudad, cuyos ruidos y alborotos nocturnos la volvían inhabitable, y contra los cuales las investigaciones y medidas de la policía hubieron fracasado.

Estudios – Preguntas sobre la avaricia, a propósito de la evocación del padre Crépin, de Lyon. (Serán publicadas a continuación de dicha evocación).

Evocación de Privat d’Anglemont, 2ª conversación. (Será publicada.)

Evocación del Sr. Julien S..., hecha a pedido del Sr. B., de Bouxhors.

Evocación del Sr. Adrien de S..., hecha por un asistente, ajeno a la sesión. Esta evocación, aunque tenga un interés totalmente personal, ofrece un rasgo característico en lo tocante a la influencia ejercida por los Espíritus errantes sobre los Espíritus encarnados.

La cripta de Saint-Leu. Al buscar la sepultura del gran canciller Pasquier en la Iglesia de Saint-Leu, en París, el 27 de julio de 1859, los obreros que perforaron la pared encontraron debajo del coro una cripta de 5 metros de largo, por 4 de altura y 2 de ancho, herméticamente cerrada por una losa. En esa cripta se encontraron quince a veinte esqueletos sin ataúdes y en diferentes posiciones, lo que indicaba que no habían sido enterrados. En la pared se encontraba grabado lo siguiente, con un instrumento puntiagudo: Marvé, 1733; Chenest, 1733; Marx, monaguillo, 1727; Charles Remy, 1721; Gabriel, 1727; Thiévan, 1723; Maupain, 1728 y varios nombres ilegibles.

Preguntaron al Espíritu san Luis si era posible evocar a uno de los Espíritus cuyos nombres se encontraban en esa cripta, a fin de obtener esclarecimientos sobre este descubrimiento. Él respondió: «Os aconsejo a dejar esto a un lado; hay crímenes en este asunto, el cual es demasiado reciente como para exhumar algo relacionado al mismo.»

Verteuil, antiguo dramaturgo y actor del Théâtre de la Cité (Teatro de la Ciudad). Era un joven de ingenio, de una belleza notable y que tenía una gran fortuna. En poco tiempo perdió todos sus haberes y se fue a la bancarrota; después perdió la voz, la audición y la visión. Murió en Bicêtre, donde permaneció veinte años sordo, mudo y ciego, no recibiendo comunicaciones sino cuando le trazaban los caracteres en la palma de la mano; entonces, respondía por escrito. Esta posición excepcional parecía ofrecer un interesante tema de estudio psicológico. El Espíritu san Luis, consultado al respecto, respondió: «No lo evoquéis, él está reencarnado.» Enseguida proporcionó diversas informaciones sobre los antecedentes de este joven, y acerca de las causas y de las circunstancias de su enfermedad. (Para los detalles de esta conmovedora historia, ver La Patrie [La Patria] del 26 de julio de 1859).

Evocación del antiguo carretero, de cuyas comunicaciones ya hemos dado noticia. Él se manifiesta por señales de violencia, quebrando los lápices que clava en el papel con fuerza, y escribe con una letra gruesa, irregular y poco legible. Esta evocación presenta un carácter notable, sobre todo desde el punto de vista de la influencia que el hombre puede ejercer en ciertos Espíritus inferiores a través de la oración y de los buenos consejos. (Será publicada.)

Viernes 16 de septiembre de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la sesión del 9 de septiembre.

Comunicaciones – Lectura de un artículo de L’Illustration (La Ilustración) de 1853, comunicado por el Sr. R..., e intitulado Las mesas voladoras. Este artículo constata, según el diario ruso Sjévernava Plschelà (La Abeja del Norte) del 27 de abril de 1853, y conforme los documentos suministrados por el Sr. Tscherepanoff, que el fenómeno de las mesas giratorias es conocido y practicado desde tiempos inmemoriales, en China, en Siberia y entre los calmucos de Rusia meridional. Principalmente entre estos últimos, ese medio es usado para encontrar objetos perdidos. (Publicado más adelante.)

