Revista Espírita - Periódico de Estudios Psicológicos - 1859

Allan Kardec

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Agosto

Objetos en el Más Allá

Hemos extraído el siguiente pasaje de una carta que nos ha sido enviada del Departamento del Jura por una de las corresponsales de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas:

«... Señor, como ya os he dicho, los Espíritus gustaban de nuestra vieja habitación. En el mes de octubre pasado (1858), la Sra. condesa de C., amiga íntima de mi hija, vino a pasar algunos días en nuestra casa, con su pequeño hijo de ocho años. El niño dormía en la misma habitación que su madre; la puerta que daba al cuarto de mi hija había sido dejada abierta para que ellas pudiesen prolongar las horas de conversación. El niño no dormía, y decía a su madre: “¿Qué hace ese hombre sentado cerca de vuestra cama? Él fuma una pipa grande; ved cómo llena de humo nuestra habitación; entonces, echadlo; él mueve las cortinas”. Esta visión duró toda la noche; la madre no pudo hacer callar al niño y nadie pudo dormir. Esta circunstancia no sorprendió ni a mí, ni a mi hija, pues sabemos que hay manifestaciones espíritas; en cuanto a la madre, ella creyó que su hijo estaba soñando despierto, o que se divertía.

«He aquí otro hecho personal y que me sucedió en esa misma habitación, en el mes de mayo de 1858; se trata de la aparición del Espíritu de un encarnado, que se quedó muy admirado después de haber venido a visitarme. He aquí en qué circunstancia: Yo estaba bastante enferma y no dormía desde hacía tiempo, cuando a las diez de la noche vi a un amigo de la familia que se sentaba junto a mi cama. Le manifesté mi sorpresa por su visita a aquella hora. Él me dijo: No habléis, vengo a velar por vos; no habléis, es preciso que durmáis; y extendió su mano sobre mi cabeza. Varios veces volví a abrir los ojos para ver si él aún estaba allí, y cada vez que los abría me hacía signos para cerrarlos y para que me quedase en silencio. Giraba su tabaquera entre los dedos y de vez en cuando aspiraba una pizca de rapé, como lo hacía habitualmente. Finalmente adormecí y, al despertar, la visión había desaparecido. Diferentes circunstancias me daban la prueba de que en el momento de esta visita inesperada yo estaba perfectamente despierta, y que de ninguna manera era un sueño. En su primera visita, me adelanté y le agradecí; él traía la misma tabaquera y, al escucharme, tenía la misma sonrisa de bondad que yo le había notado cuando velaba por mí. Como me afirmó que no había venido –lo que además no tuve dificultad en aceptar, porque no había ningún motivo que lo indujera a venir a semejante hora y a pasar la noche cuidándome–, comprendí que sólo su Espíritu vino a visitarme, mientras que su cuerpo reposaba tranquilamente en su casa.»

Los hechos de aparición son tan numerosos que nos sería imposible registrar todos aquellos que son de nuestro conocimiento y que han sido obtenidos de fuentes absolutamente auténticas. Por lo demás, hoy que estos hechos son explicados, que exactamente nos damos cuenta de la manera cómo se producen, sabemos que pertenecen a las leyes de la Naturaleza y, por lo tanto, no tienen nada de maravillosos. Como ya hemos dado la teoría completa de los mismos, no haremos más que recordarla en pocas palabras, para una mejor comprensión de lo que sigue.

Sabemos que además de la envoltura corporal exterior, el Espíritu tiene una segunda envoltura semimaterial a la que llamamos periespíritu. La muerte es sólo la destrucción de la primera. En su estado errante el Espíritu conserva el periespíritu, que constituye una especie de cuerpo etéreo, invisible para nosotros en su estado normal. Los Espíritus pueblan el espacio y si, en un dado momento, el velo que los oculta de nosotros fuese levantado, veríamos a una innumerable población agitarse a nuestro alrededor y recorrer los aires. Los tenemos constantemente a nuestro lado, observándonos, y frecuentemente influyen en nuestras ocupaciones o en nuestros placeres, según su carácter. La invisibilidad no es una propiedad absoluta de los Espíritus; a menudo ellos se muestran a nosotros con la apariencia que tenían cuando encarnados, y no son pocas las personas que, al evocar sus recuerdos, no tengan conocimiento de algún hecho de este género. La teoría de esas apariciones es muy simple y se explica por una comparación que nos es bastante familiar: la del vapor que, cuando se rarifica mucho, es completamente invisible; un primer grado de condensación lo vuelve gaseoso; cada vez más condensado pasa al estado líquido, y después al estado sólido. Por la voluntad de los Espíritus, algo análogo se opera en la sustancia del periespíritu; además, como ya lo hemos dicho, esto no es más que una comparación y no una asimilación que pretendemos establecer; nos hemos servido del ejemplo del vapor para mostrar los cambios de aspecto que puede pasar un cuerpo invisible, pero de ahí no se debe inferir que haya en el periespíritu una condensación, en el sentido propio de la palabra. En su contextura se opera una modificación molecular que lo vuelve visible e incluso tangible, y hasta un cierto punto puede darle las propiedades de los cuerpos sólidos. Sabemos que cuerpos perfectamente transparentes se vuelven opacos por un simple cambio en la posición de las moléculas o por la adición de un otro cuerpo igualmente transparente. No sabemos exactamente cómo hace el Espíritu para volver visible su cuerpo etéreo; incluso, la mayoría de ellos no se da cuenta de eso, pero por los ejemplos que hemos citado, comprendemos su posibilidad física, y esto es suficiente para quitar a ese fenómeno lo que a primera vista podría parecer sobrenatural. Por lo tanto, el Espíritu puede operar al respecto, ya sea por una simple modificación íntima o asimilando una porción de fluido ajeno que momentáneamente cambia el aspecto de su periespíritu; inclusive es esta última hipótesis que resalta de las explicaciones que nos han sido dadas, y que ya hemos relatado al tratar de ese asunto. (Mayo, junio y diciembre.)

Hasta aquí no hay ninguna dificultad en lo que concierne a la personalidad del Espíritu; pero sabemos que ellos se presentan con vestimentas, cuyo aspecto cambian a voluntad; incluso poseen a menudo ciertos artículos de tocador, tales como joyas, etc. En las dos apariciones que hemos citado al comienzo, una tenía una pipa que producía humo, y la otra tenía una tabaquera en la que aspiraba rapé; notad bien el hecho de que este Espíritu era el de una persona viva, y que su tabaquera era totalmente semejante a la que usaba habitualmente y que había quedado en casa. ¿Qué son entonces esa tabaquera, esa pipa, esas vestimentas y esas joyas? Los objetos materiales que existen en la Tierra, ¿tienen su representación etérea en el mundo invisible? La materia condensada que forma estos objetos, ¿tendría una parte quintaesenciada que escapa a nuestros sentidos? He aquí un inmenso problema, cuya solución puede dar la clave de una multitud de cosas hasta ahora inexplicadas, y es la tabaquera en cuestión que nos ha puesto en el camino, no sólo de ese hecho, sino también del fenómeno más extraordinario del Espiritismo: el de la pneumatografía o escritura directa, de la que hablaremos dentro de poco.

Si algunos críticos aún nos reprochan por avanzar mucho en la teoría, responderemos que no vemos razón alguna en mantenernos atrás cuando encontramos una oportunidad de avanzar. Si ellos todavía están con las mesas giratorias sin saber por qué ellas se mueven, esto no es razón para que nos detengamos en el camino. El Espiritismo es sin duda una ciencia de observación, pero quizás es más aún una ciencia de razonamiento; el razonamiento es el único medio de hacerlo avanzar y triunfar de ciertas resistencias. Tal hecho es discutido únicamente porque no es comprendido; la explicación le quita todo el carácter maravilloso y lo hace entrar en las leyes generales de la Naturaleza. He aquí por qué vemos diariamente a personas que nada han visto y que creen, únicamente porque comprenden; mientras que otras han visto y no creen, porque no comprenden. Al hacer entrar el Espiritismo en el camino del razonamiento, lo hemos vuelto aceptable para aquellos que quieren darse cuenta del porqué y del cómo de cada cosa, y el número de éstos es grande en este siglo, puesto que la creencia ciega ya no hace más parte de nuestras costumbres; ahora bien, si solamente hubiésemos indicado la senda, nosotros tendríamos la conciencia de haber contribuido para el progreso de esta ciencia nueva, objeto de nuestros estudios constantes. Volvamos a nuestra tabaquera.

Todas las teorías que hemos dado sobre el Espiritismo han sido suministradas por los Espíritus, y a menudo contrariando nuestras propias ideas, como ha sucedido en el caso presente, lo que prueba que las respuestas no eran el reflejo de nuestro pensamiento. Pero el medio de obtener una solución no es una cosa de menor importancia; sabemos por experiencia que no basta pedir bruscamente una cosa para obtenerla; las respuestas no son siempre lo suficientemente explícitas; es necesario desarrollar el tema con ciertas precauciones, llegando gradualmente al objetivo y a través del encadenamiento de deducciones que requieren un trabajo previo. En principio, la manera de formular las preguntas, el orden, el método y la claridad son cosas que no se deben descuidar, y que agradan a los Espíritus serios, porque ven en esto un objetivo serio.

He aquí la conversación que hemos tenido con el Espíritu san Luis, en lo que respecta a la tabaquera, y con miras a llegar a la solución del problema de la producción de ciertos objetos en el mundo invisible. (Sociedad, 24 de junio de 1859.)

1. En el relato de la Sra. R... se aborda la cuestión de un niño que ha visto, cerca de la cama de su madre, a un hombre fumando una pipa grande. Uno comprende que este Espíritu haya podido tomar la apariencia de un fumador, pero parece que él fumaba realmente, ya que el niño vio la habitación llena de humo. ¿Qué era este humo? –Resp. Una apariencia, producida para el niño.