El Sr. Dorgevaldirige a la Sociedad un poema intitulado Uranie (Urania), del Sr. de Porry, de Marsella, en el cual los puntos fundamentales de la Doctrina Espírita son claramente enunciados, aunque en la época en que el autor lo ha hecho no tenía ninguna noción de esta ciencia. Lo que no es menos digno de nota es que el Sr. de Porry parece haber escrito su poema por una especie de facultad medianímica; ha sido a la noche, en somnolencia, que los versos se formaban en su pensamiento, y él los ha escrito al día siguiente, al despertarse. Ha sido realizada la lectura de varios fragmentos de este poema, el cual será publicado en la Revista.

Carta del Sr. P..., de Marsella, que contiene una comunicación de un Espíritu que se hace conocer con el nombre de Pablo, y otra de san Luis, notable por diversas respuestas de una gran profundidad.

Lectura de una comunicación espontánea dada al Sr. R..., miembro de la Sociedad, por el carnicero asesino de la calle de la Roquette, cuestión que hemos tratado en la sesión del 2 de septiembre, el cual se interpuso en una reunión que tuvo lugar en la casa del Sr. Allan Kardec. Este Espíritu vino a agradecerle por haber orado por él, conforme había pedido. Esta comunicación es notable por los buenos pensamientos que encierra, y derrama una nueva luz sobre la asistencia que puede ser dada a los Espíritus que sufren. (Será publicada.)

Estudios – Se ha preguntado al Espíritu san Luis si, independientemente de los temas elaborados con anticipación, los Espíritus consentirían en dar comunicaciones espontáneas sobre un asunto de su libre elección. Él ha respondido afirmativamente, diciendo que César escribirá la próxima vez por intermedio del Sr. R..., y con el consentimiento de este último.

El Sr. Col..., presente en la sesión como oyente, pregunta si se le permite hacer la evocación de su hijo, cuya muerte es para la madre una causa de dolor que nada puede aliviar. Como al día siguiente tiene que encontrarla, desearía relatarle la conversación como elemento de consuelo. Al ser esta evocación de un interés meramente personal, no será publicada.

Examen de la teoría del Sr. Brasseur sobre los médiums. Él considera los cartones, tablitas y otros instrumentos como los únicos médiums verdaderos, que clasifica de médiums inertes, teniendo en cuenta que –dice él– en los médiums animados hay siempre más o menos participación del pensamiento personal. Varios miembros toman parte de la discusión y concuerdan en oponerse a la opinión del Sr. Brasseur, fundada –dicen ellos– en una observación incompleta, ya que la independencia absoluta del médium animado ha sido probada por hechos irrecusables. Uno de los argumentos que se opone al Sr. Brasseur es de que los cartones y las tablitas nunca han hablado por sí solas, de donde se deduce que no son más que instrumentos o, como ya se ha dicho, apéndices de los cuales se puede prescindir: es lo accesorio y no lo principal. La tablita provista de lápiz e influida por la persona, no es más médium que el lápiz colocado directamente en la mano de la persona.

El Sr. Sansón procede a la lectura de algunos versos que ha hecho en honor a san Luis y en agradecimiento a la cura de la cual él ha sido objeto. Como no se reconoce poeta, pregunta cuál ha sido el Espíritu que ha inspirado esos versos. Se le respondió que ha sido el suyo, compenetrado de un justo reconocimiento por aquel que alivió sus dolores.

Evocación de Swedenborg. A la evocación hecha por el Sr. Allan Kardec, aquél responde: –Hablad, viejo amigo mío. –Me honráis con el título de vuestro viejo amigo, y sin embargo estamos lejos de ser contemporáneos; solamente os conozco por vuestros escritos. –Es verdad, pero yo os conozco desde hace mucho tiempo. –Desearíamos dirigiros algunas preguntas sobre diversos puntos de vuestra doctrina, pero considerando la hora avanzada, nuestro objetivo es sólo preguntaros si tendríais a bien hacerlo en la próxima sesión. –Resp. Con placer. Permitidme, desde hoy, hacer una corrección en mis escritos, corrección importante para mí. Cuando escribí mi doctrina, yo creía, según los consejeros del mundo celestial que la dictaban, que cada pueblo se encontraba en el cielo en una esfera separada, y que el carácter distintivo de cada nación reaparecería aún, no por individuos, sino por grandes familias. La experiencia me convenció de que esto no es así.

–¿No hay también otros puntos discutibles? –Resp. Sí, muchos otros, pero éste es uno de los más importantes.