2. La Sra. R... cita igualmente un caso de aparición que le es personal, del Espíritu de un encarnado. Este Espíritu tenía una tabaquera y aspiraba su rapé. ¿Experimentaba él la sensación de una persona que hace lo mismo? –Resp. No.

3. Esta tabaquera tenía la forma de aquella que él usaba habitualmente y que había dejado en su casa. ¿Qué era esta tabaquera en las manos de ese Espíritu? –Resp. Siempre una apariencia; era para que la circunstancia fuese notada como lo ha sido, y que la aparición no fuera tomada por una alucinación producida por el estado de salud del vidente. El Espíritu quería que esta señora creyese en la realidad de su presencia, y para eso tomó todas las apariencias de la realidad.

4. Decís que es una apariencia; pero una apariencia no tiene nada de real: es como una ilusión de óptica. Desearía saber si esta tabaquera era sólo la imagen de su realidad, como por ejemplo la imagen de un objeto que se refleja en un espejo.

(Uno de los miembros de la Sociedad, el Sr. Sansón, hace observar que en la imagen reproducida por el espejo hay algo de real; si ella no permanece en el mismo, es porque nada la fija; pero si fuere fijada en la chapa del daguerrotipo dejaría una impresión, lo que prueba evidentemente que es producida por alguna sustancia, y que no es solamente una ilusión de óptica.)

La observación del Sr. Sansón es perfectamente justa. ¿Querríais tener la bondad de decirnos si hay alguna analogía con la tabaquera, es decir, si en esta tabaquera hay algo de material? –Resp. Ciertamente; es con la ayuda de este principio material que el periespíritu toma la apariencia de vestimentas semejantes a las que el Espíritu usaba cuando encarnado.

Nota – Es evidente que la palabra apariencia debe ser tomada aquí en el sentido de imagen, de imitación. La tabaquera real no estaba allá; la que el Espíritu tenía era sólo la reproducción de aquélla: por lo tanto, era una apariencia comparada a la tabaquera original, aunque formada de un principio material.

La experiencia nos enseña que es necesario no tomar literalmente ciertas expresiones empleadas por los Espíritus; al interpretarlas según nuestras ideas, nos exponemos a grandes equívocos, porque es preciso profundizar el sentido de sus palabras, todas las veces que presenten la menor ambigüedad; es una recomendación que constantemente nos hacen los Espíritus. Sin la explicación que hemos dado sobre la palabra apariencia –constantemente reproducida en casos análogos–, la misma podría dar lugar a una falsa interpretación.

5. ¿Habría un desdoblamiento de la materia inerte? ¿Habría en el mundo invisible una materia esencial que revestiría la forma de los objetos que vemos? En una palabra, estos objetos ¿tendrían su doble etéreo en el mundo invisible, como los hombres son allí representados en Espíritu?

Nota – He aquí una teoría como cualquier otra, y ese era nuestro pensamiento; pero el Espíritu no la ha tomado en cuenta, lo que de ninguna manera nos ha humillado, porque su explicación nos ha parecido muy lógica y porque la misma se basa en un principio más general, cuyas aplicaciones encontramos muchas veces.

Resp. No es así que esto sucede. El Espíritu tiene sobre los elementos materiales diseminados en todo el espacio, en nuestra atmósfera, un poder que estáis lejos de sospechar. Puede, a voluntad, concentrar esos elementos y darles la forma aparente, apropiada a sus proyectos.

6. Formulo nuevamente la pregunta de una manera categórica, a fin de evitar todo equívoco: ¿son algo las vestimentas con que los Espíritus se cubren? –Resp. Parece que mi respuesta precedente resuelve la cuestión. ¿No sabéis que el propio periespíritu es algo?

7. De esta explicación resulta que los Espíritus hacen pasar a la materia etérea por las transformaciones que quieran, y que así, por ejemplo en el caso de la tabaquera, el Espíritu no la encontró totalmente hecha: él mismo la hizo en el momento en que tuvo necesidad de ella, y también pudo deshacerla; debe suceder lo mismo con todos los otros objetos, tales como vestimentas, joyas, etc. –Resp. Evidentemente.

8. Esta tabaquera ha sido visible para la Sra. R..., a punto de darle la impresión de la misma. ¿Podría el Espíritu haberla vuelto tangible para ella? –Resp. Sí, hubiera podido hacerlo.

9. Llegado el caso, la Sra. R... ¿podría haberla tomado en sus manos, creyendo tener una tabaquera verdadera? –Resp. Sí.

10. Si ella la hubiese abierto, probablemente encontraría allí tabaco; si hubiera aspirado ese tabaco, ¿podría haberla hecho estornudar? –Resp. Sí.

11. ¿Puede entonces el Espíritu dar no solamente la forma, sino también las propiedades especiales? –Resp. Si lo quisiere; es en virtud de este principio que he respondido afirmativamente a las preguntas precedentes. Tendréis pruebas de la poderosa acción que ejerce el Espíritu sobre la materia, y que estáis lejos de sospechar, como ya os lo he dicho.

12. Entonces supongamos que él hubiera querido hacer una sustancia venenosa; si una persona la hubiese tomado, ¿habría quedado envenenada? –Resp. Hubiera podido, pero no lo habría hecho porque no le sería permitido.

13. ¿Podría hacer una sustancia saludable y adecuada para curar en caso de enfermedad? ¿Y este caso ya se ha presentado? –Resp. Sí, muy a menudo.

Nota – Se encontrará un hecho de este género, seguido de una interesante explicación teórica, en el artículo que publicamos más adelante con el título: Un Espíritu servicial.

14. Entonces podría también hacer una sustancia alimenticia; supongamos que haya hecho una fruta o algún otro alimento, ¿alguien podría comerlos y sentirse saciado? –Resp. Sí, sí. Pero no busquéis tanto para encontrar lo que es tan fácil de comprender. Un rayo de sol es suficiente para hacer perceptibles a vuestros órganos groseros esas partículas materiales que llenan el espacio en el cual vivís; ¿no sabéis que el aire contiene vapores de agua? Condensadlos, llevadlos a su estado normal; privadlos de calor, y he aquí que esas moléculas impalpables e invisibles se volverán un cuerpo sólido y bien sólido; existen muchas otras materias que llevarán a los químicos a descubrir maravillas aún más asombrosas; sólo el Espíritu posee los instrumentos más perfectos que los vuestros: su voluntad y el permiso de Dios.

Nota – La cuestión de la saciedad es aquí muy importante. ¿Cómo una sustancia que sólo tiene existencia y propiedades temporales y, de una cierta manera, convencionales, puede producir saciedad? Esta sustancia, por su contacto con el estómago, produce la sensación de saciedad, pero no la saciedad resultante de la plenitud. Si tal sustancia puede actuar en el organismo y modificar un estado mórbido, también puede actuar en el estómago y producir la sensación de saciedad. Entretanto, rogamos a los señores farmacéuticos y a los dueños de restaurantes que no se pongan celosos, ni crean que los Espíritus vengan a hacerles competición: esos casos son raros, excepcionales y nunca dependen de la voluntad; de otro modo, uno se alimentaría y se curaría de forma muy barata.

15. ¿El Espíritu podría, de la misma manera, hacer monedas? –Resp. Por la misma razón.

16. Esos objetos, que por la voluntad del Espíritu se vuelven tangibles, ¿podrían tener un carácter de permanencia y de estabilidad? –Resp. Podrían, pero esto no sucede: está fuera de las leyes.

17. ¿Todos los Espíritus tienen ese poder en el mismo grado? –Resp. ¡No, no!

18. ¿Cuáles son aquellos que tienen más particularmente ese poder? –Resp. Aquellos a los que Dios se lo concede cuando esto es útil.

19. ¿La elevación del Espíritu influye en algo? –Resp. Es cierto que cuanto más elevado es el Espíritu, más fácilmente obtiene dicho poder; pero esto aún depende de circunstancias: Espíritus inferiores también pueden tener ese poder.

20. La producción de objetos materiales ¿resulta siempre de un acto de la voluntad del Espíritu, o algunas veces ejerce ese poder sin saberlo? –Resp. A MENUDO lo ejerce sin saberlo.

21. Entonces ese poder sería uno de los atributos, una de las facultades inherentes a la propia naturaleza del Espíritu; ¿sería en cierto modo una de sus propiedades, como la de ver y de escuchar? –Resp. Ciertamente; pero a menudo él mismo lo ignora. Entonces es otro que lo ejerce por él, sin éste saberlo, cuando las circunstancias lo requieren. El sastre del zuavo era justamente el Espíritu del que acabo de hablar, y al cual él hacía alusión en su lenguaje jocoso.

Nota – Encontramos una comparación de esta facultad con la de ciertos animales, como por ejemplo el pez torpedo, que emite electricidad sin saber lo que hace, ni cómo la produce, y que menos aún conoce el mecanismo que la pone en funcionamiento. ¿Nosotros mismos no producimos a menudo ciertos efectos como actos espontáneos, de los cuales no nos damos cuenta? Por lo tanto, parece totalmente natural que el Espíritu actúe en esta circunstancia por una especie de instinto; él produce a través de su voluntad, sin saber cómo, del mismo modo que caminamos sin calcular las fuerzas que ponemos en juego.

22. Comprendemos que, en ambos casos citados por la Sra. R..., uno de los dos Espíritus haya querido tener una pipa y el otro una tabaquera, para llamar la atención de una persona viva; pero pregunto si, al no tener nada que mostrarle, el Espíritu podría pensar que tenía esos objetos, creando de ese modo una ilusión a sí mismo. –Resp. No, si él tuviere una cierta superioridad, porque tiene la perfecta conciencia de su condición; ya lo mismo no ocurre con los Espíritus inferiores.

Nota – Tal era, por ejemplo, el caso de la reina de Oudh, cuya evocación ha sido relatada en el número de marzo de 1858, y que aún se creía cubierta de diamantes.

23. ¿Pueden dos Espíritus reconocerse por la apariencia material que tenían cuando encarnados? –Resp. No es por esto que ellos se reconocen, ya que no tomarán esa apariencia uno para el otro; pero si en ciertas circunstancias uno se encuentra en la presencia del otro, revestidos de dicha apariencia, ¿por qué no se reconocerían?

24. ¿Cómo pueden los Espíritus reconocerse en medio de una multitud de otros Espíritus y, sobre todo, cómo pueden hacerlo cuando uno de ellos va a buscar bien lejos, y frecuentemente en otros mundos, a aquellos a quien llama? –Resp. Es una cuestión cuya solución llevaría a un extenso desarrollo; es preciso esperar; vosotros no estáis lo bastante avanzados. Por el momento contentaos con la certeza de que es así, puesto que tenéis pruebas suficientes.

25. Si el Espíritu puede extraer del elemento universal los materiales para hacer todas esas cosas y dar a las mismas una realidad temporaria con sus propiedades, puede también extraer de allí lo que es necesario para escribir. Por consecuencia, esto parece darnos la clave del fenómeno de la escritura directa. –Resp. ¡Finalmente lo habéis comprendido!

26. Si la materia de la que se sirve el Espíritu no tiene persistencia, ¿cómo es que no desaparecen los trazos de la escritura directa? –Resp. No toméis las palabras literalmente; desde el inicio yo no he dicho: nunca. Aquella cuestión trataba de un objeto material voluminoso; aquí se trata de signos trazados que son útiles de conservar, y que son conservados.

La teoría anteriormente mencionada puede resumirse así: El Espíritu actúa sobre la materia; extrae de la materia primitiva universal los elementos necesarios para formar a su gusto los objetos que tengan la apariencia de los diversos cuerpos que existen en la Tierra. A través de su voluntad puede igualmente operar en la materia elemental una transformación íntima que le da determinadas propiedades. Esta facultad es inherente a la naturaleza del Espíritu, que a menudo la ejerce como un acto instintivo, cuando es necesario, y sin darse cuenta de esto. Los objetos formados por el Espíritu tienen una existencia temporaria, subordinada a su voluntad o a una necesidad; puede hacerlos y deshacerlos a su gusto. A los ojos de los encarnados, esos objetos pueden, en ciertos casos, tener todas las apariencias de la realidad, es decir, volverse momentáneamente visibles e incluso tangibles. Hay formación, pero no creación, ya que el Espíritu no puede tirar algo de la nada.



Pneumatografía o escritura directa

La Pneumatografía es la escritura producida directamente por el Espíritu, sin ningún intermediario; difiere de la Psicografía, porque ésta es la transmisión del pensamiento del Espíritu por medio de la escritura trazada por la mano de un médium. Ya hemos dado estas dos palabras en el Vocabulario Espírita ubicado en el comienzo de nuestras Instrucciones Prácticas, con la indicación de su diferencia etimológica. Psicografía, del griego psuké: mariposa, alma, y grapho: yo escribo. Pneumatografía, de pneuma: aire, soplo, viento, Espíritu. En el médium escribiente la mano es el instrumento, pero su alma –o Espíritu en él encarnado– es el intermediario, el agente o intérprete del Espíritu ajeno que se comunica; en la Pneumatografía, es el propio Espíritu ajeno que escribe directamente sin intermediario.

El fenómeno de la escritura directa es indiscutiblemente uno de los más extraordinarios del Espiritismo; a primera vista parece algo anormal, pero hoy es un hecho comprobado e incontestable; si de él aún no hemos hablado, es porque esperábamos dar su explicación después de que nosotros mismos hiciéramos todas las observaciones necesarias para tratar la cuestión con conocimiento de causa. Si la teoría es necesaria para comprender la posibilidad de los fenómenos espíritas en general, indudablemente ella lo es más en este caso, porque es uno de los más raros que se han presentado, pero que deja de parecer sobrenatural cuando se entiende su principio.

Cuando este fenómeno se produjo por primera vez, el sentimiento dominante fue el de la duda; la idea de una superchería vino enseguida al pensamiento; en efecto, todos conocen la acción de las tintas llamadas simpáticas, cuyos trazos, al principio completamente invisibles, aparecen al cabo de algún tiempo. Por lo tanto podía ocurrir que a través de este medio estuviesen abusando de la credulidad, y nosotros no afirmaremos que nunca lo hayan hecho; inclusive estamos convencidos que ciertas personas, no con un objetivo mercenario, sino únicamente por amor propio y para hacer creer que son poderosas, han empleado estos subterfugios.

J.-J. Rousseau relata el siguiente hecho en la tercera de sus Lettres écrites de la montagne: “En 1743 yo he visto en Venecia una nueva especie de sortilegio, más extraño que los de Preneste; quien lo quisiese consultar entraba en un cuarto, y permanecía solo allí, si lo desease. De un libro lleno de hojas blancas elegía una; después, sosteniendo esta hoja, pedía mentalmente –y no en voz alta– lo que quería saber; enseguida doblaba la hoja blanca, la ponía en un sobre que era cerrado con lacre, y así lo colocaba dentro de un libro; en fin, después de haber recitado ciertas fórmulas muy extravagantes, y sin perder de vista el libro, sacaba el sobre, examinaba cuidadosamente si el lacre no había sido roto, lo abría, y al sacar la hoja encontraba la respuesta escrita a su pregunta mental.

“El mago que hacía estos sortilegios era el primer secretario de la Embajada de Francia, y se llamaba J.-J. Rousseau”.

Dudamos que Rousseau haya conocido la escritura directa, pues de lo contrario habría sabido muchas otras cosas en lo tocante a las manifestaciones espíritas, y él no habría tratado la cuestión tan a la ligera; es probable, como él mismo lo reconoció cuando nosotros lo interrogamos sobre este hecho, que haya empleado un procedimiento que le enseñó un charlatán italiano.

Pero por el hecho de que se pueda imitar una cosa, sería absurdo deducir que esa cosa no exista. En estos últimos tiempos, ¿no se han encontrado medios de imitar la lucidez sonambúlica, hasta el punto de causar ilusión? Y porque este procedimiento de escamoteadores haya recorrido todas las ferias, ¿se deberá sacar en conclusión que no hay verdaderos sonámbulos? Porque ciertos comerciantes venden vino adulterado, ¿será una razón para que no haya vino puro? Sucede lo mismo con la escritura directa; además, las precauciones para asegurar la realidad del hecho eran muy sencillas y bien fáciles y, gracias a estas precauciones, hoy no se le puede objetar ninguna duda.

Puesto que la posibilidad de escribir sin intermediario es uno de los atributos del Espíritu; ya que los Espíritus han existido desde todos los tiempos y que desde todos los tiempos también se han producido los diversos fenómenos que conocemos, los fenómenos de la escritura directa han debido igualmente producirse en la Antigüedad, tanto como en nuestros días; y es así que se puede explicar la aparición de las tres palabras en la sala del festín de Baltasar. La Edad Media, tan fecunda en prodigios ocultos, pero que fueron reprimidos en las hogueras, también ha debido conocer la escritura directa; tal vez es posible que, en la teoría de las modificaciones que los Espíritus pueden operar en la materia –teoría que hemos relatado en nuestro artículo precedente–, se encuentre el principio de la creencia en la transmutación de los metales; es un punto que trataremos algún día.

Uno de nuestros suscriptores nos decía últimamente que uno de sus tíos –canónigo– que había sido misionero en Paraguay durante muchos años, consiguió, hacia el año 1800, la escritura directa junto con su amigo, el célebre abate Faria. Su procedimiento, que nuestro suscriptor nunca llegó a conocer bien y que de alguna manera hubo sorprendido furtivamente, consistía en una serie de anillos suspendidos a los cuales eran adaptados lápices, colocados en posición vertical, cuyas puntas se apoyaban en el papel. Este procedimiento dejaba traslucir la infancia del arte; después hemos progresado. Cualquiera que hayan sido los resultados obtenidos en diversas épocas, sólo después de la divulgación de las manifestaciones espíritas que la cuestión de la escritura directa ha sido tomada en serio. Al parecer, el primero que la hizo conocer en París en estos últimos años ha sido el barón de Guldenstubbe, que ha publicado sobre el tema una obra muy interesante conteniendo un gran número de facsímiles de escrituras por él obtenidas.[1] El fenómeno ya era conocido en América desde hace algún tiempo. La posición social del Sr. de Guldenstubbe, su independencia, la consideración de que disfruta en la más alta sociedad, descartan indiscutiblemente toda sospecha de fraude voluntario, pues no puede haberlo movido ninguna clase de interés personal. A lo sumo se podría suponer que él mismo haya sido víctima de un ilusión; pero hay un hecho que responde terminantemente a esta cuestión: la obtención del mismo fenómeno por otras personas, que tomaron todas las precauciones necesarias para evitar cualquier superchería o causa de error.

La escritura directa se obtiene, como en general sucede con la mayoría de las manifestaciones espíritas no espontáneas, a través del recogimiento, de la oración y de la evocación. La han obtenido a menudo en las iglesias, junto a las tumbas, al pie de las estatuas o de las imágenes de personajes a quienes se evoca; pero es evidente que el lugar no tiene otra influencia que la de suscitar un mayor recogimiento y una mayor concentración del pensamiento, porque está probado que dicho fenómeno también se consigue sin esos accesorios y en los lugares más comunes, hasta en un simple mueble doméstico, si las personas se encuentran en las condiciones morales requeridas y si tienen la facultad medianímica necesaria.