–Tenemos aquí a varios médiums; ¿preferís alguno para comunicaros con nosotros? –Resp. No..., mejor dicho, sí: yo elegiría a un médium mecánico, como vos lo llamáis, y a la vez rápido.

Viernes 23 de septiembre de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta de la sesión del día 16 de septiembre.

Presentación de cuatro candidatos como miembros titulares. La admisión de los mismos será discutida en la próxima sesión particular del 7 de octubre, y decidida si fuere procedente.

Comunicaciones – Lectura de una carta de Ruán, que narra un hecho auténtico ocurrido en la familia de la persona que escribe, sobre la aparición de su abuela en el momento de la muerte.

Otro hecho reciente de aparición y de aviso del Más Allá. El Sr. D..., doctor en Medicina, de París, había tratado durante algún tiempo a una joven que tenía una enfermedad incurable y que, en ese momento, no vivía más en París. Hace más o menos quince días, el Dr. D... fue despertado por golpes efectuados en la puerta de su dormitorio. Creyendo que venían a llamarlo para atender a un paciente, preguntó: ¿Quién es? En ese mismo instante, él vio aquella joven de pie delante de él, la cual le dijo en un tono de voz muy claro: «Soy yo, Sr. D...; vengo a decirle que he muerto.» Al examinar las informaciones, verificó que esta joven había muerto en la misma noche de su aparición.

Ha sucedido un hecho curioso de separación momentánea entre el alma y el cuerpo, hace algunos días, con el Sr. C., médium de la Sociedad. (Será publicado con la explicación dada por los Espíritus.)

Lectura de una comunicación notable dictada por el Espíritu Privat d’Anglemont al Sr. Ch..., médium de la Sociedad. (Será publicada con las otras comunicaciones del mismo Espíritu.)

Estudios – Tres comunicaciones espontáneas habían sido prometidas para esta sesión: una de César, una de Swedenborgy otra de Privat d’Anglemont. Han sido escritas simultáneamente por tres médiums diferentes, todos mecánicos.

Diversas preguntas son luego dirigidas a Swedenborg sobre algunos puntos de su doctrina, que él reconoce erróneos. Previamente se hizo la lectura de una nota biográfica sobre el mismo, preparada por la Sra. P., miembro de la Sociedad. (Serán publicadas).

El Sr. Det..., miembro de la Sociedad, había preparado sobre César una serie de preguntas muy interesantes; pero las explicaciones espontáneas dadas por este Espíritu han vuelto superfluas la mayoría de esas cuestiones; no obstante, las mismas serán examinadas y serán elegidas aquellas que se crea útil proponer ulteriormente.

El Sr. Dumas, de Sétif, miembro titular de la Sociedad, está presente en la sesión. Solicita para hacerse la evocación de algunos Espíritus que se han manifestado a él, a fin de tener un control de las comunicaciones que ha obtenido en Argelia. El resultado de estas evocaciones es idéntico y confirma las respuestas que le habían sido dadas. En cuanto a la cuestión de saber si él puede colaborar eficazmente en la propagación del Espiritismo en África, le han respondido que no solamente puede, sino que también debe.




Sociedad Espírita en el siglo XVIII

Al Sr. Presidente de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas: «Señor Presidente,

«No es de 1853 –época en que los Espíritus comenzaron a manifestarse a través del movimiento de las mesas y de los golpes– que data la reanudación de las evocaciones. En el histórico del Espiritismo que leemos en vuestras obras, no hacéis mención a una Sociedad como la nuestra, cuya existencia –con gran sorpresa para mí– fue revelada por Mercier, en su Tableau de Paris (Cuadro de París), edición de 1788, en el capítulo intitulado: Spiritualistes (Espiritualistas), tomo 12°. He aquí lo que él dice:

“¿Por qué la Teología, la Filosofía y la Historia mencionan varias apariciones de Espíritus, genios o demonios? Una parte de la Antigüedad sostenía la creencia de que cada hombre tenía dos Espíritus: uno bueno, que invitaba a la virtud, y el otro malo, que incitaba al mal.

“Una secta nueva cree en el regreso de los Espíritus a este mundo. Escuché a varias personas que realmente fueron persuadidas de que existen médiums para evocarlos. Estamos rodeados por un mundo que no percibimos. Alrededor nuestro hay seres de los cuales no tenemos la más mínima idea; dotados de una naturaleza intelectual superior, ellos nos ven. No hay vacío en el Universo: he aquí lo que aseguran los adeptos de la ciencia nueva.