Al principio se creía que era preciso colocar un lápiz con el papel; entonces, el hecho podía explicarse hasta un cierto punto. Se sabe que los Espíritus operan el movimiento y el desplazamiento de objetos, tomándolos y arrojándolos a veces por el aire; por lo tanto, ellos podrían muy bien asir el lápiz y servirse del mismo para trazar caracteres; puesto que lo impulsan, valiéndose de la mano del médium, de una tablita, etc., igualmente podían hacerlo de una manera directa. Pero no se tardó en reconocer que la presencia del lápiz no era necesaria y que bastaba un simple pedazo de papel –doblado o no–, sobre el cual, después de algunos minutos, se encontrasen trazados los caracteres. Con esto el fenómeno cambia completamente de aspecto y nos sitúa en un orden de cosas enteramente nuevo; esos caracteres han sido trazados con determinada sustancia; desde el momento en que no se ha suministrado al Espíritu esta sustancia, se ha de pensar que la ha hecho o creado por sí mismo; ¿de dónde la ha extraído? He aquí el problema. El general ruso, el conde de B..., nos ha mostrado una estrofa de diez versos alemanes obtenida de esa manera por intermedio de la hermana del barón de Guldenstubbe, colocando simplemente una hoja de papel arrancada de su propia libreta de apuntes, debajo del pedestal del reloj de la chimenea. Habiéndola retirado al cabo de algunos minutos, encontró en dicha hoja esos versos en caracteres tipográficos alemanes bastante finos y de una perfecta pureza. A través de un médium psicógrafo el Espíritu le dijo que quemara este papel; como él dudó, lamentando sacrificar un espécimen tan precioso como ese, el Espíritu agregó: No temas, te daré otro. Con esta garantía, arrojó el papel al fuego; después puso una segunda hoja –igualmente sacada de su portafolio– sobre la cual los versos se encontraban reproducidos exactamente de la misma manera. Ha sido esta segunda edición que nosotros hemos visto y examinado con el máximo cuidado, y –cosa singular– los caracteres presentaban un relieve como si hubiesen salido de la prensa. Por lo tanto, no es solamente el lápiz que los Espíritus pueden hacer, sino también la tinta y los caracteres de imprenta.

Uno de nuestros honorables compañeros de la Sociedad, el Sr. Didier, ha obtenido en estos días los siguientes resultados, que nosotros mismos hemos constatado, y de los cuales podemos garantizar su perfecta autenticidad. Habiendo ido a la iglesia de Nuestra Señora de las Victorias con la Sra. Huet, que hace poco tuvo éxito con experiencias de este género, tomó una hoja de papel de carta con el membrete de su casa comercial, la dobló en cuatro y la colocó sobre las gradas del altar, pidiendo en nombre de Dios que un Espíritu bueno consintiese en escribir algo; al cabo de diez minutos de recogimiento encontró en el interior de la hoja, en una de las partes dobladas, la palabra fe, y en otra parte la palabra Dios. A continuación, habiendo pedido al Espíritu que tuviese a bien decir quién había escrito eso, puso nuevamente el papel en el mismo lugar, y después de otros diez minutos encontró estas palabras: por Fenelón.

Ocho días después, el 12 de julio, quiso repetir la experiencia y se dirigió al Louvre, a la sala Coysevox, situada en el pabellón del Reloj. Al pie del busto de Bossuet colocó una hoja de papel de carta doblada como la primera vez, pero no obtuvo nada. Un niño de cinco años lo acompañaba, el cual había dejado su gorra en el pedestal de la estatua de Luis XIV, que se encontraba a pocos pasos de allí. Pensando que la experiencia había sido infructuosa se preparó para retirarse, cuando al agarrar la gorra encontró abajo, como si fuese escrito con lápiz en el mármol, las palabras amad a Dios, acompañadas por la inicial B. El primer pensamiento de los asistentes fue que estas palabras podrían haber sido escritas anteriormente por manos extrañas, que no fueron notadas; entretanto, se quiso intentar otra vez la prueba, poniendo la hoja doblada encima de esas palabras, cubriendo todo con la gorra. Al cabo de algunos minutos se encontró en una de las partes dobladas de la hoja estas tres letras: a m a; el papel fue puesto nuevamente en el mismo lugar y se pidió con una oración que se completase dicho escrito, y se obtuvo: Amad a Dios, es decir, aquello que estaba escrito en el mármol, menos la inicial B. Con esto era evidente que las primeras palabras trazadas resultaban de la escritura directa. Aún resaltaba el siguiente hecho curioso: las letras fueron trazadas sucesivamente y no de una sola vez, y que en la primera inspección no hubo tiempo para terminar las palabras. Al salir del Louvre, el Sr. D... se dirigió a Saint-Germain del Auxerrois, donde a través del mismo procedimiento obtuvo las palabras: Sed humildes. Fenelón, escritas de una manera muy nítida y bien legible. Estas palabras aún pueden ser vistas en el mármol de la estatua a que nos referimos.

La sustancia de que son formados esos caracteres tiene todas las apariencias de la mina de lápiz y es fácilmente borrada con la goma; nosotros la hemos examinado al microscopio y hemos constatado que dicha sustancia no está incorporada al papel, sino que está simplemente depositada en su superficie, de una manera irregular sobre las asperezas, formando arborescencias bastante semejantes a las de ciertas cristalizaciones. La parte borrada por la goma deja percibir las capas de materia negra introducida en las pequeñas cavidades de la rugosidad del papel. Estas capas, desprendidas y retiradas con cuidado, son la propia materia que se ha producido durante la operación. Lamentamos que la pequeña cantidad recogida no nos haya permitido hacer un análisis químico; pero no perdemos la esperanza de conseguirlo un día.

Si se consiente en remitir ahora a nuestro artículo anterior, se encontrará la explicación completa de este fenómeno. En esta escritura, el Espíritu no usa nuestras sustancias ni nuestros instrumentos; él mismo crea las sustancias y los instrumentos que precisa, extrayendo sus materiales en el elemento primitivo universal que, por la acción de su voluntad, hace pasar por las modificaciones necesarias al efecto que quiere producir. Por lo tanto puede también hacer la tinta de impresión, la tinta común y el propio lápiz, o hasta incluso los caracteres tipográficos resistentes para dar un relieve a la impresión.


Tal es el resultado a que nos ha conducido el fenómeno de la tabaquera, relatado en nuestro precedente artículo, y sobre el cual nos hemos extendido ampliamente, porque en él hemos visto la ocasión de examinar una de las leyes más importantes del Espiritismo, ley cuyo conocimiento puede esclarecer más de un mismo misterio, inclusive del mundo visible. Así es que de un hecho, común en su apariencia, puede surgir la luz; todo está en observar con cuidado, y es lo que cada uno puede hacer como nosotros, cuando no se limite a ver efectos sin buscar sus causas. Si nuestra fe se fortalece a cada día, es porque nosotros comprendemos; por lo tanto, tratad de comprender si queréis hacer prosélitos serios. La inteligencia de las causas tiene otro resultado: la de trazar un línea de demarcación entre la verdad y la superstición.

Si encaramos la escritura directa desde el punto de vista de las ventajas que puede ofrecer, diremos que, hasta el presente, su principal utilidad ha sido la constatación material de un hecho importante: la intervención de una fuerza oculta que encuentra allí un nuevo medio de manifestarse. Pero las comunicaciones que se obtienen a través de este modo, raramente son extensas; generalmente son espontáneas y limitadas a palabras, sentencias o signos frecuentemente ininteligibles; han sido obtenidas en todas las lenguas, como el griego, el latín, el siríaco, en caracteres jeroglíficos, etc., pero aún no se han prestado a conversaciones seguidas y rápidas, como permite la psicografía o escritura a través de los médiums.



[1] La réalité des Esprits et de leurs manifestations, démontrée par le phénomène de l'écriture directe (La realidad de los Espíritus y de sus manifestaciones, demostrada por el fenómeno de la escritura directa), por el barón de Guldenstubbe. 1 volumen in 8º, con 15 planchas y 93 facsímiles. Precio: 8 francos; editado por Franck, calle Richelieu. También se encuentra en las Librerías de los Sres. Dentu y Ledoyen. [Nota de Allan Kardec.]






Un Espíritu servicial

Hemos extraído los siguientes pasajes de la carta de uno de nuestros corresponsales en Burdeos:

“Mi estimado señor Allan Kardec, he aquí un nuevo relato de hechos muy extraordinarios que someto a vuestra apreciación, rogando que tengáis a bien verificarlos al evocar al Espíritu que ha sido su autor.

“Una joven dama, que nosotros llamaremos de señora Mally, es la persona por intermedio de la cual han tenido lugar las manifestaciones que constituyen el asunto de esta carta. Esta dama vive en Burdeos y tiene tres hijos.

“Desde corta edad, con alrededor de nueve años, que ella tiene visiones. Una noche, al volver a su casa con la familia, vio en un ángulo de la escalera la forma muy clara de una tía que había fallecido hacía cuatro o cinco años. Lanzó una exclamación: ¡Ah, tía mía! Y la aparición desapareció. Dos años después escuchó una voz que la llamaba, reconociendo en la misma a su tía; el llamado era tan fuerte que no pudo dejar de decir: ¡Entrad, tía mía! Como no abrieron la puerta, ella misma fue a abrirla, y al no ver a nadie, bajó en busca de su madre para informarse si alguien había subido.

“Algunos años después encontramos a esta señora sintiendo la influencia de un Guía o Espíritu familiar, que parece encargado de velar por su persona y por sus hijos, y que presta una multitud de pequeños servicios en la casa, entre otros, el de despertar a la hora marcada a los que están enfermos para tomar sus hierbas medicinales, o aquellos que necesitan salir; ahora bien, por ciertas manifestaciones, él revela su condición moral. Este Espíritu tiene un carácter poco serio; sin embargo, al lado de muestras de liviandad, ha dado pruebas de sensibilidad y de consideración. La señora Mally lo ve comúnmente bajo la forma de una centella o de una gran claridad; pero él se manifiesta a sus hijos bajo la forma humana. Una sonámbula pretendía haber encaminado a la Sra. Mally ese Guía, sobre el cual parecía ejercer cierta influencia. Cuando la señora Mally permanecía algún tiempo sin ocuparse de su Guía, éste tenía el cuidado de que ella lo recordase a través de algunas visiones más o menos desagradables. Por ejemplo, una vez en que ella bajaba sin luz, percibió en el descansillo de la escalera un cadáver cubierto con una mortaja luminosa. Esta dama tiene una gran fuerza de carácter, como veremos más tarde; entretanto, al ver eso, ella no pudo impedir el impacto de recibir una penosa impresión y, cerrando rápidamente la puerta de su cuarto, fue a refugiarse junto con su madre. En otras ocasiones sentía que le tiraban de la ropa o que alguien o algún animal le hacía una especie de roce. Esas contrariedades cesaban cuando ella dirigía un pensamiento a su Guía y, a su turno, la sonámbula reprendía a este último y lo prohibía de atormentarla.

“En 1856, la tercera hija de la señora Mally, de cuatro años de edad, enfermó en el mes de agosto. La niña estaba constantemente inmersa en un estado de somnolencia, que se interrumpía con crisis y convulsiones. Durante ocho días yo mismo he visto a la niña –que parecía salir de su abatimiento– adoptar un semblante sonriente y feliz, con los ojos medio cerrados, sin mirar a aquellos que la rodeaban, tender la mano con un gesto gracioso como para recibir algo, llevarlo a la boca y comerlo, y después agradecer con una sonrisa encantadora. Durante esos ocho días, la niña se ha sustentado con esta alimentación invisible, y su cuerpo recobró la apariencia de su frescura habitual. Cuando ella pudo hablar, parecía haber salido de un largo sueño y contaba visiones maravillosas.

“Durante la convalecencia de la niña, hacia el 25 de agosto, tuvo lugar en esta misma casa la aparición de un agénere. Alrededor de las diez y media de la noche, la señora Mally, llevando a la pequeña de la mano, bajó la escalera de servicio cuando percibió a un individuo que subía. La escalera estaba perfectamente iluminada por la luz de la cocina, de manera que la señora Mally pudo distinguir muy bien al individuo, que tenía todas las apariencias de una persona de complexión vigorosa. Llegaron al mismo tiempo al descansillo, encontrándose cara a cara: era un joven de aspecto agradable, bien vestido, con una gorra en la cabeza y teniendo en la mano un objeto que ella no pudo distinguir bien. Sorprendida con este encuentro inesperado a aquella hora de la noche y en una escalera retirada, la señora Mally lo miró sin decirle una palabra e incluso sin preguntarle lo que quería. Por su parte, el desconocido la observó en silencio por un momento, después dio media vuelta y bajó la escalera golpeando el pasamano con el objeto que llevaba y que hacía un ruido similar al de un bastón. Ni bien él desapareció, la señora Mally corrió hacia la sala donde yo me encontraba en ese momento y gritó que había un ladrón en la casa. Nos pusimos a buscarlo con la ayuda de mi perro; todos los rincones fueron examinados; verificamos que la puerta de la calle estaba cerrada, de modo que nadie podría haber entrado, y que además –si lo hicieran– no lograrían cerrarla sin hacer ruido; realmente era poco probable que un malhechor subiese una escalera iluminada y a una hora en la que estuviera expuesto a encontrarse a cada instante con las personas de la casa; por otro lado, ¿cómo podría un extraño haber sido encontrado en esa escalera de servicio que el público no usa? En todo caso, si él se hubiera equivocado, habría dirigido la palabra a la señora Mally, mientras que dio media vuelta y se fue tranquilamente como quien no tiene prisa y como quien conoce el camino. Todas estas circunstancias no nos dejaban la menor duda sobre la naturaleza de ese individuo.

“Este Espíritu se manifiesta a menudo por intermedio de ruidos, tales como los del tambor, a través de golpes violentos en el horno, puntapiés en las puertas –que entonces se abren solas–, o ruidos semejantes a los de piedras que fuesen tiradas contra los vidrios de las ventanas. Cierto día la señora Mally estaba en la puerta de su cocina cuando a su frente vio un pequeño mueble que se abría y que se cerraba varias veces por una mano invisible; en otras ocasiones, al estar ocupada preparando el fuego, ella sintió que le tiraban de la ropa, siendo que también, al subir la escalera, le agarraban el talón. En varias oportunidades él escondió las tijeras y otros objetos de trabajo de ella, los cuales eran puestos en su regazo después de haberlos buscado bastante. Un domingo estaba ocupada en condimentar con un diente de ajo una pata de cordero; de repente sintió que le arrancaban el ajo de sus dedos; creyendo que lo había dejado caer, lo buscó inútilmente; entonces, en un agujero triangular hecho en la propia pierna del cordero, cuya piel había sido retirada, encontró el diente de ajo picado, como para mostrar que una mano extraña lo había puesto allí intencionalmente.

“La hija mayor de la señora Mally, de cuatro años de edad, paseaba con su mamá, y ésta percibió que su hija conversaba con un ser invisible que parecía pedirle bombones; la pequeña cerraba la mano y decía siempre:

–Estos son míos; si quieres otros, cómpralos.

Sorprendida, la madre le preguntó con quién ella hablaba.

–Con este chico que quiere que yo le dé mis bombones –dijo la niña.

–¿Qué chico? –preguntó la madre.

–Este chico que está aquí, a mi lado.

–Pero no veo a nadie.

–¡Ah! Él se fue. Su vestido era blanco y todo frisado.

“En otra oportunidad la pequeña enferma, de quien ya hablé anteriormente, se divertía haciendo pajaritos de papel. ¡Mamá, mamá! –dijo ella–, no permitas que este chico tome mi papel.

–¿Quién? –preguntó la madre.

–Sí, este chico tomó mi papel; y la niña se puso a llorar.

–¿Pero dónde está él?

–¡Ah! Está saliendo por la ventana. Es un chico demasiado travieso.

“Esta misma niña un día saltó en la punta de los pies hasta perder el aliento, a pesar de que su madre se lo había prohibido, pues temía que eso le hiciera mal. De repente, la pequeña paró y exclamó: "¡Ah! ¡El Guía de mamá!" Le preguntaron qué significaba esto; ella dijo que había visto un brazo que la detuvo cuando ella saltaba y que la forzaba a permanecer quieta. Agregó que ella no tenía miedo y que inmediatamente pensó en el Guía de su madre. Los hechos de ese género se renovaron frecuentemente, pero los mismos se tornaron familiares para los niños, que no tenían miedo alguno porque el pensamiento del Guía de su mamá les venía espontáneamente.

“La intervención de este Guía se hubo manifestado en circunstancias más serias. La señora Mally había alquilado una casa con jardín en la comuna de Cauderan. Esta casa se encontraba aislada y rodeada de vastas praderas; ella vivía solamente con sus tres hijos y una profesora. Por aquel entonces la comuna era infestada de bandidos que depredaban las propiedades circundantes y que naturalmente codiciaban una casa que sabían que era habitada por dos mujeres solas; así, todas las noches venían a robar, intentando forzar las puertas y las contraventanas. Durante tres años la señora Mally vivió en esa casa en constantes sobresaltos, pero a cada noche ella se recomendaba a Dios y, después de la oración, su Guía se manifestaba bajo la forma de una centella. Durante la noche, cuando varias veces los ladrones intentaron robar, una súbita claridad iluminaba el cuarto, y ella escuchaba una voz que le decía: "No temas: ellos no entrarán". En efecto, ellos nunca consiguieron entrar en la casa. No obstante, para mayor precaución, ella portaba armas de fuego. Una noche en que los percibió merodeando su casa, ella les disparó dos tiros de pistola que acertaron a uno de ellos, pues escuchó gemidos, pero al día siguiente habían desaparecido. Este hecho ha sido relatado en los siguientes términos por un diario de Burdeos:

"Nos han informado un hecho que denota un cierto coraje por parte de una señora que vive en la comuna de Cauderan:

"Una dama que ocupa una casa aislada en esta comuna tiene como compañía a una señorita que se encarga de la instrucción de sus hijos.

"En una de las noches anteriores, esta dama había sido víctima de una tentativa de robo. Al día siguiente ambas se pusieron de acuerdo en hacer guardia, y si fuese necesario vigilarían durante la noche.

"Hicieron lo que habían combinado. De esta manera, cuando los ladrones se presentaron para concluir el objetivo de la víspera, encontraron quien los recibiese. Apenas tuvieron la precaución de no entablar conversación con los moradores de la casa sitiada. La señora de la cual hemos hablado, al percibir que ellos rondaban la casa, abrió la puerta y dio un tiro de pistola que debe haber acertado a uno de los ladrones, porque al día siguiente se encontró sangre en el jardín.

"Hasta este momento no se ha podido descubrir a los autores de esta segunda tentativa."

“Haré referencia, de memoria, a otras manifestaciones que tuvieron lugar en esta misma casa de Cauderan, durante la permanencia de esas damas. Durante la noche se escuchaban frecuentemente ruidos extraños, semejantes a bolas rodando en el piso, o de leña arrojada al suelo; entretanto, por la mañana todo estaba en perfecto orden.