“Así, el regreso de las almas de los muertos, aceptado en toda la Antigüedad, y del cual se burlaba nuestra Filosofía, es adoptado hoy por hombres que no son ni ignorantes ni supersticiosos. Además, todos esos Espíritus, llamados en las Escrituras los Príncipes del Aire, están siempre bajo las órdenes del Señor de la Naturaleza. Aristóteles dice que los Espíritus aparecen frecuentemente a los hombres porque necesitan unos de los otros. No me refiero aquí sino a lo que nos dicen los adeptos de la existencia de los genios.

“Si se cree en la inmortalidad del alma, es preciso admitir que esta multitud de Espíritus puede manifestarse después de la muerte. Entre esa gran cantidad de prodigios de que están llenos todos los países de la Tierra, si uno solo ocurre, la incredulidad estará errada. Por lo tanto, creo que no habría menos temeridad en negar que en sostener la verdad de las apariciones. Estamos en un mundo desconocido.”

No se podrá acusar a Mercier de incredulidad y de ignorancia, y vemos en el extracto anterior que él de manera alguna rechazó a priori las manifestaciones de los Espíritus, aunque no haya tenido la ocasión de presenciarlas. Pero como hombre sabio, postergaba su juicio hasta tener más amplias informaciones. A propósito del Magnetismo, ya había dicho: "Esto es tan misterioso, tan profundo y tan increíble que, o debemos reírnos o caer de rodillas; yo no hago ni una cosa ni otra: observo y espero".

Sería interesante saber por qué esas evocaciones, reanudadas en 1788, se han interrumpido hasta 1853. Los miembros de la Sociedad, que se ocupaban de dichas evocaciones, ¿habrían perecido durante la Revolución? Es una pena que Mercier no haya dado a conocer el nombre del presidente de aquella Sociedad.

Atentamente,

«Det... Miembro titular de la Sociedad.»

Nota – El hecho relatado por Mercier tiene una importancia capital y un alcance que nadie podrá desconocer. Él prueba, ya en aquella época, que hombres recomendables por su inteligencia se ocupaban seriamente de la ciencia espírita. En cuanto a la causa que llevó a la cesación de esta Sociedad, lo más probable es que las perturbaciones de los acontecimientos que se sucedieron hayan tenido un gran papel en todo eso; pero no es exacto decir que las evocaciones fueron interrumpidas hasta 1853. Es cierto que en esa última época las manifestaciones tomaron un mayor desarrollo, pero está comprobado que ellas nunca cesaron. En 1818 tuvimos en nuestras manos una noticia manuscrita sobre la Sociedad de los Teósofos que existía al comienzo de este siglo, la cual afirmaba que a través del recogimiento y de la oración se podía entrar en comunicación con los Espíritus; era probablemente la continuación de la Sociedad que nos habla Mercier. Desde el año 1800, el célebre abate Faria, de común acuerdo con un canónigo amigo suyo, antiguo misionero en Paraguay, se ocupaba de la evocación y obtenía comunicaciones escritas. Todos los días nos enterábamos que algunas personas las obtenían en París, bien antes de que en América fuera tratada la cuestión de los Espíritus. Pero es necesario decir también que antes de esta época, todos aquellos que poseían este conocimiento hacían misterio del mismo; hoy, que es de dominio público, él se populariza: he aquí toda la diferencia, y si fuese una quimera no se habría implantado en algunos años en los cinco continentes; el buen sentido ya le habría hecho justicia, precisamente porque cada uno está en condiciones de ver y de comprender. Indudablemente nadie negará el progreso que estas ideas hacen a cada día, y esto en los más esclarecidos estratos de la sociedad. Ahora bien, una idea sobre la cual se llama a la razón, que crece en pleno día por la discusión y el examen, no tiene los caracteres de una utopía.



Conversaciones familiares del Más Allá

El padre Crépin
(Sociedad, 2 de septiembre de 1859.)

Los periódicos han anunciado recientemente la muerte de un hombre que vivía en Lyon, donde era conocido con el nombre de padre Crépin. Era varias veces millonario y de una avaricia poco común. En los últimos tiempos de su existencia había ido a vivir con el matrimonio Favre, que se comprometió a alimentarlo mediante 30 centavos por día, ya hecho el descuento de 10 centavos para su tabaco. Poseía nueve casas y residía antes en una de ellas, en una especie de nicho que había mandado hacer bajo la escalera. En la fecha de cobrar los alquileres arrancaba los afiches de las calles para usar estos papeles como recibos. El decreto municipal que dejó sin efecto la exención de inmuebles le causó una violenta desesperación; hizo trámites para obtener una excepción, pero todo fue inútil. Él gritaba que estaba arruinado. Si tuviese solamente una casa, estaría resignado; pero tengo nueve –agregaba.

1. Evocación. Resp. Estoy aquí, ¿qué queréis de mí? ¡Ay! ¡Mi oro! ¡Mi oro! ¿Qué han hecho con él?

2. ¿Extrañáis la vida terrestre? –Resp. ¡Oh, sí!

3. ¿Por qué la extrañáis? –Resp. Porque no puedo tocar más mi oro, ni contarlo, ni esconderlo.

4. ¿En qué empleáis vuestro tiempo? –Resp. Estoy aún muy vinculado a la Tierra y es bien difícil que me arrepienta.

5. ¿Regresáis algunas veces para ver vuestros apreciados tesoros y vuestras casas? –Resp. Tantas veces como puedo.

6. Cuando encarnado, ¿nunca pensasteis que no llevaríais nada de eso hacia el otro mundo? –Resp. No. Mi única idea era vincularme a las riquezas para acumularlas; nunca pensé en separarme de ellas.

7. ¿Cuál era vuestro objetivo al amontonar esas riquezas que no servían para nada, ni incluso para vos, puesto que vivíais de privaciones? –Resp. Yo sentía la voluptuosidad de tocarlas.

8. ¿De dónde provenía esa sórdida avaricia? –Resp. Del goce que sentía mi Espíritu y mi corazón al tener mucho dinero. En la Tierra no he tenido sino esta pasión.

9. ¿Comprendéis que eso era avaricia? –Resp. Sí, ahora comprendo que yo era un miserable; sin embargo, mi corazón es aún muy terreno, y experimento un cierto goce al ver mi oro; pero no puedo tocarlo, y esto ya es un comienzo de punición en la vida en que estoy.

10. ¿No experimentabais, pues, ningún sentimiento de piedad para con los desdichados que soportaban la miseria, y nunca os vino el pensamiento de ayudarlos? –Resp. ¿Por qué no tenían dinero? ¡Problema de ellos!

11. ¿Os recordáis la existencia que teníais antes de la que acabáis de dejar? –Resp. Sí, yo era pastor, muy infeliz de cuerpo, pero feliz de corazón.

12. ¿Cuáles fueron vuestros primeros pensamientos cuando os reconocisteis en el mundo de los Espíritus? –Resp. Mi primer pensamiento fue el de buscar mis riquezas, y sobre todo mi oro. Cuando no vi nada más que el espacio, me sentí muy infeliz; mi corazón se despedazó y el remordimiento comenzó a apoderarse de mí. Parece que cuanto más las busco, más sufro por mi avaricia terrena.

13. ¿Cuál es ahora, para vos, la consecuencia de vuestra vida terrena? –Resp. Inútil para mis semejantes, inútil ante la eternidad e infeliz para mí ante Dios.

14. ¿Prevéis una nueva existencia corporal? –Resp. No lo sé.

15. Si tuvieseis próximamente una nueva existencia corporal, ¿cuál elegiríais? –Resp. Elegiría una existencia en que pudiera ser útil a mis semejantes.

16. Cuando encarnado no teníais amigos en la Tierra, porque un avaro como vos no puede tenerlos; ¿los tenéis entre los Espíritus? –Resp. Nunca he orado por nadie; mi ángel guardián, a quien he ofendido mucho, es el único que tiene piedad de mí.

17. En vuestra entrada al mundo de los Espíritus ¿alguien vino a recibiros? –Resp. Sí, mi madre.

18. ¿Ya habéis sido evocado por otras personas? –Resp. Una vez por personas que yo he maltratado.

19. ¿No habéis estado en África, en un Centro donde se ocupan con los Espíritus? –Resp. Sí, pero toda esta gente no tenía ninguna piedad de mí, y fue muy penoso; aquí sois compasivo.