“Señor, si lo creéis conveniente tened a bien evocar al Guía de la señora Mally e interrogadlo sobre las manifestaciones que acabo de relataros. Principalmente consentid en preguntarle si la sonámbula, que ha pretendido haberle encaminado ese Guía, tiene el poder de retomarlo, y si él se retiraría en el caso en que la sonámbula llegara a fallecer. (...)”



El Guía de la señora Mally

(Sociedad, 8 de julio de 1859.)

1. Evocación del Guía de la Sra. Mally. –Resp. Estoy aquí; esto es fácil para mí.

2. ¿Con qué nombre queréis que os designemos? –Resp. Como queráis: por aquel con el cual ya me conocéis.

3. ¿Qué motivo os ha vinculado a la señora Mally y a sus hijos? –Resp. Al principio, antiguas relaciones y una amistad, una simpatía que Dios protege siempre.

4. Dicen que ha sido la sonámbula, señora Dupuy, quien os ha encaminado a la señora Mally; ¿esto es verdad? –Resp. Es aquélla quien ha dicho que yo estaba junto a ésta.

5. ¿Dependéis de esta sonámbula? –Resp. No.

6. ¿Podría esa sonámbula alejaros de aquella señora? –Resp. No.

7. Si esta sonámbula desencarnase, ¿esto tendría sobre vos alguna influencia? –Resp. Ninguna.

8. ¿Hace mucho tiempo que habéis desencarnado? –Resp. Sí, hace varios años.

9. ¿Qué erais cuando estabais encarnado? –Resp. Un niño, que había muerto a los ocho años.

10. Como Espíritu, ¿sois feliz o infeliz? –Resp. Feliz; no tengo ninguna congoja personal, y no sufro sino por los otros; es verdad que sufro mucho por ellos.

11. ¿Habéis sido vos quien apareció en la escalera a la señora Mally, bajo la forma de un joven que ella tomó por un ladrón? –Resp. No; era un compañero.

12. ¿Y en otra ocasión bajo la forma de un cadáver? Esto podía impresionarla de modo perjudicial; fue una mala pasada que denota falta de benevolencia. –Resp. Lejos de esto en mucho casos; pero aquí era para dar a la señora Mally pensamientos más valientes; ¿qué tiene un cadáver de espantoso?

13. ¿Tenéis entonces el poder de volveros visible a voluntad? –Resp. Sí, pero yo os he dicho que no había sido yo.

14. ¿Sois igualmente extraño a las otras manifestaciones materiales que se han producido en la casa de ella? –Resp. ¡Perdón! Esto sí; fue eso lo que me impuse junto a ella, como trabajo material; pero realizo un trabajo mucho más útil y bien más serio para ella.

15. ¿Podéis volveros visible a todos? –Resp. Sí.

16. ¿Podríais volveros visible aquí a uno de nosotros? –Resp. Sí; pedid a Dios que lo permita; puedo hacerlo, pero no me atrevo a realizarlo.

17. Si no quisiereis volveros visible, ¿podríais al menos darnos una manifestación, traernos, por ejemplo, algo sobre la mesa? –Resp. Ciertamente; ¿pero para qué? Ante ella es por ese medio que atestiguo mi presencia, pero para vos esto es inútil, porque nosotros estamos conversando.

18. ¿El obstáculo no sería aquí la falta de un médium necesario para producir esas manifestaciones? –Resp. No, esto es un obstáculo sencillo. ¿No veis a menudo apariciones súbitas a personas que no son de modo alguno médiums?

19. ¿Todo el mundo es, por lo tanto, apto para tener manifestaciones espontáneas? –Resp. Sí, ya que todos los hombres son médiums.

20. Entretanto, ¿no encuentra el Espíritu, en el organismo de ciertas personas, una mayor facilidad para comunicarse? –Resp. Sí, pero yo os dije –y deberíais saberlo– que los Espíritus son poderosos por sí mismos; el médium nada es. ¿No tenéis la escritura directa? Y para esto, ¿es necesario un médium? No, sino solamente fe y un ardiente deseo, y frecuentemente esto se produce también sin los hombres saberlo, es decir, sin fe y sin deseo.

21. ¿Pensáis que las manifestaciones, tales como la escritura directa, por ejemplo, se volverán más comunes de lo que hoy lo son? –Resp. Ciertamente; ¿cómo comprendéis entonces la divulgación del Espiritismo?

22. ¿Podéis explicarnos lo que la pequeña hija de la señora Mally recibía en su mano y lo que comía durante su enfermedad? –Resp. Maná: una sustancia formada por nosotros, que posee el principio contenido en el maná común y el sabor de las golosinas.

23. ¿Es formada esta sustancia de la misma manera que las vestimentas y otros objetos que los Espíritus producen por su voluntad y por la acción que ejercen sobre la materia? –Resp. Sí, pero los elementos son bien diferentes; las partes que forman el maná no son las mismas que yo tomaría para formar madera o una vestimenta.

24. (A san Luis.) El elemento tomado por el Espíritu para formar el maná, ¿es diferente de aquel que él toma para formar otra cosa? Siempre nos han dicho que no hay más que un solo elemento primitivo universal, del cual los diferentes cuerpos no son sino modificaciones. –Resp. Sí, o sea, es el mismo elemento primitivo que yace en el espacio, aquí bajo una forma y allí bajo otra; es lo que él quiere decir. Toma el maná de una parte de este elemento, que él cree diferente, pero que es siempre el mismo.

25. La acción magnética por la cual se da a una sustancia –como por ejemplo al agua– propiedades especiales, ¿tiene relación con la del Espíritu que crea una sustancia? –Resp. El magnetizador no desdobla absolutamente sino su voluntad; es un Espíritu que lo ayuda, que se encarga de recoger y de preparar el remedio.

26. (Al Guía.) Hace algunos meses hemos relatado hechos curiosos de manifestaciones por parte de un Espíritu, al que hemos designado con el nombre de Duende de Bayonne; ¿conocéis a este Espíritu? –Resp. No particularmente; pero he seguido lo que habéis investigado sobre él, y ha sido solamente de ese modo que primero he tomado conocimiento del mismo.

27. ¿Es él un Espíritu de orden inferior? –Resp. ¿Inferior quiere decir malo? No. ¿Quiere decir simplemente que no es enteramente bueno y que es poco avanzado? Sí.

28. Os agradecemos porque habéis tenido a bien venir y por las explicaciones que nos habéis dado. –Resp. A vuestra disposición.

Nota – Esta comunicación nos ofrece un complemento a lo que hemos dicho en nuestros dos artículos precedentes, sobre la formación de ciertos cuerpos por los Espíritus. La sustancia dada a la niña durante su enfermedad era evidentemente una sustancia preparada por ellos y que ha tenido por efecto restablecerle la salud. ¿De dónde han extraído sus principios? En el elemento universal transformado para el uso propuesto. El fenómeno tan extraño de las propiedades transmitidas por la acción magnética –problema hasta el presente inexplicado y sobre el cual se han divertido tanto los incrédulos– se encuentra ahora resuelto. En efecto, sabemos que no son sólo los Espíritus desencarnados que actúan, sino que también los encarnados tienen su parte de acción en el mundo invisible: el hombre de la tabaquera nos da la prueba de eso. ¿Qué hay, pues, de sorprendente en que la voluntad de una persona, actuando para el bien, pueda operar una transformación de la materia primitiva y darle determinadas propiedades? En nuestra opinión, ahí se encuentra la clave de muchos efectos supuestamente sobrenaturales y de los cuales tendremos ocasión de hablar. Es así que a través de la observación llegamos a darnos cuenta de las cosas que hacen parte de la realidad y de lo maravilloso. ¿Mas quién dice que esta teoría sea verdadera? Bueno; pero por lo menos tiene el mérito de ser racional y concuerda perfectamente con los hechos observados; si algún cerebro humano encuentra otra más lógica que la de los Espíritus, que ambas sean comparadas. Un día tal vez reconozcan que hemos abierto el camino al estudio razonado del Espiritismo.

Cierto día nos decía una persona: «Cómo me gustaría tener a un Espíritu servicial bajo mis órdenes, aunque tuviese que soportar algunas travesuras de su parte.» Es una satisfacción que a menudo se disfruta sin percibirlo, porque ni todos los Espíritus que nos asisten se manifiestan de manera ostensible; pero no por ello dejan de estar a nuestro lado y, por ser oculta, su influencia no es menos real.



Conversaciones familiares del Más Allá - Voltaire y Federico

Diálogo obtenido por dos médiums que sirvieron de intérpretes a cada uno de esos dos Espíritus, en la sesión de la Sociedad del 18 de marzo de 1859.

Preguntas previas dirigidas a Voltaire

1. ¿En qué situación estáis como Espíritu? –Resp. Errante, pero arrepentido.

2. ¿Cuáles son vuestras ocupaciones como Espíritu? –Resp. Yo rasgo el velo del error que, cuando encarnado, creía que era la luz de la verdad.

3. ¿Qué pensáis de vuestros escritos en general? –Resp. Mi Espíritu estaba dominado por el orgullo; por otra parte, yo tenía la misión de dar un impulso a un pueblo en la infancia; mis obras son la consecuencia de eso.

4. ¿Qué diréis, en particular, de vuestro Juana de Arco? –Resp. Es una diatriba; he hecho cosas peores que esto.

5. Cuando encarnado, ¿qué pensabais de vuestro futuro después de la muerte? –Resp. Yo no creía sino en la materia –bien lo sabéis–, y ésta muere.

6. ¿Erais ateo en el verdadero sentido de la palabra? –Resp. Yo era orgulloso; negaba a la Divinidad por orgullo, con lo que he sufrido y de lo que me arrepiento.

7. ¿Gustaríais conversar con Federico, que también ha consentido en responder a nuestro llamado? Esta conversación sería instructiva para nosotros. –Resp. Si Federico quisiere, estoy listo.