20. ¿Os será provechosa nuestra evocación? –Resp. Muy provechosa.

21. ¿Cómo adquiristeis vuestra fortuna? –Resp. Un poco gané honestamente; pero hice mucha extorsión, y otro poco robé a mis semejantes.

22. ¿Podemos hacer algo por vos? –Resp. Sí, un poco de vuestra piedad para un alma en sufrimiento.

(Sociedad, 9 de septiembre de 1859.)
Preguntas dirigidas a san Luis, a propósito del padre Crépin

1. El padre Crépin, que hemos evocado la semana pasada, tenía un tipo raro de avaricia; él no ha podido darnos explicaciones sobre el origen de esta pasión; ¿consentiríais en suplirlo al respecto? Él nos ha dicho que había sido pastor, muy infeliz de cuerpo, pero feliz de corazón; no vemos nada en esto que pudiese desarrollar en él esta sórdida avaricia; ¿tendríais la bondad de decirnos qué la pudo engendrar? –Resp. Él era ignorante, inexperto; pidió la riqueza: le fue concedida, pero como punición por su pedido. No la pedirá más, creedlo realmente.

2. El padre Crépin nos ofrece un tipo de avaricia innoble, pero esta pasión tiene sus matices. Así, hay personas que sólo son avaras para los otros; preguntamos cuál es el más culpable: el que amontona por el placer de amontonar y se rehúsa inclusive a lo necesario, o el que, no privándose de nada, es tacaño cuando se trata de hacer el menor sacrificio para el prójimo. –Resp. Es evidente que el último es más culpable, porque es profundamente egoísta; el otro es loco.

3. En las pruebas que debe pasar para llegar a la perfección, ¿debe el Espíritu pasar por todos los géneros de tentación, y se podría decir que, para el padre Crépin, el turno de la avaricia había llegado por medio de las riquezas que estaban a su disposición, y que él sucumbió? –Resp. Esto no es general, pero es exacto para él. Sabéis que hay muchos que desde el comienzo toman un camino que los libra de muchas pruebas.

Madame de É. de Girardin, médium

Hemos extraído el siguiente artículo de la crónica del Paris-Journal (Periódico de París) Nº 44. No necesita comentarios; muestra por sí mismo que, si todos los adeptos del Espiritismo son locos, como lo dicen muy poco civilizadamente aquellos que sin ceremonia se arrogan el privilegio del buen sentido, uno se puede consolar e incluso honrar de ir a los manicomios en compañía de inteligencias del temple de Madame de Girardin y de tantos otros.

“El otro día os prometí la historia de Madame de Girardin y de un célebre doctor; os la contaré hoy, porque he obtenido permiso para hacerlo; es una historia muy curiosa. Permaneceremos aún en lo sobrenatural, con lo cual nos ocupamos más que nunca, nosotros que, por razones de oficio, tomamos el pulso de París y lo encontramos en un rápido acceso de fiebre ardiente al respeto. Decididamente, para la imaginación humana hay una necesidad de saber el futuro y de penetrar los misterios de la Naturaleza. Cuando vemos a inteligencias como la de Delphine Gay entregarse a esas prácticas, que consideramos pueriles, no podemos negarle una cierta importancia, sobre todo cuando apoyadas en testimonios irrecusables, tales como éste que os hablo y que iréis conocer –me refiero al testimonio y no al doctor, entiéndase bien.

“Madame de Girardin tenía una tablita y un lápiz; los consultaba sin cesar. Así obtenía conversaciones con muchas celebridades de la Historia, sin contar con el diablo que también se metía en aquéllas. Una noche, él mismo se reveló ante un personaje serio que no le tuvo miedo, ya que su atribución es la de expulsarlo. La gran Delphine no hacía nada sin consultar su tablita; ella le pedía consejos literarios que ésta no negaba de forma alguna; los mismos eran, incluso para la ilustre poetisa, de una severidad magistral. Así, la tablita le repetía sin cesar que no hiciese más tragedias sin tomar en consideración los maravillosos versos que componen Judith y Cleopatra. ¿Quiénes son los que van a ver la representación de una tragedia? Los fanáticos de la poesía dramática. ¿Qué buscan ellos en una tragedia? Buscan los bellos versos que emocionen y conmuevan, y Judith y Cleopatra están llenos de esos pensamientos de mujer, expresados por una mujer de espíritu y de un corazón eminentes, cuyo talento no es discutido por nadie. En fin, la tablita no quería más aquello y se obstinaba en la prosa y en la comedia; la misma colaboraba en los desenlaces y corregía sus extensiones.

No sólo Delphine le confiaba sus trabajos literarios, sino que ella también le contaba sus sufrimientos y pedía consejos para su salud. ¡Ay! Esos consejos, dictados por la imaginación de la enferma o por el demonio, han contribuido para llevarla de nosotros. Ella tomaba remedios increíbles, como rebanadas de pan con manteca y pimienta, morrones, todos instrumentos de destrucción para un organismo enfermizo como el suyo. De esto han sido encontradas pruebas después de su muerte, de la cual sus amigos y admiradores nunca se consolarán.

“Todo el mundo conocía a Chassériau, el cual también fue llevado en la flor de la edad. Hizo de memoria un soberbio retrato de la bella difunta; del retrato hicieron un grabado, que hoy está por todas partes. Él llevó el retrato al doctor en cuestión y le preguntó si estaba contento; éste hizo algunas leves observaciones. El pintor ya iba a concordar con las mismas, cuando ambos tuvieron la idea de dirigirse al propio modelo. Ellos pusieron las manos sobre la tablita y Madame de Girardin se manifestó casi inmediatamente. Se comprende cuál fue su emoción. Interrogada sobre el retrato, ella dijo que no estaba perfecto, pero que no debían retocarlo porque corrían el riesgo de desvirtuarlo, siendo el parecido muy difícil de captar cuando sólo se tiene como guía la memoria. Le hicieron otras preguntas; a unas se rehusó en responder y a otras contestó.

“Le preguntaron en qué lugar ella estaba.

“–No quiero decirlo –replicó.

“Y a pesar de todos los ruegos no pudieron obtener nada al respecto.

“–¿Sois feliz?

“–No.

“–¡¿Por qué?!

“–Porque no puedo más ser útil a aquellos a quien amo.”

Permaneció obstinadamente muda mientras le hablaban de la otra vida y no dio información alguna; ni siquiera dijo si esto le era prohibido o si obraba así por propia voluntad. Después de una larga conversación ella se retiró. Fue hecha el acta de esta sesión. Ambos testigos se quedaron tan impresionados que después no intentaron conversar nuevamente. El doctor podía ahora evocar al que lo había ayudado en aquel día y tener esos dos grandes Espíritus en su tablita. ¡Cómo todo pasa en este mundo! ¡Y cuántas enseñanzas hay en estos hechos extraños, si los tomamos desde el punto de vista filosófico y religioso!”

Las mesas voladoras

Con este título encontramos el siguiente artículo en L’Illustration (La Ilustración) de 1853, precedido por constreñidas bromas, por las cuales pedimos disculpas a nuestros lectores. “¡Claro que se trata de las mesas giratorias! ¡He aquí las mesas voladoras! Y no es de hoy que el fenómeno se produce: existe desde hace muchos años. ¿Dónde? –os preguntáis. Palabra de honor que es un poco lejos: ¡de Siberia! Un diario ruso, Sjévernava Plschelà o La Abeja del Norte, en su número del 27 de abril último, habla sobre el tema en un artículo del Sr. Tscherepanoff, que ha viajado a la región de los calmucos. He aquí un extracto: "Es preciso saber que los lamas –sacerdotes de la religión budista, a la cual adhieren todos los mongoles y los rusos de Bureya–, semejantes a los sacerdotes del antiguo Egipto, no comunican los secretos que han descubierto, sino que, al contrario, se sirven de los mismos para aumentar la influencia que ejercen sobre un pueblo naturalmente supersticioso. Es así que ellos afirman poder encontrar objetos robados y, a este efecto, se valen de la mesa voladora. Las cosas suceden de la siguiente manera:

"La víctima del robo se dirige al lama, solicitándole que le revele el lugar donde los objetos han sido escondidos. El sacerdote del Buda pide dos o tres días, a fin de prepararse para esa grave ceremonia. Al terminar el plazo, se sienta en el suelo, coloca delante suyo una pequeña mesa cuadrada, pone la mano encima y comienza a leer algo ininteligible, lo que dura alrededor de media hora. Después de balbucir alguna cosa, él se yergue –manteniendo siempre la mano en la misma posición que antes– y la mesa se levanta en el aire. El lama se pone de pie en toda su grandeza; lleva la mano arriba de su cabeza y la mesa sube a la misma altura; da un paso hacia delante y el mueble sigue en el aire su ejemplo; el lama va hacia atrás y el mueble hace lo mismo; en resumen, la mesa toma varias direcciones y termina por caer en el suelo. En esta dirección principal que la mesa toma es que está el lugar procurado. Creyéndose en los relatos de los habitantes, hubo casos en que la mesa fue a caer exactamente en el lugar en que se encontraba el objeto robado.

"En la experiencia que el Sr. Tscherepanoff asistió, la mesa voló hasta una distancia de 15 toesas. El objeto robado no fue encontrado enseguida; pero en la dirección indicada por el mueble residía un campesino ruso que notó la señal y en el mismo día se quitó la vida. Su muerte súbita despertó sospechas; investigaciones fueron hechas en su domicilio y allí encontraron lo que buscaban. El viajero vio otras tres experiencias, pero ninguna de éstas dio resultado. La mesa no quiso moverse; además, los lamas no tuvieron dificultades en explicar esta inmovilidad; si el mueble no se movía es porque los objetos no podían ser encontrados.

"El Sr. Tscherepanoff fue testigo de ese fenómeno en 1831, en la ciudad de Jelancy: ‘Yo no creía en lo que veían mis ojos –dijo él; estaba persuadido de que había allí algún escamoteo y que el lama se valía de una cuerda hábilmente disimulada o de un alambre para levantar la mesa en el aire; pero, al observar de cerca, no percibí ningún rastro de cuerda fina ni de alambre; la mesa era una tabla bastante fina de pino, la cual no pesaba más que una libra y media. Hoy estoy persuadido que el fenómeno es producido por las mismas causas que el de la danza de las mesas’.

"Así, los jefes de la secta de los Espíritus, que creían haber inventado la table-moving, no han hecho más que retomar una invención desde hace mucho tiempo conocida entre otros pueblos. Nihil sub sole novi, decía Salomón. ¡Quién sabe si, en el tiempo del propio Salomón, no era conocida la manera de hacer girar a las mesas!... ¿Qué digo? Este procedimiento era conocido mucho antes del digno hijo de David. Leed el North-China-Herald (Heraldo del Norte de China), citado por la Gazette d’Augsbourg (Gaceta de Augsburgo) del 11 de mayo, y veréis que los habitantes del Imperio Celestial se divertían con este juego desde tiempos inmemoriales."

Ya hemos dicho centenas de veces que, al estar en la Naturaleza, el Espiritismo es una de sus fuerzas, y los fenómenos que derivan de Él han debido producirse en todos los tiempos y entre todos los pueblos, interpretados, comentados y adaptados según las costumbres y el grado de instrucción. Nunca hemos pretendido que fuese una invención moderna; cuanto más avanzamos, más iremos descubriendo los trazos que Él ha dejado por todas partes y en todas las edades. Los modernos no tienen otro mérito que el de haber despojado dichas costumbres del misticismo, de la exageración y de las ideas supersticiosas de los tiempos de ignorancia. Es impresionante constatar que la mayoría de los que hablan del Espiritismo con tanta ligereza, nunca se han tomado el trabajo de estudiarlo. Lo juzgan por una primera impresión, por haber oído rumores la mayoría de las veces, sin conocimiento de las causas, y se quedan sorprendidos cuando les mostramos –en el fondo de todo esto– uno de los principios que conciernen a los más graves intereses de la Humanidad. Y no se piense que aquí tratamos solamente del interés del otro mundo; aquel que no se detiene en la superficie ve sin dificultad que Él toca en todas las cuestiones vitales del mundo actual. ¿Quién habría pensado antaño que una rana, danzando en un plato al contacto con una cuchara de plata, daría origen a un medio de comunicarnos en algunos segundos de un extremo al otro de la Tierra, dirigiría el rayo y produciría una luz parecida con la del Sol? Paciencia, señores sarcásticos: de una mesa que danza podrá muy bien salir un gigante que ponga vuestros sarcasmos a un lado. Al paso que van las cosas, esto no comienza mal.

ALLAN KARDEC