Voltaire. –Mi querido monarca, veis que reconozco mis errores y estoy lejos de hablar como en mis obras; en otros tiempos dábamos el espectáculo de nuestras torpezas; ahora somos obligados a dar el de nuestro arrepentimiento y nuestro deseo de conocer la pura y gran verdad.

Federico. –Yo os creía menos bueno de lo que realmente sois.

Voltaire. –Una fuerza, que somos impelidos a adorar y a reconocer totalmente soberana, obliga a nuestra alma a proclamar –para aquellos de quien tal vez abusamos– una doctrina enteramente opuesta a la que nosotros hemos profesado.

Federico. –Es verdad, mi querido Arouet, pero no finjamos más; es inútil, todos los velos han caído.

Voltaire. –¡Hemos dejado tantos desastres atrás nuestro, que necesitaremos muchas lágrimas para que obtengamos el perdón y para que seamos absueltos! No podemos dejar de unirnos para hacer olvidar y reparar los males que hemos causado.

Federico. –Confesemos también que el siglo que nos admiraba fue muy pobre de juicio, y que es preciso muy poco para deslumbrar a los hombres: nada más que un poco de audacia.

Voltaire. –¿Por qué no? ¡Hemos tenido tanta repercusión en nuestro siglo!

Federico. –Ha sido esa repercusión que, al caer de repente en completo silencio, nos ha arrojado en una amarga reflexión, casi en el arrepentimiento. Lloro por la vida que he llevado, pero también ¡cómo me molesta no ser más Federico! ¡Y tú, no ser más el Sr. Voltaire!

Voltaire. –Hablad pues por vos, Majestad.

Federico. –Sí, sufro; pero no lo repitáis más.

Voltaire. –¡Entonces abdicad! Más tarde haréis como yo.

Federico. –No puedo...

Voltaire. –Pedís que sea vuestro guía; he de serlo; solamente trataré de no extraviaros en el futuro. Si podéis comprender, buscad aquí lo que os pueda ser útil. No son altezas que os interrogan, sino Espíritus que buscan y que encuentran la verdad con la ayuda de Dios.

Federico. –Entonces tomadme de la mano; si podéis, trazad para mí una línea de conducta... esperemos... pero será para vos... En cuanto a mí, estoy con mucha perturbación, y esto ya dura un siglo.

Voltaire. –Aún deseáis que yo tenga el orgullo de valer más que vos; esto no es generoso. Volveos bueno y humilde, para que yo mismo sea humilde.

Federico. –Sí, pero la marca que mi condición de Majestad me ha dejado en el corazón me impide siempre de humillarme como tú. Mi corazón es duro como una piedra, árido como un desierto, seco como la arena.

Voltaire. –¿Seréis entonces un poeta? No os conocía ese talento, Majestad.

Federico. –Tú finges, tú... Sólo le pido a Dios una cosa: el olvido del pasado... una encarnación de prueba y de trabajo.

Voltaire. –Así es mejor; me uno también a vos, pero siento que tendré que esperar mucho tiempo por mi remisión y mi perdón.

Federico. –Bien, amigo mío; entonces oremos juntos una vez.

Voltaire. –Lo hago siempre desde que Dios se ha dignado levantar para mí el velo de la carne.

Federico. –¿Qué pensáis de estos hombres que nos llaman aquí?

Voltaire. –Ellos pueden juzgarnos, y nosotros no podemos sino humillarnos ante ellos.

Federico. –Ellos me ponen en apuro, yo... sus pensamientos son muy diversos.

Preg. (A Federico.) –¿Qué pensáis del Espiritismo? –Resp. Vos sois más sabio que nosotros; ¿no vivís un siglo después del nuestro? Y aunque en el Cielo desde aquel tiempo, apenas acabamos de entrar en el mismo.

Preg. Os agradecemos por haber consentido atender a nuestro llamado, así como a vuestro amigo Voltaire.

Voltaire. –Vendremos cuando quisiereis.

Federico. –No me evoquéis frecuentemente... No soy simpático.

Preg. ¿Por qué no sois simpático? –Resp. Yo desprecio y me siento despreciable.


25 de marzo de 1859

1. Evocación de Voltaire. - R. Hablad.

2. ¿Qué pensáis de Federico, ahora que él no está más aquí? –Resp. Él razona muy bien, pero no ha querido explicarse; como os ha dicho, él desprecia, y ese desprecio que tiene por todos le impide abrirse, porque teme no ser comprendido.

3. ¡Pues bien! ¿Tendríais la bondad de complementar esto, y decirnos qué entendía él por estas palabras: Yo desprecio y me siento despreciable? –Resp. Sí; él se siente débil y corrompido –como todos nosotros–, y quizás comprenda más que nosotros aún, al haber abusado más que los otros de los dones de Dios.

4. ¿Cómo lo juzgáis como monarca? –Resp. Hábil.

5. ¿Lo juzgáis un hombre probo? –Resp. Esto no se pregunta: ¿no conocéis sus acciones?

6. ¿No podríais darnos una idea más precisa de la que habéis dado sobre vuestras ocupaciones como Espíritu? –Resp. No; a todo instante de mi vida descubro como un nuevo punto de vista del bien; trato de practicarlo o, mejor dicho, de aprender a practicarlo. Cuando se ha tenido una existencia como la mía, hay muchos prejuicios que combatir, muchos pensamientos que repeler o que cambiar completamente antes de llegar a la verdad.

7. Desearíamos que nos dieseis una disertación sobre un tema de vuestra elección; ¿consentiríais en darnos una? –Resp. Sí, sobre el Cristo, si lo quisiereis.

8. ¿En esta sesión? –Resp. Más tarde; esperad; en otra.

8 de abril de 1859

1. Evocación de Voltaire. –Resp. Estoy aquí.

2. ¿Tendríais la bondad de darnos hoy la disertación que nos habéis prometido? –Resp. He aquí lo que os he prometido; solamente seré breve.

Estimados amigos, cuando yo estaba entre vuestros antepasados, tenía opiniones y, para sostenerlas y hacerlas prevalecer entre mis contemporáneos, frecuentemente simulaba una convicción que en realidad yo no tenía. Fue así que, al querer reprobar los defectos y los vicios en que caía la religión, sostuve una tesis que hoy estoy condenado a refutarla.

Ataqué muchas cosas puras y santas que mi mano profana debería haber respetado. De esta manera, ataqué al propio Cristo, ese modelo de virtudes sobrehumanas –si así me puedo expresar. Sí, pobres hombres, quizás podremos parecernos un poco a nuestro modelo, pero nunca tendremos la devoción y la santidad que Él ha mostrado; será siempre más elevado que nosotros, porque Él ha sido mejor antes que nosotros. Nosotros aún estábamos sumergidos en el vicio de la corrupción y Él ya estaba sentado a la derecha de Dios. Aquí, ante vosotros, me retracto de todo lo que mi pluma escribió contra el Cristo, porque yo lo amo; sí, lo amo. Yo sentía por no haber podido hacerlo aún.

Boletín de la Sociedad Parisiense de Estudios Espíritas

Nota – A partir de hoy publicamos, como lo habíamos anunciado, el Boletín de los trabajos de la Sociedad. Cada número contendrá el relato de las sesiones que tuvieron lugar en el mes anterior. Estos Boletines sólo contendrán un resumen de los trabajos y de las actas de cada sesión; en cuanto a las propias comunicaciones que se obtengan en nuestras sesiones, así como las que provengan de otra fuente cuya lectura sea realizada, siempre las publicaremos integralmente, todas las veces que pudieren ofrecer un lado útil e instructivo. Continuaremos indicando –como lo hemos hecho hasta el presente– la fecha de las sesiones en que las mismas ocurrieron. La abundancia de materias y las necesidades de clasificación nos obligan a menudo a modificar el orden de ciertos documentos; pero esto no representará ningún inconveniente, porque tarde o temprano encontrarán aquí su lugar.

Viernes 1° de julio de 1859 (Sesión particular)
Asuntos administrativos – Admisión del Sr. S..., miembro corresponsal en Burdeos. Postergación de la aceptación de dos miembros titulares presentados en los días 10 y 17 de junio, hasta más amplias informaciones.

Designación de tres nuevos dirigentes para iniciar las sesiones generales.

Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Comunicaciones – El Sr. Allan Kardec anuncia que ha estado con W... hijo, de Boulogne-sur-Mer, citado en la Revista de diciembre de 1858, a propósito de un artículo sobre Fenómenos de bicorporeidad, joven que le ha confirmado el hecho de su presencia simultánea en Boulogne y en Londres.

Carta del Sr. S..., corresponsal en Burdeos, que contiene detalles circunstanciales de los notables hechos de manifestaciones y de apariciones que son de su conocimiento personal, por parte de un Espíritu familiar. (Carta publicada anteriormente, así como la evocación hecha al respecto.)

El Dr. Morhéry hace un homenaje a la Sociedad con la donación de dos cantatas, de cuyas letras es el autor, una titulada Italia y la otra Veneciana. Aunque estas dos producciones sean completamente ajenas a los trabajos de la Sociedad, la misma los acepta con reconocimiento y agradece al autor.

El Sr. Th... hace observar, con respecto a la comunicación de Cristóbal Colón, obtenida en la última sesión, que sus respuestas relacionadas con su misión y con la de los Espíritus en general parecen consagrar la doctrina de la fatalidad.

Varios miembros no concuerdan que de las respuestas de Cristóbal Colón se deduzca esta consecuencia, teniendo en cuenta que una misión no retira la libertad de hacer o de no hacer. De ninguna manera el hombre es fatalmente arrastrado a realizar tal o cual cosa; puede ser que, como hombre, él obre más o menos ciegamente; pero como Espíritu, siempre tiene la conciencia de lo que hace y es siempre señor de sus acciones. Suponiendo que el principio de la fatalidad se derivase de las respuestas de Colón, esto no sería una consagración de un principio que, en todos los tiempos, ha sido combatido por los Espíritus. En todo caso, sería apenas una opinión individual; ahora bien, la Sociedad está lejos de aceptar como verdad irrefutable todo lo que dicen los Espíritus, porque sabe que ellos pueden equivocarse. Un Espíritu podría muy bien decir que es el Sol que gira alrededor de la Tierra, y no lo contrario, lo que no sería más verdadero porque provenga de un Espíritu. Nosotros tomamos las respuestas por lo que ellas valen; nuestro objeto es el de estudiar las individualidades, sea cual fuere su grado de superioridad o de inferioridad, y así adquirimos el conocimiento del estado moral del mundo invisible, no dando nuestra confianza a las doctrinas de los Espíritus sino cuando las mismas no afronten a la razón ni al buen sentido, y cuando en ellas encontremos verdaderamente la luz. Cuando una respuesta es evidentemente ilógica o errónea, sacamos la conclusión de que el Espíritu que la da está aún atrasado: he aquí todo. Con referencia a las respuestas de Colón, de manera alguna implican la fatalidad.

Estudios – Preguntas sobre las causas de la prolongación de la turbación del Dr. Glower, evocado el 10 de junio.

Cuestiones acerca de las causas de la sensación física dolorosa producida en W... hijo, de Boulogne, por Espíritus sufrientes.

Preguntas sobre la teoría de la formación de los objetos materiales en el mundo de los Espíritus, tales como vestimentas, joyas, etc.; cuestiones acerca de la transformación de la materia elemental por la voluntad del Espíritu. Explicación del fenómeno de escritura directa. (Ver nuestro artículo precedente, página 197.)

Evocación de Un oficial superior muerto en Magenta (2ª conversación); preguntas sobre ciertas sensaciones del Más Allá.

El Sr. S... propone evocar al Sr. M..., desaparecido hace un mes, a fin de saber si está vivo o muerto. Al ser interrogado al respecto, san Luis dice que esta evocación no puede ser hecha; que la incertidumbre reinante sobre el destino de este hombre tiene un objetivo de prueba, y que más tarde se sabrá –por medios comunes– lo que ha sucedido.

Viernes 8 de julio de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Comunicaciones – Lectura de dos comunicaciones espontáneas obtenidas por el Sr. R..., miembro titular; una de san Luis, que contiene consejos a la Sociedad sobre el modo de apreciar las respuestas de los Espíritus, y otra de Lamennais. (Serán publicadas en el próximo número).

Lectura de una Noticia sobre el diácono Pâris y Los Convulsionarios de Saint-Médard, preparada por la Comisión de los trabajos para servir de tema de estudio.

El Sr. Didier, miembro titular, relata curiosas experiencias que él ha hecho sobre la escritura directa y los resultados notables que ha obtenido.

Estudios – Evocación del Guía o Espíritu familiar de la señora Mally, de Burdeos, a propósito de la noticia transmitida por el Sr. S..., sobre los hechos de manifestación producidos en la casa de esa dama y leídos en la última sesión.

Evocación del Sr. K..., fallecido el 15 de junio de 1859 en el Departamento del Sarthe. El Sr. K..., hombre de bien y muy esclarecido, era versado
en estudios espíritas, y su evocación –hecha a pedido de sus parientes y amigos– ha constatado la influencia de estos estudios en el desprendimiento de su alma después de la muerte. Además de esto, espontáneamente se ha revelado el importante hecho de las visitas espíritas nocturnas entre Espíritus de personas vivas. De ese hecho derivan serias consecuencias para la solución de ciertos problemas morales y psicológicos.

Viernes 15 de julio de 1859 (Sesión particular)
Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Asuntos administrativos – A pedido de varios miembros, y considerando que muchas personas están ausentes en esta época, el Sr. Presidente propone que, de acuerdo con el uso establecido en todas las sociedades, sea determinado un período de vacaciones.

La Sociedad decide que suspenderá sus sesiones durante el mes de agosto y que las mismas serán retomadas el viernes 2 de septiembre.

El Sr. Cr..., secretario adjunto, escribe para solicitar su reemplazo, motivado por nuevas ocupaciones que no le permiten asistir regularmente el comienzo de las sesiones. Ulteriormente se hará su sustitución.

Comunicaciones – Lectura de una carta del Sr. Jobard, de Bruselas, presidente honorario de la Sociedad, que relata varios hechos relacionados con el Espiritismo, y dirige a la Sociedad una canción intitulada El Canto del Zuavo, que le ha sido inspirada por la evocación del Zuavo de Magenta, citada en la Revista del mes de julio; ella ha sido cantada en un teatro de Bruselas. El objetivo de esta canción, en la cual sobresale la inspiración espiritual del autor, es el de mostrar que las ideas espíritas tienen por efecto destruir el miedo a la muerte.

El Sr. D... narra nuevos hechos de escritura directa que él ha obtenido en el Louvre y en Saint-Germain del Auxerrois. (Ver este artículo en la página 205.)

Lectura de una carta dirigida al Sr. Presidente acerca de la tempestad de Solferino. El autor señala varios otros hechos análogos, y pregunta si no existe algo de providencial en esta coincidencia. Esta cuestión ha sido respondida en la segunda conversación con el oficial superior muerto en Magenta. Además, será objeto de un examen más profundo.

Carta de la Sra. L..., en la cual esta dama relata una mistificación de la que fue víctima por parte de un Espíritu malévolo que se hacía pasar por san Vicente de Paúl y que la engañó a través de un lenguaje aparentemente edificante y por detalles circunstanciales sobre ella y su familia, para enseguida inducirla a comprometedoras actitudes. Por intermedio de esta propia carta la Sociedad reconoce que este Espíritu había revelado su naturaleza por ciertos hechos con los cuales no era posible equivocarse.

Estudios – Problemas morales y cuestiones diversas: Sobre el mérito de las buenas acciones con miras a la vida futura; acerca de las misiones espíritas; sobre la influencia del miedo o del deseo de la muerte; acerca de los médiums intuitivos.

Cuestiones sobre las visitas espíritas nocturnas entre personas vivas.

Evocación del diácono Pâris.

Evocación del falso san Vicente de Paúl, Espíritu mistificador de la Sra. L...

Viernes 22 de julio de 1859 (Sesión general)
Lectura del acta y de los trabajos de la última sesión.

Comunicaciones – Lectura de una comunicación particular del Sr. R..., miembro titular, sobre la teoría de la locura, de los sueños, de las alucinaciones y del sonambulismo, por los Espíritus François Arago y san Vicente de Paúl. Esta teoría es un desarrollo razonado y científico de los principios ya emitidos acerca de estas materias. (La misma será publicada en el próximo número.)

El Sr. R... narra un hecho reciente de aparición. El sábado 16 de julio, día del entierro del Sr. Furne, éste apareció durante la noche a la esposa del Sr. R... con la apariencia que tenía cuando encarnado, buscando aproximarse a ella, mientras que otro Espíritu –cuyo semblante no pudo distinguir– lo tomaba del brazo y procuraba alejarlo. Conmovida con esta aparición, se tapó los ojos, pero continuó viéndolo como antes. Al día siguiente, esta señora, que es médium de psicografía como su marido, se puso a trazar convulsivamente caracteres irregulares que parecían formar el nombre de Furne. Otro Espíritu interrogado sobre este hecho respondió que, en efecto, el Sr. Furne quería comunicarse con ellos, pero que en el estado de turbación en que aún éste se encontraba, él se reconocía con mucha dificultad; dicho Espíritu agregó que era necesario esperar ocho días antes de evocar al Sr. Furne, y que entonces él podría manifestarse libremente.

El Dr. V... relata un hecho de previsión espírita realizado en su presencia, el cual es tanto más notable como muy raro, por parte de los Espíritus, porque se trata de la precisión de fechas. Hace aproximadamente seis semanas, una señora que él conocía, muy buena médium psicógrafa, recibió una comunicación del Espíritu de su padre; de repente, y sin provocación, este último se puso a hablar espontáneamente de la Guerra de Italia. Al respecto, se le preguntó si la misma terminaría pronto. Él respondió: el 11 de julio se firmará la paz. Sin dar mucha importancia a esta previsión, el Sr. V... puso esta respuesta en un sobre cerrado con lacre y lo remitió a una tercera persona, con la recomendación de solamente abrirlo después del 11 de julio. Se sabe que dicho acontecimiento se cumplió conforme fue anunciado.

Cabe señalar que cuando los Espíritus hablan de cosas futuras, ellos lo hacen espontáneamente, porque sin duda juzgan útil hacerlo; pero nunca lo hacen cuando a eso son impelidos por un motivo de curiosidad.

Estudios – Problemas morales y cuestiones diversas. Preguntas complementarias acerca del mérito de las buenas acciones; sobre las visitas espíritas; acerca de la escritura directa.

Cuestiones sobre la intervención de los Espíritus en los fenómenos de la naturaleza, tales como las tempestades, y acerca de las atribuciones de ciertos Espíritus.

Preguntas complementarias sobre el diácono Pâris y Los Convulsionarios de Saint-Médard. Evocación al general Hoche.








Al Sr. L., de Limoges

Pedimos al señor que se ha tomado el trabajo de escribirnos desde Limoges –indicando documentos interesantes concernientes al Espiritismo–, tener a bien ponernos en contacto directo con él, para que podamos responder las proposiciones que ha tenido el honor de dirigirnos. La falta de espacio nos impide citar algunos pasajes de su carta.

ALLAN KARDEC